domingo, 28 de julio de 2019

El apartheid cubano

El relativismo moral a veces llega a extremos insospechados, ya que una misma persona puede calificar un mismo acontecimiento social como positivo y negativo, o bueno y malo, según el lugar o la sociedad en que ocurra. Este es el caso del fenómeno conocido como "apartheid" (segregación, apartamiento) que para los socialistas es bueno si se trata del caso cubano mientras que es malo en el caso sudafricano (hoy en día superado en Sudáfrica gracias a la acción de Nelson Mandela).

A lo largo de la historia de la humanidad ha habido muchas formas de segregación, principalmente ejercida por pueblos belicosos respecto de otros, generalmente conquistados por las armas. El caso sudafricano fue mundialmente rechazado por cuanto la discriminación racial (aborrecida en cualquier país) fue efectuada contra los africanos por habitantes de origen europeo en el propio país africano. Como una "superación" de este proceso tenemos el caso cubano en el cual la segregación afecta a una gran parte del pueblo y es ejercida por los propios cubanos. Luis Larrain Arroyo escribía en 1987: "Sudáfrica es hoy en día un paria en la comunidad internacional. Diversos países y empresas boicotean su economía. Artistas que van a Sudáfrica tienen problemas después para actuar en otros países, y lo mismo sucede con estacados deportistas. La razón la conocemos: el apartheid. El gobierno sudafricano es atacado a diario en la prensa internacional por su obstinación en mantener una segregación que establece ciudadanos de primera y segunda categoría, con distintos deberes y derechos".

"Si bien es cierto que la nación cubana ha sufrido y sufre todavía un bloqueo de los Estados Unidos, nunca se ha mencionado el apartheid que existe en ese país como una razón importante. Por lo demás Cuba mantiene un status ante los organismos y la prensa internacionales muy superior al de Sudáfrica, pese a que hay infinidad de razones adicionales para que no fuera así".

"El hecho es que el gobierno de Fidel mantiene un sistema de apartheid que paradojalmente discrimina en contra de los propios ciudadanos cubanos (la gran mayoría de ellos) respecto de los extranjeros".

"El estado de aislamiento cultural en que viven los cubanos se ve amenazado por este influjo de habitantes de otras latitudes. La respuesta del gobierno socialista ha sido el apartheid. Es así como existe una moneda para cubanos y otra para turistas. Estos no pueden gastar los pesos cubanos, y aquéllos no pueden gastar dólares americanos. Hay taxis para turistas y taxis para cubanos, hoteles para turistas y hoteles para cubanos, tiendas para turistas y tiendas para cubanos, restaurantes para turistas y restaurantes para cubanos, playas para turistas y playas para cubanos, televisión para turistas y televisión para cubanos" (De "Cinco días en La Habana"-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1987).

Algunos cubanos interpretan que esta discriminación forma parte de una estrategia utilizada por la clase gobernante cubana para inhibir cualquier intento de rebelión. El citado autor agrega: "La segregación o apartheid que se les impone juega también un papel importante como instrumento de la vigilacia revolucionaria. Si bien es cierto el objetivo principal del apartheid es privarlos del conocimiento del mundo exterior, y cumple un rol parecido al del control de los medios de comunicación, existe también un segundo objetivo".

"El apartheid es otra de las innumerables señales que reciben los cubanos para recordarles su absoluta impotencia como individuos frente al poder del Estado. Los jóvenes lo sienten así, y nos lo hicieron ver. Las prohibiciones que emanan del apartheid acrecientan la sensación de que su individualidad, su persona, ha sido anulada por el control estatal. Les está prohibido entrar a ciertos hoteles, restaurantes, playas. No reciben una razón explicable que justifique la restricción. Sólo se mencionan las exigencias de la revolución. Esta se transforma así en un ente que está por sobre la razón humana, y los ciudadanos deben, una vez más, agachar la cabeza ante la presencia del poder total".

Puede decirse que la revolución socialista no es un medio para mejorar las condiciones de vida de la mayor parte de la sociedad, sino que es un fin en sí mismo, es decir, el poder total y absoluto es la finalidad revolucionaria. La situación de la población le resulta indiferente al dirigente socialista, algo que se ha comprobado también en Venezuela, cuando una jerarca del chavismo afirmó que "aunque los venezolanos se mueran de hambre, la revolución se mantendrá" (expresado con palabras similares). Larrain Arroyo escribió: "Esta lógica comunista transforma «La Revolución» en un fin más que en un medio para alcanzar otros objetivos. De acuerdo con lo que señalan los mismos dirigentes «la revolución es permanente e invencible», de manera que se constituye en un verdadero dios pagano al que deben subordinarse las necesidades, esperanzas y anhelos de los cubanos".

La médica cubana Hilda Molina tuvo discusiones con Fidel Castro por cuanto advirtió que la medicina cubana era utilizada para ofrecerla como un medio de obtener divisas de los extranjeros, pero que resultaba inaccesible para los cubanos que no pertenecían a la clase gobernante. Al respecto escribió: "Consciente de la importancia de este extraordinario universo científico, trabajaba sin descanso, trataba de actuar como si fuera de hierro sacando fuerzas de mis reservas absolutamente esquilmadas, y me olvidaba de mi propio yo con el único objetivo de mejorar la calidad de vida y resucitar las esperanzas de mis compatriotas pobres, enfermos y olvidados. ¿Y cuál era el saldo de tantos sacrificios? Más decepciones y más traiciones porque los que ostentaban el poder en Cuba y sus vasallos, ávidos de las divisas que tan desesperadamente necesitaban y tal vez para satisfacer otros indignos objetivos, se proponían escamotear a los indefensos pacientes cubanos los novedosos procedimientos terapéuticos que habíamos comenzado a aplicar en el país con la ayuda de sus creadores" (De "Mi verdad"-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2010).

Las increíbles ambiciones de poder de los dirigentes socialistas pueden simbolizarse en las palabras humorísticas de un cubano: "Fidel es el líder de la oposición en Cuba. Lo critica todo, nos reprocha los problemas, la ineficiencia, la burocracia". Si otro ciudadano pretende ejercer alguna forma de oposición a través de la simple crítica, se expondrá a pasar cierto tiempo en una cárcel.

Para Ernesto "Che" Guevara, el socialismo no dio buenos resultados por falta de "vigilancia revolucionaria", de ahí que la única forma reconocida para optimizar el sistema consiste en aumentar la presión y el terror. Al respecto escribió: "Los logros de la Revolución se limitan a la creación de unas cuantas pequeñas fábricas de productos de consumo".

"¿Por qué bajo la Revolución los zapatos pierden el talón después de un día de usarlos y por qué la Coca Cola de la Revolución tiene tan mal gusto?".

"¿Ocurren estas cosas en el sistema capitalista? No; entonces, ¿por qué han de ocurrir en el socialista?". "¿Por la naturaleza misma del socialismo? No, esto es una mentira. Ocurren por culpa de nuestros propios defectos, nuestra falta de vigilancia revolucionaria, la insuficiencia de nuestro trabajo" (Citado en "Cinco días en La Habana")

jueves, 25 de julio de 2019

La libertad: ¿medio o fin?

En los sistemas totalitarios, el líder pretende establecer la uniformidad de sus dirigidos, respecto tanto a las ideas como a las acciones. Para él, la libertad individual sólo consigue perturbar la uniformidad, por lo cual se dificulta su función de planificador social, que ha de ser el único que ha de preservar el derecho a la libre elección de acciones y pensamientos. De ahí la pregunta que, con cierta sorpresa, hace Lenin respecto de la libertad de sus dirigidos, ya que la libertad individual atenta contra la esencia del socialismo. Georges Bernanos escribió: “«La libertad, ¿para qué?» es, como saben ustedes, una célebre frase de Lenin y expresa con brillo y lucidez terribles esa especie de desapego cínico hacia la libertad que ya ha corrompido a tantas conciencias. La peor amenaza para la libertad no es que nos la dejemos tomar –pues el que se la ha dejado robar siempre puede reconquistarla- sino que se desaprenda a amarla o que ya no se la comprenda” (De “La libertad, ¿Para qué?”-Librería Hachette SA-Buenos Aires 1955).

En las sociedades democráticas, por otra parte, la libertad individual es un valor rechazado por quienes no la necesitan por cuanto sus mínimas ambiciones y proyectos consisten solamente en vivir condicionados a un mínimo esfuerzo mental y laboral y prefieren ceder una posible libertad personal a alguien que tome por él todas las decisiones de importancia para su vida. De ahí que la libertad ha de ser un valor importante para quienes proyectan el futuro bajo la orientación de un sentido de la vida personal.

El negligente, que ha abandonado todo proyecto personal, desea ser parte del colectivismo para no sentirse relegado por los más activos y entusiastas. Si él no quiere, o no puede, alcanzar algo valioso, tratará de impedir que otros lo logren; el socialismo lo protegerá de la envidia y le dará una falsa sensación de igualdad, aunque sabe interiormente que su actitud es propia de un ser inferior que manifiesta su bajeza e inferioridad en la forma más perversa.

No todo el que carece de ambiciones personales ha de tratar de impedir que otros que las tengan las alcancen, por cuanto sabe que impedir la realización personal de quienes tienen capacidad emprendedora, reducirá las posibilidades del sector empresarial y por ello se verá perjudicado por la pobreza generalizada de la sociedad. Mientras que el socialista prefiere sentirse rodeado de personas pobres, pero "igualmente pobres", la persona honesta no tendrá inconvenientes en sentirse rodeada de gente con mayores recursos si tales recursos fueron logrados como frutos del trabajo productivo en un ámbito de cooperación social.

La libertad, considerada como un derecho, deberá existir junto a la responsabilidad, que ha de constituir el deber correspondiente. De lo contrario, si no existe dicho vínculo, la libertad se desvirtúa y se llega al "libertinaje". Es por ello que la libertad ha de ser una condición necesaria para el éxito individual y social, aunque no será una condición suficiente, como muchos optimistas suponen. En una sociedad en la que la mayoría busca lograr un puesto laboral en el Estado, incluso si tal trabajo poco le sirve al resto de la sociedad, de nada servirá predicar las ventajas de la libertad si antes no se revierte tal predisposición generalizada. Guido de Ruggiero escribió: "En efecto, sólo pocos individuos, dotados de rica vida interior, están en condiciones de apreciar el valor constructivo de la libertad y la exigencia de una continua e interna reconquista de ella; para la mayoría, en cambio, la libertad no es otra cosa que ausencia de impedimentos, potestad o arbitrio de ser lo que se quiere, aun cuando sea en el ámbito de las leyes".

"Todos los juicios corrientes sobre la libertad y el liberalismo se resienten de esta mutilación y contribuyen, a su vez, a agravarla. Así, se oye continuamente hablar de «atomismo», de «individualismo» liberal, de insuficiencia del liberalismo, de necesidad de superarlo mediante alguna fórmula social más comprensiva, siempre con el tácito presupuesto de que toda la función de la libertad se compendia en asegurar al individuo una zona intocable, a resguardo de la ingerencia ajena. ¡Cómo si los individuos no tuvieran nada mejor que hacer como no sea cuidarse recíprocamente los pies y no dejárselos pisar por algún vehículo más embarazoso y pesado!".

"Ahora bien; no niego que también esta libertad sea algo muy importante, merecedor de la mayor consideración; pero afirmo que ésta no es toda la libertad, y que ni siquiera es el fin más alto que con la libertad puede proponerse el hombre. La remoción de todo impedimento exterior es, en efecto, sólo un medio, la premisa o la condición que permite a una fuerza interna del espíritu dearrollarse y tender hacia un fin apropiado a su naturaleza. En otros términos, la libertad de algo se entenderá como encaminamiento o trámite a la libertad para alguna otra cosa. Libertad negativa y libertad positiva son los nombres que doy a estos dos momentos de un concepto más comprensivo" (De "El retorno a la razón"-Editorial Paidós-Buenos Aires 1949).

Podría sintetizarse la idea anterior diciendo que "libertad negativa" es aquella, adoptada como finalidad, que ha de permitir que cada individuo se separe del resto de la sociedad bajo el "supremo ideal" del egoísmo. Por otra parte, "libertad positiva" ha de ser aquella, adoptada como medio, para alcanzar la plena inserción social en el marco de la cooperación social.

La libertad, como una finalidad en sí misma, es valorada por quienes tratan de no depender de nadie, incluso algunos hasta pretenden que los demás dependan de ellos. La verdadera libertad, que surge del acatamiento y gobierno de las leyes, se establece simultáneamente con la igualdad. Así, si la persona A no gobierna a B, ni tampoco B gobierna a A, puede decirse que existe cierta igualdad social entre ambos. Además, al no haber gobierno personal de uno sobre el otro, también existe la libertad de ambos. Si esta situación se generaliza a toda la sociedad, se está en camino de lograr la libertad junto a la igualdad.

Todos los ataques al liberalismo se deben a la debilidad asociada a la "libertad negativa". Los predicadores de la libertad como finalidad última de nuestra acción, son los que abren las puertas de par en par a los precursores del "postcapitalismo" u otras versiones que apuntan, esencialmente, hacia alguna forma de socialismo.

Así como la decadencia de la religión se debe esencialmente a la masiva adopción del camino más cómodo, tal el de idolatrar a Dios sin intentar lograr una mejora ética individual, los idólatras de la libertad suponen que su objeto de devoción consiste en la ausencia de impedimentos para manifestar lo que cada uno piensa y siente sin un previo examen de su validez moral. Guido de Ruggiero agrega: "¿Creen ustedes que el mayor valor de la libertad de conciencia o de palabra o de imprenta consiste en dar el gusto a cualquier holgazán de creer, de decir, de imprimir cuanto le pasa por la cabeza? No; esto no es sino el inevitable peso muerto de cada una de tales libertades; su verdadera fuerza viva, en cambio, consiste en la oportunidad que ella ofrece de despertar desde lo interior una actividad espiritual espontánea, de templarla en la prueba frente a otras actividades, de hacer triunfar a través de una natural selección de lo mejor".

"¿Creen ustedes que el único fin de la libertad de asociación es el de permitir a varios individuos reunirse para hacer lo que quieren, dentro de los límites de lo lícito, y no, más bien, para hacer lo que es conforme a la naturaleza humana y sociable, es decir, para cooperar juntos, mediante lazos consensuales que multiplican sus fuerzas y aunan los ánimos más durable y eficazmente que cualquier lazo externo y coactivo?".

"¿Creen ustedes que la libertad del miedo o de la necesidad no tiene otro fin que el de asegurar a cada individuo contra el peligro de los demás aislando a cada uno en su propia esfera de suerte que quede egoístamente satisfecho con ello? Tal fin es, desde luego, apreciable; pero no se trata del más alto que podamos y debamos aspirar. Asimismo, para lograrlo en el interés de todos precisa librarlo de las angustias del egoísmo, porque implica la realización de planes más amplios de seguridad y de trabajo, en los cuales todos son llamados a participar y que quieren dar a cada uno su tranquilidad y su chance. Así, también en este caso vale el principio: todos para uno, uno para todos".

"Y, en fin, creen ustedes que la libertad política sirve para crear en los individuos la ilusión de ser una partícula de la autoridad y del poder y de ejercer arbitrariamente un derecho propio? No, ella sirve para algo mejor: para formar hombres responsables, para desarrollar en ellos el sentido del interés público y adiestrarlos para diversos grados de funciones de gobierno, para darles la experiencia viva de la reciprocidad entre los derechos y los deberes, entre mandar y obedecer".

viernes, 19 de julio de 2019

Control recíproco entre lo racional y lo emocional

Cuando una persona reacciona con ira, hasta llegar al extremo del descontrol, se dice que no tuvo un freno racional para su emoción violenta. Por otra parte, la ausencia de un freno emocional permite que el psicópata, carente de empatía, cometa algún delito. De ahí que tanto lo racional como lo emocional deben considerarse en un mismo nivel de importancia.

Es oportuno mencionar que nuestro cerebro se ha sido formando, durante el proceso evolutivo, en tres etapas: el cerebro reptiliano, el límbico y el neocortex. El segundo sería el "cerebro emocional" y el tercero el "cerebro racional". En un funcionamiento normal, se controlan mutuamente bajo un proceso que podríamos identificar con la "conciencia moral". Tal conciencia implica un aspecto cognitivo por el cual podemos vislumbrar los efectos que nuestras acciones producen en los demás, mientras que lo moral implica el aspecto emocional asociado a la empatía.

Una ética compatible con la naturaleza humana debe contemplar tanto el aspecto racional como el emocional. Ninguno de ellos debe ser relegado al otro, como hace el racionalista al sostener que las emociones confunden y perturban la mente, o como es el caso del intuitivo que sostiene que la razón perturba la pureza de las emociones.

A lo largo de la historia se ha advertido el predominio de la ética emocional o bien de la ética racional, mientras que debemos acercarnos a una ética integral que compatibilice ambos aspectos. Raúl V. Martínez escribió: "Es indiscutible que la humanidad filosófica ha tenido del hombre, hasta hoy, visiones fragmentarias...Desde Sócrates hasta el Renacimiento, cultura del hombre-ético. Desde el Renacimiento hasta los albores de este siglo, cultura del hombre-lógico. Y desde nuestros días esperamos el advenimiento de la cultura del hombre-integral. Para que esto último sea posible, la cultura contemporánea deberá luchar contra los conatos de otras visiones parciales del hombre que procuran oponerse al hombre-lógico del periodo que termina, tales como el hombre-vida del intuicionismo bergsoniano, el hombre-acción del pragmatismo o el hombre-voluntad que como un reflorecimiento de la doctrina de Schopenhauer se afirma cada vez más sobre todo en el orden político de la cultura" (De "Ensayo de una antropontología"-Buenos Aires 1935).

Para lograr un sistema ético completo, hace falta agregar el sentido de la vida. Tal sentido presenta dos aspectos: existe un sentido de la vida objetivo, impuesto por el orden natural por medio de la evolución biológica y también un sentido de la vida subjetivo, o individual, adoptado por cada ser humano, especialmente en la elección de objetivos personales definidos. El sentido de la vida objetivo apunta hacia nuestra adaptación al orden natural, mientras que el sentido subjetivo apunta hacia nuestra adaptación al orden social.

Viktor Frankl considera al sentido de la vida asociado a nuestra adaptación al orden natural como un "suprasentido", ya que sólo tiene en cuenta la visión teísta del universo, sin tener presente la visión científica que disponemos actualmente. Al contemplar un universo regido en cada una de sus partes por leyes naturales, se restringe un tanto la religión de la creencia para disponer de una religión de la evidencia. Frankl escribió al respecto: "El problema del sentido de la vida puede interpretarse de diferentes modos. Queremos, por tanto, separar de su ulterior discusión, ya desde el primer momento, aquel problema que versa sobre el sentido dubitativo de todo acaecer objetivo, por ejemplo, sobre las problemáticas «finalidad y meta» del mundo, o sobre el problema del sentido del destino que nos sale al paso o de las cosas que nos suceden. En rigor, todas las respuestas positivas que podamos dar a estas preguntas están reservadas a la fe. De aquí que el hombre de mentalidad religiosa, que cree en una Providencia, no tenga nunca esta clase de problemas" (De "Psicoanálisis y existencialismo"-Fondo de Cultura Económica-México 1966).

Adviértase que al adoptar como sentido objetivo de la vida nuestra adaptación cultural al orden natural y a las leyes que lo conforman, no necesariamente se requiere que el universo tenga un sentido, o una finalidad, si bien la existencia de tales leyes naturales define un sentido implícito de la misma manera en que las reglas de un juego definen una finalidad implícita del mismo, aunque no se lo haya definido previamente. Además, la adaptación a las leyes naturales no depende de que tales leyes hayan sido impuestas por un Creador o bien que hayan existido siempre.

Con la adopción de la visión científica del mundo no se intenta reemplazar el sentido de la vida adoptado por parte del creyente religioso, sino que se trata de ofrecer como un iniciador del hallazgo de un sentido objetivo para quienes todavía no lo tienen.

En cuanto al proceso completo, puede decirse que heredamos de la evolución biológica las cuatro actitudes emocionales básicas (amor, odio, egoísmo, indiferencia). Mediante la razón vislumbramos los efectos producidos por nuestra actitud predominante para, mediante cierta introspección (mirar hacia dentro de uno mismo), convalidar nuestro comportamiento si fueron positivos los efectos o bien tratar de corregirlo si los efectos fueron negativos. De esa forma, mediante prueba y error, vamos conformando nuestra personalidad.

La voluntad resulta ser una consecuencia de haber adquirido la claridad mental suficiente como para haber podido adoptar tanto el sentido objetivo de la vida como el subjetivo, además de haber logrado una actitud favorable a la cooperación social. Puede hacerse una síntesis de lo expresado:

Voluntad = Emociones + Razón + Sentido de la vida

o también:

Voluntad = Empatía + Lógica asociativa + Adaptación cultural

Como se dijo anteriormente, la existencia de la conciencia moral refleja cierta compatibilidad o armonía entre lo racional y lo emocional, que implica además haber podido adquirir un pleno sentido de la vida. Viktor Frankl escribió al respecto: "No sólo es necesario encontrar el sentido, sino que es posible, y la conciencia moral guía al hombre en esa búsqueda. La conciencia moral, en suma, es un órgano de sentido. Se puede definir como la facultad de intuir el sentido único y peculiar que late en cada situación" (De "El hombre doliente"-Editorial Herder SA-Barcelona 1987).

El equilibrio entre razón y emoción, asociado a la conciencia moral, es un objetivo prioritario propuesto por la religión moral, de ahí la expresión de Cristo: "El Reino de Dios está dentro de vosotros".

Además de las éticas puramente racionalistas o puramente emocionales, surgieron las éticas voluntaristas que poco o nada tienen en cuenta lo racional y lo emocional. Raúl V. Martínez escribió: "Yo creo que si la nueva cultura se inicia y persiste como un triunfo de la voluntad (profecías de Schopenhauer y Nietzsche), será indiscutiblemente la más trágica de las culturas; porque nada es tan peligroso como una voluntad desprovista de fines racionales y vacía de sentimiento".

A manera de síntesis, Martínez describe las diversas culturas incompletas que se sucedieron a través de la historia de la civilización: "El primer ciclo de la cultura se caracteriza por un desarrollo inusitado del sentimiento, concomitántemente con la culminación de las valoraciones axiológicas. Psicológicamente podemos decir, también, que la primera reacción del sujeto biológico en su contacto con las cosas, es la sensación dolorosa o placentera, base de toda emotividad".

"El segundo ciclo de la cultura se caracteriza por el predominio del conocimiento paralelamente a la exaltación de las apreciaciones lógicas. Psicológicamente podemos agregar, también, que, la segunda reacción del sujeto biológico es su comercio con las cosas, es procurar penetrar la causa de su dolor o de su placer, conociéndolas".

"En el tercer ciclo de la cultura, a cuya aurora asistimos, vemos cómo el auge de la voluntad parecería querer substituir al sentimiento y al pensamiento. De esto tenemos notorias manifestaciones en el campo de la política".

"Sabemos, también, por psicología, la relación funcional o simbiótica que existe entre estos tres aspectos de la vida psíquica. El sentimiento, la voluntad y el pensamiento son, si se me permite la imagen, como tres hermanas siamesas, en las cuales una engorda siempre a expensa de las otras dos. El hombre o los pueblos muy sentimentales son, generalmente, débiles de carácter y poco inteligentes. El hombre o los pueblos con mucha genialidad, son también generalmente débiles de carácter y de temperamentos fríos. El hombre o los pueblos de mucho carácter, tienen poca inteligencia y menos sentimentalismo".

"Así como la crisis de la cultura medioeval se produjo indiscutiblemente por una gran falta de genialidad y de carácter, la crisis de la cultura racionalista se está produciendo por haber el hombre perdido con el frío cálculo de su razón, el carácter y el sentimiento. La pasada guerra mundial de 1914 fue la expresión más cruda de esta verdad".

viernes, 12 de julio de 2019

La apasionada defensa de la mentira

Las fallas personales se deben a un distanciamiento de la percepción de las leyes naturales que nos gobiernan tanto como de la propia realidad, siendo la mentira la negación consciente de las mismas. Es por ello que, si se trata de definir la normalidad psicológica, puede decirse que "normal" es la persona que tiene en cuenta tanto las leyes naturales como la realidad (viviendo con "los pies sobre la tierra") mientras que "anormal" sería quien se aleja de las mismas (viviendo "con ambos pies firmemente apoyados en el aire").

De esto se concluye que las virtudes humanas pueden asociarse a cierta inteligencia especializada que permite vivir acorde a nuestra naturaleza humana, mientras que los defectos morales implican una limitada inteligencia en tales aspectos. Esto implica que el nivel de estudios alcanzado por un individuo sólo hace presuponer una potencial inteligencia para las cuestiones morales, y no una certeza, como muchas veces se supone.

Debido al egoísmo humano, existente en distintas proporciones en cada uno de nosotros, tendemos a aferrarnos a posturas cognitivas y a creencias que nos cuesta abandonar en caso de advertir que son erróneas; y, a veces, ni siquiera admitimos que puedan serlo. De ahí que nos convertimos en apasionados defensores de nuestras creencias, por lo que ello puede implicar que seamos apasionados defensores de una mentira, o de un error.

Como también existe el odio, se tiende a negar las virtudes personales del enemigo ocasional como también su postura ideológica y sus creencias. En caso de que tal postura y creencias sean compatibles con la realidad, podemos llegar a convertimos también en apasionados combatientes contra la verdad (que es el complemento necesario de la defensa de la mentira).

Por las razones expuestas, es fácil advertir que, tanto gobernantes como sistemas político-económicos nefastos (por sus acciones y resultados), gozan de gran apoyo en vastos sectores de la población, siendo éste el caso de los totalitarismos. Mientras que el avance de la humanidad implica descartar el error cuando se lo detecta, la decadencia implica aceptarlo por razones egoístas u odiosas.

Así, un mismo hecho puede ser considerado como algo virtuoso o bien pecaminoso, según las circunstancias y por la misma persona. Este es el caso de la pobreza económica en una sociedad capitalista (o pseudocapitalista) que es vista como algo denigrante y perverso, mientras que un nivel de pobreza mayor aún, es visto como algo noble y virtuoso si se trata de una economía socialista. Paul Hollander escribió: "La actitud de los intelectuales hacia la pobreza depende mucho de su contexto. Cierta «abundancia en medio de la pobreza» era más injusta que la pobreza como condición general. Aunque la distinción implícita entre pobreza con sentido (socialista) y pobreza sin sentido (capitalista) ha sido problemática en tanto que el sentido de la pobreza socialista es predicado con vistas al futuro, el cual es bastante difícil de predecir. El segundo problema es que este «sentido» puede no tener sentido para los que están sometidos a las privaciones, sino sólo para aquellos -los planificadores, líderes, ideólogos- que lo imponen a los demás".

"Semejante valoración contextual de la pobreza capacita también a los intelectuales para revalorar otros temas relacionados con ella, por ejemplo, el trabajo infantil. En el capitalismo, el trabajo infantil es degradante e incompatible con una niñez feliz y sana. En las sociedades revolucionarias, sin embargo, puede simbolizar la unidad social, el esfuerzo común por el bien de la sociedad, puede reflejar una socialización temprana en relación con el trabajo, incluso puede posibilitar la eliminación de las barreras entre las generaciones".

"De manera similar, el trabajo manual en el capitalismo es visto como algo degradante, sobre todo si es sucio y fatigoso; en el socialismo, la rutina triste de la línea de montaje o de los campos adquiere un nuevo significado; los coolies portando cestas de lodo sobre sus cabezas se transforman de esclavos desgraciados en valientes constructores de la nueva sociedad; incluso los recogedores de basura y porquería (como en China) quedan ennoblecidos por su profesión, de otro modo poco atractiva, cuando estas faenas se realizan en aras del bienestar colectivo" (De "Los peregrinos políticos"-Editorial Playor-Madrid 1987).

El mayor pecado capitalista, según los socialistas, es la explotación laboral por parte del empresario hacia sus empleados. Sin embargo, la explotación laboral estatal en el socialismo, por parte de la clase dirigente hacia el resto de la población, es vista como parte de un sistema virtuoso. Pero el extremo lo constituye el asesinato selectivo contra los desobedientes respecto del sistema socialista, en cuyo caso se justifica en nombre de "fines superiores". Aldous Huxley escribió al respecto: “Varios millones de paisanos fueron muertos de hambre deliberadamente en 1933 por los encargados de proyectar los planes de los Soviets. La inhumanidad acarrea el resentimiento; el resentimiento se mantiene bloqueado por la fuerza. Como siempre, el principal resultado de la violencia es la necesidad de emplear mayor violencia. Tal es pues el planteamiento de los Soviets; está bien intencionado, pero emplea medios inicuos que están produciendo resultados totalmente distintos de los que se propusieron los primeros autores de la revolución” (De “El fin y los medios”–Editorial Hermes–Buenos Aires 1955).

En realidad, el primer y principal autor de la revolución socialista, Vladimir Lenin, impuso de entrada un régimen de terror, poco compatible con las "buenas intenciones" mencionadas por Huxley. Con un criterio similar, alguien podrá decir que había "buenas intenciones" en el régimen nazi, ya que tanto los nazis como los socialistas atinaron a eliminar a los sectores que se oponían a "mejorar la humanidad" según sus criterios respectivos. De ahí que no deba extrañar que la destrucción socialista de Venezuela sea apoyada por un gran porcentaje de la sociedad que todavía cree en las "buenas intenciones" de Nicolás Maduro y de todos los personajes que lo apoyan incondicionalmente.

En décadas pasadas, varios estadounidenses, ingleses y de otras nacionalidades que sentían aversión por sus propias naciones, viajaban a la URSS para comentar de regreso los logros socialistas. Algunos llegaron al extremo de afirmar que el sistema carcelario soviético era tan eficaz que muchos detenidos no deseaban abandonarlo una vez cumplidas las penalidades correspondientes. En lugar de hablar de campos de concentración, o de trabajos forzados, se referían a lugares de "rehabilitación" o algo similar. Paul Hollander agrega: "La visión de George Bernard Shaw en cuanto a los exitosos procedimientos de rahabilitación soviéticos fue incluso más vívida: «En Inglaterra, un delincuente ingresa (es decir, en prisión) como un hombre común y sale como un 'tipo criminal', mientras que en Rusia ingresa... como un tipo criminal y saldrá como un hombre común, excepto por la dificultad de inducirlo a que salga para siempre. En la medida en que pude averiguar, ellos pueden quedarse el tiempo que deseen»".

"Shaw no fue el único que creyó que los prisioneros soviéticos tenían condiciones tan agradables que se mostraban reacios a salir después de haber cumplido sus condenas. «Tan conocido y efectivo es el método soviético de rehabilitación de seres humanos -escribió Anna Louise Strong- que, en ocasiones, los criminales solicitan ahora ser admitidos»".

La fe de los socialistas es tan amplia que a pocos se les ocurrió pensar que en la URSS disponían de algunas cárceles modelo, o prototipos, especialmente diseñadas para ser mostradas a los peregrinos extranjeros que realizaban un viaje a su respectiva "tierra santa".

Ser patriota, por otra parte, no significa ignorar o silenciar los defectos de su propia nación, sino en mirarlos con la intención de ayudar a resolverlos, y no intentar promoverlos para tener luego motivos suficientes para destruir el orden social por medio de la revolución socialista.

martes, 9 de julio de 2019

Igualitarismo y elitismo en el socialista

En los socialistas activos, como ideólogos o como políticos, se observan dos características típicas que resultan contradictorias u opuestas entre sí. Por una parte muestran una tendencia hacia un igualitarismo extremo por el cual aborrecen toda forma de desigualdad social y económica, hasta llegar al extremo de intentar borrar los rastros de desigualdad biológica que heredamos del proceso evolutivo. Por otra parte, sus acciones son impulsadas por una desmesurada ambición por la conquista o el mantenimiento del poder, ya que esencialmente se sienten distintos o superiores al resto de los mortales.

Puede establecerse una analogía con algunos fanáticos religiosos que creían ser los herederos exclusivos de la verdad revelada y que ello legitimaba sus aspiraciones a constituirse en una elite separada del resto de la sociedad. Milovan Djilas escribió: "Partiendo de la premisa de que sólo ellos conocen las leyes que gobiernan la sociedad, los comunistas llegan a la conclusión demasiado simple y anticientífica de que ese supuesto conocimiento les da el poder y el derecho exclusivo a modificar la sociedad y dirigir sus actividades. Éste es el error más importante de su sistema".

"La monarquía no tenía una idea tan elevada de sí misma como la que los comunistas tienen de sí mismos, ni era tan absoluta como ellos" (De "La nueva clase"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1957).

Como la mayor parte de los políticos, aunque en forma mucho más acentuada, los socialistas muestran una cara en la etapa de las promesas y otra muy distinta en la etapa de las realizaciones. Adam Ulam escribió al respecto: "El marxismo en el poder es exactamente lo opuesto al marxismo en la revolución...Puede pensarse que el marxismo es una ideología con dos fases. La fase revolucionaria desaparece tras la revolución. Se desechan los matices democráticos del marxismo, se extirpa el anarquismo revolucionario y comienza el deber de construir, antitético en espíritu y en medios a la fase revolucionaria. Este proceso no es suave ni automático. Entra en una serie de realizaciones...que impiden una aplicación fiel de los principios con los que se llevó el partido al poder, lo cual sucede en la era post-revolucionaria, imposibilitando la construcción del socialismo" (Citado en "Los peregrinos políticos" de Paul Hollander-Editorial Playor-Madrid 1987).

Al socialista lo orienta la fe ciega en una ideología que supone tan cierta como una "verdad revelada" y, al igual que el creyente religioso, se siente un partícipe elegido de una elite que tiene a su cargo la difícil misión de provocar cambios profundos en la humanidad. Lewis Coser escribió: "Los intelectuales son hombres que nunca parecen satisfechos de las cosas tal como son, que apelan al uso y las costumbres. Cuestionan la verdad del momento en términos de una verdad más elevada y más amplia; se oponen a los llamamientos a la realidad invocando «algo impráctico». Se consideran a ellos mismos como custodios especiales de ideas abstractas, como la razón, la justicia y la verdad, guardianes celosos de las normas morales..." (Citado en "Los peregrinos politicos").

Ante la creencia de poseer cierta superioridad intelectual y moral, es frecuente una secreta ambición por el logro del poder, pero desde una postura superior. Paul Hollander escribió: "Cuando aparece la alienación, no es tanto como resultado de la hostilidad hacia los que están en el poder, sino que más bien surge de la sensación de estar excluido del poder. Lewis Feuer escribió que «La frustración de su voluntad de gobernar ha sido la fuente inconsciente más profunda de la alienación del intelectual. Con ella ha quedado alienada...su ansia de fusionarse...con el poder físico del pueblo, ya sea campesinado, proletariado, pueblos primitivos, razas de color o naciones subdesarrolladas»".

"Idealismo y ambición de poder, desinterés y compromiso, la legitimación del sistema social y su subversión, la autonomía y la disposición a ser elegido, el despliegue de los impulsos críticos y su subordinación a los objetivos ideológicos, reflexión y tendencia a la acción; todo esto forma parte de la conflictiva imagen de los intelectuales".

Milovan Djilas menciona algunos rasgos psicológicos comunes al fanático creyente y al socialista activo: "Cierto está que el partido tiene que asegurar el fin mediante instrumentos especiales, lo que lo convierte en algo dominante y supremo en sí mismo, como la Iglesia de la Edad Media. He aquí lo que decía en 1411 Dietrich von Nieheim, obispo nominal de Verden: «Cuando su existencia está amenazada, la Iglesia se libera de sus edictos morales. La unidad como fin santifica todos los medios: la perfidia, la traición, la tiranía, la simonía, las prisiones y la muerte. Pues todas las órdenes sacerdotales existen a causa de los fines de la sociedad y la personalidad debe ser sacrificada al bien general»".

"También estas palabras parecen haber sido pronunciadas por algún comunista contemporáneo". "Según la propia Iglesia, trataba de salvar las almas pecadoras y herejes destruyendo los cuerpos. Consideraba permitidos todos los medios terrenales con el propósito de alcanzar el reino de los cielos".

"Pero los comunistas desean ante todo la autoridad física o estatal. La persecución intelectual y la fiscalización de las ideas, ejercidas por razones dogmáticas, son sólo medios auxiliares para fortalecer el poder del Estado. A diferencia de la Iglesia, el comunismo no es el sostén del sistema, sino su encarnación".

El problema del socialismo activo, no reside en que los comportamientos mencionados sean propios de minorías o excepciones, sino que, una vez logrado el poder, constituyen justamente "la nueva clase". Los socialistas aducen que los medios de producción estatizados serán de los trabajadores, o del proletariado. Sin embargo, en todo socialismo real tales medios irán a formar parte del patrimonio de la "nueva clase". De ahí que el socialismo, como una "sociedad sin clases", es algo imposible de lograr, al menos por esa vía.

En cuanto al socialista que se opone a la formación de elites separadas del resto de la sociedad, como fue el caso de Djilas, pronto será relegado y, en su caso, encarcelado por nueve años por oponerse a la formación de esa nueva clase y por denunciarla en el libro mencionado. El citado autor, quien fuera un jerarca del comunismo de Yugoslavia, describe la situación por la cual escuchó a su conciencia antes que obrar en contra de ella: "Me vi aislado, con mis camaradas despreciándome y denigrándome, calumniándome, con mi familia aterrorizada y en el límite de sus fuerzas. Me vi entre la «gentecilla», que no tendría manera de saber si yo era un loco o un sabio. Pero el combate interior fue de breve duración. No pasaría de unos minutos hasta ordenar mis pensamientos y recuperarme de mis aprensiones. Porque ya sabía, sí, sabía, repito, que aquél era mi auténtico ser, y que no podría renunciar al mismo a pesar de las vacilaciones a que había sucumbido a pesar de la prueba tremenda con que tendría que acabar por enfrentarme" (De "La sociedad imperfecta"-Editorial Ariel SA-Barcelona 1969).

viernes, 5 de julio de 2019

Los liberales y el cristianismo

El cristianismo presenta dos fundamentos distintos; por una parte asocia su legitimidad a una revelación divina (fundamento subjetivo e inverificable), mientras que la ética propuesta resulta tener un fundamento objetivo y verificable, como lo es la "empatía emocional". Teniendo presente todo aquello que resulta accesible a nuestras decisiones, como cumplir, o no, los mandamientos bíblicos, el cristianismo puede tener una incidencia importante en todos los sectores de la sociedad.

La visión monoteísta del universo presenta cierta compatibilidad con la actual visión científica que disponemos. Ello se debe a que un universo regido en cada una de sus partes por leyes naturales invariantes, no difiere demasiado de un supuesto Dios que responde de igual manera en similares circunstancias. Sin embargo, la semejanza tiende a desaparecer en cuanto se supone que Dios interviene en los acontecimientos humanos interrumpiendo momentáneamente las leyes naturales, o bien alterando las causas iniciales en una determinada secuencia de causas y efectos.

Si suponemos que Dios no interviene en los acontecimientos humanos, tenemos una "religión natural" enteramente compatible con la ciencia experimental. Esta religión, desprovista de misterios, milagros y revelaciones, centra su atención en los aspectos éticos del comportamiento humano, pudiendo ser de gran utilidad para el proceso de adaptación cultural al orden natural.

Desde los sectores liberales se presentan, por otra parte, dos formas extremas de considerar la moral. Así, las figuras más representativas (no todas) consideran que la economía de mercado requiere, para su buen funcionamiento, de una ética previa, surgida de la religión, la filosofía o las ciencias sociales, en donde la ética cristiana cumpliría un importante lugar. Sin embargo, otros sectores liberales sostienen que el proceso del mercado ya trae incorporada una ética implícita y que no es necesario incorporar éticas ajenas a dicho proceso.

Esta última postura ha sido denominada "economismo" o "economicismo", y comparte con el marxismo la idea de que el sistema económico adoptado por una sociedad determina los restantes aspectos culturales y sociales. Por el contrario, si se considera a la economía como una rama de las ciencias sociales, debe resultar compatible con las restantes ramas, especialmente en lo que ha sido corroborado experimentalmente.

Son los sectores economicistas, por lo general, los que sienten aversión por todo lo que sea religión, y por ello rechazan tanto los fundamentos subjetivos del cristianismo como a la ética propuesta, de la cual puede tenerse una idea concreta de su efectividad. Los creyentes, por otra parte, aceptan todo lo que involucra su religión mientras rechazan al resto de las religiones. Henri Poincaré escribió: "Dudar de todo o creerlo todo, son dos soluciones igualmente cómodas, pues tanto una como la otra nos eximen de reflexionar".

John Locke fue una de las figuras más representativas del liberalismo. Mariano Grondona escribió al respecto: “Locke está impregnado de la idea puritana de que el hombre se gana el cielo teniendo éxito en la Tierra. Por eso el rico que se enriqueció por métodos legales y correctos sospecha que se va a salvar. En el fondo, más que premiarse el trabajo se premia al mérito. Es un premio de tipo casi religioso. Fuiste honesto, trabajador, activo, diligente; tienes un premio en esta Tierra que anticipa y no anula el premio celestial: la propiedad. Los ricos de Locke pasan por el ojo de la aguja evangélica”.

“Se ha dado una explicación ingenua del liberalismo diciendo que elogia el egoísmo. No lo elogia, pero reconoce que una sociedad egoísta puede funcionar. Sería ideal que la gente fuera distinta, pero siendo como es, es razonable lograr un orden a partir de ella. Dice Locke: «Los hombres están de acuerdo y han estado de acuerdo en que comiencen las posesiones desiguales sobre la Tierra desde el momento en que por tácito consenso encontraron en la moneda una manera de acumular sin que lo acumulado se corrompa». La moneda es el producto de un consenso, de un contrato, los hombres lo quisieron así. A Locke moralista no le gusta, pero Locke pensador práctico lo reconoce. La gente, en el momento mismo en que aceptó la creación de la moneda, aceptó la desigualdad porque los metales –hoy, los ceros a la derecha de la cuenta bancaria- se pueden acumular en forma ilimitada” (De "Los pensadores de la libertad"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).

Por otra parte, John Locke escribió: “Dado que usted quiere saber cuál es mi pensamiento sobre la tolerancia entre cristianos, con toda sinceridad, debo decirle, que creo que es la peculiaridad de la verdadera Iglesia. Aunque existan algunos que se jacten de la antigüedad de sus lugares de culto y nombres, o de la suntuosidad de su culto, o de la reforma de su doctrina, y todos de la ortodoxia de su fe –ya que todos se consideran a sí mismos ortodoxos-, éstas y otras cosas de la misma naturaleza son más bien características de la lucha de los hombres por el poder y por la autoridad que particularidades de la Iglesia de Cristo”.

“Si alguien posee prestigio, majestuosidad y ortodoxia de la fe, pero está desprovisto de caridad, humildad y buena voluntad hacia todos los hombres sin distinción, no sólo hacia los que se profesan cristianos, no es aún cristiano….El fin de la verdadera religión, que no nació para vanagloriarse de sus riquezas exteriores, ni para ejercer el dominio eclesiástico, ni tampoco para utilizar la fuerza, sino para guiar la vida de los hombres con integridad y piedad. Quien quiera ser parte de la Iglesia de Jesucristo debe, ante todo, despojarse de sus propios vicios, de su soberbia y de su propio placer” (De “Carta sobre la tolerancia”-Gradifco SA-Buenos Aires 2005).

En la actualidad, en la sociedad existe un predominio del relativismo moral, por lo que se rechaza no sólo la religión, sino toda sugerencia de tipo moral, reviviendo la antigua época de los sofistas. S. E. Frost (h) escribió: “Muchos sofistas representativos, como Eutidemo, Trasímaco y Calicles, sostenían que la moral era mero convencionalismo, hábito; que no había leyes morales ni principios exclusivos de bien ni de mal. Estos pensadores trataron de justificar el principio de que cada hombre debe vivir como desee, conseguir lo que quiera por cualquier medio y establecer su propio código moral. El resultado de esta teoría fue la anarquía moral, el individualismo puro y el más alto grado de egoísmo”(De “Las enseñanzas de los grandes filósofos”-Editorial Claridad-Buenos Aires 1946).

Friedrich Hayek escribió respecto al individualismo: “Aquí no sólo se abandonan los principios de Adam Smith y de Hume, de Locke y de Milton. Aquí se abandonan las características más básicas de la civilización desarrollada por los griegos y los romanos y el Cristianismo, es decir, de la civilización occidental. Aquí no se renuncia sólo al liberalismo del siglo XVIII y del XIX, es decir, al liberalismo que completó dicha civilización. Aquí se renuncia al individualismo que gracias a Erasmo de Rotterdam, a Montaigne, a Cicerón, a Tácito, a Perícles, a Tucídides, heredó dicha civilización. El individualismo, el concepto de individualismo, que a través de las enseñanzas proporcionadas por los filósofos de la antigüedad clásica, del Cristianismo, del Renacimiento y de la Ilustración nos ha hecho tal y como somos. El socialismo se basa en el colectivismo. El colectivismo niega el individualismo. Y el que niega el individualismo niega la civilización occidental” (Citado en “La Fuerza de la Razón” de Oriana Fallaci-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2004).

Juan Bautista Alberdi también encontraba en la religión una base moral para la mejora individual y social, escribiendo al respecto: “La religión cristiana es el único medicamento que puede curar la República de sus achaques morales. Ella es la religión de la libertad porque enseña el dogma de la igualdad y el de la hermandad de los hombres, además de inculcar las cualidades del hombre libre: humildad, mansedumbre, indulgencia, desprendimiento”. “La religión misma es el primero de los bienes humanos” (Citado en “Alberdi y su circunstancia histórica” de Guillermo G. Mosso-Mendoza 1984).

“Se dice a menudo que la religión cristiana es el fundamento de la libertad moderna; que el pueblo que no es cristiano no puede ser libre. Yo no conozco verdad más grande en la política moderna. Ha dicho Montesquieu, inspirado en la libertad inglesa, que la religión cristiana tiene el privilegio de hacer la felicidad de este mundo, sirviendo a la del otro. ¿Por qué razón el cristianismo es el secreto de la libertad moderna? Porque es la única religión que nos enseña a amar a nuestros enemigos; a responder a la ofensa con un servicio; al disidente como un hermano, en lo cual consiste la fraternidad, no de la familia, sino de la patria, de la sociedad entera”.

“Con la sangre de Cristo fue sellado el triunfo de la doctrina, que haciendo libres, iguales y hermanos a todos los hombres y pueblos de la tierra, debía fecundar la historia moderna, echando los fundamentos de una sociabilidad humanitaria y nueva, sobre las ruinas de una sociabilidad estrecha y vieja” (De “El pensamiento vivo de Alberdi” de Jorge Mayer-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1983).

“La moral cristiana es la moral de la civilización actual por excelencia; o al menos no hay moral civilizada que no coincida con ella en su incompatibilidad absoluta con la guerra. El cristianismo como ley fundamental de la sociedad moderna, es la abolición de la guerra, o mejor dicho, su condenación como un crimen”.

“Ante la ley distintiva de la cristiandad, la guerra es evidentemente un crimen. Negar la posibilidad de su abolición definitiva y absoluta, es poner en duda la practicabilidad de la ley cristiana. El evangelio es el derecho de gentes moderno, es la verdadera ley de las naciones civilizadas, como es la ley privada de los hombres civilizados” (De “El crimen de la guerra”-Editorial Molino-Buenos Aires 1943).

Wilhelm Röpke considera la base moral individual como el requisito necesario para el desarrollo de una economía de mercado, escribiendo al respecto: “Los individuos que compiten en el mercado en procura de su propio beneficio, necesitan más que nadie de las normas sociales y morales de la comunidad, sin las cuales la competencia degenera hasta los extremos más penosos. Como dijimos antes, la economía de mercado no lo es todo. Debe ocupar su lugar en un ordenamiento más elevado, que no se gobierna por la oferta y la demanda, la libre formación de los precios o la competencia. Debe estar firmemente insertada en un ordenamiento global de la sociedad, en el cual las imperfecciones y rudezas de la libertad económica sean corregidas por el derecho, y donde no le sean negadas al hombre las condiciones de vida adecuadas a su naturaleza. El hombre sólo puede realizar plenamente su naturaleza si se integra libremente en una comunidad con la cual se sienta solidario. De lo contrario, su existencia será desdichada, y él lo sabe”.

“Para poder apreciar hasta qué punto es importante para nuestro mundo este espíritu «burgués», pensemos en lo difícil que resulta implantar las modernas formas de la economía a los países subdesarrollados, que a menudo carecen de las condiciones espirituales y morales que estamos analizando. Los occidentales las damos por sobreentendidas, y por eso apenas somos conscientes de que existen, pero los dirigentes de los países subdesarrollados, con frecuencia, sólo advierten los éxitos económicos exteriores de las naciones de Occidente, sin percibir los cimientos espirituales y morales que sustentan esos éxitos”. (Citado en “Enfoques económicos del mundo actual” de L.S. Stepelevich–Editorial Troquel SA-Buenos Aires 1978).

Otro economista liberal, Henry Hazlitt, escribió: “Se piensa, por lo general, en los enfoques ético y económico, que la ética y la economía tienen poco que ver una con la otra. Sin embargo, ambas se encuentran íntimamente vinculadas. A ambas les interesan los actos de los hombres, la conducta humana, la decisión humana, la elección humana. La economía es una descripción, explicación o análisis de los factores determinantes, consecuencias e implicancias de la conducta y elección humanas. Pero apenas llegamos a lo que es la justificación de esos actos y decisiones o a la cuestión acerca de si este o aquel acto o regla de acción sería más conveniente a largo plazo para el individuo o la comunidad, penetramos en el mundo de la ética. Esto es también verdad si lo que se discute es la conveniencia de una política económica comparada con otra”.

“Prácticamente no existe problema ético alguno, en realidad, que no presente un aspecto económico. Nuestras decisiones éticas cotidianas son, en general, decisiones económicas y, a su vez, casi todas nuestras decisiones económicas cotidianas tienen un aspecto ético” (De “Los fundamentos de la moral”–Fundación Bolsa de Comercio de Buenos Aires 1979).

miércoles, 3 de julio de 2019

La Iglesia totalitaria

Los Evangelios transmiten información a través de ideas y simbolismos, además de inducir mediante cierta empatía implícita, una actitud a adoptar frente al mundo y frente al prójimo. Sin embargo, muchos no perciben los aspectos emocionales subyacentes y los interpretan de tal manera que favorecen conductas totalmente opuestas a lo que expresamente se intenta promover. También sus detractores descartan tales aspectos emocionales tergiversando los objetivos de las prédicas cristianas.

En varias etapas de la larga tradición de la Iglesia Católica se advierte un desvío esencial respecto de los fundamentos del cristianismo, por lo cual se tergiversa la idea del Reino de Dios, o gobierno de Dios sobre el hombre, promoviendo el gobierno del hombre sobre el hombre, y más precisamente, el gobierno de los supuestos seguidores de Cristo sobre el resto de la población. En lugar de orientar en la vida a todo ser humano, se encargaron de dirigirlo con criterios personales o sectoriales, ocasionando serios trastornos a las sociedades bajo su influencia.

La palabra "totalitarismo" surge en el ámbito de la política y significa "todo en el Estado", implicando el gobierno de quienes dirigen el Estado aún al nivel de las ideas y de los pensamientos de los ocasionales súbditos, llegando al extremo de castigar severamente la disidencia en materia ideológica. Este último aspecto ya fue empleado en épocas pasadas por la Iglesia Católica, castigando las herejías y desobediencias bajo maneras violentas. Ellen White escribió respectos de la matanza de los hugonotes: "Lo más inicuo que se registra en el lóbrego catálogo de los crímenes, el más horrible de los actos diabólicos de aquella sucesión de siglos espantosos, fue la «matanza de San Bartolomé»".

"Todavía se estremece horrorizado el mundo al recordar las escenas de aquella carnicería, la más vil y alevosa que se registra. El rey de Francia instado por sacerdotes y prelados de Roma sancionó tan espantoso crimen. El tañido de una campana, resonando a media noche, dio la señal del degüello. Millares de protestantes que dormían tranquilamente en sus casas, confiando en la palabra que les había dado el rey, asegurándoles protección, fueron arrastrados a la calle sin previo aviso y asesinados a sangre fría".

"Asi como Cristo era el jefe invisible de su pueblo cuando salió de la esclavitud de Egipto, así lo fue Satanás de sus súbditos cuando acometieron la horrenda tarea de multiplicar el número de los mártires. La matanza continuó en París por siete días, con una furia indescriptible durante los tres primeros. Y no se limitó a la ciudad, sino por decreto especial del rey se hizo extensiva a todas las provincias y pueblos donde había protestantes. No se respetaba edad ni sexo. No escapaba el inocente niño ni el anciano de canas. Nobles y campesinos, viejos y jóvenes, sucumbían juntos. La matanza siguió en Francia por espacio de dos meses. Perecieron en ella setenta mil personas de la flor y nata de la nación" (De "La gran controversia"-Talleres Gráficos IRAP-2018).

En épocas cercanas, sectores de la Iglesia repiten la insinuación de producir asesinatos selectivos, esta vez bajo la ideología marxista-leninista, que en los años 70 produjo cientos de miles de víctimas a lo largo y a lo ancho de Latinoamérica. Recordemos que el ideólogo es el primer eslabón de la cadena que termina con la ejecución de actos terroristas, por lo que los sacerdotes del Tercer Mundo deben considerarse autores ideológicos de gran parte de los masivos asesinatos mencionados.

El ideólogo no incita directamente al acto terrorista, sino que repite cientos o miles de veces que el sistema capitalista provoca explotación laboral y que lo que tienen los ricos se debe a lo que le robaron a los pobres, y que la pobreza de éstos nunca se debe a la incapacidad, vagancia o irresponsabilidad personal, sino al robo ocasionado por parte del sector productivo. Luego, la violencia surge en cada uno según sea el entendimiento personal de la prédica socialista. Joseph Höffner escribió: "La Teología de la Liberación aborrece tanto al capitalismo que ya desde ahora se puede presumir su aprobación del empleo de la violencia contra este sistema. Se preguntará: ¿empleo de la violencia por la misma Iglesia, por la jerarquía, por los sacerdotes y religiosos, por las parroquias y comunidades eclesiales de base? ¿O empleo de la violencia por medio de la doctrina social de la Iglesia?".

La peligrosidad del cura marxista radica en que, al igual que todo socialista, considera el asesinato de quienes profesan "ideas incorrectas" como un paso previo para un "bien mayor general", mientras que sólo rechazan las reaccionen de quienes intentan defenderse de la violencia marxista. Höffner agrega: "Las violencias revolucionarias atizan el espíritu bélico y amenazan la paz. De hecho es «malo», opina el ex profesor de la Universidad Salesiana de Roma, Giulio Girardi, que a veces sea inevitable «tener que matar por amor», pero el «recurso a la violencia» sería lícito cuando no hubiese «ningún otro camino»" (De "¿Doctrina social de la Iglesia o Teología de la Liberación?"-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1985).

La Iglesia Católica promueve actualmente la ideología que permitió la unificación absoluta del poder en manos de Mao-Tse-Tung, de Stalin, y de otros dictadores que produjeron más de cien millones de asesinatos durante el siglo XX. Se opone, además, al liberalismo por cuanto la democracia política como la democracia económica (mercado) favorecen la división de poderes, ya se trate del poder político o del económico, proceso utilizado para evitar la concentración de poder en pocas manos y el riesgo de producir catástrofes sociales como las producidas por el socialismo.

Puede advertirse la falsedad de las propuestas socialistas en base a la siguiente síntesis:

a) Economías subdesarrolladas: pocos empresarios, no hay mercados competitivos, favorecen la explotación laboral y la pobreza.
b) Economías desarrolladas: muchos empresarios, hay mercados competitivos, se descarta la explotación laboral y la pobreza.
c) Economías socialistas: existe una sola empresa (el Estado), no hay mercados competitivos, favorecen la explotación laboral y la pobreza.

Los promotores del odio entre sectores, nunca culpan a quienes no son empresarios ni nunca lo serán, siendo los principales culpables de la pobreza generalizada, sino que critican a los pocos empresarios considerándolos como únicos culpables de tal flagelo. Al eliminarlos, o al expropiarlos, sólo se logra empeorar las cosas.

Las críticas de los sectores cristianos de la Iglesia hacia los sectores marxistas-leninistas (promotores de la Teología de la Liberación), no se fundamentan en cuestiones concretas sino en cuestiones doctrinales llegando a conclusiones absurdas como que el problema de los ideólogos marxistas no está en la promoción del odio sino en el rechazo de lo sobrenatural, y cosas semejantes. Alberto García Vieyrá escribió: "El problema actual de este movimiento es identificar o confundir: lo sagrado con lo profano, lo natural y lo sobrenatural; la Iglesia y el mundo, la Teología reducida o sustituida por una antropología naturalista; la concepción de un Dios lejano que no interviene en el mundo del hombre. Todo esto está en pugna con la teología católica y las enseñanzas auténticas de la Iglesia. Para aclarar digamos: el hombre se vuelve cristiano por el carácter sacramental del bautismo; buen cristiano por la gracia santificante y las virtudes infusas" (De "La quimera del progresismo"-Varios autores-Cruz y Fierro Editores-Buenos Aires 1981).

Para el mencionado autor, los sacerdotes marxistas-leninistas estarían errados, no por promover asesinatos a través de la difusión de mentiras y de falsos análisis de las sociedades actuales, sino por adoptar posturas coincidentes con la religión natural. Esta forma absurda de "combatir" la herejía socialista dentro de la Iglesia, resulta completamente inefectiva.