domingo, 23 de julio de 2023

Entrevista a Juan Manuel Fangio

El deterioro ético puede observarse también en los distintos ámbitos deportivos. Así, en la época de Juan Manuel Fangio, el piloto Peter Collins cede su auto para que Fangio pueda ganar el campeonato mundial de 1956 (el reglamento permitía ese cambio, con la división posterior de puntos entre ambos pilotos). Collins le dice a Fangio: “Súbase Maestro; yo soy más joven y todavía tengo mucho tiempo para ganar un título…..”. Collins tenía también posibilidades de lograr el campeonato. Los autores de “Fórmula 1. La eterna pasión” escriben: “La acción del británico, además del agradecimiento de Fangio, contó con un reconocimiento general del ambiente. Pero el destino no fue justo con Collins, ya que el futuro lo estaba esperando con un trágico final [1958] sin haberle permitido concretar ese sueño de campeón resignado en Monza a favor de su veterano compañero” (De la Revista Olé-Buenos Aires 2000).

En épocas más recientes, tenemos el caso de Michael Schumacher, y de otros pilotos, a quien se lo recuerda por haber participado en maniobras “sucias” al intentar chocar contra el auto de otro competidor para que, al quedar ambos fuera de carrera, el propio Schumacher obtuviera el campeonato mundial. Lo grave de la situación es que poco le importaba la opinión de los millones de teleespectadores que observaban la maniobra, tampoco le importaba su propia conciencia, ya que en la escala de valores dominante el éxito deportivo primaba sobre los valores éticos elementales.

Sobre este tema y otros de interés, Rodolfo Braceli le hizo una entrevista a Fangio que aparece en la Revista Gente. Se trascriben algunos párrafos de la misma:

"NO ÉRAMOS ANGELITOS"

El motivo del reportaje: el accidente de Zolder, Bélgica, en mayo de 1981. Una largada trágica en la que intervienen Patrese, Piquet y nuestro Reutemann. Fangio dice algo que cada día es más cierto:

En mis tiempos se mataron 30 pilotos en menos de diez años. Esa cifra se redujo mucho, pero podría, debiera, reducirse mucho más. Las condiciones de seguridad y estabilidad de los autos son muy diferentes que en ese tiempo. Imagínese, yo, por años, en vez de casco usaba una boina; ahora los pilotos son como astronautas. Se mejoró técnicamente, pero se retrocedió humanamente.

¿Y esto por qué, Fangio?

Porque la presión de los intereses transformó esto que era una fiesta en un espectáculo casi feroz. Los muchachos, tan presionados, se olvidan que la carrera no se gana en la primera curva, pero sí se puede perder la vida en la primera curva. Hoy por hoy, todo lo que hay alrededor de los pilotos es terrible: marcas, escuderías, sponsors, fábricas de neumáticos, millonadas de dólares. Se pierde la noción de las cosas.

¿En su tiempo no había envidia, fricciones y esas cosas?

En mis tiempos no éramos angelitos. Nos mandábamos nuestras buenas macanas, pero cuando alguien se mandaba una los demás le hacíamos el vacío. Nos conocíamos. Nos mirábamos a la cara. Nos veíamos. En aquellos tiempos los premios no se daban, como ahora, en la pista. Después de cada carrera nos reuníamos en una gran mesa. Comíamos, bebíamos, teníamos oportunidad de saber que los otros tenían hijos, esposas, madres, familia. Ahora, pobres muchachos, no pasa eso. A los veinte minutos de una carrera cada uno está en su avión o en su helicóptero, rumbo a su residencia.

Fangio, el presente es sombrío, ¿y el futuro de la Fórmula Uno?

El futuro se parecerá a una carnicería. Los pilotos importarán menos que sus máquinas.

¿Habrá que replantear los reglamentos?

Los reglamentos...no sé...no sé...Aunque sí la solución pudiera venir por el lado de los reglamentos, yo incorporaría una cláusula, una cláusula de cumplimiento obligatorio.

¿Cuál es esa cláusula?

La que imponga la obligación de hacer una larga comida después de cada carrera. Una larga comida y una larga mesa y alrededor de ella todos los pilotos que participaron en la carrera. Comiendo, bebiendo, los muchachos se verán la cara, se darán cuenta de que son seres humanos y así se respetarán de otra manera. Respetándose serán muchos más los que puedan morir de viejos y no debajo de las calcomanías de sus patrocinadores...

FANGIO, UN POQUITO MÁS RÁPIDO

Año 1975. Mediodía de pleno sol en el autódromo. Le pido a Fangio que demos unas vueltas, fuerte, en el circuito. Acepta, pero antes da una vuelta muy despacio, hasta comprobar que el circuito está cerrado. Después se detiene y mira de reojo al fotógrafo Carlos Abras, que va atrás y me mira a mí, que voy adelante. Silencio y sol. Fangio entrecierra los ojos. Pero ahí estamos, no pasa nada.

Fangio, cuando usted quiera.

Hijo, estoy esperando que se ajuste el cinturón.

Fangio pone la primera y pisa el acelerador y allí vamos. El asfalto se empieza a escurrir por debajo de nuestro auto...Ciento veinte, ciento setenta...Entramos y salimos de cada curva con toda naturalidad. Fangio maneja con las dos manos, la cabeza algo inclinada. Le hago un par de preguntas, pero no me responde.

Fangio, ¿podría ser un poquito más rápido?

Podría ser.

Me parece, Fangio, que seguimos a la misma velocidad.

No se equivoca.

¿Un poquito más rápido no podría ser?

Podría ser, pero vayamos con calma.

¿A usted no le gusta la velocidad?

La velocidad tiene su tiempo. Siempre es bueno bajarse del auto. Digo, bajarse uno, sin que a uno lo bajen.

CON FANGIO DE CHOFER

Faltan dos meses para que Fangio cumpla sus ochenta de edad. Otra vez le propongo un reportaje, pero andando en automóvil, mientras circulamos por el alucinante infierno de la ciudad de Buenos Aires. Fangio maneja y yo pregunto:

Fangio, usted está enterado de que los argentinos somos los campeones mundiales en materia de accidentes de tránsito.

Le pregunto, Fangio, sobre el récord mundial en accidentes de tránsito que tenemos los argentinos.

Ante el silencio de Fangio me callo la boca. Pasan dos o tres minutos. El auto conducido por Fangio sale de la zona más congestionada. Sin mirarme, entonces me dice:

Je, usted pensará que aparte de viejo soy sordo. Lo que pasa, amigo, es que, callando mi boca, le empecé a dar mi primer consejo para manejar en la ciudad. Hay momentos en los que el conductor del automóvil no debe hacer ninguna otra cosa que manejar. Necesita de la máxima concentración. Si no, está expuesto a mandarse un macanazo. No se puede hacer dos cosas a la vez.

Cuentan que el famoso Napoleón era capaz de hacer tres o cuatro cosas a la vez...

Napoleón nunca manejó un auto en Buenos Aires.

Pero hacía cosas de alto riesgo. Y varias simultáneamente.

Hijo, de un petiso se puede esperar cualquier cosa. Napoleón lo era. Pero por más petiso y Napoleón que fuera tengo mis dudas de que, puesto a conducir un auto en una ciudad como ésta, también se dedicara a conversar en momentos complicados. Por lo general, cuando los conductores manejan no sólo conversan sino que miran a la persona que va al lado o atrás. Suficiente para la desgracia. Menos de un segundo basta para mandarse una macana, o para no poder superar la macana que se mandó otro distraído.

Difícil no conversar.

Cuando se maneja, ante todo hay que manejar...Usted recién me habló de Napoleón...bueno, dicen que Napoleón le decía a su criado: "Vísteme despacio, porque estoy apurado". Esta frase nos viene bien a todos los conductores ciudadanos: poco acelerador si hay mucho apuro.

Fangio se calla y empiezo a comprender la enseñanza de sus silencios. Cuando llegamos al próximo semáforo, reanudo el diálogo:

¿Usted siempre anda tan despacio como ahora, Fangio?

No ando ni despacio ni rápido. Fíjese, ando como se puede...Pero no se engañe, ando menos despacio que a lo que usted le parece.

¿Por qué me dice eso?

Porque para considerar la velocidad en la ciudad no hay que fijarse en el velocímetro...Observe en las próximas cuadras: yo andaré aparentemente más despacio que casi todos los autos que nos rodean. No pasaré de los 50 kilómetros, pero al final de ocho o diez cuadras, observará que seguimos a la par.

¿Cómo se explica eso?

Es sencillo: yo acelero bastante menos, pero también freno bastante menos. Observe usted: antes de que venga la luz verde en esta avenida varios autos saldrán como si partieran en una competencia. Ganarán cincuenta metros en cien. Pero toda la ventaja la perderán en el próximo semáforo. Todo un trastorno inútil: para hacer el mismo promedio la mayoría mortifica la caja, los frenos, el embrague. Además gastan más nafta, hacen más ruido y se arruinan los nervios. Ganan puntaje sólo para dos campeonatos...

¿A qué campeonatos se refiere?

En cuanto lleguemos al próximo semáforo le respondo.

Fangio...ya llegamos al semáforo. ¿Para qué campeonatos ganan puntos los apurados?

No sé cómo denominar esos campeonatos...sólo sé decirle que los trofeos los reciben o en los talleres de chapa y pintura o en los hospitales.

Por lo tanto, Fangio, lo mejor y más barato es manejar despacio.

Yo no diría andar despacio, porque el exceso de lentitud es también un riesgo. Cuidado con convertirse en un estorbo.

La radio en un auto ¿es peligrosa?

Si no aturde, no es peligrosa. Es preferible escuchar radio a conversar con otra persona. Porque a la radio no hay que contestarle.

Usted conoce medio mundo, ¿es verdad, Fangio, que los argentinos manejamos muy mal?

No, ¡al contrario! yo diría que los argentinos manejamos muy, pero muy bien.

Y entonces ¿por qué somos los campeones en accidentes de tránsito?

Porque se puede manejar muy bien, pero conducir muy mal...Detengámonos un momento y observemos: las cosas que se hacen manejando son extraordinarias. Se zigzaguea, se frena al milímetro, se hace alta acrobacia con el volante. Realmente somos hábiles manejando. Nos sobra pericia con el volante, pero también nos sobra irresponsabilidad a la hora de cumplir las normas...Ahí tiene; muy pocos respetan su línea, la mayoría da sorpasos a derecha e izquierda, se pasa vehículos igualmente por derecha que por izquierda, al guiño de giro se lo pone cuando ya se empezó a girar...Y mire las líneas amarillas.

¿Qué pasa con las líneas amarillas?

Están casi borradas porque se camina sobre ellas...El ejemplo más claro lo tiene en esta avenida Libertad. Se supone que quienes desean circular a mayor velocidad deben tirarse por las bandas de la izquierda, pero no pasa eso, si uno quiere ir más rápido tiene que tirarse por el costado derecho.

Avanzamos por avenida Libertador. Realmente, ir por la izquierda significa entrar en las columnas lentas; ir por la derecha, avanzar mucho más rápido.

Fangio calla durante varias cuadras. Semáforo.

Muchos creen que saber manejar es saber volantear. Saber manejar es mucho más, es saber frenar. Pero frenar, hijo, también tiene su arte.

¿En qué consiste el arte de frenar?

En no acelerar demasiado para tener que frenar mucho menos. Frenar no significa hundir el pie en el pedal. Eso muchas veces puede ser peor que no frenar. Por ejemplo, cuando llueve no hay que frenar en seco. Se frena no sólo con el freno. Se frena a veces con la caja y se frena siempre dosificando el acelerador.

2 comentarios:

agente t dijo...

Desconocía que Michael Schumacher, y supongo que otros pilotos, hubiese llegado a tales extremos. Hoy el deporte de élite es aterrador por lo que implica de mercantilización de los deportistas y alienación del público que les sigue. Todo un personaje en positivo Fangio.

Bdsp dijo...

Ayrton Senna (QEPD) fue otro de los que chocaban para salir campeones....