lunes, 5 de marzo de 2012

Acerca del individualismo

La individualidad se ha considerado, por lo general, como opuesta a la igualdad, lo que puede ser parcialmente cierto. En realidad, el antagonismo se establece entre quienes tratan de lograr a lo largo de sus vidas un determinado proyecto personal en oposición al hombre masa que se despreocupa totalmente de los posibles logros que pueda alcanzar. Helmut Schoeck escribió: “En grado mayor o menor, en todas las sociedades, la vida del individuo está siempre en un delicado equilibrio entre la propia afirmación individual y la temerosa sumisión a lo colectivo imaginario” (De “Ensayos sobre la individualidad”-Felix Morley- Editorial Ágora-Buenos Aires 1960).

La naturaleza exige al hombre, como precio que debemos pagar por nuestra supervivencia, lo máximo que nuestro intelecto es capaz de dar. Como si se previera esa situación, las variaciones genéticas han permitido una gran diversidad de personalidades, con atributos diferentes, entre los distintos seres humanos. Jean Rostand escribió:

“Una de las más seguras enseñanzas de la genética humana es la de revelarnos la individualidad de cada uno de los representantes de la especie. Todo individuo es portador de una cierta combinación genética que sólo a él pertenece”.

“La originalidad esencial del individuo humano es debida a un efecto de conjunto, a una asociación original de elementos comunes. Lo mismo que con las notas de la escala se pueden componer todas las sinfonías, y con las letras del alfabeto todas las obras literarias, con la colección de genes variables de que la humanidad dispone puede renovarse sin tregua, haciendo nuevo con lo antiguo, a la manera del caleidoscopio” (De “La herencia humana”-EUDEBA-Buenos Aires 1970).

El individualista tiende a guiarse mayormente por leyes naturales antes que por la influencia del medio social en que vive. Se siente ciudadano del mundo antes que sentirse parte de algún subgrupo de la sociedad. De ahí que debamos distinguir entre el individualismo cooperativo, que resulta favorable a la sociedad, y el individualismo competitivo, que puede asociarse al egoísmo. R. E. Lacombe escribió:

“Como la propia palabra indica, el individualismo es un esfuerzo del individuo para liberarse de las influencias sociales a fin de pensar, obrar y sentir por sí mismo” (Del “Diccionario del lenguaje filosófico”-Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1966).

En cuanto a los dos tipos de individualismo, Gilles Lipovetsky escribió: “La dualización de las democracias no indica sólo el retorno de la gran pobreza, los mecanismos de precariedad y de marginación sociales, significa también la acentuación de dos lógicas antinómicas del individualismo. Por un lado, el individualismo unido a las reglas morales, a la equidad, al futuro; por el otro, el individualismo de cada uno para él mismo y del «después de mí el diluvio»; o sea, en términos éticos, individualismo responsable contra individualismo irresponsable” (De “El crepúsculo del deber”-Editorial Anagrama SA-Barcelona 1994).

En las etapas primitivas de la evolución, el hombre estaba ligado fuertemente a un grupo, mientras que, al evolucionar culturalmente, tiende a predominar el individualismo cooperativo. William M. Mcgovern escribió:

“En épocas primitivas los hombres vivían en apretados grupos consanguíneos, y aparentemente el individuo estaba completamente subordinado al grupo como un todo. Lo que comía, lo que usaba, lo que hacía, lo que decía, lo que pensaba, todo era el resultado del derecho consuetudinario impuesto por el grupo. El colectivismo, no el individualismo, caracterizaba a la condición primitiva del hombre”.

Las tendencias totalitarias se caracterizan por favorecer la masificación y la colectivización de los hombres a la vez que critican severamente al individualismo, que lo identifican con el egoísmo, algo que, como se vio, es verdad tan sólo parcialmente. William M. Mcgovern escribió:

“El individualismo es algo que los hombres han desarrollado a través de centurias de progreso cultural. El individualismo es posible entre gentes que estén culturalmente maduras. El colectivismo moderno es meramente una regresión artificial a la práctica barbárica” (De “Ensayos sobre la individualidad”).

Para el marxismo existe un antagonismo entre individualidad e igualdad, ya que sólo tiene en cuenta al individualismo competitivo, ignorando al individualismo cooperativo. Para el cristianismo, por el contrario, no existe ninguna contradicción por cuanto trata de fortalecer al individualismo cooperativo proponiendo el “amarás al prójimo como a ti mismo”, que a la vez constituye el camino efectivo para lograr la igualdad entre los seres humanos, es decir, igualdad a nivel afectivo y de ahí todas las igualdades posteriores que como consecuencias se derivan.

De esto surge el gran interrogante: si el cristianismo consiste esencialmente en promover una actitud igualitaria, ¿Por qué los promotores de la igualdad (socialistas, marxistas) se oponen tan tenazmente al cristianismo? G. Thibon escribió: “El igualitarismo cristiano, basado en el amor que eleva, implica la superación de las desigualdades naturales; el igualitarismo democrático, basado en la envidia que degrada, consiste en su negación”.

Cuando se trata de promover la igualdad de los hombres, debe distinguirse entre dos situaciones; si se trata de corregir una previa desigualdad social producto del egoísmo humano o bien si se trata de corregir la desigualdad natural o genética. C. Bouglé escribió: “Si es falso que el igualitarismo, al negar las diferencias de los individuos, tienda a suprimir la competencia entre ellos, es cierto que tiende a igualar las condiciones de esa misma competencia. La igualdad de oportunidades no está hecha para borrar, sino para poner de relieve la desigualdad de capacidades”.

Podemos imaginar que, si todos los habitantes del planeta tuvieran nuestras propias características personales, muchas actividades no habrían de ser desempeñadas eficazmente por nadie. Siendo la división (o especialización) del trabajo uno de los fundamentos de la economía, podemos decir que se trata de un fundamento biológico. Por ser tan distintos unos de otros, cada uno hará el trabajo que mejor le resulte. Luego, el intercambio en el mercado será sólo un complemento de la especialización mencionada.

La individualidad, como una característica de la personalidad de un ser humano, consiste en el conjunto de atributos que lo distinguen de los demás seres humanos. Debido precisamente a la especialización necesaria que exige tanto la economía, como la ciencia, el arte, el deporte o cualquier actividad humana, es algo necesario e imprescindible para la especie humana.

Desde la economía, principalmente, se ha exaltado el efecto positivo del individualismo. Sin embargo, desde los movimientos de masas, se ha tratado de confundir al ciudadano común identificando individualismo con egoísmo, que son atributos personales bastante diferentes, ya que uno es una virtud y el otro un defecto. Cuando Adam Smith, tratando de ilustrar a sus lectores acerca de las ventajas del sistema autorregulado del mercado, manifestaba que el sistema funcionaba bien incluso a pesar de las fallas éticas de la mayoría de los hombres, no pretendía fomentar el egoísmo, sino tan sólo aclarar que el sistema podía funcionar bien aún en esos casos.

Cuando un ingeniero realiza un puente, trata de imaginar cuál ha de ser el peor caso, es decir, el máximo peso que podrá aguantar sin romperse. Luego sugerirá, adoptando criterios de seguridad, su utilización con pesos máximos de una magnitud bastante inferior. En forma similar, Adam Smith quería significar que el sistema de mercado, en el peor de los casos, podía funcionar aún a pesar del egoísmo de los seres humanos. Si, por el contrario, predominara una actitud cooperativa en las personas, mayor aún sería el éxito de ese tipo de sistema económico. Mariano Grondona escribió:

“Adam Smith no admira a los ricos, pero ellos son un hecho, están ahí, y él saca las consecuencias económicas de su presencia. En el fondo, toda la obra de Smith revela una cierta conmiseración moral, marca una condena de la vanidad que trabaja detrás de cada rico. Smith distingue tres virtudes fundamentales: la prudencia –que proviene del amor a sí mismo- que hace que busquemos nuestro propio bien y el de nuestra familia; la justicia, que prohíbe dañar al otro, y la benevolencia o beneficencia, que es el amor al otro, el deseo de favorecerlo”.

“Está muy lejos de pensar que el sistema de propiedad privada es ideal; lo que él está diciendo es que es un mal menor. Usa un lenguaje de gran violencia para juzgar al indiferente, al rapaz, al vanidoso, al avaro; con lo cual está diciendo «no quiero una sociedad así, pero 'es' así »” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).

En la política se establece cierto antagonismo entre “la voluntad general” y los diversos proyectos de vida individuales. Quienes supuestamente son capaces de entender a la “voluntad general”, para luego dirigirla, son los que orientan a un país hacia el populismo o hacia el totalitarismo. Por el contrario, los proyectos individuales pueden ir orientados en un sentido coincidente con las tendencias que nos impone el orden natural, concepto similar a contemplar una posible voluntad del Creador. Felix Morley escribió:

“La política se ha convertido hoy en el arte de conciliar dos fuerzas continuamente antagónicas –la del individualismo y la de la Voluntad General. La práctica de este arte es la más difícil porque la característica del individualismo incuestionablemente tiene mayor realidad que el concepto de una Voluntad General”.

“Justamente antes de nuestra Revolución vino Rousseau, cuya devastadora influencia fue la de desplazar por igual a Dios y a la caballerosidad de un empujón. Su poder soberano –la Voluntad General- reemplaza la autoridad divina con un monstruo con cabeza de Hidra no simplemente carente de atributos divinos, sino también salvaguardando a la vez contra la Noblesse Oblige y cualquier forma efectiva de control popular. Con todo, ésta, la más arbitraria de todas las tiranías, es llamada democrática, y por la pura atracción emocional de esa dudosa palabra produce un fervor cuasi religioso a todos los que carecen de una forma más espiritual de fe”.

“Una voluntad única, unificada y popular significa un propósito gubernamental único, unificado, de hacer efectiva la voluntad. Éste es el camino a la dictadura”. “Esto explica las abominaciones cometidas por Mussolini, por Hitler, y más inteligentemente por los comunistas. En todos estos casos la teoría de la Voluntad General exigió la liquidación de cualquier Parlamento efectivo y la organización de un solo partido fanático comprometido a obedecer al conductor” (De “Ensayos sobre la individualidad”).

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