domingo, 31 de octubre de 2021

Economía: Intenciones vs. Resultados

Puede definirse a la hipocresía como la actitud por la cual alguien reconoce el valor de las virtudes morales pero no se esfuerza por alcanzarlas y sólo finge poseerlas. Para mostrar su "superioridad moral", simula preocuparse por el sufrimiento de los pobres aunque nunca hace algo concreto para remediar la situación, excepto promover la redistribución de riquezas ajenas; nunca de las propias.

Esta actitud, generalizada en épocas de crisis moral, tiene el masivo apoyo de los envidiosos, quienes prestan atención, no tanto a la ayuda a los pobres, sino a la expropiación a los ricos. De esa manera esperan ver limitado su propio sufrimiento ante la contemplación de las riquezas y el poder que otros lograron, aunque ellos tuvieron similares objetivos sin poder alcanzarlos.

El hipócrita y el envidioso establecen una masiva difamación contra el economista que considera que sus propuestas distributivas tienden a empeorar la situación económica de toda la sociedad. La difamación consiste en afirmar que tal economista favorece la "explotación laboral de los pobres" para que los ricos aumenten su riqueza, y cosas por el estilo.

Los hipócritas, al proponer diversas formas de redistribución de riquezas, promueven protestas masivas y violencia social, recomendando un adicional "hagan lío". Por otra parte, a los ciudadanos que soportan gobiernos socialistas, les sugieren "dialogar". Bertie Benegas Lynch escribió: "El Papa Francisco I participó del encuentro con un mensaje. Entre otras cosas que dijo el Sumo Pontífice en esta oportunidad, manifestó la importancia de garantizar las necesidades básicas de los ciudadanos mediante el otorgamiento generalizado de un ingreso universal. En otro orden de cosas, abogó por la reducción de la jornada laboral a efectos de que todos tengamos trabajo. Parece mentira que a esta altura de los acontecimientos y desde posiciones de enorme influencia y protagonismo, se planteen semejantes dislates que contradicen principios elementales de la naturaleza humana y cuya eventual implementación, pasan por alto aspectos éticos primordiales".

"El reclamo por un ingreso universal necesariamente implica que, por la fuerza, los frutos del trabajo de unos deben ser destinados al beneficio de otros; una sugerencia que confronta abiertamente con el séptimo y décimo Mandamiento de la Ley de Dios que rezan «no robarás» y «no codiciarás los bienes ajenos». Asumo que el Papa no percibe las implicancias morales de pedir la intervención del aparato de la fuerza cuando dice que «...es tarea de los Gobiernos establecer esquemas fiscales y redistributivos para que la riqueza de una parte, sea compartida con equidad...» (De www.laprensa.com.ar)

Entre los lemas populares que coinciden con la propuesta papal, aparece el siguiente: "Trabajar menos. Trabajar todos. Producir lo necesario. Redistribuir todo".

Respecto de las "soluciones" proyectadas para resolver el problema de la pobreza, que no sean establecidas a través de los intercambios productivos, o del trabajo, Henry Hazlitt escribió: "Aquí sólo necesito recordar al lector que todos los intentos de redistribuir o igualar rentas y fortunas menoscaban y destruyen incentivos en ambos extremos de la escala económica. Reducen y eliminan los alicientes que las personas de escasa preparación o ánimo débil tienen para mejorar su condición por su propio esfuerzo, e incluso los capaces e industriosos pensarán que no vale la pena esforzarse para ganar más de lo que se les permite conservar. Tales esquemas de redistribución reducen inevitablemente el tamaño del pastel a repartir. Sólo pueden nivelar con el rasero de la escasez. Su efecto a largo plazo será reducir la producción y llevar el país a la miseria" (De "La conquista de la pobreza"-Unión Editorial SA-Madrid 1974).

Los redistribuidores de lo ajeno consideran que los empresarios tienen la obligación moral de mantener a quienes nunca se preocuparon por estudiar, o por aprender un oficio, siendo ineptos para cualquier actividad laboral. Por el contrario, la persona decente se prepara laboralmente para ofrecer sus servicios calificados para beneficiar a la sociedad y no ser una carga parasitaria para nadie.

Quienes ignoran los hechos económicos y tampoco se preocupan por conocer algo sobre economía, tienen en sus mentes la creencia de que todos los empresarios logran ganancias exorbitantes y que sólo hace falta redistribuir sus ganancias para mejorar la situación económica de la sociedad. La realidad, por el contrario, es que muchas empresas deben cerrar sus puertas ante situaciones desventajosas para su funcionamiento. Ernesto Sandler escribió: “En Argentina, de cada 100 empresas que inician un nuevo emprendimiento, sólo el 20% continúa funcionando al promediar el segundo año”. “De las empresas que logran sortear los dos primeros años de su etapa constitutiva, sólo el 10% prosigue con sus actividades después de la década”.

“Los datos son contundentes. Estas cifras nos revelan que de cada 100 empresas que cada año inician una actividad económica en Argentina, sólo el 2% podrá superar la barrera de los 10 años. El 98% restante habrá quedado en el camino”. “El mayor porcentaje de quiebras en nuestro país tiene causas ajenas a las condiciones de los empresarios. Son consecuencias del orden económico en el que las empresas despliegan sus actividades”.

“El hostigamiento de los poderes públicos o de grupos de presión contra las empresas incide negativamente sobre los emprendedores particulares e inversores de capital que no se sienten estimulados de invertir en un orden económico que los hostiga y acusa de ser responsables de la mayor parte de los desajustes económicos. Ante esta falta de reconocimiento, las empresas optan por emigrar a sociedades más amigables y los inversores buscarán otros países que ofrezcan mayor rentabilidad y mayor seguridad jurídica” (De “Economía sin barreras”-Mucho Gusto Editores-Buenos Aires 2012).

1 comentario:

agente t dijo...

Ese hostigamiento al emprendimiento es cierto y favorece, además de a las castas parasitarias que perciben rendimientos de esa distribución política, a los empresarios ya instalados y conectados con el poder político que ven muy dificultada la competencia que se les pueda hacer por parte de nuevos participantes en el mercado de bienes y servicios, ya que éste cuenta con numerosas barreras artificiales de entrada.