miércoles, 27 de febrero de 2013

Los controles en la economía

Una forma simple de expresar la diferencia entre liberalismo y socialismo consiste en considerar la estimación, desde ambas posturas, respecto de los efectos de los controles estatales en el desarrollo del proceso económico, que son negativos para el primero y positivos para el segundo. Mientras que el liberalismo sostiene que toda intervención del Estado deberá tratar de afianzar y garantizar el pleno desarrollo del mercado, para el socialismo tal intervención deberá consistir en suplantarlo por una planificación centralizada y estatal; es decir, para el liberalismo no deben existir controles que lo distorsionen, mientras que para el socialismo no debe existir el mercado.

Los controles también son propuestos desde las posturas intervencionistas con las intenciones de “salvar al capitalismo”, por cuanto le atribuyen fallas esenciales que deberían ser corregidas por quienes dirigen el Estado. Es oportuno decir que, si no se trabaja en forma intensiva o si no existe un espíritu emprendedor generalizado, una sociedad nunca podrá alcanzar un nivel de desarrollo aceptable.

La propuesta liberal ha sido desvirtuada por la sistemática difamación por parte del sector marxista. Una de las versiones utilizadas en tal sentido indica que el “liberalismo propone la no intervención del Estado en la economía”, que en realidad es algo bastante distinto a sostener que debe intervenir para garantizar el buen funcionamiento del mercado y dedicarse principalmente a la educación, seguridad, defensa, salud, justicia, etc., que están íntimamente ligados al desarrollo económico aun cuando sean aspectos sociales de interés en si mismos. Incluso los autores liberales más representativos, como es el caso de Ludwig von Mises, no descartan la posibilidad de la existencia de empresas estatales que se adapten al mercado; mientras que se oponen a la existencia de empresas que sean deficitarias y cuyas pérdidas anuales deban ser cubiertas por el resto de la población.

Los controles del Estado son necesarios e imprescindibles en el caso de empresas de transportes, como el ferrocarril, en aquellas situaciones en que es poco viable, económicamente hablando, disponer de dos empresas que compitan en tramos con poca demanda. En tales casos es admisible la existencia de controles estatales a la única empresa que ha de mantener el servicio.

La postura liberal surge de la admisión implícita de la igualdad de los hombres, suponiendo que todos son aptos, en principio, para las actividades económicas, es decir, para el trabajo, la innovación y el buen criterio empresarial. La postura socialista, por el contrario, surge de una implícita aceptación de cierta desigualdad de los hombres, por la cual los “mejores” deben dirigir la economía desde el Estado mientras que los demás deben obedecer.

La supuesta superioridad ética del marxista surge de haber considerado que el empresario es esencialmente egoísta y explotador, y que sólo se producirá la justicia social y distributiva cuando toda la población se someta a la voluntad de quienes decidirán desde el Estado lo que se ha de producir, lo que se ha de consumir, el lugar dónde cada uno ha de trabajar o dónde cada uno ha de vivir, etc. Hay veces en que la sociedad atribuye cierta superioridad ética, no al que produce y trabaja, sino al que “distribuye” lo que otro ha producido.

Junto a esta supuesta superioridad ética resulta necesaria una idéntica superioridad intelectual por cuanto el planificador de la economía debe reemplazar las millones de decisiones individuales que día a día son tomadas por todos y cada uno de los habitantes de un país. Agustín Etchebarne escribió: “Los planificadores no comprenden que la complejidad de la economía les excede. No ven que el aparente orden que observamos en la economía surge de manera espontánea de un caótico océano de sentimientos, pensamientos, gustos, deseos, imaginaciones, inventos, pulsiones, dolores y afectos que se multiplican y mutan incansablemente en las cabezas de los 7.000 millones de personas que interactúan en el mundo. No logran ver que el valor de los bienes depende de la subjetividad cambiante de todas esas gentes. No observan que el cambio es lo único que permanece constante en el sistema capitalista. Que las ideas se unen, se aparean y procrean nuevas ideas permanentemente y cada vez a mayor velocidad. Que la libertad es la que impulsa la imparable creatividad de millones de cerebros dispersos y que por eso el cambio es impredecible e incontrolable” (De “La arrogancia de los planificadores”).

El intervencionismo en la economía puede ejemplificarse en la propuesta de John M. Keynes, quien sostiene que el mercado requiere de ajustes y controles por parte del Estado, sin presuponer ninguna superioridad de tipo ética o intelectual por parte de quienes lo dirigen, por lo que tal postura resulta criticable, o no, adoptando un criterio en el cual se tenga en cuenta principalmente los resultados concretos de tales decisiones.

Debido a que el proceso del mercado es un sistema autorregulado, con realimentación negativa, se producen oscilaciones cuyas causas son variadas. De ahí que aparecerán ciclos económicos regulares en los cuales a las etapas de crecimiento les seguirán etapas de contracción y hasta de recesión económica. Estas etapas estarán asociadas a importantes tasas de desempleo, situación que resulta bastante penosa para quienes lo han de padecer. De ahí que el planteamiento keynesiano trata de suavizar las oscilaciones de la economía tratando de evitar el desempleo masivo, aunque muchos economistas estiman que el “remedio resulta peor que la enfermedad”. Agustín E. Digier escribe respecto del método keynesiano: “Las políticas monetarias, fiscales y del gasto público propiciadas por Keynes para que las ondas cíclicas no sean tan pronunciadas se sintetizan en el cuadro siguiente:

Política monetaria:

Depresión: Aumentar la oferta monetaria (la cantidad de moneda). Disminuir la tasa de interés (costo de dinero)
Auge: Disminuir la cantidad de moneda (la oferta). Aumentar la tasa de interés (costo del dinero)

Política fiscal:

Depresión: Disminuir la presión tributaria
Auge: Aumentar impuestos (Presión tributaria)

Políticas de gastos e Inversión pública:

Depresión: Aumentar el gasto público y las obras públicas
Auge: Disminuir el gasto público y las obras públicas
(De “Economía para no economistas”-Valletta Ediciones SRL-Buenos Aires 1999)

El actual gobierno argentino aduce seguir los lineamientos keynesianos. Sin embargo, debido a la importante emisión monetaria, que se estima en un 40% anual, parece considerar que estamos en una etapa de “depresión sostenida”, o bien puede decirse que no sigue el método keynesiano; por lo que puede decirse que se trata de un simple y vulgar proceso populista e inflacionista cuyos patrocinantes están decididos a perpetuarse en el poder “comprando votos” con el dinero emitido en grandes cantidades. Ludwig von Mises escribió: “Los gobiernos dirigistas están dando a sus pueblos una ilusión de prosperidad a cambio de liquidar todas sus reservas. Cuando éstas se acaben ha de venir la gran catástrofe si los pueblos no abren los ojos antes de caer en el precipicio” (De “La Acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).

Debido a que la inflación ha llegado a niveles cercanos al 30% anual, desde el Estado se ha decidido establecer un control de precios selectivo, es decir, sólo para artículos de primera necesidad. De ahí que el empresario dedicado a la producción de alimentos, verá que sus costos, y sus propias gastos, seguirán subiendo al ritmo de la inflación, pero él no podrá subir los precios de sus productos. De ahí que los pequeños empresarios, en ese rubro, deberán dejar su actividad cambiando por otras más redituables o bien seguir comerciando pero esta vez en el mercado marginal o negro. En todos los casos, el precio de las mercaderías “congeladas” tenderá a subir. Faustino Ballvé escribió:

“Hay veces artículos de consumo necesario que resultan caros a los pobres y hay que fijarles precios bajos obligatorios. Pero esto, que es tan simpático en teoría, resulta imposible en la práctica. Ningún productor estará dispuesto a sostener una producción incosteable, porque las cosas no son caras por capricho del productor –la libre competencia cuida de evitarlo-, sino por su costo. Si se fijan por el gobierno precios incosteables, el productor, o dejará de producir o habrá que subsidiarlo. Y como los subsidios los paga el gobierno con el dinero del contribuyente, resulta que lo que el consumidor ahorra en el precio lo paga en el impuesto. Por otra parte la baratura de un producto invita al despilfarro y entonces se impone el racionamiento. Pero éste tampoco resuelve el problema. Cuando hay racionamiento todo el mundo toma su ración íntegra aun cuando no la necesite, y la revende en el mercado negro o la emplea para fines inferiores como alimentar el ganado con el pan del racionamiento de las personas. En Francia, cuando terminó la última guerra, se suprimió el racionamiento del pan, y el gobierno tuvo la sorpresa de ver que, en régimen de mercado libre, los franceses consumían menos pan que en régimen de racionamiento” (De “Diez lecciones de economía”-Victor P. de Zavalía Editor-Buenos Aires 1960).

El Estado dirigista controla las exportaciones e importaciones quedándose con una parte importante de los ingresos del sector productivo. En manos de los empresarios, tales ingresos podrán ir a la inversión y el trabajo, mientras que en manos de los políticos, resulta probable que sean dilapidados en propaganda partidaria o en la compra indirecta de votos a través de los “subsidios a la vagancia”. Como los dirigistas han convencido previamente a la población que el empresario exitoso crea “desigualdad social”, le parece natural que sus ganancias sean parcialmente confiscadas por el sector político. G. A. Pastor escribió respecto a las múltiples cotizaciones del dólar:

“Si se toma como ejemplo a la Argentina, uno de los primeros países que lo ha practicado, puede decirse que este sistema funcionó de la siguiente manera: los dólares que proceden de la exportación de los cereales y del maíz debían ser, durante muchos años, entregados obligatoriamente al Banco Central a razón de m$n 5 por dólar, mientras que esos mismos dólares eran revendidos a razón de m$n 8 por dólar. Pero como la inflación provoca un alza constante de los precios interiores, este margen de cambio se transformó rápidamente, a pesar de la cotización elevada fijada para las importaciones, en una prima a la importación y en un verdadero castigo de las exportaciones”.

“La política mencionada tuvo como consecuencia ineludible la descapitalización sistemática de los grupos sociales que producían mercaderías de exportación, ya que ellos debían pagar los productos importados, combustibles, tractores, acero, vestidos, etcétera, según una tasa más cara que la que se aplicaba para la venta de sus propios productos. Así se arruinaron sucesivamente los plantadores de café del Brasil, los productores agrícolas y los criadores de ganado de la Argentina, los productores de lana uruguayos…..”. “Los cambios múltiples ocasionan igualmente en toda la América Latina no sólo el desorden, sino el desarrollo de la inmoralidad económica más desenfrenada. Un cambio para el trigo, otro para las vacas, un tercero para los productos químicos, otro para los combustibles, es verdaderamente imposible tratar de mantener una llave inglesa en una caja de velocidades” (De “La inflación al alcance de todos”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1958).

El autor citado hace referencia a las épocas de Perón, es decir, a la década de los 50. Adviértase la coincidencia de la cotización del dólar oficial respecto del marginal, que en la actualidad (Febrero/13) ronda los 5 y los 8 pesos, respectivamente. Nótese la semejanza de la situación del sector exportador actual debido a la similar estrategia adoptada por el kirchnerismo.

viernes, 22 de febrero de 2013

Las teorías de la personalidad

Se ha propuesto una gran diversidad de teorías para describir la personalidad humana, que puede considerarse como el conjunto de atributos que nos caracteriza y nos da nuestra individualidad irrepetible. Seguramente la mayoría de tales teorías son compatibles con la realidad, aunque generalmente vean al hombre desde una visión particular; sin poder vincular tal descripción con las establecidas bajo otras perspectivas.

Las primeras teorías provenían del trabajo de psiquiatras, quienes necesitaban disponer de una descripción básica del hombre que les permitiera cumplir mejor con su tarea reparadora de la personalidad enferma. Sin embargo, se advirtió que tal tendencia llevaba implícita la desatención del hombre normal, por lo que posteriormente aparecen las “teorías humanistas”. Duane P. Schultz y Sydney E. Schultz escriben: “El humanismo es una corriente de pensamiento que se centra en los intereses y los valores del hombre. Esta teoría forma parte del movimiento que floreció en la psicología durante las décadas de 1960 y 1970, y que todavía sigue influyendo en ella. El objetivo de los partidarios de este movimiento fue modificar tanto los métodos como la disciplina. Se rebelaron contra el psicoanálisis y el conductismo, que entonces eran las dos grandes escuelas de la psicología en EEUU, porque pensaban que ofrecían una imagen limitada y denigrante de la naturaleza humana”.

“Los psicólogos humanistas criticaron a Freud y a los partidarios de la tradición psicoanalítica porque sólo estudiaban el aspecto patológico de la personalidad. Se preguntaban cómo llegaríamos algún día a conocer las características y cualidades positivas si sólo nos ocupábamos de las neurosis y psicosis. Así, estudiaron nuestras fortalezas y virtudes mediante la exploración del lado amable de la conducta, en lugar de su lado oscuro”.

“Pensaban que los conductistas tenían una perspectiva estrecha y estéril, porque prescindían de las fuerzas conscientes e inconscientes y sólo utilizaban la observación objetiva de la conducta manifiesta. Una psicología basada en la respuesta condicionada a los estímulos describe a los seres humanos como simples robots que reaccionan al mundo exterior de formas predeterminadas. Los psicólogos humanistas rechazaron esta concepción diciendo que no somos grandes ratas blancas ni computadoras lentas. Nuestra conducta es tan compleja que no se puede explicar sólo por medio de métodos conductistas” (De “Teorías de la Personalidad”-Cengeage Learning Editores SA-México 2010).

De todas formas, es necesario tener presente que existirán teorías de la personalidad que podrán adaptarse al campo de la psiquiatría mientras que resulta imprescindible disponer también de una teoría que describa al individuo permitiéndole mejorar aquellos aspectos que, manteniéndolos vigentes, derivarán en algún tipo de enfermedad social. De ahí los siguientes requisitos principales que tal teoría deberá reunir:

a) Que pueda vincularse de alguna manera a las investigaciones que se realizan en neurociencia
b) Que puedan extraerse de ella conclusiones prácticas accesibles al hombre común
c) Que permita establecer una ética natural elemental
d) Que contemple las tres dimensiones básicas del hombre (cuerpo, intelecto, sentimientos)
e) Que tenga presentes tanto a la evolución biológica como a la cultural
f) Que provea una orientación básica asociada a cierto sentido de la vida

Entre los principales exponentes del humanismo puede citarse a Abraham H. Maslow, quien prioriza los aspectos que motivan al individuo y que le permiten encontrar un sentido de la vida. Colin Wilson escribió: “De acuerdo con Maslow, la salud mental depende de la voluntad avivada por un sentido de propósito. Cuando los seres humanos pierden su impulso hacia delante, las baterías de la voluntad se descargan, exactamente del mismo modo que las baterías del automóvil cuando se deja éste en la cochera todo el invierno. El resultado es un sentimiento de «fracaso en la vida», una pérdida de valores instintivos. En la psicología de Maslow, el lugar central es conferido al sentido de los valores de la reacción humana a lo que vale la pena”. “Es una de las absurdas paradojas de la psicología, que ha necesitado tres siglos para llegar a la conclusión de que el hombre posee en verdad mente y voluntad” (De “Nuevos derroteros en psicología”-Editorial Diana SA-México 1979).

Podemos vislumbrar los componentes básicos de una teoría general de la personalidad suponiendo que ha de tener una parte que describa el aspecto emocional del hombre, otra que describa el aspecto cognitivo y, finalmente, otra parte que lo oriente respecto de la adopción o el descubrimiento de un sentido de la vida. Viktor Frankl escribió: “Cada época tiene sus neurosis y cada tiempo necesita su psicoterapia. En realidad, hoy no nos enfrentamos ya, como en los tiempos de Freud, con una frustración sexual, sino con una frustración existencial. El paciente típico de nuestros días no sufre tanto, como en los tiempos de Adler, bajo un complejo de inferioridad, sino bajo un abismal complejo de falta de sentido, acompañado de un sentimiento de vacío, razón por la que me inclino a hablar de un vacío existencial” (De “Ante el vacío existencial”-Editorial Herder SA-Barcelona 1980).

También Alfred Adler contempla cierta finalidad que debe alcanzar el hombre, por lo que escribió: “Nuestra idea del sentimiento de comunidad ha de llevar en sí el objetivo de una comunidad ideal como forma definitiva de la humanidad, como un estado en que todos los problemas que nos plantea la vida y nuestras relaciones con el mundo se nos parecen como ya resueltos. Pues todo aquello que encontremos valioso en nuestra vida, todo lo que subsiste y subsistirá, es siempre un producto de este sentimiento de comunidad, de este ideal orientador, de esta final meta de perfección”.

“¿Qué ha pasado con aquellos hombres que no han contribuido en nada al bienestar de la generalidad de los mortales? Y la contestación es la siguiente: Han desaparecido hasta en sus últimos vestigios. Nada ha quedado de ellos; se han extinguido somática y espiritualmente; se los ha tragado la tierra. Les pasó como a aquellas especies animales desaparecidas por no haber podido ponerse al unísono con las circunstancias cósmicas. Aquí tropezamos con una ley secreta, como si el Cosmos, siempre inquisitivo, nos ordenara: «¡Desapareced! ¡No habéis comprendido el sentido de la vida y no hay para vosotros porvenir!»” (De “El sentido de la vida”-Luis Miracle Editor-Barcelona 1959).

Un aspecto interesante extraído de la opinión de Alfred Adler radica en la posible existencia de un sentido de la vida objetivo, que depende del propio orden natural, y no sólo de las posibles elecciones que el hombre haga respecto de su orientación de la vida. Es decir, de todas las posibles elecciones del hombre, habrá algunas que se adaptarán en mayor medida al sentido impuesto por el orden natural y que está implícito en el espíritu de sus leyes.

En cuanto a la existencia de un sentido objetivo de la vida, podemos considerar al principio de complejidad-conciencia, asociado a la obra de Pierre Teilhard de Chardin. Este principio surge de interpretar la evolución de la materia, que va desde las partículas elementales hasta los átomos, moléculas y organismos como una tendencia hacia una complejidad creciente, hasta llegar a la vida inteligente, asociada, además, a una conciencia creciente, unificando en un solo proceso tanto a la evolución biológica como a la cultural. Desde la perspectiva actual de la ciencia, resulta algo evidente.

En cuanto a la teoría que responde a la mayor parte de los requisitos antes propuestos, puede decirse que ya viene esbozada en los lineamientos básicos de la Psicología Social, que distingue las dos tendencias generales del comportamiento humano: cooperación y competencia. Además, utiliza el concepto de actitud característica, que viene a ser una respuesta individual y personal que puede variar a medida que el hombre transita por el camino de la maduración personal. Finalmente, la teoría adquiere una forma explícita desde el momento en que podemos determinar las componentes afectivas y cognitivas de nuestra actitud característica, que se mencionan a continuación:

a) Componentes afectivas: amor, odio, egoísmo, indiferencia.
b) Componentes cognitivas: adoptar como referencia la realidad, a lo que piensa otro hombre, a lo que piensa uno mismo, o a lo que piensa y acepta la mayoría.

Las componentes básicas de las actitudes no predominan totalmente en cada individuo, sino que varias de ellas conforman su personalidad. Así, una persona puede compartir las penas y las alegrías de sus hijos (actitud del amor), mientras que, simultáneamente, puede alegrarse de que el lujoso automóvil de su vecino apareció completamente incendiado (actitud de odio). En este ejemplo, se trata de un caso en que la ética familiar resulta bastante distinta a la ética social.

En la adopción de las actitudes viene implícita cierta escala de valores, de ahí que quien adopta una actitud cooperativa en cierta forma está definiendo una preferencia por ciertos valores y cierto rechazo por otros. Edwin Hollander escribió: “Las actitudes implican expectativas acerca de nuestra propia conducta y de la conducta de otros y se vinculan con todos los aspectos de la vida social; por ende, sus múltiples efectos son evidentes a nuestro alrededor. Los gustos, los modales y la moral que nos caracterizan reflejan nuestras actitudes, así como los valores sociales que les sirven de base. La visión que un individuo tiene de su mundo y el modo en que actúa frente a él pueden ser entendidos, en gran medida, observando las actitudes que conforman su campo psicológico” (De “Principios y métodos de psicología social”-Amorrortu Editores SCA-Buenos Aires 1968).

En cuanto al primer requisito mencionado, tal el de la compatibilidad de la teoría de la personalidad respecto de los descubrimientos de la neurociencia, puede decirse que la actitud del amor, por la cual compartimos las penas y las alegrías de los demás, consiste esencialmente en la empatía, cuyo sustento neurológico se encuentra en las neuronas espejo.

Considerando que una ética elemental debe promover la cooperación en lugar de la competencia, encontramos en el amor a la actitud básica que debe predominar en el ser humano, por lo que puede decirse que tal teoría permite obtener una ética natural elemental y que, incluso, resulta compatible con la ética cristiana. Además, al adoptar tal actitud, estamos, de hecho, adoptando un concreto sentido de la vida, algo que todo individuo necesita imperiosamente para un pleno desarrollo de su personalidad.

En cuanto al aspecto cognitivo, se sugiere adoptar como referencia a la propia realidad, algo que a veces no resulta tan sencillo como parece. Por lo general, cuando predomina en cada uno de nosotros una actitud competitiva, tenemos la predisposición a priorizar nuestras ideas, o la de nuestros ídolos o líderes, aun cuando tal información sea incompatible con la verdad. En realidad, nadie podrá adquirir por sus propios medios toda la información disponible por parte de la humanidad, y que ha sido acumulada a lo largo de su historia, por lo que necesariamente hemos de aprender de otras personas. Lo que se quiere significar es que debemos tratar de aprender de las personas que previamente han tomado como referencia a la propia realidad, por lo que ello implica adoptarla como referencia, aunque sea de una manera indirecta. Por el contrario, el gobierno mental del hombre sobre el hombre aparece cuando se toma como referencia a personas que adoptan sus propias ideas como referencia, dejando de lado la verdad objetiva, por cuanto son motivados por metas puramente competitivas y egoístas.

Entre los atributos utilizados para la realización de las distintas teorías de la personalidad aparecen los rasgos. Ellos pueden, en principio, vincularse a las dos tendencias básicas consideradas por la Psicología Social, tales la cooperación y la competencia. De ahí que los rasgos pueden considerarse incluidos en las componentes de la actitud característica, aunque a veces no sea sencillo derivarlos de ellas. Rasgos y actitudes comparten varios atributos, por lo que posiblemente se trate de un problema de definiciones antes que de conceptos básicos. Lawrence A. Pervin escribió:

“Gordon Allport (1897-1967) consideraba que los rasgos eran los elementos estructurales básicos de la personalidad. Allport pensaba que un rasgo es una predisposición para responder de una forma determinada. Un rasgo conducía a la consistencia en la respuesta porque reunía varios estímulos «funcionalmente equivalentes» y presentaba diversas formas de conducta adaptativa y expresiva. Por ejemplo, la gente sociable es amable y comunicativa porque han considerado muchas situaciones como oportunidades para relacionarse con la gente y porque relacionarse con los otros es parte de su estilo de funcionamiento en el mundo. En otras palabras, los rasgos representan una disposición favorable para responder de una manera determinada porque, en el lado del input (de los estímulos), diferentes situaciones se tratan como semejantes y, en el lado del output (de las respuestas), la persona tiene un único estilo expresivo y adaptativo” (De “La Ciencia de la Personalidad”-McGraw-Hill Interamericana de España SAU-Madrid 1996).

La teoría de la personalidad propuesta por George Kelly pone especial énfasis en el aspecto cognitivo del hombre. Duane P. Schultz y Sydney E. Schultz escriben: “La teoría cognoscitiva de la personalidad se centra en cómo conocemos el ambiente y a nosotros mismos, en cómo percibimos, evaluamos, aprendemos, pensamos, tomamos decisiones y resolvemos problemas. Se trata de una verdadera teoría psicológica de la personalidad porque trata exclusivamente de las actividades mentales”.

“En esta perspectiva, las necesidades, los impulsos o las emociones no se consideran actividades aisladas de la personalidad, sino más bien aspectos de ésta que son controlados por los procesos cognoscitivos”. “Los teóricos del aprendizaje social también recurren a los procesos cognoscitivos. La diferencia entre estos enfoques y la teoría de George Kelly sobre la personalidad es que éste trata de describir todos los aspectos de la personalidad, incluyendo los elementos emocionales, a partir de los procesos cognoscitivos”.

“El modelo de la naturaleza humana que creó es muy original: llegó a la conclusión de que los individuos funcionan igual que un científico. El científico construye teorías e hipótesis y las contrasta con la realidad por medio de experimentos de laboratorio. Si los resultados apoyan la teoría, la mantiene. En caso contrario, tendrá que rechazarla o modificarla, y volver a comprobarla”.

El método científico descripto se conoce también como de “prueba y error”, siendo el error la diferencia detectada entre la descripción hecha y la realidad. Aunque no todos utilizan a la realidad como referencia, como antes se dijo, sino también las opiniones de otras personas, o de uno mismo, especialmente cuando se trata de temas como religión, filosofía o política.

Un avance importante, en materia cognitiva, se ha establecido a través de los aportes de Daniel Kahneman, quien considera al pensamiento humano dividido en uno rápido y en uno lento. Al segundo se lo puede asociar al pensamiento emergente del neocórtex, la última parte incorporada a nuestro cerebro en el proceso de la evolución biológica, mientras que el pensamiento lento provendría esencialmente de nuestro cerebro límbico, asociado al origen de nuestro aspecto emocional.

Es oportuno destacar que la postura científica se identifica con aquella adoptada por la religión natural, ya que supone la existencia de un universo completamente regido por leyes naturales invariantes. A partir de tales leyes, puede extraerse una ética elemental e incluso un sentido objetivo de la vida. Posiblemente estemos llegando a una época en que religión y ciencia puedan marchar juntas y, por ello mismo, se espera una unificación de las distintas religiones con el simultáneo cese de los conflictos y antagonismos generados desde ese ámbito cultural.

lunes, 11 de febrero de 2013

Orden social espontáneo vs. inducido

Es compatible con los resultados de la ciencia experimental la afirmación de que todo lo existente está regido por alguna forma de ley natural. De ahí que podamos decir que existe cierto orden natural al cual nos debemos adaptar. En el caso del ser humano, al estar también regido por leyes naturales (las que estudia la psicología, la neurociencia y otras ramas de la ciencia) se puede suponer que le ha de ser posible conformar cierto orden social emergente a partir de su libre accionar. En este caso podemos hablar de un orden social espontáneo, mientras que, si los hombres actúan bajo la coerción y la dominación de otros hombres, puede decirse que se ha establecido un orden social inducido.

Una de las formas de describir el antagonismo entre liberalismo y marxismo consiste en considerar que el primero presupone la existencia de un orden social (o económico) que se da en forma espontánea, tal el proceso del mercado, mientras que para el segundo no existe tal espontaneidad y, por lo tanto, habría de ser también un orden impuesto por el hombre. Al orden espontáneo podemos también denominarlo “natural”, mientras que al orden inducido podemos denominarlo “artificial”. Luego, para la ciencia económica sólo tiene sentido la descripción de un orden espontáneo quedando fuera de la misma todo tipo de ordenamiento inducido por el hombre, mientras que el marxismo, por el contrario, reclama legitimidad para su ordenamiento propuesto (el socialismo) aduciendo que no existe tal cosa como un orden espontáneo o natural.

Un orden social espontáneo se da en todos los casos en que seres vivientes se comunican y que, además, poseen atributos individuales adecuados para dicha interacción. De ahí que podamos hablar de la sociedad de las hormigas o de las abejas. Nadie hizo un diseño especial de un hormiguero, o de una colmena, sino que tales ordenamientos espontáneos surgieron a partir de la existencia de atributos individuales y de la interacción libre entre los distintos componentes del grupo. Francis Fukuyama escribió: “Pero la noción de orden espontáneo no es exclusiva de la economía. A partir de Darwin, los científicos han llegado a la conclusión de que el alto grado de orden que se encuentra en el mundo biológico no fue creado por Dios o por algún creador, sino que surgió a partir de la interacción de unidades mucho más simples”.

“Un enjambre de abejas presenta una conducta compleja que no es controlada ni por la reina ni por ninguna de las abejas; es algo generado por cada una de las abejas, en forma individual, siguiendo normas de comportamiento bastante simples (por ejemplo, volar hacia las flores en busca de néctar, evitar chocar contra algún obstáculo, mantenerse cerca de otras abejas, y así sucesivamente”.

“Los elaborados montículos que conforman los nidos de las termitas africanas, más altos que un ser humano y equipados con sus propios sistemas de climatización, no partieron de un proceso de diseño especifico realizado por «alguien» y mucho menos por estas criaturas tan simples, desde el punto de vista neurológico, que los han construido. Y así, sucesivamente, en todo el mundo natural se va creando un orden a través de un proceso ciego e irracional de la evolución y la selección natural” (De “La gran ruptura”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1999).

Por otra parte, Bert Hölldobler y Edward O. Wilson escriben: “Empezamos con una explicación de por qué las hormigas han tenido un éxito tan sorprendente. La razón, aducimos, es el poder abrumador y rápidamente aplicado que surge de la cooperación de los miembros de la colonia. La acción combinada a este nivel de eficiencia es posible por el desarrollo avanzado de la comunicación química: la liberación de una mezcolanza de sustancias desde diferentes partes del cuerpo que son probadas y olfateadas por las compañeras del hormiguero y que evocan en ellas, según sean las sustancias liberadas y las circunstancias del momento, respectivamente alarma, atracción, cuidados, ofrecimiento de comida y otras muchas actividades. Las hormigas, como los seres humanos, para decirlo en pocas palabras, tienen éxito porque hablan muy bien”.

“La colonia es la unidad que da sentido a la vida de las hormigas. La lealtad que le profesan las obreras es casi total. Quizá, como resultado, el conflicto organizado entre colonias de la misma especie es mucho más frecuente que la guerra entre seres humanos” (De “Viaje a las hormigas”-Grijalbo Mondadori SA-Barcelona 1996).

En el caso del hombre, no solamente se conforma un orden social espontáneo en el proceso del mercado, sino también en el caso del lenguaje, de la propia ciencia experimental, de la cultura y en otros aspectos vinculados con el proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural. Que un proceso sea “ordenado, natural y espontáneo”, no significa que su resultado sea el esperado, por cuanto sólo responderá a nuestras expectativas en cuanto exista una previa adaptación al mismo. Así, si el hombre dispone de suficiente libertad para producir bienes económicos y para realizar intercambios de los mismos, se requiere también que trabaje lo suficiente, que no haga “trampas”, que emplee al máximo su capacidad intelectual, etc. De lo contrario, el orden espontáneo será de poca utilidad. Milton y Rose Friedman escribieron:

“Las estructuras producidas por el intercambio voluntario, tanto si se trata del lenguaje como de los descubrimientos científicos, los estilos musicales o los sistemas económicos, desarrollan una vida propia. Son capaces de tomar varias formas distintas bajo diversas circunstancias. El intercambio voluntario puede dar lugar a la uniformidad en algunos aspectos y, simultáneamente, diversidad en otros. Se trata de un sutil proceso cuyos principios generales de funcionamiento se pueden comprender sin demasiada dificultad, pero cuyos resultados detallados pocas veces se pueden prever” (De “Libertad de elegir”-Ediciones Grijalbo SA-Barcelona 1980).

A partir de la clasificación previa de órdenes sociales espontáneos e inducidos, puede darse sentido a otros puntos de divergencia entre liberalismo y socialismo. Uno de ellos es el del relativismo cultural, al que están estrechamente vinculados el relativismo moral y el cognitivo. Si se supone que no existen leyes naturales objetivas, ni tampoco un subyacente orden natural, implica que todo tipo de orden social inducido tiene tanta legitimidad como cualquier otro. Sin embargo, resulta que los ordenamientos inducidos no producen buenos resultados ya que por lo general resultan incompatibles con la naturaleza humana. Francis Fukuyama escribió:

“El relativismo cultural es la convicción de que las normas culturales son arbitrarias, es decir, productos fabricados por las diferentes sociedades (o grupos dentro de esas sociedades) y que no existen estándares universales de moralidad ni nada que nos permita juzgar las normas y reglas de otras culturas. La idea de la relatividad de los valores es algo que hoy se inculca en todo niño de edad escolar y se encuentra profundamente arraigada en la sociedad estadounidense”.

El socialismo resulta ser una sociedad cuyo vínculo de unión entre los hombres es el trabajo, a través de los medios de producción compartidos, requiriendo del altruismo de sus integrantes para funcionar adecuadamente. El altruismo implica el sacrificio personal en beneficio de la sociedad. La sociedad ha de ser la que ha de perdurar a través del tiempo sin importar la suerte de los individuos que la componen, tal los lineamientos básicos del colectivismo. El socialismo, en realidad, se asemeja más a una sociedad de hormigas que a una sociedad humana, por cuanto en ésta el vínculo de unión entre los hombres radica en una actitud cooperativa por la cual compartimos las penas y las alegrías de nuestros semejantes. Bert Hölldobler y Edward O. Wilson escriben: “Según nuestra opinión, la ventaja competitiva que llevó al auge de las hormigas como grupo dominante a escala mundial es su existencia colonial, muy desarrollada y con capacidad de sacrificio. Parece que el socialismo funciona realmente en determinadas circunstancias. Sólo que Karl Marx se equivocó de especie”.

Adviértase la diferencia esencial entre cristianismo y marxismo; para el cristianismo, el individuo “éticamente correcto”, el que ama al prójimo como a sí mismo, es el que posee los atributos necesarios para lograr la sociedad ideal, el Reino de Dios, que es un ordenamiento espontáneo del hombre que habrá de surgir a partir de la preponderancia de atributos adecuados para lograr una óptima adaptación al orden natural. El marxismo propone, por el contrario, una sociedad similar a un hormiguero.

Mientras que, para la ciencia, existe una similar participación de herencia y de influencia social en cuanto al comportamiento del hombre, para el marxismo, éste actuaría principalmente por influencia. De ahí que el hombre (Marx en este caso) habría de ser quien diseña una sociedad artificial a la cual los individuos se habrían de adaptar mediante la sostenida repetición de dogmas y consignas. En unas pocas generaciones habría de emerger el “el hombre nuevo”, el “hombre soviético”, hecho a imagen y semejanza de lo que Marx diseñó (el “hombre-hormiga”).

La ciencia tiene como objetivo la descripción de leyes naturales, de ahí la universalidad de sus resultados, mientras que el marxismo, por el contrario, supone que la labor del hombre consiste en diseñar sociedades para ser impuestas al resto de los hombres mediante las armas, o bien por la mentira y la propaganda, lo que resulta ser una actitud anticientífica. Es decir, el marxismo no es una postura científica errónea, sino que es una postura anticientífica.

Para un aprovechamiento óptimo de la potencialidad de los sistemas sociales de orden espontáneo, es necesario el libre acceso de todo individuo como su libertad de pensamiento y de acción. Por el contrario, para la “plena adaptación” del individuo a los sistemas de orden inducido se requiere una obediencia ciega a lo decretado por los planificadores. La diferencia entre socialismo teórico y práctico puede asociarse a la siguiente expresión atribuida a León Trotsky: “El anterior lema «el que no trabaja no come» se ha cambiado por «el que no obedece no come»”. Finalmente podemos hacer una síntesis del antagonismo entre lo que resulta compatible con la ciencia y lo que resulta compatible con el marxismo:

a) Orden social espontáneo vs. orden social inducido
b) Amor vs. altruismo
c) Vínculo de unión afectivo vs. vínculo de unión material
d) Individualismo vs. colectivismo
e) Sociedad humana vs. sociedad de hormigas
f) Absolutismo cultural vs. relativismo cultural
g) Acción por herencia biológica e influencia social vs. acción por influencia social
h) Libertad de pensamiento y acción vs. obediencia a la autoridad

sábado, 9 de febrero de 2013

Control de precios y aparentes objetivos

El control de precios constituye un eslabón dentro de la secuencia asociada al proceso inflacionario, de ahí que resulta conveniente incluirlo en tal contexto. En la Argentina, justamente, estamos iniciando la segunda etapa de un proceso que va desde la emisión excesiva de papel moneda y que se va acercando paulatinamente a un final nada bueno, según la opinión de muchos especialistas. La secuencia inflacionaria ha sido descrita por Luis Pazos de la siguiente forma:

1era. Etapa: Inflación = Emisión de papel moneda sin respaldo de bienes en el mercado
2da. Etapa: Inflación + Control de precios = Escasez + Mercado negro
3era. Etapa: Escasez + Mercado negro = Racionamiento y sistema de colas
4ta. Etapa: Pérdida total del poder adquisitivo del dinero = Regreso al trueque

Como en nuestro país se siguen los lineamientos económicos sugeridos por John M. Keynes, es oportuno citar algunas de las recomendaciones que dio el propio economista británico. Respecto de la inflación escribió: “Se pone en boca de Lenin la afirmación de que la mejor manera de destruir el sistema capitalista es corromper su moneda. Los gobiernos pueden confiscar, en secreto y sin ser observados, mediante el proceso constante de la inflación, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos. Recurriendo a este método, no sólo confiscan, sino que confiscan arbitrariamente…..no se equivocaba Lenin, desde luego, no existe recurso más sutil ni más seguro para echar abajo las actuales bases de la sociedad que el de corromper su moneda. Este proceso emplea todas las fuerzas ocultas de la ley económica en la tarea de la destrucción, y lo hace de una manera que sólo una persona entre mil es capaz de diagnosticarla” (Citado en “Ciencia y teoría económica” de Luis Pazos-Editorial Diana SA-México 1976).

La emisión monetaria excesiva presenta dos objetivos aparentes y contradictorios:

a) Lograr una mejor distribución de la riqueza.
b) Lograr un mejor control y dominio sobre la población por parte del Estado.

Respecto de las ventajas aparentes del incremento de los gastos públicos vía emisión excesiva de dinero, Luis Pazos escribió: “Al invertir y gastar dinero, el gobierno va aumentando la demanda efectiva y los fabricantes tendrán a quien vender. Al ver aumentadas sus ventas, los fabricantes aumentarán su producción, lo que traerá como consecuencia una ocupación mayor y una solución al problema del desempleo. Parece como si Keynes hubiera descubierto una solución muy sencilla que acaba con todos los problemas de la economía. Si eso fuera cierto, ya se hubiera acabado con la pobreza en los países subdesarrollados; pues la solución sería que el gobierno emitiera billetes, los repartieran y todos ejercieran su poder de compra, y al ver los productores la rápida venta de sus productos, produjeran más, con el consiguiente aumento en la ocupación de mano de obra”.

Es evidente que “la solución keynesiana” tiene una lógica aceptable, por lo que, en principio, no debería llegarse a una situación similar al de la secuencia antes mencionada. Si el método keynesiano, al menos como se entiende en la Argentina, fuera realmente eficaz, sería absurdo no aplicarlo, ya que no existe algo tan sencillo como imprimir papel moneda en grandes cantidades, y más aún, algo tan poco dificultoso como gastarlo.

Keynes sugería una emisión monetaria excesiva sólo en momentos en que debía ponerse en marcha una economía recesiva. En caso de continuar aplicando esta técnica en épocas normales, o no recesivas, el proceso produciría inflación. Es un caso similar al del médico que le aconseja comer con bastante sal a quien padece un decaimiento por baja presión arterial. Luego, le prohíbe la ingesta de excesiva sal por cuanto ello le provocará un alza de dicha presión que irá acompañada por posibles trastornos de la salud.

El sentido común nos indica que no puede haber soluciones mágicas para la economía, de ahí que el proceso inflacionario, en la mayoría de los países, se trata de evitar, por lo que habría que descartar que los especialistas a cargo de la economía argentina ignoren algo tan elemental. Descartando la posible ignorancia de los especialistas, queda entonces la segunda posibilidad; la utilización de la inflación como un camino indirecto hacia el logro del poder total por parte del grupo de dirigentes a cargo del gobierno. ¿En esto consistirá la expresión presidencial dirigida hacia sus seguidores, tal el elocuente “vamos por todo”?.

Es oportuno destacar que todo el espectro ideológico coincide en que la inflación destruye a la economía, al menos si consideramos el caso de Vladimir Lenin (representativo de la izquierda marxista), John M. Keynes (representativo del intervencionismo) y, finalmente, Milton Friedman (representativo de los economistas liberales). Tal coincidencia se debe a que los efectos de la inflación son aspectos observables de los cuales poco se duda.

Si la inflación nunca termina bien, y si alguien insiste en promoverla, seguramente lo hará para buscar algún tipo de ventaja personal o sectorial. No debemos olvidar aquellas expresiones de un ex Ministro de Economía chileno, en épocas de Salvador Allende, cuando reconoció en una entrevista que el deterioro económico del país (un malestar para la población) podía ser algo positivo para quienes ejercían el gobierno, por cuanto tal deterioro podía permitir aumentar el poder político. Robert Moss escribió:

“Después que llegó a ser Ministro de Economía, Carlos Matus dijo lo siguiente en una extraordinariamente franca entrevista al corresponsal de Der Spiegel: «Si se considera con criterio económico convencional, nos encontramos, en efecto, en estado de crisis. Si, por ejemplo, el anterior gobierno se hubiera encontrado en nuestra situación, hubiese sido su final….Pero lo que es crisis para algunos, para nosotros es solución». Lo que puede acreditársele a Matus es, por lo menos, su honradez. No es difícil interpretar su declaración. Es obvio que una crisis económica mayor le proporciona a cualquier gobierno el pretexto para atribuirse mayores poderes. Pocas democracias del mundo han sobrevivido a un periodo de inflación al estilo Weimar sin cambios políticos radicales. La elevada inflación y la escasez de alimentos proporcionaron a los partidos marxistas en Chile el pretexto para imponer un sistema de racionamiento que dio a los comités de vecinos –o Junta de Abastecimientos- considerable amplitud para vigilar las vidas de sus vecinos. No constituía sorpresa el que estos comités estuvieran dominados por el Partido Comunista. Al mismo tiempo, manteniendo bajos los salarios de los trabajadores especializados y profesionales en el momento de desatada la inflación, el gobierno podía debilitar a la clase media chilena”.

“El objetivo final no era una sociedad de mayor igualdad, ni siquiera una nueva forma de socialismo –ya que el gobierno de Allende estaba singularmente desinteresado en hacer experimentos con la participación de los trabajadores-, sino más bien la concentración del poder político en las manos de un estrecho grupo dirigente. En este sentido, una política económica que provocaba una serie de desastres económicos tenía sentido político. Al erosionar «las bases económicas de la burguesía» a través de la redistribución de la riqueza y el control estatal de las compañías privadas, los estrategas marxistas esperaban cambiar el equilibrio del poder dentro de la sociedad chilena. Al abusar de los poderes gubernativos para regular la economía, iniciaron una larga marcha a través de instituciones cuyo objetivo no era un mero «capitalismo estatal» (basado en el más anticuado modelo stalinista), sino un sistema político autoritario en el cual las libertades básicas –incluyendo el derecho de huelga- no existirían más. Quizás no toda la curiosa combinación de partidos que formaban la Unidad Popular compartía estas ideas; pero, gustárales o no, ésta era la dirección que seguía la política económica del gobierno”. (De “El experimento marxista chileno”-Editora Nacional Gabriela Mistral Ltda.-Santiago de Chile 1973).

En la Argentina, sin embargo, el modelo inflacionario propuesto por el gobierno recibió un fuerte apoyo electoral, por lo cual, resulta ser una actitud que va en contra de los propios intereses de los votantes, algo fuera del comportamiento racional que esperan los economistas de los seres humanos. En este caso debe sospecharse que el pueblo creyó en la palabra y supuso buenas intenciones de los gobernantes, quienes minimizaron los efectos del proceso inflacionario. Esta búsqueda de votos mediante el engaño nos hace recordar el comportamiento de ciertos insectos muy pequeños, como las garrapatas, que anestesian previamente a sus víctimas, los perros, para que su tarea de sacarles la sangre pase inadvertida.

En cuanto a las épocas de la segunda presidencia de Perón, Hugo Gambini escribió: “Sin combatir con armas reales el proceso inflacionario, el gobierno intentó detener su inevitable secuela inmediata: el alza de precios. Volvió la batalla contra el agio y la especulación, iniciada en 1946 con la famosa «campaña de los sesenta días», la que llevó esta vez a la cárcel a decenas de pequeños comerciantes. La mayoría de ellos eran almaceneros, a quienes aplicaron severos castigos que afectaban tanto sus intereses comerciales como sus derechos civiles” (De “Historia del peronismo”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2007).

El control de precios parte de la suposición de que el aumento de los mismos no se debe a la excesiva emisión monetaria, créditos a tasas reducidas, y otros medios promovidos desde el Estado, sino a la búsqueda perversa de mayores ganancias por parte de empresarios y comerciantes. En realidad, quien alguna vez vendió a un precio y tuvo que reponer mercaderías a un precio mayor (compensando la diferencia con sus propias reservas monetarias) trata de protegerse adoptando mayores márgenes de ganancias. Luego, la autoprotección casi no se distingue del afán de lograr mayores ganancias aún. Pero nunca debe olvidarse que tal comportamiento ha sido favorecido por la tendencia del Estado a gastar bastante más de lo aconsejable cayendo en la decisión de imprimir billetes en una forma irresponsable.

El kirchnerismo se ha caracterizado por buscar cada vez mayor poder político y económico. Las expropiaciones de las jubilaciones privadas y de varias empresas, la concentración de los medios masivos de comunicación, la centralización de los impuestos recibidos, que le permite repartir recursos del Estado con preferencia por los gobernadores adeptos, constituyen una evidente tendencia a la concentración absoluta del poder. Esto constituye una forma de totalitarismo (todo en el Estado) que tantas penurias produjo a lo largo y a lo ancho del mundo a través de la historia.

viernes, 1 de febrero de 2013

La división social desde lo moral

Por lo general se afirma que las diferencias irreconciliables entre sectores totalitarios y democráticos se deben a una cuestión de ideas, aunque, en realidad, se debe a una cuestión de moral, ya que las ideologías llevan implícitos fundamentos que respetan, o no, las normas éticas elementales. Es por ello que podemos renunciar a una idea si encontramos en ella algún error, pero resulta más difícil renunciar a una escala de valores personales que nos lleva a un comportamiento social que resulta ser una expresión de nuestra propia personalidad.

En el caso argentino, la división social que ha impuesto el kirchnerismo parece mantener una continuidad con la división creada por el peronismo desde mediados del siglo pasado. Puede observarse fácilmente que, tanto entre los adeptos al kirchnerismo, como al peronismo, se encuentran personas identificadas con la clase baja, media y alta, económicamente hablando, mientras que algo similar ocurre con el sector democrático, que rechaza drásticamente a tales movimientos. De ahí que el antagonismo emergente es esencialmente de orden moral. Respecto de los “dos países” que surgen desde la aparición del peronismo, Maria Zaldívar escribió:

“Desde entonces venimos poblando esos dos países con dos tipos de ciudadanos distintos pero ambos sin compromisos mutuos ni recíprocos cuya única coincidencia es el territorio que comparten. El proyecto de nación se extingue en la frontera, constituida tan sólo en accidente geográfico pues los habitantes que contiene aspiran a sociedades distintas, persiguen objetivos distintos y distintos son los valores que inspiran a unos y otros, los que alientan el esfuerzo personal, la capacitación y el respeto, y los otros, que se inclinan por el asistencialismo gubernamental. Por eso, cada año que pasa, menos se reconoce un grupo en el otro y mayores son sus discrepancias”.

Mientras que los dirigentes totalitarios requieren de algún enemigo, real o imaginario, al que se pueda invocar permanentemente, ocurre algo muy distinto en los sectores democráticos, ya que por lo general se restringen a buscar soluciones a los problemas que aquejan a la sociedad. Es un caso similar al del ámbito del fútbol, en donde encontramos grupos que se apasionan descargando sus emociones negativas en un rival, mientras que otros sectores acuden a las canchas para participar de un espectáculo deportivo, exclusivamente.

Hace algunos años, una emisora de televisión ubicó una cámara y un micrófono abiertos para que los hinchas expresaran lo que sentían después del partido. Como siempre, los adherentes al equipo perdedor pocas ganas tenían de hacer declaraciones, mientras que la mayor parte de los que hablaban eufóricos por el triunfo coincidían en emitir burlas, difamaciones, degradaciones, insultos y todo tipo de expresiones agresivas hacia el rival derrotado deportivamente. Esta actitud se parece bastante a la mostrada por los sectores totalitarios, cuyas consignas dejarían de tener sentido si desapareciera el rival, o el enemigo político. Podemos mostrar, como ejemplo de actitud hostil hacia el “enemigo”, a una serie de expresiones públicas emitidas por Juan D. Perón:

“El día que se lancen a colgar, yo estaré del lado de los que cuelgan” (2-8-46)
“Entregaré unos metros de piola a cada descamisado y veremos quien cuelga a quien” (13-8-46)
“A mí me van a matar peleando” (13-8-46)
“Con un fusil o con un cuchillo, a matar al que se encuentre” (24-6-47)
“Esa paz tengo que imponerla yo a la fuerza” (23-8-47)
“Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (8-9-47)
“Vamos a salir a la calle de una sola vez para que no vuelvan nunca más ellos ni los hijos de ellos” (8-6-51)
“Distribuiremos alambre de enfardar para colgar a nuestros enemigos” (31-8-51)
“Para el caso de un atentado al presidente de la Nación….hay que contestar con miles de atentados” (Plan político Año 1952)
“Se lo deja cesante y se lo exonera…por la simple causa de ser un hombre que no comparte las ideas del gobierno; eso es suficiente” (3era. Conferencia de Gobernadores, pág. 177).
“Vamos a tener que volver a la época de andar con alambre de fardo en el bolsillo” (16-4-53, horas antes del incendio de la Casa del Pueblo, la Casa Radical, la sede del Partido Demócrata Nacional y el Jockey Club)
“Leña…leña….Eso de la leña que ustedes aconsejan, ¿por qué no empiezan ustedes a darla?” (16-4-53)
“Hay que buscar a esos agentes y donde se encuentren colgarlos de un árbol” (16-4-53)
“Compañeros: cuando haya que quemar, voy a salir yo a la cabeza de ustedes a quemar. Pero entonces, si eso fuera necesario, la historia recordará la más grande hoguera que haya encendido la humanidad hasta nuestros días. Los que creen que nos cansaremos se equivocan. Nosotros tenemos cuerda para cien años” (7-5-53)
“A unos se los conduce con la persuasión y el ejemplo; a otros con la policía” (15/5/53)
“Aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden contra las autoridades….puede ser muerto por cualquier argentino. Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra los que ejecutan, sino también contra los que conspiren o inciten” (31-8-55)
“Y cuando uno de los nuestros caigan, caerán cinco de ellos” (31-8-55)
“Que sepan que esta lucha que iniciamos no ha de terminar hasta que no los hayamos aniquilado y aplastado” (31-8-55)
“Nuestra nación necesita paz y tranquilidad….y eso lo hemos de conseguir persuadiendo, y si no a palos” (31-8-55)
“Veremos si con esta demostración nuestros adversarios y nuestros enemigos comprenden. Si no lo hacen, ¡pobres de ellos!” (31-8-55)
“Yo pido al pueblo que sea él también un custodio del orden. Si cree que lo puede hacer, que tome las medidas más violentas contra los alteradores del orden” (31-8-55)
“¡Al enemigo, ni justicia!” (Memorando para el Dr. Subiza)
“¡Ahh…si yo hubiese previsto lo que iba a pasar…entonces sí: hubiera fusilado al medio millón, o a un millón, si era necesario. Tal vez ahora eso se produzca” (9-5-70)
“Si yo tuviera 50 años menos, no sería incomprensible que anduviera ahora colocando bombas o tomando la justicia por mi propia mano” (30-12-72) (Extractos del Diario “La Nación”, Domingo 4 de Marzo de 1973, página 11)
En cuanto al asesino serial conocido como el Che Guevara (216 asesinatos con su propia arma, ninguno en combate); Perón expresó: “Hoy ha caído en la lucha, como un héroe, la figura joven más extraordinaria que ha dado la revolución en Latinoamérica; ha muerto el comandante Ernesto Che Guevara” (24-10-67) (Citado en “Peronismo demoliciones”-Maria Zaldívar-Edivérn-Buenos Aires 2010).

El prestigioso político británico Winston Churchill expresó: “Perón es el único soldado que ha quemado su bandera y el único católico que ha quemado sus iglesias”. Recordemos que por esos hechos, y otros aún más graves, fue excomulgado por el Papa y fue expulsado del Ejército Argentino por una Junta de Generales. Que haya incendiado una bandera o haya promovido la quema de iglesias, resulta ser una acción consecuente con varios de sus discursos, por lo cual tales decisiones no deben extrañar demasiado.

Puede sintetizarse el paso del desarrollo al subdesarrollo, como una tendencia argentina a imitar a los países menos exitosos, a reeditar las peores épocas del país y a elegir a los peores gobernantes posibles. Maria Zaldívar escribió: “¿Qué le habrá pasado a la sociedad argentina? Entró en el siglo XIX teniendo a Europa de modelo; inició el XX incorporando experiencias y hasta instituciones de los Estados Unidos, un adelantado en la defensa de la libertad, y se asomó al siglo XXI emulando a la Venezuela del dictador Hugo Chávez”, mientras que en el prólogo del mencionado libro, Álvaro Vargas Llosa escribió: “Los argentinos pagaron un precio horrendo por haber irrespetado las ideas e instituciones que alguna vez hicieron de ellos la vanguardia cultural de América. En tal virtud, su rebelión contra la civilización que parecían haber alcanzado de forma definitiva fue un acto no de iconoclasia –de herejía saludable y modernizadora- sino de idiotez. El resultado es eso que vemos a diario: un país autodestructivo que en lugar de inventar la riqueza la dilapida, que en vez de ir en pos del éxito abraza la derrota con orgullo provinciano, que ha elegido como modelo a los peores de la clase”.

Otros de los rasgos distintivos de la actitud totalitaria es la búsqueda permanente de venganza; una de las razones por la que, desde el Poder Ejecutivo, se busca someter a los otros poderes del Estado. La citada autora escribió: “En 1951 [Perón] estableció la ley del «estado de guerra interno» con lo cual la competencia de la justicia militar alcanzó a la población civil. Decenas de años después, Néstor Kirchner haría exactamente lo mismo pero de signo contrario: aplicaría la legislación ordinaria para juzgar delitos de competencia militar. La trampa, en ambos casos, estuvo en arrancar a los perseguidos políticos de turno del ámbito de sus jueces naturales y hacerlos comparecer frente a la justicia adicta y bajo una legislación que, a priori, los condenara. A los civiles, Perón les aplicó la justicia militar y Kirchner hizo al revés con los militares”.

Los países guiados por el populismo adoptan por lo general estrategias de tipo económico un tanto similares a las que podemos encontrar en algunas familias destinadas, por sus propias decisiones, a vivir en la pobreza de una manera u otra, tal el caso de quienes descuidan lo que tienen, no piensan en el futuro y gastan todo lo posible en el presente. Este parece ser el caso del kirchnerismo, ya que ha descuidado lo que viene del pasado, dejando sin efecto todo gasto de mantenimiento (los barcos militares se hunden, los trenes de pasajeros no frenan, etc.). También ha descuidado el futuro desalentando las inversiones (pérdida del autoabastecimiento energético, fuga de capitales ante el temor a las expropiaciones, etc.), mientras que ha potenciado el consumo en el presente, incluso a través de los “billetes para todos” que se imprimen en grandes cantidades y que, por ello, son la causa principal de la inflación.