sábado, 22 de mayo de 2021

Extravíos filosóficos

Se admite que religión, filosofía y ciencias sociales, deben contemplar la realidad, con sus leyes naturales, para orientar al ser humano hacia una mejor calidad de vida. Como la coherencia lógica de toda descripción hereda la coherencia del mundo real, por lo general la coherencia interna de toda descripción se dará en forma conjunta con la compatibilidad entre descripción y realidad. Este sería el significado de la expresión de Baruch de Spinoza: "El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas".

No siempre esto sucede por cuanto algunos filósofos, mediante elaborados pensamientos desvinculados de toda utilidad para la mejora individual y social, como también exentos de toda posibilidad de orientar en el conocimiento de la realidad, establecen sistemas con poca coherencia lógica y poca compatibilidad con el mundo real. Ismael Quiles escribió: “El valor de una filosofía ha de medirse, ante todo, en cuanto sea un reflejo fiel de la realidad. Por lo tanto, las afirmaciones, pruebas y conclusiones de una filosofía en tanto son válidas en cuanto reflejan o son teorías que dan una explicación razonable de los fenómenos experimentados: descripción objetiva e interpretación satisfactoria de la realidad son la primera condición de la filosofía. Lo contrario será un juego poético, una fábula mitológica, pero no filosófica”.

“Tratándose de la filosofía existencial esta exigencia se hace mucho más apremiante, ya que el existencialismo quiere aferrarse a la realidad concreta, pura, con la mayor prescindencia posible de una preelaboración lógica. Esta actitud es precisamente la cristalización extrema de esa tendencia de la filosofía moderna, que como fuerte reacción contra el idealismo ha tomado como lema la célebre frase de Husserl: «La vuelta a las cosas mismas»”.

“En segundo lugar es condición de toda filosofía el cuidado de ser coherente consigo misma. Dos afirmaciones que se destruyen, dan como resultado no afirmar nada. Dos posiciones que se anulan, dejan como saldo no adoptar ninguna posición. Tal vez esto no sea suficiente; porque es peor adoptar posiciones contradictorias que no adoptar ninguna”.

El planteo anterior lo establece el autor en su crítica a la obra de Jean Paul Sartre, entre cuyos errores atribuidos aparece la negación de los vínculos entre causas y efectos, asociados a la existencia de la ley natural; ley que puede definirse como “vínculo invariante entre causas y efectos”. La negación de la existencia de leyes naturales y la renuncia consiguiente a la coherencia interna, tienden a invalidar todo el esquema propuesto por el pensador criticado. Quiles agrega: “Todo el pensamiento humano, toda la estructura lógica humana, el lenguaje, el derecho, la moral, el arte, la técnica, las ciencias naturales y las ciencias exactas se apoyan en experiencias que no expresan otra cosa que alguno de los binomios sustancia y accidente, causa y efecto, potencia y acto, esencia y existencia”.

“Puede, sin duda ninguna, y debe estudiarse a fondo hasta qué punto se exagera ese dualismo y se lo utiliza a veces en una dialéctica que se aparta de la realidad. Pero de los abusos no se sigue que esta concepción sea fundamentalmente equivocada, ya que la experiencia es la que fundamentalmente nos la da. Negar rotundamente todos estos dualismos, y afirmar, como lo hace Sartre, que no hay más realidad que el fenómeno, que las cosas no tienen una esencia determinada, ni una potencia, ni una virtualidad, es lanzar afirmaciones contra la más evidente e inmediata experiencia”.

“No parece que una filosofía que comienza negando la realidad inmediatamente experimentada, poniéndose de espaldas contra la experiencia, pueda ser una auténtica filosofía. Si en el filósofo no aparece el cuidado de ser fiel a la realidad, no se le puede tomar tampoco en serio” (De “Sartre. El existencialismo del absurdo”-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1949).

Lo esencial del ateísmo es la negación de un sentido de la vida inteligente asociada a la negación de un sentido implícito en el propio orden natural. Sin embargo, desde el sólo hecho de encontrar "reglas del juego" en todo lo existente, tal aspecto nos sugiere la existencia de un sentido implícito en ellas. La adaptación posterior es esencialmente la finalidad asociada a toda forma de vida. Al negarse la existencia de leyes naturales, o de vínculos entre causas y efectos, se niega lo esencial de la realidad.

En su libro "La náusea", el escritor francés vislumbra su actitud ante la vida. Quiles escribió al respecto: "¿Cuál es la concepción filosófica que Sartre tiene de la realidad del mundo y del hombre?...La primera novela o ensayo de Sartre quiere descubrir la verdadera realidad, el verdadero ser de la existencia humana. El personaje central...recibe un momento de iluminación en el que conoce qué es la realidad, qué es toda realidad. Y la realidad del mundo y de todo lo que le rodea, los hombres, las plantas, los árboles, las raíces, yo mismo, es que estamos ahí, simplemente, sin por qué, sin para qué, sin sentido, sin finalidad, como una masa inerte, petrificada. Y así es el hombre, así soy yo, así es todo el mundo. Naturalmente que el hombre, al hacer este descubrimiento, ha de tener asco (náusea) de la realidad, repugnancia de este absurdo realizado que es la existencia en sí misma, en la que indiferenciadamente se pierden todos los seres".

La visión de Sartre puede considerarse como un ateísmo extremo, ilustrativa de un pesimismo esencial que, en distintos grados, afecta a todos los ateísmos. Por lo general, se considera como ateo al que no cree en la existencia de un Dios que interviene en los acontecimientos humanos; un Dios que interrumpe sus propias leyes naturales para responder a los pedidos humanos. De ahí que tal creencia implica una postura intermedia entre la inexistencia de leyes naturales (ateísmo) y la existencia de tales leyes, según la visión de la ciencia experimental. Tanto el paganismo como el teísmo serían posturas intermedias entre el ateísmo y la religión natural.

1 comentario:

agente t dijo...

La ciencia describe cómo son las cosas y las leyes causales que las rigen, pero nada nos dice sobre su sentido desde el punto de vista estrictamente humano. Y eso puede ser un motivo de náusea. Ahora, de ahí a que no puedan darse, reconocerse y usarse otros tipos de saber tales como el moral o el emocional, que sí son significativos para la mente humana, hay mucha distancia, y en la renuncia del existencialismo a tenerlos en cuenta radica su peligroso nihilismo.