viernes, 7 de mayo de 2021

El Dios justiciero y vengativo

La creencia en un Dios que interviene en los acontecimientos humanos, interrumpiendo la ley natural, ha sido una fuente de incoherencias lógicas por cuanto, para compatibilizar tal idea con la realidad, se hace necesario caer en contradicciones insalvables. Así, mientras se postula que hemos sido hechos "a imagen y semejanza de Dios", y mientras Cristo predica la abolición de todo tipo de venganza, la teología bíblica indica que Dios es un ente justiciero y vengador que no perdona los pecados cometidos por los seres humanos imponiéndoles severos castigos. De ahí una diferencia esencial entre los atributos asignados a Dios y los mandamientos que Cristo propone a los seres humanos, no para hacerlos semejantes al Dios del Antiguo Testamento, sino como un medio para acercarse a la idea que el propio Cristo se hace de Dios, y para evitar todo tipo de venganza contra sus semejantes.

Podemos leer en un libro de teología básica: "Mientras que es cierto que el significado pleno de la muerte de Cristo no se puede abarcar en una o dos simples declaraciones a manera de lemas, es no menos cierto que su significado central puede y debe ser enfocado sobre varias ideas muy básicas. Hay cuatro de tales doctrinas básicas: la muerte de Cristo fue una sustitución por los pecadores, una redención respecto al pecado, una reconciliación con relación al hombre, y una propiciación en lo que toca a Dios".

"La expiación por sustitución, o vicaria, significa simplemente que Cristo sufrió como un sustituto por nosotros, es decir, en vez de nosotros, lo que redundó en beneficio de nosotros al proveer un pago por nuestros pecados".

"El hombre podría expiar sus pecados personalmente sólo si pudiera sufrir eternamente por la penalidad en que incurrió por el pecado. El hombre, por supuesto, nunca podrá lograr eso, así que, en su Amor y compasión, Dios intervino en una situación irremediable y nos dio un vicario en Jesucristo, quien sí proveyó una satisfacción eterna por nuestro pecado" (De "Teología básica" de Charles C. Ryrie-Editorial UNILIT-Miami 1993).

Los mandamientos de Cristo van dirigidos a los seres humanos para evitar pecados futuros, siendo su muerte una exigencia de la tradición religiosa de su época. Sin embargo, como en el Antiguo Testamento se caracteriza a Dios como violento y vengativo, se interpreta esa muerte como una compensación hacia ese Dios por los pecados en el pasado. En realidad, Cristo busca, no tanto satisfacer las exigencias de un Dios vengativo sino que busca evitar el sufrimiento humano tanto en el presente como en el futuro.

Una interpretación que contempla tanto las exigencias de Dios como las ventajas del ser humano, es la segunda de las alternativas mencionadas por el citado autor, quien escribió: "La redención se puede resumir de tres maneras básicas. (1) Las personas son redimidas de algo; a saber, de la esclavitud del pecado. (2) Las personas son redimidas por algo; que es el pago de un precio, la sangre de Cristo. (3) Las personas son redimidas para algo; a saber, para un estado de libertad; y entonces son llamados a renunciar a esa libertad por la esclavitud al Señor que los redimió".

La siguiente interpretación es la de la reconciliación entre Dios y los seres humanos. "La reconciliación significa un cambio de relación, de la hostilidad a la armonía y paz entre dos partidos. Las personas pueden ser reconciliadas la una con la otra, y las personas han sido reconciliadas con Dios".

"El mundo ha sido reconciliado, pero las personas tienen que reconciliarse. La reconciliación universal cambia la posición del mundo de una condición insalvable en una salvable. La reconciliación individual por la fe, realmentre trae esa reconciliación a la vida del individuo y cambia la posición de esa persona de no salvada a salva. Entonces, y solamente entonces, sus pecados son perdonados, aunque se hizo pago por ellos en la cruz".

En realidad, lo que evita los pecados, no es la fe, sino el cumplimiento de los mandamientos bíblicos, al menos según la prioridad que el propio Cristo indicó. Ello implica que quien no adhiere al cristianismo o ignora su existencia, pero ama al prójimo como a sí mismo, está exento de pecado cada vez que pone en práctica esa actitud o predisposición. La fe sólo es un medio para el cumplimiento de los requerimientos éticos propuestos en la Biblia.

La cuarta interpretación es la denomina propiciación. Charles C. Ryrie escribió al respecto: "Propiciación significa apartar de la ira por medio de una ofrenda. Con relación a la soteriología, la propiciación significa aplacar o satisfacer la ira de Dios por medio del sacrificio expiatorio de Cristo".

"La realidad de la ira de Dios crea la necesidad de apaciguar esa ira, o de una propiciación. Aunque esa idea es pagana para el liberal, la verdad es que la ira de Dios es una enseñanza clara tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo".

Según se relata en la Biblia, en épocas de Noé, Dios se decide a eliminar a la población humana debido a sus pecados, encargando a Noé la construcción del arca para salvar a una pequeña parte de la vida existente para reiniciar luego una humanidad mejor que la anterior. En el Génesis se puede leer: "Y dijo Yavé: Borraré a los hombres que he criado sobre la faz de la Tierra, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo, porque me arrepiento de haberlos hecho".

"Y murió toda carne que se mueve sobre la Tierra, así de aves como de ganado y de bestias, y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, y todo hombre".

Esta forma depuradora de parte de la humanidad se ha visto en las acciones de Gengis Kan, Mao, Stalin y Hitler, especialmente. De ahí que las prédicas cristianas estén muy poco relacionadas con el Dios del Antiguo Testamento, a menos que Dios haya cambiado esencialmente de actitud. De ahí que pueden sacarse dos conclusiones necesarias:

1- La Biblia ha sido escrita por seres humanos inspirados en la idea de Dios, y no, como muchos creen, que fue dictada a los hombres por el mismo Dios.
2- La Biblia trae información sobre cuestiones éticas, como el bien y el mal, y no información precisa de cómo funciona el universo.

Es interesante advertir que muchos creyentes han vivido aterrorizados ante la supuesta existencia de un Dios justiciero y vengativo, implicando tal temor una limitación seria a la libertad individual, especialmente en el ámbito de las ideas y del pensamiento. Tales efectos no han de haber sido demasiado distintos a los padecimientos mentales de quienes vivieron bajo los Estados totalitarios del siglo XX.

Voltaire opina acerca de los rituales religiosos como una forma de calmar la ira de un Dios violento. Al respecto escribió: "Es natural que una aldea, asustada por los truenos y los rayos, afligida por la pérdida de las cosechas, maltratada por la aldea inmediata, al conocer su debilidad, creyera que existía en todas partes un poder invisible y se figuraba que existía un ser superior a nosotros, del que provenía el bien y el mal".

"La aldea, pues, al principio se concretaría a decir: «Existe un poder que truena, que graniza, que mata a nuestros hijos, apacigüémoslo; ¿pero cómo hemos de apaciguarlo? Hemos observado que calmamos la cólera de los que están irritados haciéndoles algunos presentes; pues hagamos presentes a ese poder»" (Del "Diccionario filosófico"-Librería El Ateneo Editorial-Buenos Aires 1950).

1 comentario:

agente t dijo...

Hombres y chimpancés compartimos el 99 % de genes, pero existe una diferencia muy importante relativa al tamaño de nuestros grupos que ha tenido una consecuencia cualitativa. Los grupos de chimpancés rondan los 45 individuos, y los de humanos primitivos solían rondar los 150. El origen de esta diferencia radica en la capacidad humana de sostener más contactos sociales, Al ser más y estar más unidos los humanos fueron más eficaces en la lucha por la vida, pero para ello era necesario potenciar las emociones buenas como la lealtad, la felicidad o el amor y condenar las malas como la violencia, la rabia o el odio. Ahí está el origen natural de la religión: las prácticas religiosas fomentaron una emotividad compartida más que el uso de la inteligencia individual.