domingo, 30 de septiembre de 2018

Enrico Fermi y la física nuclear

Uno de los físicos más completos, que dominaba su ciencia con amplitud, incluso haciendo aportes importantes tanto en el aspecto teórico como experimental, fue Enrico Fermi. Al respecto, George Gamow escribió: “A medida que se iba extendiendo el territorio de la física, tanto las técnicas experimentales como los métodos matemáticos se complicaban más y más, hasta el punto de que no había persona capaz de manejar a ambos con similar destreza. La profesión de físico se bifurcó: algunos eran «experimentales», otros «teóricos». El gran físico Albert Einstein jamás ejecutó una experiencia por sí mismo, (al menos que yo sepa). En tanto que el gran físico experimental Lord Rutherford era tan pobre en matemáticas que su famosa fórmula para calcular la dispersión de las partículas alfa fue derivada para él por el entonces joven matemático R. H. Fowler”.

“En nuestros días, es norma casi segura que un físico teórico no se anime siquiera a tocar el material instrumental por miedo a romperlo…en tanto que los físicos experimentales se sienten perdidos en el confuso torbellino de los cálculos matemáticos. Enrico Fermi, nacido en Roma en 1901, representó un ejemplo, muy raro de hallar, de teórico excelente al par de físico experimental de real capacidad” (De “Treinta años que conmovieron la física”-EUDEBA-Buenos Aires 1971).

Mientras que en el ámbito de la música distinguimos los cantantes y grupos que tienen éxito con una o dos canciones, de aquellos que superan las veinte o treinta, también hubieron científicos que asociaron su nombre a un solo fenómeno descrito mientras que otros brindaron una cantidad bastante mayor de aportes. Franco Selleri escribió: “Uno de los discípulos de Fermi, Bruno Pontecorvo, concluye la biografía de su maestro preguntándose cuántos premios Nobel de Física habría podido recibir si los estatutos no hubiesen prohibido la concesión de más de un premio a la misma persona. Y sin vacilar respondió: seis. A saber:

1- Por la estadística cuántica, llamada «de Fermi» [también de Fermi-Dirac], de las partículas de espín semi-entero.
2- Por la teoría de la desintegración beta, es decir de la desintegración espontánea de neutrón en protón, electrón y neutrino.
3- Por las investigaciones básicas sobre los neutrones y la producción, usando éstos como proyectiles, de más de sesenta isótopos radiactivos.
4- Por sus contribuciones a la teoría atómica y molecular.
5- Por la construcción de la primera máquina capaz de producir energía a partir del contenido energético de los núcleos.
6- Por los hallazgos en física de partículas subnucleares.

“Se trata de descubrimientos llevados a cabo en tres ámbitos distintos: física teórica (3), física experimental (2), física aplicada (1). Ningún físico de nuestro siglo ha sido capaz de igualar la versatilidad de Fermi” (De “Física sin dogma”-Alianza Editorial SA-Madrid 1994).

Lo irónico del caso es que no fue galardonado con el Nobel por alguno de estos aportes, sino por uno que, como se demostró posteriormente, fue mal interpretado. Selleri escribió al respecto: “Cuando Fermi y los suyos llegan a bombardear el núcleo estable más pesado existente (el del uranio) y observan la producción de radiactividad, no piensan en absoluto que el mecanismo haya cambiado y llegan a la conclusión de haber producido un nuevo elemento transuránico. Esto es, ellos creen que han llegado a fabricar un nuevo tipo de materia inexistente en la naturaleza. Es un hallazgo clamoroso, que enseguida se propaga por todo el mundo y que reporta a Fermi el premio Nobel. Lo irónico del caso es que se trataba de un error, y que lo que realmente se había hallado era la fisión del uranio, su fragmentación en núcleos más pequeños, debido a la colisión con un neutrón de muy baja energía. Así que el gran físico que hubiera merecido seis premios Nobel ¡llega a ganarlo por un error!”.

Fermi se destacó también por su capacidad para crear y dirigir un grupo de físicos, conocido como el Grupo de Roma. Para ello tuvo la suerte de encontrar en el físico y político Orso Mario Corbino el apoyo que necesitaba. Emilio Segrè escribió: “Corbino tenía un sueño: hacer que renaciera la física en Italia. La ciencia que tanto amaba había estado en total parálisis en Italia durante casi un siglo, desde la época de gran esplendor de Volta y Avogadro. Corbino, sagaz, de gran corazón y carente por completo de celos, vio inmediatamente en Fermi los medios para realizar su sueño. En consecuencia, lo estimuló, lo protegió y lo ayudó infatigablemente” (De “De los Rayos X a los quarks”-Folios Ediciones SA-México 1983).

En plena época fascista, no fue extraño que a alguien se le ocurriera bautizar algún nuevo elemento con alguna denominación partidaria. Segrè comenta: “Creo que hubo sugerencias, si es que no directas presiones, de añadir gloria al régimen fascista dándole a los nuevos elementos hipotéticos nombres caros a los fascistas, como por ejemplo «littorio». (Los lictores eran funcionarios romanos que utilizaban el «fascio» como insignia de su magistratura). Corbino, que era muy agudo y rápido, señaló que los nuevos elementos tenían vidas muy cortas, lo cual los hacía inapropiados para celebrar el fascismo”.

Entre los integrantes del Grupo de Roma pueden mencionarse los siguientes: E. Amaldi, F. Rasetti, E. Segrè, B. Pontecorvo, E. Majorana, M. Ageno, G. Bernardini, G. Cocconi, M. Conversi, G. Gentile, U. Fano, B. Ferretti, O. Piccioni, G. Racah, B. Rossi y G. C. Wick.

Un caso enigmático fue el de Ettore Majorana, quien desapareció en plena juventud, sin dejar rastro y sin que, hasta ahora, se sepa qué ocurrió con él. Incluso su madre le deja su parte correspondiente de la herencia suponiendo que en alguna parte estaría vivo. Por tener algunos problemas psicológicos, Fermi decía que carecía de “buon senzo” (sentido común). Selleri escribió: “Fermi suscitaba como teórico una gran admiración por parte de todos sus colaboradores. Se dice, no obstante, que Fermi se consideraba inferior a Majorana, el único que podía hablar con él de tú a tú. Pensaba que era el mayor teórico de su tiempo. Pontecorvo recuerda haber oído decir a Fermi: «Si el problema ya ha sido formulado nadie en el mundo lo puede resolver mejor que Majorana». Pero Majorana tenía un carácter muy complejo y, para disgusto de Fermi, casi nunca publicaba los resultados de sus investigaciones. Desde 1932, empezó a encontrarse cada vez con menor frecuencia con el grupo de Fermi, hasta desaparecer literalmente en 1938. Como se sabe, se ha escrito y fantaseado mucho sobre esa desaparición”.

En el inicio de los estudios de los núcleos pesados, se utilizaban partículas alfa, muy energéticas, siendo rechazadas por el núcleo debido a su carga eléctrica. De ahí la decisión de Fermi de probar con partículas neutras, como es el caso del recientemente descubierto neutrón (1932). Incluso la efectividad aumentaba cuando los neutrones eran lentos, ya que la escisión de los núcleos se estableció finalmente ante su inestabilidad al aceptar una nueva partícula. El experimento decisivo fue anunciado bajo la firma de todos los integrantes del grupo de físicos, siendo otra innovación de Fermi, ya que, hasta ese momento, sólo figuraba el nombre del director de un grupo de investigación. Segrè escribió al respecto: “En el otoño de 1934 nos encontramos con una sorpresa mayor. Descubrimos, por casualidad pero también gracias a correctas observaciones, que los neutrones filtrados a través de parafina producían reacciones nucleares con mayor efectividad que los que emergían directamente de una fuente de radón o berilio. Después que los hechos fueron confirmados Fermi postuló la inesperada explicación de que los neutrones eran desacelerados por la colisión elástica al pasar a través de la parafina, y que los neutrones lentos eran mucho más efectivos que los rápidos para producir ciertas reacciones nucleares”.

“Pocas horas después pudimos verificar esta hipótesis, y en la tarde del 22 de octubre de 1934, el mismo día en que había sido descubierto el efecto, escribimos una nota de una página firmada por Fermi, Amaldi, Pontecorvo, Rassetti y Segrè que establecía firmemente los hechos y su interpretación. Para todos los firmantes aquella fue una de las obras principales de su carrera. Las grandes posibilidades prácticas de los neutrones lentos no se le escaparon a Corbino, que insistió en que debía patentarlos a pesar de que en ese momento ninguno pudiera sospechar, como es obvio, que los neutrones lentos serían la clave de la energía nuclear”.

Una vez descubierta en Alemania la fisión nuclear, se abría la posibilidad tanto de su uso pacífico como de su uso bélico. Esto se debe a que, cuando se produce la fisión de un núcleo pesado, se libera energía y también neutrones adicionales, que pueden fisionar otros núcleos. Segrè agrega: “Si la reacción en cadena ocurre con gran rapidez y de manera incontrolada, se produce una violenta explosión y uno tiene una bomba atómica o, hablando estrictamente, una bomba nuclear. En cambio, si la reacción puede ser controlada, y llevada a una situación estacionaria, se tiene una fuente de energía. Los dos caminos están abiertos: a la bomba atómica y a la energía nuclear –una alternativa doble, como la cabeza de Janus- según suele ocurrir en las aplicaciones de la ciencia y la tecnología”,

Fermi fue el pionero en el uso pacífico de la fisión nuclear al construir el primer reactor o pila de fisión controlada, en EEUU. También participó del Proyecto Manhattan; organización encargada de la fabricación de la primera bomba de fisión nuclear. Franco Selleri escribió acerca de la labor, poco pacífica por cierto, posterior a la guerra: “Después de la guerra encontramos a Fermi defendiendo la continuación en Los Alamos de las investigaciones de tipo militar contra todos aquellos que habrían querido devolver aquel lugar «a los lobos del desierto». Más tarde se ocupa de la bomba de hidrógeno, declarándose contrario en un primer momento, pero pasando después a trabajar en el proyecto, incluso, parece ser, con entusiasmo”.

sábado, 29 de septiembre de 2018

La mujer relegada

A lo largo de la historia, y aún en la actualidad, se advierte una tendencia a relegar a la mujer a un lugar social, incluso familiar, inferior al del hombre. Ello se debe, no sólo a cierta tradición, sino también a la propia inseguridad varonil cuando necesita rebajar a alguien para sentirse superior. También existe, por parte de las mujeres, una predisposición a ceder al hombre el lugar que, por comodidad, ha optado por renunciar.

A partir del cristianismo, a través del “Amarás al prójimo como a ti mismo”, se le reconoció a la mujer la esencial igualdad que debe concederse a todo ser humano. Sin embargo, aun cuando se disponga de tal mandamiento, no siempre se le admitieron sus potenciales capacidades, como han sido demostradas desde épocas relativamente recientes.

El concepto bíblico del Reino de Dios prohíbe expresamente todo gobierno del hombre sobre el hombre, es decir, de todo ser humano sobre cualquier ser humano; por lo tanto, excluye también al gobierno del hombre sobre la mujer y de la mujer sobre el hombre. Son las leyes naturales las que deben regir las conductas individuales, especialmente aquellas que promueven la cooperación entre los distintos integrantes de la humanidad.

Entre las formas elegidas por la sociedad, para revertir errores pasados y presentes, han surgido los movimientos feministas, muchos de los cuales no buscan restablecer la igualdad que siempre debió existir, sino que promueven una especie de venganza encubierta contra todos los hombres; algo que resulta absurdo si en realidad se busca mejorar las cosas.

La aparente desigualdad o inferioridad de las mujeres ha sido manifestada por muchos influyentes autores, incluso por algunos que redactaron los Libros Sagrados de las religiones. Se menciona a continuación a varios de ellos:

“Y Dios dijo a la mujer: «Yo multiplicaré tus afanes y tu gravidez. Parirás a los hijos con dolor. Estarás sujeta al poder del varón y él te dominará»” Génesis.
“Si hay un Dios que inventó a la mujer, sepa, donde quiera que se halle, que es el autor fatal del mayor mal” Tucídides.
“Vuestras mujeres son un campo para vosotros; vayan entonces a vuestro campo como mejor les plazca”. El Corán.
“Durante la infancia una hembra debe ser sometida a su padre, en la juventud a su marido y cuando su señor ha muerto a los hijos. Una mujer no debe ser jamás independiente. Por cuanto un marido pueda ser lejano de cualquier virtud o libertino o privado de buenas cualidades, una esposa fiel debe constantemente adorarlo como a un dios”. Leyes de Manú.
“Existe un principio del Bien que creó el orden, la luz y el hombre, y un principio del Mal que creó el caos, las tinieblas y la mujer”. Pitágoras.
“Adán fue llevado al pecado por Eva y no Eva por Adán. Es justo que la mujer reciba como patrón al que indujo a pecar”. San Ambrosio.
“Y todas las mujeres tienen poco cerebro, y no hay una que sepa decir dos palabras y las predique, porque en tierra de ciegos, el que tiene un ojo es señor”.Maquiavelo.
“No está bien, y por muchas razones, que una mujer estudie y sepa tantas cosas”. Molière
“La mujer está hecha para ceder al hombre y para soportar también sus injusticias”. Rousseau.
“La mujer no pertenece a sí misma sino al hombre…El hombre es el administrador de todos sus derechos, él es un representante natural en el Estado y en la sociedad entera”. Fichte.
“Todas las mujeres, en la conservación de su existencia (en mantenimiento y protección), no dependen de su propio impulso sino de las órdenes de los otros”. Kant.
“Las mujeres pueden tener hallazgos, gusto, delicadeza, pero no tienen ideales…El destino de la joven es esencialmente la relación matrimonial”. Hegel.
“La mujer casada es una esclava que necesita saber montar un trono”. Balzac.
“La felicidad del hombre dice: yo quiero. La felicidad de la mujer dice: él quiere”. Nietzsche.
“Se duda en decirlo, pero no puede sustraerse a la idea de que el nivel de lo que es éticamente normal, para la mujer, es diferente”. Freud.

(Del libro “Las mujeres y la culpa” de Liliana Mizrahi (Emecé Editores SA-Buenos Aires 1994)

Se advierte en las citas anteriores que la mujer no sólo ha sido considerada inferior por muchos autores, sino también culpable de muchos de los males sociales. Al respecto, Liliana Mizrahi escribió: “Para la tradición judeo-cristiana se es culpable no bien se vive. La raíz del sentimiento de culpa surge del «pecado original», resultante de la «caída del hombre», tal como lo señalan las sagradas escrituras”.

“Necesitamos crear y recrear certezas religiosas que nos protejan de la angustia que surge ante esta «culpa por existir»”.

“La culpa no es un sentimiento «natural». Es el instrumento más efectivo para neutralizarnos como sujetos autónomos. Es un arma de domesticación y sometimiento a una cultura totalitaria que nos acusa falsamente. Si las acusaciones son falsas, las defensas también lo serán. El no reconocimiento de la falsedad de las acusaciones que nos atribuyen nos convierte en seres frágiles y vulnerables a esa misma falsificación y mistificación”.

“Siglos de historia recrean el mismo mensaje en las voces de la soberbia masculina. Religiones, leyes, mitos, literatura, ciencia y filosofía se dan la mano para construir esta mujer manantial de vida y de males, hembra portadora de culpas y dones, elevada al cielo o arrojada a los infiernos”.

“Las religiones nos encadenan, los mitos inventan y multiplican nuestras culpas, la filosofía nos descalifica como sujeto, la teología medita y discute la posibilidad de que tengamos alma. La literatura no sabe ya de qué disfrazarnos, las leyes nos imponen tutor y no se nos reconoce entidad jurídica. La ciencia intenta demostrar nuestra inferioridad biológica. La cultura que pretende precisar qué cosa es nuestra naturaleza, por siglos amplió y restringió sus límites y de ese modo impuso conductas”.

“La soberbia masculina presume definirnos: virgen, prostituta, hija dócil e incapaz, esclava intrigante, esposa fiel o astuta, madre inmaculada o castradora, hermana sumisa, amante cruel”.

“Quedamos recluidas en estas definiciones donde nuestro espacio, nuestro rol y nuestras obligaciones han sido atribuidos en función de «las-necesidades-de-los-otros». Los otros: esferas divinas ante las cuales, en realidad, somos seres abandonados”.

“¿Es otra la cara de la dominación? Cambian los paisajes, se transforman los códigos y sus símbolos, se modifica el lenguaje, las modas, la publicidad, la religión, la iglesia, la educación, las normas sociales, las pautas culturales. La astucia de siglos de historia represiva consiste en convencernos de que nacemos pecadoras y nuestra existencia como tal es una infracción. Somos herederas de una moral inquisidora”.

“La moral judeo-cristiana se articula sobre el concepto de pecado y la justicia sobre la noción de condena. Infinito sadismo que goza contemplando a sus criaturas doblegadas en el camino”.

“Su dominio no desaparece con la extinción del poder religioso o de la liturgia eclesial. Somos herederas de una moral inquisidora. Para esta cultura totalitaria, fundada en la coerción, nada mejor que mujeres que ofrecen la otra mejilla”.

viernes, 28 de septiembre de 2018

Max Planck y los inicios de la mecánica cuántica

La física atómica y nuclear, cuyas leyes implican una prolongación parcial de las que rigen el mundo a escala humana, presenta una diferencia esencial respecto de la física macroscópica, que es la existencia de discontinuidad en los intercambios energéticos. Mientras que, tanto los fenómenos mecánicos como los electromagnéticos admiten, en principio, la intervención de intercambios energéticos de una pequeñez arbitraria, Max Planck encuentra una limitación a esa creencia, descubriendo también una limitación a la validez de las teorías vigentes en el macromundo. Mario Bunge escribió: “La era atómica comenzó, sin que nadie se diese cuenta, el 14 de diciembre de 1900. Ese día Max Planck comunicó su hipótesis de los quanta, o cuanta, que le permitió explicar la distribución de la energía de radiación atrapada en un recinto. Este fue el primer desafío a la física del continuo, que había reinado desde Aristóteles en todos los campos excepto en la química. Fue la primera confesión de que esa física no era del todo verdadera, por lo cual debía ser modificada”.

“Como toda idea radicalmente nueva, la hipótesis de Planck no fue bien recibida. El propio Planck sufrió largo tiempo escrúpulos de conciencia, e intentó reconciliar su teoría con la física clásica. Desde luego, no lo logró. La física cuántica se desenvolvió de manera rápida e irreversible…” (De “Max Planck. Autobiografía científica”-Ediciones Leviatán-Buenos Aires 1987).

Emilio Segré se refiere a Planck como un “revolucionario a pesar suyo”, siendo uno de sus atributos ser un especialista de la termodinámica, aunque dominaba la totalidad de la física de su tiempo. Introdujo su famosa “constante de Planck” (simbolizada como h), partiendo de planteos propios de su especialidad. Segré escribió: “La termodinámica tiene el mismo grado de certidumbre que sus postulados. Razonar en termodinámica es a menudo sutil, pero las conclusiones son absolutamente sólidas. Veremos de qué manera Planck y Einstein edificaron a partir de ella con absoluta certeza, y de qué modo consideraron que la termodinámica era el único cimiento totalmente firme sobre el cual podía construirse la teoría física. Cada vez que se enfrentaban con obstáculos formidables, regresaban a ella” (De “De los Rayos X a los quarks”-Folios Ediciones SA-México 1983).

Si bien Planck introduce su constante de acción (Acción = Energía x Tiempo) buscando compatibilizar su fórmula descriptiva con los datos experimentales existentes, estuvo siempre orientado por una postura definida, en conflicto con la de varios físicos de renombre. Al respecto escribió: “Numerosos físicos eminentes trabajaban en el problema de la distribución de la energía espectral, tanto desde el aspecto experimental como del teórico, dedicando todos sus esfuerzos sólo a demostrar la dependencia de la intensidad de la radiación con respecto a la temperatura. Por otra parte, yo sospeché que la relación fundamental radica en la dependencia de la entropía respecto de la energía”.

Planck advierte los efectos de la “inercia mental” en la ciencia, ya que aun bajo las evidencias de la experimentación, a muchos científicos les cuesta abandonar sus arraigados hábitos de pensamiento. “Una nueva verdad científica no se impone por el convencimiento de sus opositores, haciéndoles reconocer la realidad, sino más bien porque algún día los opositores desaparecen y surge una nueva generación que ya está familiarizada con ella”.

Si bien en su formación contó con la influencia de destacados científicos, Planck reconoce en ellos algunas deficiencias didácticas que limitaron dicha influencia. Al respecto escribió: “Fue en Berlín donde mi horizonte científico se amplió considerablemente bajo la orientación de Hermann von Helmholtz y Gustav Kirchhoff, cuyos alumnos tenían toda clase de oportunidades para proseguir sus actividades, conocidas en todo el mundo. Debo confesar que no saqué ningún beneficio perceptible de los cursos impartidos por ellos”.

“Era evidente que Helmholtz jamás preparaba sus clases debidamente. Hablaba titubeando e interrumpía su disertación para buscar los datos necesarios en su pequeña libreta; más aún, con frecuencia se equivocaba en los cálculos que hacía en el pizarrón y era obvio que la clase le aburría a él, casi tanto como a nosotros. Con el tiempo, sus clases fueron quedando cada vez más desiertas, hasta que por último sólo asistían a ellas tres estudiantes, entre ellos yo y mi amigo Rudolf Lehmann-Filhés, quien posteriormente se hizo astrónomo”.

“Kichhoff era el extremo opuesto. Sus clases eran cuidadosamente preparadas, cada frase estudiada y tenía una aplicación correcta. No faltaban ni sobraban las palabras; pero daban la impresión de un texto memorizado, carente de interés y monótono. Sentíamos admiración por él, pero no por lo que decía” (De “Max Planck. Autobiografía científica”). Cuando Planck presenta su tesis doctoral sobre termodinámica, en 1879, advierte la indiferencia de varias de las figuras importantes de la física alemana. “Mi tesis no tuvo eco alguno sobre los físicos de aquellos tiempos. Ninguno de mis profesores de la Universidad comprendió su contenido, como pude deducir de mis conversaciones con ellos. Es evidente que aprobaron mi tesis doctoral sólo porque conocían mis restantes actividades en el laboratorio físico y en el seminario de matemáticas. Pero no encontré ningún interés, y menos aprobación, entre los físicos que se ocupaban del problema”.

“Es probable que Helmholtz ni siquiera haya leído mi trabajo. Kirchhoff expresamente desaprobó su contenido observando que el concepto de entropía, cuya magnitud sólo podía ser medida mediante un proceso reversible, y que en consecuencia era definible, no debía ser aplicado a los procesos irreversibles”.

“Con Clausius no pude ponerme en contacto; no contestó a mis cartas y no lo encontré cuando traté de verlo personalmente en su casa de Bonn. Mantuve correspondencia con Carl Neumann, de Leipzig, pero sin resultados fructuosos”.

“Sin embargo, debido a la gran importancia que yo le atribuía a la tarea que me había impuesto a mí mismo, tales experiencias no podían desanimarme para continuar mis estudios sobre la entropía que para mí era, después de la energía, la propiedad más importante de los sistemas físicos. Puesto que su valor máximo indica un estado de equilibrio, todas las leyes del equilibrio físico y químico derivan del conocimiento de la entropía”.

“Todas mis investigaciones tuvieron resultados fructuosos. Pero, lamentablemente, como después lo supe, los mismos teoremas habían sido obtenidos antes, y en cierto modo en forma aun más universal, por el gran científico norteamericano Josiah Willar Gibbs, y así fue que en este campo no logré ningún mérito”.

Mientras que la termodinámica describe los fenómenos térmicos en base a magnitudes macroscópicas como presión, volumen y temperatura, la mecánica estadística describe los mismos fenómenos pero partiendo de una escala molecular en donde se supone que las moléculas se rigen por las leyes de la mecánica newtoniana. De ahí que uno de los fenómenos estudiados por la mecánica estadística haya sido el de la distribución de velocidades entre las partículas de cierto gas, encerrado en un recipiente, estando a una determinada temperatura. Se observó, en este caso, que la velocidad media de las partículas aumentaba cuando lo hacía la temperatura.

Este fenómeno hizo que los físicos, análogamente, intentaran describir la distribución de energía asociada a las diferentes frecuencias de la radiación electromagnética existente en una cavidad cerrada y a cierta temperatura. Se había observado, en estos casos, que la frecuencia predominante tiende a aumentar con la temperatura, como es el caso de los hornos que pasan del rojo a un color cercano al blanco.

Mientras que la cantidad de partículas de un gas constituía una cantidad determinada y finita, las ondas estacionarias de la radiación, que se acomodaban en un recinto cerrado, podían admitir frecuencias en una cantidad prácticamente infinita, de ahí que, de alguna manera, la fórmula que habría de describir la repartición de energía, debía limitar el contenido energético de las altas frecuencias.

Planck conocía los trabajos experimentales de Heinrich Hertz y supuso que en las paredes del recipiente existían osciladores que emitían y absorbían radiación pero no en forma continua, sino en “paquetes” o “quantos” regidos por la relación: Energía = Constante de Planck x Frecuencia. La cantidad de estos quantos se reducía a medida que eran más energéticos. Louis de Broglie escribió: “La radiación negra puede ser descompuesta, por un análisis del tipo de Fourier, en una superposición de radiaciones monocromáticas. Entonces se plantea el problema de saber cuál es la composición espectral de esta radiación”.

“Según las teorías clásicas, una carga eléctrica animada de un movimiento periódico de frecuencia puede emitir y absorber en forma continua radiaciones electromagnéticas de la misma frecuencia . Planck tuvo la admirable idea de que era preciso abandonar el punto de vista clásico y admitir que una carga eléctrica animada de un movimiento periódico de frecuencia sólo puede emitir o absorber la energía radiante en cantidades finitas de valor h , donde h es la nueva constante” (De “Sabios y descubrimientos”-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1952).

miércoles, 26 de septiembre de 2018

La era del cinismo

Los antropólogos caracterizan las distintas etapas culturales mediante tres estados principales: salvajismo, barbarie y civilización. Estos estados serían los resultantes de tres actitudes básicas frente a la moral establecida, aun cuando sea ésta rudimentaria, y son el cinismo (no se respeta ninguna norma moral), la hipocresía (se valora la moral, pero no se la cumple) y la virtud (se trata de cumplir con las normas morales). En distintas poblaciones y épocas, coexisten todas estas actitudes, aunque alguna de ellas tiende a predominar sobre las restantes. San Gregorio escribió: “Hipocresía es ocultar con arte y disimulo un vicio, bajo la apariencia de las virtudes”.

A partir de la cotidiana atención a los medios masivos de información, se advierte que la actual es una época de crisis, o de decadencia moral, por lo que a nadie debe extrañar que el cinismo y la hipocresía prevalezcan sobre los comportamientos virtuosos. Incluso la aceptación generalizada del relativismo moral, asegura un lugar importante para el cinismo. “Como actitud moral o práctica, el cínico desprecia, no sólo los convencionalismos, sino también la moral, que viola sin sombra de vergüenza o pesar, incluso con afectación de impudor” (Del “Diccionario del Lenguaje Filosófico” de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

Los cínicos constituyeron también una antigua postura filosófica, derivando su nombre del lugar en donde se reunían sus partidarios, que estaba asociado a los perros, ya que existe alguna similitud entre el comportamiento cínico y el de tales animales. Matthew Stewart escribió: “Los cínicos eran los hippies del mundo antiguo. Preconizaban y vivían una vida sencilla y autosuficiente, libre de convenciones sociales. Creían que su sociedad se hallaba esencialmente corrompida y desnaturalizada y, por tanto, había de ser rechazada. Diógenes (404-323 AC), el más célebre de los cínicos, vivía en un tonel”.

“El cínico Crates y su esposa Hiparquía, de filosófico talante, mantenían relaciones sexuales en la plaza del mercado. Tanto Crates como Diógenes alababan asimismo el incesto y el canibalismo, aunque no está claro si también violaban de hecho estos tabúes. Tanto ellos como los espíritus libres de igual parecer merecieron el nombre de cínicos, que significa «perros», principalmente porque los griegos concebían a los perros como criaturas desvergonzadas” (De “La verdad sobre todo”-Taurus-Madrid 1998).

Por otra parte. José Ferrater Mora escribió: “La llamada escuela cínica recibe, según algunos autores, su nombre del vocablo «perro», entendiéndose que los cínicos consideraban este calificativo como un honor. Según Diógenes Laercio, procede del hecho de que Antístenes –usualmente estimado como el «fundador» de la «escuela»- daba sus enseñanzas en el Cinoargo, un gimnasio situado en las proximidades de Atenas”.

“El sentido peyorativo que adquirió la palabra muy posteriormente se debe, en gran parte, al desprecio en que tenían los cínicos las convenciones sociales, y en parte a los adversarios de la escuela, sobre todo desde que algunos de sus «miembros» abandonaron el rasgo ascético y se inclinaron al hedonismo. Pero, en general, el cínico era estimado como el hombre a quien las cosas del mundo eran indiferentes” (Del “Diccionario de Filosofía”-Editorial Ariel SA-Barcelona 1994).

El cínico casi nunca se compara con los mejores y supone que el resto de la sociedad es hipócrita, adoptando una postura esencialmente antisocial. De esa manera, el comportamiento cínico puede llegar al extremo de negar la realidad, o negar las evidencias. La negación de lo evidente implica, en cierta forma, un estado de perturbación mental, como es el caso del adolescente que, descubierto por el docente infringiendo la norma de “no copiar” durante un examen, procede de inmediato a “destruir” la prueba del delito y a afirmar tranquilamente que es inocente.

El docente que haya experimentado tal tipo de situaciones, quedará mucho más sorprendido cuando observa que las máximas autoridades nacionales proceden de manera semejante, negando lo evidente con total desvergüenza, incluso tratando de mentirosos a quienes se atreven a denunciar sus frecuentes delitos. Pero las cosas no terminan ahí, por cuanto millones de partidarios adoptan también posturas cínicas al apoyarlos incondicionalmente. De ahí que surjan expresiones como: “A mí no me robó nada”, o “A CFK nadie la vio recibir dinero”.

El cínico se siente superior al resto de la sociedad, supuestamente hipócrita, por cuanto aduce “decir siempre la verdad y mostrarse como realmente es”, mientras que el hipócrita miente y muestra una falsa imagen de su auténtica personalidad. Pero el cínico nunca se compara con el virtuoso, que también existe, y que dice la verdad y se muestra como realmente es, pero esta vez ateniéndose al cumplimiento de normas morales.

La anomia social, o falta de normas, implica en realidad el no acatamiento a las normas existentes. Tanto la hipocresía como el cinismo son las actitudes que llevan a la sociedad hacia un estado de anomia o caos social. Tal es así, que si uno tiene en cuenta todas las veces que, al observar a un ciclista que transita por una senda peatonal, y le sugiere que “debe ir por la calle”, advertirá que un 50 a 60% de las veces recibirá como respuesta la típica reacción cínica: insulto, burla, indiferencia, extrañeza, ofuscación, etc. Como es de esperar, una sociedad con una predominante dosis de hipocresía y de cinismo, es una sociedad y un país al margen de la ley.

A nadie debe extrañar que tal tipo de sociedad admire mayoritariamente a terroristas como Ernesto Che Guevara, por cuanto se identifica con alguien que busca destruirla tratando de instalar un gobierno basado en criterios totalitarios que descartan toda forma de costumbre o moral tradicional.

Se ha llegado al extremo de difundir, mediante una propaganda televisiva (asociada a un huevo), una vulgar grosería que ejemplifica el desprecio e indiferencia por el nivel cultural del medio social. Puede decirse que se trata de una abierta y masiva promoción del cinismo, de dónde surge el interrogante acerca de si tiene sentido vivir en una sociedad que carece de mínimos atributos humanos hasta decaer en lo más bajo en que el hombre pueda caer. Si, al menos, se adoptaran las actitudes amistosas de la mayoría de los animalitos domésticos, avanzaríamos en la dirección de una sociedad verdaderamente humana.

No resulta del todo sorprendente que las series televisivas de mayor audiencia hagan referencia a delincuentes y asesinos. Ante una generalizada corrupción, la televisión actúa como un lazo de realimentación que vuelca sobre la sociedad lo peor que previamente extrae de la misma. Pareciera que la “televisión verdad” ha optado por promover lo peor, en lugar de intentar mostrar lo positivo aun cuando no tenga la gran aceptación que tiene lo perverso y lo inmoral. Cuando se promueve lo inmoral se advierte que lo que era en el pasado una nación, pasó a ser un simplemente conglomerado de seres humanos sin objetivos comunes.

El cínico es el que poco se valora a sí mismo, ya que carece de honor y de orgullo, jactándose de su actitud antisocial, y es el que, además, poco o nada valora la opinión de los demás, mostrando que poco o nada valora al resto de la sociedad.

En la actualidad no se habla tanto de cinismo y de hipocresía, sino de anomia, o ausencia de normas (no porque no existan, sino porque no se las respeta). Carlos S. Nino escribió: “Hay una tendencia recurrente en la sociedad argentina a la ilegalidad, es decir, a ignorar las normas jurídicas, morales y sociales. Este vicio nefasto, que se percibe a diario, se vincula estrechamente con la ineficiencia y contribuye a explicar la dramática involución del país en el curso del siglo XX”.

“Si analizamos el discurso de los argentinos, advertiremos que aducir que algo va en contra de la ley es una forma de iniciar una conversación y no de concluirla, como ocurre en otros países (recuerdo, por ejemplo, a un prestigioso profesor norteamericano sonrojarse y callarse cuando su secretaria rehusó cumplir con su pedido de copiar un programa de computación, por ser ilegal; es poco imaginable una situación similar en la Argentina)” (De “Un país al margen de la ley”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).

A la palabra “civilización” podemos asociarle, entre otros significados, el del cumplimiento generalizado de normas morales y jurídicas, de ahí que las sociedades en las que el cinismo goza de gran veneración, no deberían denominarse “civilizadas”. Nino agrega: “Como dice Jon Elster, «las normas son el cemento de la sociedad». Esto quiere decir que las normas hacen posible la integridad y la subsistencia de las sociedades. Tal vez ello tenga que ver con el papel que las normas juegan para hacer más eficiente a un grupo social”.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Las tensiones de la desigualdad

Mientras que la desigualdad biológica resulta ser una ventaja evolutiva, ya que la humanidad requiere de especialistas en diversos temas, la desigualdad social resulta ser un fenómeno negativo, ya que crea tensiones desagradables en las relaciones interpersonales, siendo un problema creado por los propios seres humanos. De ahí surge un error muy común: creer que en realidad existe una “igualdad biológica”, que fue distorsionada por el hombre, por lo que se pretende corregir las diferencias observadas, atribuidas a una negativa influencia social. Por ello se propone eliminar diferencias entre hombres y mujeres, considerando incluso que la atracción entre personas de distinto sexo es “una construcción social” y no una consecuencia de nuestra naturaleza humana.

Los marxistas, al sostener que el hombre actúa principalmente por la influencia del medio social, restándole toda importancia a la herencia genética, suponen que se debe tratar de borrar desde la niñez todas las diferencias existentes entre hombres y mujeres. Luego promueven la anulación de todo tipo de premios y sanciones en establecimientos educativos, ya que, aducen, tales estímulos favorecen a unos y perjudican a otros, induciendo alguna forma de desigualdad. Buscan el comportamiento uniforme apuntando hacia el colectivismo, en desmedro de todo vestigio de individualidad. Así, mientras la evolución biológica tiende a crear seres distintos y variados, los colectivistas promueven la uniformidad y el igualitarismo.

La uniformidad promovida por los ideólogos totalitarios implica una igualdad artificial, o colectiva, que nunca llega a la igualdad emanada desde los afectos, o los sentimientos. Adviértase que la contravención más penalizada en la antigua Unión Soviética era la disidencia, ya que era un síntoma de rebeldía contra la uniformidad de pensamiento. Andrei Sajarov escribió al respecto: “El delito que provoca el mayor número de detenciones es el de leer, poseer o prestar a amigos cualquier texto ciclostilado [copiado muchas veces] o cualquier libro de contenido no grato (que, por lo demás, suele ser de naturaleza inofensiva)” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).

Para los igualitaristas, toda desigualdad social o económica resulta negativa, aunque no siempre debe ser así. Mientras que la persona sensata advierte que el sector productivo, al disponer por lo general de mayores recursos económicos, y al no poder consumirlos en su totalidad (cada persona tiene un estómago para alimentar y un cuerpo para vestir), necesariamente los excedentes irán al resto de la sociedad vía intercambios. Por el contrario, el igualitarista, al pretender disponer de los mismos recursos que los creados por otros, promueve la confiscación de ganancias o la expropiación estatal de empresas, por lo que la actividad económica, en esos casos, caerá a niveles alarmantes en poco tiempo.

Puede decirse que la persona sensata no se sentirá incómoda por el hecho de disponer de menores medios económicos que los sectores altamente productivos. El envidioso, por el contrario, no soporta tener menos riqueza material que los demás, prefiriendo estar rodeado de personas pobres, o incluso bastantes más pobres que él. Liberarse de las causantes externas de la envidia padecida, le parece mejor que intentar liberarse de su grave defecto personal. Arthur Schopenhauer escribió: “Nunca pensamos en lo que tenemos, sino siempre en lo que nos falta”. Para el caso del envidioso, podría adaptarse como: “Nunca piensa el envidioso en lo que tiene, sino siempre en lo que tienen los demás”.

Así como existe la envidia por cuestiones materiales, existe una especie de envidia afectiva, que son los celos. Los celos aparecen cuando la capacidad de amar de las personas resulta limitada y también cuando el egoísmo adquiere predominio sobre otras actitudes básicas.

En ambos casos (envidia y celos) se advierte que, aun en situaciones similares, surgen resultados opuestos, según las actitudes personales de cada individuo. De ahí que no siempre las soluciones deben buscarse a través de cambios sociales, excepto que tales cambios provengan de un previo mejoramiento individual. La gravedad del caso es que celos y envidia tienden a generalizarse. Arturo Pérez-Reverté escribió: “Del mismo modo en que antes se admiraba a hombres y mujeres por su mérito, ahora unos y otros molestan. El talento incomoda como nunca. Los mediocres, los acomplejados, los bobos, necesitan que la vida descienda hasta su nivel para sentirse cómodos, y es destruyendo la inteligencia y ensalzando la mediocridad como están a gusto. En España el talento real está penalizado. Convierte a quien lo posee en automáticamente sospechoso. De ahí a la nefasta palabra elite, tan odiada, solo media un paso, claro. Y la palabra fascista está a la vuelta de la esquina”.

“¿Creen que exagero? Echen un vistazo a los colegios, a los niños. Lo he escrito alguna vez: todo el sistema educativo actual está basado en aplastar la individualidad, la inteligencia, la iniciativa, el coraje y la independencia. En destruir a los mejores, con reproches incluidos a los padres: Luisa no habla con sus compañeras y prefiere leer, Alberto levanta demasiado la mano, Juan no juega al fútbol ni se integra en trabajos de equipos, etc. Todo se orienta a rebajarlos al nivel de los más torpes, convirtiéndolos en rebaño sin substancia. No se busca ya que nadie quede atrás, sino que todos queden atrás”.

“Ganarán los mediocres, no cabe duda. Suyo es el futuro, y se nota mucho. A ellos pertenece un mundo al que los imbéciles –ni siquiera hay malvados en esto-, asistidos por sus cómplices los cobardes, fabrican a su imagen y semejanza. Por eso es tan admirable el tesón de quienes resisten: chicos, profesores, padres. Los que se mantienen erguidos y libres en estos tiempos de sumisión, rodillas en tierra y cabeza baja. Los que siguen necesitando referentes a los que admirar, nutrirse de libros, cine, ciencia, historia, literatura y cuanto sirva para obtener vitaminas con las que sobrevivir en el paisaje hostil que se avecina. Lecciones inolvidables de inteligencia y de vida” (De www.xlsemanal.com).

Los resentimientos y odios entre clases sociales no siempre surgen del sector supuestamente superior, sino que, al igual que la envidia, surge principalmente de quienes se sienten inferiores, sin que nada hagan los envidiados. Estos resentimientos y odios tienden a transformarse en “lucha de clases” en cuanto intervienen los ideólogos y promotores. Mario Vargas Llosa escribió: “La verdadera razón del fracaso matrimonial no fueron los celos, ni el mal carácter de mi padre, sino la enfermedad nacional por antonomasia, aquella que infesta todos los estratos y familias del país y en todos deja un relente que envenena la vida de los peruanos: el resentimiento y los complejos sociales. Porque Ernesto J. Vargas, pese a su blanca piel, sus ojos claros y su apuesta figura, pertenecía –o sintió siempre que pertenecía, lo que es lo mismo- a una familia socialmente inferior a la de su mujer”.

“Es un grave error, cuando se habla de prejuicio racial y de prejuicio social, creer que éstos se ejercen sólo de arriba hacia abajo; paralelo al desprecio que manifiesta el blanco al cholo, al indio y al negro, existe el rencor del cholo al blanco y al indio y al negro, y de cada uno de estos tres últimos a todos los otros, sentimientos, pulsiones o pasiones, que se emboscan detrás de las rivalidades políticas, ideológicas, profesionales, culturales y personales, según un proceso al que ni siquiera se puede llamar hipócrita, ya que rara vez es lúcido y desembozado. La mayoría de las veces es inconsciente, nace de un yo recóndito y ciego a la razón, se mama con la leche materna y empieza a formalizarse desde los primeros vagidos y balbuceos del peruano” (De “El pez en el agua”-Editorial Seix Barral SA-Barcelona 1993).

Gran parte de la solución a estos males deberá provenir de la adopción de una escala de valores que permita observar en cada ser humano un integrante más de la humanidad, como “un hermano por ser hijo de Dios”, en el lenguaje religioso, y no como un integrante de determinado grupo o sector de la sociedad. Ello implica adoptar como objetivo el cumplimiento del “amarás al prójimo como a ti mismo”, que es el camino desalentador de toda desigualdad negativa existente. Pierre Rosanvallon escribió: “El autor de ‘La democracia en América’ [Alexis de Tocqueville] subrayó en la introducción de su obra el carácter de impulso del factor religioso, observando: «El cristianismo, que hizo a todos los hombres iguales ante Dios, no sentirá repugnancia de ver a todos los ciudadanos iguales ante la ley»”.

“Así, la igualdad democrática ¿no habría hecho sino cumplir una vieja promesa? La revolución moderna, ¿no sería sino la heredera de la revolución cristiana? «Los genios más profundos y los más vastos de Roma y Grecia –también escribía- nunca pudieron llegar a esta idea tan general, pero al mismo tiempo tan sencilla, de la similaridad de los hombres…Fue necesario que Jesucristo viniera a la Tierra para hacer comprender que todos los miembros de la especie humana eran naturalmente semejantes e iguales»”.

“Hay muchos pasajes de las Escrituras que podrían ser movilizados para defender la correlación. La Epístola de Pablo a los Gálatas (3, 28), donde afirma que «no hay judío, ni griego, ni esclavo, ni hombre libre, ni hombre, ni mujer, porque todos vosotros no sois más que uno en Cristo Jesús», es una de las citadas con más frecuencia”.

“Para ratificar esta interpretación, también se puede recordar la centralidad de la argumentación teológica de Locke, preocupado por garantizar que los principios de la revolución inglesa tenían un origen bíblico. Al batallar contra Robert Filmer, consagró largos capítulos de sus ‘Ensayos sobre el gobierno civil’ en defender su igualitarismo radical fundándose de la categorización de las especies mencionada en el Génesis” (De “La sociedad de iguales”-Ediciones Manantial SRL-Buenos Aires 2012).

Mientras que, desde el cristianismo, se propone la “igualdad en la diversidad”, tratando de evitar todo tipo de distinción grupal, en la actualidad se sigue la tendencia opuesta, tal la de asignar prioritariamente a cada persona su carácter social de burgués o proletario, o su carácter nacional, hasta llegar al extremo de ser definido por su comportamiento íntimo, o por ser hombre o mujer en una lucha propuesta desde el feminismo. Cada individuo ya no es caracterizado por sus atributos morales individuales, por cuanto el relativismo moral impide tal asignación, sino que se lo despersonaliza al asignarle los atributos generalizados del grupo, sector o clase social al que supuestamente pertenece.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Edison (CC) vs. Westinghouse (CA)

A finales del siglo XIX se inicia la etapa de una masiva aplicación de la energía eléctrica, tanto a nivel familiar como industrial. Esta forma de energía proviene del interior de la materia. En su estado normal, los conductores eléctricos muestran un equilibrio entre cargas eléctricas positivas y negativas. Si, mediante otra forma de energía (mecánica, principalmente) se establece un desequilibrio de cargas eléctricas en tal cuerpo neutro, es decir, cargas negativas en un extremo y positivas en el otro extremo, aparece una tensión eléctrica que tiende a restablecer la neutralidad antes existente. Si permitimos que el equilibrio de cargas se restablezca haciéndolas circular (corriente eléctrica) por donde nosotros queramos (lámpara, calefactor, etc.) habremos podido utilizar dicha energía.

Es la época en que surge la lámpara de filamento; invención asociada al nombre de Thomas A. Edison, que requiere, previamente a su utilización, la fabricación de generadores, conductores, aisladores, interruptores y toda una industria antes inexistente. Los generadores de Edison transforman la energía mecánica provista por máquinas térmicas, presentando en sus terminales una tensión continua, es decir, siempre un terminal es positivo y siempre el otro es negativo. Esta tensión continua, cuando se la utiliza para alimentar lámparas de filamento, impulsa una corriente continua, o directa, ya que las cargas eléctricas se mueven sólo en una dirección para restablecer el equilibrio eléctrico (que no se restablece mientras actúa el generador).

Al haberse ya inventado el motor eléctrico de corriente continua (CC), surge la utilización de la energía eléctrica en la industria y el transporte. Justamente, los tranvías eléctricos requieren de un motor que desarrolle su máxima potencia a una mínima velocidad; que es la exigencia del momento de arranque. Este requerimiento es facilitado con eficacia por el motor de corriente continua en serie (o aquel en que el bobinado del estator se conecta en serie con el bobinado del rotor).

Ante la perspectiva de Edison, no hay problemas serios a la vista. Sin embargo, al surgir el proyecto de construcción de la primera gran central hidroeléctrica, a realizarse en las cataratas del Niágara, aparecen varios problemas antes inexistentes. Por empezar, al estar la central alejada de los centros de consumo, se ha de requerir una línea de transmisión de varios kilómetros de longitud.

Como la potencia eléctrica depende tanto de la tensión como de la corriente eléctrica (Potencia = Tensión x Intensidad de corriente), si se la transmite en baja tensión, se requerirá que la corriente sea elevada, por lo que se necesitarán gruesos conductores y grandes torres para sostenerlos. Por el contrario, si se pudiesen generar tensiones altas, o elevar de alguna forma la tensión entregada por los generadores, se requerirán conductores pequeños, torres no muy grandes y aislantes considerables, lo que resulta menos costoso y más eficaz.

Para elevar la tensión de los generadores hacían falta transformadores, pero éstos sólo funcionan con corriente alterna. De ahí que se comenzó a pensar en utilizar en el Niágara generadores de tensión alterna, es decir, que cambian su polaridad periódicamente: + -, - +, +-, y así sucesivamente, siendo la tensión de los generadores rotativos de forma senoidal, o sinusoidal.

Edison se oponía a la idea de generalizar el uso de tensiones alternas, especialmente porque todavía no se disponía en el mercado de motores de corriente alterna, y también porque ya se había establecido una electrificación en base a la corriente continua. Entre tanto, Westinghouse la promovía, apoyado por uno de sus empleados, Nikola Tesla.

La idea del motor de inducción de corriente alterna provino de Galileo Ferraris, quien dispuso de dos bobinados en ángulo recto, en el estator o carcasa del motor, a los que se le aplican tensiones alternas desfasadas (o no coincidentes en el tiempo) de manera que produjeran un campo magnético resultante giratorio en el interior del motor. Este campo magnético giratorio habría de inducir una tensión eléctrica en un rotor aislado mecánica y eléctricamente respecto de los bobinados del estator, luego aparecería una corriente y un campo magnético inducido en el rotor, y éste sería arrastrado por el campo giratorio. De esa forma se obtenía un motor con la ventaja, sobre los motores de corriente continua (CC), de no requerir colector y escobillas, que requerían frecuente reparación y mantenimiento.

También se observó un inconveniente asociado a la transmisión de elevadas potencias eléctricas con un sistema monofásico de CA, o de una sola onda de tensión, ya que la potencia transmitida tendría variaciones periódicas en las cuales aparecían picos de potencia seguidos de instantes de transmisión casi nula, lo que indicaba que se estaba desaprovechando una gran parte de la capacidad de la línea de transmisión. De ahí que surgió la idea de transmitir potencia por medio de sistemas bifásicos, esto es, constituido por dos ondas de tensión separadas en el tiempo lográndose transmitir potencia con variaciones mucho menores que las del sistema monofásico. Posteriormente se generalizó el uso de sistemas trifásicos.

Nikola Tesla fabricó el primer motor trifásico, aunque requería ser alimentado con seis conductores. Estos motores, al recibir potencia eléctrica en forma casi permanente, resultaban más pequeños que los motores monofásicos para una misma potencia mecánica entregada.

El siguiente paso fue la realización de un motor trifásico de tres conductores. “Después de que el físico serbio-estadounidense Nikola Tesla hubiese descubierto en el año 1887 el motor de corriente trifásica, el joven ingeniero ruso, y más tarde ingeniero jefe de la AEG, Mijail Dolivo-Dobrovolsky construye el primer motor de corriente trifásica que puede emplearse para el accionamiento de máquinas motrices y capaz de desarrollar una potencia de hasta 0,1 CV”.

“Mientras que hasta ahora se hablaba de corriente alterna de tres fases, Dolivo-Dobrovolsky emplea específicamente el concepto de corriente trifásica. Tesla empleaba inicialmente para transmitir las tres fases un total de seis conductores. En el año 1888 demuestra que es suficiente emplear sólo 4 conductores pues une entre sí los 3 de retorno. Además, inventa la conexión estrella-estrella para un sistema en el que el generador y el motor están unidos entre sí sólo mediante tres conductores” (De la “Crónica de la Técnica”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1990).

Mientras tanto, Edison inicia una campaña de desprestigio contra la empresa rival, Westinghouse, promotora de las tensiones alternas. Incluso asocia los diversos accidentes eléctricos que ocurren en Nueva York, principalmente por la falta de medidas de seguridad, sino que considera a la propia corriente alterna como la causante de los accidentes. Llega así a colaborar en el diseño de las primeras sillas eléctricas para ser utilizadas con corriente alterna, utilizando el término “westinghousear” en lugar de “electrocutar”.

Finalmente se inaugura la central hidroeléctrica en 1896, utilizando sistemas de corriente alterna, no sin antes disponer de equipos conversores de CA en CC para poder alimentar las instalaciones y motores ya existentes que utilizaban corriente continua. Mark Essing escribió: “Aunque los escaparates mostraban el futuro eléctrico, la verdadera revolución de la feria estaba en el sistema que suministraba la energía. En 1893, el equipo eléctrico funcionaba según distintos tipos de corriente, siendo la división básica la existente entre las corrientes alterna y directa. Los generadores de corriente alterna producían corriente de distintos tipos –conocidos como monofásica, bifásica y trifásica- que no eran intercambiables”.

“Los arcos luminosos requerían voltajes elevados (entre 1.000 y 2.000 voltios) y las lámparas incandescentes, bajos (entre 50 y 100 voltios). Las necesidades de energía eran más variadas. Los nuevos motores de corriente alterna eran adecuados para aparatos que funcionaban a velocidad constante, tales como taladros de dentista y ventiladores, pero tranvías y ascensores –los dos principales usos de la electricidad en la década de 1890- requerían motores de corriente directa, mejor equipados para funcionar a velocidad variable con carga pesada”.

“Muchas personas, compañías y alcaldías habían invertido en diferentes clases de equipo eléctrico. El distrito de la calle Pearl de Nueva York no podía cambiar su sistema de iluminación de corriente directa y empezar de pronto con la alterna, como tampoco una naciente compañía Westinghouse dedicada en buena parte a la corriente alterna monofásica podía convertirla en bifásica o trifásica. Y cualquier ciudad con ferrocarril eléctrico necesitaba corriente directa para hacerlo trabajar. Era como tener doce vías, cada una con un diferente ancho. La corriente, solución adecuada al problema de la incompatibilidad, generaría para cada aplicación diferentes tipos de electricidad”.

“Asistido por Nikola Tesla, George Westinghouse desarrolló un sistema universal de suministro eléctrico. El centro de Sistema Multifase Tesla empleado en Chicago era un generador de corriente alterna bifásica (pronto la trifásica sería la norma industrial). La flexibilidad que poseía la proporcionaban dos nuevos accesorios acoplados: los convertidores de fase que cambiaban la corriente bifásica o trifásica en monofásica. Más importante aún era un accesorio llamado «convertidor giratorio» que podía convertir la corriente alterna en directa. El sistema universal podía proveer, desde un mismo generador, electricidad para cualquier tipo de necesidad: motores de corriente directa, motores de corriente alterna monofásicos o multifase, procesos electroquímicos que requerían corriente directa y lámparas incandescentes o arcos luminosos que necesitaban corriente directa o corriente alterna monofásica o multifásica”.

“La oferta de George Westinghouse para el contrato de la feria de Chicago era tan baja que perdió dinero, pero su verdadero propósito era apostarle al proyecto del Niágara. No era casualidad que el sistema universal de Westinghouse se adaptara a la perfección para cubrir las necesidades de la estación eléctrica del lugar. En el verano de 1893, no mucho después de la clausura de la feria, Westinghouse obtuvo el contrato del Niágara. En 1896, Buffalo recibió su primera remesa de energía eléctrica del Niágara” (De “Edison y la silla eléctrica”-Editorial Océano de México SA-México 2007).

Se cerraba de esa forma una etapa de rápidos progresos tecnológicos en la que empresarios e ingenieros, en competencia y en cooperación, logran resolver los sucesivos problemas que se presentan ante el surgimiento de la, entonces, nueva industria de la electricidad.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Gobierno del Estado vs. Gobierno de la ley natural

De la misma manera en que la existencia de leyes naturales permite inferir la existencia de un orden natural, las leyes humanas habrán de conforman un orden social, que debería ser compatible con aquellas leyes naturales. Así como se habla del hombre como un ser viviente hecho “a imagen y semejanza de Dios”, en las versiones teístas de la religión, puede decirse que el orden social establecido por el hombre debería realizarse también “a imagen y semejanza” del orden natural.

Mientras que en épocas pasadas el orden social estaba conformado por leyes religiosas contenidas en los Libros Sagrados, surgiendo hechos sociales no previstos por tales leyes, se va conformando el Estado, como institución social que, a partir de leyes humanas, contempla la posibilidad de conformar un orden social satisfactorio para todos los integrantes de la sociedad.

La palabra “Estado” (con mayúscula, para diferenciarla del estado de un objeto o de una persona) surge de “estatuto”, indicando la existencia de leyes o reglamentos establecidos para legislar el accionar de individuos en sociedad. Ernesto Stocco escribió: “En los comienzos del siglo XV fue generalizándose en Italia la necesidad de una palabra que incluyese en su significado la estructura total del Estado y abarcase omnicomprensivamente a los elementos constitutivos a los cuales entonces se atribuía mayor relevancia; esto es, la organización de la ciudad como entidad jurídico-política y su gobierno constituido”.

“Aparecen así las denominaciones concretas de Stato de Firenze, Stato de Génova, etc., en las cuales el significado del vocablo Stato es, posiblemente, el que corresponde a la constitución (Status) o estatuto jurídico”.

“Es frecuente oponer las palabras Estado y Sociedad como expresiones de una forma de antítesis. Estado significa una forma de vida social determinada por una serie de coacciones y amenazas que motivan en los individuos un definido comportamiento y, por el contrario, sociedad significa una forma de vida en la que el individuo actúa con libertad” (De “La Libido Dominandi”-Mendoza 2003).

Los organismos legislativos de las antiguas Grecia y Roma, aunque con otras denominaciones (polis y civitas, respectivamente), vislumbran los atributos que caracterizarán a los Estados modernos. De ahí que las primeras opiniones acerca del vínculo entre Estado y sociedad provengan de filósofos griegos y romanos.

Para tener una visión amplia acerca de las diversas opiniones, resulta conveniente describir las posturas extremas. Una de ellas es la adoptada por la religión judeo-cristiana, con el concepto del Reino de Dios, esto es, el gobierno de Dios a través de la ley natural relegando todo gobierno del hombre sobre el hombre a un lugar secundario, incluso prohibiéndolo. Esta postura no tuvo los efectos esperados por cuanto, especialmente en el caso de la Iglesia Católica, interpretaron que eran sus jerarcas los representantes de Dios, y quienes debían gobernar en lugar de las leyes naturales, conformando nuevamente gobiernos humanos.

En el otro extremo encontramos gobiernos netamente humanos, sin ninguna referencia a las leyes naturales, y en los cuales se identifica al Estado con la voluntad de un líder político que lo dirige con criterios estrictamente personales. Los sistemas totalitarios conformaron gobiernos que produjeron en el siglo XX las mayores catástrofes sociales que recuerda la humanidad.

Uno de los primeros promotores de los sistemas totalitarios fue Platón, que incluso establece una analogía con un ser humano, con su cuerpo, mente y demás atributos, para establecer un orden social de diseño propio. Ernesto Stocco escribe al respecto: “Para Platón el Estado es un organismo equiparable al hombre, un macroantrophos. Constituido éste por individuos, existe entre aquél y éstos una relación armónica, de la misma manera que el organismo de un ser viviente está armónicamente relacionado con los órganos que lo integran”.

“Y así como en el ser humano existe una razón que domina, un ánimo que obra y sentidos que obedecen, también en el Estado hay tres distintos elementos equiparables a aquellos: una clase dominante, la de los sabios; otra, defensora de la sociedad, la de los guerreros, y una tercera destinada a abastecer y obedecer a las dos primeras, los agricultores y los artesanos”.

“Para Platón el Estado es un todo que comprende y unifica a todas las manifestaciones de la vida de los individuos. Su poder y autoridad son ilimitados como ilimitada es su competencia para promover la felicidad de todos”.

Aristóteles promueve la moral en cada miembro de la sociedad y en el gobierno, si bien perduran en él ciertas propuestas poco igualitarias que tenderán a desaparecer con el cristianismo. Podría decirse que está situado en una posición intermedia entre el gobierno de las leyes naturales y el gobierno humano. “Respecto de la organización social, Aristóteles sostiene que mientras hay hombres que por naturaleza nacen libres, hay otros que nacen esclavos y que por su incapacidad para gobernarse son pasibles de dominio. Admite a la esclavitud como una necesidad del Estado y trata de justificarla por sus fines utilitarios. El Estado necesita de hombres que, mediante su actividad material, atiendan la alimentación y demás menesteres de las clases privilegiadas a fin de que éstas puedan ocuparse libremente de tareas propias de su condición”.

Algo más cercano a la postura cristiana se encuentra la filosofía estoica, orientada hacia una adaptación a las leyes naturales. Debido a la influencia del estoicismo en Roma, la adopción del cristianismo, por parte de los romanos, se produjo de una manera no demasiado revolucionaria. La validez universal de la ética bíblica, o cristiana, coincide con la vocación universalista de los estoicos. Stocco escribió al respecto: “Partiendo de un principio ético-filosófico que impone al hombre vivir en conformidad con la naturaleza, los estoicos creyeron encontrar un concepto que comprendiese al individuo, no ya en su relación con un orden estatal singular, sino como integrante de un Estado universal”.

Marco Tulio Cicerón, cuyo pensamiento resulta compatible con el estoico y con el cristiano, escribió respecto de la ley natural: “El universo entero ha sido sometido a un solo amo, a un solo rey supremo, al Dios todopoderoso que ha meditado, concebido y sancionado esta ley. Desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza, y por ello mismo padecer los castigos más crueles aunque escapara a los suplicios impuestos por los hombres”.

Luego de la caída del Imperio Romano, le sigue en Europa el medioevo cristiano, que prioriza el gobierno de Dios sobre los gobiernos humanos, pero no en el sentido de una teocracia directa, sino de una teocracia indirecta en la cual Papas y monarcas aducen gobernar en nombre de Dios, aunque con criterios, por lo general, personales. Stocco escribe al respecto: “La doctrina cristiana tuvo una poderosa influencia en el pensamiento filosófico medieval, en el derecho, en la política y en el Estado. A partir de la premisa de que Dios es el centro generador de todo poder, de todo orden y de toda organización social, el Estado no puede ser concebido sino como una institución de origen divino. He aquí un concepto que hubo de transformar, durante la Edad Media, a todo orden lógico-político estructurado en la antigüedad”.

Entre los filósofos medievales más destacados, se encuentra Tomás de Aquino, quien escribe acerca del Estado: “La existencia del Estado nace de la misma naturaleza social, racional y libre del hombre. Esta naturaleza humana exige una autoridad o gestor encargado de procurar el bien común, y reclamar a la vez que los hombres esclarecidos y destacados por la virtud y su saber se pongan a la cabeza y al servicio de sus semejantes dirigiéndolos”. “El hombre tiene necesidad de ser gobernado por alguien, puesto que debe vivir en sociedad”.

Algunos autores opinan que al monarca se le debe obediencia, mientras que el monarca sólo ha de responder ante Dios, dando lugar a las monarquías absolutas, es decir, con poder ilimitado. Se acentúa el gobierno del hombre sobre el hombre aunque se lo intenté calificar como dependiente de Dios. Jean Bodin “caracterizó a la soberanía del Estado como el poder absoluto y perpetuo del monarca, sosteniendo, como fundamento que quien crea la ley no puede quedar sometido a ella, sino que debe permanecer ubicado en un plano superior. Por consiguiente, el único sometimiento que reconoce el monarca es el relativo a normas divinas y a las de la naturaleza. Frente al soberano, sólo existen deberes pero no derechos”.

Entre los filósofos que proponen una limitación del poder del Estado, contemplando la existencia de leyes naturales, y sugiriendo el gobierno complementario de leyes humanas, descartando el gobierno directo de los gobernantes, aparece John Locke, quien escribió: “La libertad el hombre consiste en estar libre de cualquier poder superior, y no hallarse sometido a la voluntad de la autoridad de hombre alguno, sino adoptar como norma la ley de la naturaleza. La libertad del hombre en sociedad es la de no estar bajo más poder legislativo que el que haya sido establecido por su consentimiento. Ni bajo el dominio de lo que mande ley alguna, excepto aquellas leyes que hayan sido dictadas por el poder legislativo de acuerdo con la misión que le hemos confiado”.

“Estar libre de un poder absoluto y arbitrario es tan necesario, y está tan íntimamente vinculado a la conservación de un hombre, que nadie puede renunciar a ello sin estar renunciando al mismo tiempo a lo que le permite su autoconservación y su vida. Pues un hombre sin poder sobre su propia vida, no puede, por contrato o acuerdo otorgado por su propio consentimiento, ponerse bajo el absoluto poder arbitrario de otro que le arrebate la vida cuando se le antoje”.

“La verdadera libertad es que cada uno pueda disponer de su persona como mejor le parezca; disponer de sus acciones, posesiones y propiedades, evitando, así, estar sujetos a los caprichos arbitrarios de otro, y siguiendo su propia voluntad”.

“Los hombres unidos en sociedad han renunciado a su poder ejecutivo de ley natural y lo han cedido al poder público, sólo entonces tenemos una sociedad política y civil”. “El poder público de toda sociedad está por encima de cada uno de los individuos en esa sociedad; y el uso principal de este poder consiste en dar leyes a todos los que estén bajo él. Dichas leyes debemos obedecerlas en todos los casos, excepto cuando haya una razón manifiesta que pruebe que la ley de la razón manda lo contrario” (Citas de “La Libido Dominandi”).

jueves, 13 de septiembre de 2018

Estudio del Estado vs. Estudio del poder

Con el tiempo ha ido naturalizándose la idea de que la política es el estudio del acceso y mantenimiento del poder por parte de los políticos, mientras que la postura antagónica considera que la política es el estudio del Estado y de la forma de establecer la administración del mismo. Jean Maynaud escribió: “La ciencia política, ciencia del Estado: Muchos autores opinan que el fenómeno del Estado es el fundamento natural e irreemplazable de esta disciplina. «¿Cuál podría ser, sino el Estado, el objeto de una ciencia que se denomina política?» indica, por ejemplo, con mucha seguridad el jurista Jean Dabin”.

“La concepción que hace del Estado el objeto supremo, o esencial, de la explicación política reivindica una larga tradición histórica y se apoya en algunas de las máximas obras del pensamiento humano. Sin embargo, se encuentra en nuestros días en una muy acentuada decadencia. No parece que su conservación como categoría de análisis sea realmente conveniente”.

En cuanto a la postura restante, el citado autor escribe: “La ciencia política, ciencia del Poder: William Robson es perfectamente representativo de esta tendencia cuando escribe: «La ciencia política consiste en estudiar la naturaleza, los fundamentos, el ejercicio, los objetivos y los efectos del Poder en la sociedad»”.

“Citemos, entre los factores más activos, la instauración de numerosos regímenes totalitarios a quienes los perfeccionamientos de la técnica (y especialmente de los modos de comunicación) han conferido medios de opresión sin precedentes. Este fenómeno, al hacer evidente la impotencia de los dispositivos legales de protección, al demostrar la posibilidad de un desajuste completo entre la letra de las instituciones y su fundamento práctico, ha incitado a los especialistas a concentrar su atención sobre el contenido concreto de la acción gubernamental y sobre los métodos aplicados para asegurar la obediencia” (De “Introducción a la Ciencia Política”-Editorial Tecnos SA-Madrid 1960).

Es oportuno mencionar cierto paralelismo entre el desarrollo de la ciencia económica y la ciencia política, ya que en la primera surge una tendencia a ocuparse con mayor interés en las decisiones humanas hasta acercarse a la psicología de los actores económicos. De ahí que no deba extrañar que en la ciencia política ocurra algo similar. De todas maneras, al aceptarse para ambas la definición de “ciencias sociales”, en cierta forma se acepta que se trata de ramas que tienen en cuenta a las demás ramas humanistas del conocimiento. Como ramas de las ciencias sociales, tanto la economía como la política no deben resultar incompatibles con aquellos conocimientos suficientemente confirmados de la ética, la psicología social, etc., como del resto de las ramas que conforman las ciencias sociales.

La disputa entre ambas posturas políticas se ha simbolizado muchas veces como un antagonismo entre sus figuras más representativas: Aristóteles y Maquivelo. Mientras que Aristóteles propone la conformación de gobiernos algo similares a las actuales democracias, Maquiavelo se concentra (al menos en “El Príncipe”) a aconsejar a los tiranos en el poder. Ernesto Stocco escribió: “Tanto Maquiavelo en El Príncipe como Aristóteles en la Ética a Nicómaco indagan sobre la forma en que los hombres deben organizarse para vivir en sociedad; tratan de definir las normas mínimas de conducta que los actores políticos deben obedecer para vivir en armonía y poder establecer un orden social, un orden antepuesto a la anarquía y la barbarie”.

“Cada autor interpreta a su modo este orden social, este estado de armonía entre los hombres que conviven en el interior de la sociedad humana. Cada una de estas interpretaciones provoca en consecuencia que se consideren factores distintos, definidos como esenciales, para la construcción del orden social. Esto es, un autor difiere del otro al determinar las bases sobre la cuales se establecerá la armonía entre los hombres”.

“Maquiavelo y Aristóteles reconocen en los hombres la independencia de sus actos, con la que actúan al interrelacionarse con sus semejantes. Los individuos tienen la libertad par actuar de acuerdo a sus propios intereses a menos que se los impongan (Maquiavelo) o se establezca en forma consensual (Aristóteles) una serie de normas y valores que moldearán y guiarán la conducta de los mismos”.

“Las ideas de Aristóteles se desarrollaron en el seno de la democracia griega mientras que Maquiavelo construye su pensamiento durante la etapa en que el absolutismo comienza a ganar fuerzas y adeptos a lo largo de Europa. Por ello, tanto las reglas que guían la conducta humana como la forma en que las mismas son adoptadas por la colectividad difieren entre uno y otro autor”.

“Ante la concepción de Aristóteles se plantea la necesidad de formar ciudadanos modelos, individuos con determinadas características, de tal manera que guiarán sus acciones en beneficio de la colectividad y no de intereses egoístas individuales, tratando de establecer que el bienestar común es parte del bienestar individual”.

“La definición de este ciudadano modelo es el tema principal de la Ética Nicomaquea; a lo largo del texto, Aristóteles precisa los rasgos que debe de tener este ciudadano. Para la construcción del ciudadano modelo parte de la noción de virtud (areté) definida como «no sólo una perfección moral propiamente dicha, sino toda excelencia o perfección en general, que de algún modo es valiosa y contribuye por ende a plasmar un tipo mejor de humanidad»”.

“«El Príncipe» de Maquiavelo no está escrito ya para los ciudadanos participantes de una Asamblea o encomendados a un cargo público en beneficio de la colectividad, sino para el Soberano Todopoderoso que conduce a su antojo y capricho los destinos de la asociación humana a la que gobierna”.

“La ausencia de conflicto para Maquiavelo no es consecuencia, como en el caso de la polis griega, de la formación de ciudadanos modelos que se conducen de acuerdo con la virtud sino a la hegemonía, al poderío, de un príncipe sobre sus súbditos y rivales. El orden no es producto del consenso, sino de la imposición y el sometimiento”.

“Ante este origen del orden social, Maquiavelo no propone la creación de ciudadanos modelos sino de príncipes todopoderosos, lo suficientemente capaces y con los recursos necesarios para preservar el dominio sobre sus súbditos y adquirir el respeto de los demás príncipes” (De “La Libido Dominandi”-Mendoza 2003).

Si bien Maquiavelo apoya formas de gobierno no democráticas, ello no significa que sea un promotor de los totalitarismos, ya que los justifica en la medida en que son gobiernos transitorios que conducirán en el futuro a formas democráticas de gobierno. Ello se extrae de otras obras políticas realizadas por dicho autor. Ignacio Iturralde escribió al respecto: “La inmensa mayoría de los lectores de Maquiavelo únicamente conocen su obra más difundida, que no es otra que El Príncipe. Sin embargo, solo se puede tener una visión completa del pensamiento del florentino si prestamos atención, como mínimo, a otra de sus obras fundamentales sobre teoría política: Discursos sobre la primera década de Tito Livio”.

“En muchos aspectos, estas son dos obras contrapuestas. La primera versa sobre los principados y la segunda sobre las repúblicas. La primera tiene como tema central el mantenimiento del poder absoluto y la segunda, la libertad. La primera confía plenamente en el brazo armado del Estado, la segunda pone más énfasis en el imperio de la ley. La primera se escribió sin interrupción en unos pocos meses, mientras que la redacción de la segunda se prolongó durante varios años. La primera se escribió frenéticamente con un fin práctico; la segunda, en cambio, la firmó reposadamente un autor que ya se había hecho a la idea de que su retiro de la vida pública sería mucho más prolongado de lo que hubiera deseado”.

“La dedicatoria de la segunda obra contiene una poco velada referencia al Maquiavelo de la primera, algo que supone una saludable muestra de que el fino humor del florentino no lo respetaba ni a sí mismo. Al dedicar la obra a unos buenos amigos de los Orti Oricellai, los jardines donde se reunían los más destacados humanistas republicanos, asegura que lo hace para apartarse «de la costumbre en los escritores de dedicar sus obras a príncipes, cegándoles la ambición o la avaricia hasta el punto de elogiar en ellos todo género de virtudes, en vez de censurarles todos los vicios» y, a renglón seguido, culmina diciendo que ha elegido «no a los que son príncipes, sino a quienes por sus infinitas buenas cualidades merecen serlo», no a los que podrían conseguirle «empleos, honores y riquezas, sino a los que quisieran hacerlo si pudiesen» (Discursos, dedicatoria). Interesante parodia «selfie»”.

“Al mismo tiempo, El Príncipe y los Discursos son dos obras en muchos puntos complementarias. Para empezar, la segunda es un comentario muy libre a los primeros diez años relatados por Tito Livio en Historia de Roma, aquella magna obra que su padre consiguiera a cambio de trabajar en un índice de lugares. Su análisis y sus ejemplos que aduce vienen a sumarse al amplio conjunto que ya había empleado con anterioridad en la primera obra”.

“En segundo término, en los Discursos, Maquiavelo se ocupa de las repúblicas, el régimen que descartó tratar ya en el primer capítulo de El Príncipe. Aquí se muestra partidario de los gobiernos republicanos, por considerarlos más apropiados para las sociedades más ricas e igualitarias. No obstante, también se dio cuenta de que los principados, esas monarquías con gobiernos más autoritarios y personalistas, son preferibles para manejar situaciones de gran desigualdad y para superar momentos de especial corrupción. En resumidas cuentas, Maquiavelo no se opondría a una suerte de dictadura transitoria que sea capaz de regenerar lo que hoy llamaríamos la vida democrática” (De “Maquiavelo”-EMSE EDAPP SL-Buenos Aires 2015).

domingo, 9 de septiembre de 2018

Realidad económica de la Argentina 2018

Por Sir Denis Pitté Fletcher

En la Argentina, entre empleo público, seguridad social (jubilaciones, asignaciones, planes, etc.), y otras yerbas menores (retiros militares, etc.), hay 21.054.710 personas que reciben sus ingresos del Estado.

Somos 44.000.000 de habitantes, entre los que hay niños, adolescentes y jubilados (es decir, que no trabajan). El drama de la República Argentina es nada más ni nada menos que éste: el gasto público impagable. Hay 8.000.000 de personas que trabajan en el sector privado, para mantener a 21.000.000 del sector público.

Como el gasto es altísimo, los argentinos tenemos los impuestos más altos del mundo. Y como con los impuestos igual no alcanza, los gobiernos emiten moneda (fabrican billetes) para pagar lo que los impuestos no cubren. Pero como esa emisión de moneda genera mucha inflación (pues hay más billetes circulando, para la misma cantidad de bienes), entonces los gobiernos toman dinero prestado (ahora con el FMI y antes con otros organismos u otros gobiernos). Para simplificar: impuestos, emisión, y deuda.

A Macri le estalló la bomba que dejó el kirchnerismo (que fue el gobierno que en la historia argentina más elevó al gasto público mediante nombramientos de propia tropa y robo a granel), y a la que él mismo también contribuyó, pues con Macri, aunque cueste creerlo, el gasto aumentó aún más.

Y aquí estamos; en el medio de una crisis mayúscula: empresas cerrando, despidos, desinversión, inflación, angustia en las personas, violencia orquestada por los K y la izquierda.

¿Y qué hizo Macri para apaciguar la crisis? Tomó más deuda del FMI y aumentó los impuestos (retenciones a las exportaciones).

Ni una sola medida en el sentido correcto. Macri es la continuación del sistema estatista con otros modos y otro linaje.

Es fundamental hacerle saber a la población cuál es el problema. Hablarle como a los chicos de doce años de edad. Con explicaciones simples, como la que muestro aquí con números. Mientras las personas no tomen consciencia de que es el gasto público la madre de todos los males, nuestro país va a continuar su incesante decadencia, hasta que estalle una guerra civil. Pues cuando ya no nos presten dinero para pagar el déficit, el estallido será inevitable. Y ahí volvemos al camino hacia Venezuela y Cuba.

Cuidado. La situación es bien delicada. Tratemos de explicarla papel en mano a todas las personas que podamos. O el gobierno baja el gasto de un modo sustancial y rápidamente, o esto va a empeorar y va a correr sangre. No es agorerismo. Es realidad.

sábado, 8 de septiembre de 2018

Origen socialista del fascismo

Tanto el socialismo como el fascismo se caracterizan por establecer el dominio del Estado en todos los ámbitos de la sociedad. Bajo el lema: “Todo en el Estado, nada fuera del Estado”, explícito en el fascismo, implícito en el marxismo, se advierte que son posturas políticas que se asemejan en sus fundamentos aunque difieren en cuanto a las estructuras económicas propuestas, especialmente para el analista político en cuanto intenta describir las distintas modalidades que aparecieron durante el siglo XX y algunas en la actualidad. La diferencia en el origen radicó en que el socialismo soviético fue inicialmente un socialismo internacional, mientras que el fascismo y el nazismo fueron socialismos nacionales. Recordemos que la palabra “nazi” proviene de “nacional-socialismo”.

Ambos totalitarismos son antiliberales, anticapitalistas, antidemocráticos, y se sostienen en base a un partido político único. Si bien el marxismo propone una abolición del Estado como meta final, resulta ser un objetivo imposible de lograr por cuanto, al abolir la propiedad privada de los medios de producción, tal concentración económica no ha de ser otra cosa que el Estado, aunque se lo pretenda denominar de otra forma. Walter Theimer escribió: “El fascismo italiano fue fundado en 1919 por Benito Mussolini, con cuya vida personal estuvo estrechamente unido el movimiento. Sus primeras asociaciones se denominaron «fasci di combattimento», haces de combate, recurriendo a la misma palabra «fascio» (haz) que ya habían empleado en Italia diversos grupos de orientación extremista. Más tarde el «fascio» propiamente dicho, el haz de los antiguos lictores romanos, se convirtió en distintivo del partido, que tomó el nombre de «fascismo»” (Del “Diccionario de Política Mundial”-Miguel A. Collia Editor-Buenos Aires 1958).

La pronunciación original de la palabra fascismo, requiere de un sonido no utilizado en castellano, ya que la “sc” en el italiano, junto a la “e” o a la “i”, se pronuncia como la “sh” del inglés.

Mussolini militó en su juventud en el socialismo italiano; incluso su padre fue un activo dirigente socialista participante en las luchas políticas de su época. Sin embargo, hubo un acontecimiento que lo desvinculó del socialismo por lo cual se vio en la necesidad de fundar un nuevo movimiento, aunque totalmente compatible con su previa ideología. Rachele Mussolini, su esposa, describe el momento en que Mussolini es expulsado del Partido Socialista: “Hacía dos años ya que vivíamos en Milán, es decir desde diciembre de 1912, cuando mi marido fue nombrado director del «Avanti», el principal diario del partido socialista italiano. Una noche del mes de octubre de 1914, creo que era el 19, Benito volvió de Bolonia amargado y abatido”.
“-Ya está, Rachele, tenemos que volver a empezar desde el vamos. Me han echado del diario”
“-¿Pero qué pasó?”
“-Bueno, el partido socialista no estaba para nada de acuerdo con mi campaña por la intervención de Italia al lado de los aliados en la guerra y en el comité ejecutivo han estimado que la toma de posición del periódico era contraria a la política del partido. Entonces me dieron de baja” (De “Mussolini al desnudo”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1974).

El periodista e ideólogo socialista Benito Mussolini, tenía cierta amistad con Lenin, lo que a nadie debe extrañar. Rachele agrega: “Lenin vino a verlo a Milán. Eso sucedió poco después de la creación del «Popolo d´Italia». Lenin había llegado de Suiza para convencerlo de que se reintegrara al partido socialista. Pero Benito no quiso saber nada. Y sin embargo quería mucho a Lenin, a quien conoció en Suiza cuando trabajaba y estudiaba ahí. Yo lo encontré muy amable y muy simpático con su barbita y sus anteojos de profesor. Se quedó algunos días en Milán y luego retornó a Suiza”.

Si bien ha existido siempre una evidente oposición entre marxistas y fascistas, ello no se debió a la incompatibilidad de ideas y proyectos, sino a que cada sector observada al otro como un competidor en la lucha por el acceso al poder. Friedrich A. Hayek escribió: “No menos significativa es la historia intelectual de muchos dirigentes nazis y fascistas. Todo el que ha observado el desarrollo de estos movimientos en Italia o Alemania se ha extrañado ante el número de dirigentes, de Mussolini para abajo (y sin incluir a Laval y a Quisling), que empezaron como socialistas y acabaron como fascistas o nazis. Y lo que es cierto de los dirigentes es todavía más verdad en las filas del movimiento”.

“La relativa facilidad con que un joven comunista puede convertirse en un nazi, o viceversa, se conocía muy bien en Alemania, y mejor que nadie lo sabían los propagandistas de ambos partidos. Muchos profesores de universidad británicos han visto en la década de 1930 retornar del continente a estudiantes ingleses y americanos que no sabían si eran comunistas o nazis, pero estaban seguros de odiar la civilización liberal occidental” (De “Camino de servidumbre”-Alianza Editorial SA-Madrid 2000).

El fascismo y el nazismo aparecen en la época posterior al fin de la Primera Guerra Mundial, cuando el descontento de las poblaciones europeas es manifiesto. George H. Sabine escribió: “Como el fascismo y el nacionalsocialismo fueron elaborados para apelar emocionalmente a naciones distintas, no había ninguna razón especial para que sus teorías fueran semejantes y, en efecto, el espurio hegelianismo del artículo de Mussolini en la Enciclopedia Italiana no tenía ninguna relación lógica con el racismo del Mein Kampf de Hitler. En realidad, sin embargo, los dos movimientos se parecían en aspectos importantes. Ambos sostenían ser socialistas y ambos eran nacionalistas; y ambos partidos surgieron por una coalición entre un partido que afirmaba ser socialista y otro que era en realidad nacionalista, aunque Hitler nunca fue socialista y Mussolini había sido por mucho tiempo violentamente antinacionalista”.

“La razón no es oscura. El nacionalismo era el único sentimiento con atractivo universal; y, en ambos países, cualquier partido que se afirmara radical y popular tenía que ser socialista, al menos nominalmente, para neutralizar la atracción de los partidos que habían sido, por mucho tiempo, marxistas o sindicalistas. La idea de un partido al mismo tiempo nacional y socialista era lo bastante simple como para ser obvia; se trataba, simplemente, de que un país tenía que poder desarrollar todos sus recursos cooperativamente, sin las pérdidas y las fricciones de la lucha de clases y con una distribución justa del producto entre capital y trabajo”.

“El socialismo cooperativo podía atraer a los pequeños comerciantes y empleados con salarios bajos, podía arraigarse entre el movimiento obrero organizado por una parte y las grandes finanzas por otra y el nacionalismo podía atraer a los grandes industriales y hombres de negocios, deseosos de librarse de una presión efectiva por parte de los trabajadores y que necesitaban del apoyo del gobierno para sus aventuras comerciales en el extranjero. El socialismo nacionalista se acercó mucho, pues, al sueño del político de poder prometer todo a todo el mundo; y ésta fue, en efecto, la estrategia de Mussolini y de Hitler, hasta que consolidaron su poder”.

“La estrategia determinó la filosofía: tenía que ser una forma exaltada de idealismo en contraste con el materialismo marxista; tenía que calificar al liberalismo de plutocrático, egoísta y antipatriótico; contra la libertad, la igualdad y la felicidad debía afirmar el servicio, la devoción y la disciplina; tenía que identificar el internacionalismo con la cobardía y la falta de honor; y tenía que condenar, naturalmente, a la democracia parlamentaria por inútil, débil y decadente. Como, desde un punto de vista racional, esta política no era en absoluto realista tenía que acentuar la importancia de la intuición y la voluntad como superiores a la inteligencia”.

“Así, la pretensión fascista de poseer la penetración del genio político y la pretensión nacionalsocialista de contar con los sanos instintos de la pureza racial, sin tener ninguna relación lógica, servían a los mismos fines. En sociedades destruidas por la guerra, la depresión y la inflación eran llamadas sentimentales tendientes a someter los intereses privados a la tarea de construir la fuerza nacional” (De “Historia de la teoría política”-Fondo de Cultura Económica-México 1994).

A pesar del origen y esencia socialista del fascismo, desde los sectores marxistas se lo asocia injustificadamente al liberalismo. Incluso este absurdo llega al extremo de denominar como “fascismo” al mayor peligro que puede afrontar una sociedad. Sin embargo, mientras que el fascismo produjo asesinatos a una escala de las decenas de miles de víctimas, el nazismo y el socialismo las produjeron a una escala del orden de las decenas de millones. Como ocurre siempre con las ideologías totalitarias, puede observarse que éstas desplazan a la realidad en la mente de sus adeptos. Mario Einaudi escribió: “El fascismo puede considerarse, pues, como un movimiento de masas al que recurre una sociedad anómica en un periodo de crisis buscando la seguridad y la satisfacción de las necesidades esenciales de la comunidad. Pero la promesa no se cumplió; tras la aparente fachada de la innovación persistieron las condiciones de estancamiento político y económico. Quizá la ley fascista más significativa fuera la que intentó detener las migraciones internas. Congelando los movimientos de población, manteniendo a los campesinos en sus tierras, el fascismo agudizó el anarquismo individual, actuó directamente en contra de las necesidades del país e impidió la modernización de sus viejas, casi feudales estructuras”.

“Nunca se llegó a usar el terror en gran escala con propósitos preventivos o represivos. El fascismo no puede compararse con las liquidaciones apocalípticas por las que Hitler y Stalin serán conocidos en la Historia. Mussolini, en vez de millones, tuvo sobre su conciencia sólo unas decenas de miles de muertos, excluidos los soldados caídos durante la Segunda Guerra Mundial” (De la “Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1974).

miércoles, 5 de septiembre de 2018

El dominio de la voluntad

Las opiniones políticas o religiosas se refieren, en última instancia, a las distintas formas posibles de gobierno; el gobierno de Dios sobre el hombre, o el gobierno del Estado sobre el hombre, o el autogobierno del hombre sobre sí mismo, etc. Sin embargo, en este último caso surge un dilema, ya que nos podemos orientar por nuestra intuición, o por los deseos de nuestro cuerpo, o bien por la razón. El autogobierno, o dominio sobre sí mismo, implica el gobierno de la mente sobre el cuerpo. De ahí que la expresión “dominio de la voluntad” significa en realidad el dominio de la razón sobre el instinto, ya que la voluntad es el atributo por el cual buscamos buenos resultados en el largo plazo aunque el cuerpo nos exija satisfacerlo en el corto plazo.

La imagen concreta de la falta de voluntad es la del vicioso, que opta por el consumo excesivo de comida, bebida, cigarrillos, etc., aun cuando sabe que en el largo plazo tal tendencia será negativa para su salud y para su vida. Lo opuesto al vicioso es el individuo que, aun agradándole el consumo de comida, bebida o cigarrillos, nunca incurre en excesos, precisamente porque vislumbra los efectos futuros y de esa manera gobierna con su mente los deseos inmediatos del cuerpo.

Esta lucha interior del hombre consigo mismo, aparece en algunos textos bíblicos. Fernando Mires escribió: “El ser humano es desde su origen y nacimiento portador de una contradicción no resuelta, la de ser espíritu y carne al mismo tiempo. Dios –de acuerdo con la lección de los dos testamentos- le dio esa contradicción para que tomara una decisión a favor o en contra del espíritu o, por último, para que el mismo mediara entre sus dos formas polares de existir. A fin de que pudiera decidir hacia un lado o hacia el otro, le dio, además, a través del pueblo judío, leyes o mandamientos. Pero, como afirma Paulo, el pecado antecede a la ley, sólo que antes de la ley no podía ser imputado…En este sentido hablaba Paulo de «las dos leyes», la de la naturaleza que es la de querer, y la del espíritu, que es la del deber. «Verdaderamente soy feliz en la ley de Dios, de acuerdo al hombre que yo soy por dentro, pero contemplo en mis miembros otra ley que guerrea contra la ley de mi mente y que me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros» (Romanos 7, 22 y 23)” (De “El pensamiento de Benedicto XVI”-Libros de la Araucaria SA-Buenos Aires 2007).

Existe una tendencia inconsciente, en la persona con poca voluntad, de considerar “bueno” todo lo que quiere o desea, adoptando una escala de valores centrada en sus apetencias personales. Por el contrario, quien utiliza el razonamiento para prever el futuro, quiere o desea lo que previamente ha considerado como “bueno”. En el primer caso es el cuerpo quien indica lo que es bueno; en el segundo caso es la mente la que orienta al cuerpo. Enrique Rojas escribió: “Cuando la voluntad está educada, el hombre de cualquier edad se vuelve joven, lozano y con mucho heroísmo en su comportamiento. Es la aspiración de llegar a ser un hombre superior”.

“La voluntad es el cauce por donde se afirman los objetivos, los propósitos y las mejores esperanzas, y sus dos ingredientes más importantes para ponerla en marcha son la motivación y la ilusión. La primera arrastra con su fuerza hacia el porvenir; la segunda es la alegría de llevar los argumentos de la existencia hasta el final”.

“Entre la motivación y la ilusión radica la razón de proponerse mejorar cuestiones pequeñas: es decir, hago lo que debo, aunque me cueste, aunque no lo entienda en ese momento. Debemos aprender a desatender esas voces interiores que nos quieren llevar sólo a lo que nos apetece o nos gusta, o hacia lo que nos pide el cuerpo, alejándonos del trayecto adecuado”.

“Toda educación de la voluntad tiene un fondo ascético, por eso está estructurada a base de esfuerzos no muy grandes, pero tenaces y pacientes, que se van sumando un día tras otro. No sólo se consigue tener voluntad superando los problemas momentáneos, sino que la clave está en la constancia, en no abandonarse. Primero dar un primer paso y luego otro, y más tarde hacer un esfuerzo suplementario. De ahí surgen y allí es donde se forjan los hombres de una pieza; los que saben saltar por encima del cansancio, la dificultad, la frustración, la desgana y los mil y un avatares que la vida trae consigo”.

“El que lucha siempre está alegre, porque ha aprendido a dominarse, por eso se mantiene joven. Todo lo que es válido cuesta lograrlo. Pero merece la pena vencer la resistencia y perder el miedo al esfuerzo. Hay que aprender a subir poco a poco, aunque sean unos metros y no nos encontremos en las mejores condiciones”.

“La voluntad recia, consistente y pétrea es la clave del éxito de muchas vidas y uno de los mejores adornos de la personalidad; hace al hombre valioso y lo transporta al mundo donde los sueños se hacen realidad” (De “La conquista de la voluntad”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2003).

Si bien en todas las épocas y lugares se le presentan al hombre inconvenientes y dificultades para lograr su supervivencia, es posible distinguir el predominio de la voluntad en ciertas épocas y lugares, como también el predominio de la falta de voluntad en otras circunstancias. En el primer caso, puede mencionarse a los filósofos estoicos como precursores del predominio de la razón sobre el placer momentáneo; en el segundo caso tenemos a la actual época posmoderna como ejemplo negativo de la búsqueda de placer a toda costa.

Como representativo de la mentalidad estoica, puede mencionarse al filósofo romano Lucio Anneo Séneca. Nassim Nicholas Taleb escribió: “El estoicismo trata de la domesticación –no necesariamente la eliminación- de las emociones. Su objetivo no es convertir los seres humanos en vegetales. Mi ideal del sabio estoico es alguien que transforma el miedo en prudencia, el dolor en información, el error en iniciación y el deseo en acción” (De “Antifrágil”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2013).

Por su parte, Carlos Goñi escribió: “La moral estoica aconseja una actitud de imperturbabilidad frente al destino, aceptando todo lo que necesariamente ha de ocurrir. Para ello se debe vivir según la naturaleza, que, en el caso del hombre, es vivir según la razón y la virtud. Mediante la virtud, el sabio eliminará las pasiones y, de este modo, podrá mantener un equilibrio interior impasible y ajeno a lo exterior”.

“El sabio, si quiere ser feliz, debe comprender y asumir la ley universal del Destino, de la cual nadie puede escapar. El Destino no es una fuerza sobrenatural, sino la misma naturaleza en cuanto aúna todas las fuerzas. La identificación de la naturaleza con Dios hace que el Destino sea sinónimo de providencia divina, una sabiduría superior a la nuestra, ante la cual sólo podemos someternos”.

“El sabio estoico, a diferencia del epicúreo, recomienda abstenerse de los placeres. Los que no lo hacen, más que tener placer, son tenidos por él, ya que, o se atormentan cuando faltan, o se ahogan en su abundancia. Sacrifican su libertad por su vientre, se venden a los placeres. Bien al contrario, el sabio domina los placeres, y son para él como en campaña los auxiliares y las tropas ligeras, es decir, tienen que servir, no mandar” (De “Las narices de los filósofos”-Editorial Ariel SA-Barcelona 2008).

En cuanto a la posmodernidad, Armando Roa escribió respecto de sus principales características: “Búsqueda primaria de lo hedónico, sin sacrificarse en ahondar situaciones a la vista y sin considerar las consecuencias remotas de lo que se hace. Entrega abierta por lo mismo al consumismo en cuanto entretenida fuente de placer sin problemas. En este aspecto, el vivir a crédito sustituye la anterior mentalidad moderna de privilegiar el ahorro”.

“Se reclama si se vulnera el más pequeño de los derechos, y de hecho suena mal hacerle presente a alguien sus deberes. Se podría pensar que todo derecho involucra un deber, pero la posmodernidad maximiza los derechos y en cambio tiene una mirada benévola, comprensiva, silenciosa, para las evasiones de deberes” (De “Modernidad y Posmodernidad”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1995).