viernes, 30 de marzo de 2012

La secuencia del desarrollo

Podemos considerar a una nación como un vehículo que tiene tres ruedas (cultura, política y economía) y que se requiere del buen funcionamiento de las tres para que esa nación se inicie, o se mantenga, en un estado de desarrollo. Por el contrario, cuando una, o más, de las ruedas no funciona bien, el país transitará por una etapa de subdesarrollo.

Cuando se trata de encontrar la secuencia necesaria, o las prioridades, respecto de cual de las tres conviene desarrollar primeramente, aparecen divergencias de opiniones. Mariano Grondona escribió:

“Tres grandes corrientes de pensamiento son discernibles en esta materia. El estructuralismo, en sus diversas versiones, tiende a creer que la economía es la realidad sustancial, que lo demás, desde la cultura hasta la política, viene por añadidura. El institucionalismo subraya a su vez la influencia del orden político, de las instituciones, sobre la economía y la cultura. El culturalismo sostiene por su parte que lo que más importa es la escala de valores que predomina en la mente de los actores del desarrollo; que a partir de ciertas creencias y actitudes fundamentales, es previsible lo que ocurrirá en la economía y en la política” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1999). Podemos hacer una síntesis:

1- Estructuralismo: es prioritaria la economía. (De izquierda: marxismo, teoría de la dependencia. De centro: desarrollismo. De derecha: economicismo liberal)
2- Institucionalismo: es prioritaria la política.
3- Culturalismo: es prioritaria la cultura.

El marxismo considera que todo obrero es explotado por su empleador (al suponer erróneamente que el trabajo es el único factor de la producción), por lo que propone la expropiación de los medios de producción para lograr el pleno desarrollo de una sociedad, método desmentido por la realidad en varias oportunidades.

Generalizando la hipótesis de Marx, aparece la teoría de la dependencia, en la cual los países desarrollados cumplen la función de la burguesía explotadora y los países subdesarrollados se asemejarían al proletariado explotado. Luego, la vigencia de la división o especialización del trabajo, a nivel de las naciones, favorecería a los países industriales (desarrollados) en perjuicio de los países proveedores de materias primas (subdesarrollados). De ahí que esta tendencia sugiere el aislamiento de los países subdesarrollados para protegerse de los más poderosos.

Una de las formas de protección es la de reemplazar importaciones. Mientras esto sea posible, es algo conveniente. Luego, si consideramos que lo que es bueno para un país, es bueno para cada provincia, también cada provincia debería tratar de evitar intercambios comerciales con las restantes. Lo mismo se puede decir del intercambio entre departamentos internos de las provincias hasta llegar a eliminar toda especialización del trabajo, como se hacia mucho antes de la Edad Media.

Si en los países subdesarrollados aparecieran empresas como Hyundai, de Corea del Sur, podrían salir del subdesarrollo en plazos relativamente breves. Pero si la mayor parte de la población tiene muy poca vocación empresarial, quizás esa falla no se deba al sabotaje o al boicot por parte de los grupos empresarios que temen ser desplazados por las nuevas industrias emergentes. La creencia firme en la teoría de la dependencia hace que exista una justificación de los errores y un impedimento para superarlos. Es el mismo caso de la persona fracasada que siempre culpa por sus males a los demás, por lo que nunca podrá salir de esa situación.

Hace algunos años, la empresa automotriz más poderosa mundo, Toyota, decide participar en las competiciones de Fórmula Uno. Al no lograr los objetivos deseados, incluso obteniendo muy pobres resultados deportivos, decide retirarse de esa actividad. Desde el punto de vista de los adherentes a la teoría de la dependencia, se dirá que tal empresa estuvo saboteada o boicoteada por Ferrari, McLaren, etc., lo que tiene poco sentido dado que son empresas más pequeñas que Toyota. No se tiene en cuenta que en cualquier actividad tecnológica se requiere, además de capital, conocimientos y experiencia.

Si aparece una nueva empresa automotriz en un país subdesarrollado, es poco probable que logre competir exitosamente con las poderosas empresas internacionales que llevan más de un siglo en la actividad. Al menos debería conformarse con un pequeño sector del mercado, ya que nadie puede hacer milagros en ese ámbito. Si se piensa que existe un sabotaje por parte de las “multinacionales” y que por ello debe cerrarse la importación de vehículos, es posible que sólo se logre proteger a la nueva empresa a costa de imponerle a la sociedad sólo la posibilidad de adquirir vehículos de menor calidad y a mayor precio.

Los marxistas consideran que todo individuo, o sector, que no comparta tal teoría, será necesariamente un colaboracionista del imperialismo yankee, por lo cual se ha justificado plenamente el terrorismo de los setenta en contra del sector “cipayo”. Pero tales grupos terroristas (Montoneros, ERP, FARC, etc.) han sido a su vez considerados como propagadores del antiguo Imperio Soviético, que buscaba que toda Latinoamérica llegase a ser una colonia más de ese imperio. Por ambas partes se ha mirado al grupo opositor como “enemigo de la patria a favor de un imperialismo extranjero”, lo que resulta ser una consecuencia lógica teniendo presente los puntos de vista adoptados. Pero, mientras el marxista trata de destruir la sociedad en que vive, el “cipayo” trata de conservarla y de mejorarla. En la actualidad, los marxistas esperan el colapso total de la economía de EEUU y de Europa ya que, estiman, sería un acontecimiento beneficioso para los países subdesarrollados.

En cuanto al pensamiento liberal, importantes sectores consideran que, esta vez respetando el libre funcionamiento del mercado, el desarrollo de la economía debe ser prioritaria respecto de la política y de la cultura. Mariano Grondona escribió:

“El estructuralismo de izquierda cree en el Estado y desconfía del mercado. El estructuralismo de centro apela a ambos, pragmáticamente. El estructuralismo de derecha cree en el mercado y desconfía del Estado. Todos ellos buscan a su manera el desarrollo económico, al que consideran el lado prioritario del triángulo del desarrollo”.

De la misma manera en que el liberalismo sostiene que el Estado no debe distorsionar el proceso del mercado mediante desafortunadas intervenciones, promueve la eficaz intervención del Estado estableciendo normas jurídicas que garanticen y permitan el pleno desenvolvimiento de las empresas en el mercado. Como estas normas son imprescindibles, se ha sugerido que la política, entonces, debe ser prioritaria a la economía, lo que da lugar al institucionalismo. Mariano Grondona escribió:

“Al fracaso latinoamericano del desarrollismo en los años cincuenta y sesenta le sucedió el éxito que está obteniendo en nuestra región, a partir de los años ochenta, una fórmula inversa a los modelos coreano y taiwanés. Según esta nueva fórmula, primero no viene el desarrollo económico sino el desarrollo político. Ésta es la revolucionaria comprobación que estamos obteniendo hoy mismo en nuestra América en países como Chile, Uruguay, Brasil y Colombia. ¿Es que, entonces, la clave del desarrollo latinoamericano no residía en la prioridad de la prosperidad económica sino en la previa maduración de las instituciones democráticas?” (De “El desarrollo político”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2011).

Finalmente tenemos el culturalismo, que esencialmente sostiene que no podrá establecerse una buena economía o una buena política sin partir previamente de un adecuado nivel cultural (moral esencialmente) de la población. Juan Bautista Alberdi escribió:

“Los hechos en que consisten las dos causas naturales de la pobreza, son: la ausencia del trabajo, por la ociosidad u otra razón accidental, y el dispendio o la disipación de los productos del trabajo, por vicio o por error”.

“Ausentes, por cualquiera de estas causas, el trabajo y el ahorro, la pobreza es el resultado natural de esa situación, y ella coexiste con la posesión de los más felices climas y territorios, cuyos poseedores arrogantes pueden presentar el cómico espectáculo de una opulencia andrajosa”.

“El trabajo y el ahorro son esas causas naturales de la riqueza, como la ociosidad y el dispendio son las causas de la pobreza. Esas cuatro palabras expresan los cuatro hechos a que está reducida toda la gran ciencia de Adam Smith”.

“La riqueza y la pobreza, según esto, residen en el modo de ser moral de una sociedad, en sus costumbres de labor y ahorro, y en sus hábitos viciosos de ociosidad y dispendio. En vez de blasonar de las riquezas del suelo, la América del Sud debiera saber que no es rico el país que no puede blasonar las riquezas de su civilización. Comprender la riqueza y la pobreza en su ser y causas morales, es colocarse en el camino de aprender a salir de la pobreza y llegar a la riqueza” (De “Estudios económicos”-Librería La Facultad-Buenos Aires 1927).

Entre los hábitos de los distintos pueblos podemos encontrar aquellos que tratan de prever el futuro a costa de sacrificar en parte el bienestar del presente, y son los pueblos con mentalidad desarrollada que privilegian el ahorro y la inversión. También encontramos pueblos que sacrifican el futuro en beneficio del bienestar del presente y son los pueblos con mentalidad subdesarrollada que privilegian el consumo y el crédito. Mariano Grondona escribió:

“Lo que caracteriza a las sociedades inclinadas hacia el desarrollo es el énfasis en la distribución de cara al futuro. La tasa de ahorro interno de los países del Sudoeste asiático en las últimas décadas, por ejemplo, ha superado consistentemente el 30 por ciento del producto bruto anual”.

“Lo que caracteriza a las sociedades resistentes al desarrollo, por el contrario, es una baja tasa de ahorro y de inversión. Consumen casi todo lo que producen. Consiguen el pan para hoy al precio del hambre para mañana. Podría decirse que esto resulta de su pobreza, de que no tienen tantos recursos como para darse el lujo de privarse de buena parte de ellos en dirección al futuro. Pero, al prolongar de este modo las condiciones de su propia pobreza por falta de inversiones, esas sociedades quedan condenadas al círculo vicioso del estancamiento” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico”).

Así como en las ciencias exactas se dejó de lado la posibilidad de realización del movimiento continuo, en las ciencias sociales debemos dejar de ilusionarnos con lograr el sistema económico, o político, capaz de lograr el progreso humano a pesar de las serias deficiencias éticas de la sociedad. Sólo el mejoramiento individual logrará establecer una buena política y una buena economía.

lunes, 26 de marzo de 2012

El Reino de Dios vs. el Reino del hombre

Puede decirse que el Reino de Dios es la sociedad que resulta del masivo cumplimiento del mandamiento cristiano del amor al prójimo. El “amarás al prójimo como a ti mismo”, que podemos considerar como el “compartirás las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias”, no es una acción concreta a cumplir, sino una tendencia concreta a seguir.

Compartir las penas y las alegrías de los demás, no resulta fácil de lograr, excepto en el caso de nuestros familiares y amistades cercanas, aunque resulta sencillo imaginar lo que sería nuestra propia vida si lográramos dirigir tal actitud hacia todos los habitantes de la tierra, y luego la intención de cumplir dicho mandamiento se convirtiera en masiva. Cristo dijo: “El Reino de Dios está dentro de vosotros”, indicando que la sociedad óptima está implícita en nuestra actitud individual.

El Reino de Dios significa el gobierno de Dios sobre el hombre a través de los mandamientos enunciados por los profetas. Es posible decir que tal gobierno se establecerá cuando el hombre mismo lo decida y comience a adaptar su vida a las leyes naturales que rigen nuestra conducta individual y social. Tales leyes naturales, también descriptas por las ciencias sociales, tienen una realidad concreta y son accesibles, en principio, a la observación directa por parte de todo ser humano. De ahí que el mandamiento cristiano mencionado, con las aclaraciones correspondientes, resulta bastante sencillo de comprender, bastante sencillo de observar, pero no tan sencillo como para ponerlo en práctica, y menos en una forma generalizada.

Las distintas Iglesias cristianas priorizan la fe del creyente respecto de la veracidad de las palabras de Cristo. Pero si la fe implica sólo adoptar una actitud filosófica y el mandamiento ético es transfigurado bajo un disfraz de palabras y pensamientos oscuros, que surgen de misterios inaccesibles a la razón, al individuo corriente poco claro le quedará la idea de que debe compartir las penas y las alegrías de sus semejantes, tanto para ser feliz en esta vida como para ir a otra vida mejor si es que ella existe. El premio adicional de la inmortalidad será recibido por quienes cumplan con los mandamientos antes que ser otorgado a quienes creen en la existencia de dicho premio.

De todas maneras, si la plena felicidad en esta tierra, tanto como la inmortalidad en la otra vida, es lo más valioso que podamos obtener, necesariamente hemos de pagarlo a un costo muy elevado. De ahí que el cumplimiento del amor al prójimo resulte accesible a muy pocos seres humanos, si bien en principio es posible seguir la tendencia tan cercanamente como uno lo desee. También podemos decir que si la felicidad y el cielo se lograran sólo con la fe, tal mandamiento habría de tener un significado bastante distinto del que aquí se ha supuesto.

En oposición al Reino de Dios, cuyo fundamento es el amor, aparece el Reino del hombre, cuyo fundamento es el odio. Su mayor exponente, Karl Marx, propone un modelo de sociedad al cual se debería adaptar todo habitante del planeta, desconociendo las leyes naturales que rigen el comportamiento individual y que luego se proyectan sobre la sociedad, o bien tomado como referencia al cristianismo para predicar todo lo contrario. Nicolás Berdiaev escribió:

“Marx poseía una enseñanza moral. Su ética partía del principio de que el mayor bien se realizará por medio del mayor mal, que la luz nacerá de la condensación de las tinieblas. El mal del capitalismo debe aumentar, la situación de los obreros debe empeorar y los obreros deben exasperarse; entonces se destruirá el mal, el capitalismo «reventará». De los malos instintos de los obreros, de la animosidad, el odio, la venganza, la violencia, debe salir un régimen social perfecto, justo y excelente. Cuanto más odio tengan los obreros, cuanto más cruel sea la lucha, más perfecta será la organización social que le sucederá. El marxismo está inspirado en una fe llena de utopía; cree que el pecado y el mal de la explotación en la sociedad capitalista pueden ser vencidos por un proceso social, por el aumento del mal. Pero no se ve por ninguna parte el germen del bien, de la verdad y de la luz espiritual” (De “El cristianismo y el problema del comunismo”-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1968).

El fundamento del Reino de Dios es la ley natural, ley desconocida y rechazada por los predicadores del Reino del hombre, que buscan imponer una ley propia, inaccesible a toda verificación por no concordar con la realidad. Tage Lindbom escribió:

“El hombre ha sucumbido a la tentación. Ha querido ser «como dioses» y por ahí ha caído en el pecado fundamental, el mayor que existe: el orgullo espiritual, la soberbia”.

“Los otros seis pecados capitales, la avaricia, la lujuria, la envidia, la gula, la cólera y la pereza, no implican ese ataque directo contra la orden divina”.

Mientras que el Reino de Dios, como arquetipo social, se vislumbra en algunos pensadores de la Edad Media, el vehículo que emplearán quienes proponen el Reino del hombre será el Estado. Tage Lindbom escribió:

“La utopía sigue a la secularización como la sombra sigue al cuerpo. No es casual que la utopía aparezca en Occidente en una época en que la piedad de la Edad Media está definitivamente relegada al último plano bajo la influencia de los buscadores, de los estetas y de los pensadores de los nuevos tiempos”. “Estas cuestiones toman un alcance tanto mayor cuanto que al final de la Edad Media un nuevo instrumento se pone a disposición de los detentadores del poder terrenal, el Estado” (De “La semilla y la cizaña”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1980).

El marxismo predica el relativismo del Bien y de la Verdad, lo que, en muchos casos, emplea como un disfraz para promover el Reino del hombre. Tage Lindbom agrega: “El orden satánico consiste también en la capacidad para enmascararse, en presentarse bajo un aspecto atractivo, de forma que el límite entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal, parece borrado e incluso lo falso aparece bajo la apariencia de lo verdadero y el mal con la del bien. Llega a ser entonces posible para el poder subversivo alcanzar su objetivo final formulado por Baudelaire: «La mejor de las astucias del diablo es la de persuadirnos de que no existe»”.

El medio elegido por el marxismo es la revolución, si bien en la actualidad trata de utilizar un disfraz democrático para introducirse bajo un marco de legitimidad y legalidad. Tage Lindbom escribe:

“La revolución es la eliminación total de un orden existente y la instauración de un orden nuevo. Deben establecerse nuevos valores, nuevos criterios, nuevos artículos de fe, nuevos sistemas y estructuras. No es solamente, como la sublevación, una insurrección violenta contra una opresión con vistas a alcanzar un nuevo régimen”.

“El orden al que el Creador nos ha sometido no conoce ninguna revolución ni conmoción susceptible de introducir en las cosas creadas un cambio cualquiera de principio. Los hombres sólo tienen una elección: obedecer o desobedecer. Es la alternativa ante la que nos ha colocado el Creador. En consecuencia, la revolución es un ataque contra toda jerarquía creada, así como una negativa a la paternidad celestial, lo que en último efecto desemboca –simbólicamente hablando-en el parricidio colectivo. Porque rechaza la obediencia que debemos a nuestro Creador. Tal es la inevitable consecuencia de sus pretensiones universales”.

“Así tiene lugar, en el más alto nivel de la manifestación, la toma del poder por el Reino del hombre. La revolución es la más implacable de todas las acciones humanas. Destruye los puentes y quema las iglesias. Exalta y glorifica la ilegitimidad”.

Por otra parte, Nicolás Berdiaev escribió: “El marxismo no puede afirmar que la religión es un asunto privado, por la razón de que él mismo es una religión opuesta a todas las demás y ante todo al cristianismo. Lenin expuso claramente por qué podía aplicarse este principio al mundo burgués y no al mundo comunista. Para el reglamento comunista interior, este principio liberal burgués no tiene valor alguno; la fe religiosa no puede tolerarse en el campo comunista ni puede caber el cristianismo. El comunista no tiene libertad de creer lo que le parece; su credo debe ser comunista, es decir, debe creer en lo que le prescribe la iglesia y los dogmas comunistas. El comunismo pretende ser en todo semejante a la Iglesia: excomulga por «herejías»; toda fe religiosa que se diferencia de la fe comunista es una herejía y no puede tolerarse”.

“El socialismo marxista no se inspira más que en la fuerza y el poder. Considera al proletariado organizado y dominando al mundo como el dios terrenal que debe reemplazar al Dios cristiano y destruir en el alma humana todas las viejas creencias religiosas”.

“La fe de Marx en la explotación como hecho fundamental y que determina la vida social puede asimilarse a la doctrina del pecado original. La explotación de un hombre por otro, he ahí el pecado original que ha contaminado toda la historia del mundo, todo pensamiento, toda fe y toda ideología. Pero mientras que el cristianismo propone al hombre que considere ante todo el pecado en sí mismo, el marxista ve siempre el pecado en los demás”.

“El socialismo marxista tiende a reemplazar al cristianismo. Tiene sus pretensiones religiosas, detesta la religión y pretende substituirla. Es la rebelión del reino terrenal y humano contra el reino de Dios, el reino celestial”.

“El nuevo mesías vendrá con fuerza y realizará con gloria todas las esperanzas mesiánicas, su reino será el reino de este mundo. Este mesías se apareció a Marx bajo los rasgos del proletariado, de la clase obrera. Marx le atribuyó todas las virtudes del pueblo mesiánico y le concedió las más excelsas del antiguo pueblo de Israel. El proletariado, según él, exento del pecado original de la explotación, mientras las demás clases quedan supeditadas al mismo, es puro y ha de representar el tipo más moral de la humanidad futura”.

“Esta naturaleza del proletariado no ha podido ser revelada por una ciencia objetiva, pues no puede más que ser objeto de fe, que según San Pablo, es la afirmación y la demostración de las cosas invisibles. Lo que se revela a los ojos de Marx y de los marxistas es una entidad que no puede verse ni cabe en el conocimiento científico”.

“El pueblo elegido se trocó en clase elegida. Se ve por ahí que esa idea es de esencia puramente religiosa y que la ciencia no llega a ella por ninguna parte, y ésa es la médula de la religión comunista. La noción mesiánica es siempre de origen judío, ajena al pensamiento griego”.

“La teoría marxista del Zusammenbruch de la sociedad capitalista es, en verdad, la fe en el Juicio final. Pues hay un fenómeno escatológico en todo comunismo revolucionario: la idea de que en un momento dado se abrirá un precipicio que partirá al tiempo en dos”.

domingo, 25 de marzo de 2012

Las dimensiones del hombre

Podemos describir el comportamiento humano considerando los objetivos fijados por distintos individuos para el progreso personal, y que constituyen las tres dimensiones básicas del hombre. Tales dimensiones tendrán como objetivo lograr el Bien, la Verdad y la Belleza, de ahí que apuntarán a la búsqueda del perfeccionamiento ético, como del intelectual y del corporal o estético. Así como el individuo que busca perfeccionarse en los tres aspectos logrará llegar a ser un hombre integro, o completo, quien desatienda estos aspectos tenderá a ser un hombre espiritualmente mutilado.

Suponiendo que nos hemos de especializar, por distintas razones, en el desarrollo de uno de los aspectos mencionados, debemos establecer cierta prioridad. De ahí que, contemplando nuestra esencia y nuestra naturaleza humana, debemos considerar el aspecto ético como prioritario, luego el aspecto intelectual y finalmente el estético. Podemos entonces hacer una síntesis de las dimensiones del hombre y los objetivos correspondientes:

1- Ética (la búsqueda del Bien)
2- Intelectual (la búsqueda de la Verdad)
3- Estética (la búsqueda de la Belleza)

Los sentimientos están asociados al aspecto ético, y constituyen los valores más importantes del hombre. Wolfgang Goethe, para resaltar la superioridad de los sentimientos respecto del intelecto, dijo: “Lo que yo sé, todos pueden saberlo, pero el corazón es sólo mío”. Por otra parte, el destacado filósofo y matemático René Descartes, quizás justificando su estado de soltero, expresó: “He preferido la verdad a la belleza”.

Podemos caracterizar a todo ser humano, incluso a todo grupo social, mediante estos tres aspectos: ético, intelectual y estético, ya que existe cierta independencia entre los mismos. Esto se debe a que existen personas de reconocida belleza exterior, pero con pocos atributos éticos e intelectuales, o bien personas con reconocida belleza interior, pero con pocos atributos físicos e intelectuales, y así todas las demás posibilidades. El hombre plenamente adaptado al orden natural será el que tenga un desarrollo equilibrado de los tres aspectos.

Siendo la vida espiritual la que caracteriza nuestra esencia humana, la propia naturaleza nos brinda posibilidades a todos para llegar a ser personas íntegras, o a llegar muy cerca de ese ideal. Así, hay veces en que los aspectos afectivos e intelectuales crecen como compensación a una pobre valoración estética por parte del medio social. Tanto Blaise Pascal, como San Francisco de Asís, Baruch de Spinoza y Sören Kierkegaard, poseían una salud precaria, posiblemente tendrían poco atractivo estético y los cuatro vivieron alrededor de los cuarenta años, pero pasan los siglos y sus atractivas personalidades siguen despertando curiosidad. Dijo François Mauriac sobre Pascal: “…al cabo de tres siglos él aún está ahí, vivo, tomando parte en nuestras disputas. Hasta sus mínimos pensamientos nos confunden, entusiasman o incomodan, pero él es comprendido al momento, desde la primera palabra, mucho mejor que en su propio tiempo…”.

Si tuviésemos que elegir una edad óptima para detener el paso del tiempo, un deportista la elegiría entre 25 o 30 años, un científico entre 35 y 45 años, un filósofo quizás algo más, mientras que, quien basa su vida en sus vínculos sociales y afectivos, podrá elegir una edad mayor aún. De ahí que una valoración excesiva de la belleza física hará sentir poco feliz a quien posee una edad que excede a la óptima de su ideal. Lograr el desarrollo equilibrado de nuestras tres dimensiones equivale hacer más intensa nuestra propia vida.

Si tuviésemos que elegir al “modelo de hombre feliz”, quienes viven en la fase estética pensarán en algún millonario que vive lujosamente. En cambio, quienes viven en la fase ética e intelectual, podrán elegir una vida como la del médico Edward Jenner, quien alguna vez habrá podido decir con orgullo: “…con mi vacuna podré salvar 60 millones de vidas por siglo”, ya que esa fue la cantidad estimada de víctimas de la viruela durante el siglo XVIII. Por su obra podemos decir que era “creyente”, en el sentido religioso, aunque no sepamos cuáles eran sus pensamientos al respecto.

La evolución tecnológica y la vida moderna exigen al hombre un mínimo esfuerzo físico en sus actividades cotidianas, mientras que nuestra propia naturaleza requiere de cada uno de nosotros una actividad muscular permanente para el logro de una vida sana. El ejercicio físico y el deporte son necesarios e imprescindibles para el logro de una vida plena; fortalecen al cuerpo y prolongan la vida. Ayudan a embellecer el aspecto exterior como también han de servir para ejercitar la voluntad y la disciplina; aspectos necesarios para nuestro cotidiano vivir. John Locke escribió: “Educar es obtener un alma sana en un cuerpo sano”.

Cuando vemos diariamente el caso de algunos animalitos domésticos que muestran una buena dosis de afecto y de sociabilidad, y los comparamos con muchos seres humanos, compartimos aquella expresión que indica que “a medida que conozco mejor al ser humano, quiero más a mi perro”. De ahí que pareciera una sugerencia inútil hacer resaltar en la sociedad el ejemplo de notables hombres del pasado cuando, para una mejora inmediata, bastaría que señalar la presencia de algunos seres del reino animal que muestran aptitudes éticas bastante más elevadas que muchos seres humanos.
Podemos incluso establecer una escala de valores que, posiblemente, reflejará la actualidad ética de muchas sociedades. No es una escala ideal, sino real, ya que refleja los resultados de lo que el hombre busca para su vida:

1- El hombre económico (ser unidimensional que busca y valora el placer o el poder, o ambos).
2- Los animales domésticos (seres bidimensionales que superan éticamente a muchos hombres).
3- El hombre tridimensional (el que logra la integridad humana).

Mientras que el hombre crece buscando algunas, o todas, de las tres dimensiones mencionadas primeramente, los pueblos progresan eligiendo mejorar su nivel cultural, su nivel científico y tecnológico o bien su nivel económico. Incluso podemos decir que lo ético en el individuo se proyecta socialmente en lo cultural, lo intelectual en lo científico, tecnológico, artístico, etc., mientras que la búsqueda de comodidades y seguridad personales promoverán el desarrollo económico de la sociedad. Así, los romanos tenían una mentalidad práctica. Realizan, entre otras obras, 90.000 kilómetros de caminos, haciendo que Roma represente la fase tecnológica de la humanidad. Uno de ellos dijo: “Los griegos y los egipcios construyen monumentos que no tienen utilidad práctica, mientras que Roma construye caminos y acueductos que sirven a todo el pueblo”. Por el contrario, en la Grecia antigua se acentúa la fase intelectual y científica de la humanidad, y en donde, incluso, se desprecian las actividades puramente prácticas. También los pueblos deberán buscar un desarrollo equilibrado entre cultura, ciencia, tecnología y economía, que, como se dijo, resultan de la proyección de los valores individuales como valores sociales.

Generalmente se afirma que las crisis sociales y humanas se deben a un descenso en la búsqueda de valores personales. En esos casos predomina la idea del relativismo moral y cognitivo. Quienes adhieren a tales relativismos consideran que no existe el Bien ni la Verdad en un sentido objetivo. De ahí que, si el Bien y la Verdad son sólo cuestiones convencionales, no merecerían que les dediquemos demasiado tiempo y esfuerzos, ya que sólo adquiriremos atributos de reducida valoración social y de dudosa validez objetiva.

La más importante sugerencia para la mutilación espiritual del hombre proviene del marxismo cuando sostiene que no existen el Bien ni la Verdad objetivos y que todos esos conceptos derivan del sistema económico de producción y distribución vigente en determinada sociedad. Sostiene que todos los atributos del hombre renacerán una vez que se ha establecido el socialismo, al cual se llegará mediante una revolución, es decir, primeramente se siembra el odio, que luego llevará a una lucha entre sectores y finalmente, casi por arte de magia, aparecerá el “hombre nuevo” emergente del socialismo.

Podemos decir que el “homo economicus”, como “especie” predominante en las sociedades en crisis, no sólo lo encontramos en la base del socialismo, sino también en las sociedades de consumo. Posiblemente de ahí surjan las severas críticas al capitalismo, como sistema económico creador del “hombre unidimensional”, que carece de atributos éticos e intelectuales.

En este caso, el error que se comete radica en seguir el pensamiento marxista, ya que atribuye todos los defectos de una sociedad al sistema de producción. Si el individuo típico de la sociedad de consumo no busca su perfeccionamiento ético, intelectual y estético, y tan sólo busca lograr comodidades para su cuerpo, a través de la adquisición de bastante dinero, ello poco tiene que ver con las ventajas operativas que presenta el sistema capitalista de producción y distribución de bienes y servicios.

La economía de mercado es superior, o menos mala, si se prefiere, que la economía planificada. Su función es responder y satisfacer de la mejor manera a las demandas establecidas por el consumidor. Pero la ética que debe imperar en la sociedad debe reflejarse en el tipo de demanda que el consumidor establece. La ética debe tratar de mejorar las actitudes del cliente y del productor, siendo el sistema del mercado un sistema éticamente neutro, que no empeora ni mejora las conductas individuales. Si alguien come o bebe excesivamente, no debe culparse a quienes producen o venden alimentos o bebidas, sino que toda la responsabilidad recae sobre el propio consumidor. Si se atribuye al sistema capitalista la culpabilidad respecto del egoísmo y del materialismo extremo que impera en las sociedades en crisis, se deja de lado la posibilidad de buscar mejoras a nivel individual.

Todo sistema que funcione en base a la libre elección, por parte de los individuos que lo integran, funcionará aceptablemente en cuanto exista en tales individuos una base ética mínima y aceptable. De lo contrario, nunca funcionará adecuadamente. De la misma manera en que se acusa al sistema de mercado por “permitir” los excesos del hombre, podemos incluso cuestionar al propio Creador, o a la propia Naturaleza, por habernos dado libertad de elección y por cuanto todavía no somos capaces de adaptarnos plenamente a las leyes naturales establecidas siendo el sufrimiento una medida de esa desadaptación.

Así como no es posible decir que el mundo esté mal hecho, y que es para el hombre una trampa sin solución ni esperanzas, es posible decir que el capitalismo es un sistema que requiere del individuo el mismo tipo de ética que el necesario para el buen desempeño individual en la sociedad humana surgida libremente a partir de nuestros atributos personales.

jueves, 22 de marzo de 2012

Patriotismo vs. segregación

Una de las formas en que es posible definir al patriotismo consiste en atribuir tal calificativo al individuo que posee una predisposición tal que su pensamiento y su acción estén dirigidos a favorecer la unión de todos los integrantes de una sociedad. Por el contrario, quienes orientan su pensamiento y su acción a la formación y posterior segregación de subgrupos, podemos calificarlos como carentes de la condición mencionada. La segregación de grupos, o de individuos, es, principalmente, de origen racial, social, religioso y político. Podemos distinguir, además, entre los siguientes casos extremos:

a) El grupo que favorece la segregación se encuentra antes viviendo en el lugar al que llegan los futuros segregados. (Este es el caso de los nacionalistas que rechazan la llegada de extranjeros).

b) El grupo que favorece la segregación llega después al lugar en donde viven los futuros segregados. (Este es el caso de la población blanca que discriminó a los sudafricanos en su propio territorio)

c) Tanto segregados como segregacionistas cohabitan desde mucho tiempo atrás en el mismo lugar. (Este es el caso de las divisiones entre castas en la India).

Así como en el individuo puede predominar la actitud del amor, dirigida tanto al prójimo como a sí mismo, en el plano social se manifestará en forma de patriotismo. El egoísmo individual también se ha de manifestar, pero como un egoísmo colectivo, que puede adoptar al nacionalismo como actitud predominante, mientras que el odio, a nivel individual, se habrá de manifestar como adhesión a una política totalitaria, ya sea discriminatoria desde el punto de vista de la raza, o de la nacionalidad, o bien discriminatoria desde el punto de vista de la clase social.

Las actitudes individuales se proyectarán como actitudes sociales de la misma forma en que la ética individual se proyecta luego como una ética social. J. Lacroix escribió: “En su propia esencia, la función de la patria consiste en transportar a la categoría de lo «público» los sentimientos nacidos en la de lo «privado»”.

Quienes promueven los antagonismos entre sectores hablan siempre de “ellos y nosotros”, mientras que el patriota habla siempre de “nosotros”, haciendo extensiva tal alusión incluso al conjunto de la humanidad por cuanto se siente, ante todo, un ciudadano del mundo. Como ejemplo de político creador de divisiones en su propio pueblo tenemos a Juan D. Perón, quien instigaba a sus seguidores a utilizar la violencia en contra de la “oligarquía”, expresando: “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (8/9/47). “Distribuiremos alambre de enfardar para ahorcar a nuestros enemigos” (31/8/51) (Citado en “Critica de las ideas políticas argentinas” de J. J. Sebreli-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2002).

La dictadura peronista hizo que muchos argentinos se sintieran “extranjeros” en su propia patria. La discriminación social que sufrían, produjo grandes divisiones en la sociedad. Tal es así que casi nadie afirmaba ser peronista, algo que los avergonzaba, pero no les impedía, en el anonimato del cuarto oscuro, emitir su voto favorable al dictador. Jorge Luis Borges expresó:

“No hay en Italia un solo fascista, afirmaba Croce, todos se hacen los fascistas. La observación es aplicable a nuestra república y a nuestro remedo vernáculo de fascismo. Ahora hay gente que afirma abiertamente: soy peronista. En los años de oprobio nadie se atrevía a formular en el diálogo algo semejante, declaración que lo hubiera puesto en ridículo. Quienes lo eran abiertamente se apresuraban a explicar que se habían afiliado al régimen porque les convenía, no porque lo pensaran en serio” (Diario “Los Andes”-Mendoza-1979)

Quienes promueven el odio entre sectores o entre naciones, son quienes logran que sus adeptos sean dependientes de los demás, no sólo en el aspecto material, sino en algo mucho más importante; que es el aspecto espiritual. Quienes promueven el odio hacia los EEUU logran que gran parte de la población acepte su inferioridad desde el mismo momento en que adopta tal actitud. Incluso si alguien trata de evitar que vivan una existencia amargada por el odio, haciéndoles ver que también en ese país existen problemas y sufrimiento, interpretarán que quien así les habla es un propagandista del mismo. Jorge Luis Borges escribió: “Odiando, uno depende de la persona odiada. Es un poco esclavo de la otra. Es su sirviente”.

Cuando se hace referencia a un movimiento nacional, o argentino, se entiende, por lo general, que se trata de una tendencia política que no discrimina socialmente a medio país y que no promueve la existencia de sectores sociales excedentes. De ahí que no corresponde hablar acerca del peronismo como un movimiento argentino, por cuanto, además, fue un régimen que trataba de imitar al fascismo de Mussolini y que simpatizaba con el nacional socialismo de Hitler (por algo la Argentina fue, en épocas de Perón, uno de los refugios preferidos por los criminales nazis de la Segunda Guerra Mundial).

Para colmo de males, Perón no dudó en apoyar al terrorismo marxista de los 70. Trató de utilizarlo para facilitar su regreso al poder mientras que los guerrilleros trataron a su vez de utilizarlo para imponer el socialismo. Esa vez Perón siguió mostrando que le interesaba el poder personal antes que su Nación. Así entran en escena los seguidores de Marx, el profeta del odio. Posteriormente la guerrilla marxista se opone al ex-dictador y es combatida duramente por directivas del propio Perón.

Las graves deformaciones ideológicas de la realidad están asociadas, entre otros aspectos, a la “ética de las grandes escalas”. Así, si alguien mata a una o dos personas, se dirá que es un asesino, pero si por sus escritos, por sus órdenes o por sus acciones mueren miles, o millones, de personas, se podrá decir hasta que es un benefactor de la humanidad. En forma similar, si un comerciante, o un industrial, tiene éxito empresarial por cuanto atiende satisfactoriamente la demanda de sus clientes, será considerado como una persona útil a la sociedad. Si ese mismo empresario amplía sus instalaciones y su capacidad operativa, incluso hasta llegar a abrir sucursales en otras provincias, o en el exterior, se lo considerará una persona inescrupulosa y peligrosa para la sociedad. Incluso surgirán deseos de expropiarle sus empresas para repartirlas entre los más necesitados.

La ética de la gran escala tiene alguna relación con la “ley de Marx”, o de la lucha de clases. El marxismo sostiene que el proletariado, o los empleados en relación de dependencia, son los poseedores de las más nobles virtudes, mientras que los empresarios (la burguesía) son los poseedores de los peores defectos. Como consecuencia de ello, se sugiere a los primeros expropiar a los últimos de sus bienes, mediante una revolución violenta, para establecer la “dictadura del proletariado”. Debido a los “nobles fines” del marxismo, se le perdonan los millones de asesinatos en sus intentos por imponerlo a nivel mundial.

Los terroristas de los 70 cometieron unos 1500 asesinatos y más de 20.000 atentados a la propiedad. Sin embargo, como se trataba de asesinatos y atentados a favor del advenimiento del socialismo, se les atribuyen elogios por parte de un sector importante de la población. Marcos Aguinis escribió:

“En la Argentina, tan castigada por el terrorismo, se ha resbalado la hipocresía ideológica de sólo llamar así al terrorismo de Estado. Los crímenes perpetrados por organizaciones independientes (o aparentemente independientes) de un Estado no entran en el concepto, aunque alteren la vida de un país, asesinen a ciudadanos desarmados y arrastren a una anarquía que puede desembocar en una guerra civil. Esta interpretación fue sostenida por nuestra Corte Suprema de Justicia”.

“Con su extraño criterio, Al Qaeda no sería una organización terrorista y sus integrantes podrían encontrar hospitalario refugio en nuestro país”.

“De esta forma los integrantes de FAL, ERP y Montoneros pueden seguir gozando de amnistía o impunidad, aunque hayan asesinado civiles, destruido instituciones, alienado a gran parte de la juventud y empujado el país hacia otro golpe de consecuencias devastadoras” (De “El atroz encanto de ser argentinos” Tomo 2-Editorial Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).

Varias de las victimas del terrorismo marxista eran empleados jerárquicos de grandes empresas. Recordemos que si se trata de una gran empresa, aplicando la ética de la gran escala, se tratará entonces de establecimientos nefastos para la sociedad y deben ser destruidos de alguna forma. Marcos Aguinis escribe:

“Las organizaciones guerrilleras –estimuladas, armadas y entrenadas por otras organizaciones guerrilleras y algunos Estados- cometieron innumerables crímenes antes del golpe de Estado y antes de que naciera el monstruo de la Triple A. Sus integrantes no sólo asaltaron cuarteles y asesinaron militares, sino civiles. Cometieron crímenes de lesa humanidad o violaron el derecho humanitario, úsese la terminología que se quiera”.

Luego de una lista de nombres de asesinados, prosigue: “…Su pecado había sido trabajar para empresas como Fiat, La Cantábrica, Hilandería Olmos, Tiendas Elena, Sancor, Swift, Materfer, Schering, Textil Oeste, Peugeot…”

Es oportuno señalar que varios de los integrantes de Montoneros forman parte del actual gobierno nacional (2012). Incluso son quienes se atribuyen el carácter de “defensores de los derechos humanos”. Aunque al argentino medio “la corrupción no le importa en lo más mínimo con tal que no le toquen el bolsillo”.

Cuando la búsqueda del poder supera ampliamente las intenciones de lograr mejoras para el bienestar general, se muestra poco patriotismo. Marcos Aguinis prosigue:

“Todo el país cae al pie del omnipotente sillón presidencial, que derrama los bienes según convenga para mantener su popularidad, no para construir el futuro. También se ocupa de terminar obras públicas visibles, pagar sueldos y cumplir con algunos jubilados. Ese dinero no se reparte con visión de mediano o largo plazo, sino con vistas a las próximas elecciones. Y después será para la siguiente. Importa el poder, sólo el poder”.

La democracia se desvirtúa cuando existe una exagerada concentración de poder. James Madison escribió: “La acumulación de los poderes legislativos, ejecutivos y judiciales en las mismas manos, no importa si en una, o pocas, o muchas, en forma hereditaria o auto-asignada o electiva, justifica que se la califique con la precisa definición de tiranía” (De “El federalista”)

La actitud del gobierno actual se muestra claramente a través de programas partidarios en la televisión estatal, que está al servicio del partido dominante. La permanente burla, difamación y calumnias para todo argentino o sector que adhiera a la democracia plena, hace que muchos sintamos, en un primer momento, que somos un excedente de la sociedad. Recordando el pasado, al menos podemos entender las causas de tal segregación social.

viernes, 16 de marzo de 2012

Utopías vs. capitalismo

Las distintas utopías surgidas desde la antigüedad, algunas de ellas difundidas antes de la aparición del capitalismo, coinciden en oponerse a varios de los atributos que a éste caracterizan. Por lo general, las utopías son modelos de sociedad establecidos sin contemplar previamente un modelo de hombre. De esta manera, todo individuo debería adaptarse al diseño establecido, en lugar de ser la sociedad la resultante del modelo de individuo considerado óptimo.

El comportamiento individual es accesible a una descripción científica que presente cierta seguridad en cuanto a sus resultados, por lo que toda descripción de la sociedad sólo tendrá sentido a partir de las descripciones de las conductas individuales. De ahí que el cambio social basado en un conocimiento firme, deberá provenir de una mejora individual.

Respecto de las utopías, Melvin J. Lasky escribió: “Las utopías se escriben, a la vez, a partir de la esperanza y de la desesperación. Son modelos de estabilidad concebidos con ánimo de contradecir. Son acciones –especie de «sueño de acción»-en nombre de valores ideales: descuidados o traicionados en el presente, alguna vez gozados en el pasado, o que deberán satisfacerse en lo futuro. Son interpretaciones del orden existente y, muchas veces, programas de cambio. La implicación exhortadora de la utopía, en forma de un requerimiento secreto, está siempre presente, pues todos los ideales políticos son implícitamente revolucionarios; sus elementos críticos llevan a disentir; sus perfectas proyecciones, a un anhelo por construir de nuevo. El sueño utópico del futuro, con sus fuentes en la fantasía y en la alienación, implica la pesadilla del presente. Y sin embargo, el futuro concebible y deseable nunca se ve libre de este escape de pesadilla” (De “Utopía y revolución”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).

La mayor parte de las sociedades diseñadas por el hombre coinciden en abolir la propiedad privada. Uno de los primeros intentos proviene de Platón, quien escribió: “Mi República existe sólo en nuestra mente, puesto que no está en parte alguna de la Tierra, por lo menos como yo imagino. Pero en el cielo hay, probablemente, un modelo de ella”. La palabra “utopía” proviene del griego y hace referencia a esos intentos; significa en “ningún lugar”, como manifiesta Platón.

La abolición mencionada se propone, por lo general, para que el trabajo, o los bienes materiales, sirvan como vínculos de unión entre los hombres, en lugar de significar motivos para antagonismos y desencuentros. Respecto del vínculo que uniría a los hombres en el socialismo marxista, Henri Lefebvre escribió:

“Las relaciones fundamentales de toda sociedad son las relaciones de producción. Para llegar a la estructura esencial de una sociedad, el análisis debe descartar las apariencias ideológicas, los revestimientos abigarrados, las fórmulas oficiales, todo lo que se agita en la superficie de esa sociedad, todo el decorado: debe penetrar bajo esa superficie y llegar a que las relaciones de producción sean las relaciones fundamentales del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí en el trabajo” (De “El marxismo”-EUDEBA-Buenos Aires 1973).

Podemos, entonces, hacer una generalización:

Sociedades utópicas (socialismo) = Propiedad colectiva + Vínculos de unión materiales

Las sociedades cuyos integrantes se unen a través del trabajo nos hacen recordar a las comunidades de abejas y de hormigas, de ahí que no resulte sorprendente que algunos promotores del socialismo hayan pensado que el hombre debería imitar a tales insectos. Otto von Bismarck expresó:

“Si tuviera que elegir la forma en que preferiría volver a vivir, no estoy seguro de que desdeñaría ser una hormiga. Ese pequeño insecto vive en condiciones de perfecta organización política. Cada hormiga está obligada a trabajar; a llevar una vida útil; todas son industriosas; la subordinación, la disciplina y el orden que se dan son perfectos. Son felices, porque trabajan” (Citado en “Utopía y revolución”).

Cuanto al socialismo marxista se lo pone en práctica, luego de la expropiación de los medios de producción, se establece una sociedad similar a una colmena. Así, la clase dirigente cumple el papel de la abeja reina, el resto del pueblo cumple el rol de abejas obreras, mientras que los que no trabajan (junto a los disidentes), cumplen el rol de los zánganos, por lo cual son separados de la sociedad (colmena).

Resulta evidente que la vida inteligente, que caracteriza al hombre, deberá tener metas bastante distintas a las inherentes a las sociedades de abejas o de hormigas. El ideal socialista resulta bastante alejado del principio de complejidad-conciencia (propuesto por Pierre Teilhard de Chardin) que describe al proceso evolutivo humano, tanto desde el punto de vista biológico como cultural. Es oportuno recordar que el cristianismo propone, como vínculo de unión entre los hombres, al amor generalizado, objetivo que obliga a todo individuo a un necesario e imprescindible crecimiento espiritual.

Mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y de la supuesta igualdad económica de todos los componentes de la sociedad, el socialismo resulta ser la sociedad ideal para quienes tengan pocas aptitudes para el trabajo, poca iniciativa, pocas ambiciones e incluso lo libera de la pesada carga de la envidia.

En cuanto al sistema de producción y distribución capitalista, debemos decir que es el propuesto por los economistas liberales representativos de esa tendencia, en lugar de considerar las descripciones distorsionadas que del mismo hacen sus opositores. Por ello, consideraremos a dicho sistema en función de sus principales atributos:

Capitalismo = Propiedad privada + División del trabajo + Mercado + Ahorro productivo (inversión) + Innovación + Actitud cooperativa

La propiedad privada es la que le permite al individuo alcanzar un adecuado nivel de libertad, ya que, de lo contrario, su vida dependerá de las decisiones adoptadas por quienes dirigen la propiedad colectiva, ya se trate de vivienda, medio de producción o de un trabajo. Si bien no todos los individuos disponen de la propiedad individual deseable en una sociedad capitalista, debemos esperar que alguna vez la tengan, en lugar de buscar la igualdad en la carencia de propiedad y de libertad individual.

Si bien en la actualidad resulta sencillo describir los errores a los que conduce el socialismo, ya que disponemos de varios ejemplos históricos, es meritoria la previsión hecha por Alexis de Tocqueville en el siglo XIX, cuando escribió:

“La democracia extiende la esfera de la libertad individual; el socialismo la restringe. La democracia atribuye todo valor posible al individuo; el socialismo hace de cada hombre un simple agente, un simple número. La democracia y el socialismo sólo tienen en común una palabra: igualdad. Pero adviértase la diferencia: mientras la democracia aspira a la igualdad en la libertad, el socialismo aspira a la igualdad en la coerción y en la servidumbre” (Citado en “Camino de servidumbre” de Friedrich A. Hayek-Alianza Editorial SA-Madrid 2000).

Si el accionar individual permite acrecentar el nivel de vida personal y la seguridad económica futura, entonces cada hombre se esmerará por trabajar y progresar. Por el contrario, si el fruto de su trabajo habrá de ser confiscado totalmente por el Estado, poca predisposición habrá para el trabajo y la innovación. Nótese que el individuo en esclavitud está bajo condiciones sociales y laborales similares a quien vive en el socialismo, en donde no existe la propiedad privada.

También las utopías promueven la abolición de la herencia. Si bien muchas veces resulta negativo para un individuo recibir en herencia una fortuna, ya que posiblemente anulará algunas metas accesibles para su vida, debe tenerse presente que en caso de no ser posible tal traspaso generacional, poco interés habrá, por parte de la persona emprendedora, para progresar materialmente si sus logros irán al Estado y no a sus hijos. De ahí que el socialismo favorece la predisposición a trabajar poco y perjudica a quien puede trabajar bastante, por lo que los resultados económicos serán, por lo general, bastante pobres.

Gran parte de las utopías considera al trabajo como una actividad poco agradable, por lo cual proponen restringir su duración diaria. Sin embargo, no debemos olvidar aquellos casos en que el trabajo elegido resulta placentero ya que incluso permite al individuo concretar su realización personal. Por el contrario, el ocio predominante lleva al individuo al tedio que puede derivar en situaciones poco felices.

Siempre se ha discutido acerca de las “buenas intenciones” del socialista cuando quiere distribuir el patrimonio ajeno (aunque nunca el propio). Sin embargo, debe tenerse presente que este tipo de individuo generalmente ambiciona ocupar un alto cargo directivo en la sociedad utópica, y no se distingue mayormente de las ambiciones personales de los integrantes de otros grupos totalitarios. Friedrich A. Hayek escribió:

“No menos significativa es la historia intelectual de muchos dirigentes nazis y fascistas. Todo el que ha observado el desarrollo de estos movimientos en Italia o Alemania se ha extrañado ante el número de dirigentes, de Mussolini para abajo (y sin excluir a Laval y a Quisling), que empezaron como socialistas y acabaron como fascistas o nazis. Y lo que es cierto en los dirigentes es todavía más verdad de las filas del movimiento. La relativa facilidad con que un joven comunista puede convertirse en un nazi, o viceversa, se conocía muy bien en Alemania, y mejor que nadie lo sabían los propagandistas de ambos partidos. Muchos profesores de universidad británicos han visto en la década de 1930 retornar del continente a estudiantes ingleses y americanos que no sabían si eran comunistas o nazis, pero estaban seguros de odiar la civilización liberal occidental” (De “Camino de servidumbre”).

Marx considera que su propuesta es una teoría científica en lugar de ser una utopía más. De todas formas, la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción producirá los mismos efectos ya sea que la sugerencia provenga de la ciencia o de una utopía. El marxismo es científicamente erróneo cuando afirma que la lucha de clases es la ley que rige la evolución de las sociedades y es “acertadamente” anticientífico cuando promueve una sociedad artificial a la cual debería adaptarse todo ser humano.

Todos los intentos por establecer utopías socialistas fracasaron. Ello se debió a que primeramente debe convencerse a todos los hombres a vivir ligados (o atados) a otros seres humanos a través de medios materiales, algo que puede ser aceptado por una parte de la población, pero no por toda. Si no se los pudo convencer, viene luego la etapa del “socialismo científico” por el cual se obliga a toda una población a someterse al planeamiento dispuesto.

lunes, 12 de marzo de 2012

La cantidad óptima de partidos políticos


Podemos considerar, como un aspecto representativo del desarrollo político de un país y de una época, a la cantidad de partidos políticos que intervienen en las contiendas electorales (si es que ellas existen). También es posible vislumbrar la tendencia a la que se orienta una nación de acuerdo al pensamiento predominante en los partidos principales. Una primera estimación del pensamiento político proviene de la cantidad de partidos políticos que se considera necesarios:

a) Ningún partido (anarquismo)
b) Un partido (totalitarismo)
c) Dos o más partidos (democracia)

La palabra anarquismo deriva del griego, de “a” (sin, desprovisto de) y de “arkos” (gobierno), por lo que significa ausencia de gobierno o negación del gobierno. Walter Montenegro escribió: “Fue inevitable que surgieran dos sentimientos en el espíritu del hombre, desde que abrió los ojos a la noción de autoridad: primero, el deseo de ejercerla, para disfrutar los privilegios que ella entraña; y, segundo, la resistencia más o menos consciente, más o menos activa, a esa autoridad cuando la ejercen los demás, tanto por simple envidia cuanto porque la autoridad tiende a restringir la libertad individual en servicio de las conveniencias de una persona, de un grupo o del conjunto social”. “Sólo en las colectividades avanzadas, donde el gobierno –que es la autoridad organizada- se ejerce con claros y definidos objetivos de interés común, el individuo renuncia de buen grado a una parte de sus prerrogativas; lo hace a cambio de los beneficios que percibe como efecto de la limitación simultáneamente impuesta a otras libertades individuales cuyos desmanes podrían ser perjudiciales para la suya propia”.

“De esta limitación correlativa surge la armonía social. Si el gobierno es capaz, en la práctica, de crear esa armonía, o si más bien contribuye a destruirla, es el tema de debate que surge en torno a la teoría del anarquismo. El anarquismo sostiene la segunda de estas proposiciones” (De “Introducción a las doctrinas político-económicas”-Fondo de Cultura Económica-Bogotá 1976).

El totalitarismo surge cuando aparece un líder que sabe interpretar los deseos mayoritarios del pueblo y cuando tiene la suficiente habilidad para engañarlo. Arthur Conte escribió: “Es falso que el pueblo quiera naturalmente ser libre. Para ello hace falta un formidable esfuerzo intelectual, con un valor digno de Hércules. El hombre más bien quiere obedecer, con mucha más razón en una época en que, completamente desorientado, por sobre todo le teme a la responsabilidad. Como prioridad, exige ser «guiado»” (De “Los dictadores del siglo XX”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1985).

El partido político único y la anulación de los restantes partidos, junto al cierre de medios periodísticos opositores, es una característica común a los distintos tipos de totalitarismo. Si no es suficiente el apoyo popular, o las condiciones no lo permiten, no se llegará a tomar tales determinaciones y sólo se limitará a difamar, degradar, sabotear y burlarse de los políticos y de los medios periodísticos opositores. No considera posible su proscripción, aunque no le falten deseos de hacerlo. Refiriéndose a la época de Benito Mussolini, Arthur Conte escribe:

“Se suprime y «coloniza» a la mayor parte de los diarios no fascistas. Los pocos órganos independientes que subsisten resultan ser tan insípidos que sólo provocan desprecio o indiferencia. Son disueltos todos los partidos opositores”.

“El Duce prefiere «corromper» a los intelectuales en lugar de encarcelarlos. Mejor que torturarlos, prefiere «sencillamente» ridiculizar, riendo a mandíbula batiente, cuando se entera de que sus milicianos obligan a sus adversarios a tragar en público sapos vivos”.

En cuanto al nazismo, Walter Montenegro escribe: “El Estado nazi representa –como el fascista- la materialización perfecta del «totalitarismo» o control absoluto del Estado sobre todos los aspectos de la vida individual y colectiva. Dentro del Estado, la norma vital es la disciplina; el principio estructural sobre el que se encuentra edificado, la jerarquía autoritaria”.

“En razón de este principio, no se concibe ni se admite la posibilidad de la división de poderes que inspira e informa a los Estados de tipo democrático. El Estado nazi, como el fascista, es una organización piramidal en la que, conforme se asciende, se reduce más y más el número de los que ejercen el poder. Corresponde la cúspide, el sitial privilegiado y excluyente, al líder o Führer, cuya autoridad es ilimitada e indiscutible”.

“No se concibe, por supuesto, la existencia de otros partidos”.

El totalitarismo promovido por el marxismo justifica la existencia de un partido único en la siguiente afirmación de Josef Stalin (además de otras justificaciones):

“Debo admitir que el proyecto de la nueva Constitución mantiene el régimen de la dictadura del proletariado, así como mantiene, inalterada, la actual posición conductora del Partido Comunista de la URSS. Un partido es parte de una clase; su parte más avanzada. Varios partidos y, como consecuencia, la libertad para la actuación de los partidos, pueden existir solamente en una sociedad en donde hay clases antagónicas cuyos intereses son mutuamente hostiles e inconciliables. En la URSS hay solamente dos clases –obreros y campesinos- cuyos intereses, lejos de ser mutuamente hostiles, son más bien amistosos. Por consiguiente, no hay razón, en la URSS para la existencia de varios partidos” (Citado por W. Montenegro).

En realidad, en la URSS hubo dos clases antagónicas: los que ejercían el poder y los que debían padecerlo, ya que la desobediencia podía costarles la vida. Walter Montenegro escribe:

“La simple falta de cumplimiento de la cuota de producción asignada a una fábrica significaba la «liquidación» de su director, y según el propio Stalin, en declaración hecha a Winston Churchill, la reforma agraria costó la vida a cerca de 10 millones de campesinos «reaccionarios»”.

En cuanto al peronismo, Arthur Conte escribe: “Está a pesar de todo el fascismo en grandes dosis. Se crea una CGT peronista, a la que todos los obreros están obligados a adherir, bajo pena de sufrir las más severas sanciones. Los principales dirigentes de los sindicatos no peronistas van a la cárcel, se les golpea y tortura”.

“Obra maestra de Perón: hace olvidar al sindicalismo peronista que antes de él hubo otros que propugnaron lo mismo. Perón ha convencido a los suyos de que solamente «oligarcas» se movieron en la Argentina antes de su mesiánica llegada. La radio oficial y las estaciones privadas ya están funcionando al exclusivo servicio de la propaganda del gobierno, que tiene a todas bajo un régimen de hierro. Los principales diarios pasan a servir al dictador, en tanto el director de La Prensa debe ir al exilio (peor suerte corren algunos responsables de diarios que van a las cárceles del interior)”.

“Con entusiasmo digno de mejor causa Perón se ha encargado de consolidar su popularidad derrochando riquezas de aquel Tesoro que parecía inagotable. Ha comprado ferrocarriles viejos pero no ha construido caminos nuevos, ha tendido un gasoducto pero se han encarecido los combustibles, los teléfonos han pasado a manos del Estado, pero cada día es más difícil comunicarse. Todos han vivido felices y alegres, disfrutando de una torta muy grande, pero no infinita. Perón exhorta a la productividad, pero ya no le hacen caso. Lo engañan con utópicos proyectos para la producción de energía atómica cuando escasean hasta los fósforos, un par de malas cosechas y en el país del trigo se consume pan de mijo”.

Finalmente tenemos a la democracia, cuya característica esencial consiste en la posibilidad de cambio de gobierno sin ningún tipo de violencia y, habría que agregar, sin ningún tipo de soborno por parte de los dictadores que sólo apuntan a lograr cada vez mayor cantidad de votos sin apenas interesarles el bienestar de la población. Karl R. Popper escribió:

“Hablando con propiedad, existen únicamente dos formas de gobierno: aquellas en las que es posible derrocar al gobierno sin derramamiento de sangre por medio de una votación, y aquellas en las que esto es imposible”.

“Habitualmente se denomina a la primera forma «democracia» y a la segunda «dictadura» o «tiranía»”. “No se trata de saber quién gobierna [el pueblo, los mejores, etc.], mientras que uno pueda destituir al gobierno sin derramamiento de sangre. Todo gobierno que puede ser derrocado, conserva un fuerte estímulo para comportarse de manera que uno esté satisfecho con él. Y ese estímulo desaparece cuando el gobierno sabe que no se le puede sustituir tan fácilmente”.

En cuanto a la cantidad óptima de partidos que deberían participar en el proceso eleccionario, debe tenerse presente que, en caso de haber muchos partidos, se formarán coaliciones y será más difícil cambiar, en futuras elecciones, a los políticos que no hicieron las cosas bien. Karl R. Popper escribió:

“El sistema de votación proporcional, y, con ello, la multiplicidad de partidos, repercute si cabe todavía peor en lo que a la tan importante destitución de un gobierno por medio del referéndum se refiere, esto es, por ejemplo, por medio de la nueva elección del Parlamento –en primer lugar, puesto que uno sabe que existen muchos partidos y, por ello, apenas puede esperarse que uno de los muchos partidos obtenga la mayoría absoluta. Si se cumple esa expectativa, eso no significa que el referéndum se haya pronunciado contra ninguno de los partidos. Ninguno de los partidos ha sido destituido, ninguno ha sido juzgado”.

“Nadie espera que el día de las elecciones se convierta en un día de juicio popular sobre el gobierno. Algunas veces el gobierno era minoritario y, por ello, no estaba en situación de hacer lo que consideraba correcto, sino que estaba obligado a hacer concesiones; o formaba parte de un gobierno de coalición, en el que ninguno de los partidos gobernantes era completamente responsable”.

“Así se acostumbra uno a no hacer responsables a ninguno de los partidos políticos y a ninguno de sus gobernantes por las decisiones del gobierno”.

“Aun cuando la mayoría de los electores quiera destituir a un gobierno mayoritario existente, no puede conseguirlo en absoluto. Pues incluso cuando ese partido pierde su mayoría, permanecerá bajo un sistema de votación proporcional muy probablemente como un gran partido. Por lo que podrá formar, con el apoyo de uno de los partidos más pequeños, un gobierno de coalición. De manera que continuará gobernando el dirigente destituido de los grandes partidos –en contra de la resolución mayoritaria y a causa de la decisión de un partido pequeño, el cual puede estar muy lejos de representar la «voluntad del pueblo»” (De “La responsabilidad de vivir”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1999).

A partir de los argumentos expuestos por Popper, es posible concluir que el número óptimo serían tres partidos, ya que si fuesen sólo dos, el ganador podría establecer una mayoría absoluta en las cámaras de diputados y senadores reduciendo la importancia de los debates. Si se tratara de cuatro o más partidos, se llega a los inconvenientes citados por Popper más arriba.

jueves, 8 de marzo de 2012

Sociedades abiertas y cerradas

Se considera que una sociedad es abierta cuando permite el libre intercambio de bienes, circulación de personas y libertad de expresión, tanto interiormente como respecto de países vecinos (en este caso, en cuanto a los dos primeros derechos). Por el contrario, una sociedad cerrada es aquella en que no se permiten al ciudadano esas libertades. El caso más notable de este tipo de sociedad ocurrió en el Japón, país que estuvo prácticamente aislado de los demás países durante dos siglos. Incluso cuando llegaba un barco del extranjero, sus tripulantes eran detenidos o bien ejecutados por incumplir la reglamentación vigente (a veces por desconocerla).

Por lo general, el gobierno que dirige una sociedad cerrada tiene características dictatoriales, mientras que el gobierno que dirige una sociedad abierta presenta características democráticas, si bien se dan casos en que estas condiciones no se cumplen. Uno de los precursores de las sociedades cerradas fue el filósofo griego Platón de Atenas, quien escribió:

“De todos los principios, el más importante es que nadie, ya sea hombre o mujer, debe carecer de un jefe. Tampoco ha de acostumbrarse el espíritu de nadie a permitirse obrar siguiendo su propia iniciativa, ya sea en el trabajo o en el placer. Lejos de ello, así en la guerra como en la paz, todo ciudadano habrá de fijar la vista en su jefe, siguiéndolo fielmente, y aun en los asuntos más triviales deberá mantenerse bajo su mando. Así, por ejemplo, deberá levantarse, moverse, lavarse, o comer…sólo si se le ha ordenado hacerlo. En una palabra: deberá enseñarle a su alma, por medio del hábito largamente practicado, a no soñar nunca actuar con independencia, y a tornarse totalmente incapaz de ello” (Citado en “La sociedad abierta y sus enemigos”-Karl R. Popper-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992).

La expresión anterior puede identificarse plenamente con el socialismo real derivado de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Quienes dieron realidad a la sugerencia anterior son personajes tales como Lenin, Stalin, Fidel Castro, etc. De la propuesta platónica pueden extraerse varias conclusiones:

1- En una sociedad cerrada existirán dos clases sociales distintas: la de quienes mandan y la de quienes obedecen.
2- Se presupone que los que mandan constituyen, por alguna razón, una clase social superior.
3- Todo ser humano ha de perder su individualidad al someterse a las directivas de quienes gobiernan la sociedad colectivista.
4- Cada integrante de la sociedad cerrada perderá su capacidad de iniciativa, incluso de tomar decisiones, por cuanto sólo deberá limitarse a obedecer órdenes.
5- Queda prohibido todo tipo de competencia e incluso todo intento del “incapacitado” para tomar decisiones, o de aspirar al sector de mando.
6- En la sociedad cerrada se desaprovecha gran parte del talento individual, por lo que tiende a decaer y a atrasarse.
7- En la sociedad cerrada el individuo se aísla de los demás por cuanto no posee la libertad necesaria para establecer relaciones sociales con quienes desee y en la forma que desee.
8- Quienes esperan participar de una sociedad cerrada son de dos tipos psicológicos: los que aspiran a un puesto de mando (por pertenecer a una clase o raza superior) y los que aspiran a obedecer tratando de evadirse de todo tipo de responsabilidad y evitando las ocasiones de sentir envidia de los demás.
9- La razón principal, o pretexto, que se adopta para justificar la sociedad cerrada es la protección de cada integrante respecto del peligro y la maldad de todo ser humano ajeno a la misma.

Por el contrario, en una sociedad abierta, podemos distinguir los siguientes aspectos:

1- En una sociedad abierta no existen impedimentos para la movilidad social de sus integrantes.
2- Se presupone una potencial igualdad de los hombres para desempeñar diferentes funciones.
3- Todo ser humano ha de acentuar su individualidad y tan sólo ha de someterse a los designios de las leyes naturales, a las cuales se habrá de adaptar.
4- Cada integrante de la sociedad abierta deberá desarrollar cierta capacidad para la toma de decisiones, para sentirse así liberado del gobierno de otros seres humanos sobre su persona.
5- Se sugiere una competencia para cooperar de mejor manera con los restantes integrantes de la sociedad.
6- En la sociedad abierta se trata de no desaprovechar el talento individual, por lo que constituye una sociedad innovadora que favorece el progreso.
7- En la sociedad abierta el individuo puede relacionarse socialmente con los demás sin ningún tipo de trabas.
8- Quien aspira a vivir en una sociedad abierta es el que confía en sus aptitudes personales y es el que tiene aspiraciones individuales establecidas para su vida.
9- La razón principal de la búsqueda de la sociedad abierta implica la natural búsqueda de libertad y de la igualdad que favorece todo tipo de vínculo social.

En sus intentos por establecer la sociedad ideal, Platón es capturado y vendido como esclavo (luego recupera su libertad). Esto ha sido una constante en la historia, ya que siempre han existido intentos por esclavizar a sectores de una sociedad por parte de otros sectores de la misma, mientras que aquéllos siempre han reaccionado “en defensa de sus intereses” (libertad, dignidad, supervivencia, etc.).

Por lo general, se considera “legítimo” el embate esclavista e “ilegítimo” todo intento del sector amenazado cuando le ha tocado defender su libertad y su dignidad. La revolución socialista no es otra cosa que una guerra civil promovida por quienes tratan de esclavizar a un sector y la respuesta que ese sector adopta ante esa circunstancia. Con el tiempo, los que pretendieron esclavizar, y fueron derrotados, se muestran como víctimas inocentes y durante el resto de sus vidas sólo les quedará la posibilidad de difamar al sector de la sociedad que supo defenderse a tiempo.

Platón tiene en su mente una sociedad ideal al estilo de Esparta, la rival de Atenas, su propia ciudad. Karl Popper escribió:

“El Estado perfecto es un Estado de castas. El problema de la eliminación de las guerras de clases se resuelve, no mediante la abolición de las clases, sino mediante el otorgamiento a la clase gobernante de una superioridad tal que no pueda ser enfrentada. Al igual que en Esparta, sólo a la clase gobernante se le permite portar armas, sólo ella tiene derechos políticos o de otra naturaleza y sólo ella recibe educación, esto es, una enseñanza especializada en el arte de vigilar el rebaño o ganado humano”.

“Puesto que sólo la clase gobernante detenta el poder político, incluyendo la facultad de mantener al ganado humano dentro de tales límites que le impidan tornarse peligroso, todo el problema de preservar el estado se reduce a conservar la unidad interna de la clase gobernante. ¿Cómo se mantiene esa unidad? Mediante un adiestramiento especial y otras influencias psicológicas, pero, principalmente, mediante la eliminación de los intereses económicos capaces de conducir a esa desunión. Esta abstinencia económica se alcanza y regula mediante la introducción del comunismo, vale decir, la abolición de la propiedad privada, especialmente con respecto a los metales preciosos. «En Esparta estaba prohibida la posesión de metales preciosos»; este régimen comunista se circunscribe a la clase gobernante, que es la única que debe mantenerse a salvo de la desunión; las querellas entre los súbditos no son dignas de la menor consideración”.

Como se dijo antes, la justificación de los gobiernos totalitarios puede provenir de la supuesta superioridad en cuanto a nacionalidad, raza, ideología política o filiación religiosa, que se atribuye el grupo que pretende constituirse en esclavista. Este tipo de “imperialismo interno” tiene la misma justificación que los imperialismos entre países, ya que se aduce que algunos países son incapaces de autogobernarse y de ahí la “generosa ayuda” que ha de concederle el país colonialista gobernándolo. Karl Popper agrega:

“Expresa Platón; «Cualquier contacto o intercambio de una clase a otra constituye una grave transgresión contra la ciudad y puede ser justamente condenada como el más bajo de los crímenes». Pero claro está que una división de clases tan rígida debe ser justificada de algún modo y una tentativa semejante sólo puede basarse en la tesis de que los gobernantes son superiores a sus súbditos. En consecuencia, Platón trata de justificar su división de clases mediante la triple pretensión de que los gobernantes son muy superiores en tres aspectos, a saber: raza, educación y escala de valores”.

En cuanto a la justicia, Popper escribe: “¿Qué entendía Platón por justicia? Nosotros sostenemos que en la República utiliza el término «justo» como sinónimo de «lo que interesa al Estado perfecto». ¿Y qué es lo que interesa al Estado perfecto? Detener todo cambio mediante el mantenimiento de una rígida división de clases y un gobierno de clase. De estar en lo cierto, tendremos que admitir que la exigencia platónica de justicia coloca su programa político en pie de igualdad con el totalitarismo; y habremos de concluir que debemos prevenirnos contra el peligro de la falsa impresión producida por meras palabras”.

“Esta conclusión es reforzada y resumida poco después: «La ciudad es justa…si cada una de las tres clases atiende a su normal labor». Pero esta afirmación significa que Platón identifica la justicia con el principio de gobierno de clase y de los privilegios de clase. En efecto, el principio de que cada clase debe atender a sus propios asuntos significa, lisa y llanamente, que el Estado es justo si gobierna el gobernante, el trabajador trabaja y el esclavo obedece”.

La actitud de Platón hace recordar la expresión de Lenin: “Moral es lo que favorece el advenimiento del comunismo; inmoral lo contrario”. Bajo esa justificación se llevó adelante el “imperialismo interno” en la URSS y luego se intentó universalizarlo por medio de revoluciones a lo largo y ancho del mundo. Quienes se opusieron a la expansión del comunismo son difamados también en forma “universal”. La masificación del pensamiento predomina notablemente sobre el pensamiento individual.

lunes, 5 de marzo de 2012

Acerca del individualismo

La individualidad se ha considerado, por lo general, como opuesta a la igualdad, lo que puede ser parcialmente cierto. En realidad, el antagonismo se establece entre quienes tratan de lograr a lo largo de sus vidas un determinado proyecto personal en oposición al hombre masa que se despreocupa totalmente de los posibles logros que pueda alcanzar. Helmut Schoeck escribió: “En grado mayor o menor, en todas las sociedades, la vida del individuo está siempre en un delicado equilibrio entre la propia afirmación individual y la temerosa sumisión a lo colectivo imaginario” (De “Ensayos sobre la individualidad”-Felix Morley- Editorial Ágora-Buenos Aires 1960).

La naturaleza exige al hombre, como precio que debemos pagar por nuestra supervivencia, lo máximo que nuestro intelecto es capaz de dar. Como si se previera esa situación, las variaciones genéticas han permitido una gran diversidad de personalidades, con atributos diferentes, entre los distintos seres humanos. Jean Rostand escribió:

“Una de las más seguras enseñanzas de la genética humana es la de revelarnos la individualidad de cada uno de los representantes de la especie. Todo individuo es portador de una cierta combinación genética que sólo a él pertenece”.

“La originalidad esencial del individuo humano es debida a un efecto de conjunto, a una asociación original de elementos comunes. Lo mismo que con las notas de la escala se pueden componer todas las sinfonías, y con las letras del alfabeto todas las obras literarias, con la colección de genes variables de que la humanidad dispone puede renovarse sin tregua, haciendo nuevo con lo antiguo, a la manera del caleidoscopio” (De “La herencia humana”-EUDEBA-Buenos Aires 1970).

El individualista tiende a guiarse mayormente por leyes naturales antes que por la influencia del medio social en que vive. Se siente ciudadano del mundo antes que sentirse parte de algún subgrupo de la sociedad. De ahí que debamos distinguir entre el individualismo cooperativo, que resulta favorable a la sociedad, y el individualismo competitivo, que puede asociarse al egoísmo. R. E. Lacombe escribió:

“Como la propia palabra indica, el individualismo es un esfuerzo del individuo para liberarse de las influencias sociales a fin de pensar, obrar y sentir por sí mismo” (Del “Diccionario del lenguaje filosófico”-Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1966).

En cuanto a los dos tipos de individualismo, Gilles Lipovetsky escribió: “La dualización de las democracias no indica sólo el retorno de la gran pobreza, los mecanismos de precariedad y de marginación sociales, significa también la acentuación de dos lógicas antinómicas del individualismo. Por un lado, el individualismo unido a las reglas morales, a la equidad, al futuro; por el otro, el individualismo de cada uno para él mismo y del «después de mí el diluvio»; o sea, en términos éticos, individualismo responsable contra individualismo irresponsable” (De “El crepúsculo del deber”-Editorial Anagrama SA-Barcelona 1994).

En las etapas primitivas de la evolución, el hombre estaba ligado fuertemente a un grupo, mientras que, al evolucionar culturalmente, tiende a predominar el individualismo cooperativo. William M. Mcgovern escribió:

“En épocas primitivas los hombres vivían en apretados grupos consanguíneos, y aparentemente el individuo estaba completamente subordinado al grupo como un todo. Lo que comía, lo que usaba, lo que hacía, lo que decía, lo que pensaba, todo era el resultado del derecho consuetudinario impuesto por el grupo. El colectivismo, no el individualismo, caracterizaba a la condición primitiva del hombre”.

Las tendencias totalitarias se caracterizan por favorecer la masificación y la colectivización de los hombres a la vez que critican severamente al individualismo, que lo identifican con el egoísmo, algo que, como se vio, es verdad tan sólo parcialmente. William M. Mcgovern escribió:

“El individualismo es algo que los hombres han desarrollado a través de centurias de progreso cultural. El individualismo es posible entre gentes que estén culturalmente maduras. El colectivismo moderno es meramente una regresión artificial a la práctica barbárica” (De “Ensayos sobre la individualidad”).

Para el marxismo existe un antagonismo entre individualidad e igualdad, ya que sólo tiene en cuenta al individualismo competitivo, ignorando al individualismo cooperativo. Para el cristianismo, por el contrario, no existe ninguna contradicción por cuanto trata de fortalecer al individualismo cooperativo proponiendo el “amarás al prójimo como a ti mismo”, que a la vez constituye el camino efectivo para lograr la igualdad entre los seres humanos, es decir, igualdad a nivel afectivo y de ahí todas las igualdades posteriores que como consecuencias se derivan.

De esto surge el gran interrogante: si el cristianismo consiste esencialmente en promover una actitud igualitaria, ¿Por qué los promotores de la igualdad (socialistas, marxistas) se oponen tan tenazmente al cristianismo? G. Thibon escribió: “El igualitarismo cristiano, basado en el amor que eleva, implica la superación de las desigualdades naturales; el igualitarismo democrático, basado en la envidia que degrada, consiste en su negación”.

Cuando se trata de promover la igualdad de los hombres, debe distinguirse entre dos situaciones; si se trata de corregir una previa desigualdad social producto del egoísmo humano o bien si se trata de corregir la desigualdad natural o genética. C. Bouglé escribió: “Si es falso que el igualitarismo, al negar las diferencias de los individuos, tienda a suprimir la competencia entre ellos, es cierto que tiende a igualar las condiciones de esa misma competencia. La igualdad de oportunidades no está hecha para borrar, sino para poner de relieve la desigualdad de capacidades”.

Podemos imaginar que, si todos los habitantes del planeta tuvieran nuestras propias características personales, muchas actividades no habrían de ser desempeñadas eficazmente por nadie. Siendo la división (o especialización) del trabajo uno de los fundamentos de la economía, podemos decir que se trata de un fundamento biológico. Por ser tan distintos unos de otros, cada uno hará el trabajo que mejor le resulte. Luego, el intercambio en el mercado será sólo un complemento de la especialización mencionada.

La individualidad, como una característica de la personalidad de un ser humano, consiste en el conjunto de atributos que lo distinguen de los demás seres humanos. Debido precisamente a la especialización necesaria que exige tanto la economía, como la ciencia, el arte, el deporte o cualquier actividad humana, es algo necesario e imprescindible para la especie humana.

Desde la economía, principalmente, se ha exaltado el efecto positivo del individualismo. Sin embargo, desde los movimientos de masas, se ha tratado de confundir al ciudadano común identificando individualismo con egoísmo, que son atributos personales bastante diferentes, ya que uno es una virtud y el otro un defecto. Cuando Adam Smith, tratando de ilustrar a sus lectores acerca de las ventajas del sistema autorregulado del mercado, manifestaba que el sistema funcionaba bien incluso a pesar de las fallas éticas de la mayoría de los hombres, no pretendía fomentar el egoísmo, sino tan sólo aclarar que el sistema podía funcionar bien aún en esos casos.

Cuando un ingeniero realiza un puente, trata de imaginar cuál ha de ser el peor caso, es decir, el máximo peso que podrá aguantar sin romperse. Luego sugerirá, adoptando criterios de seguridad, su utilización con pesos máximos de una magnitud bastante inferior. En forma similar, Adam Smith quería significar que el sistema de mercado, en el peor de los casos, podía funcionar aún a pesar del egoísmo de los seres humanos. Si, por el contrario, predominara una actitud cooperativa en las personas, mayor aún sería el éxito de ese tipo de sistema económico. Mariano Grondona escribió:

“Adam Smith no admira a los ricos, pero ellos son un hecho, están ahí, y él saca las consecuencias económicas de su presencia. En el fondo, toda la obra de Smith revela una cierta conmiseración moral, marca una condena de la vanidad que trabaja detrás de cada rico. Smith distingue tres virtudes fundamentales: la prudencia –que proviene del amor a sí mismo- que hace que busquemos nuestro propio bien y el de nuestra familia; la justicia, que prohíbe dañar al otro, y la benevolencia o beneficencia, que es el amor al otro, el deseo de favorecerlo”.

“Está muy lejos de pensar que el sistema de propiedad privada es ideal; lo que él está diciendo es que es un mal menor. Usa un lenguaje de gran violencia para juzgar al indiferente, al rapaz, al vanidoso, al avaro; con lo cual está diciendo «no quiero una sociedad así, pero 'es' así »” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).

En la política se establece cierto antagonismo entre “la voluntad general” y los diversos proyectos de vida individuales. Quienes supuestamente son capaces de entender a la “voluntad general”, para luego dirigirla, son los que orientan a un país hacia el populismo o hacia el totalitarismo. Por el contrario, los proyectos individuales pueden ir orientados en un sentido coincidente con las tendencias que nos impone el orden natural, concepto similar a contemplar una posible voluntad del Creador. Felix Morley escribió:

“La política se ha convertido hoy en el arte de conciliar dos fuerzas continuamente antagónicas –la del individualismo y la de la Voluntad General. La práctica de este arte es la más difícil porque la característica del individualismo incuestionablemente tiene mayor realidad que el concepto de una Voluntad General”.

“Justamente antes de nuestra Revolución vino Rousseau, cuya devastadora influencia fue la de desplazar por igual a Dios y a la caballerosidad de un empujón. Su poder soberano –la Voluntad General- reemplaza la autoridad divina con un monstruo con cabeza de Hidra no simplemente carente de atributos divinos, sino también salvaguardando a la vez contra la Noblesse Oblige y cualquier forma efectiva de control popular. Con todo, ésta, la más arbitraria de todas las tiranías, es llamada democrática, y por la pura atracción emocional de esa dudosa palabra produce un fervor cuasi religioso a todos los que carecen de una forma más espiritual de fe”.

“Una voluntad única, unificada y popular significa un propósito gubernamental único, unificado, de hacer efectiva la voluntad. Éste es el camino a la dictadura”. “Esto explica las abominaciones cometidas por Mussolini, por Hitler, y más inteligentemente por los comunistas. En todos estos casos la teoría de la Voluntad General exigió la liquidación de cualquier Parlamento efectivo y la organización de un solo partido fanático comprometido a obedecer al conductor” (De “Ensayos sobre la individualidad”).