domingo, 1 de noviembre de 2020

La ideología necesaria

Mientras que el animalito doméstico desarrolla su vida en base a la adaptación que le permiten sus instintos y su limitada, pero eficaz, inteligencia asociativa, el ser humano requiere, adicionalmente, de una visión del mundo cercana a la realidad. De lo contrario, al carecer de esa visión o al suplantarla por otras visiones poco compatibles con la realidad, los resultados serán bastante pobres; y el sufrimiento generalizado será el resultado.

Los atributos del orden natural son interpretados por el ser humano mediante pensamientos e ideas. Un conjunto de ideas, o ideología, organizado axiomáticamente, constituye un sistema descriptivo. Según su origen, puede considerarse religioso, filosófico o científico. Si el punto de partida de tal sistema consiste en aspectos observables y accesibles al entendimiento del individuo común, el origen mencionado tiende a confundirse, por lo que tal sistema podrá constituir un vínculo de unión entre los diversos métodos utilizados para la comprensión del mundo real.

Desde tempranas etapas de la humanidad se sospechaba que un conjunto de dioses especializados, o bien de un Dios único, dirigían el orden natural. Debido a las frecuentes catástrofes naturales observadas, surgió de la mente de los hombres la creencia de que tales dioses eran vengativos y que resultaba necesario e imprescindible rendirles homenajes e incluso realizar sacrificios humanos para calmar sus iras. Esta visión de los dioses, o del Dios único, se asemeja un tanto a los diversos líderes totalitarios que provocaron las peores catástrofes sociales que recuerda la historia. Con el transcurso del tiempo, cambia un tanto la visión del Dios que espera alabanzas y sacrificios, esta vez en la creencia de que exige de cada uno de nosotros un comportamiento ético adecuado. De ahí que la religión moral sea la consecuencia de esa visión y que el comportamiento individual de tipo cooperativo sea la respuesta esperada por el Dios creador de todo lo existente.

A partir de esta visión se llega a la ética cristiana que implica compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, tal el significado del amor al prójimo. Sin embargo, dicho mandamiento quedó oscurecido y suplantado por resabios de la antigua visión del Dios justiciero que interviene en los acontecimientos humanos. En lugar de sacrificios y alabanzas, se supone que esta vez sólo exige la “creencia” en su existencia y que la vida eterna, en caso de existir, será posible por esa adhesión o creencia antes incluso que por los méritos derivados del cumplimiento del mandamiento mencionado. Se supone que alguien que ama al prójimo como a sí mismo, siendo integrante de otra religión o no siendo integrante de ninguna, “no es cristiano”, por lo que quedaría fuera de una posible vida eterna. Como el amor al prójimo tiene como base psicológica a la empatía emocional, un atributo observable e inmediato, se advierte que la ética cristiana es en realidad una ética natural. Sin embargo, ante la necesidad de asociar al cristianismo un carácter sobrenatural, la actitud moral básica quedó oscurecida de tal forma que perdió su eficacia.

Gran parte de los libros sobre ética, poco o nada mencionan a la ética natural o cristiana. Ello se debe principalmente a que los diversos autores no desean tener conflictos con los predicadores cristianos. También existe un grupo numeroso de autores que, poco adeptos a la religión, la rechazan en forma total, incluida la ética observable y eficaz derivada de la empatía emocional.

Mientras que los “elevadores de Cristo” han limitado el alcance y sentido de la ética cristiana, haciéndola completamente inoperante, al menos para la mayoría de la sociedad, los “rebajadores de Cristo” tratamos de que tal ética vuelva a influir en forma positiva en la mayoría de las personas. Si se logra establecer una ética natural cuya puesta en práctica sea idéntica a la propuesta evangélica, puede el cristianismo considerarse como una religión natural. Jaime E. Giles escribió: “Es peligroso tratar de separar la religión de la ética. Los sistemas religiosos que no reconocen la importancia de la ética caen en el ritualismo, y los sistemas éticos que no se basan en la religión se vuelven impotentes para resolver los problemas básicos del hombre”.

“La psicología y la ética tratan de determinar el motivo de las acciones del hombre. La ética y la psicología se suplementan la una a la otra. La psicología puede colaborar con la ética cristiana, dándole una comprensión más profunda de las prácticas del hombre; la ética cristiana puede ayudar a la psicología, haciéndole reconocer que una adecuada filosofía de la vida y la salud mental no se logran sino respetando ciertas leyes básicas que son por naturaleza morales” (De “Bases bíblicas de la Ética”-Casa Bautista de Publicaciones-Cali 1965).

Los sistemas políticos y económicos aducen promover la cooperación social entre los integrantes de la sociedad. Sin embargo, suponen que tal cooperación surgirá, no de la ética natural o cristiana, basada en la empatía emocional, sino de la puesta en práctica de los respectivos sistemas políticos y económicos propuestos. Pretenden solucionar los problemas morales sin recurrir a una orientación individual que tenga en cuenta la existencia de leyes naturales, de un orden natural y de un sentido de la vida que responda a la finalidad aparente de dicho orden.

El absurdo cotidiano se observa en el caso de los legisladores que suponen que la sociedad mejorará a partir de las leyes que los políticos elaboran, cuando en realidad tales leyes humanas (no naturales) sólo tienden a limitar las acciones humanas para evitar daños al resto de la sociedad y a uno mismo. Las leyes humanas que no contemplen a las leyes naturales, no tienen razón de ser. Publio Cornelio Tácito escribió: “El Estado más corrompido es el que más leyes tiene”.

Quienes interpretan que la ética cristiana es difícil de alcanzar, por lo exigente que resulta, deben advertir que el “Amarás al prójimo como a ti mismo” (o compartirás las penas y las alegrías ajenas como propias) implica una predisposición, o actitud, y no una meta concreta, ya que depende bastante de las demás personas que se establezca ese “contagio” emocional. Para que una sociedad mejore notablemente, sólo basta con que la mayoría de las personas adopte como práctica cotidiana cierta actitud introspectiva para advertir si tiene tal predisposición o bien si es indiferente a lo que le suceda a los demás o que cambie tristeza ajena por alegría propia o alegría ajena por tristeza propia, como muchas veces sucede.

El problema ético en toda sociedad resulta similar al problema de los accidentes de tránsito (al menos en la Argentina). La gran cantidad de víctimas fatales y de inválidos, producidos por tales accidentes, se deben esencialmente a la ausencia de empatía emocional. Así, muchos conductores poco o nada se interesan por la vida y la seguridad ajenas, y tampoco por las propias. Adoptar una actitud empática no significa que un individuo deje de cometer, de vez en cuando, algún error involuntario, sino que tratará de esforzarse por no cometerlo. Con ello basta para reducir notablemente el problema mencionado.

A los mayores opositores a la ética cristiana los encontramos en el egoísta y en el que odia. El egoísta, cuyo hábito de vida implica principalmente ignorar a los demás y pensar todo el tiempo en sí mismo, considera a los cristianos como gente estúpida y débil por cuanto se oponen al egoísmo. De ahí que resulte frecuente la burla y el desprecio de los promotores del “egoísmo racional” hacia todo aquel que valore la “empatía emocional”. También para el que odia, como para el delincuente, el cristianismo es una postura débil por cuanto promueve el perdón y se opone a la venganza, contradiciendo lo que le da fortaleza anímica a quien odia con cierta intensidad.

2 comentarios:

agente t dijo...

Una pequeña acotación: todo es error es involuntario. Si es voluntario es sabotaje, mala fe, etc.


Bdsp dijo...

Ok. Es que tengo un estilo algo redundante.....