Es compatible con los resultados de la ciencia experimental la afirmación de que todo lo existente está regido por alguna forma de ley natural. De ahí que podamos decir que existe cierto orden natural al cual nos debemos adaptar. En el caso del ser humano, al estar también regido por leyes naturales (las que estudia la psicología, la neurociencia y otras ramas de la ciencia) se puede suponer que le ha de ser posible conformar cierto orden social emergente a partir de su libre accionar. En este caso podemos hablar de un orden social espontáneo, mientras que, si los hombres actúan bajo la coerción y la dominación de otros hombres, puede decirse que se ha establecido un orden social inducido.
Una de las formas de describir el antagonismo entre liberalismo y marxismo consiste en considerar que el primero presupone la existencia de un orden social (o económico) que se da en forma espontánea, tal el proceso del mercado, mientras que para el segundo no existe tal espontaneidad y, por lo tanto, habría de ser también un orden impuesto por el hombre. Al orden espontáneo podemos también denominarlo “natural”, mientras que al orden inducido podemos denominarlo “artificial”. Luego, para la ciencia económica sólo tiene sentido la descripción de un orden espontáneo quedando fuera de la misma todo tipo de ordenamiento inducido por el hombre, mientras que el marxismo, por el contrario, reclama legitimidad para su ordenamiento propuesto (el socialismo) aduciendo que no existe tal cosa como un orden espontáneo o natural.
Un orden social espontáneo se da en todos los casos en que seres vivientes se comunican y que, además, poseen atributos individuales adecuados para dicha interacción. De ahí que podamos hablar de la sociedad de las hormigas o de las abejas. Nadie hizo un diseño especial de un hormiguero, o de una colmena, sino que tales ordenamientos espontáneos surgieron a partir de la existencia de atributos individuales y de la interacción libre entre los distintos componentes del grupo. Francis Fukuyama escribió: “Pero la noción de orden espontáneo no es exclusiva de la economía. A partir de Darwin, los científicos han llegado a la conclusión de que el alto grado de orden que se encuentra en el mundo biológico no fue creado por Dios o por algún creador, sino que surgió a partir de la interacción de unidades mucho más simples”.
“Un enjambre de abejas presenta una conducta compleja que no es controlada ni por la reina ni por ninguna de las abejas; es algo generado por cada una de las abejas, en forma individual, siguiendo normas de comportamiento bastante simples (por ejemplo, volar hacia las flores en busca de néctar, evitar chocar contra algún obstáculo, mantenerse cerca de otras abejas, y así sucesivamente”.
“Los elaborados montículos que conforman los nidos de las termitas africanas, más altos que un ser humano y equipados con sus propios sistemas de climatización, no partieron de un proceso de diseño especifico realizado por «alguien» y mucho menos por estas criaturas tan simples, desde el punto de vista neurológico, que los han construido. Y así, sucesivamente, en todo el mundo natural se va creando un orden a través de un proceso ciego e irracional de la evolución y la selección natural” (De “La gran ruptura”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1999).
Por otra parte, Bert Hölldobler y Edward O. Wilson escriben: “Empezamos con una explicación de por qué las hormigas han tenido un éxito tan sorprendente. La razón, aducimos, es el poder abrumador y rápidamente aplicado que surge de la cooperación de los miembros de la colonia. La acción combinada a este nivel de eficiencia es posible por el desarrollo avanzado de la comunicación química: la liberación de una mezcolanza de sustancias desde diferentes partes del cuerpo que son probadas y olfateadas por las compañeras del hormiguero y que evocan en ellas, según sean las sustancias liberadas y las circunstancias del momento, respectivamente alarma, atracción, cuidados, ofrecimiento de comida y otras muchas actividades. Las hormigas, como los seres humanos, para decirlo en pocas palabras, tienen éxito porque hablan muy bien”.
“La colonia es la unidad que da sentido a la vida de las hormigas. La lealtad que le profesan las obreras es casi total. Quizá, como resultado, el conflicto organizado entre colonias de la misma especie es mucho más frecuente que la guerra entre seres humanos” (De “Viaje a las hormigas”-Grijalbo Mondadori SA-Barcelona 1996).
En el caso del hombre, no solamente se conforma un orden social espontáneo en el proceso del mercado, sino también en el caso del lenguaje, de la propia ciencia experimental, de la cultura y en otros aspectos vinculados con el proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural. Que un proceso sea “ordenado, natural y espontáneo”, no significa que su resultado sea el esperado, por cuanto sólo responderá a nuestras expectativas en cuanto exista una previa adaptación al mismo. Así, si el hombre dispone de suficiente libertad para producir bienes económicos y para realizar intercambios de los mismos, se requiere también que trabaje lo suficiente, que no haga “trampas”, que emplee al máximo su capacidad intelectual, etc. De lo contrario, el orden espontáneo será de poca utilidad. Milton y Rose Friedman escribieron:
“Las estructuras producidas por el intercambio voluntario, tanto si se trata del lenguaje como de los descubrimientos científicos, los estilos musicales o los sistemas económicos, desarrollan una vida propia. Son capaces de tomar varias formas distintas bajo diversas circunstancias. El intercambio voluntario puede dar lugar a la uniformidad en algunos aspectos y, simultáneamente, diversidad en otros. Se trata de un sutil proceso cuyos principios generales de funcionamiento se pueden comprender sin demasiada dificultad, pero cuyos resultados detallados pocas veces se pueden prever” (De “Libertad de elegir”-Ediciones Grijalbo SA-Barcelona 1980).
A partir de la clasificación previa de órdenes sociales espontáneos e inducidos, puede darse sentido a otros puntos de divergencia entre liberalismo y socialismo. Uno de ellos es el del relativismo cultural, al que están estrechamente vinculados el relativismo moral y el cognitivo. Si se supone que no existen leyes naturales objetivas, ni tampoco un subyacente orden natural, implica que todo tipo de orden social inducido tiene tanta legitimidad como cualquier otro. Sin embargo, resulta que los ordenamientos inducidos no producen buenos resultados ya que por lo general resultan incompatibles con la naturaleza humana. Francis Fukuyama escribió:
“El relativismo cultural es la convicción de que las normas culturales son arbitrarias, es decir, productos fabricados por las diferentes sociedades (o grupos dentro de esas sociedades) y que no existen estándares universales de moralidad ni nada que nos permita juzgar las normas y reglas de otras culturas. La idea de la relatividad de los valores es algo que hoy se inculca en todo niño de edad escolar y se encuentra profundamente arraigada en la sociedad estadounidense”.
El socialismo resulta ser una sociedad cuyo vínculo de unión entre los hombres es el trabajo, a través de los medios de producción compartidos, requiriendo del altruismo de sus integrantes para funcionar adecuadamente. El altruismo implica el sacrificio personal en beneficio de la sociedad. La sociedad ha de ser la que ha de perdurar a través del tiempo sin importar la suerte de los individuos que la componen, tal los lineamientos básicos del colectivismo. El socialismo, en realidad, se asemeja más a una sociedad de hormigas que a una sociedad humana, por cuanto en ésta el vínculo de unión entre los hombres radica en una actitud cooperativa por la cual compartimos las penas y las alegrías de nuestros semejantes. Bert Hölldobler y Edward O. Wilson escriben: “Según nuestra opinión, la ventaja competitiva que llevó al auge de las hormigas como grupo dominante a escala mundial es su existencia colonial, muy desarrollada y con capacidad de sacrificio. Parece que el socialismo funciona realmente en determinadas circunstancias. Sólo que Karl Marx se equivocó de especie”.
Adviértase la diferencia esencial entre cristianismo y marxismo; para el cristianismo, el individuo “éticamente correcto”, el que ama al prójimo como a sí mismo, es el que posee los atributos necesarios para lograr la sociedad ideal, el Reino de Dios, que es un ordenamiento espontáneo del hombre que habrá de surgir a partir de la preponderancia de atributos adecuados para lograr una óptima adaptación al orden natural. El marxismo propone, por el contrario, una sociedad similar a un hormiguero.
Mientras que, para la ciencia, existe una similar participación de herencia y de influencia social en cuanto al comportamiento del hombre, para el marxismo, éste actuaría principalmente por influencia. De ahí que el hombre (Marx en este caso) habría de ser quien diseña una sociedad artificial a la cual los individuos se habrían de adaptar mediante la sostenida repetición de dogmas y consignas. En unas pocas generaciones habría de emerger el “el hombre nuevo”, el “hombre soviético”, hecho a imagen y semejanza de lo que Marx diseñó (el “hombre-hormiga”).
La ciencia tiene como objetivo la descripción de leyes naturales, de ahí la universalidad de sus resultados, mientras que el marxismo, por el contrario, supone que la labor del hombre consiste en diseñar sociedades para ser impuestas al resto de los hombres mediante las armas, o bien por la mentira y la propaganda, lo que resulta ser una actitud anticientífica. Es decir, el marxismo no es una postura científica errónea, sino que es una postura anticientífica.
Para un aprovechamiento óptimo de la potencialidad de los sistemas sociales de orden espontáneo, es necesario el libre acceso de todo individuo como su libertad de pensamiento y de acción. Por el contrario, para la “plena adaptación” del individuo a los sistemas de orden inducido se requiere una obediencia ciega a lo decretado por los planificadores. La diferencia entre socialismo teórico y práctico puede asociarse a la siguiente expresión atribuida a León Trotsky: “El anterior lema «el que no trabaja no come» se ha cambiado por «el que no obedece no come»”. Finalmente podemos hacer una síntesis del antagonismo entre lo que resulta compatible con la ciencia y lo que resulta compatible con el marxismo:
a) Orden social espontáneo vs. orden social inducido
b) Amor vs. altruismo
c) Vínculo de unión afectivo vs. vínculo de unión material
d) Individualismo vs. colectivismo
e) Sociedad humana vs. sociedad de hormigas
f) Absolutismo cultural vs. relativismo cultural
g) Acción por herencia biológica e influencia social vs. acción por influencia social
h) Libertad de pensamiento y acción vs. obediencia a la autoridad
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