miércoles, 5 de julio de 2023

La discriminación izquierdista

El fenómeno discriminatorio consiste esencialmente en asociar a cada integrante de un grupo social todos los atributos asignados previamente al conjunto. Por lo general, tratándose de seres humanos, casi nunca encontramos grupos cuya uniformidad permita establecer la generalización mencionada. En cambio, cuando se trata de animales, si bien entre ellos se encuentra cierta individualidad, es posible cierta generalización.

Entre los errores atribuidos al marxismo encontramos una metodología propia del siglo XIX mediante la cual los economistas de esa época casi siempre hacían referencia a las clases sociales y pocas veces a los individuos. Esta generalización, y también simplificación, se siguió empleando en los siglos siguientes, haciendo exclamar a Alexander Solyenitsin: "Ahí donde hace falta un bisturí, los marxistas utilizan un hacha".

No es de extrañar que el propio Lenin haya seguido con la metodología clasista. Al respecto, Massimo Salvadori escribió: "Educado en la filosofía antinominalista que Marx había heredado de Hegel, Lenin se ocupó exclusivamente de los grupos, nunca de los individuos; lo importante era el proletariado y no los proletarios; la burguesía, no los burgueses, etc. La despreocupación por lo individual que caracteriza la mentalidad de Lenin se ha convertido en uno de los rasgos fundamentales del movimiento comunista actual, junto con el corolario: quienquiera que pertenezca a un grupo malvado, debe necesariamente ser malvado" (De "Surgimiento del comunismo moderno"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1956).

En la actualidad, las personas decentes (o que pretenden serlo) se ven discriminadas por los medios periodísticos y por los intelectuales de izquierda por haber nacido con cierta herencia genética y cultural, ya que no es muy difícil encontrar a alguien de raza blanca, por ejemplo, que sea racista. Luego, como los izquierdistas advierten esa actitud en uno o en varios integrantes de raza blanca, suponen (siguiendo a Marx y Lenin) que todo el conjunto de individuos de raza blanca ha de ser necesariamente racista.

La discriminación izquierdista ha llegado a tal extremo que las personas decentes son las más calumniadas de la sociedad, lo que resulta en una percepción generalizada de que estamos viviendo en "el mundo del revés".

A continuación se transcribe un escrito, de autor anónimo, que refleja bastante fielmente el problema mencionado:

MI MALA REPUTACIÓN

Mis deficiencias son muy graves: yo nací blanco, quien nace blanco ya es considerado racista, aunque no sea así.

Nací en una familia trabajadora, entonces soy burgués.

No voto por esta "izquierda", lo que me hace fascista.

Soy heterosexual, lo que me convierte en homofóbico.

Valoro mi identidad y mi cultura, lo que me convierte en xenófobo.

Creo que el macho y la hembra de la especie Homo Sapiens fueron, en la mayoría de los casos, grandes socios y mutuamente responsables del éxito de la especie, lo que me hace misógino.

Me gustaría vivir con seguridad y ver criminales en prisión, lo que me convierte en torturador.

Quiero que respeten mi forma de pensar y mis creencias y no me hagan pensar que lo anormal suele ser relativo, lo que me convierte en represor.

Creo que los subsidios eliminan el esfuerzo por trabajar y socavan la dignidad de las personas, por eso soy insensible.

Creo que cada uno debe ser recompensado según su productividad, mérito y capacidad, lo que me convierte en un egoísta antisocial.

Creo en Dios, por eso soy un fundamentalista religioso.

Creo que los culpables de violación, ladrones, traficantes, estafadores, deben ser encarcelados, pagar sus deudas, no tener ayuda, ni perdón para volver a casa, habeas corpus, ni tobilleras sino trabajar para pagar su custodia, su ropa, agua y comida. Entonces se me considera prejuicioso y contrario a los derechos humanos.

Esta es una pequeña y breve reseña de mi mala reputación. Agradezco a todas mis amistades que aún se atreven a relacionarse conmigo, a pesar de todos mis defectos.

1 comentario:

agente t dijo...

Me parece que voy a guardar en lugar preferente este decálogo de doce aseveraciones absolutamente ciertas y bien traídas para que en momentos de ofuscación o decaimiento no olvide de qué va la actual política y cuáles son las argucias que deben combatirse.