lunes, 30 de marzo de 2015

Recopilación de artículos

Religión natural en la siguiente dirección:

http://religionnatural.blogspot.com


Contenido

Cristianismo primitivo y antiguo
La revolución interior
Libre examen y subversión
Del Dios Padre al Estado paternalista
Tradicionalistas vs. progresistas en la Iglesia
Iglesia vs. evolucionismo
La actitud religiosa óptima
Fe sobrenatural vs. razón natural
La libertad religiosa y sus excesos
Spinoza y la religión
La Iglesia y sus cambios
Spinoza; política y religión
Jesuitas; ignacistas vs. liberacionistas
El anticapitalismo clerical
Lo sobrenatural y las ciencias sociales
La Iglesia de la discriminación social
La dignidad sacerdotal
Ciencias sociales vs. religión
Pecados y pecadores
Naturalismo vs. sobrenaturalismo
La lucha antirreligiosa
El Anticristo
Profecías y milagros
Cristianismo y arquetipo social
Religión y antagonismos
Hacia una teocracia directa
La religión de la evolución
La teología de la liberación
Iglesia y democracia económica
La lucha entre el Bien y el Mal
Cultura occidental y pensamiento cristiano Acerca de las creencias
Deísmo vs. teísmo
La ética universal como prioridad de la religión
La conversión religiosa
Visión católica y protestante de la pobreza
Herejes e infieles
Religión; entre la ciencia y el paganismo
La separación entre Iglesia y Estado
Las actitudes religiosas
La postura cambiante de la Iglesia
El Papa argentino
Naturaleza humana y religión universal
La religión universal
Los científicos y la religión
El Reino de Dios vs. el Reino del hombre
Acerca del ateísmo
Acerca del catolicismo


Ética natural en la siguiente dirección:

http://eticanatural2015.blogspot.com.ar

Contenido:

Balance entre deberes y derechos
Deducciones éticas desde la Psicología Social
Lo moral y lo legal
Éticas de la felicidad y de las otras
Éticas y objetivos
Moral y costumbres
Las neuronas espejo
Amor y empatía
Ideología para el siglo XXI
Entre el deontologismo y el utilitarismo
Acerca de la ética
La ética universal como prioridad de la religión
La moral social
Acerca de la felicidad
La automutilación espiritual
El Bien y la Verdad
Moral individual y social
Amor vs. altruismo
Lo que es y lo que debería ser
Entre la finalidad y el nihilismo
Las dimensiones del hombre


domingo, 29 de marzo de 2015

El existencialismo en síntesis

Por lo general, cuando se trata de reducir una gran variedad de pensamientos a unos pocos principios simples, se tiene la sensación de que, en cierta forma, se ha mutilado una gran parte de la información. Este es el precio que pagamos al hacer comprensible lo que antes aparentaba ser una enorme masa de ideas sin coherencia alguna. En forma semejante al científico que establece una teoría unificadora encontrando vínculos antes no previstos, el historiador de la filosofía establece una síntesis que permite advertir lo que antes estaba oculto a la vista del no especialista.

En este caso nos introduciremos en el complejo mundo de la filosofía existencial para encontrarle algún sentido, ya que todo pensamiento que rehuye a la ciencia y a la lógica resulta incomprensible para el individuo común. Aunque por ello no debería hacerse mayor problema, ya que una cosa implica renunciar a conocer algunos aspectos del mundo real, y otra muy distinta implica renunciar a conocer los intrincados pensamientos subjetivos de algunos de los tantos seres humanos que pueblan el planeta.

El historiador de la filosofía Tristán D’Athayde ha establecido una síntesis constituida por doce puntos principales, que son los siguientes:

1. Primacía de la existencia sobre la esencia,
2. de lo concreto sobre lo abstracto,
3. de lo particular sobre lo general,
4. de la acción sobre el pensamiento,
5. de la presencia sobre la ausencia,
6. del temperamento sobre la razón,
7. de lo indefinido sobre lo definido,
8. del arte sobre la ciencia y la filosofía,
9. del absurdo sobre la lógica,
10. de lo temporal sobre lo eterno,
11. de la angustia sobre la paz,
12. de lo contingente sobre lo necesario.
(De “El existencialismo, filosofía de nuestro tiempo”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1949).

Quienes han adoptado un pensamiento compatible con la ciencia experimental, encontrarán que la actitud existencialista no podrá ser fácilmente comprendida, pudiendo considerarse como una curiosidad del pensamiento humano incapaz de ofrecer al hombre la posibilidad de indagar al mundo real en la forma en que aquélla lo hace. Albert Camus inicia su libro “El mito de Sísifo” mediante la siguiente expresión: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena ser vivida es responder la pregunta fundamental de la filosofía”. “Una razón para vivir es, al mismo tiempo, una excelente razón para morir”. Richard Appignanesi escribe al respecto: “Surge este planteo: la vida, ¿debe tener un significado para ser vivida? Él deduce que no, y en vista del absurdo, «será vivida mejor si carece de significado»” (De “Existencialismo para principiantes”-Era Naciente-Buenos Aires 2002).

Mientras que la mayor parte de los hombres busca un sentido para sus vidas y sufre si no lo encuentra, la actitud existencialista considera el sinsentido como un atractivo de la vida. Mientras que desde la postura científica se trata de encontrar un sentido objetivo, impuesto por el orden natural, el existencialista tiende a rechazar esta posibilidad. En cuanto a los doce puntos anteriores, se mencionarán algunos comentarios de su autor:

1. Primacía de la existencia sobre la esencia: “La filosofía tradicional ha vacilado siempre entre la primacía de la esencia y de la existencia. El «esencialismo», como se le ha llamado, ha tenido en rigor su representante más cabal en el origen de nuestra tradición occidental”. “Platón es el filósofo del esencialismo integral. Está en el extremo opuesto al existencialismo. Para conocer este último el mejor medio consistiría en definir la filosofía platónica y adoptar todas sus tesis a la inversa….si el existencialismo fuera lógico. Pero es precisamente ilógico o meta-lógico y por este medio no se llegará a definirlo, en cuanto sea posible definir una filosofía de lo indefinido”.

2. Primacía de lo concreto sobre lo abstracto: “La marcha normal de la tradición filosófica consistía en el ascenso de lo concreto a lo abstracto. La filosofía era la ciencia de las realidades abstractas. Pero ¿de qué se abstraían? De lo concreto. Lo concreto era el punto de partida”. “El filósofo ha sido siempre aquel que especula con abstracciones. Es justamente por haber especulado demasiado con ellas que nos encontramos hoy en presencia de la insurrección existencialista. El existencialismo es la rebelión contra el abuso del esencialismo. Pero es la rebelión de un sentimiento que no ha sabido contenerse y que se ha dejado ir al extremo opuesto”.

3. Primacía de lo particular sobre lo general: “La existencia es la particularización de lo general. Es su encarnación en un ser particular. Es el pasaje de «la» mesa a «esta» mesa”. “Se comprende fácilmente que un mundo existencialista llegará a conflictos insolubles por la supresión de todas las jerarquías de valores entre los existentes. Si la existencia da una primacía absoluta, nada puede limitarla. Su moral es, nuevamente, el derecho del más fuerte o del más afortunado. Cada cosa y cada persona tiene derecho a todo”.

4. Primacía de la acción sobre el pensamiento: “El existencialismo es una filosofía de la acción y aun del activismo. Para el existencialismo, el hombre ha sido lanzado a la vida sin saber de dónde viene ni a qué fin va. El sentimiento que lo oprime es, por consiguiente, la angustia, la desesperación, y la náusea. El hombre se encuentra en plena corriente. No puede remontarla. No sabe dónde concluye. Ignora la razón de esta marcha en la sombra del misterio. Lógicamente, esta concepción debía desembocar en la desesperación. Y aun en el suicidio”. “Por consiguiente, el pensamiento obedece a la acción y no la acción al pensamiento. El siglo de la técnica tiene necesidad de una filosofía del homo faber y no del homo sapiens”.

5. Primacía de la presencia sobre la ausencia: “El existencialismo es la filosofía del eterno presente. Lo que debe pensarse es la existencia. Lo que debe cultivarse es la acción. Lo que debe poseerse es el presente. El pasado y el porvenir son ausencias, y no puntos de partida y puntos de llegada”. “Es preciso vivir la hora. El hombre pertenece al momento o no es. Es preciso vivir «los tiempos modernos». Hay que amar su tiempo. Hay que vivirlo hasta el fin. Sin retenerlo. Dejándolo pasar. Ya que fluir es condición del eterno presente. Y el existencialismo exige a la filosofía y al arte eternizar el momento presente”.

6. Primacía del temperamento sobre la razón: “El existencialismo hace un llamado a todo hombre. Quiere afirmarse como un nuevo humanismo. Es al hombre que desea defender contra las potencias colectivas”. “El subjetivismo existencialista rechaza el culto de la razón, pero cae en el culto del instinto. El valor que coloca a la cabeza es la libertad. Podría decirse, el único valor. «Mi libertad es el único fundamento de los valores, y nada, absolutamente nada, justifica el adoptar tal o cual valor, tal o cual escala de valores» (El ser y la nada)”.

7. Primacía de lo indefinido sobre lo definido: “Para el existencialismo, la definición, lejos de ser un medio para mejor conocer, es una forma de oscurecer. Conocer, para él, es lo contrario. Es volverse indefinido; o mejor, conservar los seres en su no definición natural, ya que definir es abstraer, y abstraer es romper la organicidad natural de la existencia”. “Esta posición contra la definición muestra, como siempre, las dos caras del existencialismo: la que representa una reacción contra errores anteriores y la que se lanza a nuevos absurdos”.

8. Primacía del arte sobre la ciencia y la filosofía: “Es un hecho que todos los existencialistas se rehúsan a presentar su filosofía bajo la forma de un sistema coherente”. “La ciencia y la filosofía nos presentan la imagen de lo general. Las leyes que tratan de descubrir en la realidad, los principios que tratan de establecer, son siempre generalidades. No hay ciencia ni filosofía que no sea de lo general, diría el pensamiento tradicional. Pero hay, agregaría, un dominio especial reservado al conocimiento de lo particular. Es el del arte. Si no hay más ciencia que de lo universal, no hay más arte que de lo particular”. “El existencialismo quiere ser un subjetivismo absoluto, y no un individualismo opinante o escéptico. Es un dogmatismo a la inversa”.

9. Primacía del absurdo sobre la lógica: “El mundo es irracional. Irracional antológicamente, dice Sartre. Irracional en sus relaciones con nuestros pensamientos, dice Camus. Pero todos los existencialistas están de acuerdo sobre esta perspectiva del mundo. El mundo se nos escapa. El mundo no tiene sentido. Lo real es lo contradictorio. La vida es una fuerza ciega que nos lleva a la nada. El hombre no puede vencer al mundo. El mundo se burla del hombre. Entre el hombre y el mundo hay una barrera infranqueable”.

10. Primacía de lo temporal sobre lo eterno: “Este axioma, evidentemente, no puede ser tomado en el mismo sentido por los existencialistas ateos que por los existencialistas cristianos. Para estos últimos, la angustia ante esta condenación a lo temporal se desvanece en presencia de las perspectivas sobrenaturales que nos abre la fe”. “Para el existencialismo ateo esta temporalidad es suprema. Es él quien, con todo rigor, acepta integralmente este axioma”. “El mundo no conoce la elección. El hombre, por el contrario, se afirma en la responsabilidad y en la elección. El hombre se hace. En él la eternidad y la temporalidad se fusionan para realizar un absoluto. El hombre es dios”.

11. Primacía de la angustia sobre la paz: “Las filosofías racionalistas estaban todas fundadas en la compatibilidad del hombre con el universo. Esa compatibilidad había llegado, con Hegel, a su punto extremo, por la equiparación absoluta entre el pensamiento y lo real”. “Kierkegaard rompe con esta tradición filosófica, y se coloca en un punto de vista opuesto. Lo existente se caracteriza por la desesperación y la angustia; por tanto, por una profunda incompatibilidad con el universo creado. Existir es, necesariamente, sufrir la desesperación y la angustia”.

12. Primacía de lo contingente sobre lo necesario: “Para Sartre, el hombre es pura gratuidad. Lo único absoluto es la contingencia. Esta contingencia absorbe la libertad que colocaba como valor supremo”. “El hombre no puede liberarse de la contingencia. Luego, él es necesidad para ella. Y la primacía de la contingencia se resuelve, como era fatal, en el absoluto dominio de la más ciega necesidad. El hombre «libre» del existencialismo es un esclavo”. “Todo está librado al azar”. “La contingencia es lo absoluto”

sábado, 28 de marzo de 2015

Existencialismo y crisis

Puede considerarse que las distintas posturas filosóficas adoptadas son visiones complementarias de la realidad análogas a las fotografías que, tomadas desde distintos ángulos, dan una imagen veraz de cierto paisaje. Esta es la postura optimista de la filosofía, ya que, en principio, se acepta la posible validez de tendencias, en apariencia, antagónicas. La actitud pesimista, por el contrario, supone que gran parte de la filosofía es esencialmente errónea.

A las ramas humanistas de la ciencia se les puede asociar la actitud optimista anterior y considerar que el hombre es descrito desde varios “ángulos” por la psicología, la sociología, la psicología social, la antropología, etc. Estas visiones complementarias pueden ayudar a establecer una descripción cercana a la realidad. De todas las perspectivas posibles, se distinguen las que toman como punto de partida al individuo y las que parten desde la sociedad.

La idea de la complementariedad de visiones puede ayudar a vencer cierta dificultad que se presenta a quienes tienen formada una concepción del mundo y les cuesta bastante comprender posturas muy distintas a la propia. Nos cuesta aceptar posturas filosóficas ajenas de la misma forma en que nos cuesta comprender la vida emprendida por personas con gustos y creencias muy distintas a las nuestras. Existe, por lo tanto, cierta empatía intelectual, que implica ubicarnos imaginariamente en el pensamiento ajeno. Un amigo de Kant escribió sobre el filósofo: “Precisamente en una época de mayor madurez y fuerza intelectual, cuando estaba trabajando en la filosofía crítica, nada le era más difícil que pensar en el sistema de otro. Le costaba supremos esfuerzos comprender los escritos siquiera de sus oponentes, pues le era imposible apartarse, por poco tiempo que fuera, de su sistema original de pensamiento” (Citado en “Los filósofos y sus vidas” de Ben-Ami Scharfstein-Ediciones Cátedra SA-Madrid 1984).

Puede decirse que, en principio, existen tantas filosofías como filósofos hay. Hay filosofías prácticas y otras descriptivas. Las hay constituidas como sistemas formales y otras que sólo adoptan principios implícitos. Hay filosofías objetivas y otras predominantemente subjetivas. En algunas se busca “lo que el hombre debe ser” y otras apuntan hacia “lo que el hombre es”.

Algunos autores describen al filósofo existencialista como un “actor”, mientras que los demás filósofos serían “espectadores” del mundo. En unos predomina la necesidad imperiosa de conocimientos para resolver sus problemas personales, mientras que en los otros predomina una “saludable curiosidad intelectual”. Sin embargo, en casos como el de Baruch de Spinoza, en que el filósofo establece una “ética demostrada según el orden geométrico”, siendo la descripción filosófica más formalizada que se haya realizado, puede decirse que surge como una necesidad de encontrar respuestas para su propia vida. Pero esas respuestas habrán de ser generales y de interés para todos los hombres.

Se considera al existencialismo como una postura emergente en épocas de crisis, en las que el hombre se siente decepcionado ante las visiones vigentes sobre el mundo. Tuvo aceptación en la Europa del siglo XX, que padeció las dos grandes Guerras Mundiales y los totalitarismos. No sólo se dice que el existencialismo es la filosofía de la crisis, sino también que es la crisis de la filosofía. Norberto Bobbio escribió: “Cuando la crisis cunde, hay entre las actitudes espirituales una que pretende presentarse como la única válida y legítima: es la actitud de aquel que renuncia a la autoridad y acepta el desorden, echándose encima la crisis como una carga que hay que llevar hasta quedar aniquilado, como una pena que hay que aceptar hasta la destrucción de nosotros mismos; aquel que, en resumidas cuentas, hace de la crisis no el objeto de una reprobación, ni un trampolín para un salto hacia delante, sino su propio destino, su último refugio, y encuentra en esta degradación su complacencia y casi una exaltación de su propia falta de sostén. Toda una experiencia cultural, nueva, difundida particularmente en la poesía y en el arte, ha expresado en las formas más diversas y visibles esta actitud de autodenigración, formas ora altamente sugestivas ora polémicamente audaces; la misma dio origen, a fines del siglo pasado (XIX) y a comienzos de éste, a un gusto y a un hábito que tanto partidarios como adversarios –los unos con aire de desafío, los otros con propósito de escarnio- han bautizado con el nombre que después han reconocido para aceptarlo o para cambiarlo: decadentismo”.

“El decadentismo, pues, ya en los umbrales de su disolución, ha encontrado el camino para su afirmación teórica. Este camino es el existencialismo, el cual se presenta como aquella filosofía que, consciente y abiertamente, a la esperanza opone la desesperación, a la consecución de la meta el naufragio final, a la continuidad del ser la quiebra entre ser y existencia, a la coherencia del pensamiento racional lo inconsecuente y huidizo de un estado de ánimo, al gozo inefable frente al ser la angustia frente a la nada, en suma a la fe en el espíritu creador del hombre, que es propia del idealismo y del positivismo, la incredulidad y la voluntad de destrucción” (De “El existencialismo”-Fondo de Cultura Económica-México 1958).

Un sistema descriptivo general, basado en el conocimiento de leyes naturales, deja de lado lo que no es común a todos los hombres; lo subjetivo. Y ahí se encuentra el lugar para la actitud existencialista; como un complemento a las descripciones objetivas. Pietro Chiodi escribió: “Inobjetabilidad, imposibilidad de ser generalizado, finitud y negatividad son, pues, los caracteres fundamentales que la existencia asume en una problemática existencialista” (De “El pensamiento existencialista”).

Muchas veces, la actitud subjetiva se opone a la actitud objetiva, en vez de aceptar la posible validez de ambas. E. Paolo Lamanna escribió:”El espíritu del sistema pretende instaurar una verdad pública, igual para todos, y por ello mismo no válida verdaderamente para ninguno, porque cada uno necesita su verdad, la que justamente él alcanza en lo íntimo de su incomparable experiencia personal. El espíritu de sistema pretende extender sobre toda la realidad una luminosidad meridiana, mientras que el alma sólo discierne la verdad en medio de las tinieblas de la noche que lleva dentro de sí” (De “La filosofía del siglo XX”-Librería Hachette SA-Buenos Aires 1981).

Sören Kierkegaard, el primer filósofo existencialista, reacciona contra el sistema filosófico propuesto por Georg Hegel. Su pensamiento al respecto ha sido sintetizado por Matthew Stewart, quien se ubica imaginariamente en la postura de Kierkegaard y escribe: “Hoy me burlé nuevamente de Hegel. Anda que no es bufón. Todo filósofo imagina que habla en representación de toda la humanidad, olvidándose de que es una persona existente particular. Al final, el filósofo no habla en representación de nadie. Es una figura cómica. Uno no puede sino reírse ante el intento de atrapar la existencia en las mallas de un sistema lógico. No puede haber sistema existencial. Ser y pensar no pueden ser unidos salvo en las fantasías absurdas de los filósofos. De todas formas, ¿qué me importan todos estos sistemas filosóficos. Lo que quiero es la verdad para mí. Quiero saber lo que puedo y debo creer, lo que me importa, mi inquietud última, y no una verdad de la lógica carente de vida” (De “La verdad sobre todo”-Ediciones Taurus-Madrid 1998).

El físico Louis de Broglie dijo que “en los fundamentos de toda teoría física existen postulados arbitrarios; el éxito posterior legitima su empleo”. También los sistemas filosóficos proponen ciertas bases para un edificio descriptivo que tendrá cierta coherencia lógica. Si las conclusiones posteriores son compatibles con la realidad, dentro del margen de error admitido en cuestiones filosóficas, podrán aceptarse esos principios. Así, todo sistema filosófico implicará una “prueba de verdad” para sus propios fundamentos.

Cuando no se establece un punto de partida explícito, no se lo puede poner a prueba, y puede incurrirse en serios errores. Así, uno de los problemas existenciales que debe resolver Kierkegaard, para su propia vida, parte de una creencia extraña. Alguna vez, en el pasado, su padre maldijo a Dios por haberle dado una vida llena de incomodidades. Con el tiempo, logra una sólida posición económica, pero mueren sus hijos a una temprana edad. El filósofo interpreta estos hechos como una venganza de Dios contra su padre. En pocas palabras, supone la existencia de un Dios vengativo que utiliza la “vendetta”; algo tradicional en el ámbito de la mafia siciliana.

Los sistemas filosóficos no deben interpretarse como intentos por reducir la realidad a unos pocos conceptos, perdiéndose mucha información, sino que son intentos por lograr un conocimiento organizado, de tipo axiomático, que puede ser aceptado y comprendido por cada hombre. De todas formas, cualquiera sea la postura adoptada, una secuencia de pensamientos se inicia en algún origen, que algunos lo hacen explícito y otros lo mantienen oculto. Ninguno de los dos métodos garantiza el éxito, pero las filosofías con principios explícitos son más “honestas” y “sinceras”.

Hay sistemas descriptivos que llevan implícito “lo que el hombre debe ser”; hacia donde debe apuntar, hacia donde debe mirar. Utilizan un principio de simplicidad; ya que es mucho más fácil describir al hombre en general que a los millones de seres humanos reales y existentes. De ahí que muchos individuos se sientan excluidos de los grandes sistemas. De todas formas, un sistema filosófico con sentido práctico, deberá tener la suficiente generalidad como para ser útil y accesible a cualquier ser humano de cualquier época; de lo contrario, tiene muy poca razón de ser.

Entre los aspectos negativos del existencialismo se advierte un distanciamiento de una ética concreta. Al respecto, Norberto Bobbio escribió: “Una antropología, esto es, la investigación del hombre realizada con el objeto de revelar su posición en el cosmos, implica supuestos éticos o es ella misma la fuente de una ética, si por ética se entiende un sistema de valores a base de los cuales se hacen valoraciones y se establecen normas del obrar. Cierto es que ni la antropología ontológica de Heidegger, ni la antropología patético-mística de Jaspers se presentan como sistemas de ética y confluyen en una filosofía moral profesada abiertamente: más aún, rara vez se ha dado una filosofía que, como el existencialismo, se resista a tomar cualquier posición moral y sepa evitar con igual rigor todo compromiso con la filosofía moral, e incluso el nombre mismo de «moral»”.

jueves, 26 de marzo de 2015

Héroes y antihéroes de nuestra historia

Teniendo presente que la unión del pueblo es el factor principal del éxito de una nación, la desunión ha de ser el factor principal de su fracaso. Los héroes serán quienes promovieron dicha unión y los antihéroes la desunión, por lo que queda claro que San Martín y Belgrano serán parte del primer grupo y que tanto Rosas, como Perón y los Kirchner formarán parte del segundo. El criterio aludido proviene del siguiente escrito atribuido al Gral. Manuel Belgrano:

“Causa de la destrucción o de la conservación y engrandecimiento de las naciones”, Correo de Comercio de Buenos Aires, 19 de Mayo de 1810.

“Procurando indagar en la historia de los pueblos las causas de la extinción de su existencia política, habiendo conseguido muchos de ellos un renombre que ha llegado hasta nuestros días, en vano las hemos buscado en la falta de religión, en sus malas instituciones y leyes, en el abuso de la autoridad de los gobernantes, en la corrupción de las costumbres, y demás.

Después de un maduro examen y de la reflexión más detenida hemos venido a inferir, que cada uno de aquellos motivos, y todos juntos no han sido más que concausas, o mejor diremos, los antecedentes que han producido la única, la principal, en una palabra, la desunión.

Esta sola voz es capaz de traer a la imaginación los más horribles desastres que con ella puede sufrir la sociedad, sea cual fuera el gobierno que la dirija: basta la desunión para originar las guerras civiles, para dar entrada al enemigo por débil que sea, para arruinar el imperio más floreciente. Tantos ejemplos podemos presentar a nuestros lectores de esto, cuantos han sido los pueblos de quienes nos da noticia la historia antigua y moderna; no hay más que abrir sus hojas, y en ellas se verá la verdad de nuestra proposición. Nos dilataríamos demasiado si nos pusiéramos a referir las naciones que han existido de Asia, África, Europa y este continente, y describiésemos los hechos que acreditan que la desunión ha traído consigo su anonadamiento, después de haberlas hecho el juguete del primero que se aprovecha de este estado, y haberlas reducido al de la estupidez más vergonzosa.

La historia misma de nuestra nación, en la época que estamos corriendo, nos presenta más de una prueba de que la desunión es el origen de los males comunes en que estamos envueltos, y que nos darán muchos motivos para llorarlos, mientras existamos, aún logrando salir victoriosos de la lucha gloriosa en que se halla nuestra España europea. Todos saben la consonancia que hay entre el cuerpo político con el cuerpo físico: uno y otro tienen su principio, medio y fin; y así como éste se acelera en el segundo cuando se pierde la unión de las partes que lo componen, del mismo modo sucede en el primero cuando por división de opiniones, por el choque de intereses, por el mal orden y otras concausas resulta la desunión.

Pero si todavía hay alguno que lo dudase, examine la historia de su propia familia, que no es más que en un punto menor la copia de la gran familia que se llama una Nación; y estamos ciertos que encontraría muchas razones para convenir con nosotros que la desunión de sus individuos le habrá hecho experimentar mil perjuicios y tal vez descender de la prosperidad a la desgracia más espantosa.

Por el contrario, la unión ha sostenido a las naciones contra los ataques más bien meditados del poder, y las ha elevado al grado de mayor engrandecimiento; hallando por su medio cuanto recurso han necesitado, en todas las circunstancias o para sobrellevar los infortunios, o para aprovecharse de las ventajas que el orden de los acontecimientos les ha presentado.

Ella es la única, capaz de sacar a las naciones del estado de opresión en que la ponen sus enemigos; de volverlas a su esplendor y de contenerlas en las orillas del precipicio; infinitos; y así es que los políticos sabios de todas las naciones siempre han aconsejado a las suyas, que sea perpetua la unión y que exista del mismo modo el afecto fraternal entre todos los ciudadanos.

La unión es la muralla política contra la cual se dirigen los tiros de los enemigos exteriores e interiores; porque conocen que arruinándola, está arruinada la nación, venciendo por lo general el partido de la injusticia y de la sinrazón, a quien, comúnmente, le diremos más bien, siempre se agrega el que aspira a subyugarla. Por lo tanto, es la joya más preciosa que tienen las naciones. Infelices aquellas que dejan arrebatársela, o que permiten, siquiera, que se les descomponga; su ruina es inevitable, y lo peor es que se hace imposible recuperarla, o si se consigue, es padeciendo las convulsiones más violentas y los males más penosos.

De lo dicho deducimos que la desunión es el aniquilamiento de las naciones; y que lo opuesto, la unión cuando no las engrandezca, al menos las conservará en medio de las acechanzas, insidias y ataques por poderosos que sean. Cicerón decía al Senado en su oración acerca de las respuestas de los Augures, «que en otro tiempo Roma por su firmeza y valor podía sobrellevar los descuidos del Senado, y aún las injurias de los ciudadanos, pero que ya le era imposible, porque todo se había trastornado; ni se respetaba la autoridad, ni se pagaban los derechos, ni se sostenía la justicia, y en vano se buscaría un ciudadano que se opusiese al torrente que amenaza la salud de la Patria». Pero atañe que en medio de tantos males sólo la unión puede conservarla, «quare hunc statum est, qualiscumque est, null alia re, nisi concordia, retimere possumus».

Véase aquí la lección, producto de los grandes conocimientos y de la propia experiencia de un político tan sabio, dada a su misma Nación, y en ella a todas las demás que habían de sucederle.

La unión es un valor inestimable de una nación para su general y particular felicidad; todos sus individuos deben amarla de corazón y pensar y hablar de ella como de la égida de su seguridad; cualquiera que así lo ejecute, no importa que le falten grandes recursos; con la unión se sostendrá, con la unión será respetable; con ella al fin se engrandecerá”.

(De “La Revolución de Mayo y sus proyectos nacionales” de Alejandro Herrero-Grupo Editor Universitario-Buenos Aires 2010).

martes, 24 de marzo de 2015

Lo moral y lo legal

Resulta deseable que en toda sociedad exista acuerdo entre lo que se considera ético y lo que resulta legal, es decir, que sea compatible tanto con la ética natural como con las leyes que provienen del derecho. Así, si el aborto es considerado como un hecho inmoral, la ley vigente debería prohibirlo y, por lo tanto, sancionarlo. De lo contrario ocurrirá algo similar a lo que acontece en un hogar en donde un niño recibe mensajes contradictorios según vengan de su madre o de su padre, por lo cual no tendrá una idea clara respecto del bien y del mal. Marco Tulio Cicerón escribió: “La ignorancia del bien y del mal es lo que más perturba la vida humana”.

Los conflictos entre religión y derecho aparecen cuando la religión trata de imponer una orientación a la vida del hombre sin tener presente las costumbres y las leyes humanas; justamente porque pretende modificarlas según criterios religiosos, mientras que, por otra parte, desde el derecho se pretende disponer de la libertad suficiente para buscar un orden legal que sea independiente de la religión.

Este conflicto puede solucionarse de una manera un tanto simple, ya que ambos, religión y derecho, tienen sentido en cuanto son compatibles con la ley natural que rige la conducta de los hombres. Así, en religión debe considerarse a la ley natural como la ley de Dios, mientras que en derecho la contemplación de la ley natural es el requisito esencial para que esta rama de las ciencias sociales adquiera su carácter científico. Puede establecerse la siguiente simbología para evidenciar la fuente común de la religión y del derecho:

Ley natural => Religión
Ley natural => Derecho

Luego, todo conflicto existente entre religión y derecho habrá de interpretarse como la consecuencia de haber observado a la ley natural en forma errónea o incompleta, en lugar de reclamarse entre ambas ramas del conocimiento no haber contemplado a la otra. Este vendría a ser un caso similar al de los padres en conflicto que acuden al sacerdote o al psicólogo para dirimir sus diferencias en cuanto a lo que se supone que está bien o que está mal, a fin de no perjudicar la educación de sus hijos.

Para darle un sentido objetivo al tema tratado, es necesario definir con cierta precisión el concepto de “ley natural”, por cuanto se le asocian distintos significados según vengan de la ciencia o de la religión. Desde la ciencia es admisible afirmar que “ley natural es el vínculo invariante entre causas y efectos”. Luego, para introducir esta definición en el ámbito humano, puede decirse que se trata básicamente de la respuesta característica asociada a la conducta y por la cual un individuo responde de igual manera en iguales circunstancias; esta es la actitud característica como relación entre respuesta y estimulo, que vendría a ser esencialmente una relación del tipo causa y efecto.

Si consideramos al bien como la actitud por la cual compartimos las penas y las alegrías de los demás como propias (amor), y al mal como a la imposibilidad de tal actitud cooperativa (egoísmo e indiferencia) junto a la actitud por la cual respondemos con alegría ante las penas ajenas y con tristeza a las alegrías (odio), disponemos de las cuatro actitudes básicas del hombre a ser tenidas en cuenta para promover el bien y desalentar el mal. Lo moral y lo legal va a ser toda sugerencia religiosa y toda ley que favorezcan la actitud cooperativa, por lo cual tanto desde la religión como del derecho se tratará de sancionar de alguna forma las acciones motivadas por actitudes negativas. Si la ley religiosa o la ley humana no tienen en cuenta a la ley natural, no tienen razón de ser. De ahí que Cicerón haya expresado: “La ley no es un producto del pensamiento humano y tampoco es un decreto emanado de las personas, sino algo eterno que gobierna todo el universo, por su sabiduría, al ordenar y prohibir”. “La verdadera ley es la razón justa de acuerdo con la naturaleza; es de aplicación universal, inmutable y eterna”.

Por su parte, Santo Tomás escribió: “Toda ley humana tiene tanto de verdadera ley cuanto se deriva de la ley de la naturaleza; pero si en algo se aparta de la ley de la naturaleza, ya no será ley, sino corrupción de la ley”. “La luz de la razón natural por la que discernimos lo que es bueno y lo que es malo, que es la función de la ley natural….”.

Mientras que Edmund Burke escribió: “Todos nacemos en sujeción, todos nacemos iguales, grandes y humildes, gobernantes y gobernados, en sujeción a una gran ley inmutable, preexistente, anterior a todos nuestros recursos y a todos nuestros artilugios, superior a todas nuestras ideas y a todas nuestras sensaciones, anterior a nuestra propia existencia y por la cual estamos enlazados y conectados al marco eterno del universo, del cual no podemos salir” (Citas en “Ética y filosofía política” de Felix E. Oppenheim-Fondo de Cultura Económica-México 1976).

Entre los aspectos llamativos de nuestra época advertimos que algunos sectores fundamentan sus acciones en el odio en lugar del amor; de ahí que el cristianismo sea por ellos aborrecido. En el pasado, por el contrario, resultaba generalmente evidente que lo moral, o lo ético, implicaba algo compatible con una actitud cooperativa. De ahí que existan dos posturas irreconciliables, como lo son la democracia (política y económica), por una parte, y los diversos totalitarismos, en oposición a ella.

Puede decirse que la democracia apunta a establecer una sociedad en la que exista acuerdo entre la ética natural y las leyes establecidas, mientras que los sistemas totalitarios tienden a establecer leyes que se oponen a dicha ética, o bien tratan de compatibilizarlas con actitudes que orientan al hombre hacia el mal, según el criterio antes mencionado.

Como ejemplo podemos mencionar la ley socialista que prohíbe los intercambios libres y voluntarios entre dos personas sin la intermediación del Estado. Este tipo de intercambio es la acción cooperativa básica que surge cuando existe una previa predisposición a compartir las penas y las alegrías de los demás. Si las leyes, que provienen del Estado, lo prohíben, se observa un desajuste evidente entre lo moral y lo legal, porque lo moral (según la ética natural) es considerado ilegal (según las leyes socialistas).

Bajo un sistema socialista “débil”, se observa la ilegalidad impuesta por el Estado argentino al libre y voluntario intercambio de dólares, es decir, un intercambio que no tiene en cuenta al precio fijado por el Estado. Por ello puede decirse que es el Estado el que no tiene en cuenta el precio de mercado surgido de la acción libre y voluntaria de los ciudadanos. Como consecuencia, puede advertirse que la incompatibilidad entre lo moral y lo legal da lugar a sistemas económicos o sociales que por lo general funcionan poco eficazmente.

Otro ejemplo lo encontramos en el caso de la impresión monetaria a un ritmo mayor al del crecimiento de la producción, lo que se conoce como inflación. Por ser una acción del Estado que tiende a quitarle valor a la moneda circulante, destruyendo parcialmente el valor de los ahorros existentes, se trata de una acción injusta, o inmoral, aunque el Estado aduzca legalidad al hacerlo. Si bien la inflación, como la venta restringida de dólares, en un momento dado son decisiones propuestas para evitar desajustes mayores, ambas provienen de haber antes establecido una orientación económica contradictoria con la ética natural. De ahí que surja, como una consecuencia evidente, que los mejores resultados políticos y económicos se logran cuando lo moral coincide con lo legal.

Otra consecuencia adicional es que, para mejorar el orden social, debe primero mejorarse el nivel ético individual, condición esencial del hombre que incluso tiende a hacer innecesaria la ley proveniente del derecho. Es decir, si todos los hombres estuviésemos adaptados plenamente al orden natural, orientados por una predominante actitud cooperativa, no sería necesario el refuerzo que la ley humana debe prestar para orientarlo en la dirección correcta. Como el hombre, en realidad, todavía está lejos de esa situación ideal, la ley humana debe seguir ayudando a consolidar el proceso de adaptación mencionado.

La ética cristiana, que coincide esencialmente con la ética natural, no tiene la influencia esperada por cuanto ha sido desplazada por simbologías y misterios. Además, sus predicadores no han sido del todo eficaces. En este caso puede hacerse una analogía con el caso de los vendedores. Así, mientras que el buen vendedor es el que se interesa realmente por el cliente, el mal vendedor se dedica a exaltar los atributos de lo que vende, o bien trata de mostrar sus aptitudes de vendedor, dejando de lado al comprador que sólo es considerado como un medio para lograr el objetivo del vendedor: la venta. En forma similar, el predicador tiende a exaltar a Dios y a Cristo, e incluso a mostrar sus atributos personales sin apenas interesarse por el individuo a quien se dirige, que pasa a ser algo secundario. El cristianismo, por el contrario, parece ser un desesperado intento de salvar a la humanidad de su propia autodestrucción.

Varios autores señalan que lo cultural es prioritario a lo político y a lo económico, para encontrar el rumbo definitivo que nos lleve hacia el real progreso del ser humano. Lo cultural, asociado a lo espiritual, no es otra cosa que la búsqueda consciente de dos aspectos relegados por el materialismo y la superficialidad reinante, y ellos son: lo intelectual y lo afectivo (o ético). Samuel P. Huntington escribió: “Si la cultura incluye todo, no explica nada. Por lo tanto, definimos la cultura en términos puramente subjetivos como los valores, actitudes, creencias, orientaciones y suposiciones subyacentes que prevalecen entre las personas que conforman una sociedad”.

Lawrence E. Harrison, por su parte, escribió: “El escepticismo respecto de la relación entre los valores culturales y el progreso humano aparece en especial en dos disciplinas: la economía y la antropología. Muchos economistas consideran axiomático que una política económica adecuada y efectivamente aplicada produzca los mismos resultados independientemente de la cultura. El problema, en este punto, es el caso de los países multiculturales en los que a algunos grupos étnicos les va mejor que a otros, aunque todos operen con las mismas señales económicas. Los ejemplos son las minorías chinas en Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas y EEUU, las minorías japonesas en Brasil y los EEUU, los vascos en España y en América Latina, y los judíos donde sea que hayan migrado” (De “La cultura es lo que importa” de S. P. Huntington, L. E. Harrison y otros-Ariel-Buenos Aires 2001).

sábado, 21 de marzo de 2015

La utilización política de los derechos humanos

En la política argentina se utiliza cualquier medio, legal o ilegal, moral o inmoral, para sacar alguna ventaja electoral o para difamar al bando opositor. Tal es así que, recientemente, el papa Francisco reconoció, en una entrevista periodística, haberse sentido utilizado por algunos políticos quienes, buscando sacar alguna ventaja, fingieron cierto afecto y cierta amistad que no era sentida como tal. Los derechos humanos, como podía esperarse, han sido objeto de una utilización política similar, incluso como si tales derechos universales pertenecieran a un solo sector, y no así a los “enemigos”, es decir, se adoptó una actitud similar a la mostrada frente al Papa, pretendiendo asociarlo a un sector y alejarlo del otro; objetivo logrado parcialmente.

El gobierno nacional, mientras utiliza políticamente a los derechos humanos como un ardiente defensor de los mismos, ha ubicado en la Casa de Gobierno de la Nación un retrato del Che Guevara, custodiado por dos granaderos, homenajeando de esa manera a la figura representativa del irrespeto absoluto a tales derechos. O resulta una total incoherencia, o bien debe aceptarse que el gobierno considera “humano” sólo a quienes pretendieron establecer el socialismo utilizando cualquier medio disponible. Al no reconocerse el derecho a la vida que tuvieron las victimas de la guerrilla de los setenta, se constata que, cuando en la Argentina se habla de derechos humanos, se hace referencia a los derechos del sector guerrillero, con exclusión expresa de los demás.

Esta situación no es nueva, ya que en años anteriores, los principales promotores de los derechos humanos eran los propios terroristas, quienes cometieron más de 20.000 atentados, unos 1.740 secuestros extorsivos y una cantidad de asesinatos que va desde un mínimo de 850 a unos 1.500, según distintas versiones. Esto no nos asombra tanto ya que incluso algunos “predicadores cristianos” se dedicaban a promover acciones terroristas a lo largo y a lo ancho de todo el país. Uno de los promotores de los derechos humanos fue Julio Santucho, hermano de Mario Roberto, fundador del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). En la presentación de su libro, puede leerse: “Participó en campañas de denuncia de las violaciones a los derechos humanos por parte de la dictadura militar argentina en casi todos los países europeos en compañía de sus padres” (De “Los últimos guevaristas”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2011).

La sociedad argentina, que vivió de cerca los acontecimientos de los 70, conoce la realidad de los hechos que cierto revisionismo histórico trata de ocultar. Los guerrilleros fueron violentos asesinos que no respetaron ninguna regla moral siendo combatidos en forma igualmente violenta por las fuerzas de seguridad, si bien algunos autores señalan que la acción militar estuvo acorde con los reglamentos de guerra vigentes en la época. Magdalena Ruiz Guiñazú escribió: “Luis Horacio Santucho, un reconocido abogado de Santiago del Estero, es el sobrino de Mario Roberto. Él afirma que «ser Santucho es difícil. Es un apellido duro de llevar. A mí me costó mucho, sufrí bastante la discriminación de ser Santucho». Blanca Santucho, hermana de Mario Roberto, comparte esta impresión y agrega: «A mí me duele muchísimo, porque hemos sido demonizados. Ellos tomaron las armas y bueno, los poderes que están…la Iglesia, el Ejército, las corporaciones, nos demonizaron, y por ellos estamos demonizados. Y a mí me duele, porque la familia Santucho dio mucho a la sociedad y no se la conoce. O se la conoce mal»” (De “Secretos de familia”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).

Este tipo de relato puede resultar conocido ya que la mayor parte de los criminales, y de sus parientes, jamás habla del daño que hicieron a sus victimas y a los familiares de esas victimas. Mucho menos muestran alguna forma de arrepentimiento, o de reconocimiento de los errores cometidos. Como la mayor parte de los psicópatas, no poseen una mínima empatía, como capacidad de ubicarse en el lugar de los demás. Tan sólo hablan de ellos mismos y de sus “derechos”, mientras se los niegan a quienes ni siquiera tienen en cuenta. Esta actitud generalizada en sectores de izquierda, impide todo tipo de diálogo, ya que todo diálogo debe iniciarse reconociendo la existencia de otras personas.

Existe otra forma de utilización de los derechos humanos y es la vinculada a cuestiones económicas, ya que el Estado argentino ha indemnizado a los familiares de los guerrilleros caídos, pero no así en el caso del sector nacional. Carlos Manuel Acuña escribe al respecto: “Es necesario volver sobre el «negocio» varias veces millonario en dólares de los llamados «derechos humanos», que ya no ofrecen dudas sobre una corrupción organizada y sistemática entre los responsables del Estado y las estructuras reconocidas como representativas de este tema, interesadas en ampliar las denuncias para lucrar y mantener las tensiones políticas en un reciclaje incalificable e interminable. Tanto, como para destacar que sólo se atienden pecuniariamente los reclamos de las familias de quienes dicen ser víctimas del aparato bélico del Estado y no las de aquellos que cayeron a manos del terrorismo. Obviamente, en este supuesto caso, el manejo de los «resarcimientos» sería diferente y los «intermediarios» no lucrarían con los beneficios sistematizados, según surge del avance de las investigaciones. Las cifras hablan por sí solas. Organizaciones civiles hablan de más de 18.331 víctimas del terrorismo (a septiembre de 2011 según censo de CELTYV), cuyos parientes no recibieron resarcimiento alguno; a la inversa y acorde con la ley 24.411 ya se han contabilizado más de 4.000.000.000 U$S (cuatro mil millones) destinados a parientes de los terroristas que cayeron durante la guerra” (De “Los traidores”-Liber Liberat-Buenos Aires 2012).

Entre las posibilidades que surgen del “negocio” de los derechos humanos están los casos de terroristas ajusticiados por su propia organización y que sus familiares aducen que fueron abatidos por las Fuerzas Armadas para recibir las indemnizaciones respectivas. El citado autor agrega: “Entre los asesinados por las organizaciones guerrilleras mediante estos Tribunales de disciplina con sus «Juicios Revolucionarios», se mencionan algunos con la correspondiente causa de procesamiento….”. “Fernando Haymal, NG: «Valdés», fue condenado a muerte por «delación». También se le imputó, entre otros cargos, haber provocado la caída de varios terroristas….”.

“El caso Haymal tiene varias particularidades que lo hacen especialmente peligroso para quienes utilizan la historia (devenida en historieta) de los 70 con fines políticos y/o rentísticos. Primero, su nombre fue incluido en los nuevos listados del «Nunca más», retocados en el año 2006 por la Secretaría de Derechos Humanos a cargo de Eduardo Luis Duhalde, personaje ubicado en la estructura terrorista por encima de las organizaciones armadas, conectado inicialmente con las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y luego con Montoneros…”. “Según el actualizado listado, Fernando Haymal habría sido, entonces, víctima de las Fuerzas Armadas. ¿Cómo comprobar que esto no fue así? Pues los propios terroristas montoneros confesaron la verdad, a modo de hazaña, en su revista “Evita Montonera”, en octubre de 1975”.

La otra posibilidad implica armar juicios contra “represores”, con testigos falsos y sin pruebas, para lograr dos finalidades a un mismo tiempo: cobrar indemnizaciones y vengarse de todo aquel que haya tenido alguna mínima participación en una fuerza de seguridad. “Bastante antes de iniciada aquella primera persecución a las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Policiales durante la presidencia de Raúl Ricardo Alfonsín, se puso en marcha la organización de una red de conexiones nacionales e internacionales para la detección de quienes en el pasado habían sido detenidos por las Fuerzas Legales. Poco después se buscó a aquellos que habían sido colaboracionistas y se negoció con ellos para su intervención en lo que serían los futuros juicios orales que deberían sentenciar a quienes enfrentaron a las organizaciones terroristas”.

“Se acordaron los términos contractuales con los subversivos que estaban dispuestos a participar: éstos pasaron a adoptar la condición de Testigos Necesarios, habida cuenta que la mayoría de ellos estuvieron cautivos durante años hasta el final de la guerra y, además, conocieron a muchos captores”. “Hoy se dan interesantes formas de comportamiento en los juicios pues las declaraciones aparecen construidas casi como un calco unas de otras, pese a lo cual son consideradas como una verdad irrefutable por parte de la mayoría de los jueces intervinientes. Se selecciona a los candidatos a ser procesados según hayan sido nombrados más de una vez en algún lado, ya sea por ser verdad, como por mentiras urdidas últimamente o por alguna relación de las viejas organizaciones militantes con los ex detenidos y hoy testigos necesarios”.

“Por su parte, los fiscales, no indagan como se espera de su función y los defensores luchan por demostrar los testimonios falsos, y vanamente intentan formular preguntas demostrativas de las mentiras esgrimidas por esos «testigos necesarios». Objetivamente, las declaraciones de éstos son rayanas en lo ridículo por varias razones: los argumentos y episodios relatados son siempre similares, todos tuvieron la suerte de poder quitarse las vendas y observar a sus captores en un descuido de éstos, pese a la eficiencia que les asignaban; todos fueron capaces de observar y reconocer el lugar donde estaban detenidos pero en todos los casos el vuelo de la imaginación tropieza con la falta de informaciones completas o datos contradictorios”.

Carlos Manuel Acuña cita a Abel Posse, quien escribió: “A los militares se los discriminó judicial y jurídicamente, alterando uno de los fundamentos básicos del derecho (argentino y mundial): la no retroactividad de la ley, especialmente la penal. Se anularon indultos con irritante parcialidad…También se fabricó una visión casera de los delitos de lesa humanidad. (¡Excluyendo al terrorismo!)”.

“Ametrallar a conscriptos indefensos mientras se duchaban, como sucedió en el ataque terrorista al regimiento de Formosa, es monstruoso y de lesa humanidad, sea que los asesinos hayan vestido uniforme o lo hayan hecho con boinas guevaristas como las que usaba Gorriarán Merlo”.

“Se negó a los oficiales toda exculpación por el juramento de obediencia y verticalidad ante sus mandos, principio básico de todas las fuerzas armadas del mundo, sin el cual sería imposible actuar y comandar en una guerra”.

“De modo que…los que ejercieron la violencia por orden del Estado carecen de toda esperanza legal. Los violentos del otro sector, con sus miles de atentados, reciben un trato inaceptable en sociedades civilizadas o son protegidos internacionalmente como en el caso del chileno Apablaza Guerra tan mencionado últimamente o el del etarra Lariz Iriondo, amparados legal y políticamente por el gobierno argentino, pese a su condición de asesinos y terroristas…Esto hace que se desmorone el edificio legal desde sus bases romanas y germánicas e instaura un inédito caos, al afectar el rigor de la razón jurídica”.

viernes, 20 de marzo de 2015

Gobiernos fuertes vs. débiles

En los sistemas democráticos, todo gobierno asume el poder para hacer prevalecer el orden y reducir una posible situación de caos; en caso de lograrlo, se habla de un gobierno fuerte. De lo contrario, cuando predominan situaciones anárquicas, se habla de un gobierno débil. De ahí que las leyes y la Constitución busquen establecer ordenamientos jurídicos que favorezcan la vigencia de gobiernos fuertes. También se habla de “gobiernos fuertes” cuando se trata de regimenes totalitarios que imponen un orden artificial a costa de restringir libertades implantando el miedo y, muchas veces, el terror. De ahí que sea necesario reservar la denominación de “gobierno fuerte” a los estrictamente democráticos.

Por lo general, los gobiernos débiles, al no poder evitar situaciones caóticas, o de crisis severas, promueven sin quererlo el posterior ascenso al poder de gobiernos totalitarios, de donde se advierte un doble efecto negativo. En esos casos, el remedio resulta ser peor que la enfermedad. La opción por las dictaduras se debe a que siempre es mejor un mal gobierno que la ausencia de gobierno. Mariano Grondona escribió: “El pensamiento político oscila históricamente entre dos extremos. En tiempos de crisis, de anarquía, de guerra civil, los pensadores políticos tienden a subrayar la necesidad de orden, de autoridad, de estabilidad. En tiempos de gobiernos fuertes, de opresión, de dictadura, los pensadores políticos se vuelcan hacia la defensa de la libertad”.

“La función histórica del pensamiento político es, así, compensar a través de la difusión de las ideas las exageraciones de la realidad. A un tiempo en que el poder político se debilita en extremo, corresponden pensadores autoritarios, exaltadores del Príncipe y del Estado. A un tiempo en que el Estado se fortalece hasta un punto peligroso para la comunidad, corresponden pensadores individualistas, defensores de los derechos y garantías de la persona humana” (De “Los dos poderes”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1973).

Los intelectuales, y el hombre común, cuando poseen principios morales establecidos con firmeza, pueden cambiar de postura política al desengañarse de sus primeras adhesiones al advertir que infringen total o parcialmente tales principios. Otros, en cambio, mantienen una línea de adhesión que tiende a ignorar los desvíos éticos por cuanto sus intereses personales o sectoriales prevalecen sobre aquellos principios. De ahí que pensadores como Mario Vargas Llosa, que simpatizan en su juventud con el socialismo, renuncian al mismo al advertir incongruencias entre postulados y resultados. Raymond L. Williams escribe sobre el citado escritor:

“¿Cómo es la política de su literatura? En general son novelas muy críticas de todas las instituciones peruanas, especialmente aquellas que tienen que ver con figuras autoritarias. Y ha sido consistente en sus posturas políticas. Lo interesante en su caso, y que lo distingue de otros escritores latinoamericanos y europeos, es que en sus novelas y en sus ensayos se interesa por lo irracional y paradójico del comportamiento humano. Por ello la publicación de todos sus ensayos en una serie de volúmenes en los que podemos leer sus posturas en los años 60, no las esconde, por el contrario, ha hecho publicar estos libros como muestra de que, como seres humanos, todos tenemos contradicciones; al parecer, a Vargas Llosa le resulta inocente considerar que siempre pensamos lo mismo. Ve con interés intelectual sus propias afirmaciones de los años 60. Así que en cuanto a la consistencia, creo que respecto de aquello que concibe como lo más importante y necesario para la sociedad humana: derechos humanos, libertad de expresión, posibilidad de criticar, ha sido muy consistente” (De “Mario Vargas Llosa. Literatura y política”-Fondo de Cultura Económica-México 2003).

En la filosofía política encontramos tanto a los defensores de la libertad ante los peligros de una tiranía como a los defensores del Estado ante los peligros de una anarquía. Mariano Grondona escribió al respecto: “La Historia de las Ideas nos ofrece abundantes ejemplos en ambos sentidos. El liberalismo de un Locke o un Montesquieu ¿qué fue sino una reacción intelectual contra el absolutismo? Aleccionados por una larga etapa de concentración total de poder en una dinastía, los pensadores liberales idearon un sistema que, a través de la división de los poderes y la primacía de la Constitución, debería proteger a la sociedad contra la repetición de situaciones que se desarrollaban más allá del máximo poder humanamente admisible. Y, en la otra punta, ¿cómo explicar a Maquiavelo y a Hobbes sino como reacciones contra tiempos de guerra civil? Maquiavelo soñó un Príncipe fuerte para su Italia fragmentada. Hobbes recordó a los hombres que es preferible la tiranía de uno a la tiranía de todos, en medio de la guerra civil inglesa”.

“Así como Locke y Montesquieu enseñaron en un tiempo de excesivo poder que el Estado tiene que limitarse frente a la sociedad, Maquiavelo y Hobbes enseñaron en un tiempo de anarquía que tiene que haber Estado, que hace falta un mínimo de autoridad. Y es por eso que, empeñados en contrarrestar las tendencias de su época, estos grandes pensadores exageraron en un sentido contrario: el Estado de los liberales es, en definitiva, demasiado débil y el Estado de los maquiavelistas, demasiado fuerte. Tienen sentido en cuanto equilibren situaciones contrarias. En sí mismos, o aplicados a situaciones que no requieren compensación, resultan unilaterales”.

Un Estado grande no necesariamente implica que sea un Estado fuerte, ya que, si su tamaño se debe al efecto de entrometerse desmedidamente en la economía, desatiende aspectos sociales a los cuales debería atender prioritariamente, como es la seguridad, educación, salud pública, justicia, etc. Este es el caso de los gobiernos populistas que, aun con un Estado gigantesco, resultan gobiernos débiles si contemplamos, por ejemplo, la inseguridad del ciudadano ante la violencia urbana, que lo somete a vivir una vida atormentada por la inseguridad y el peligro permanente.

Mientras que, a nivel de las naciones, se recuerda a los filósofos mencionados como las figuras representativas de la libertad y del Estado fuerte, en la Argentina un solo estadista ocupó ambos lugares, aunque en momentos diferentes. Grondona agrega: “En nuestro país, le tocó a un solo pensador cumplir sucesivamente el papel de Locke y el papel de Hobbes. Juan Bautista Alberdi comenzó por reaccionar contra el excesivo poder de Rosas en las «Bases», proponiendo al país una Constitución liberal. Y tuvo que reaccionar luego contra la disolución del poder nacional frente al desafío de Buenos Aires, escribiendo «La Revolución del Ochenta». Alberdi fue sucesivamente, así, nuestro liberalismo y nuestro realismo, nuestro amor por la libertad y nuestra necesidad de orden”.

“En las «Bases», Alberdi diseñó un sistema de límites al poder, para que nunca más hubiera un Rosas: por eso Perón tuvo que cambiar la Constitución de 1853 para traspasar la línea máxima del poder. En «La Revolución del Ochenta», Alberdi hizo notar que sin un mínimo de poder en manos del Presidente, la Nación andaría sin rumbo. En las «Bases», Alberdi dividió los poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial. En «La Revolución del Ochenta», unió los poderes sobre el Estado, las Fuerzas Armadas y Buenos Aires en el Presidente”.

La necesidad de un Gobierno fuerte resulta de la ausencia de un autogobierno a nivel individual, ya que tal autogobierno está vinculado al nivel ético de las personas. De ahí que es de esperar que en el futuro, a medida que los hombres adquieran una mayor moralidad, el Estado habrá de reducirse, siendo un caso similar al de las vacunas que nos protegen de ciertas epidemias que con el tiempo tienden a disminuir, aunque debamos siempre estar atentos ante la posibilidad de rebrotes. José Enrique Miguens escribió: “Sociológicamente hablando, este sistema de dominación en que se convierten los Estados de la modernidad ha transformado a los que eran ciudadanos activos en súbditos pasivos aislados los unos de los otros, atomizados y fácilmente sometidos a la manipulación de los poderosos, que controlan el foco emisor de estímulos que mueven a las masas propiamente dichas, como materia física inerte”.

“No hay otra manera de justificar el dominio político de unos hombres sobre los otros que interiorizar a los dominados y exaltar sobre aquellos a los dominadores” (De “Modernismo y satanismo en la política actual”-Buenos Aires 2011). Quienes, por el contrario, sostienen que el hombre es “naturalmente perverso” y que siempre requerirá ser limitado por un gobierno fuerte, apoyan la postura que restringe la libertad individual anulando las potenciales respectivas a su mínima expresión. Enrique de Gandía escribió:

“Quienes atacan la libertad son gentes sin ideas, aferradas a un principio y temerosas de que pueda demostrarse lo absurdo o erróneo de ese principio. Nada hay más débil, en un instante de peligro, que un poder dictatorial. La falta de libertad sólo crea intrigas, traiciones y calumnias. Cuando un gobierno comienza a quitar libertades a la oposición es porque la oposición ya tiene ganada la partida”.

“La Argentina nació del triunfo del liberalismo sobre el absolutismo para dar una libertad interior a cada ciudadano, una Constitución al Estado, un orden interior, que anulase a los caudillos, una amistad internacional y una capital a la nación, y Rosas significó la oposición violenta a todos los ideales de Mayo y de Julio: combatió a muerte al liberalismo, suprimió las libertades interiores de todos los ciudadanos, no permitió nunca la posibilidad de dar al país una Constitución, no logró imponer el orden interior, no consiguió ninguna paz exterior e impidió que se declarase una Capital, que se dictasen leyes y que se levantase el más mínimo obstáculo contra su absoluta voluntad. No dio Rosas ninguna estabilidad al Estado, pues no hay que confundir estabilidad, que presume legitimidad, con tiranía. No preparó la unidad nacional, pues puso al país al borde de su descomposición. No defendió la tradición, pues negó toda supervivencia de libertad, tan honda en la conciencia española, y, por el contrario, exaltó la antilibertad de origen extranjero, borbónico”.

“Retardó el desarrollo del país, cubriendo de impuestos interprovinciales todos los caminos, ahogando el comercio, las industrias, la ganadería y la economía en general. Nada le debe el país y no hablamos de los ataques que llevó a la cultura en todos sus aspectos” (Del Ensayo preliminar de “La nacionalidad argentina” de Luis J. Páez Allende-Sociedad Impresora Americana-Buenos Aires 1945).

La denominación de “gobierno fuerte”, asignado a una vulgar tiranía, ha sido la principal causa del fracaso argentino, ya que los errores atribuidos a Rosas fueron repetidos, y acentuados, por Perón durante el siglo XX, y prolongados por el kirchnerismo en el siglo actual.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Socialistas no tan sociables

Por lo general, las denominaciones asociadas a los integrantes de grupos políticos, tienden a reflejar la esencia ideológica y personal de los mismos, como es el caso de la denominación “liberal” adoptada por quienes consideran que la libertad individual ha de ser un objetivo prioritario que debe alcanzarse en una sociedad. En el caso de la denominación “socialista” se espera algo similar, es decir, que el socialista sea una persona sociable y que identifique a todo miembro de la sociedad como un amigo potencial, si todavía no lo es. Sin embargo, es fácil verificar que la actitud socialista dista bastante de esa posibilidad.

El primer síntoma de discordancia entre actitud y denominación aparece en la postura socialista respecto del cristianismo. Como se sabe, la esencia de los Evangelios radica en los mandamientos orientados, el primero, a tener siempre presente la existencia de un orden natural al cual nos debemos adaptar, mientras que el segundo nos sugiere compartir las penas y las alegrías de los demás (el prójimo) como propias, sin hacer distingo entre familiares y extraños, o entre nacionales y extranjeros. De ahí que Cristo haya sido alguien sociable al extremo pretendiendo que todos lo fuéramos.

Los socialistas, sin embargo, se oponen a lo que predica el cristianismo delatando justamente una sociabilidad débil o inexistente. Podemos ejemplificar la situación con algunas expresiones de Juan B. Justo, el fundador del socialismo en la Argentina: “Su función [de la religión] esencial es el engaño que amedrenta a los hombres, la fascinación que los entrega inermes a la voluntad ajena, hacer del hombre «el animal doméstico de Dios» para que sufra paciente el despotismo, embaucarlo con promesas de ultratumba que lo anestesien para los dolores de su miseria presente”. “No tiene en sí misma la religión ninguna tendencia progresiva. Sus dogmas, apenas enunciados, se petrifican”.

“Infinitamente superior a las religiones por sus fundamentos objetivos y su influencia sobre la conducta de creyentes y profanos, ese exaltado idealismo tiene, sin embargo, algo de ellas, y puede decirse que es el lado religioso del socialismo”. “Por mucho que los ideales obreros se alejen de la realidad, están siempre incomparablemente más cerca de ésta que las absurdas esperanzas sugeridas por las sectas cristianas y otras iglesias”.

“Cada paso hacia la vida inteligente nos inmuniza contra la inoculación religiosa y nos hace impenetrables al dogma. La ciencia, en anhelo de saber, la investigación de la verdad es la actividad humana más estorbada por las ligaduras religiosas, la que está siempre con ellas en inmediato conflicto y tiende primero a romperlas”.

“Las nuevas verdades sólo tienen trascendencia histórica en cuanto se hacen vulgares y, directa o indirectamente, se incorporan al sentido común”… “prácticamente el hombre es el centro del mundo, y nada tanto como el hombre mismo debe preocupar al hombre” (Citado por Rolando M. Rivière en “Concepto humanista de la historia”-Ediciones Libera-Buenos Aires 1966).

El socialista ubica al hombre en el lugar central de su vida mientras que el religioso y el científico ubican a Dios, o a las leyes naturales, como el centro de sus pensamientos, lo que no significa relegar al hombre a un lugar secundario sino, simplemente, implica tener un mínimo de sentido común al advertir que el universo no fue creado por el hombre y que debemos indagarlo para conocer nuestro lugar y nuestra misión en el mismo.

Quien asocia cierto antagonismo entre ciencia y cristianismo no ha advertido que la mecánica y la astronomía adquieren sus fundamentos a partir de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton, adeptos a los Evangelios, mientras que los también cristianos practicantes Faraday y Maxwell establecen los fundamentos del electromagnetismo, por citar algunos ejemplos. En cuanto a los dogmas mencionados por Juan B. Justo (que no ve tan justo) debe advertirse que las leyes naturales que rigen nuestra conducta son invariantes, tal es así que la neurociencia se ocupa de investigar actualmente fenómenos relacionados con la empatía, que son esencialmente los fundamentos neurológicos de la actitud afectiva predicada por Cristo. Además, el cristianismo pone en juego su prestigio estableciendo profecías para el futuro, advirtiéndose lo infundadas que son las críticas a su aparente estancamiento. Eso sí, si consideramos como cristianismo, no a lo que aparece en la Biblia, sino a lo que piensa o hace algún predicador o algún creyente concreto, es posible encontrarle justificación a las criticas adversas de los socialistas.

Otros de los valores culturales atacados por el socialista es la libertad, ya que considera que el hombre en estado de libertad tiende a perjudicar a los demás ya que las condiciones lo permiten. Si el socialista cambia esas condiciones, supone, será posible una mejora del ser humano. Adolfo Zerboglio escribió: “No es por la bondad humana por lo que se establecerá el socialismo; por el contrario, es el socialismo el que hará mejores a los hombres al imposibilitar el ejercicio de las malas acciones y de las facultades psíquicas inferiores”. “Del mismo modo en que hemos ido perdiendo en el transcurso de los siglos los hábitos y tendencias salvajes que resultaban innecesarios por inútiles, así nuestros hijos perderán los que hoy tienen en cuanto no les sean beneficiosos”. “En realidad, no existe la naturaleza humana intrínsecamente”.

Ello implica que el socialista propone moldear la naturaleza humana para cambiarla, bajo el socialismo, hasta llegar a un hombre pleno de virtudes y exento de defectos. Pero tales virtudes y defectos no provendrán de aquellos considerados por el cristianismo, ya que han sido desechados, sino de una escala de valores asociada a la producción de bienes materiales. No serán los atributos afectivos los que conducirán al hombre a asociarse a los demás, sino que se vinculará a los demás mediante los medios de producción. Es decir, los demás seres humanos no serán nuestros hermanos, como lo propone el cristianismo, sino que serán nuestros “socios”, ya que todos seremos dueños de los medios de producción confiscados previamente por el Estado.

Si los valores cristianos no son tales, entonces el hombre no debe preocuparse por cumplir con los mandamientos bíblicos ni tampoco tratar de compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, sino que debe tratar de obedecer las directivas de los planificadores socialistas. El citado autor agrega: “Si es el medio el que determina las costumbres, el que forma el carácter humano, bastará que un cierto ambiente social produzca la bondad como consecuencia de la adaptación al mismo, para no considerar contrario a la Naturaleza un orden social cuya constitución ha de predisponer a la bondad de los hombres”. “La bondad, en ese caso, será un efecto natural, no una causa, del nuevo régimen social” (De “El socialismo”-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 1947).

Mientras que, para el cristianismo, y para una parte de los científicos sociales, es el individuo el que conforma la sociedad, para el socialista es la sociedad la que “conforma” a los individuos. Luego, en lugar de buscar una mejora ética individual, para que mejore la sociedad, propone un cambio de las relaciones de producción para producir tal mejora. De ahí que actualmente las leyes humanas tiendan a proteger al delincuente por cuanto, se aduce, su maldad se debe a la existencia de un sistema social injusto (la sociedad capitalista) por lo que no se lo debe castigar. Bajo un sistema de producción socialista, por el contrario, dejará de haber delitos y corrupción. Mientras tanto, las víctimas inocentes y sus familiares deben soportar todo el peso de los efectos de la creencia socialista básica.

El socialista supone que, al expropiar los medios de producción, nacerá, mediante una especie de magia, un nuevo hombre y una nueva sociedad, es decir, una nueva sociedad, primero, y un nuevo hombre después. Sin embargo, ha ocurrido muchas veces que quienes no aceptan el robo de su propiedad y la pérdida de su libertad, hayan sido considerados enemigos del pueblo, de la patria y del Estado, por lo que deben sufrir los efectos del desprecio, las amenazas y el terror, como ocurre actualmente en Venezuela. Por lo general, se supone que el socialismo implica, en el peor de los casos, vivir modestamente ganando en otros aspectos. Sin embargo, cuando el líder socialista está muy convencido de sus ideas, impone a sus enemigos un régimen de miedo y terror que malogra las vidas de quienes se le oponen. Arnaldo Pedrosa D’Horta escribió: “No nos contentaría una solución que, eliminando el capitalismo privado, fuese a resultar una forma superior de explotación del trabajador: el capitalismo de Estado. No queremos derrumbar las bastillas de mil propietarios, comerciantes, banqueros e industriales para con sus despojos construir una superbastilla en la que un Estado autocrático sea el nuevo esclavizador del hombre” (De “Examen del comunismo”-Editorial Antloy-Buenos Aires 1957).

Tal posibilidad, el capitalismo de Estado, es la consecuencia inmediata y necesaria de toda confiscación masiva, por lo cual el socialismo real tiende a acentuar cada uno de los defectos que el socialista atribuye al capitalismo. Andrés Oppenheimer escribió: “Cientos de bailarinas cubanas, en su mayoría mulatas menores de 25 años, han estado llegando a esta ciudad en los últimos tres años. El régimen cubano, desesperado por divisas, comenzó a exportarlas a México con visas de seis meses, bajo un acuerdo por el cual los empresarios mexicanos entregaban el total de los salarios de las artistas al gobierno de Cuba, y éste a su vez les paga a las bailarinas una pequeña fracción de los mismos. En otros países, este tipo de explotación sería denunciada como una forma de esclavitud. Pero en la jerga oficial de Cuba y México, este tipo de arreglos oficiales –que también se realizan con entrenadores deportivos cubanos- se conocen como «convenios de intercambio cultural»”.

Debido a las limitaciones laborales impuestas por el Estado cubano, surge una economía paralela, o ilegal, el mercado negro, que se abastece a través del robo al Estado. El citado autor agrega: “Los cubanos sobreviven gracias al robo cotidiano de los bienes del Estado, a menudo bajo la mirada complaciente de los encargados de custodiarlos”. “Como dicen por allí, existe una especie de pacto social tácito en este país: «El gobierno hace como que no ve las cosas malas que hacen los cubanos, y los cubanos hacen como que no ven las cosas malas que hace el gobierno»” (De “Crónicas de héroes y bandidos”-Editorial Grijalbo SA-México 1998).

Cuando un socialista trata de imponer a los demás el socialismo, piensa muchas veces en los efectos que ocasionará a sus enemigos antes de pensar en su declamada acción a favor de los pobres. “Fidel Castro podría haber llegado a la conclusión de que –cuando las papas queman- el inmovilismo podría ser más peligroso que la tolerancia de un espacio de libertad económica. O, en el mejor de los casos, que le sería preferible pasar a la historia como el hombre que tomó el poder para ayudar a los pobres, que como el que empobreció al pueblo con tal de mantenerse en el poder” (A. Oppenheimer).

sábado, 14 de marzo de 2015

Fundamentos ideológicos del kirchnerismo

Toda buena política se ha de asentar en dos pilares básicos; la verdad y el amor, mientras que toda mala política se sostendrá en la mentira y en el odio. En cuanto al significado de “buena política”, puede decirse que se trata de aquella que favorece los resultados deseados o esperados por la población, mientras que la “mala” es la que impide mejoras sustanciales, o la que empeora la situación. Quienes proponen una política basada en la mentira y en el odio, tienden a disfrazar tales conceptos deformando el lenguaje o bien redefiniendo términos utilizados desde siempre; lo que vendría a ser lo mismo. Uno de ellos es el concepto de “verdad”.

Tanto un niño como un científico saben que esa palabra implica haber descrito la realidad, o una parte de ella, con pocos errores. Cuando se trata de describir al orden natural, que es un sistema complejo, se establecen sistemas descriptivos que provienen de la religión, de la filosofía o de la ciencia. Si bien en este caso no lo describen detalladamente, al menos se busca que sean compatibles con el orden descrito. Puede explicitarse mejor este concepto:

Error = Lo descrito (la realidad) – La descripción
Error = Orden natural – Sistema descriptivo
Verdad = Error nulo

Así, la verdad resulta ser un límite al que tiende nuestra actividad cognitiva, aunque muchas veces sólo sea necesario disponer de buenas aproximaciones, sin llegar nunca a dicho objetivo.

En política, sin embargo, hay ideólogos que sostienen que la realidad no debe ser la referencia a tener en cuenta para comparar las descripciones que hacemos de ella, sino algún sistema de ideas propuesto por un filósofo, lo que resulta un tanto alejado del criterio que todo niño o todo científico aprenden como primer requisito que se requiere para adaptarse al mundo, en el primer caso, y para ajustar sus teorías, en el otro caso. José Enrique Miguens escribió: “El nuevo concepto modernista de verdad […] puede definirse así: La verdad de las afirmaciones sobre la realidad no se apoya en las cosas tal como son, sino que se apoya en el contexto de un sistema racional de comprender el mundo forjado por algún filósofo y adoptado por un movimiento político o incorporado a la cultura modernista”.

“Es así como toda acción política de ellos no sólo es verdad, sino que se sacraliza, por estar llevando a la construcción del reino del dios Espíritu Absoluto”.

La diferencia entre una persona psicológicamente normal y otra que no lo es, radica esencialmente en el grado de aceptación y reconocimiento de la realidad. De ahí que el seguimiento de ideologías que reemplazan la realidad, como referencia para todo diálogo o discusión, en cierta forma promueve una tendencia hacia alguna anormalidad psíquica. “La «verdad orgánica» es tal y revela su calidad de verdad, porque es parte de un sistema coherente y unitivo de ideas, no porque tenga relación alguna con lo que podemos llamar el orden real de las cosas”.

“No se trata de una diferencia entre interpretaciones de la realidad ni tampoco sobre lo que conviene hacer o dejar de hacer políticamente, diferencias que se presentarán lealmente al debate entre los ciudadanos. Se trata de definiciones dogmáticas que se pretende imponer a todos desde el poder, acerca de la realidad de los sucesos y acontecimientos y acerca del orden real de las cosas, que no admite discusión alguna. Además, se fundan en premisas que los creadores de estos sistemas filosóficos no aceptan poner en discusión, tal como lo demostró Eric Voegelin en los casos de Hegel, Marx, Nietzsche y Comte” (De “Modernismo y satanismo en la política actual”-J.E. Miguens-Buenos Aires 2011).

Luego de la caída del socialismo, quedaron algunos “intelectuales” que tratan de mantener en vigencia ideologías no contrastables con la realidad que se las trata de imponer mediante el engaño y el autoritarismo, constituyendo formas políticas esencialmente totalitarias. El citado autor agrega: “El principio básico que intentan rescatar […] como el fundamento en el que se apoya el modernismo revolucionario surgido del romanticismo hegeliano: la negación satánica de la realidad social y su pretensión de imponer sus construcciones mentales imaginarias mediante el apoderamiento del poder del Estado, que no podrá ser sino autoritario”.

El kirchnerismo se ha identificado ideológicamente con esta tendencia al compartir el punto de vista de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, autores de “Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia” (Fondo de Cultura Económica-Buenos Aires 2010). Miguens comenta: “Resulta difícil analizar este libro porque está plagado de agachadas engañosas y de juegos artificiosos con los conceptos y las afirmaciones, que disimulan la intencionalidad concreta del texto y sus objetivos políticos de dominación. Cuando se sustituye la realidad por el pensamiento, como lo hacen los autores declaradamente, se está negando injustamente la objetividad de la realidad como tal; esto les permite hacer cualquier truco discursivo engañoso con tal de que tenga alguna coherencia interna”.

“Reconociendo que el «proletariado» ya dejó de ser el protagonista de la revolución, los autores lo dejan de lado desdeñosamente y espigan algunos nuevos sujetos con potencial revolucionario para apoyarse en ellos en la apropiación del poder político. Movimientos como el feminismo, el ecologismo, el antirracismo, el antiinstitucionalismo, los de las minorías étnicas, regionales o sexuales, pueden ser «rearticulados como relaciones de opresión […] de las que puede surgir un antagonismo»”.

“Dicho en lenguaje usual prescindiendo de todos estos disimulos verbales, los autores están diciendo que hay que «articularlos» o sea, aprovechar cualquier conflictividad social exacerbándola como «relaciones de opresión» (lo que significa inventarles un culpable o un enemigo) suscitándoles el odio y la violencia”.

“Todo este potencial articulado de antagonismos se aprovecha para encaramarse sobre su potencial, con el fin de obtener la hegemonía sobre el resto de la sociedad, incrementando los resentimientos y las frustraciones y canalizándolas hacia algo que es el culpable y el enemigo, para así apoderarse y perpetuarse en el poder político”. “No les interesa solucionar los problemas, sino exhibir ante la opinión pública las maldades de la sociedad represora y utilizar políticamente los resentimientos desatados para ponerlos a su servicio. Una sociedad antagónica nunca puede ni sabe, resolver los problemas concretos de la gente ni los que tiene como sociedad, sino articularlos para construir hegemonías y anestesiar a los que padecen con las promesas de una futura sociedad feliz”.

“Para estos autores […] lo fundamental es la creación del enemigo al modo de los descendientes políticos del hegelianismo. Ernesto Laclau en su libro de 2007 titulado «La razón populista» sostiene que lo que une a estos movimientos para hacerlos efectivos es crearle enemigos a quienes odiar. «Lo que hace posible la mutua identificación entre los miembros, es la hostilidad común hacia algo o hacia alguien»”.

“Cualquiera puede darse cuenta que los gobiernos que van a aplicar estas recetas van a crear una sociedad espantosa, separada y enfrentada entre sí por odios y discordias, y generadora de violencia, de desprecio por la dignidad de todas las personas, de aprovechamiento de los que sufren, de inseguridad para todos sus miembros y hasta de enfrentamientos armados. A nadie se le puede hacer creer que una sociedad antagónica pueda funcionar en tal situación. El enfrentamiento de unos sectores sociales contra otros, paraliza a cualquier nación”. “La sociedad civil no se ve como colaboradora y equilibradora de los poderes políticos y económicos, sino como «generadora de antagonismos». Vale decir que lo que los une es el odio y el resentimiento que los líderes revolucionarios van a exacerbar y aprovechar”.

“Para estos autores, «pluralismo» es tomar en cuenta a tales variados sujetos de acción elegidos por ellos, para unificarlos y así poder aprovecharlos para sus designios políticos. A mi parecer, esta actuación no está motivada por el respeto y el deseo de justicia para los marginados y oprimidos, sino por la manipulación, suscitándoles resentimientos antagónicos”.

“[Hegel, Marx, Nietzsche y Comte] adoptan como punto de partida de su sistema, sin admitir discusión ni presentar prueba alguna, la afirmación dogmática de que las sociedades se basan en el antagonismo, lo que no es cierto. Las sociedades se hacen por solidaridad y la mutua colaboración y se deshacen por los antagonismos. Pero, con esta óptica distorsionada, interpretan a las sociedades haciéndolas «inteligibles» según ellos”.

“Para Laclau y Moffe, el aporte que dejó Hegel al modernismo es la afirmación de que todo es «transición, relación, diferencia» o sea que el mundo exterior es caótico y sin sentido; por tanto depende, para entenderlo y darle un sentido, de las conexiones lógicas y construcciones mentales de los intelectuales políticos de la izquierda subversiva y de sus antagonistas de la derecha revolucionaria, ambos derivados de Hegel”.

“Esto significa negar despectivamente a la sociología científica actual y rechazar todo aporte que ésta pueda hacer a la política concreta. Sin esa negación de la sociología, el concepto de «articulación» que funda la pretensión de «hegemonía» caduca. Las cosas son o no son y los problemas sociales son los que afectan a la gente, no los que definen estos intelectuales para articular y sostener sus pretensiones de hegemonía y dominación”.

“Los autores del libro declaran explícitamente que el punto decisivo de su argumento es que «la sociedad no es un objeto legítimo de discurso» y que si se aceptara «una concepción sociologística de lo social no habría espacio para las articulaciones hegemónicas, ni tampoco, desde luego, para la política como actividad autónoma». Esto hace lógicamente necesaria la negación de toda sociología como análisis científico de la realidad circundante”.

Quienes esperan que la Argentina resurja desde la irracionalidad, el oscurantismo, la mentira y el odio, esperan un milagro. Las mejoras sociales e individuales provendrán de la racionalidad, la claridad, la verdad y el amor. Es oportuno destacar el detallado análisis que hace José Enrique Miguens cuyo mérito consistió en descender al mundo de las ideologías nefastas y volver para describirlo haciéndolas accesibles a la persona normal.

jueves, 12 de marzo de 2015

Del Dios Padre al Estado paternalista

La teología, en un sentido amplio, es el estudio acerca de Dios a lo largo de la historia y en los distintos pueblos. Los atributos con los que se caracteriza al Creador de todo lo existente difieren en cada caso ya que se hace referencia a un ente invisible que, sin embargo, determina el destino de la vida de cada hombre y de cada pueblo, dando sentido a la expresión de William James: “Dios es real porque produce efectos reales”.

Las distintas actitudes adoptadas frente a Dios surgen de una previa asignación de atributos conferidos. Así, quienes le asocian la imagen de un Dios justiciero que castiga a los hombres cuando éstos no responden a sus mandatos, como ocurre en el Antiguo Testamento, adoptan una actitud temerosa ante la idea siempre presente de los riesgos que corren ante una desobediencia o una infidelidad. En el otro extremo, quienes suponen que no existe algo parecido a un Dios con atributos humanos ni tampoco un orden natural que nos involucra, posiblemente intentarán ocupar su lugar diseñando ordenamientos artificiales pretendiendo imponerlos a los demás.

Cada imagen que se ha hecho de Dios, como se dijo, genera una distinta actitud en cada hombre, conduciendo a un orden social emergente que podrá evaluarse según sus resultados. De ahí que la mejor idea de Dios será la que produzca los mejores individuos y la mejor sociedad. Al menos esta posibilidad sirve para descartar propuestas cuyos efectos sean opuestos a los buscados. Los seres humanos tienden a unirse cuando coinciden en los atributos conferidos a Dios y tienden a rechazarse cuando difieren, ya que las respuestas individuales tenderán a ser diferentes.

Algunos autores ven en las coincidencias la posibilidad de agruparse para pretender luego imponer su religión a los demás pueblos produciendo efectos similares a los que provoca todo nacionalismo. Fedor Dostoievsky escribió a través de uno de sus personajes literarios: “El pueblo es el cuerpo de Dios. Toda nación sólo se conserva como tal mientras tiene su dios propio, y a todos los demás dioses del mundo los excluye sin excepción alguna; mientras, cree que con su dios ha de vencer y echar del mundo a todos los demás dioses. Así han creído todas, desde el principio de los tiempos, todas las grandes naciones; por lo menos, todas las que por algo han descollado, todas las que se han puesto a la cabeza de la humanidad. Contra los hechos es imposible arremeter”.

“Los hebreos vivieron únicamente para aguardar al dios verdadero. Los griegos divinizaron la Naturaleza y legaron al mundo su religión, es decir, la filosofía y el arte. Roma divinizó la nación en el imperio, y dejó a las naciones el imperio. Francia, en el curso de toda su larga historia, fue solamente la encarnación y desarrollo de la idea del dios romano, y cayó en el ateísmo, que ellos llaman socialismo sólo porque el ateísmo es, a pesar de todo, mejor que el catolicismo romano”.

“Cuando una gran nación no cree que sólo ella posee la verdad (sólo ella, y sólo ella exclusivamente), si no cree que es la única capacitada y predestinada para resucitar y salvar a todos por medio de su verdad, en seguida se convierte en un material etnográfico, pero deja de ser una gran nación. Una verdadera gran nación nunca puede avenirse al papel secundario, sino irremisible y exclusivamente al primero. La nación que pierde esa fe, deja de ser nación. Pero la verdad es una, y, por lo tanto, una sola de las naciones puede poseer al dios verdadero, aunque las demás tengan también sus dioses propios y grandes. La única nación «deífera»….es la nación rusa” (Citado en “El nacionalismo” de Hans Hohn-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1966).

Si cada pueblo propone un dios y luego se evalúan sus efectos, la teología adopta una postura similar al resto de las ramas de la ciencia experimental ya que luego se seleccionará, mediante prueba y error, la religión que mejor nos adapte al mundo real. Para ello deberá tenerse presente la existencia de lo único concreto y objetivo que disponemos para llegar a una decisión afortunada; las leyes naturales invariantes que rigen todos y cada uno de los rincones de nuestro universo, incluidos nosotros mismos. William James escribió: “Resumiendo a grandes trazos las características de la vida religiosa, incluyen las siguientes creencias:

1- Que el mundo visible constituye una parte de un universo más espiritual del que extrae su sentido esencial.
2- Que la unión o la relación armónica con este universo superior es nuestro verdadero objetivo.
3- Que la plegaria o la comunión íntima con el espíritu trascendente, ya sea «Dios» o «ley», constituye un proceso donde el fin se cumple realmente, y la energía espiritual emerge y produce resultados precisos, psicológicos o materiales en el mundo fenomenológico.

La religión incluye también las características psicológicas siguientes:

4- Un entusiasmo nuevo que se agrega a la vida en calidad de un don o presente, tomando la forma de encantamiento lírico o llamada a la honradez y al heroísmo.
5- Una seguridad y sensación de paz, y, en relación con los demás, una preponderancia de sentimientos amorosos (De “Las variedades de la experiencia religiosa”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1994).

La vida religiosa y los modelos de Dios propuestos surgen de necesidades espirituales primarias. Así como el alimento para el cuerpo es imprescindible para nuestra supervivencia, también lo es el alimento espiritual. En cuanto a las “raíces de la religiosidad”, J. Ma. Rovira Belloso menciona las siguientes:

1- La religión es el sentimiento de la absoluta dependencia: “Friedrich Schleiermacher más que una teoría del origen de la religión intenta una definición de la misma”.
2- La religión brota del desvalimiento que desea la protección del padre: Sigmund Freud escribió: “Dios es la superación del Padre, y la necesidad de una instancia protectora –la nostalgia de un padre- es la raíz de la necesidad religiosa” (“El Porvenir de una ilusión”).
3- La religión como expresión de la estructura autoconsciente y relacional de la persona: para Romain Rolland “esta fuente última de lo religioso es la «sensación de eternidad», una experiencia esencialmente subjetiva: “un sentimiento como de algo sin límites ni barreras, en cierto modo «oceánico»”.
4- La religión es el “suspiro de la criatura oprimida”: “La miseria religiosa es, por una parte, expresión de la miseria real y, por otra, la persona contra la miseria real. La religión es el suspiro de la persona oprimida, el alma de un mundo sin corazón, al igual que es el espíritu de un mundo en el que el espíritu está excluido. Es el opio del pueblo (Karl Marx)” (Citas de “Revelación de Dios, Salvación del hombre” de J. Ma. Rovira Belloso-Ediciones Secretariado Trinitario-Salamanca 1979).

Podría agregarse otra raíz de la religiosidad:

5- Encontrar un sentido de la vida: “Entre los siglos 800 y 300 AC, en el periodo que los historiadores denominan era axial, la busca del sentido de la vida giró en torno a figuras como Buda, Sócrates, Confucio y Jeremías, todos los cuales compartían la idea de que la vida tiene una dimensión trascendente o espiritual, a la que ellos intentaban dar forma por primera vez” (De “50 cosas que hay que saber sobre Religión” de Peter Stanford-Ariel-Buenos Aires 2013).

Una opinión influyente ha sido la de Marx; para quien la religión no es más que un calmante que se utiliza para encubrir los verdaderos síntomas de enfermedad espiritual, o del sufrimiento humano, por lo que estima que el verdadero remedio consiste en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. En cierta forma supone que cubiertas las necesidades primarias para el cuerpo (alimentos) las demás vendrán por añadidura. Esto contrasta con lo expresado por Cristo: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”. A partir de la idea de Freud acerca de la necesidad de protección de tipo paternalista junto a la idea de las necesidades primarias de Marx, se ha propuesto el cambio de la religión en la que predomina la idea de un Dios Padre, que cubre tanto las necesidades espirituales como materiales del hombre, a un Estado paternalista (el socialismo) que lo reemplazaría con mayor eficacia. De ahí que varios autores consideran al marxismo-leninismo como una “religión” adicional.

La “nueva religión atea” se instala primeramente en la nación que pretendía lograr trascendencia mediante la idea de cierto mesianismo. Como ha resultado típico en el marxismo-leninismo, siempre trató de infiltrarse en algún sector o actividad que muestra debilidades, para deformarlos y para amoldarlos a sus propios fines. Alfredo Sáenz escribió: “El marxismo es enemigo frontal de la religión. El odio al misterio, la lucha contra el misterio, he ahí el pathos que lo dinamiza. Su filosofía, esclava del tiempo presente, no medita jamás sobre el sentido del sufrimiento y de la muerte, sobre el minusvalor de lo efímero, sobre la eternidad. Sin embargo su lucha no es la de un ateo escéptico, sino la de un creyente invertido, la del que cree….pero en la antirreligión”. “Lo que intenta es elaborar una especie de teología al revés, una teología del más acá en donde el Hombre venga a ocupar el lugar de Dios. En el fondo no hay ateísmo sino antiteísmo. Marx no prescindirá de la religión sino que construirá una religión al revés” (De “De la Rus’ de Vladímir al «hombre nuevo» soviético”-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1989).

En cuanto a la búsqueda de la eternidad, Ortega y Gasset, en cierta oportunidad, expresó que “muchos no saben qué hacer con su tiempo mientras esperan una vida ilimitada”. Matthew Alper escribió: “¿Qué metas o motivaciones podríamos tener en la eternidad? ¿Qué importancia tendrían las cosas? Eventualmente, las horas, los años y los eones se difuminarían haciendo que la existencia fuera una aventura en la oscuridad. Sería como una carrera sin meta, sin ganadores, sin perdedores, sin nada…Sería existir por existir. En ese caso, ¿no nos haría perder el interés, disminuir el ritmo, y dejar de esforzarnos para obtener logros? ¿Qué significado tendrían? Tal vez sea mejor que las cosas sean de este modo; es mejor arder fuerte y rápido que apagarse lentamente. Si no existiera la muerte, quizá la vida perdería su atractivo y su significado. Puede que sí, o puede que no. Tal vez sólo esté intentando racionalizar mi temor subconsciente a mi desaparición inevitable” (De “Dios está en el cerebro”-Grupo Editorial Norma-Bogotá 2008).

Todo parece indicar que la religión que mejores resultados produce es la que le permite a cada individuo desarrollar todas sus potencialidades bajo la sensación de libertad, mientras que la que peores resultados produce es la que le sugiere relegar sus decisiones y responsabilidades al Dios que interviene en los acontecimientos humanos.

lunes, 9 de marzo de 2015

Inquisición y totalitarismo

A lo largo de la historia se produjeron conflictos sociales, en distintos contextos, que pueden describirse en base a actitudes grupales similares, tal el caso de la Inquisición y de los recientes totalitarismos aparecidos durante el siglo XX. Toby Green escribió: “La Inquisición afectó todos los aspectos de la sociedad: los feligreses debían dar muestras de gran devoción, o de lo contrario podían ser denunciados; una blasfemia dicha en un momento de ira durante un juego de cartas podía provocar que se iniciara una investigación; remover la grasa de una pata de cordero era motivo suficiente para recibir acusaciones de practicar el judaísmo. Con su carácter de policía secreta y del pensamiento, la Inquisición instauró una permanente situación de temor, e impuso un entorno de paranoia y persecución institucional considerado en la actualidad un claro antecedente de los totalitarismos contemporáneos”. “Durante más de tres siglos –desde la unificación de España, que tuvo lugar en el siglo XV durante el reinado de Fernando e Isabel, hasta las guerras napoleónicas- esta institución condenó a supuestos herejes no sólo en España y Portugal, sino también en África, Asia y Latinoamérica”.

La importancia de la Inquisición, como organización que habría de velar por la vigencia de los dogmas cristianos, surge de la Iglesia Católica, aunque los desvíos de los fines originales, y la peligrosidad que la caracterizó, provienen del apoyo de los reyes católicos, de donde surge la analogía mencionada con los totalitarismos. “El abuso de poder en la Península Ibérica fue un asunto político y no religioso, y la historia de las Inquisiciones ibéricas no tiene por qué ser una diatriba anticatólica. La persecución nunca fue un monopolio de españoles, portugueses o católicos. Fue algo de lo que todos los pueblos eran capaces” (De “La Inquisición”-Javier Vergara Editor-Buenos Aires 2007).

El atractivo que despertaba ser parte de la Inquisición era similar al ofrecido por los totalitarismos, tal la posibilidad del saqueo de sus victimas que permitía el posterior enriquecimiento del inquisidor. Luigi Sanzoni escribió: “Alejandro III decretó, en el Concilio de Letrán, en 1197, que era absolutamente necesario oponerse a los herejes, así como a confiscar sus bienes y reducirlos a la servidumbre” (De “La Inquisición”-Grupo Editorial GRM-Barcelona 2004).

En cuanto al saqueo establecido en Cuba por los seguidores de Fidel Castro, Hilda Molina escribió: “La desacreditada Dirección de Recuperación de Bienes Malversados disponía de numerosas oficinas inoperantes y de varios salones enormes llenos de verdaderos tesoros apiñados sin orden ni control. Era constante la llegada de camiones cargados con muebles, artículos eléctricos, obras de arte, etc. Pude conocer que no solamente confiscaban los bienes de los supuestos ladrones del erario público, además saqueaban las viviendas de los que abandonaban el país e incluso las de personas honradas ajenas a la política. Comprobé también que los jefes de la ciudad incursionaban en esos locales cual lo harían en sus propios feudos y se repartían los recursos más valiosos, incrementado así sus ya abultados patrimonios personales y las de sus familiares y amigos. Finalmente, supe que el motivo fundamental de las asiduas visitas de los directivos de la Asociación de Jóvenes Rebeldes a ese antro, no era otro que participar en la rapiña, apropiándose de todo lo que les interesaba” (De “Mi verdad”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2010).

La Inquisición promovía el terror, por lo que los juicios en los que se sentenciaba a algún hereje, o sospechoso de herejía, tenían carácter público. Luigi Sanzoni escribió: “Si se acusa al Santo Oficio de crueldad manifiesta no se cae en el más mínimo error. Por consiguiente, cabe preguntarse si esta excepcional actuación de la justicia no se escapaba a todo control. No es difícil imaginar a los inquisidores torturando cruelmente para obtener confesiones y condenando sin remisión a las víctimas a la hoguera, única purificación aceptada por el fanatismo. Sin embargo, hemos de aportar algunos matices a este respecto; no intentamos, en absoluto, justificar la violencia, sino puntualizar simplemente que los tribunales inquisitoriales estaban sujetos a normas muy precisas”.

También en los sistemas totalitarios era esencial implantar el terror generalizado para mantener el control absoluto sobre la población. Hilda Molina agrega: “Hasta entonces permanecí inerme frente al enajenante, prolongado y minucioso proceso de manipulación sentimental, de inoculación de terror y de chantaje psicológico al que han sometido al pueblo cubano, y que ha transformado en marionetas a millones de seres pensantes”.

De la misma forma en que, durante una guerra civil, la violencia generalizada se utiliza a veces para encubrir asesinatos que nada tienen que ver con ella, durante la época de la Inquisición se la podía utilizar para establecer venganzas personales ajenas al proceso. Toby Green escribió: “En el hogar de Juan Garcés de Marcilla, el odio acechaba. Marcilla era un noble local en el remoto pueblo aragonés de Teruel. Avergonzado de su indigencia, se había casado con Brianda, la hija de Jaime Martínez Santángel, un poderoso hombre de negocios local. Marcilla aborrecía a sus parientes políticos, y en esa época un odio semejante podía llevarse a los extremos: se propuso hacer que los quemaran vivos”. “En marzo de 1485, Marcilla se apoderó del pueblo y la Inquisición comenzó a trabajar. En agosto tuvo lugar el primer auto; en enero de 1486 hubo otro auto de fe y nueve conversos murieron en la hoguera. El más importante de ellos era Jaime Martínez Santángel…Además, dos de los hijos de Santángel murieron en la hoguera y se quemó la efigie de un tercero. Gracias a la Inquisición, Marcilla comenzó a deshacerse de sus parientes políticos. Además, se había mostrado partidario de una institución que los nuevos monarcas de Aragón y Castilla, Fernando e Isabel (conocidos como los «Reyes Católicos»), consideraban un aspecto esencial de su política doméstica. Esto era de por sí suficiente para verlo ascender socialmente, a pesar de que la familia de su esposa estaba destruida”.

Entre las creencias comunes de inquisidores y totalitarios aparece la de considerarse poseedores exclusivos de la verdad absoluta y universal; creencia que adoptan como justificativo para imponerla a los demás de cualquier forma posible. Desde el punto de vista de la religión revelada, existen los elegidos por Dios para recibir esa verdad, lo que impide cualquier tipo de entendimiento quedando al resto de los mortales tan sólo la opción a obedecer. Una conjunción de religión revelada y de totalitarismo se advierte en la actualidad en los grupos islámicos radicales. “Según algunos filósofos de la actualidad, Michel de Montaigne fue la figura central de la evolución de la filosofía escéptica moderna, un precursor de Descartes y Hume y del auge de la cosmovisión científica. En el siglo XVI, fue el defensor más elocuente de una corriente de pensamiento denominada escepticismo pirrónico, que sostenía que nunca había bastante evidencia para determinar si el conocimiento era o no posible, por lo que cualquier dictamen debía eliminarse; una especie de agnosticismo con respecto a si era posible o no saber algo”. “Uno de los aspectos del pensamiento de Montaigne era el énfasis en la distancia entre intención y acción. Como dijo en cierto momento: «los actos deben acompañar a la palabras […] el verdadero espejo de nuestras ideas es el curso que toman nuestras vidas»” (Toby Green).

Nada hubo tan opuesto a la Inquisición y al totalitarismo como la libertad de pensamiento asociado a la ciencia experimental, de ahí que entre quienes debieron padecer los embates inquisitoriales aparecen varios precursores de la indagación científica. Uno de ellos fue el filósofo y sacerdote Giordano Bruno. Michael White escribió: “Lo que realmente selló su destino e hizo de él un paria dentro del monasterio fue el que se supiera que había leído textos prohibidos, las obras de místicos y alquimistas. Un hermano, Bruno nunca llegó a descubrir quien, fue el que lo denunció después de haberlo sorprendido leyendo a Erasmo. La falta era considerada de tanta gravedad que el prior Ambrogio Pasque, quien ya se había hartado de su díscolo pupilo, no vaciló en comunicar lo ocurrido al padre provincial para que Bruno respondiera a la acusación de herejía, un crimen que conllevaba la excomunión y, en casos extremos, la muerte por el fuego”. “A aquellas alturas, Bruno ya había comprendido que la vida monástica no estaba hecha para él”. “Y sabiendo cómo se habría cerrado la red para atraparlo, Bruno optó por la huida para no tener que enfrentarse al inquisidor local. Con todo, semejante decisión lo obligó a llevar una vida sin hogar. Nunca podía quedarse mucho tiempo en el mismo sitio, nunca se sentía seguro. Unos meses después fue excomulgado «in absentia» y se convirtió en un fugitivo” (De “Giordano Bruno”-Javier Vergara Editor-Buenos Aires 2002).

De la misma manera en que la Inquisición evitaba que los fieles se “contaminaran” con lecturas heréticas y castigaba toda opinión adversa hacia la Iglesia, en la URSS se trataba de mantener al pueblo lejos de toda contaminación “burguesa” castigando con la cárcel cualquier forma de disidencia. Ni siquiera podía tolerarse en un destacado físico teórico como Lev D. Landau. Al respecto, Kip S. Thorne escribió: “Landau estaba en peligro debido a sus anteriores contactos con los científicos occidentales. Poco después de la Revolución rusa, la ciencia había sido objeto de atención especial por parte de la nueva dirección comunista. El propio Lenin había impulsado una resolución en 1919 ….eximiendo a los científicos de los requisitos de pureza ideológica: «El problema del desarrollo industrial y económico exige el inmediato y amplio uso de expertos en la ciencia y la tecnología que hemos heredado del capitalismo, pese al hecho de que ellos están inevitablemente contaminados con ideas y costumbres burguesas»”. “En la Rusia de Stalin raramente sabía uno la razón real de que hubiese sido encarcelado –aunque en el caso de Landau existen indicios en los archivos del KGB: en conversaciones con colegas había criticado al Partido Comunista y al Gobierno soviético por su forma de organizar la investigación científica y por los arrestos masivos de 1936-1937 que caracterizaron la época del Gran Terror. Tales críticas se consideraban una «actividad antisoviética» y podían llevarle a uno a la cárcel” (De “Agujeros negros y tiempo curvo”-Crítica-Barcelona 1995).

Si bien existieron coincidencias entre la Inquisición y los totalitarismos del siglo XX, debe advertirse que existió una diferente escala de violencia, ya que en el primer caso produjo la muerte de miles de victimas mientras que en el segundo caso se llegó al orden de las decenas de millones. Lo que no deja de sorprender es que un amplio sector de la población rechaza absolutamente a la Inquisición mientras profesa una íntima y secreta admiración por personajes como Fidel Castro y otros líderes que implantaron el terror como una habitual estrategia de gobierno. En estos casos, la adhesión se debe principalmente a que tales personajes no ejercían la violencia contra delincuentes, sino principalmente contra la gente decente sospechosa de gozar de un nivel de felicidad superior al de los demás.