lunes, 12 de marzo de 2012

La cantidad óptima de partidos políticos


Podemos considerar, como un aspecto representativo del desarrollo político de un país y de una época, a la cantidad de partidos políticos que intervienen en las contiendas electorales (si es que ellas existen). También es posible vislumbrar la tendencia a la que se orienta una nación de acuerdo al pensamiento predominante en los partidos principales. Una primera estimación del pensamiento político proviene de la cantidad de partidos políticos que se considera necesarios:

a) Ningún partido (anarquismo)
b) Un partido (totalitarismo)
c) Dos o más partidos (democracia)

La palabra anarquismo deriva del griego, de “a” (sin, desprovisto de) y de “arkos” (gobierno), por lo que significa ausencia de gobierno o negación del gobierno. Walter Montenegro escribió: “Fue inevitable que surgieran dos sentimientos en el espíritu del hombre, desde que abrió los ojos a la noción de autoridad: primero, el deseo de ejercerla, para disfrutar los privilegios que ella entraña; y, segundo, la resistencia más o menos consciente, más o menos activa, a esa autoridad cuando la ejercen los demás, tanto por simple envidia cuanto porque la autoridad tiende a restringir la libertad individual en servicio de las conveniencias de una persona, de un grupo o del conjunto social”. “Sólo en las colectividades avanzadas, donde el gobierno –que es la autoridad organizada- se ejerce con claros y definidos objetivos de interés común, el individuo renuncia de buen grado a una parte de sus prerrogativas; lo hace a cambio de los beneficios que percibe como efecto de la limitación simultáneamente impuesta a otras libertades individuales cuyos desmanes podrían ser perjudiciales para la suya propia”.

“De esta limitación correlativa surge la armonía social. Si el gobierno es capaz, en la práctica, de crear esa armonía, o si más bien contribuye a destruirla, es el tema de debate que surge en torno a la teoría del anarquismo. El anarquismo sostiene la segunda de estas proposiciones” (De “Introducción a las doctrinas político-económicas”-Fondo de Cultura Económica-Bogotá 1976).

El totalitarismo surge cuando aparece un líder que sabe interpretar los deseos mayoritarios del pueblo y cuando tiene la suficiente habilidad para engañarlo. Arthur Conte escribió: “Es falso que el pueblo quiera naturalmente ser libre. Para ello hace falta un formidable esfuerzo intelectual, con un valor digno de Hércules. El hombre más bien quiere obedecer, con mucha más razón en una época en que, completamente desorientado, por sobre todo le teme a la responsabilidad. Como prioridad, exige ser «guiado»” (De “Los dictadores del siglo XX”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1985).

El partido político único y la anulación de los restantes partidos, junto al cierre de medios periodísticos opositores, es una característica común a los distintos tipos de totalitarismo. Si no es suficiente el apoyo popular, o las condiciones no lo permiten, no se llegará a tomar tales determinaciones y sólo se limitará a difamar, degradar, sabotear y burlarse de los políticos y de los medios periodísticos opositores. No considera posible su proscripción, aunque no le falten deseos de hacerlo. Refiriéndose a la época de Benito Mussolini, Arthur Conte escribe:

“Se suprime y «coloniza» a la mayor parte de los diarios no fascistas. Los pocos órganos independientes que subsisten resultan ser tan insípidos que sólo provocan desprecio o indiferencia. Son disueltos todos los partidos opositores”.

“El Duce prefiere «corromper» a los intelectuales en lugar de encarcelarlos. Mejor que torturarlos, prefiere «sencillamente» ridiculizar, riendo a mandíbula batiente, cuando se entera de que sus milicianos obligan a sus adversarios a tragar en público sapos vivos”.

En cuanto al nazismo, Walter Montenegro escribe: “El Estado nazi representa –como el fascista- la materialización perfecta del «totalitarismo» o control absoluto del Estado sobre todos los aspectos de la vida individual y colectiva. Dentro del Estado, la norma vital es la disciplina; el principio estructural sobre el que se encuentra edificado, la jerarquía autoritaria”.

“En razón de este principio, no se concibe ni se admite la posibilidad de la división de poderes que inspira e informa a los Estados de tipo democrático. El Estado nazi, como el fascista, es una organización piramidal en la que, conforme se asciende, se reduce más y más el número de los que ejercen el poder. Corresponde la cúspide, el sitial privilegiado y excluyente, al líder o Führer, cuya autoridad es ilimitada e indiscutible”.

“No se concibe, por supuesto, la existencia de otros partidos”.

El totalitarismo promovido por el marxismo justifica la existencia de un partido único en la siguiente afirmación de Josef Stalin (además de otras justificaciones):

“Debo admitir que el proyecto de la nueva Constitución mantiene el régimen de la dictadura del proletariado, así como mantiene, inalterada, la actual posición conductora del Partido Comunista de la URSS. Un partido es parte de una clase; su parte más avanzada. Varios partidos y, como consecuencia, la libertad para la actuación de los partidos, pueden existir solamente en una sociedad en donde hay clases antagónicas cuyos intereses son mutuamente hostiles e inconciliables. En la URSS hay solamente dos clases –obreros y campesinos- cuyos intereses, lejos de ser mutuamente hostiles, son más bien amistosos. Por consiguiente, no hay razón, en la URSS para la existencia de varios partidos” (Citado por W. Montenegro).

En realidad, en la URSS hubo dos clases antagónicas: los que ejercían el poder y los que debían padecerlo, ya que la desobediencia podía costarles la vida. Walter Montenegro escribe:

“La simple falta de cumplimiento de la cuota de producción asignada a una fábrica significaba la «liquidación» de su director, y según el propio Stalin, en declaración hecha a Winston Churchill, la reforma agraria costó la vida a cerca de 10 millones de campesinos «reaccionarios»”.

En cuanto al peronismo, Arthur Conte escribe: “Está a pesar de todo el fascismo en grandes dosis. Se crea una CGT peronista, a la que todos los obreros están obligados a adherir, bajo pena de sufrir las más severas sanciones. Los principales dirigentes de los sindicatos no peronistas van a la cárcel, se les golpea y tortura”.

“Obra maestra de Perón: hace olvidar al sindicalismo peronista que antes de él hubo otros que propugnaron lo mismo. Perón ha convencido a los suyos de que solamente «oligarcas» se movieron en la Argentina antes de su mesiánica llegada. La radio oficial y las estaciones privadas ya están funcionando al exclusivo servicio de la propaganda del gobierno, que tiene a todas bajo un régimen de hierro. Los principales diarios pasan a servir al dictador, en tanto el director de La Prensa debe ir al exilio (peor suerte corren algunos responsables de diarios que van a las cárceles del interior)”.

“Con entusiasmo digno de mejor causa Perón se ha encargado de consolidar su popularidad derrochando riquezas de aquel Tesoro que parecía inagotable. Ha comprado ferrocarriles viejos pero no ha construido caminos nuevos, ha tendido un gasoducto pero se han encarecido los combustibles, los teléfonos han pasado a manos del Estado, pero cada día es más difícil comunicarse. Todos han vivido felices y alegres, disfrutando de una torta muy grande, pero no infinita. Perón exhorta a la productividad, pero ya no le hacen caso. Lo engañan con utópicos proyectos para la producción de energía atómica cuando escasean hasta los fósforos, un par de malas cosechas y en el país del trigo se consume pan de mijo”.

Finalmente tenemos a la democracia, cuya característica esencial consiste en la posibilidad de cambio de gobierno sin ningún tipo de violencia y, habría que agregar, sin ningún tipo de soborno por parte de los dictadores que sólo apuntan a lograr cada vez mayor cantidad de votos sin apenas interesarles el bienestar de la población. Karl R. Popper escribió:

“Hablando con propiedad, existen únicamente dos formas de gobierno: aquellas en las que es posible derrocar al gobierno sin derramamiento de sangre por medio de una votación, y aquellas en las que esto es imposible”.

“Habitualmente se denomina a la primera forma «democracia» y a la segunda «dictadura» o «tiranía»”. “No se trata de saber quién gobierna [el pueblo, los mejores, etc.], mientras que uno pueda destituir al gobierno sin derramamiento de sangre. Todo gobierno que puede ser derrocado, conserva un fuerte estímulo para comportarse de manera que uno esté satisfecho con él. Y ese estímulo desaparece cuando el gobierno sabe que no se le puede sustituir tan fácilmente”.

En cuanto a la cantidad óptima de partidos que deberían participar en el proceso eleccionario, debe tenerse presente que, en caso de haber muchos partidos, se formarán coaliciones y será más difícil cambiar, en futuras elecciones, a los políticos que no hicieron las cosas bien. Karl R. Popper escribió:

“El sistema de votación proporcional, y, con ello, la multiplicidad de partidos, repercute si cabe todavía peor en lo que a la tan importante destitución de un gobierno por medio del referéndum se refiere, esto es, por ejemplo, por medio de la nueva elección del Parlamento –en primer lugar, puesto que uno sabe que existen muchos partidos y, por ello, apenas puede esperarse que uno de los muchos partidos obtenga la mayoría absoluta. Si se cumple esa expectativa, eso no significa que el referéndum se haya pronunciado contra ninguno de los partidos. Ninguno de los partidos ha sido destituido, ninguno ha sido juzgado”.

“Nadie espera que el día de las elecciones se convierta en un día de juicio popular sobre el gobierno. Algunas veces el gobierno era minoritario y, por ello, no estaba en situación de hacer lo que consideraba correcto, sino que estaba obligado a hacer concesiones; o formaba parte de un gobierno de coalición, en el que ninguno de los partidos gobernantes era completamente responsable”.

“Así se acostumbra uno a no hacer responsables a ninguno de los partidos políticos y a ninguno de sus gobernantes por las decisiones del gobierno”.

“Aun cuando la mayoría de los electores quiera destituir a un gobierno mayoritario existente, no puede conseguirlo en absoluto. Pues incluso cuando ese partido pierde su mayoría, permanecerá bajo un sistema de votación proporcional muy probablemente como un gran partido. Por lo que podrá formar, con el apoyo de uno de los partidos más pequeños, un gobierno de coalición. De manera que continuará gobernando el dirigente destituido de los grandes partidos –en contra de la resolución mayoritaria y a causa de la decisión de un partido pequeño, el cual puede estar muy lejos de representar la «voluntad del pueblo»” (De “La responsabilidad de vivir”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1999).

A partir de los argumentos expuestos por Popper, es posible concluir que el número óptimo serían tres partidos, ya que si fuesen sólo dos, el ganador podría establecer una mayoría absoluta en las cámaras de diputados y senadores reduciendo la importancia de los debates. Si se tratara de cuatro o más partidos, se llega a los inconvenientes citados por Popper más arriba.

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