miércoles, 31 de agosto de 2022

Entre la anomia y el despotismo

MARIO CAPONNETTO, REFERENTE MAXIMO DEL NACIONALISMO CATÓLICO, ANALIZA LA DECADENCIA ARGENTINA

POR NICOLAS KASANZEW

El nacionalismo católico argentino ha tenido excelsos exponentes en pensadores de la talla de Leonardo Castellani, Julio Meinvielle y Jordán Bruno Genta, este último asesinado por la guerrilla marxista en 1974. Tuve el privilegio de ser un alumno de Genta en la cátedra privada de filosofía que dictaba en su casa de la calle Céspedes en Buenos Aires, y allí conocí a quien sería su yerno y sucesor intelectual: Mario Caponnetto; filósofo, médico y militar. Exponente máximo del nacionalismo argentino verdadero, tradicional y contrarrevolucionario, ese que nada tiene que ver con el chauvinismo, ni el racismo, ni el fascismo, ni el populismo, ni la izquierda. Hace unos días tuve el gusto y el honor de entrevistarlo en su morada de Mar del Plata.

-Mario, en esas clases de filosofía que tuve el privilegio de atender con el profesor Jordán Bruno Genta, los lunes él hablaba puramente de filosofía, y los jueves hacía algo que me apasionaba. Abría el diario La Nación y nos comentaba las noticias del día desde el punto de vista del filósofo, mostrándonos profundidades insospechadas hasta ese momento. Me gustaría que hicieras lo mismo, imaginariamente, con el diario de hoy, analizando lo que está pasando en la Argentina actual, desde una mirada filosófica. Vos, que sos el patriarca del nacionalismo católico argentino.

-Muchas gracias por tus palabras, pero no soy ningun patriarca.

-No lo dije por la edad, je.

-Trato de ser un discípulo fiel de mi suegro, mi maestro. Muy bien definiste vos la manera como hacía Genta. El tomaba el diario del día y de esa noticia subía, filosóficamente, y después volvía otra vez a la noticia. Si yo tuviera que hacer algo parecido, diría que hoy la Argentina está en una situación que podríamos definir como oscilación, entre la anomia por un lado, anomia de un nivel del cual yo no tengo memoria en mi larga vida, y por otro lado, el despotismo. El despotismo de una persona que en su psicopatología y su perversidad moral se ha convertido en el árbitro de la Argentina: Cristina Kirchner. ¿Qué reflexión puedo hacer? Lo dice Dante Alighieri en uno de sus textos: "La confusión fue siempre el principio de la ruina de las ciudades". Y yo creo que desde hace mucho tiempo la Argentina vive una enorme confusión intelectual y moral. Estamos en una confusion de las ideas. Falta claridad. Aquellos que tienen claridad de ideas, no tienen suficiente volumen de voz, o no los dejan tener, como para que estas ideas claras puedan iluminar lo que los griegos llamaban la polis y los romanos la civitas. Confusión que lamentablemente abarca incluso a aquellos que por su propio oficio o misión deberían ser los encargados justamente de clarificar las ideas y de discernir donde está la verdad y donde el error. Vivimos en ese estado de confusión estructural, y esto nos ha llevado a la desintegración de la polis, a la desintegración de lo que sería, hablando en términos modernos, de la sociedad.

HARTAZGO

-Pero el hartazgo, justamente ante esa confusión y ante quienes la provocan, que se observa en la sociedad argentina, ¿no es una luz de esperanza? Ese hartazgo ¿no puede obligar a que se tenga que barajar y dar de nuevo?

-El hartazgo, como diría mi querido Santo Tomás de Aquino, es una pasión y puede, potencialmente ser algo positivo, en la medida en que ese hartazgo movilice suficientes fuerzas para hacer surgir un movimiento capaz de regenerar a la Argentina. Pero el hartazgo también puede ser destructivo. Y es lo que estamos viendo hasta ahora, El hartazgo, como pasión, como emoción, es en sí ambivalente. Si es bien encauzado, ese hartazgo puede ser el principio de una restauración de la Argentina. Pero si sigue por el camino del resentimiento social, del caos social, podemos correr el riesgo de terminar como Chile, o como Colombia.

-Y en una anarquía.

-Una anarquía. Fijate en el proceso de Colombia, que es muy interesante y no se le ha dado la importancia que tiene. Este señor que ha sido electo presidente, este Petro, ex guerrillero, un intelectual, es un hombre que está adscripto totalmente al pensamiento de Antonio Negri, filósofo italiano, que ha superado las ideas de Gramsci sobre la guerra cultural. Negri habla de la guerra social, la guerra del hartazgo, habla de movilizar multitudes. Incluso el libro fundamental, capital de Negri, se llama Multitud. Petro, que estudió con Negri en Italia, que se formó en la Universidad Católica de Lovaina, es comunista y católico al mismo tiempo, cosa que en nuestra desdichada Latinoamerica no llama demasiado la atención. Con gran inteligencia y gran visión estratégica -yo lo he venido siguiendo bastante de cerca-, Petro movilizó, capitalizó el hartazgo de la sociedad colombiana y llegó a la presidencia. No se que va a a pasar ahora, pero no cabe augurar nada bueno.

LOS LIBERALES

-La confusión en la Argentina también abarca -y especialmente- el tema económico. ¿Cómo es esto de que los liberales son los dueños de la libertad?

-Esa es otra confusión. Suponer que el liberalismo defiende la libertad. O que el liberalismo es garantía de libertad económica. Eso no es cierto.

-¿Por qué?

-En primer lugar, porque el liberalismo, si lo tomamos en un sentido lato, reposa todo él, en un fenomenal error acerca de la libertad del hombre. Porque no es una libertad entendida en el sentido de una propiedad fundamental del ser humano, en órden a su perfección, sino una libertad que no tiene absolutamente ningún contenido. Genta siempre nos enseñaba una cosa, que él tomaba de Aristóteles, aunque no está textualmente en la obra de este. Genta lo resumía así: La libertad es la preferencia reflexiva de lo mejor. En esta breve síntesis está todo el tema de la libertad. Preferencia, ¿por qué? Porque es algo que surge entrañablemente, es una inclinación. Reflexiva, ¿por qué? Porque la razón canaliza o informa esa tendencia de la voluntad. Y lo mejor, porque la libertad siempre tiene un objeto que debe ser el bien.

-¿Puede haber una economía de la libertad fuera del liberalismo?

-Yo creo que si.

-¿De qué manera?

-En primer lugar promoviendo la propiedad privada, después promoviendo la libertad de empresa, después promoviendo todo lo que significa el aparato productivo del país. Eso no tiene porqué ser necesariamente liberal. Hay toda una doctrina de la Iglesia, de León XIII hasta ahora, que promueve la libertad económica sin necesidad de apelar al liberalismo. La diferencia es grande y estriba en esto: en la perspectiva de la doctrina social católica, es decir en la tradicional, el Estado juega el rol de gerenciar el bien común, no de dirigir la economía. El Estado no tiene que fabricar sombreros. Aunque parezca mentira, alguna vez hubo una fábrica estatal de sombreros.

-Y de caramelos.

-Sí. Y no es lo que el Estado debe hacer, sino gerenciar el bien común. En cambio, para el liberalismo, el Estado debe estar ausente. La economía tiene que ser una actividad regida por la libertad humana, pero debe tener un objeto, y ese objeto no puede ser otro que producir bienes necesarios para una suficiencia de la vida humana. Y el liberalismo carece de esa perspectiva finalista, sólo está en el juego de las finanzas del mercado. Yo creo que estamos cediendo indebidamente el terreno de la economía al liberalismo. Al nacionalismo se lo ha acusado muchas veces de estatista. En el reproche hay algo de cierto, porque el nacionalismo argentino como doctrina política ha tenido distintas variantes y vertientes. Existió, sobre todo, el innegable influjo producido por el fascismo, no así por el nazismo. El nazismo nunca tuvo ninguna influencia sobre nuestro nacionalismo, pero el fascismo sí, cosa que me parece negativa. Creo que no hubiera podido vivir ni diez minutos bajo el régimen de Mussolini, por más que reconozco que hizo algunas cosas buenas. Ese influjo estatista a Mussolini le venía más bien por el lado de Pareto y Gentile. El mejor nacionalismo, el que se nutre de la tradición católica, de la doctrina social de la Iglesia, de la concepción aristotélico-tomista, para nada es estatista.

DESVIADOS

-Como decía Tito Livio, el Estado se debe ocupar solamente de guerra, justicia y caminos. Hablando de nacionalismo, hemos observado a lo largo de las décadas la tendencia del nacionalismo argentino de desviarse hacia la izquierda, desde la década de los "60 e inclusive pasando por líderes militares nacionalistas: Rico abrazado a Cristina Kirchner, Seineldín elogiando a Fidel Castro y a Nestor Kirchner, ¿Por qué ocurre esto?

-Por la confusión de las ideas, siempre estamos en lo mismo. Pero además hay un hecho importante, Nicolás, que es el siguiente. Hasta el año 1955 el comunismo tuvo a nivel nacional -lo cual respondía a una estrategia internacional- la política de estar siempre del lado de los así llamados partidos liberales y democráticos. Eso se vio muy bien, por ejemplo, en la famosa Unión Democrática, que el partido comunista integró, en la época en que Perón sale electo presidente. Y eso siguió. En la Revolución Libertadora hubo grandes sectores socialistas y de izquierda, incluidos comunistas.

-Inclusive el partido comunista apoyó a Videla.

-Exactamente. Eso como un resabio de aquella vieja táctica del comunismo. Pero después de 1955, ciñéndonos al tema local, aparece una figura, para mí muy importante, que fue Rodolfo Puiggrós. El tiene un libro, en cuyo prólogo dice exactamente esto: Nos hemos equivocado, hemos estado aliados a la burguesía y a los partidos democráticos, es hora de que el marxismo asuma un rol nacionalista. Ahí surge eso que se conoce como nacionalismo de izquierda.

-O sea que la izquierda se propuso ensillar al nacionalismo.

-Precisamente, ensillar. Cambió su discurso prodemocrático por un discurso nacionalista.

EL RECUERDO DE LIS

-Mario, yo te conocí siendo muy jóven, tu novia era Lis Genta, hija del profesor Jordán Bruno Genta. A todos nos duele que haya partido. Quisiera que me trazaras una semblanza de ella, como figura del nacionalismo argentino.

-Me resulta muy difícil. Se llamaba Maria Lilia, pero siempre le dijimos Lis. Es que nació el día de San Luis, Rey de Francia, la flor de lis era el emblema de la monarquía y mi suegra, que era muy dada a esas cosas, le puso Lis de apodo. Lis había heredado de su padre no solamente ideas, sino también una esperanza inasequible al desaliento. Cuando ella murió Agustín de Beitia y Jorge Martínez hicieron una nota muy hermosa en el diario La Prensa con un título que la define toda a Lis: ÇLa mujer de la esperanza inquebrantableÈ. Siempre, hasta el último momento tuvo esperanza. Ella luchaba y peleaba donde podía. Su arma predilecta eran las cartas. Nunca quiso escribir un libro. Esas cartas, que podían ser de cualquier tema y dirigidas a cualquier público, siempre propugnaban la esperanza. Lo cual no es mi característica.

-¿No sos inasequible al desaliento, mirando el futuro de la Argentina?

-Sí y no. Inasequible al desaliento en el sentido de que mientras Dios me de vida, seguiré dando la batalla que pueda dar. Si me llaman para dar una charla, me piden un prólogo, o un escrito, lo hago. También hago cosas por iniciativa propia. Pero que esta lucha pueda tener un resultado positivo, al menos en lo inmediato, lo dudo mucho.

-Pero Mario, ¿no pensás que el orden natural finalmente se impone? La antropofagia se terminó cuando un día llegó el hombre blanco con su carabina.

-Sí, pero no creo que yo lo alcance a ver. Hace falta realmente un milagro para salvar a la Argentina.

-Ojalá ocurra entonces. Gracias, Mario.

(De www.laprensa.com.ar)

Justificaciones al subdesarrollo

El subdesarrollo económico se advierte en la falta de un plantel numeroso y eficaz de empresarios. Cuando se carece de ese plantel, no es posible la existencia de un mercado competitivo ni tampoco de una auténtica economía de mercado.

Tal ausencia se debe, entre otros aspectos, a una mentalidad antiempresarial de la sociedad y a una preferencia generalizada por el empleo público. Ello conduce a que los gobernantes de turno desplieguen todo tipo de oposición al crecimiento empresarial presuponiendo una "maldad natural" de tal sector. De esa forma se sobreentiende que la principal función del Estado consiste en proteger al ciudadano común de la voracidad del sector productivo.

De ahí que, en tal tipo de sociedad, sea bien mirado el gobierno que esquilma mediante impuestos al sector productivo a fin de utilizar tales recursos en una compra clientelista de votos a fin de prolongar y asegurar la supuesta protección por varios años.

Sin embargo, la sociedad subdesarrollada trata de justificar sus penurias y limitaciones culpando a los países desarrollados por tales males. Ello conduce, como consecuencia, a la masiva siembra de odio contra esos países y también un odio interno hacia sectores supuestamente cómplices de los países desarrollados.

En una entrevista, el periodista expresa: "Siempre se ha dicho que el desarrollo de unos es imposible sin el subdesarrollo de otros....". Al respecto, Mario Vargas Llosa responde:

Esa es una gran mentira, una gran falsedad, eso hoy día no es cierto, hoy día no es verdad que haya países ricos porque hay países pobres. Esa es una de las grandes ficciones ideológicas de nuestro tiempo, gran excusa para la inacción, gran excusa para la ceguera respecto de lo que son las propias responsabilidades de los países que se mantienen en el subdesarrollo.

En el caso concreto de América latina, eso es flagrante; es decir, América latina podría ser hoy día un continente muy próspero, un continente que podría estar compitiendo con los países de la Cuenca del Pacífico, que eran más pobres, todos ellos, que los países latinoamericanos hace veinte o treinta años. No es verdad que América latina no se haya podido desarrollar porque los países prósperos se lo impidieron, no. Fueron determinadas políticas que se siguieron con una consistencia suicida, tanto por regímenes de izquierda como por regímenes de derecha, por regímenes civiles como por regímenes militares, y eso es lo que ha mantenido a América latina en la pobreza.

¿Por qué, si América latina hubiera hecho lo que Singapur, Japón o Hong Kong, hace treinta años, no hubiera ocurrido lo mismo? ¿Por qué razón? La razón es, simplemente, que América latina no lo hizo, que más bien hizo exactamente lo contrario, hizo todo lo que trae pobreza y atraso a un país: practicó el nacionalismo económico, levantó fronteras, practicó la política suicida del desarrollo hacia adentro, quiso construir industrias y mercados defendidos contra el resto del mundo, cerró sus fronteras a los capitales, a las inversiones, con una política que los ahuyentaba.

Entonces, el país que ha querido prosperar ha podido prosperar, y eso en el futuro va a seguir siendo una realidad, porque esa es la gran ventaja de la internacionalización de la vida. Hoy día hay una internacionalización de la vida que hace que el país o el individuo busque su provecho por encima de cualquier consideración política o cultural. Ese es un hecho entonces, es la gran ventaja para un pequeño paisito, que siempre tendrá ventajas comparativas y podrá mostrarlas al mundo.

(De "América Latina marca registrada" de Sergio Marras-Grupo Editorial Zeta SA-Buenos Aires 1992).

martes, 30 de agosto de 2022

Redimiendo la Revolución Industrial

Por Wendy McElroy

Un mito destructivo se ha envuelto en torno al capitalismo laissez-faire. Es la noción errónea de que el mercado libre perjudica a los “vulnerables” dentro de la sociedad; específicamente, se dice que daña a mujeres y niños al explotar cruelmente su trabajo. Lo opuesto es verdad. El capitalismo laissez-faire ofrece el único elemento que los más vulnerables necesitan para sobrevivir y avanzar: la elección. La opción más liberadora que los individuos pueden tener es la capacidad de sustentarse a sí mismos y no depender de nadie más para que la comida les llegue a la boca.

Usando este mito como una suposición entrante, los historiadores han sido extremadamente severos en el análisis de uno de los fenómenos más liberadores en la historia occidental: la Revolución Industrial. Desde el siglo XVIII hasta el siglo XIX, el mundo avanzó en la tecnología, la industria, el transporte, el comercio y las innovaciones que cambiaron la vida, como la ropa barata de algodón. Al cabo de dos siglos, se estima que el ingreso per cápita mundial se multiplicó por diez y la población se multiplicó por seis. El economista ganador del Premio Nobel Robert Emerson Lucas Jr. declaró: “Por primera vez en la historia, los niveles de vida de las masas de la gente común han comenzado a experimentar un crecimiento sostenido … Nada remotamente parecido a este comportamiento económico ha sucedido antes”. El avance espectacular en prosperidad y conocimiento se logró sin ingeniería social o control centralizado. Procede de permitir que la creatividad humana y el interés propio corran libres a un glorioso galope.

Los abusos ciertamente ocurrieron. Algunos pueden colocarse en la puerta de los intentos gubernamentales de aprovechar la energía y las ganancias del período. Otros abusos ocurrieron simplemente porque cada sociedad incluye personas inhumanas o amorales que actúan mal, especialmente con fines de lucro; esto no es una crítica de la revolución industrial, sino de la naturaleza humana. Además, los avances económicos superaron con creces los cambios en las actitudes culturalmente victorianas; en el siglo XVIII, las mujeres y los niños eran vistos como ciudadanos de segunda clase y, a veces, como bienes muebles. Fue el motor de la revolución económica lo que arrastró a la cultura y la ley a cambios dramáticos similares. Cuando las mujeres dejaron el campo para buscar empleo y educación, se convirtieron en una fuerza social que no se podía negar. Por lo tanto, los derechos de las mujeres avanzaron notablemente a fines del siglo XIX y no podrían haberlo hecho sin la Revolución Industrial.

Lamentablemente, se ha perdido la conexión saludable entre el capitalismo laissez-faire y los derechos de las mujeres. Durante la última parte del siglo XX, las feministas de la corriente principal se rebelaron para revertir el motor que contribuyó en gran medida al igual estatus de las mujeres; en lugar de defender la libertad en el mercado, incorporaron el privilegio de las mujeres en la ley en nombre de la igualdad. El libre mercado y el laissez-faire fueron demonizados como herramientas de opresión que requerían remedio a través de acciones afirmativas, leyes de acoso sexual, demandas antidiscriminatorias, sistemas de cuotas y una miríada de otras regulaciones laborales.

Durante ese proceso, la Revolución Industrial ha sido retratada como el Gran Satán en lo que respecta al bienestar de las mujeres y los niños. La representación se basa en la tergiversación de los hechos y en la ideología.

Hechos tergiversados sobre los niños.

Cuando se mencionan los niños y la revolución industrial en la misma frase, se mencionan imágenes horribles: un niño de cinco años atado por una cuerda a una mina de carbón, niños esqueléticos que trabajan en fábricas textiles inseguras, El Oliver de Dickens profiriendo un cuenco de madera mientras pide otra cucharada de gachas. Estas imágenes se utilizan para condenar el libre mercado y la revolución industrial; a veces se usan para elogiar a los políticos humanitarios que aprobaron leyes sobre el trabajo infantil para frenar la crueldad. Este análisis se basa poderosamente en el horror comprensible que las personas decentes sienten por la explotación de cualquier niño. Pero está seriamente defectuoso.

Uno de sus defectos: se pierde una distinción clave. La Gran Bretaña de comienzos del siglo XIX tenía dos formas de trabajo infantil: niños libres; y, niños de parroquia o “indigentes”, que estuvieron bajo los auspicios del gobierno. Los historiadores J.L. y Barbara Hammond, cuyo trabajo sobre la revolución industrial británica y el trabajo infantil se considera definitivo, reconocieron esta distinción. El economista de libre mercado Lawrence W. Reed, en su ensayo Child Labor and the British Industrial Revolution, dio un paso más al enfatizar la importancia de la distinción. Él escribió, “Los niños libres de trabajo vivían con sus padres o tutores y trabajaban durante el día a un salario aceptable para esos adultos. Pero los padres a menudo se negaban a enviar a sus hijos a situaciones de trabajo inusualmente duras o peligrosas”. Reed señala: “Los propietarios de fábricas privadas no podían someter a la fuerza a los niños ‘trabajadores libres’, no podían obligarlos a trabajar en condiciones que sus padres consideraban inaceptables”.

Por el contrario, los niños de parroquia estaban bajo la autoridad directa de los funcionarios del gobierno. Los talleres parroquiales habían existido durante siglos, pero la simpatía por los oprimidos también se vio disminuida por el hecho de que los impuestos para el alivio de los pobres en 1832 eran más de cinco veces mayores que en 1760. (El libro de Gertrude Himmelfarb La idea de la pobreza relata este cambio de actitud hacia los pobres de la compasión a la condena.) En 1832, en parte a instancias de los fabricantes hambrientos de trabajo, la Comisión Real de Leyes para Pobres comenzó una investigación sobre “la operación práctica de las leyes para el alivio de los pobres”. Su informe dividió a los pobres en dos categorías básicas: indigentes perezosos que recibieron ayuda gubernamental; y los industriosos pobres trabajadores que eran autosuficientes. El resultado fue la Ley de pobres de 1834, que el estadista Benjamin Disraeli llamó un anuncio de que “la pobreza es un crimen”.

La Ley de Pobres reemplazó el alivio al aire libre (subsidios y dádivas) con “casas pobres” en las que los niños pobres prácticamente eran encarcelados. Allí, las condiciones se hicieron deliberadamente duras para desalentar a las personas a postularse. Casi todas las parroquias de Gran Bretaña tenían una “reserva” de niños abandonados en el centro de trabajo que prácticamente se compraban y vendían a fábricas; experimentaron los horrores más profundos del trabajo infantil.

Considere la miserable posición de “carroñero” en las fábricas textiles. Por lo general, los carroñeros eran niños pequeños, de unos seis años, que recuperaban algodón suelto de debajo de la maquinaria. Debido a que la maquinaria funcionaba, el trabajo era peligroso y las lesiones terribles eran comunes. “Afortunadamente” para los empresarios dispuestos a utilizar el Estado en su beneficio, el gobierno no tuvo reparos en enviar niños de la parroquia a trabajar bajo máquinas en funcionamiento. La mayoría de los niños de la parroquia no tenían otra alternativa que el hambre o la vida delictiva.

No es coincidencia que la primera novela industrial publicada en Gran Bretaña fuera Michael Armstrong: Factory Boy, de Frances Trollope. Michael fue aprendiz de una agencia para niños pobres. Tampoco es una coincidencia que Oliver Twist no haya sido maltratado por sus padres o por un tendero privado, sino por brutales funcionarios del cuerpo de trabajo en comparación con los cuales Fagin fue humanitario. Recuerde que, a la edad de doce años, con su familia en la prisión de deudor, el mismo Dickens era un niño pobre que trabajaba como esclavo en una fábrica. Reed observa que “el primer Acta en Gran Bretaña que se aplicó a los niños de las fábricas se aprobó para proteger a estos mismos aprendices de parroquia, no a los niños ‘trabajadores libres'”. La Ley fue explícita al hacerlo.

Por lo tanto, al abogar por la regulación del trabajo infantil, los reformadores sociales le pidieron al gobierno que remediara los abusos de los cuales el gobierno en gran parte era responsable. Una vez más, el gobierno era una enfermedad que se hacía pasar por su propia cura.

Ideología engañosa con respecto a las mujeres

La presentación defectuosa de los hechos con respecto al trabajo infantil y la Revolución Industrial es paralela a la ideología defectuosa por la cual se analiza el estado de la mujer. Podría decirse que las mujeres fueron los principales beneficiarios económicos de la Revolución Industrial. Esto se debió en gran parte a su bajo estatus económico en tiempos prerrevolucionarios; simplemente tenían más que ganar que los hombres.

Cuando las mujeres tuvieron la oportunidad de abandonar la vida rural para obtener salarios de fábrica y trabajo doméstico, llegaron a las ciudades en cantidades sin precedentes. Para los oídos modernos, las condiciones de trabajo y de vida eran terribles y muchas mujeres recurrían a la prostitución para mantener un techo sobre sus cabezas. Sin embargo, por terribles que hayan sido las condiciones, no se debe ignorar un hecho fundamental. Las propias mujeres creían que huir a la ciudad era de su propio interés, de lo contrario nunca habrían hecho el viaje o habrían regresado a casa a la vida de granja en la desilusión. Decir que el trabajo de fábrica “perjudicó” a las mujeres de los siglos XVIII y XIX es ignorar la preferencia demostrada que ellos mismos expresaron. Esto ignora la voz de sus elecciones; claramente, las mujeres creían que era una mejora.

Una parte sustancial de la historia feminista de género es un intento de ignorar las voces de las mujeres que toman decisiones. Un método común de hacerlo es reinterpretar la realidad que rodea las elecciones y, luego, imponer esa reinterpretación para que las “elecciones” ya no parezcan libres, sino que parezcan coaccionadas.

Una obra clave en la comprensión del análisis histórico de la Revolución Industrial prestada por el feminismo de género es Friedrich Engels, de enorme influencia, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884). Engels argumentó que la opresión de las mujeres provino de la familia nuclear, pero despreciaba la noción de que la familia per se tenía subordinadas a lo largo de la historia. En cambio, colocó la culpa firmemente sobre los hombros del capitalismo, que creía que había destruido el prestigio que alguna vez disfrutaron las mujeres dentro de la familia. Engels escribió,

Que la mujer era la esclava del hombre al comienzo de la sociedad, es una de las ideas más absurdas … Las mujeres no solo eran libres, sino que ocupaban una posición muy respetada en las primeras etapas de la civilización y eran la gran potencia entre los clanes.

Por lo tanto, los tiempos revolucionarios preindustriales fueron idealizados como un período en el que las mujeres tenían poder. Engels afirmó que la industrialización causó una separación entre el hogar y el trabajo productivo a través del cual se desarrolló la inequidad que era la familia nuclear. Por lo tanto, el trabajo de las mujeres se convirtió en un aspecto importante, pero subordinado, de liberar el trabajo de los hombres para alimentar la máquina capitalista. Es de suponer que los innegables avances para las mujeres propiciados por la Revolución Industrial -incluida la vida útil prolongada y los derechos políticos- se compraron a un costo demasiado elevado.

Sin embargo, el análisis de Engels presentó un problema para las feministas de género. Suponía que los hombres no tenían ningún interés en ejercer el poder sobre las mujeres porque analizaba a los seres humanos en términos de afiliación de clase, es decir, su relación con los medios de producción. Las feministas de género querían un marco de sexo y opresión de clase. Para explicar por qué las mujeres (a diferencia de los hombres) tienen intereses que entran en conflicto con el capitalismo, las feministas de género llegaron más allá de Engels en su análisis. Desarrollaron una teoría del patriarcado, del capitalismo masculino, en la que las mujeres fueron oprimidas por la cultura masculina a través del mecanismo del capitalismo laissez-faire. Esto contrasta fuertemente con el análisis anterior de las oportunidades del libre mercado que es el remedio social para las mujeres que están culturalmente oprimidas por prejuicios o privilegios masculinos.

En términos más explícitos, ¿cómo se ve este remedio? Un empleador quiere maximizar la ganancia en cada dólar que gasta. Esto crea un fuerte incentivo para ser ciego a todo menos al mérito de un empleado, a ser ciego a la raza, el sexo, la religión u otras características que no sean la productividad. Una mujer calificada que trabaja por $1 menos que un hombre con habilidades similares generalmente obtendrá el trabajo. Si ella no lo hace, entonces el competidor imparcial en la calle la contratará y el prejuiciado perderá una ventaja competitiva. Cuando esta dinámica ocurre en una escala masiva, las trabajadoras gradualmente pueden exigir salarios cada vez más altos y reducir ese diferencial de $1. El factor de “nivelación” no ocurre inmediatamente, no sucede perfectamente. Pero con el tiempo, por puro interés propio, los empleadores se vuelven ciegos a la raza y el sexo porque es en su propio interés. Lo hacen en nombre de las ganancias, y todos se benefician.

Las feministas que se oponen a este proceso de nivelación no están abogando por la igualdad per se; están abogando por una igualdad que existe solo por las razones “correctas” y solo bajo los términos “adecuados”. Sus objeciones a la Revolución Industrial no son empíricas sino ideológicas. Del mismo modo que no les gustan las voces de las mujeres de los siglos XVIII y XIX que acudieron a las fábricas, también rechazan lo que dice el mercado libre sobre la igualdad.

Conclusión

Ya sea que la “difamación” se deba a una tergiversación de los hechos o a la imposición de ideologías, la Revolución Industrial debería presentar una demanda por difamación contra la historia. O, mejor dicho, en contra de la mayoría de los historiadores. Sin descartar las injusticias que inevitablemente surgen durante cualquier período, la Revolución Industrial estableció la libertad a la que las personas se han acostumbrado tanto que pueden tratar la libertad con desprecio. Quizás la gracia salvadora de la reputación de la Revolución Industrial sea la innegable prosperidad que creó. Hoy en día, la prosperidad parece más respetada que la libertad a pesar de que los dos están inextricablemente vinculados.

(De www.mises.org.es)

domingo, 28 de agosto de 2022

Simbología asociada a las actitudes básicas

Es posible asociar una simple simbología a las actitudes básicas del ser humano. De esa forma, será más fácil tenerlas presentes en cada momento, de manera de optar por la que produce buenos resultados rechazando las que los producen malos.

En primer lugar tenemos la actitud, o predisposición, cooperativa. Es la que beneficia a ambas partes interactuantes. El beneficio simultáneo, ya se trate de aspectos emocionales como materiales, puede simbolizarse mediante dos flechas, una dirigida hacia uno mismo y la otra hacia las demás personas. No es otra cosa que la actitud igualitaria asociada al "Amarás al prójimo como a ti mismo", o bien, compartirás las penas y las alegrías ajenas como propias:

En segundo lugar tenemos al egoísmo, el cual puede simbolizarse con una flecha dirigida hacia el propio individuo (que estaría a la izquierda de la pantalla). Del egoísta no sale ninguna flecha hacia el resto de la sociedad, ya que concentra todo su interés en él mismo.

Finalmente tenemos la actitud del odio, actitud por la cual el individuo que lo padece tiende a sentir tristeza por el éxito o la alegría ajena y también siente alegría ante el fracaso o la tristeza ajena. Puede simbolizarse con una flecha dirigida hacia los demás, por cuanto en cierta forma vive en función de lo ajeno, olvidándose de sí mismo, logrando un pobre nivel de felicidad:

Puede advertirse que, en este esquema, aparecen todas las interacciones emocionales posibles, es decir, compartir penas y alegrías ajenas, no compartir ni unas ni otras, y, finalmente, cambiar alegrías ajenas por tristeza propia y tristezas ajenas por alegría propia. De ahí que a este esquema podemos asociarle el nombre de "ética natural".

Por lo general, los seres humanos tenemos cierto porcentaje de cada una de estas predisposiciones, predominando una de ellas sobre las restantes. Incluso el crecimiento personal se establece cuando adoptamos la actitud cooperativa una vez que somos conscientes de su existencia y de sus enormes ventajas respecto de las restantes actitudes.

Un caso "mixto", muy frecuente, es el de la persona que ama al prójimo (o que tiene esa predisposición), pero no en forma igualitaria, por lo que, en este caso, podría simbolizarse tal situación mediante una flecha hacia la derecha (hacia los demás) más pequeña que la flecha hacia la izquierda (hacia el propio individuo). Sería el caso de la persona que tiene un "egoísmo normal", o aceptable en las personas reales.

sábado, 27 de agosto de 2022

La mafia política

La cosa nostra, l’omertá y otros componentes del sistema político nacional

Nunca la mafia política y económica estuvo mejor representada y más a sus anchas.

Por Dardo Gasparré

Pasadas unas horas de su rara ampliación de indagatoria decidida por voluntad unilateral de Cristina Fernández, que considera que merece el privilegio de pasar por encima del Código Procesal y hasta del propio rechazo in límine del tribunal que la juzga, casi se han agotado las opiniones sobre esa suerte de defensa anticipada y extemporánea, que deja descolocados a sus propios abogados defensores, que ahora tienen el pobre payasesco papel legal de ratificar sus dichos, simplemente, por vacuos que fueren.

También ha quedado claro que la viuda no sólo se siente dueña de todos los dólares que existen o lleguen al país y de las exiguas reservas, sino también del Senado, que considera su otro domicilio o feudo privado, desde el que, refugiada como en una madriguera, impera y hace su voluntad.

Por supuesto que la seudo defensa ejercida por la procesada no sólo no lo es, en cuánto se limita a acusar a otros de haber hecho lo mismo que ella, algo innecesario ya que había sido puesto en vergonzosa evidencia con el caso de Los cuadernos y su centenar de cómplices empresarios que han aceptado su culpabilidad, a fin de que, como todo ladrón arrepentido, no les caiga el peso de la ley sobre sus cabezas, y con algunos benefactores de la patria que en el extremo de la impunidad y el caradurismo, mandaron presos a sus amanuenses. Habría que ver, para ser justos, si esos confesos coimeros tienen ahora algún grado de participación, subcontrato o acuerdo de compras en el gasoducto que lleva orgullosamente el nombre de Néstor Kirchner, también mandado al frente por corrupto por su esposa, en su verborrágica catarsis. Eso mostraría definitivamente que Argentina se ha terminado.

Debe quedar claro que el negociado con Clarín del que acusó a su difunto favorito, involucra al socio del matrimonio presidencial David Martínez Guzmán, un súbito billonario mexicano, y acaba de culminar en este gobierno, luego de varias fusiones y ventas, en el mayor y más alevoso de los monopolios. La fusión de Multicanal-Cablevisión-Fintech-Telecom-Telefónica Personal- Fibertel, inadmisible en cualquier otro país más o menos serio. Martínez, como Eskenazi, es seguramente otro experto en mercados regulados, frase en la que sólo creen los descuidados, como la SEC americana.

Traicionada

Esta rotura de la omertá, el juramento sagrado mafioso que se pena con la muerte en el mundo corleoniano, no es fruto de un descuido ni del despecho. Es la convicción de la señora Fernández de que ha sido ella la traicionada por algunos de los miembros de la mafia. Simplemente se ocupa de recordárselo. Más que una defensa de la acusación de la Justicia, es un reproche contra los que cree que rompieron primero ese pacto de silencio y secreto. Este supuesto la guía, la alimenta, le enciende la llama que se manifiesta en cada intervención, en cada mise en scène, porque su lógica no es la lógica de la política ni la lógica de la justicia ni siquiera la lógica de la moral: es la lógica de la mafia. Eso no le permite comprender que las situaciones no son simétricas. Si a consecuencia de cualquier denuncia ante la justicia fuera condenado cualquier funcionario que no le perteneciera, nadie saldría a hacer marchas, ni a pedir la remoción de la Corte, ni a postrarse ante los organismos internacionales inventados que se burlan de la Constitución Nacional y que han sido creados para perpetuar las mafias mundiales en todos sus formatos.

A esta altura de la realidad, pocos ignoran que el sistema político argentino es un sistema mafioso multipartidario, con una maraña de leyes que subordinan a los políticos a someterse al poder de las finanzas, con una boleta sábana que excede al simple formato impreso, con un montón de ganapanes que hacen de la política un linkedin, y el poder un objetivo por el poder mismo. Se dirá que eso pasa en muchos países. Es cierto. Pero no es el objetivo de esta columna el salvar a la humanidad, sino evitar la mayor cantidad posible de desencantados y de emigrantes argentinos. En el otro extremo, está la polarización, herramienta fundamental para todo formato corrupto y sobre todo, de burócratas inútiles. El fanatismo, el hinchismo. El barrabravismo que impide ver lo mal que juega el equipo del que se tiene un escudo en la puerta del placar, o en el espejito del auto.

La URSS debe haber sido, aún más que el nazismo, uno de los ejemplos más claros de adoctrinamiento que se conocen. Su pueblo estaba impregnado de un enorme fanatismo, creía además que estaba salvando a su patria, que lo esperaba el progreso, la justicia, la equidad, la grandeza y la felicidad. En nombre de esa creencia auspiciaba dictadores salvajes, asesinos, oprobios, esclavitudes, purgas, millones de muertes, segregación, racismo, confiscaciones, hasta ofrendar sus derechos y libertades al poder omnímodo de sus amos en nombre de su odio y su resentimiento. Ese adoctrinamiento lo llevó a la sumisión. Quién haya conocido aquel pueblo de la Unión Soviética, no puede evitar la comparación con la actualidad nacional, la irracionalidad y fanatismo de los planteos, la negación, heredada del materialismo dialéctico que ahora ha devenido en relato, que sostiene que todo lo que se niega no existe, por evidente que fuera.

Al mismo tiempo, y en paralelo, la viuda de Kirchner es la madrina de la mafia peronista. La jefa del Cartel kirchnerista. Si es atacada por la justicia y es juzgada, ningún otro jefe ni padrino estará en su contra. La sanción social o la prisión no cambian el hecho. Aún los peores enemigos saben que el poder no está en la sociedad, ni en la ley, ni en la justicia, ni en la policía. El poder está en la mafia. Sólo los otros padrinos pueden decidir su destino. La cosa nostra no recurre a la justicia. Fiscales abstenerse. Aunque se llamen Elliot Ness.

Por eso, se observa que líderes peronistas como Miguel Pichetto, por ejemplo, que aparentemente habían tomado un camino de sensatez, de pronto se cuelga de la teoría delirante del law fare, o se solidarizan con el criterio de que, si el pueblo la ha votado, la justicia no puede arrogarse el derecho a ignorarlo, aunque se hubiese robado un presupuesto entero, y en especial a las clases más pobres. Y lo mismo pasa con quienes deben favores al padrino, o la madrina, si se prefiere. Eso explica los Manes, pero también explica el silencio sin nombre de varios supuestos adalides liberales, de quien la sociedad sospecha del origen de su financiamiento, que omiten personalizar, que hablan de su oposición a la corrupción, pero dejan incólume o al menos eluden la mención a Cristina y su procesamiento concreto, que prefieren expresarse con eufemismos y generalidades, como las reinas de belleza que abogan por la paz universal, y ahora por la lucha contra el cambio climático, por los trans y contra el machismo.

Mafias. Grandes, pequeñas, potenciales. Pero todos los padrinos defienden al padrino más grande. Lo odian, pero lo apañan y le temen. Por eso se vio al periodismo militante o al periodismo neutral defendiendo la elección popular, o condenando la supuesta proscripción que implica inhabilitar a alguien para la función pública, sanción que está consagrada por la ley y por la misma Constitución Nacional. Es la hora de cobrar los favores. O de pagar por los favores recibidos. La mafia no perdona. Ni olvida.

Marabuntas o mangas de langostas

Por esa condición ancestral de comportamiento animal, como las marabuntas o la manga de langostas, que parecen desarrollarse con un caos y un desorden crecientes pero que conducen inexorablemente a un final preciso y fatal, el concepto de “me juzgará el pueblo” o “ya me juzgó la historia”, el criterio de que la política está por encima de la ley, coincide, punto por punto, con la línea que están siguiendo los otros partidos o movimientos latinoamericanos pro Patria Grande, con la prédica de la Iglesia de Puebla fundada por Francisco I en base al Documento de Puebla, (¿será de ahí de donde proviene el término pueblada?, con la constitución de Chile, que elimina el tercer poder, el judicial y lo reemplaza por un Tribunal de penas político, o con la constitución proyectada colombiana, por supuesto por la línea del partido único que todo lo juzga de Castro o Maduro, o de China, Corea del Norte o la vieja URSS. También está en línea con el concepto de justicia transnacional que hace que orgas de inútiles burócratas sublimados invadan las constituciones de cada país y le quiten el tercer poder, el poder de contralor, el poder republicano de los tres poderes que se controlan entre sí.

Hace rato que el neomarxismo con nombres diversos, desde socialismo a progresismo, viene siguiendo la línea Marx-Gramsci, de combatir al capitalismo con su mayor arma, hasta apoderarse de ella y esgrimirla como bandera propia: la democracia. Pero esa democracia socialista no es lo mismo que estamos dispuestos a morir para defender. Es una democracia de partido único, de Cristinas Fernández, donde no hay poder judicial, donde los políticos se controlan entre políticos, una democracia sin república, o sin principio republicano. Una democracia dictatorial, en la que el que gana manda y el que pierde simplemente obedece o se somete. Sin control, sin jueces, sin derecho administrativo que detenga los abusos del Estado contra los ciudadanos. Una democracia venezolana, o cubana, o de la Alemania del Este.

Aun países serios como Uruguay sufren ese embate de confusión y deseducación, aunque todavía no se da cuenta. El exvicepresidente Sendic, una versión guerrillera simbólica oriental, todavía no pudo explicar en qué perdió mil millones de dólares ANCAP durante su gestión, y fue condenado por la justicia apenas por usar su tarjeta de crédito oficial para compras relativamente ridículas. Allí casi es considerado de mal gusto demandar que los funcionarios públicos se sometan a la acción de la justicia. Justamente la brillante advocación del fiscal Luciani.

Democracia popular, un engendro

Fuera del subcontinente, cada día crece más la demanda de democracia popular o directa, que, sin explicitarlo traen al dorso la eliminación de la justicia como poder, el argumento del law fare o la elección por votos de los jueces, que llevan al fraude, a la democracia sin república, a la esclavitud del que pierde, sin ningún derecho. Esa es la demanda básica de todos los movimientos que promueven el redistribuicionismo, la religión woke, el reseteo global y la agenda 2030: países donde quien gane, o algún partido único que gane, decida sin ningún límite judicial o legal el destino de todos: en vez de apelar al viejo apotegma “el que gana gobierna y el que pierde ayuda”, que tampoco quiere decir nada, aunque ahora se es más sincero: el que gana manda y roba lo que quiere. Para repartir o para quedárselo. Todo control judicial es considerado antidemocrático. Para eludirlo basta invocar el law fare. Palabra del Papa, palabra de Dios. Esa es la nueva democracia. Una democracia sin republicanismo. Sin controles mutuos ni defensa del ciudadano. A eso se suma el embrutecimiento educativo, el choripanismo y la indoctrinación del estilo URSS, y el populismo, que no es nada más que coimear al votante, con dádivas, con fanatismo, con patrioterismo o haciéndolo creer que está salvando a su país de quién sabe qué enemigos, o del tremendo cambio climático (Preguntar a España) o de algún otro enemigo invisible.

Cuando Hayek en su inmortal Camino de Servidumbre que le valiera el Nobel analiza este mismo tema, encuentra el modo de unir la metodología de la burocracia de izquierda o derecha, más allá de nombres y consignas. “Todo gobierno de planificación central termina siempre en dictadura”, dice. Por un lado, porque cuando la sociedad (la acción humana) no actúa de acuerdo a sus planes o a sus ecuaciones, prefiere cambiar a la sociedad, no a sus planes. Entonces ordena, prohíbe, rige, encepa, confisca, reparte. Quiere suplantar miles de mercados con decretos. Hasta que el pueblo se muere de hambre. Cuando se acaba lo que hay para repartir y prometer y viene la miseria, se consolida la dictadura, siempre de partido único o del oligopolio político. Por eso el populismo no es ideológico, no es de izquierda ni de derecha. Es simplemente un instrumento de sojuzgamiento. Es simplemente humillante. Y además, no quedan dudas que alguien que pretende controlar el valor del dólar, repartir equidad, eliminar desigualdades, redistribuir la riqueza, está haciendo planificación central.

El otro gran pensador de la democracia, Alexis de Tocqueville, concluyó al final de su vida que hay que redefinir lo que es democracia y gobiernos democráticos, que no es un simple sistema de votación, sino que es un sistema de equilibrio de poderes y derechos, de respeto por las minorías y de honestidad, sin la que nada sirve, ni siquiera hay democracia auténtica posible. El progresismo o socialismo woke ha redefinido la democracia de la peor manera: el poder por el poder mismo a como cuadre. El poder absoluto para el que gana. Pero a los muchos problemas que ese concepto acarrea, hay uno adicional: la corrupción. Nada peor que un sistema sin controles, o autocontrolado. O sin límite alguno. Terminará siempre en un gobierno de ladrones. Con sus socios empresarios privados delincuentes, por supuesto. Con sus sindicatos cómplices delincuentes, por supuesto. Con sus organizaciones de desarrapados veniales, por supuesto. Con su pueblo hambreado, como cualquier argentino sabe. Porque la justicia, aun con todos los defectos humanos que pueda tener, es el único límite posible. Y en una democracia republicana, los funcionarios judiciales también son susceptibles de rendir cuentas, y de ser sancionados si se desvían de la línea honesta.

Sin quererlo, o no, quien sabe, Cristina Fernández está en la línea del progresismo neomarxista, de la agenda 2030, o de la encíclica socialista no escrita de Francisco I. Ellos no lo saben, pero como decía Perón, son todos peronistas. No importa la ideología.

(De www.laprensa.com.ar)

Crecimiento de la economía

Por lo general, el aumento del PBI (producto bruto interno) de un país es considerado como un indicativo de que la economía marcha bien. Sin embargo, debemos tener presente algunos aspectos por los cuales no siempre resulta ser así. Podemos darnos una idea de lo que el PBI implica considerando que se trata de la suma de todos los bienes y servicios que se han producido en una nación en cierto tiempo.

Si en esa nación se disparara el índice de delitos cometidos contra la propiedad, manteniéndose iguales todas las demás variables económicas, seguramente se encontrará que el PBI habrá crecido durante ese año. El crecimiento esta vez vendrá dado por el aumento que se ha producido en la demanda de servicios de seguridad privados, colocación de rejas en las viviendas y de los sistemas de alarmas, etc. En este ejemplo podemos apreciar que ha crecido el PBI pero no ha mejorado en nada la economía del país.

Puede decirse que la sociedad funciona, económicamente hablando, en forma similar a lo que ocurre en un grupo familiar. Así, la economía de una familia crece cuando adquiere un nuevo ingreso de dinero, o cuando mejora el nivel de ingresos existente. Por el contrario, cuando aumenta el nivel de consumo y de gastos (no asociados a una inversión) mejora el nivel de vida, pero no su capacidad para generar nuevos recursos.

A medida que la población crece, digamos un 1,5% anual, la producción debe crecer, al menos, ese porcentaje, para evitar un retroceso o un estancamiento. De ahí que, cuando se habla del crecimiento de la economía, se entiende que se debe a un porcentaje algo superior al necesario para acompañar el crecimiento de la población. Además, es oportuno aclarar que el crecimiento económico implica un aumento del capital productivo per capita existente, que no es lo mismo que un aumento del PBI, ya que éste no discrimina entre consumo e inversión, ya que hay casos en que se promueve un consumo masivo y descontrolado, con destrucción de capitales, con muy poco aumento de la inversión, sin que exista un real crecimiento de la economía.

En una sociedad en la que predominen las actitudes cooperativas, y existan muchos empresarios, con seguridad se producirá un “derrame” de la riqueza, yendo desde los que más producen hacia los que menos lo hacen. Sin embargo, como en muchos países existe una tendencia dominante a la inacción y al ocio, serán bastante más los que esperan el derrame que los que lo producen, por lo cual se dirá que “el sistema ha fracasado”.

Debe tenerse presente que el sistema económico ha de favorecer, en el mejor de los casos, sólo en forma limitada el surgimiento de actitudes compatibles con la moral natural y, simultáneamente, con el desarrollo económico, ya que tales valores son sostenidos principalmente por la religión, la filosofía y por las restantes ciencias sociales. George Stigler escribió: “Los economistas raramente plantean cuestiones éticas que afecten a la teoría económica o al comportamiento económico”.

“Las cuestiones éticas son ineludibles: hay que tener unos fines al juzgar las políticas, y estos fines tendrán ciertamente un contenido ético, por oculto que pueda estar”. “Los grandes economistas ingleses […] han asesorado a hombres y sociedades sobre la conducta correcta” (De “El economista como predicador”- Ediciones Orbis SA-Buenos Aires 1985).

Por otra parte, Frank Shostak escribió: "Según el pensamiento popular, el aumento del gasto público y el bombeo monetario del banco central refuerzan la demanda global de la economía. Esto, a su vez, supuestamente aumenta la producción de bienes y servicios —es decir, aumenta la oferta global, lo que significaría que «la demanda crea la oferta». Esto significa, además, que la importancia de la demanda no radica en dirigir a los proveedores en cuanto a los bienes y servicios que deben producir, sino que la propia demanda es el agente de la producción, promoviendo la falsa idea de que podemos obtener algo de la nada".

"Para demandar bienes y servicios, los individuos deben producir primero algo útil. Por lo tanto, la oferta impulsa y permite la demanda y no al revés. Los economistas que abogan por fuertes medidas de estímulo gubernamental durante una recesión económica nunca se molestan en preguntar cómo se apoyarán esas medidas. En el mejor de los casos, sólo pueden argumentar que al pedir dinero prestado para impulsar el consumo presente se pagará con los bienes y servicios futuros que el estímulo proporcionará y que no se habrían producido en absoluto sin el estímulo. En el mejor de los casos, esta es una propuesta dudosa" (De www.mises.org.es).

Por lo general, se espera que el Estado sea el impulsor del crecimiento económico, aunque en realidad la mejor respuesta del Estado radica en su capacidad para permitir que el sector privado impulse la inversión productiva y el posterior crecimiento. Hans F. Sennholz escribió: "Los apóstoles del rápido crecimiento económico no abogan por una acción e iniciativa individuales. No piensan en brindar su propio esfuerzo y privaciones (ahorro) tendientes al crecimiento económico. Se necesitan más de 40.000 dólares en ahorros para crear un puesto de trabajo adicional. Y aún una suma mayor es necesaria si el nuevo puesto de trabajo es más productivo, con salarios más altos y mejores condiciones laborales".

"En sus vidas privadas, esos apóstoles del crecimiento rápido suelen estar gastando sus ingresos del mes próximo en bienes de consumo, haciendo uso de crédito en diversas formas. Ellos por sí mismos no ahorran el capital necesario para el crecimiento económico. Sus llamados a la acción y a la iniciativa son meramente llamados al gasto público financiado con el dinero del pueblo, directa o indirectamente mediante la inflación" (De "Problemas económicos de actualidad"-Centro de Estudios Sobre la Libertad-Bolsa de Comercio de Buenos Aires 1977).

Ludwig von Mises escribió: “La diferencia [entre países desarrollados y subdesarrollados] estriba en la dispar capitalización de unos y otros; en la cuantía de los bienes de producción disponibles aquí y allá. Pero nada de inferioridad personal ni de ignorancia alguna. Lo que, en definitiva, sucede es que hay más capital invertido por unidad de población en los pueblos desarrollados que en los subdesarrollados. Eso es todo”.

“El empresario nunca puede pagar al asalariado más del valor que el trabajo que éste agrega al producto de que se trate; es decir, no puede pagarle más de lo que el público comprador esté dispuesto a abonar por la labor del trabajador adicional. Si desembolsa más, tiene que perder dinero. Y entonces, o quiebra o se dedica a otra cosa”.

“Qué duda cabe de que un trabajador americano, en su moderna instalación, produce en el mismo tiempo muchos más zapatos, digamos, que los que el obrero hindú, con sus atrasados métodos, puede fabricar”. “Los empleadores de los países en vías de desarrollo saben perfectamente que, con modernas máquinas y herramientas, ganarían más. A ellos, desde luego, les gustaría poder crear nuevas y mejores instalaciones fabriles. Pero no pueden hacerlo por una simple razón; porque no se dispone en el país de bastante capital para atender tales inversiones”.

“La diferencia entre las naciones desarrolladas y las subdesarrolladas, no es más que un problema de tiempo. Los ingleses fueron los primeros que comenzaron en serio a ahorrar, a acumular capital y a invertirlo en empresas rentables. Por eso, porque comenzaron antes, los británicos gozaron más pronto de un nivel de vida netamente superior al del continente. Pero los europeos comenzaron a estudiar la razón de las cosas y gradualmente fueron descubriendo las causas de la superioridad inglesa, lo que les indujo a copiar el sistema económico de Gran Bretaña” (De “Seis lecciones sobre el capitalismo”-Unión Editorial SA-Madrid 1981).

viernes, 26 de agosto de 2022

Egoísmo = Avaricia + Codicia

En las actitudes básicas de todo ser humano, existen predisposiciones que necesariamente van juntas, como las dos caras de una misma moneda. Este es el caso de la envidia y la burla; la envidia consiste en entristecerse por la alegría de otro, lo que implica que también existirá la predisposición a alegrarse por la tristeza de ese otro. Ambas predisposiciones constituyen el odio.

En el caso del egoísmo, las "dos caras de la moneda" serían la avaricia y la codicia. Mientras que la codicia es la tendencia a intentar poseer todo bien material con exclusividad, la avaricia implica una incapacidad para dar a los demás algo propio. Claudia Noceda escribió: "Contrariamente a lo que pueda suponerse, el pecado de la avaricia-codicia no queda circunscripto a la posesión de lo material. Se evidencia en todos los campos de las relaciones humanas: hay avaricia para dar alegría a otro, compartir felicidad, dar lo que al otro le hace bien o necesita, pudiendo hacerlo".

"La avaricia-codicia es un mal que se manifiesta en el dolor de dar y en la avidez de recibir. Implica la imposibilidad de dar no importa qué y la insaciabilidad en recibir todo" (De "La Matemática de la Virtud"-Editorial del Nuevo Extremo SA-Buenos Aires 2007).

El egoísmo es la base de la corrupción; de ahí que una sociedad corrupta es aquella en que considera a la avaricia-codicia como un valor en sí mismo. La citada autora agrega: "El eslogan de terminar con la corrupción es un autoengaño. Tendemos a poner nuestras prioridades sociales en utopías. Curiosamente, nombramos la corrupción hasta el hartazgo y obviamos de hablar del pecado que la origina. Construimos índices y estadísticas, vemos si subimos o bajamos en las mediciones. La convertimos casi en un juego, ¿por qué? Porque nos negamos a asumir el pecado como tal, nos negamos también a hacernos cargo del pecado que nos cabe y, de este modo, eliminamos el sentimiento de culpa".

Los colectivistas, por lo general, tienden a asociar defectos a las virtudes observadas en las sociedades democráticas. Con ello buscan destruirlas para implantar alguna forma de socialismo. Así, consideran que el individualismo es lo mismo que el egoísmo, que el ahorro implica avaricia, que la ambición es codicia, etc. En forma semejante, el egoísta reviste de virtud todo aquello que comporta un defecto. La citada autora escribe al respecto: "La ambición es loable aunque puede degenerar en desmesura. La codicia es, desde el vamos, en su espíritu, una pasión que pone en marcha acciones reprobables".

"La ambición es un motor de la acción hacia objetivos ambicionados: un más alto puesto en el trabajo, una bella casa, prestigio, honor, etcétera. Puede poner en acto capacidades nobles en pos de lo deseado. Es un combustible valioso para la acción".

jueves, 25 de agosto de 2022

Los Kerensky argentinos: Lanusse y Macri

Cuando se quiere expresar, de manera simbólica, que un político no comunista favorece el afianzamiento, o el acceso al poder, del comunismo, se dice que ha sido un “Kerensky”, en alusión al político ruso que, con sus errores, favoreció la caída de Rusia bajo la tiranía del marxismo-leninismo. Cosme Beccar Varela (h) y otros, escriben: “Alexander F. Kerensky reprimió con violencia la oposición que tenia a su derecha. Al Zar y su familia, no les permitió exiliarse, sabiendo que su permanencia en Rusia los llevaba a una muerte segura. Con sus propios compañeros del gobierno provisorio, hasta julio de 1917, procedió con dureza. Implacablemente los apartó del gobierno, asumiendo poderes dictatoriales”.

“Más tarde, cuando el militar revolucionario Kornilov, intentó derrocarlo e implantar un gobierno moderado, Kerensky lo combatió furiosamente hasta que Kornilov, abandonado por sus partidarios, fue derrotado y encarcelado”. “El camino para Lenin quedaba así allanado. Kerensky se ocupó de liquidar cualquier oposición que aquél hubiera podido encontrar a su derecha” (De “Los «Kerenskys» Argentinos”-Manifiesto de la Sociedad Argentina de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP)”-Buenos Aires 1972).

Por otra parte, Fabio V. X. Da Silveira escribió: “La personalidad y la vida de Kerensky se podrían resumir así: un sofisma para encubrir una traición. El sofisma: el mejor medio de desarmar al adversario es destruir su agresividad, y el mejor medio para destruir la agresividad consiste en atenderle indefinidamente sus exigencias. Así es que, jefe del gobierno ruso después de la caída del zarismo, Kerensky representó frente al comunismo una política de sucesivas concesiones. Fortalecidos gradualmente los bolcheviques por estas concesiones, aconteció lo inevitable: acabaron siendo lo suficientemente fuertes como para derribar a Kerensky y lo derribaron”.

“Socialista y enemigo acérrimo del régimen imperial, participó activamente en la Revolución de marzo de 1917 que obligó al Zar Nicolás II a abdicar. Al formarse el primer gobierno provisional, Kerensky es nombrado Ministro de Justicia. El 20 de julio del mismo año, asume el Poder como Primer Ministro con facultades dictatoriales” (De “Frei, el Kerensky chileno”-Ediciones Cruzada-Buenos Aires 1968).

Incluso el militarismo argentino tuvo sus propios “Kerenskys”, como Alejando A. Lanusse, quien derroca a Juan C. Onganía para entregarle el poder a los guerrilleros marxistas-leninistas de los setenta, a través de la presidencia de Héctor J. Cámpora. Si bien el gobierno de Onganía no fue un dechado de virtudes, resultaba mucho menos peligroso que el gobierno de sectores abiertamente terroristas. “En esos años, el Gral. Lanusse recibió al marxista Allende, reconoció a China comunista y rompió relaciones con Taiwan, poniendo así en práctica su plan de «ruptura de barreras ideológicas» y comenzó su llamado «gran acuerdo nacional»”. Recordemos que Taiwan, o China nacionalista, por ser anticomunista, fue marginada por Lanusse y colocada detrás de la “barrera ideológica”, mientras que aceptaba sin inconvenientes la ideología promotora de la guerrilla.

Por lo general, los presidentes argentinos piensan más en llegar al poder priorizando cuestiones personales en lugar de apuntar a solucionar los graves problemas que nos afectan. Este ha sido el caso del último Kerensky, Mauricio Macri, cuya ineptitud favoreció la llegada al poder de la ultraizquierda kirchnerista. Laura Di Marco escribió: "La llegada de Macri a la Casa Rosada parece completar una asignatura vital muy profunda: terminar de demostrarle a su padre que es capaz, que vale y que puede, desmintiendo el fantasma de la ineptitud, siempre agitado, directa o indirectamente, por un patriarca narcisista que buscó anularlo para exaltar su propia obra" (Citado en "Hermano" de Santiago O'Donnell-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2020).

Apenas asume la presidencia, Macri mostró en público su superficialidad a través de un estúpido bailecito que ofendió a muchos inadvertidos votantes que creyeron en sus palabras. Alberto Benegas Lynch (h) comentó al respecto: "Ese bailecito pornográfico con la banda presidencial en la Casa Rosada me parece absolutamente antitético con el sistema republicano" (De la entrevista de Jorge Fontevecchia).

Su torpeza se advirtió en los pequeños detalles, como cuando en televisión (antes de ser presidente) le obsequian un reloj, motivado por una propaganda publicitaria. En lugar de agradecer y quedarse callado, comentó que "ya no usa reloj" por cuanto mira la hora en su celular, en franca oposición al objetivo de la publicidad.

Ante la opinión de su hermano Mariano, no parece que a nivel familiar muestre una conducta inobjetable. Mariano Macri expresó en una entrevista: "Mauricio, ¿vos me estás jodiendo? No te importó la salud del viejo, la angustia que el viejo vivió. ¿Te das cuenta, Mauricio? Tampoco te importó la enfermedad de mi hija. Tuve que acudir a mi primo Ángelo a pedirle plata porque el médico oncólogo del Fundaleu que me traía la droga de afuera me cobraba una fortuna y ustedes me dieron vuelta la cara, me habían cortado el grifo, me habían dejado totalmente seco. No logré siquiera que reaccionaran frente al episodio de cáncer de mi hija y tuve que recurrir a mi primo, que fue el que me ayudó. ¿Te das cuenta? Vos te fuiste en todo este proyecto tuyo de poder cuando para mí el proyecto era velar por el crecimiento de la gente y evitar que la empresa se fagocitara a la familia. Vos y yo somos de dos galaxias distintas" (De "Hermano").

A fin de mostrar una imagen pública favorable, ante una sociedad esencialmente antiempresarial, trató de despegarse de la imagen de su padre, empresario de reconocida capacidad, exagerando sus defectos injustamente. Santiago O'Donnell escribió: "Mauricio, al amparo de la política, movió sus piezas para desactivar y vaciar de poder a su padre, a quien había transformado en su enemigo íntimo".

Según este autor, Mauricio Macri mantuvo vigente, por conveniencia, "el mito de que su padre, el legendario empresario Franco Macri, era un mafioso menemista que vivió toda su vida de aprietes y negociados con el Estado". "Mariano está convencido de que esta es una historia inventada por Mauricio y por quienes lo asesoran en marketing político, en particular, para congraciarse con Lilita Carrió y generar una narrativa que lo hiciera más digerible para la lideresa de la Coalición Cívica".

Políticamente, Mauricio siempre buscó reunir en su partido todo el espectro político de manera de ampliar su poder, invitando a peronistas, socialistas, radicales y liberales en un mismo sector. Incluso durante su gobierno favoreció bastante a quienes lo insultaban todos los dias, con la esperanza de tenerlos algún día de su lado.

Mauricio Macri solamente sale bien parado ante una comparación con lo peor: el kirchnerismo. Sus partidarios no intentan otro marco de comparación. Para colmo, lo alientan a que acepte ser candidato a presidente para las elecciones del 2023, a pesar de que la situación económica y social está mucho peor que en el año en que accedió al poder. Si antes no pudo solucionar nada de lo que se propuso, no parece que pueda hacerlo ahora. Lo que seguramente logrará, en caso de ser reelecto, será una segunda resurrección del kirchnerismo, como la que antes logró.

martes, 23 de agosto de 2022

La nueva economía verde es poco más que un plan de gasto keynesiano

Por J.R. MacLeod

La teoría del cambio climático dice que el público tiene que reducir drásticamente su consumo para salvar el medio ambiente, mientras que la economía keynesiana dice que el aumento del consumo por parte del público en general es el camino más seguro hacia una economía próspera. A pesar de la contradicción, la élite política occidental suscribe ambas doctrinas.

¿No ve la élite la imposibilidad lógica de una acción política basada tanto en la teoría del cambio climático como en la economía keynesiana? Tal vez no, o tal vez hay una coherencia oculta en las acciones de las élites que se puede descubrir examinando los incentivos subyacentes a las teorías mutuamente excluyentes que se presentan al público.

El quid de la economía keynesiana es que las recesiones se producen porque la demanda agregada ha disminuido (es decir, el deseo de los consumidores de gastar menos) y, por tanto, la única forma de volver a crecer es que la demanda agregada aumente. Dado que el sentimiento privado provocó la disminución de la demanda agregada, la única fuerza que puede provocar su aumento es el gasto público a través de subsidios, asistencia social y programas de creación de empleo, financiados por el gasto deficitario.

Contrariamente a la economía «tradicional» o austriaca, los keynesianos no tienen en cuenta conceptos como la estructura del capital, la preferencia temporal y la mala inversión. El factor crucial es impulsar el consumo público a corto plazo, según el famoso aforismo de Keynes «a largo plazo todos estamos muertos».

En sus palabras:

Si el Tesoro llenara las botellas viejas con billetes, los enterrara a una profundidad adecuada en minas de carbón en desuso que luego se llenaran hasta la superficie con la basura de la ciudad, y dejara que la empresa privada, según los principios probados del laissez-faire, volviera a desenterrar los billetes... no tendría que haber más desempleo y, con la ayuda de las repercusiones, los ingresos reales de la comunidad, y su riqueza de capital también, probablemente serían mucho mayores de lo que son en la actualidad. En efecto, sería más sensato construir casas y cosas por el estilo; pero si hay dificultades políticas y prácticas para ello, lo anterior sería mejor que nada.

Por el contrario, la principal demanda en términos de economía política del grupo de presión del cambio climático es que el público debe tener su consumo restringido por la fuerza, ya que en su opinión nuestro estilo de vida actual agota los recursos de la Tierra y contamina su atmósfera a un ritmo inaceptable. Cada vez más, piensan que el nivel de vida medio merece poca preocupación, ya que creen que nuestras vidas corren más peligro. Uno de los más audaces defensores de la reducción del consumo es el escritor George Monbiot.

En sus palabras:

La fabricación y el consumo son [sic] responsables de un notable 57% de la producción de gases de efecto invernadero causada por el Reino Unido. No es de extrañar que casi nadie quiera hablar de ello, ya que la única respuesta significativa es la reducción del volumen de cosas que consumimos.

Pongan los dos argumentos uno al lado del otro y su exclusividad mutua será evidente. Tomadas por separado, las teorías del cambio climático y de la economía keynesiana podrían parecer tener sentido, pero la opinión mayoritaria es que ambas son correctas y que ambas, de alguna manera, deben aplicarse.

Para demostrar que los responsables políticos occidentales realmente suscriben ambas teorías simultáneamente, he aquí dos declaraciones del representante Ritchie Torres (Demócrata de Nueva York)

En cuanto a la economía:

La mejor manera de acabar con la pobreza en América, de estimular la economía, es poner dinero en los bolsillos de la gente necesitada, porque la gente de distritos como el mío va a gastar esos dólares a nivel local, lo que no sólo creará ingresos para las empresas, sino para los trabajadores empleados por esas empresas. Por lo tanto, no sólo es buena moral, también es buena economía.

Sobre el cambio climático:

El cambio climático global es la mayor amenaza para nuestro planeta y las generaciones futuras. Ya es hora de actuar e invertir el rumbo. Junto con @HouseDemocrats pedimos al gobierno de @POTUS que priorice la justicia climática global.

Para otro ejemplo, recordemos la administración de Obama. Entró en el cargo durante una recesión, su respuesta: aprobar el mayor paquete de estímulo de la historia. Sin embargo, también fue el primer presidente de la historia que hizo del cambio climático, y de la consiguiente reducción del consumo que se creía necesaria, una prioridad. Si el cambio climático y la economía keynesiana se mezclan como el agua y el aceite, ¿por qué están alineados en el mismo consenso de la corriente principal?

Hay personas, incluso en la cúspide de la jerarquía política, que creen en la aplicación tanto del cambio climático como de la economía keynesiana y simplemente no han pensado en la imposibilidad lógica de tal acción. Los académicos austriacos entienden que los errores claros de pensamiento pueden persistir durante décadas, incluso cuando las políticas públicas basadas en dicho pensamiento no dan los resultados esperados. De hecho, es más probable que esto ocurra entre la élite política y burocrática que entre la gente corriente, dado el acceso del gobierno a la imprenta, su alejamiento de las presiones del mundo real y, en consecuencia, su falta de sentido común.

Sin embargo, con tantas élites que defienden una aparente contradicción en los términos, cabe preguntarse si algunos saben exactamente lo que están haciendo. Un examen de sus intereses e incentivos sugiere que así es.

El Club de Roma, que originó gran parte de la investigación y los mensajes en torno al cambio climático supuestamente provocado por el hombre en la década de 1970, dijo:

En la búsqueda de un enemigo común contra el que podamos unirnos, se nos ocurrió que la contaminación, la amenaza del calentamiento global, la escasez de agua, la hambruna y otros fenómenos similares, encajarían. En su conjunto y en sus interacciones, estos fenómenos constituyen una amenaza común a la que debemos enfrentarnos todos juntos. Pero al designar estos peligros como el enemigo, caemos en la trampa... [de] confundir los síntomas con las causas. Todos estos peligros están causados por la intervención humana en los procesos naturales, y sólo mediante un cambio de actitudes y comportamientos se pueden superar. Por tanto, el verdadero enemigo es la propia humanidad.

En «Una verdad incómoda», Al Gore dijo que Miami estaría bajo el agua en 2020, y sin embargo persiste el impulso de un gobierno centralizado y un control vertical que se pone de manifiesto en la cita anterior.

Además del control social, la élite se beneficia distribuyendo subvenciones a sus amigos y haciendo que su competencia sea ilegal o prohibitiva. Todo el mundo reconoce que las empresas «verdes» nunca habrían despegado en la década de 2000 sin el apoyo de los gobiernos centrales. Y con una puerta giratoria entre el gobierno, el lobby del clima y las empresas «verdes», seguir el dinero no es una tarea compleja.

Por ejemplo, el récord de Alemania de 38.000 millones de dólares a empresas «verdes» en 2020. O el artículo, que descubrió que la mayoría de los beneficios de las subvenciones al cambio climático van a parar a los grandes bancos. Los precios récord de la gasolina son buenos para los fabricantes de coches eléctricos. El argumento de que las subvenciones a los «combustibles fósiles» son mayores que las de las «renovables» no es cierto.

Sin ahondar en la veracidad científica de ninguna de las dos teorías, la hipocresía que exhiben sus defensores socava drásticamente la credibilidad individual de las mismas, además de los problemas de coherencia colectiva que se han comentado a lo largo de este artículo.

Sin embargo, aunque el cambio climático y la economía keynesiana se contradicen en teoría, son compatibles en la práctica: ambos significan subsidios generosos y arbitrarios distribuidos por la autoridad política central.

Aparte de los primeros principios egoístas, la élite no cree seriamente en ningún credo que no sea su propio interés. La política pública es a menudo un ejercicio de selección ideológica; a veces las autoridades presentan el cambio climático, a veces la economía keynesiana. Nunca se intenta aplicar de forma completa y permanente ninguna de las dos teorías, sino que se alternan según las necesidades. Los resultados en la práctica de estas diferentes teorías son, por tanto, los mismos: capitalismo de amiguetes, ineficiencia y empobrecimiento general.

Inherente a la definición de élite es que sólo un pequeño número de personas la constituyen. Casi todo el mundo está en el extremo receptor de esta agenda. Debemos informar a la gente, romper el complejo industrial de culpabilidad de los medios de comunicación y defender nuestros propios intereses.

(De www.mises.org.es)

domingo, 21 de agosto de 2022

Jorge Luis Borges y su opinión sobre el peronismo

Quince años han bastado para que las generaciones argentinas que no sobrellevaron o que por obra de su corta edad sólo sobrellevaron de un modo vago el tedio y el horror de la dictadura, tengan ahora una imagen falsa de lo que fue aquella época. Nacido en 1899 puedo ofrecer a los lectores jóvenes un testimonio personal y preciso.

Dijo Croce: “No hay en Italia un solo fascista, todos se hacen los fascistas”. La observación es aplicable a nuestra república y a nuestro remedo vernáculo del fascismo. Ahora hay gente que afirma abiertamente: soy peronista. En los años de oprobio nadie se atrevía a formular en el diálogo algo semejante, declaración que lo hubiera puesto en ridículo. Quienes lo eran abiertamente se apresuraban a explicar que se habían afiliado al régimen porque les convenía, no porque lo pensaran en serio. El argentino suele carecer de conciencia moral, no intelectual; pasar por inmoral le importa menos que pasar por zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama “viveza criolla”.

El dictador traía a Plaza de Mayo camiones abarrotados de asalariados y adictos, por lo común de tierra adentro, cuya misión era aplaudir los toscos discursos. El 17 de octubre los almaceneros recibían orden de cerrar para que los devotos no se distrajeran en ellos.

Las masas gritaban “la vida por Perón”, decisión retórica que olvidaron como el propio Perón, en cierta mañana lluviosa de septiembre de 1955. Diríase que el triste destino de Buenos Aires –conste que soy porteño- es enmendar cada cien años un tirano cobarde del cual nos tienen que salvar las provincias.

(Del Diario Los Andes)

Proclamas socialistas ¿tienen alguna veracidad?

Los analistas políticos, por lo general, repiten que la búsqueda prioritaria del socialismo es la igualdad. Debido a que el socialismo real implica el predominio del Estado sobre lo privado, tiende a establecer una clara diferencia entre gobernantes y gobernados, estableciendo lo que Milovan Djilas definió como "la nueva clase". También el socialista tiende a calificar a cada individuo, desde su escala de valores materialista, en función de su "clase social", asociándole atributos standarizados por la ideología en cuestión. Los socialistas parten desde una desigualdad advertida en la búsqueda de otra desigualdad que se sospecha definitiva y reparadora.

En lugar de advertir las fallas morales asociadas a todo individuo, tratando de inducirlo a la búsqueda de una mejora ética, el socialista asocia virtudes a los sectores menos productivos y menos favorecidos de la sociedad. Por el contrario, asocia sólo defectos a los sectores productivos interpretando que los "pobres y buenos" son sometidos por los "ricos y malos", promoviendo "artificialmente" un odio entre sectores (lucha de clases) que luego interpretará como la principal ley del proceso evolutivo, vinculado al ser humano, que, por supuesto, propone derogar.

La sociedad sin clases es otra de las utopías asociadas a los Estados socialistas, en donde se advierte claramente la existencia de una clase dirigente, vinculada al Partido Comunista, y un gran sector de la población que sólo debe obedecer a los amos en el poder.

Las economías socialistas son consideradas como "economías planificadas desde el Estado", siendo lo esencial en toda planificación económica el cálculo económico. Como en el socialismo real se prohíbe la economía del intercambio, o economía de mercado, no existen los precios, sino que éstos son decretados por los "planificadores", por lo que una planificación adecuada resulta imposible de establecer.

La razón de ser del socialismo marxista es la lucha contra el imperialismo norteamericano. Es la justificación y la principal motivación de la lucha socialista. De ahí que la máxima aspiración y la mayor ambición en la vida de todo socialista es poder contemplar la destrucción final del capitalismo y de los EEUU. Sin embargo, cuando un gobierno socialista accede al poder en una nación, de inmediato surge un éxodo de capitales y de gente capacitada que huye hacia el exterior, especialmente hacia los EEUU. De ahí que los principales colaboradores con el mantenimiento y la expansión del "imperio" son los propios socialistas.

Los analistas políticos también tienden a considerar que la base de la propagación del socialismo radica en una supuesta supremacía ética del adherente. Sería la supremacía del que siembra discordia entre sectores, del que difama al enemigo, del que apoya la violencia de un guerrillero como el Che Guevara, o del que admira a un sistema que en el mundo produjo unas cien millones de víctimas durante el siglo XX. Será una supremacía diabólica que ignora completamente la ética natural.

El socialista pretende engañar al ciudadano común diciendo que su propuesta es "científica", cuando en realidad se trata de una postura filosófica que utiliza la dialéctica hegeliana como base para describir la realidad. Tal método poco o nada tiene que ver con el método de "prueba y error" asociado a la ciencia experimental. Además, existen resultados positivos y también negativos en todo proceso científico. Tal el caso del descubrimiento del salvarsan, por parte de Paul Ehrlich, quien lo logra luego de 606 intentos. De ahí que, si en algo utiliza el marxismo el método científico, logra resultados erróneos, principalmente advertidos por los resultados que provoca el socialismo real.

El principal opositor al socialismo ha sido la religión. Ello se debe a que la ideología socialista está impedida de penetrar en cerebros en donde previamente se ha instalado la fe religiosa. De ahí la necesidad de usurpar ideológicamente a las instituciones religiosas. Además, como el socialismo presenta fundamentos poco creíbles, y poco compatibles con la realidad, su mayor fuerza se debe justamente a la fe en los dogmas y en los slogans repetidos hasta el cansancio, lo que lo hace quedar más cerca de una religión pagana que de un planteo ideológico de cierta solidez.

Quienes proponen la economía de mercado, establecida mediante un intercambio que favorece a ambas partes intervinientes, luego de la especialización de la producción, describen al proceso bajo el fundamento de la "cooperación social". Es decir, el intercambio en el mercado se prolonga en el tiempo solamente si ambas partes se benefician simultáneamente. Sin embargo, la palabra "cooperación" la utilizan los marxistas para designar el trabajo destinado al Estado, gestionado por la clase dirigente. Es decir, la cooperación entre individuos desaparece para destinarla a un intermediario que se queda con la mayor parte de lo producido por la sociedad.

El socialista se opone a la competencia en el mercado asumiendo una supuesta benevolencia ante toda forma de acción social que pueda conducir a antagonismos o violencia. Si no existe competencia entre distintos oferentes, o empresas, se establece un monopolio que perjudica al consumidor. Luego, el marxista descalifica al capitalismo por establecer una "concentración del poder" económico (algo combatido por el liberalismo). Se opone a la desconcentración del poder (competencia) y también se opone a la concentración del poder (monopolio). Luego, la solución la propone mediante el establecimiento de un gran monopolio estatal dirigido por la clase dirigente.

Así como el psicoanalista debe tratar de evitar contaminar su mente con la influencia negativa de varios de sus pacientes, el ciudadano común deberá trata de no contaminar su mente con ideologías carentes de veracidad y carentes de una elemental coherencia lógica.

sábado, 20 de agosto de 2022

La Sociedad Fabiana, precursora de Gramsci

Por lo general, se asocia a Antonio Gramsci el método socialista de acceder al poder mediante medios pacíficos, en oposición a los métodos revolucionarios o violentos propuestos por Marx, Lenin, el Che Guevara y otros. Sin embargo, con algunos años de anticipación, aparece en Inglaterra la denominada Sociedad Fabiana, con objetivos similares. John T. Flynn escribió: "En 1883 un pequeño grupo de socialistas organizaron lo que llamamos la Sociedad Fabiana. En su tiempo incluyó personas eminentes como Sidney y Beatrice Webb, Annie Besant, George Bernard Shaw, Ramsay MacDonald y otros. Estos ingleses creían que si el socialismo había de ser introducido en Inglaterra, debía serlo gradualmente y no por medios revolucionarios violentos".

"Decidieron realizar la tentativa mediante métodos políticos. Adoptaron la política del general romano Quinto Fabio, quien sostenía que el único medio de derrotar a Aníbal era el de evitar una batalla general, y mediante hábiles retiradas lanzarlo a combatir en pequeños sectores y derrotarlo por secciones. De ahí que llamaron a su movimiento el Movimiento Fabiano. Su estrategia, como así también su programa, se hizo conocer con el nombre de socialismo fabiano".

"Sidney Webb, gran estadista, conocido más tarde como lord Passfield, vio claramente que si el socialismo había de hacer algún progreso contra la sólida roca de la opinión británica, tendría que hacerlo por procesos constitucionales. La causa debía dar un paso por vez, insistía, teniendo cuidado de no ofender jamás el sentido moral de las masas, a quienes debía ofrecérseles en cada etapa, tanto como cuanto estuvieran dispuestas a aceptar".

"Esta Sociedad Fabiana nunca tuvo más de cuatro mil miembros. Fue, sin embargo, este pequeño grupo el que hizo posible en Inglaterra el asombroso triunfo total del socialismo. Este triunfo no se obtuvo por pura suerte o por casualidad. Los fabianos elaboraron desde el principio un plan definido. Por supuesto no lo inventaron de sopetón en una sesión o dos alrededor de una mesa de conferencias. Se desarrolló en sus mentes de a poco por vez. No fue probablemente sino alrededor de comienzos del siglo [XX] que lo vieron claramente en todas sus partes. Este plan puede resumirse como sigue:

1- El primer objetivo era la Sociedad Fabiana misma, que se convirtió en la maquinaria planificadora política que elaboraba los planes, era la escuela de entrenamiento de los dirigentes socialistas, enseñaba a los oradores, escritores y dirigentes, dirigía el programa educativo nacional y actuaba como Estado mayor del movimiento.
2- Los fabianos comenzaron por abogar como prólogo, no por un Estado socialista, sino por un Estado de bienestar.
3- Resolvieron ofrecer su programa en pequeñas secciones sucesivas, por medio del gradualismo, nombre con el que llegó a conocérsele.
4- Se pronunciaron contra la posesión total por el Estado de la tierra y de la industria. Propusieron la posesión por el Estado de las grandes funciones básicas: crédito, energía eléctrica, transportes, minerales básicos. El resto del sistema económico sería dejado en poder de los particulares, pero manejado bajo planes elaborados por el Estado.
5- Sostenían que debían apoderarse de las mentes de la clase trabajadora, y con ese fin hacerse cargo del aparato -es decir, de los círculos dirigentes- de las uniones gremiales.
6- Resolvieron formar una rama política -un partido- que luego se convirtió en el Partido Laborista británico.
7- Decidieron comenzar por cooperar con el Partido Liberal, similar a nuestro Partido Demócrata [el de EEUU], hasta que su propio Partido Laborista adquiriera fuerza suficiente para desplazarlo.
8- Convinieron en que debían penetrar y capturar los instrumentos de la opinión pública e información: los escritores, los clérigos y las escuelas.

"Hay que decir una cosa de este plan. Triunfó. Su aspiración primordial era la de introducir el socialismo sin mencionar esa sospechosa palabra; ofrecer a los votantes una pequeña parte de la máquina socialista por vez, sin la etiqueta socialista; introducir de contrabando el socialismo en el cuerpo social sin despertar la sospecha de las masas. Dígase lo que se diga, fue un ataque solapado" (De "¿Qué porvenir nos espera?"-Editorial Guillermo Kraft Ltda.-Buenos Aires 1951).

Puede decirse que el socialismo es una tendencia a reemplazar, por medio del Estado, al gobierno de Dios, o de las leyes naturales, sobre todo individuo. Como al Estado lo dirigen seres humanos, implica promover el gobierno del hombre sobre el hombre, lo que lleva implícita una desigualdad entre gobernantes y gobernados. De ahí que toda propuesta socialista se opone tanto a la religión bíblica como al liberalismo.

Si el socialismo produjera buenos resultados, y a pesar de las oposiciones mencionadas, no habría mayores inconvenientes en aceptarlo, pero, como la historia indica, resulta una alternativa peligrosa por cuanto un exceso de poder en el Estado puede conducir a las catástrofes sociales producidas por los totalitarismos (todo en el Estado).