lunes, 8 de agosto de 2022

Julio A. Roca y los malones indígenas

Cuando Charles Darwin estuvo en la Argentina, en la época de Juan Manuel de Rosas, le llamó la atención, entre otras cosas, que "la gente invariablemente toma siempre una postura a favor del delincuente". Esta parece ser una de las "tradiciones" argentinas que nos han llevado a una crisis casi terminal.

Incluso no resulta extraño que gran parte de la población haya apoyado al terrorismo cubano-soviético de los años 70 y haya descalificado a los militares de su propio país por haber evitado que la Argentina cayera bajo el totalitarismo socialista. De ahí que a nadie deba extrañarle que los terroristas pro-soviéticos gocen de total impunidad y los militares argentinos sean encarcelados por defender a su patria.

Esta actitud de oposición y destrucción a la propia nación se advierte en el actual gobierno peronista, junto a sus seguidores incondicionales, cuando se desinteresa totalmente por los ataques que los supuestos mapuches dirigen contra propiedades y pobladores del sur argentino. Es decir, al igual que ocurrió en los años 70, un sector de la población adhiere al bando destructor.

Esta actitud no difiere esencialmente respecto de la acción, en el siglo XIX, del Gral. Julio A. Roca, cuando inicia su campaña del desierto a fin de defender las poblaciones asediadas por los indios, ampliando el territorio nacional. Se estima en unas 50.000 las víctimas ocasionadas por el saqueo y la barbarie de las tribus indígenas. Sin embargo, las severas críticas van dirigidas hacia quienes pusieron fin a esa situación, y que son caracterizados en la actualidad como psicópatas perversos cuya mayor "diversión" consistiría en asesinar indios "buenos y civilizados".

La región pampeana era un sitio inseguro debido a los ataques de los indios. Tal es así que la Provincia de Buenos Aires, en 1822, era una franja de apenas un 25% de la superficie actual, mientras que en 1858 era de aproximadamente un tercio. Los malones no sólo asediaban la frontera sur de la civilización, sino que también dominaban las actuales provincias del Norte argentino. La expansión del territorio nacional, que las involucra junto a la Patagonia, se debió a la eficaz campaña al desierto del Gral. Roca. O.E. Cornblit, E. Gallo (h) y A.A. O’Connell escribieron: “El éxito del gobierno nacional en la guerra con el indio y su consiguiente expulsión más allá del Río Negro, constituye otro de los rasgos salientes de ese «momento» político. Este evento tuvo, como lo señala Estanislao Zeballos, una triple repercusión: económica, política y militar. Al mismo tiempo que se reafirmaba la soberanía nacional sobre la Patagonia, en aquella época en litigio con Chile, y se eliminaba uno de los últimos reductos de conflicto armado, se rescataban para la Nación inmensas extensiones de tierra productiva, a la par que se eliminaba definitivamente el pillaje y la destrucción causados por las constantes incursiones de los indios. En este sentido se ha señalado que «entre 1820 y 1870 los indios habían robado 11 millones de bovinos, 2 millones de caballos, 2 millones de ovejas, matado 50.000 personas, destruido 3.000 casas y robado bienes por el valor de 20.000.000 de pesos»…..«en términos económicos, el control indígena del sur de la provincia de Buenos Aires y del oeste y norte de Santa Fe, significaba la preservación de una forma primitiva de producción y la absorción de excedentes de producción primitivos hacia Chile»” (De “Argentina, sociedad de masas” de Torcuato S. Di Tella y otros-EUDEBA-Buenos Aires 1965).

Según los historiadores, existían dos posturas diferentes respecto de los malones indígenas; la de Adolfo Alsina, defensiva, y la de Julio A. Roca, ofensiva. Si existía una postura defensiva, se advierte que evidentemente había que defender las poblaciones de frecuentes ataques por parte de los indios. Vicente Massot escribió: "El primer rasgo de su concepción estratégica fue puesto de relieve al momento de plantearle al ministro de Guerra del que dependía, Adolfo Alsina, su radical disidencia en cuanto a la forma que éste planeaba llevar adelante la guerra contra las tribus indias".

"Nombrado por Nicolás Avellaneda jefe de Fronteras en la guarnición de Río IV, colaboró fielmente con Alsina, si bien le hizo saber hasta qué punto creía inconducentes sus tácticas de carácter defensivo. Tanto el jefe del Partido Autonomista porteño como el militar tucumano coincidían en la necesidad de consolidar la frontera y poner coto no sólo a la amenaza de los salvajes sino a cualquier reivindicación chilena sobre la Patagonia".

"En la idea del ministro, la frontera asumía una forma física estática que cobraba vida, como línea perfectamente trazada entre fortines, al compás del derrotero de una extendida zanja que no en balde llevó su nombre. Cuando le fue requerida su opinión, Roca no vaciló en objetar la esencia del plan ministerial al que consideraba, precisamente por su modalidad defensiva, inútil a los fines de vencer a los indios y profundamente desmoralizador para los soldados que resultaran destinados a la línea de fuertes a través de 113 leguas, desde Bahía Blanca hasta el sur de Córdoba" (De "Las ideas de esos hombres"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2007).

Gran parte de los malones provenían de Chile; incluso los actuales autodenominados mapuches, que aspiran heredar gran parte del sur argentino, son de origen chileno. Massot agrega: "La conquista del Desierto -como fue llamada entonces la decisión político-militar más importante que se adoptó en la segunda mitad del siglo XIX- significó tomar posesión efectiva de unos territorios que aun cuando pertenecían a la Argentina, heredera en ello del Virreinato del Río de la Plata, en los hechos eran dominados por distintas tribus, las más importantes de ellas venidas del otro lado de la cordillera de Los Andes".

"La estrategia roquista de avanzar con cuatro columnas, en toda la extensión en disputa, permitió ganar esos espacios geográficos sin necesidad de empeñarse en grandes combates. Si bien el poder militar de los indios se podía considerar quebrado desde la batalla de San Carlos, sostenida en 1874, de cualquier manera era necesario el dominio físico".

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