domingo, 31 de octubre de 2021

Economía: Intenciones vs. Resultados

Puede definirse a la hipocresía como la actitud por la cual alguien reconoce el valor de las virtudes morales pero no se esfuerza por alcanzarlas y sólo finge poseerlas. Para mostrar su "superioridad moral", simula preocuparse por el sufrimiento de los pobres aunque nunca hace algo concreto para remediar la situación, excepto promover la redistribución de riquezas ajenas; nunca de las propias.

Esta actitud, generalizada en épocas de crisis moral, tiene el masivo apoyo de los envidiosos, quienes prestan atención, no tanto a la ayuda a los pobres, sino a la expropiación a los ricos. De esa manera esperan ver limitado su propio sufrimiento ante la contemplación de las riquezas y el poder que otros lograron, aunque ellos tuvieron similares objetivos sin poder alcanzarlos.

El hipócrita y el envidioso establecen una masiva difamación contra el economista que considera que sus propuestas distributivas tienden a empeorar la situación económica de toda la sociedad. La difamación consiste en afirmar que tal economista favorece la "explotación laboral de los pobres" para que los ricos aumenten su riqueza, y cosas por el estilo.

Los hipócritas, al proponer diversas formas de redistribución de riquezas, promueven protestas masivas y violencia social, recomendando un adicional "hagan lío". Por otra parte, a los ciudadanos que soportan gobiernos socialistas, les sugieren "dialogar". Bertie Benegas Lynch escribió: "El Papa Francisco I participó del encuentro con un mensaje. Entre otras cosas que dijo el Sumo Pontífice en esta oportunidad, manifestó la importancia de garantizar las necesidades básicas de los ciudadanos mediante el otorgamiento generalizado de un ingreso universal. En otro orden de cosas, abogó por la reducción de la jornada laboral a efectos de que todos tengamos trabajo. Parece mentira que a esta altura de los acontecimientos y desde posiciones de enorme influencia y protagonismo, se planteen semejantes dislates que contradicen principios elementales de la naturaleza humana y cuya eventual implementación, pasan por alto aspectos éticos primordiales".

"El reclamo por un ingreso universal necesariamente implica que, por la fuerza, los frutos del trabajo de unos deben ser destinados al beneficio de otros; una sugerencia que confronta abiertamente con el séptimo y décimo Mandamiento de la Ley de Dios que rezan «no robarás» y «no codiciarás los bienes ajenos». Asumo que el Papa no percibe las implicancias morales de pedir la intervención del aparato de la fuerza cuando dice que «...es tarea de los Gobiernos establecer esquemas fiscales y redistributivos para que la riqueza de una parte, sea compartida con equidad...» (De www.laprensa.com.ar)

Entre los lemas populares que coinciden con la propuesta papal, aparece el siguiente: "Trabajar menos. Trabajar todos. Producir lo necesario. Redistribuir todo".

Respecto de las "soluciones" proyectadas para resolver el problema de la pobreza, que no sean establecidas a través de los intercambios productivos, o del trabajo, Henry Hazlitt escribió: "Aquí sólo necesito recordar al lector que todos los intentos de redistribuir o igualar rentas y fortunas menoscaban y destruyen incentivos en ambos extremos de la escala económica. Reducen y eliminan los alicientes que las personas de escasa preparación o ánimo débil tienen para mejorar su condición por su propio esfuerzo, e incluso los capaces e industriosos pensarán que no vale la pena esforzarse para ganar más de lo que se les permite conservar. Tales esquemas de redistribución reducen inevitablemente el tamaño del pastel a repartir. Sólo pueden nivelar con el rasero de la escasez. Su efecto a largo plazo será reducir la producción y llevar el país a la miseria" (De "La conquista de la pobreza"-Unión Editorial SA-Madrid 1974).

Los redistribuidores de lo ajeno consideran que los empresarios tienen la obligación moral de mantener a quienes nunca se preocuparon por estudiar, o por aprender un oficio, siendo ineptos para cualquier actividad laboral. Por el contrario, la persona decente se prepara laboralmente para ofrecer sus servicios calificados para beneficiar a la sociedad y no ser una carga parasitaria para nadie.

Quienes ignoran los hechos económicos y tampoco se preocupan por conocer algo sobre economía, tienen en sus mentes la creencia de que todos los empresarios logran ganancias exorbitantes y que sólo hace falta redistribuir sus ganancias para mejorar la situación económica de la sociedad. La realidad, por el contrario, es que muchas empresas deben cerrar sus puertas ante situaciones desventajosas para su funcionamiento. Ernesto Sandler escribió: “En Argentina, de cada 100 empresas que inician un nuevo emprendimiento, sólo el 20% continúa funcionando al promediar el segundo año”. “De las empresas que logran sortear los dos primeros años de su etapa constitutiva, sólo el 10% prosigue con sus actividades después de la década”.

“Los datos son contundentes. Estas cifras nos revelan que de cada 100 empresas que cada año inician una actividad económica en Argentina, sólo el 2% podrá superar la barrera de los 10 años. El 98% restante habrá quedado en el camino”. “El mayor porcentaje de quiebras en nuestro país tiene causas ajenas a las condiciones de los empresarios. Son consecuencias del orden económico en el que las empresas despliegan sus actividades”.

“El hostigamiento de los poderes públicos o de grupos de presión contra las empresas incide negativamente sobre los emprendedores particulares e inversores de capital que no se sienten estimulados de invertir en un orden económico que los hostiga y acusa de ser responsables de la mayor parte de los desajustes económicos. Ante esta falta de reconocimiento, las empresas optan por emigrar a sociedades más amigables y los inversores buscarán otros países que ofrezcan mayor rentabilidad y mayor seguridad jurídica” (De “Economía sin barreras”-Mucho Gusto Editores-Buenos Aires 2012).

martes, 26 de octubre de 2021

Religión natural = Estoicismo + Cristianismo

Si en la actualidad quisiéramos "diseñar" una religión natural con elementos del pasado, o que hayan sido empleados en el pasado, podríamos incorporar principios o propuestas tanto del estoicismo como del cristianismo, seleccionando lo mejor de ellos y relegando lo menos conveniente para una posible adaptación del ser humano al orden natural.

Podrá decirse que el estoicismo es una filosofía y el cristianismo una religión, por lo que provienen de distintos ámbitos; sin embargo, como se trata esencialmente de propuestas éticas, y, desde el punto de vista de los efectos que pueden producir en las distintas personas, se trata de posturas que se pueden compatibilizar en una síntesis que abarque a ambas.

La adopción del cristianismo, por parte de la Roma imperial, fue posible principalmente por una previa familiaridad de los romanos con la filosofía de los estoicos. Incluso las tres figuras estoicas principales fueron romanos: Séneca, Epicteto y Marco Aurelio.

Mientras que los estoicos tienen presente la existencia de un orden natural regido por leyes invariantes, el cristianismo supone la existencia de un Dios creador de dicho orden, si bien en este caso se acepta la existencia de interrupciones momentáneas de las leyes naturales por medio de milagros. Desde el punto de vista del hombre común, no existe una diferencia esencial entre la creencia en un universo regido por leyes invariantes y un Dios que responde de igual manera en iguales circunstancias.

Para los estoicos, el respeto y la adaptación al orden natural es de la mayor importancia. Para los cristianos, las leyes de Dios también ocupan un lugar similar, por lo que consideran a la soberbia como el mayor de los pecados, ya que implica desconocer las leyes de Dios para reemplazarlas por leyes humanas, como ha sido el caso de los totalitarismos.

A favor de la postura estoica se observa la imposibilidad de caer en el paganismo, considerando pagana toda religión que se basa, no en la ética, sino en un intercambio de pedidos y homenajes al Dios creador para ser recompensados de alguna forma por tal adhesión incondicional.

Además, mientras que el estoico busca el bien común en sí mismo, recibiendo como recompensa la felicidad asociada a esa actitud, el cristiano tiende a buscar el bien pensando más en el premio que recibirá en el futuro que en los efectos inmediatos de una actitud principalmente emocional.

Por otra parte, mientras que el estoico tiende a considerar prioritaria la razón a la emoción, la ética cristiana se basa en la empatía emocional, que es seguramente el proceso de supervivencia más importante que existe.

Los detractores del estoicismo, y de toda postura filosófica que adopte como fundamento la invariabilidad de la ley natural, tienden a descalificarlas aduciendo que el determinismo asociado a esas leyes excluye la libertad de elección. Jacques Leclercq escribió: "El estoicismo se basa en un panteísmo materialista que evoluciona hacia el espiritualismo...El mundo forma un todo finito y ordenado, puramente material y regido por leyes inflexibles. El determinismo cósmico constituye la base de todas sus concepciones. El hombre está sometido a ese determinismo como los demás seres: a primera vista, no hay sitio para la libertad" (De "Las grandes líneas de la filosofía moral"-Editorial Gredos SA-Madrid 1977).

De la misma manera en que las "leyes inflexibles" del ajedrez permiten la enorme cantidad de variantes y de partidas posibles, la existencia de leyes naturales invariantes permite la existencia del orden natural y de todo lo existente. Sin tales leyes no habría ajedrez ni tampoco orden natural alguno.

La libertad de elección implica la posibilidad de elegir una entre varias posibilidades, mientras que el determinismo implica una imposibilidad en ese sentido. De ahí que la libertad de elección proviene precisamente de la existencia de leyes naturales invariantes. Además, no se concibe propuesta ética que no sostenga la existencia de libertad de elección; de lo contrario, no tendría sentido hablar de actos morales y actos exentos de moral. Roger Scruton escribió: "La idea de que vivimos en un universo gobernado por leyes, donde cada evento resulta según leyes causales inmutables, evocan el espectro del determinismo. El determinismo es la creencia de que todo está determinado para ocurrir tal como sucede, que las cosas «no podrían haber sido de otra manera»".

"Definido así, el determinismo es casi seguramente falso. Las leyes fundamentales del universo no permiten deducir el futuro a partir del pasado. Sólo nos dicen que, dadas ciertas circunstancias, ciertos eventos son probables" (De "Filosofía moderna"-Editorial Cuatro Vientos-Santiago de Chile 1999).

En necesario e imprescindible, en nuestra época de severa crisis moral, recurrir a toda forma educativa que apunte a conformar personalidades orientadas hacia la cooperación social, desalentando toda forma de parasitismo social. Juan Mantovani escribió: "La empresa de transformar no es sólo política, sino también educativa. Recuerda Ortega y Gasset que los latinos llamaban eductio, educatio, a la acción de sacar una cosa de otra, de convertir una cosa menos buena en otra mejor, o sea, a una tarea de perfeccionamiento, al tránsito de lo que es a lo que debe ser".

"Estas son sus palabras: «Por la educación obtendremos de un individuo un hombre cuyo pecho resplandece en irradiaciones virtuosas. Nativamente aquel individuo no era bondadoso, ni sabio, ni enérgico; mas ante los ojos de su maestro flotaba la imagen vigorosa de un tipo superior de humana criatura, y empleando la técnica pedagógica ha conseguido inyectar este hombre ideal en el aparato nervioso de aquel hombre de carne. ¡Tal es la divina operación educativa, merced a la cual el verbo se hace carne!»" (De "Filósofos y educadores"-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 1962).

En una época en que los medios masivos de comunicación tienden a establecer o a difundir una mentalidad generalizada masificadora, se restringe la influencia que pueden brindar los establecimientos educativos, también influenciados por tal mentalidad de masas. De ahí que, de alguna forma, sería adecuado un retorno a las ideas estoicas y cristianas aunque esta vez asociadas a una religión natural.

domingo, 24 de octubre de 2021

Comunismo paleolítico en el Sur

Por Claudio Chaves

El terrorismo sureño, tal cual lo definiera la gobernadora de Rio Negro, Arabella Carrera, ha dado un paso más, en este caso, con el incendio de un Club social y deportivo del Bolsón.

Vialidad provincial, una sede de turismo y ahora el club, fueron las víctimas de las llamas, similares a las quemazones que los malones del siglo XIX producían en los pueblos recostados sobre la frontera, como Tandil, Azul o Tapalqué. De ninguna manera han sido estos los únicos hechos de violencia que vienen ocurriendo desde hace cinco años.

Estas conductas antisociales son promovidas por un sistema de ideas tan anacrónico como demencial. Consiste en la mixtura de una supuesta cultura araucana, que se pierde en la neblina de los tiempos, con un marxismo ad hoc, cuyo resultado final es un comunismo paleolítico. Quien más claro habló sobre estas vaguedades fue Jones Huala, en su momento de esplendor publicitario, en el 2017. Su batido cultural consistía en una mezcla de guerrilla castrista, maoísta, sandinista, aupada a líderes delictuales de la Pampa del siglo XIX como Calfucurá o el brutal Pincén, por poner algunos ejemplos. Aunque la historia de la pampa argentina está plagada de ladrones de ganado, de mujeres y de niños, cuya lista sería tan extensa como cruel rememorar en este artículo.

¿Qué sistema social progresista puede surgir de la reivindicación de una cultura que se destruyó cuando se direccionó al robo y a vicios como el alcohol y la vagancia? Ahí están los versos de José Hernández en su inmortal Martín Fierro o una Excursión a los Indios Ranqueles del general Lucio Mansilla para comprender el grado de descomposición social y cultural de lo que hoy la RAM reivindica como proyecto político.

Lo que más debiera preocupar de este dislate no es este grupúsculo de terroristas reclutados en la marginalidad de los barrios pobres de Bariloche, por ex dirigentes Montoneros, sino el apoyo que cierta intelectualidad de izquierda, citadina y cosmopolita, les da, como en su momento ocurrió con la guerrilla de los 60’. Naturalmente es muy distinto, detrás de aquella subversión había una ideología clara y dura y un Imperio socialista que desafiaba al capitalismo, con éxito. Detrás de estos violentos está el pasado arcaico, alentado por una intelectualidad progre que ha perdido la dirección del futuro.

Que el kirchnerismo ha mirado con simpatía al indigenismo llamándolos pueblos originarios, para darles jerarquía respecto de los criollos, no hay ninguna duda. Las agresiones a monumentos del general Roca en todo el país y el cambio de su nombre de calles y avenidas, estuvieron a la orden del día en los años de esplendor del kirchnerismo. Indigenismo rabioso que retiró de su lugar la estatua de Cristóbal Colon. Todo eso, que en su momento parecía una tontera discutirlo y enervarse contra el gobierno que lo promovía, es lo que ha abierto las puertas de estos energúmenos que asumiendo una tradición que no tienen, porque no existe más, se sienten respaldados por lo que escribieron historiadores e intelectuales oficialistas del kirchnerismo. En ese club de vesánicos anida la responsabilidad política de lo que hoy ocurre.

Ante el pedido de la Gobernadora de Río Negro de aumentar la presencia de Fuerzas Federales, el Ministro de Seguridad contestó que mejor sería una mesa de diálogo. ¿Con quién? Con los que ya han avisado que no van a dialogar. ¿Qué se esconde detrás de la gestión del Embajador Rafael Bielsa, ex Montonero, a favor del terrorista Jones Huala? ¿Sabe Alberto que la Constituyente chilena presidida por una Doctora, auto-percibida Mapuche, sancionará una Constitución que declare a Chile, Nación plurinacional? Y si esto fuera así, los violentos de la Araucanía, envalentonados por su éxito, en el país hermano, se lanzarán a desestabilizar a la Argentina, como ahora hacen en Chile.

El Gobierno Nacional juega con fuego. Uno de los asesores internacionales de Alberto es el chileno Marco Enríquez Ominami, uno de los creadores del Grupo Puebla, entidad defensora del indigenismo, desarticulador de las nacionalidades hispanoamericanas. No vivimos tiempos para mirar al costado. Lo más doloroso de lo que ocurre es que el gobierno actual, que se asume como peronista, reniegue de la visión que el general Perón tenía del proceso de Conquista y colonización, como así mismo desconocen que, de la Constitución de 1949, desapareció la problemática indígena que contenía la de 1853, pues el viejo militar entendía que había dos clases de hombres: los que trabajan y los que viven de los que trabajan. Los indígenas podían estar de un lado o del otro.

(De www.laprensa.com.ar)

La Escuela Austríaca de Economía en la Argentina

Por Adrián Ravier

La corriente de pensamiento destaca el valor de las libertades por sobre las regulaciones extremas y el crecimiento del Estado en la vida pública

La Escuela Austríaca de Economía nace en Viena, en 1871, con los aportes de Carl Menger. Su mayor protagonismo lo alcanza entre 1920 y 1930 con las obras de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, y en concreto con debates importantes frente a los socialistas, frente a los macroeconomistas de Cambridge como John Maynard Keynes y también frente a John Clark y Frank Knight sobre temáticas específicas como la teoría del capital.

En la Argentina, sin embargo, las ideas de la tradición austríaca recién penetran en los años ‘40, seguramente como respuesta al abandono de las ideas liberales presentes en las bases constitucionales de Juan Bautista Alberdi, y al abrazo de un intervencionismo y un proteccionismo creciente en la década anterior.

A partir de 1942 en un aula de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, se reunían cada dos semanas Carlos Luzzetti (quien completó sus estudios en Oxford), William Chapman (quien luego fue Decano de la mencionada casa de estudios), Alberto Benegas Lynch (miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas) y José Santos Gollán (h) (más tarde Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) para estudiar el libro de Gottfried Haberler: Prosperidad y depresión, publicado originalmente en inglés en 1937.

Haberler, asociado hoy con la Universidad de Chicago, había participado como asistente en el seminario privado de Mises en Viena, y había escrito este libro para estudiar las diversas teorías existentes sobre los ciclos económicos. El libro cita a Böhm Bawerk, Mises, Hayek, Lionel Robbins y Fritz Machlup, entre otros autores destacados de la tradición.

Interesado en profundizar en esas ideas Alberto Benegas Lynch contactó a la Foundation for Economic Education (FEE) y tomó contacto con su presidente, Leonard Read, quien a su turno hizo posible su visita a Nueva York, lo que abrió un canal de diálogo y encuentros con Mises y Hayek.

Ya en la década siguiente, y en concreto en 1957, Benegas Lynch funda el Centro de Estudios sobre la Libertad, el que desarrolla al menos tres grupos de actividades fundamentales para comprender la raíz del pensamiento austríaco en Argentina:

1. Traduce y publica varios libros de economía austríaca al español. Entre esas publicaciones destaca una revista titulada “Ideas sobre la Libertad” que permitió la expansión de las ideas tanto en Buenos Aires como en el interior.

2. El Centro invitó a los mencionados Read, Mises y Hayek a disertar en Buenos Aires, a los que luego se sumaron Hans Sennholz, Bruno Leoni, Lucas Beltrán y Percy Greaves, entre muchos otros. Las seis conferencias de Mises en la Universidad de Buenos Aires quizás fueron las más destacadas, hoy compiladas en un libro titulado: Política económica (Unión Editorial).

3. El Centro becó a numerosos jóvenes para que pudieran doctorarse en Estados Unidos, destacándose la figura de Juan Carlos Cachanosky, quien completó su doctorado bajo la dirección de Hans Sennholz en 1983.

En una entrevista que tuve la fortuna de hacerle, Juan Carlos comenta que fueron los trabajos de Henry Hazlitt los que movieron las estanterías de su formación keynesiana. Escribió una carta a FEE, y fue precisamente Leonard Read quien le facilitó el teléfono de Benegas Lynch, con quien rápidamente entró en contacto, y le prestó varios libros de los austríacos, que en esa época eran muy difíciles de conseguir.

En la misma entrevista, Juan Carlos destaca que en aquella época, como estudiante de economía en la UCA, conoció a Alejandro Chafuén, y juntos empezaron a participar en las actividades de la Escuela de Educación Económica del Contralmirante Sánchez Sañudo.

La posta de todos estos (y otros) esfuerzos de Benegas Lynch, la toma su hijo, quien en mayo de 1978 invita a Juan Carlos Cachanosky a incorporarse al Departamento de Investigaciones de la Sociedad Rural Argentina. (Posiblemente sea correcto afirmar que Benegas Lynch y Cachanosky son los dos apellidos más importante en las raíces del pensamiento austriaco en Argentina).

Origen de Eseade

Unos meses después, en agosto, Alberto Benegas Lynch (h) y un grupo de empresarios fundan Eseade, la primera Escuela de Negocios que ofrece estudios de posgrado en la Argentina.

La casa de altos estudios forma un departamento de investigaciones con nombres destacados para la Escuela Austríaca en Argentina, cada uno de los cuales requeriría una nota aparte: Juan Carlos Cachanosky, Gabriel Zanotti, Federico Thomsen, Alfredo Irigoin, Eduardo Zimmermann, Ricardo Manuel Rojas, Enrique Aguilar, entre otros. La incorporación de Ezequiel Gallo como director de ese Departamento le dio un vuelvo fundamental, convirtiendo a jóvenes entusiastas en académicos profesionales. Más tarde, el propio Juan Carlos Cachanosky será director. Alberto Benegas Lynch (h) fue Rector de Eseade durante 23 años, y durante ese tiempo sus cuatro programa de Maestría en Economía y Administración de Empresas, en Economía y Ciencias Políticas, en Derecho Empresario y en Finanzas, formaron centenares de graduados muchos de los cuales hoy dirigen las empresas más importantes del país. Esa formación incluía e incluye hoy día cursos donde el emprendedor es el motor de la economía, y el proceso de mercado aunque siempre en desequilibrio no es caótico, sino que permite coordinación.

En 2001 Alberto Benegas Lynch (h) deja Eseade para presidir la Fundación Friedrich Hayek, y deja el cargo a Martín Krause, quien también lo sucede como titular de cátedra de economía en la Facultad de Derecho de la UBA. Krause convoca a Gabriel Zanotti a dirigir el Departamento de Investigaciones, donde aparece una nueva generación de intelectuales interesados por la obra de Hayek y la Escuela Austríaca. Destacan allí Eduardo Stordeur y Eliana Santanatoglia en el área de derecho, Constanza Mazzina en ciencias políticas, Ricardo López Gottig en historia y yo personalmente estudiaba temas económicos.

Este departamento de investigaciones recibía frecuentemente la visita de académicos de diversa ideología, desde un Axel Kicillof hasta un joven Javier Milei, alcanzando siempre un diálogo respetuoso que nos nutría a todos desde un enfoque multidisciplinar.

En paralelo con la trayectoria de Alberto Benegas Lynch (h) en Eseade, Juan Carlos Cachanosky tomaba la dirección de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín en Guatemala, llevando un cuerpo docente argentino (del cual tuve la fortuna de participar) a dictar clases en programas internacionales.

Juan Carlos siempre insistió a su cuerpo docente que debían doctorarse para alcanzar el más alto nivel, y ello le permitió contar con un equipo de alta calidad donde destacaban Alejandro Gómez en historia económica, Pablo Guido y Sebastián Landoni en economía, y Florencia Roca en Finanzas.

Poco tiempo después Ricardo Manuel Rojas se convierte en director de la Fundación Hayek y el departamento de investigaciones de Eseade se traslada a esas oficinas bajo la dirección de Osvaldo Schenone, doctor en economía de Chicago, y con Gabriel Zanotti como sub-director. A ese departamento de investigaciones se suman nuevos jóvenes investigadores como Nicolás Cachanosky, hijo de Juan Carlos, quien poco después completa su doctorado en economía en Boston, y se convierte en profesor de tiempo completo en Denver, Estados Unidos.

Ediciones en la Argentina

Alrededor del 2007, Unión Editorial desembarca en Argentina, ya no sólo con envíos de miles de libros, sino con la intención de tener ediciones propias en América Latina. Se trata, en el mundo hispano, de la principal editorial en publicar libros de la Escuela Austríaca, actividad iniciada por Juan Marcos de la Fuente y seguida hoy por su hijo Juan Pablo Marcos. En Argentina Rodolfo Distel es quien dirige Unión Editorial, la que ha publicado en la última década centenares de obras clásicas y nuevos títulos que se exportan al interior, a los países limítrofes, e incluso llegan a todo el continente.

Sería injusto no mencionar al profesor Francisco Navarro Vilches en formar austríacos en Mendoza; lo mismo con Rogelio Pontón y su esfuerzo por formar jóvenes austríacos en Rosario; Federico Fernández por ejemplo ya lleva organizados más de diez Congresos Internacionales de la Escuela Austríaca en esa ciudad con la Fundación Bases que preside; y por supuesto habrá que mencionar tantas otras instituciones para las cuales aquí ya no tenemos espacio.

Sin dudas que el trabajo entusiasta de Javier Milei está expandiendo las ideas de la Escuela Austriaca en Argentina, pero vale la pena señalar la plataforma sobre la que se sostiene este proceso, destacando el trabajo de hormiga de muchas personas e instituciones que también contribuyeron a ese fin.

(De www.infobae.com)

viernes, 22 de octubre de 2021

La trampa peronista

Los momentos de catástrofes o de crisis social severa, presentan dos aspectos posibles: en un caso se vislumbra una solución (pasado el terremoto se procede a reconstruir lo deteriorado), o bien se vislumbra una trampa (no hay solución posible ante la mentalidad reinante en la sociedad). Este parece ser el aspecto de la crisis moral y social que nos afecta en la actualidad.

Ante la pobreza y la desocupación reinantes, una salida de la crisis provendría de la promoción del empleo. Pero ello no es posible por cuanto, si un empresario contrata un nuevo empleado, las condiciones de un posible despido son muy desventajosas; se arriesga a un juicio laboral producto de la "industria del juicio", algo frecuente en nuestro país. Además, por cada $100 que recibe el empleado, el empleador deberá pagar otros $60 al Estado y a los sindicatos. Si acepta empleados no registrados, se arriesga a sufrir multas. De ahí que las leyes laborales, beneficiosas para quienes ya tienen un empleo, son un gran impedimento para quienes deseen un primer empleo.

La enorme emisión monetaria mantiene un elevado índice de inflación. Sin embargo, el gobierno peronista culpa a los hipermercados por ese proceso. Al imponer un control de precios, surgen quienes aducen que tal control "nunca logró buenos resultados", olvidando a veces mencionar que empeora lo que se quiere solucionar. La limitación de ganancias restringe el interés por producir aquello que fue afectado por los precios máximos, por lo que la producción tiende a decaer, provocando desabastecimiento y futuras subas de precio.

Al promover el control de precios, utilizado como propaganda electoral, no se menciona que un 40% del costo de los alimentos va al Estado vía impuestos, y que esos montos son destinados principalmente al mantenimiento de millones de vagos y parásitos sociales.

Los políticos en el gobierno aducen que los hipermercados suben los precios para lograr elevadas ganancias, ignorando que las ventas se reducen cada vez que aumenta un precio. Además, si los hipermercados ganaran en la Argentina tanto como afirman los peronistas, empresas como Wal-Mart no se habrían ido del país.

Los planes sociales, el empleo público superfluo y otras "ayudas" generan cada vez más pobreza, pero ningún político se atreverá a limitarlas, ya que ello lo perjudicará en futuras elecciones. La trampa es perfecta porque no se advierte solución posible ante la mentalidad reinante en este país.

El peronismo sólo sabe repartir riquezas ajenas y robar. El primer peronismo encontró un país rico y despilfarró todos los recursos económicos, iniciando la decadencia que llega hasta el presente. En situaciones de severa crisis social, sigue despilfarrando como siempre, acentuando la grave situación.

A continuación se trascriben algunos párrafos acerca de la esencia del peronismo de ayer, similar al de hoy y de siempre:

PERONISMO

Por Raúl Torres de Tolosa

En 1943 la vida social argentina, en todos sus aspectos, padecía de cierta rigidez, que impedía el aprovechamiento de capacidades potenciales. Que muchos valores positivos, individuales y sociales, no hallaban la vía para su realización, sin que ello implicase desconocer las ponderables realizaciones del pasado y aún del instante observado. Existían a nuestro modo de ver, fuerzas con poder expansivo latente, que se hallaban constreñidas, tal como los electrones en el interior del átomo. Nuestra interpretación se valía de un símil, aprovechando la espectacularidad de las consecuencias de la fisión nuclear.

Así las cosas, entra en escena el profesor Perón, armado de su ciencia estratégica. Trabaja incansablemente en su laboratorio de Trabajo y Previsión, preparando la bomba capaz de liberar la energía social reprimida, hasta que la obtiene, lanzándola sobre el país. A la explosión se suceden reacciones en cadena; se desintegran cadenas oligárquicas y una inmensa energía social queda liberada.

"¡Perón, Perón, que grande sos!", ha hecho el milagro. Y no sólo las masas populares (atención) sino muchos hombres y mujeres postergados u olvidados, de todas las clases, viven la euforia de la expansión, de la rotura de ligaduras enervantes. Personifican en Perón sus nuevas posibilidades de plenitud vital, de realización; sienten la embriaguez del triunfo, de la afirmación de la propia personalidad y, claro, comienzan a adorarlo como a un dios.

A nuestro juicio, el fenómeno esencial del peronismo es de orden espiritual, más que económico-social, como suele decirse. Es evidente que el sistema liberal resulta más apto para la producción de riqueza. Prescindamos del problema de la distribución que es perfectible y observemos al hombre como ente espiritual. El liberalismo es eficiente, pero frío y duro. La competencia puede llegar a ser feroz, y los mejores espíritus sentirse arrollados, extraños, cohibidos, en una sociedad fuertemente competitiva, como gustan decir los liberales.

Perón, realidad o mito poco importa, simboliza la comprensión, el calor humano, la protección, y, en pareja con Evita, el amor. (No te enojes gorila amigo). El conjunto de estos imponderables y no las leyes sociales que puede dictar cualquiera, es lo que constituye la fuerza de Perón. Eso es lo que no ha podido ser reemplazado hasta el presente. Perdonadme, queridos aprendices de demagogo, pero sois unos pigmeos.

Nuestro manejo discrecional del tiempo nos permite volver "al tiempo aquel" como dicen los nostálgicos. Hay empleo para todos. El dinero circula alegremente. Las multitudes invaden los restaurantes, confiterías, cinematógrafos, teatros, estadios deportivos. En las fiestas de fin de año la juventud de ambos sexos, que ha cobrado su aguinaldo, canta su alegría de vivir en bares y cervecerías. La sidra y el pan dulce llegan a los hogares humildes de todos los rincones de la Patria, deslumbrando a muchos que nunca antes los habían conocido, en suma, la euforia desborda con apariencias de culto dionisiaco.

Ahí está la energía liberada; ahí están las puertas del ancho mundo abiertas a la acción, al empuje, a las ansias de vivir. Ahora sí, podrá construirse la gran Argentina soñada. Con gratitud para el presente y fe en el porvenir, se habla de la Nueva Argentina, renegando airadamente del pasado.

De pronto, los más reflexivos comienzan a advertir que la producción de bienes, en lugar de aumentar disminuye. Que el efecto mágico producido por la tenencia de dinero, no sirve para comprar artículos de consumo, que desaparecen de la venta o sólo se obtienen a precios exorbitantes; que cada día es más difícil obtener vivienda a precios accesibles, que para utilizar servicios o adquirir mercaderías a precios congelados es preciso sumarse a interminables colas. Los que saben, antipáticos como ellos solos, comienzan a pronunciar misteriosamente una palabreja antes desconocida para el común: ¡INFLACIÓN!

El mago ha olvidado que no es suficiente liberar la energía. Es preciso además poder controlarla y encauzar su uso en forma productiva. Pero "él" tiene fe en su varita mágica, e intenta de mil maneras detener el avance de la ola inflacionaria, que amenaza con sumergir al país entero. Y una vez más los hechos, estos famosos hechos que han destruido la democracia y al comunismo, no se dignan a obedecer.

El taumaturgo se enfurece, ruge, amenaza, pero las aguas siguen subiendo y ya le alcanzan al cuello. Entonces implora. Llama a los suyos, a los que ayudó, a los que le deben su prosperidad, a los obreros sudorosos, a sus queridos descamisados, y les pide que lo ayuden a salir del pantano. Quiere hacerles comprender, con su no desdeñable elocuencia, que debe evitarse matar la gallina de los huevos de oro, que sin mayor producción de bienes no habrá nada que repartir. Gesticula, hace chistes para animarlos, alza los brazos invitándolos a la acción, sonríe, siempre con los brazos en alto. Un silencio metafísico, que pareciera venir del más allá, por lo absoluto, le responde.

Hasta que un día tormentoso el mago desaparece. La escena del teatro de sus triunfos transmite una sobrecogedora sensación de vacío. El mito comienza a transformarse en leyenda. La leyenda de lo que pudo haber sido y no fue. Del sueño de fundar un imperio, estancado en la etapa de la dictadura demagógica. Pareciera que el moderno totalitarismo democrático, no es ámbito propicio para que germine el genio de los césares. Mejor así. Mientras tanto, la fecunda energía liberada, pero sin control, había destruido la moral y la economía, mucho más difíciles de restaurar que la libertad, también perdida.

(De "Argentina monárquica o el huevo de Colón"-Ediciones Theoría SRL-Buenos Aires 1966).

domingo, 17 de octubre de 2021

El crimen perfecto de la política antiinflacionaria

Por Enrique Szewach

En lugar de interpelar al verdadero responsable del problema, el Gobierno culpa al sector empresario por fijar precios demasiado altos

En el año 2003, el escritor argentino Guillermo Martínez publicó una extraordinaria novela policial, Crímenes Imperceptibles, luego llevada al cine como Los crímenes de Oxford. En esa novela, Martínez explicitaba la definición de un crimen “perfecto”. Un crimen perfecto, se leía, no es el que la policía y la Justicia no logran resolver. Un crimen perfecto es aquél en dónde se encuentra al culpable equivocado, y se logra cerrar el caso.

El caso de la inflación y de la política antiinflacionaria, es un ejemplo paradigmático de esta noción de crimen perfecto.

En el 95% del mundo, la alta inflación desapareció hace años. Ese éxito de la política antiinflacionaria se logró cuando la política definió que el culpable de ese crimen y, por lo tanto, responsable de su solución, era el Banco Central.

Pero para que los Bancos Centrales pudieran asumir la plena responsabilidad sobre los cambios en la tasa de inflación debían darse al menos tres condiciones. La primera, que sus autoridades tuvieran independencia de la política, en el sentido de que gozaran de estabilidad en sus cargos, fueran designadas por el Congreso con mayorías especiales y sólo pudieran ser destituidas por faltas graves y mediante un juicio político.

La segunda, que el Banco Central pudiera manejar la política monetaria, limitando estrictamente el uso de la emisión de moneda para financiar déficits fiscales. La tercera condición, y no menor, se vincula con que la economía, sobre la que esta política monetaria actúa, fuera abierta, con mucha competencia entre las empresas y con un buen marco regulatorio de defensa del consumidor. Esta última condición resulta clave, porque en los países en que las economías funcionan de esta manera, en épocas normales, los precios, en general, los determina la demanda. Si una empresa no puede ofrecer sus bienes o servicios al precio que la demanda está dispuesta a pagar, entonces, o se vuelve más productiva y baja sus costos, o resigna rentabilidad, o quiebra.

Es bajo estos parámetros que los Bancos Centrales se han hecho responsables exclusivos de la política antiinflacionaria, porque influyen, con la política monetaria presente y esperada, sobre la demanda y, por lo tanto, sobre la variación de la actividad y los precios.

En la Argentina, respecto de la inflación, se ha cometido el crimen perfecto. En lugar de interpelar al verdadero responsable -el Banco Central-, el culpable es el sector privado que fija los precios, tomando sus costos y sumando una tasa de rentabilidad “exorbitante” que el secretario de Comercio de turno, como el cuidador y defensor “del pueblo”, debe revisar, controlar y, eventualmente, reducir. Lo absurdo de este razonamiento es que confunde nivel de precios con inflación. Si fuera cierto que la tasa de inflación la fija el sector privado, con ambiciones desmedidas de su rentabilidad, no se entiende por qué esa ambición crece al 3-4% mensual, en lugar de hacerlo al 10 o al 15% mensual. Por qué esa tasa algunos años es 50% anual y otros 25% o por qué esos mismos empresarios son menos ambiciosos en Uruguay o Chile o Brasil.

Escondiendo al verdadero culpable, mientras se acusa al sector privado de la inflación, el Gobierno, en lugar de ser responsable, pasa a ser el defensor de las víctimas, los consumidores. El crimen perfecto, diría Martínez.

La realidad es que la inflación argentina, al menos la que corresponde al cambio de régimen inflacionario del veintipico por ciento anual, al cincuenta por ciento anual, de los últimos cuatro años tiene un claro origen macroeconómico.

Primero fue la crisis de deuda originada en los primeros meses del 2018, que se prolongó hasta principios del 2020, y que triplicó el precio del dólar libre, la verdadera moneda de la Argentina. Luego fue la crisis fiscal derivada del pésimo manejo de la renegociación de la deuda, de la falta de acuerdo con el FMI, y del desmanejo del gasto público de pandemia y confinamiento, que terminó en un déficit fiscal financiado, casi exclusivamente, por la emisión de pesos del Banco Central. El desmanejo macroeconómico que volvió a triplicar el precio del dólar libre.

Es decir, entre finales del 2017 y hoy, el precio del dólar libre se multiplicó por seis. Dicho de otra manera, el peso se devaluó casi un 90% respecto del dólar en cuatro años. Es esa pérdida del poder de compra del peso lo que finalmente se traslada al precio de los bienes y servicios que aumentan su valor respecto de ese peso devaluado.

La inflación argentina de estos años es la consecuencia de una mala política económica, no de malos empresarios, o malos sindicalistas, quienes, en todo caso, pueden ser culpados de otros crímenes, pero no de esta inflación, estrictamente derivada del desorden macroeconómico.

Este descontrol macroeconómico ha dejado al Banco Central con la incapacidad de hacer política monetaria. Y para mantener sus exiguas reservas, la autoridad monetaria utiliza, como único instrumento, al cepo recargado, mientras atrasa el precio del dólar oficial respecto de la inflación.

Y es en este marco en dónde el Gobierno anuncia un congelamiento de un conjunto de precios, disfrazado de “tregua”.

En otras palabras, refuerza el mismo concepto. Mientras anuncia todos los días más descontrol, tratando de revertir el resultado electoral de las PASO, le pide una tregua a los empresarios para que aflojen y le den “una alegría al pueblo”. Son los empresarios los que generan “tristeza” mientras el Gobierno trata de confrontarlos.

Por todo esto, la introducción del control transitorio de algunos precios, lo único que logrará será agravar, aún más, la distorsión de precios relativos que ya tiene la economía argentina, sin reducir la tasa de inflación.

En efecto, el Gobierno, además del mencionado “ancla” cambiaria, ya ha atrasado el precio de los servicios públicos y de algunos servicios privados. También ha regulado la variación de los precios de muchos de los productos y servicios, que ahora pretende congelar. Ha prohibido o racionado exportaciones, etc. Y ya sabemos el resultado.

Porque mientras subsista el desajuste macro, los controles de todo tipo sólo redistribuyen el costo de la inflación entre sectores, pero no la reducen. Por el contrario, la aumentan, dadas las expectativas negativas que estas políticas generan.

Es más, como ya le mencioné en otras columnas, esta inflación es el impuesto que “cierra” el déficit fiscal, incrementando ingresos y licuando gastos. Por eso, insisto, sin arreglar el tema de fondo, o sin conseguir financiamiento externo, frenar algunos precios no cambia el problema, simplemente lo redistribuye entre consumidores y productores. Como máximo, en el corto plazo, algunos serán subsidiados con dólares “baratos”. Otros serán subsidiados con productos y servicios baratos, si los consiguen, y otros pagarán esos subsidios. Pero el total de la recaudación del impuesto inflacionario no puede bajar sustancialmente.

El gobierno, tardíamente, se ha dado cuenta que una inflación del 50% es pianta votos. Como no puede bajarla, lo único que intenta es encontrar otro culpable.

Pero lo cierto es que la mayoría de los votantes sabe, o tiene una gran sospecha, sobre quién es el verdadero culpable.

Saben que la inflación es un impuesto tremendamente regresivo.

Saben, en síntesis, que la inflación, más que perfecto es, simplemente, un crimen.

(De www.infobae.com)

La colmena humana

El ser humano es distinto de insectos tales como las abejas o las hormigas. Sin embargo, resulta llamativo que muchas "sociedades" humanas se parezcan más a una colmena o a un hormiguero que a una sociedad orientada por las leyes naturales que gobiernan nuestra naturaleza humana.

Se dice que una imagen vale por cien palabras. De ahí que la idea de una colmena sirva para definir lo que acontece en la Argentina en estos últimos años. Recordemos que una colmena tiene una abeja reina, varios zánganos que la fecundan y que no trabajan, y numerosas obreras que trabajan y producen miel y jalea real. "Una colmena es el lugar donde vive una colonia de abejas, que en el caso de la abeja melífera (Apis mellifera) puede tener entre 40.000 y 70.000 ejemplares. En ella habitan 3 castas; la mayoría de las abejas que viven en la colmena son obreras, hembras infértiles que fabrican la miel. Además hay unos 300 zánganos, machos fértiles cuya única función es reproductiva. El corazón de la colmena es la abeja reina, la única hembra fértil cuya sola función es poner huevos. Ella es la madre de todas las abejas de la colmena y es cuidada y alimentada por las obreras. Éstos son insectos eusociales, es decir, que las abejas que viven en la misma colmena forman la organización social más elevada" (De https://www.petdarling.com/colmena-de-abejas/).

La Argentina contemporánea puede describirse, sin demasiada exageración, como una colmena que tiene una reina y que se llama CFK; tiene una gran cantidad de zánganos (parásitos sociales mantenidos por el Estado, que no trabajan o bien cumplen horarios sin producir nada de valor); tiene, además, un limitado números de obreras (sector productivo en disminución que es explotado laboralmente por el Estado) para mantener el creciente número de zánganos.

En este país se hace todo lo que a la reina se le viene en ganas, advirtiéndose que poco o nada se interesa por el resto, ya que se empecina en aumentar el número de zánganos para vencer en futuras elecciones.

Si la economía de un país se parece a la economía de un hogar, puede decirse que la economía nacional se asemeja a un hogar que tiene muchas deudas, que trabaja poco y gana poco. Y para colmo de males, en lugar de retraer sus gastos, trata de gastar cada vez más dinero. Ello se debe a que la reina quiere seguir ocupando ese lugar y por ello busca seguir aumentando la población de zánganos aunque las obreras cada vez sean más pobres.

Gran parte de la colmena sabe muy bien que a ese paso nos aproximamos a otras colmenas similares, denominadas Cuba y Venezuela, pero, aún así, quiere correr el riesgo para no dejar de seguir los ideales y las ambiciones de su abeja reina.

sábado, 16 de octubre de 2021

La historia de un comunista converso

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Eudocio Ravines dedicó dos tercios de su vida a la militancia revolucionaria. Sin embargo, terminó abandonando el marxismo repugnado por las persistentes mentiras difundidas por el aparato soviético

Hay muchísimos relatos sobre personajes de gran valía que se han desengañado con el espíritu totalitario del marxismo. En otras oportunidades he escrito sobre las características de esa corriente de pensamiento por lo que en esta ocasión me limitaré a describir telegráficamente el caso de Eudocio Ravines (1897-1979), mi entrañable amigo que fue asesinado en México puesto que sus anteriores compañeros de ruta no le perdonaron que abandonara sus filas.

Tuve el privilegio de presentarlo a Ravines en distintas tribunas en Guatemala, México y en nuestro país. Generalmente comenzaba su conferencia con un pedido de perdón por lo que había hecho desde el Kremlin. Se emocionaba y esgrimía un paralelo con San Pablo en el camino de Damasco. Eudocio Ravines era Premio Mao y Premio Lenin, entre tantas anécdotas contaba que una de sus misiones principales era la de infiltrar las Iglesias española y chilena, lo cual logró con algún resultado que ha sido ponderado por sacerdotes tercermundistas.

En su primera etapa de desencanto pensaba que el problema radicaba en tal o cual administrador del comunismo y recién más adelante se percató que el problema consiste en el sistema y no en sus circunstanciales jefes. A partir de entonces escribía semanalmente en diarios latinoamericanos y publicó numerosos libros entre los cuales cabe destacar su notable best-seller La gran estafa sobre el cual nos vamos a detener en esta nota periodística de la que se publicaron diez ediciones, la primera en inglés. El título revela a las claras el contenido de ese sistema que Ravines denomina “la fosa común” que es “la consecuencia inexorable de sistemas y métodos, de dogmas inhumanos que no pueden ser abandonados, de condiciones económicas, políticas y sociales que los dirigentes no pueden modificar ni suavizar, ya que ello implicaría su caída”. El libro está dedicado a “todos los que sufrieron el drama de la gran estafa”.

Nacido en Perú con el pasaporte cancelado por el mandón del momento, viajaba con pasaporte boliviano. Comienza su relato agradeciendo el inmenso cariño de sus padres y subraya el empeño de su madre para que su hijo “sea un fraile franciscano”, lo cual intentó concretar sin resultado a través de su hermano mayor director del Colegio Nacional donde estudió Eudocio y donde comenzaron sus primeras lecturas de Nietzsche y, asimismo, describe la miseria por la que atravesaba su familia y sus atentas escuchas de las constantes críticas a los gobiernos de turno asentando manotazos de diversa envergadura sobre la población.

Quedó de niño muy impresionado por la Revolución Rusa y de mayor comenzó a explorar libros de Marx, Engels, Trotsky, Lenin y Zinoviev. En sus palabras: “Los bolcheviques anunciaban el advenimiento de una sociedad más humana, que venía a conceder al hombre la libertad de la miseria; proclamaban que traían en los brazos la aurora de un nuevo día para todos los desheredados de la tierra; alzaban en alto la dolida esperanza de todos los que carecíamos de mañana y se hacían presentes, marchando en la historia como los redentores de todos los pobres del mundo. Yo no podía dejar de ubicarme del lado de ellos. Y fue desde aquellos instantes que me hice fervoroso comunista, ardiente partidario de la Revolución Proletaria.”

Encontró cobijo en el diario limeño La Razón que dirigía el periodista José Carlos Mariátegui, fervoroso simpatizante de la Revolución Rusa donde Ravines comenzó a publicar artículos hasta que el periódico dejó de aparecer por la persecución del gobierno, motivo por el que Mariátegui se autoexilió en Italia y entonces Eudocio se empleó en el comercio Fort Hermanos lo cual le permitió seguir con sus estudios en la universidad y, sobre todo, incorporarse “al encrespado movimiento estudiantil” que era “el cuartel general insurgente” que fue reforzada por otra visita relámpago de Mariátegui para inaugurar un círculo de tertulias denominado con el sugestivo nombre de “Rincón Rojo”. Mientras, Ravines se ejercitaba en levantar el entusiasmo de otros grupos a través de una encendida oratoria en muy diversos actos públicos y clandestinos y escribiendo abundantemente para la revista Claridad.

“Una noche -también relata el autor- en plena madrugada, mi hogar era invadido por agentes de la policía secreta; registraron las habitaciones, despanzurraron los colchones, levantaron los pisos, golpearon a mis hermanos y me llevaron detenido”. Otra vez las cosas fueron peores “en manos de la policía fui conducido a Lima; el gobierno, sin proceso alguno, decretó contra mí una condena de veinticinco años de presidio” y lo depositaron en un “pozo de unos diez o doce metros de profundidad, con bóveda y muros pétreos. Allí los españoles almacenaban agua que debía soportar los sitios en la lucha contra los piratas”.

Transcurrido un tiempo, desde Moscú se enviaron emisarios secretos disfrazados de enfermeros para sacarlo de prisión y después de logrado el cometido lo encontraron en muy mal estado físico y emocional debido a los maltratos y pésima alimentación. Cuando llegó a Moscú lo esperaban nada menos que el presidente del Komintern, Dimitri Manuilsky, el argentino Rodolfo Ghioldi, el mexicano Hernán Laborde y el búlgaro George Dimitrov. “Días más tarde me declararon Héroe de la Internacional Comunista” y más adelante el célebre activista Henri Barbusse lo llevó a una reunión con Stalin y MaoTseTung junto a traductores y cuatro secretarios.

Escribe Ravines que “Stalin es un hombre de baja estatura, en comparación con las estatuas, pinturas y su gigantesca iconografía. Su rostro es más bien pálido, ligeramente ocroso, con la piel marcada por hoyos de viruelas. Es un hombre barrigudo hasta ser panzón, defecto que parece molestarle, pues estaba evidente el empeño de ocultar su abdomen tras los pliegues de la amplia rabashka. En los retratos y pinturas la barriga staliniana está incuestionablemente sofisticada ya que era la primera vez que yo veía un Stalin panzón. Al reír, una risa que lleva en sí la marca de la burla […] Estuvo de pie durante toda la entrevista, pero me pareció que tenía las piernas, especialmente los muslos, demasiado cortos en relación con el tronco y el resto de su cuerpo […] Su mirada era la de un hombre astuto más que inteligente, en ella brillaba más la desconfianza y el recelo que la agudeza y la perspicacia […] Mao adoptó una actitud policial, parecía enfadado y exhibía un rostro de profundo disgusto, las cicatrices de los granos de su cara tomaban un tinte violeta negruzco […] la entrevista giró en torno a lo paradisíaco de la vida de su pueblo y de las maravillas del Plan Quinquenal”. Mao habló poco en esa entrevista pero lo poco que dijo eran lugares comunes que no tenían ni remotamente la categoría que se suponía debía ostentar el líder del comunismo chino.

Nos dice Eudocio Ravines que por más que sostenía con entusiasmo el ideario comunista, por sus adentros se daba cuenta que en lo personal lo habían desilusionado estos dos personajes que revelaron ser de baja estofa pero que antes de la reunión idolatraba. Entretanto, en los meses sucesivos le encomendaban diversas faenas a Ravines las cuales cumplía a pie juntillas pero en los meses siguientes apareció otra desilusión y aunque no profesaba especial simpatía por el candidato se trató de una reunión con muchas personas, casi todas extranjeras, con “el jefe nominal” es decir con el camarada Michail Kalinin, el presidente de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. En esa asamblea las declaraciones de ese nuevo personaje resultaron en una mezcla de afirmaciones anodinas y falsas, intercaladas con malos chistes -que no se sabe si le habrá costado algún castigo de sus dueños- por ejemplo, cuando dijo entre carcajadas algo que no se supo bien adonde apuntaba: “O el Plan Quinquenal nos aplasta o nosotros aplastaremos al Plan Quinquenal”.

Como queda dicho Ravines cumplió con los trabajos encomendados, algunos de los cuales requería viajar al exterior pero a medida que transcurría el tiempo las desilusiones iban en aumento y fueron mucho peores que impresiones personales de algunos de los líderes puesto que se refirieron a tres aspectos cruciales. En primer lugar, el suculento contraste de lo que se declamaba sobre el bienestar de la población por una parte, y por otra la espantosa miseria y sufrimientos indecibles que constataba en su paso por diversas regiones y poblados que llegaban a la muerte por inanición. En segundo lugar lo horrorizaron las constantes purgas que primero pretendió justificar hasta que finalmente se dio por vencido frente a la evidencia no solo de los asesinatos de colegas sino las permanentes matanzas de inocentes. Y por último la inmensa repugnancia al verificar las reiteradas y persistentes mentiras dichas y difundidas por el aparato comunista.

Resulta muy conmovedora la descripción de Eudocio sobre una conversación larga, una noche, con su amigo y camarada, el comunista italiano Marcucci con quien habían llevado a cabo diversas tareas. Tuvo lugar en un hotel madrileño y versó sobre las traiciones y desagrados mayúsculos de los que estaban haciendo los jerarcas del Partido. Después de esa conversación y una vez que cada uno se retiró a su habitación del hotel, Ravines escuchó un disparo y era su amigo que en la desesperación y frustración se había suicidado. “Me arrodillé al pie del cadáver del muchacho que iba de la vida maldiciendo de su fe y protestando contra la estafa. Me quedé allí llorando, por Marcucci, por los millares de Marcuccis que agonizaban en el mundo entero. Lloré por mí, por mi vida, por mi juventud estéril y quemada en vano, entregada para que se alzaran sobre mi sacrificio un infame grupo de piratas”.

Después de largas cavilaciones, finalmente decidió fugarse pero se preguntaba ¿cómo? ¿con qué? “Si carecía hasta del valor del pasaje para pagar un tranvía. El Partido Comunista empleaba contra mí el poderío que yo mismo le había forjado. Y mi sentimiento de culpabilidad se engrandecía, cobraba magnitudes infinitas y me aplastaba psíquicamente hasta un límite que se me hacía inaguantable. Tenía que comenzar de cero, quizás a los dos tercios de mi vida, desconcertado por una desorientación caótica […] Ya no era un acérrimo adversario del capitalismo. Mi pensamiento oscilaba”.

Y así, como hemos consignado, Ravines publicó muchos libros entre los cuales cabe destacar Capitalismo o socialismo. La disyuntiva del siglo. Me ha contado este amigo sus desvelos por estudiar los aspectos filosóficos, jurídicos, históricos y económicos de la tradición liberal, muy especialmente su dedicación a las obras de grandes maestros de la economía que suele ser el territorio menos explorado y el que está habitualmente plagado de falacias. De estas detenidas miradas resultó la aparición de este libro en el que subraya que “Es ostensible que estas páginas están animadas por la tendencia clarísima a acumular pruebas frente al lector, a demostrarle que objetivamente el fracaso de los regímenes socialistas y socializantes, a hacerle palpar la magna frustración de nuestra era […] La superioridad de la economía libre sobre la economía regimentada se muestra en los resultados, en las condiciones de vida de los pueblos, en el grado de crecimiento de los procesos económicos […] es un alegato a favor de la economía libre, es decir, una defensa de los intereses populares”. Y concluye enfatizando que su libro apunta a clarificar sobre “la función creadora y revolucionaria del capitalismo […], esta lucha defiende valores: valores humanísticos”.

En otras palabras, estamos frente a un hombre de gran honestidad intelectual que ha sido engañado y reconoce con creces su error y lo enmienda con formidables trabajos en muy diversas direcciones al efecto de mostrar las ventajas de la libertad y el consiguiente respeto recíproco.

(De www.infobae.com)

jueves, 14 de octubre de 2021

Ética bíblica vs. Éticas alternativas

Toda ética propuesta debe describir con similar exactitud las actitudes que conducen al bien como a las que conducen al mal, para alentar las primeras y desalentar las últimas. La ética bíblica presenta ambos aspectos, ya que los mandamientos de Moisés, que aparecen en el Antiguo Testamento, se caracterizan por desalentar el mal, con prohibiciones como el "no matarás", "no robarás", etc. En el Nuevo Testamento, por otra parte, se enfatiza la promoción del bien, con el "Amarás al prójimo como a ti mismo". En ambos casos se aduce que tal ética proviene de Dios, o bien del orden natural, como también puede suponerse.

Resulta evidente que, si la gran mayoría de las personas adoptase esta ética, las diversas sociedades humanas funcionarían bastante mejor que lo que actualmente se observa. La débil influencia de la ética bíblica se debe, entre otros aspectos, al lugar secundario que le otorgan los predicadores cristianos, ya que están más interesados en que se crea que Cristo volvió a la vida luego de su crucifixión, a que se cumpla con la ética propuesta.

Ante tantas complejidades y misterios, un gran sector de la sociedad rechaza totalmente a la religión, con la ética incluida. De ahí que son varios los autores que niegan el origen divino de la ética proponiendo otros orígenes distintos. Sin embargo, es posible afirmar que toda ética parte de la observación directa del comportamiento de las personas para sugerir, luego, una optimización del mismo y una fundamentación posterior de la ética, como es el caso del supuesto origen divino de tales mandamientos.

El individuo alejado de la religión tiende a sospechar que, si Dios hubiese creado en forma directa a los seres humanos, y no en forma indirecta través de la evolución biológica, estaríamos exentos de tantos defectos como advertimos. Estas debilidades se deben, posiblemente, a que nuestro cerebro adquiere su componente racional (neocórtex) en una etapa tardía, por lo que no existe un fácil control racional sobre lo emocional ni tampoco un fácil control emocional sobre lo raciomal. Antonio Royo Marín escribió: “Existen en el cristiano dos partes componentes y opuestas: la carne y el espíritu; existen en él como dos hombres enemigos que se combaten entre sí: el hombre viejo y el hombre nuevo. El cristiano, ayudado de la gracia, debe hacer triunfar al espíritu sobre la carne, al hombre nuevo sobre el viejo. La salvación depende de esta victoria. La vida cristiana y el grado de perfección de cada uno se miden por el progreso del espíritu sobre la carne, del hombre nuevo sobre el viejo”.

A continuación se menciona un listado de éticas alternativas, no religiosas, que tienden a competir con la ética bíblica:

- La moral proviene del influjo de la educación (Montaigne)
- La fuente de la moralidad son las leyes del Estado (Hobbes)
- Lo bueno y lo malo arranca de un libre pacto entre los hombres (Rousseau)
- Es una invención de los hombres superiores: filósofos, etc. (Mandeville)
- El desarrollo del sentido moral se debe al progreso de la ciencia (Comte, Stuart-Mill, Litré, Taine)
- Todo depende del influjo social (Durkheim, Lévy-Brühl, etc.) o de las leyes de la historia (Dilthey e historicistas)
- No hay más principio de moral que el yo («egoísmo absoluto» de Max Stirner)
- La moral y el derecho son de origen positivo, a base de las costumbres de los pueblos que van cambiando en el transcurso de los siglos (Savigny, Paulsen y otros partidarios de la «Escuela Histórica del Derecho»)

(Extractos de "Teología moral para seglares"-La Editorial Católica SA-Madrid 1964).

Es oportuno decir que la validez de toda ética, con sus sugerencias o mandamientos asociados, surge de sus efectos una vez que han sido puestos a prueba, en lugar de considerar su origen. En este caso estaríamos admitiendo el principio de validez cristiano: "Por sus frutos los conoceréis".

Este criterio difiere poco del empleado por los físicos y que Richard P. Feynman sintetizara afirmando que poco interesa el origen y la formación de un científico siendo lo importante el aporte que realiza. Al respecto escribió: “En la Edad Media se pensaba que la gente hace sencillamente muchas observaciones y que las propias observaciones sugieren las leyes. Pero las cosas no funcionan así. Se necesita mucha más imaginación. Por eso tenemos que hablar de dónde proceden las nuevas ideas. En realidad, da igual de dónde procedan con tal de que lleguen. Tenemos una forma de comprobar si una idea es correcta o no, que no tiene nada que ver con su procedencia. Simplemente la ponemos a prueba frente a la observación. Por eso en la ciencia no estamos interesados en la procedencia de una idea”.

“No hay ninguna autoridad que decida qué idea es buena. Nos hemos librado de la necesidad de acudir a una autoridad para descubrir si una idea es verdadera o no. Podemos leer a una autoridad y dejar que nos sugiera algo; podemos probarlo y descubrir si es cierto o no. Si no es cierto, tanto peor, y así es cómo las «autoridades» pierden algo de su «autoridad»”.

“La mayoría de la gente encuentra sorprendente que en ciencia no haya interés por la formación previa del autor de una idea o por sus motivos al exponerla. Usted le escucha, y si la cosa suena digna de ser probada, que podría ensayarse, que es diferente y no es claramente contraria a lo ya observado, entonces resulta excitante y vale la pena intentarlo. Usted no tiene que preocuparse por cuánto haya estudiado él o por qué quiere que usted le escuche. En ese sentido no importa de dónde precedan las ideas. El origen real es desconocido; lo llamamos imaginación del cerebro humano, la imaginación creativa; es simplemente uno de aquellos «impulsos»” (De “Qué significa todo eso”-Crítica-Barcelona 1999).

La base o fundamento científico de la ética cristiana es la empatía emocional; el principal medio de adaptación y supervivencia de la humanidad. Sin embargo, los detractores de la religión tienden a considerar como "científico" al marxismo-leninismo suponiendo que la aplicación del método científico asegura su validez, ignorando que existen teorías erróneas, o no verificadas al ser confrontadas con la realidad. Además, la dialéctica marxista ni siquiera es utilizada en la ciencia auténtica.

Algunos autores advierten que, en realidad, el marxismo-leninismo es una pseudoreligión que utiliza aspectos propios de la tradición bíblica. Arnold J. Toynbee escribió: "El comunismo tomó del judaísmo el mito del pueblo elegido, el mito de la victoria milagrosa del pueblo elegido sobre los gentiles que, juntos, se precipitan furiosamente contra él, y el mito del paraíso terrenal, después de haber alcanzado la victoria de Sión".

"Estas son todas imágenes judías y cristianas de la realidad de la vida espiritual. Todas fueron adoptadas por el comunismo y todas influyeron en su espíritu. Además, si consideramos la conducta de los fieles neopaganos totalitarios, me temo que podríamos comprobar que su proceder se inspiró en un aspecto de la tradición cristiana y judía, me refiero al aspecto del fanatismo e intolerancia que podemos distinguir si examinamos la historia de todas las religiones judaicas: el islamismo, el cristianismo y el propio judaísmo" (De "El cristianismo entre las religiones del mundo"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1960).

domingo, 10 de octubre de 2021

Lamennais y el liberalismo católico

Puede decirse que el liberalismo político y económico consiste en una prolongación de la ética cristiana hacia tales ámbitos de la actividad humana. Lamentablemente, un sector importante del catolicismo casi siempre ha adoptado una postura opuesta al liberalismo, y a veces a favor del socialismo, en evidente contradicción con la ética mencionada. La amplitud de la Biblia y el lenguaje simbólico utilizado, permiten establecer interpretaciones afines a las más diversas posturas, de ahí que se puedan extraer mensajes del gusto particular de cualquiera.

Mientras que en la Biblia predomina la idea del gobierno de Dios sobre el hombre, a través de la ley natural (Reino de Dios), con prohibición expresa de toda forma de gobierno del hombre sobre el hombre, la Iglesia Católica apoyaba en el pasado el gobierno absolutista de los reyes sobre el pueblo y, actualmente, predomina el apoyo casi mayoritario a los gobiernos totalitarios de tipo socialista; una forma de absolutismo peor que el anterior.

Entre los autores que advierten una compatibilidad entre liberalismo y cristianismo, aparece Lamennais (H. Félicité de La Mennais) quien, en el siglo XIX, denuncia los serios defectos del absolutismo de los monarcas. Al respecto se transcriben extractos de uno de sus escritos:

DEL ABSOLUTISMO Y DE LA LIBERTAD

Dos doctrinas distintas, dos sistemas opuestos se disputan hoy el imperio del mundo: la doctrina de la libertad y la doctrina del absolutismo; el sistema que organiza la sociedad sobre la base del derecho, y el sistema que la abandona a la fuerza brutal. Los destinos futuros de la humanidad dependerán del triunfo decisivo del uno o del otro.

La lucha entre estos dos sistemas se traba y se extiende más y más cada día. De una parte están los pueblos, agotada su paciencia y sufrimiento, ardiendo en deseos y esperanzas, conmovidos profundamente por el instinto, que harto tiempo dejaron dormitar, de todo cuanto constituye la dignidad y grandeza del hombre, poseídos, en fin, de la fe que tienen en la justicia, del amor que sienten por la libertad; la cual, bien entendida, no es otra cosa sino el verdadero orden, y a cuya conquista marchan con firmeza y resolución.

En el opuesto bando militan los poderes absolutos, con sus soldados y agentes diversos, disponiendo de todos los recursos, del oro, del crédito, dueños, en fin, de las infinitas ventajas que les proporciona una organización, cuyos elementos se enlazan y sostienen mutuamente, en tanto que, fuera de ella, todo vive aislado y comprimido, todo movimiento se estrella contra un muro de bayonetas, toda palabra encuentra eco en los oídos del espía.

La experiencia nos enseña que, cuando dos fuerzas, una material y otra moral, se empeñan en porfiada lucha, la victoria queda al fin por esta última; y la fuerza moral siempre está a favor de los pueblos. Para convencerse de esto, basta sólo considerar el sistema de la libertad, que los pueblos defienden, y el sistema del absolutismo, que los soberanos del mundo quieren hacer prevalecer en provecho suyo.

El sistema de la libertad, que radica en las leyes más santas e imprescindibles de la naturaleza, representaría el orden, en toda su perfección, si fuera posible realizarlo completamente en el mundo. Pero, aunque esta perfección no esté hoy al alcance del hombre, a causa de la enfermedad del espíritu que le consume, no por eso deja de ser el objeto a que debe siempre aspirar, el fin a cuyo logro deben dirigirse constantemente sus esfuerzos.

La revolución más grande, la más trascendental bajo todos los aspectos, que ha conmovido a los pueblos de la tierra, fue el establecimiento del cristianismo; y la que está verificándose en toda Europa desde hace cincuenta años, no es sino la continuación de aquella.

¿Querrán acaso modificar la forma de sus gobiernos, o reformar tal o cual abuso, o introducir en sus leyes esas mejoras que generalmente se creen necesarias? No; no es esto por cierto lo que tanto conmueve y agita. Quieren sustituir un principio con otro principio, sin alterar la base de la sociedad: la desigualdad de linaje, con la igualdad de la naturaleza; el dominio absoluto y hereditario de algunos, con la libertad de todos. ¿Y qué otra cosa es esto sino el cristianismo, que transpone los límites de la sociedad puramente religiosa, y se difunde por el mundo político, animándolo, rejuveneciéndolo con su poderosa existencia, después de haber perfeccionado el mundo moral e intelectual, más aún de lo que jamás pudo haberse esperado?

El cristianismo, desde el punto de vista en que ahora lo consideramos, sentó por principio fundamental de su doctrina la igualdad de los hombres ante Dios, o, lo que es lo mismo, la igualdad de derecho de todos los miembros de la gran familia humana. Y aquí debemos observar que esta importante doctrina no tiene valor histórico ni filosófico sino admitiendo la unidad de raza; porque, a no ser así, pudiera acontecer, como sostuvo Aristóteles, que una raza fuese superior a otra por naturaleza, lo cual destruía la igualdad cristiana.

La doctrina del cristianismo que enseña, de acuerdo con las tradiciones antiguas, que el linaje humano nace todo de un solo tronco, es, sin disputa, la más favorable a la humanidad, y debe conservarse cuidadosamente como base que es de la justicia recíproca e inmutable, y fundamento de toda sociedad equitativa. En este respecto, la ciencia, que a veces se ha dejado guiar por la osadía de sus conjeturas fisiológicas, tiene deberes muy importantes que llenar.

El principio de la igualdad de los hombres ante Dios debía necesariamente engendrar otro, que no es sino la amplificación o, mejor dicho, la aplicación del mismo, a saber: la igualdad de los hombres entre sí, o la igualdad social; pues, si existiese una desigualdad radical en cuanto al derecho, serían los hombres desiguales desde su origen ante Dios.

La igualdad religiosa tiende, pues, a producir la igualdad civil y política, como consecuencia y complemento de ella misma; y la forma de esta igualdad política es la libertad, que excluye desde su origen todo género de dominio, que el hombre pretendiera atribuirse sobre el hombre, y le obliga a considerar la sociedad como una asociación libre, cuyo objeto es garantizar los derechos de todos sus miembros; esto es, la libertad y la independencia primitiva de cada uno de ellos.

Estos derechos, garantizados por la asociación, son de dos clases: a) los derechos espirituales, o, lo que es lo mismo, la libertad de conciencia y la libertad de pensar; libertades que sólo Dios puede coartar, como único autor de la ley moral que une entre sí a los seres inteligentes, y fuente primitiva de la verdad y de la razón; b) los derechos materiales, que tienen por objeto la conservación de la existencia y la posesión de las cosas necesarias a la existencia; esto es, la libertad individual y la libertad de propiedad.

Esta ley, por consiguiente, no puede depender de modo alguno del pacto social, ni ser objeto de las deliberaciones a que están sujetas las demás leyes; así es que la ley civil y política, no pudiendo estatuir sobre este derecho primitivo, que no le es dado crear ni destruir, debe reconocer su superioridad y defenderlo de los ataques que tiendan a alterarlo, prohibiendo y castigando aquellos actos que no sean conformes a su espíritu.

La segunda base es la propiedad, porque sin ella no es posible la vida; y así como la vida no se interrumpe al transmitirse de padre a hijo, tampoco la propiedad se destruye al transmitirse por herencia. La propiedad y la vida son hereditarias, porque son inseparables. Y puesto que el hombre no puede vivir sin una propiedad cualquiera, permanente y transitoria, tampoco podrá ser libre si su propiedad está sujeta a extrañas dependencias, si no es dueño absoluto de su campo, de su casa, de su industria o de su trabajo.

(Extractos de "Palabras de un creyente" de Lamennais-Editorial Partenón-Buenos Aires 1945).

sábado, 9 de octubre de 2021

Contradicciones de un llamado liberalismo de izquierda

Por Alberto Benegas Lynch (h)

El lenguaje es principalmente para pensar y luego para comunicar nuestros pensamientos, si se recurre a terminología pastosa, pastosas serán nuestras conclusiones. No se trata aquí de mala voluntad ni de intenciones aviesas, descontamos los mejores propósitos pero es necesario aclarar algunos conceptos. Hace muchos años escribí sobre el tema pero ahora analizo con algunas reflexiones adicionales que estimo pertinentes en vista que se vuelve a la carga con aquello del supuesto “izquierdismo liberal”.

En primer lugar, debe subrayarse que las izquierdas son estatistas aunque hayan traicionado su origen ya que sus partidarios se ubicaron a la izquierda del rey en la Revolución Francesa representando la contracara del poder pero luego resulta que con el tiempo se aliaron al uso ilimitado de las botas, esto es al abuso del poder más allá de las estrictas limitaciones para proteger derechos. En todo caso, hoy la izquierda se opone abiertamente al espíritu liberal de antiestatismo y salvaguarda de las autonomías individuales.

Sostener que se es partidario de las libertades políticas y negar las económicas se traduce en la contradictoria visión de protección del continente abandonando el contenido. Pero es que el continente es precisamente para proteger el contenido. Nada significa la protección de derechos políticos si no se protege el uso y la disposición de lo propio. En resumen, se trata de una contradicción en los términos. Es el sí pero no.

Ocurre que no pocos de los que se autodenominan liberales de izquierda están recorriendo un camino que habitualmente parte del marxismo cuyo aspecto medular declarado así por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de 1848, “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada.” Este es el corazón del marxismo por más que intenten disimularlo los que se han dejado arrastrar y engañar por las fauces de Karl Marx. Estos personajes ahora en un tránsito lento y doloroso desde esos fangos pretenden salir de a poco utilizando lenguaje atrabiliario mezclando dos tradiciones diametralmente opuestas.

Por lo dicho es que pensadores como Ludwig von Mises han declarado que el eje central del liberalismo consiste en el respeto al derecho de propiedad privada. En 1920 este economista explicó que sin propiedad privada no hay posibilidad alguna de contar con precios puesto que son el reflejo de transacciones de derechos de propiedad y sin ellos no hay manera de saber como asignar los siempre escasos recursos. Como muchas veces he ilustrado, en esta situación no se puede saber si conviene construir caminos con oro o con asfalto y si alguien argumenta que con el metal aurífero esa fabricación se traduce en derroche es porque recordó los precios relativos antes de eliminarlos. Entonces sin propiedad privada no hay manera de llevar a cabo una evaluación de proyectos, de asentar una contabilidad ni de cálculo económico alguno. Es por ello que Mises demostró que estrictamente no hay tal cosa como economía socialista allí donde no es posible economizar.

Mal que les pese a los ex marxistas la economía es la rama del conocimiento que adolece de las mayores y más gruesas falacias, como ha dicho el premio Nobel en economía F. A. Hayek , es contraintuitiva, es decir, lo primero que pensamos en la materia está mal, es necesario volver a considerar detenidamente el asunto mirando con mucha atención los efectos a corto y largo plazo y, sobre todo, distinguir lo que se ve a primera vista de los que se sucede en la cadena causal.

Algunos distraídos le endilgan el adjetivo de economicistas a quienes se ocupan con detenimiento a explicar los muy distintos vericuetos de este territorio que es desafortunadamente el menos explorado. Esto no niega en absoluto la importancia fundamental de los aspectos éticos, filosóficos, epistemológicos, históricos y jurídicos que envuelven a la tradición de pensamiento liberal. Por eso es que se ha dicho y repetido hasta el cansancio que el liberalismo antes que nada es una concepción moral de respeto recíproco.

¿Qué les sucede entonces a los ex marxistas? Les parece que es un salto demasiado grande ir directamente al liberalismo por lo que necesitan un primer paso en ese adefesio que bautizaron como “liberalismo de izquierda”, al efecto de que el trago no resulte demasiado amargo en el reconocimiento de sus anteriores equivocaciones, pues como ha reconocido el ex marxista Bernard-Henri Lévy en su tan difundido Barbarism With a Human Face: “Aplíquese marxismo en cualquier país que se quiera y siempre encontrará un Gulag al final”. Como he escrito tantas veces, en lo personal, a juzgar por lo sucedido con muchos de mis condiscípulos en los dos doctorados que completé, hubiera sido trotskista o en el mejor de los casos keynesiano si no hubiera sido por la paciencia ilimitada de mi padre por mostrarme “otros lados de la biblioteca”.

Muchos de los ex marxistas están genuinamente preocupados por la condición social de los más vulnerables sin percatarse que el modo más rápido y efectivo de sacarlos de la pobreza es con el liberalismo que al abrir de par en par la energía creadora se maximizan las tasas de capitalización que constituyen la única causa de la elevación de salarios e ingresos en términos reales. Esa es la razón por la que son mayores en Alemania que en Uganda, no es que en el primer caso sean más generosos mientras que más amarretes en el segundo. No es tampoco asunto de recursos naturales, de climas ni de etnias. Japón es un cascote cuyo territorio es viable en un veinte por ciento, mientras que África contiene los mayores recursos naturales del planeta. Son marcos institucionales civilizados que respeten los derechos de las personas, por eso, como apunté con anterioridad, resulta muy alentador la difusión reciente de la larga tradición anglosajona de Law & Economics al efecto de comprender los estrechos lazos entre la economía y el derecho antes separados en nichos independientes que tanto daño han causado en lugar se sacar provecho de valiosas experiencias interdisciplinarias.

No se acaba de comprender que el mercado somos todos y que no es una cosa ni un lugar sino un proceso donde cada cual vota con sus compras y abstenciones de comprar lo cual va asignando factores de producción a los más eficientes para atender las necesidades de su prójimo. Y esto no tiene lugar por filantropía, es en interés directo de cada comerciante satisfacer las necesidades de terceros como el único camino en una sociedad libre al efecto de mejorar sus propios patrimonios. En este contexto, los principales enemigos del liberalismo son los empresarios prebendarios que se alían al poder de turno para explotar miserablemente a sus congéneres vía privilegios y mercados cautivos de distinta naturaleza. Son asaltantes de guante blanco que como no queda bien robarle las pertenecías a los vecinos a mano armada, hacen la faena con el apoyo de gobiernos con un disfraz legal.

Jean-François Revel que es un extraordinario ejemplo de quien revirtió completamente sus simpatías marxistas, en el prólogo que tuvo la generosidad de escribir para mi libro Las oligarquías reinantes consigna que la “imbricación de poder económico y de poder político es la principal fuente de corrupción en el mundo. Es por eso que la separación de la economía y el Estado es incluso más importante todavía que la separación entre la Iglesia y el Estado. Lo privado sin el mercado es tan catastrófico como la economía socialista.”

A los ex izquierdistas les quedan cicatrices como aquello de la “igualdad de oportunidades” sin ver que esa herramienta es absolutamente incompatible con la igualdad ante la ley. Como ya hemos ejemplificado antes, si juego al tenis con un profesional y me otorgan igualdad de oportunidades habrá, por ejemplo, que encadenarle una pierna al profesional del caso con lo que se habrá lesionado su derecho. Afortunadamente todos somos distintos en talentos, en fuerzas físicas y demás, en una sociedad libre las personas gozan de las mayores oportunidades posibles pero no iguales por las razones apuntadas. La igualdad es ante la ley no mediante ella y, dicho sea al pasar, reiteramos que este concepto vital está anclado a la idea de Justicia de “dar a cada uno lo suyo” y lo suyo remite nuevamente a la propiedad de cada cual.

Decimos que afortunadamente somos desiguales puesto que si los humanos fuéramos iguales se derrumbaría la división del trabajo y la consiguiente cooperación social: todos quisiéramos ser ingenieros y no habría panaderos, a todos nos gustaría la misma mujer y así sucesivamente…hasta la conversación resultaría en un tedio insoportable puesto que sería equivalente a la parla con el espejo.

En esta línea argumental es necesario contradecir la manía de la guillotina horizontal y entender que, como queda expresado, las desigualdades de rentas y patrimonios en un mercado abierto son consecuencia de las decisiones de la gente según cómo administre sus adquisiciones con lo que está de hecho premiando y estimulando a algunos y castigando a otros. El delta de ingresos y patrimonios o el Gini Ratio son irrelevantes en una sociedad libre, sólo describen las preferencias de la gente y para aprovechar los siempre escasos recursos es indispensable dejar inalteradas las decisiones del público consumidor. Y en este último sentido, es menester destacar la sandez de suponer que los consumidores se dejan embaucar por la publicidad lo cual de ser cierto podría convencerse a la gente a abandonar los automóviles y andar en monopatín o sustituir la electricidad y volver a las velas siempre y cuando se proceda con la suficiente dosis de publicidad (todo esto salvo los libros que patrocinan estas zonceras cuya publicidad sería “genuina”).

Por supuesto que el liberalismo está asentado en un proceso evolutivo ya que como ha enfatizado Karl Popper el conocimiento tiene la característica de la provisionalidad abierta a posibles refutaciones. De allí que sea tan ilustrativo y sabio el lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, a saber, que no hay palabras finales. Por eso son tan fértiles los debates también entre liberales ya que no somos una manada y detestamos el pensamiento único. Hay en este sentido muchos matices y discusiones que ayudan a vislumbrar otras perspectivas manteniendo el respeto recíproco como aspecto crucial de esta anti-ideología por excelencia, no en el sentido inocente del diccionario de conjunto de ideas ni siquiera en el sentido marxista de “falsa conciencia de clase” sino en el siendo más generalizado de algo cerrado, terminado e inexpugnable.

Es recomendable recordar que cuando se aplicó la Constitución liberal alberdiana nuestro país era la atracción universal puesto que los salarios e ingresos en términos reales eran muy superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España, la población se duplicaba cada diez años, teníamos todos los indicadores más relevantes similares o mejores que en Estados Unidos y nuestras exportaciones estaban a la altura de las de Canadá junto con maravillas culturales y educativas en todos los planos. Esto antes que nos azotara el estatismo peronista y sus imitadores con sus infames “conquistas sociales” que nos hundieron y nos siguen perjudicando machaconamente y empobreciendo en grados alarmantes.

Es de interés para los que todavía insisten en introducir algo de izquierda en el pastel liberal repasar la columna vertebral del espíritu de Alberdi quien lo resumió en el libro que explica nuestra Constitución fundadora a través de los siguientes dos pasajes vitales que debieran grabarse a fuego: “Si los derechos civiles del hombre pudiesen mantenerse por sí mismos al abrigo de todo ataque, es decir, si nadie atentara contra nuestra vida, persona, propiedad, libre acción, el gobierno del Estado sería inútil, su institución no tendría razón de existir” y también “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes le exigía a Alejandro: que no le hiciera sombra.”

El antes mencionado Hayek con razón nos informa que la tan cacareada “justicia social” alude a la antítesis de Justicia pues apunta que el adjetivo social unido a cualquier sustantivo lo convierte en su antónimo. Eso ocurre con “constitucionalismo social” que se traduce en textos inconstitucionales puesto que son cheques en blanco para que los aparatos estatales hagan lo que les plazca con las vidas y haciendas ajenas en lugar de establecer estrictos límites al poder, o “derechos sociales” que se traducen en pseudo derechos puesto que implican succionar el fruto del trabajo ajeno. En esta misma dirección, la “justicia social” solo puede tener dos acepciones: una flagrante redundancia puesto que la justicia no puede ser mineral ni vegetal, es siempre social o la interpretación corriente que significa sacarles a unos lo que les pertenece para entregarles a otros lo que no les pertenece, es decir, lo contrario de la Justicia.

En resumen, hago votos para que los amigos que se autodenominan liberales de izquierda junten fuerzas y hagan el recorrido final y se proclamen liberales a secas para dejar atrás contradicciones bien alejadas también de aquél otro invento inaudito de “neoliberalismo” con lo que no se identifica ningún liberal serio de nuestro tiempo. Es como ha escrito Mario Vargas Llosa “en mi vida que va siendo larga, me he encontrado con muchos liberales y con muchos más que no son liberales pero nunca con un neoliberal”.

(De www.infobae.com)

jueves, 7 de octubre de 2021

El Estado benefactor-protector

Entre las ideas predominantes en la sociedad argentina, se advierte la creencia que la principal función del Estado, o de los políticos que lo dirigen, consiste en proteger a la población de los posibles perjuicios que puede ocasionarle el empresariado, mientras que también debería el Estado proteger al empresariado nacional de una posible competencia con el empresariado extranjero, por lo cual debe restringir importaciones aunque ello signifique limitar exportaciones.

La envidia generalizada hacia el sector productivo se traduce en un importante apoyo a gobiernos populistas o totalitarios, por lo que pocos son los que se arriesgan a invertir en el país, incluidos los argentinos, temiendo posibles expropiaciones. Aun cuando cambie el actual gobierno peronista, no cambiará demasiado la actitud de desconfianza ante la existencia de un numeroso sector mentalmente coincidente con la izquierda política. Sin inversiones sólo habrá pobreza y estancamiento.

Tampoco el sector productivo responde a las necesidades imperantes en esta etapa de decadencia, ya que es un sector que busca la protección estatal para no competir y poder actuar casi como un monopolio. La mentalidad antiempresarial limita enormemente las posibilidades económicas de la nación.

El excesivo nivel de impuestos y las leyes laborales vigentes (desventajosas para el empleador y para el desocupado) retraen la posibilidad de nuevos empleos por lo cual se ha establecido una verdadera trampa populista que traba e impide toda mejora de la economía.

A continuación se transcriben fragmentos de un libro de Roberto Cachanosky, quien escribió: "A principios del siglo XX, las exportaciones argentinas representaban el 3 por ciento de las exportaciones de todo el mundo. Si Argentina hubiese mantenido esa participación en el comercio mundial (no digo incrementarla) hoy debería estar exportando U$S 275.000 millones, unos U$S 235.000 millones más que lo que exportó en 2005. ¿Cuántos puestos de trabajo e inversiones perdimos de tener por exportar U$S 235.000 millones menos que lo que podríamos estar exportando? Buena parte de la dirigencia política, empresarial y sindical argentina piensa en pequeño. Solo aspiran a tener un mercado chico pero, supuestamente, seguro para sus intereses".

"Al empresario defensor del proteccionismo le conviene ese esquema porque, de esa manera, tiene cautivos a los consumidores locales, vendiéndoles productos de baja calidad a precios disparatados".

"A algunos dirigentes sindicales les conviene el proteccionismo porque surgen empresas que jamás podrían existir bajo condiciones de libre competencia, las que contratan a una cantidad de personal que les da poder a los dirigentes gremiales. Es como si los empresarios proteccionistas les dijeran a los dirigentes sindicales: «Vos defendé el proteccionismo, que yo contrato gente de tu gremio para que puedas tener un sindicato con afiliados que te dé poder político y caja»".

"Y a los políticos les encanta el proteccionismo por dos razones: a) ignorancia y b) corrupción. El punto b) es muy claro. En la medida en que el funcionario público puede otorgar un privilegio como el proteccionismo, que no es otra cosa que eliminarle la competencia a los productos locales, lo que hace es venderle al empresario protegido una renta que no tendría bajo condiciones de libre competencia, y el empresario está dispuesto a pagarle al funcionario público un «peaje» por tener ese privilegio. En definitiva, el peaje lo termina pagando el consumidor, que es el que asume los costos de la falta de competencia".

"El proteccionismo no es otra cosa que una restricción artificial de la oferta que establece el Estado. Esta restricción se puede instrumentar de diferentes formas. Aumentando los aranceles a la importación de productos, fijando cupos a la producción, poniendo trabas paraarancelarias, estableciendo derechos específicos que son impuestos de monto fijo a la importación de determinados productos, etcétera".

"Los argumentos que se esgrimen para proteger a los productores locales son muy variados, pero en general se sostiene que se los protege para que puedan desarrollarse y ser competitivos. Una vez alcanzada la edad madura, dicen los proteccionistas, los productores locales tendrán que competir".

"En los hechos esa edad madura nunca llega porque el sector protegido no tiene estímulos para invertir y mejorar la calidad de sus productos. ¿Por qué voy a ser más eficiente si no tengo competidores que me obliguen a serlo?".

"Uno de los argumentos más esgrimidos para «vender» políticamente el proteccionismo consiste en afirmar que de esa manera se protegen los puestos de trabajo. Como en el proteccionismo se va a esquilmar a los consumidores, hay que tratar de darles algún argumento que esconda el objetivo final de esa medida, que es el de esquilmarlos".

"Ahora bien, si la lógica más elemental indica que al restringirse la oferta aumentan los precios, esto quiere decir que el consumidor tiene menor capacidad de demanda. Puede comprar una menor cantidad de bienes dada la suba de los precios fruto del proteccionismo. Si el consumidor puede comprar menos bienes, quiere decir que no se pueden desarrollar muchos sectores que podrían crear puestos de trabajo. En consecuencia no es cierto que la protección de un sector determinado se traduzca en la defensa de los puestos de trabajo. En todo caso se defienden los puestos de trabajo de los sectores protegidos, pero esa defensa tiene como contrapartida menos actividad y menos puestos de trabajo en otros rubros. Es un juego de suma cero" (De "El síndrome argentino"-Ediciones B SA-Buenos Aires 2006).

La Economía (y la Política) en una lección

Así como es posible adoptar un criterio general para orientar las decisiones que se establecen en economía, también es posible hacerlo en política. Ello se debe a que existe una relación cercana entre una y otra de estas actividades descritas por sus respectivas ramas de la ciencia social.

En el caso de la política se considera que tal actividad tiene como finalidad adoptar decisiones, por parte del gobierno, bajo el punto de vista de la administración del Estado, dejando un tanto de lado la política maquiavélica que centra su atención en el arribo al poder y en su posterior mantenimiento. La descripción de las diversas modalidades para la conquista y el mantenimiento del poder, tiene que ver mucho más con la psicología y la ética que con la administración.

Teniendo presente que las ciencias sociales constituyen un cuerpo unificado de conceptos y objetivos, o que así debería ser, el criterio unificador podría ser el propuesto por Henry Hazlitt, quien escribió: "El arte de la Economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores" (De "La Economía en una lección"-Unión Editorial SA-Madrid 1981).

Este criterio debería establecerse para la política, de tal manera que quedaría así: "El arte de la Política consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o decisión y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal acto o decisión no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores".

Adviértase que este criterio contempla a todos los sectores e individuos, evidenciándose la igualdad esencial que debe asociarse a toda ciencia social experimental, ya que, como tal, deberá tener presentes las leyes naturales que rigen la conducta y los comportamientos de todos y cada ser humano en particular.

Si bien se considera que algunas ramas de las ciencias sociales son descriptivas y otras normativas, como la Ética, debe tenerse presente que, antes de establecerse una sugerencia ética, debe describirse el comportamiento social asociado a nuestra naturaleza humana. De ahí que todas las ramas de las ciencias sociales deberían adoptar ambas modalidades, es decir, descriptivas y normativas.

El criterio de Hazlitt es el establecido generalmente en la Ética y en la religión moral, ya que toda Ética objetiva debe incluir a todos los seres humanos (el prójimo), regidos por leyes naturales, y que deben contemplarse los efectos tanto mediatos como inmediatos de toda actitud adoptada, teniendo presente que tales consecuencias son los efectos necesarios asociados a la existencia de la invariabilidad de la ley natural.

Henry Hazlitt escribió: "La Economía se halla asediada por mayor número de sofismas que cualquier otra disciplina cultivada por el hombre. Esto no es simple casualidad, ya que las dificultades inherentes a la materia, que en todo caso bastarían, se ven centuplicadas a causa de un factor que resulta insignificante para la Física, las Matemáticas o la Medicina: la marcada presencia de intereses egoístas".

domingo, 3 de octubre de 2021

Pensadores de la negación

Marcuse, Reich, Freire, Fanon y Teilhard de Chardin, entre otros, desfilan por las páginas mordaces de La rebelión de la nada, publicado en 1984. La feliz intención del autor había sido "desmitificar a los desmitificadores".

Por Jorge Martínez

Entre la vasta obra que dejó el historiador argentino Enrique Díaz Araujo, quien falleció en febrero pasado a los 86 años, puede encontrarse un libro de combate, un ensayo provocador, irónico y desafiante aparecido hace cuatro decenios que abordaba un proceso ya muy avanzado para esa fecha y que hoy alcanzó niveles de saturación.

La rebelión de la nada, o los ideólogos de la subversión cultural se publicó en 1984. En sus páginas Díaz Araujo afrontaba con mirada irreverente las vidas y las ideas de una decena de "pensadores" que habían inspirado o ejecutado la vasta transformación social y sexual del siglo XX, cuyos efectos, desbocados, se derraman imparables sobre la centuria actual.

El prólogo aclaraba los tantos. En la obra, el autor se proponía "protestar contra los «bonzos» de la Nueva Izquierda, los grandes maestres de la Rebelión de la Nada, los favoritos de los Medios de Comunicación de Masas. Para desalienarnos (de nuestra condición humana) ellos recomiendan la «desmitificación» (de todos los valores en que se asienta nuestra vida). Les responderemos desmitificándolos a ellos y a sus mitos".

Ese tono socarrón fue uno de los grandes aciertos del libro. El otro, la selección de los pensadores, que desde luego fue arbitraria y pudo ser más amplia o más acotada. Pero los que recibieron los dardos filosos de Díaz Araujo bien merecido se lo tenían, de Herbert Marcuse al Che Guevara, y de Wilhelm Reich a Paulo Freire y Teilhard de Chardin.

Basándose en interpretaciones propias y de numerosas fuentes secundarias, el autor rastreaba la trayectoria de estos ilustres "rebeldes" a la caza de manías, vicios, desmesuras, caprichos o patologías que hubieran influido en la formulación de sus pensamientos. Lo asombroso de la pesquisa es el grado de auténtica "alienación" que sufrían quienes se creían llamados a combatirla con su pluma y con su ejemplo.

FRAUDE Y LOCURA

El caso más notable es el del austríaco Wilhelm Reich (1897-1957). Sabido es que Reich terminó sus días en Estados Unidos, donde lo recluyeron por enfermo mental y lo enviaron a la cárcel por estafador. Lo llamativo es que este personaje desorbitado, de enorme influencia en las décadas de 1930 y 1940, fue el padre del tóxico "freudomarxismo", el pionero de la revolución sexual y uno de los más insistentes promotores de la "liberación de la mujer" como la entendían quienes veían en ella un arma para la revolución social.

Antes de que lo expulsaran de todos los ámbitos políticos y pseudocientíficos que frecuentaba, incluso de las más ortodoxas formaciones comunistas, Reich había dado con la fórmula explosiva que haría volar por los aires a la sociedad asentada sobre los valores de la tradición cristiana. Sus cuestionadas "investigaciones" sobre la sexualidad, a la que buscaba liberar de las ataduras que la moderaban o la ocultaban, no eran gratuitas. El objetivo era minar el papel de la familia, que para Reich era la institución represiva por excelencia.

Detrás de sus imposturas y delirios había un designio muy preciso. Díaz Araujo destacaba que Reich no se equivocó al captar "el ingrediente revulsivo del freudismo para una negación radical de la civilización occidental al reducir todos sus elementos a simples compulsiones sexuales". En ello fue un ideólogo decidido y consecuente. No así en su vida personal, en la que, al igual que tantos de sus colegas transgresores, primó la hipocresía y la doble moral. Reich, ironizaba Díaz Araujo, proclamaba el libertinaje pero celaba a sus esposas (tuvo varias). Era "libertino público y Otelo privado".

No menos inquietante fue el caso de Frantz Fanon (1925-1961). También este "profeta del tercermundismo", el autor del clásico Los condenados de la tierra, era otro ideólogo aquejado de perturbaciones mentales, que siempre caminó por el borde entre la cordura y el desquicio.

El franco-caribeño de Fanon, señalaba Díaz Araujo, fue el teórico de la negritud como odio radical y venganza sexual, la expresión intelectualizada de una "fobia en definitiva". Su mensaje, que tantos adeptos consiguió a comienzos de la década de 1960 mientras se apagaba la guerra de Argelia, podía resumirse en el siguiente concepto: usar la ira como factor homicida. A la distancia puede verse en él a un precursor del actual antirracismo estadounidense y su venenosa "cultura de la cancelación".

SEMILLA GLOBALISTA

Al economista André Gunder Frank (1929-2005), maestro de la Nueva Escuela de la Dependencia, Díaz Araujo lo catalogaba como esquizofrénico por su tendencia a ser "políticamente revolucionario e intelectualmente reaccionario".

Aunque hace tiempo que las ideas de Gunder Frank pasaron de moda, es instructivo recorrer algunos de sus principios porque, según la glosa de Díaz Araujo, no perdieron vigencia, metamorfoseados en procesos que siguen operando en estos días.

Una de las novedades de la Nueva Escuela era que en el combate contra la dependencia económica apuntaba sus críticas tanto a los factores externos cuanto a los internos, como la burguesía nacional y el nacionalismo. En esa lucha veía con buenos ojos al lumpen, al "proletariado de la canalla", o "la golfocracia", según la definición de Karl Marx. Y, curiosamente o no tanto, defendía la integración de los estados nacionales a la economía mundial, lo que necesariamente llevaba a eliminar los intereses privados y nacionales. En suma, un globalismo de izquierda.

La rebelión de la nada también husmeaba en la vanidad insoportable y el "monoideísmo" evolucionista del sacerdote jesuita y paleontólogo Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), otro fenómeno intelectual hoy olvidado, o examinaba los pies de barro del mito universal del Che Guevara (1928-1967), en una semblanza excelente que más tarde el autor expandiría hasta ubicarla en una obra independiente. Con mirada más local se remontaba, además, hasta las extravagancias de José Ingenieros (1877-1925), ese escritor tan influyente en la historia intelectual argentina y al mismo tiempo un personaje lastrado por un temperamento inmaduro, casi infantil.

"Puede decirse que vivía en estado irónico", afirmaba Díaz Araujo del autor de El hombre mediocre. En efecto, Ingenieros era un bromista incansable, un molesto autor de chanzas elaboradas hasta la crueldad que revelaban un carácter siniestro y estúpido. "¿Hasta dónde esta faceta de la vida de Ingenieros influyó sobre su condición de pensador? ¿Se trata de un caso psiquiátrico, de una de esas psicopatías a las que era tan afecto de investigar?", preguntaba su crítico menos indulgente.

No era el único enigma de la lista. Paulo Freire (1921-1997), "el pedagogo de la nueva izquierda latinoamericana", esbozó una teoría para enseñar a partir de un método de quince palabras que suprimía "lo que erróneamente se viene denominando «educación»". No puede sorprender el éxito descomunal que tuvo sobre generaciones de docentes latinoamericanos este teórico que fue el gran crítico de la educación "domesticadora, alienante, bancaria". "Más importante que alfabetizar es concientizar", era uno de sus lemas elocuentes. Aun así, la claridad no figuraba entre sus virtudes. Díaz Araujo lo demostraba citando una larga parrafada incomprensible tomada de Pedagogía del oprimido (1968).

¿Había un "gran maestre" de la Nueva Izquierda? Sí, era Herbert Marcuse (1898-1979), hombre de la expansiva Escuela de Frankfurt, luego analista de la organización precursora de la CIA durante la Segunda Guerra Mundial, después profesor establecido en las mejores universidades de Estados Unidos, donde vivió sus últimos años.

Sus ideas se popularizaron con la revuelta contracultural de "los años 60, el movimiento de los hippies y el mayo francés. Marcuse aparecía por entonces como un Wilhelm Reich más serio y más complejo. Al igual que el desequilibrado médico austríaco, su amalgama de revolución y liberación también ponía el énfasis en el potencial subversivo de las frustraciones sexuales y los conflictos intrafamiliares, a los que convenía atizar". Díaz Araujo recordaba otros dos aspectos muy actuales de la obra de Marcuse: el haber detectado el valor de los marginales y de las minorías en la lucha revolucionaria y su llamado de atención sobre el poder del lenguaje como arma insurreccional.

El filósofo que propugnaba abiertamente la "intolerancia de los tolerantes" (uno de sus libros se titulaba La tolerancia represiva) trabajó siempre en torno a una idea fuerza que daría frutos tan abundantes como perniciosos: para cambiar la civilización hay que cambiar al hombre.

La nada que postulaban estos pensadores revulsivos podía entenderse en dos sentidos: por un lado el nihilismo en el que desembocaban sus ideas, y por otro la pavorosa falta de sustento intelectual detrás de sus jergas muchas veces rimbombantes o convenientemente herméticas. Díaz Araujo ilustró esa doble carencia revisando además los defectos demasiado humanos de estas luminarias que llevaban décadas entronizadas. Su intención, dictada "por simple higiene mental", fue "desnudarlos de la falsa caparazón heroica con que se revistieron y con la que sus secuaces y epígonos los siguen disfrazando". Lo hizo con buena prosa y con la rara valentía de quien cumple en dar testimonio de la verdad a tiempo y a destiempo.

(De www.laprensa.com.ar)