sábado, 9 de diciembre de 2023

Hayek describe una situación similar a la de la Argentina actual

CAMINO POR EL CUAL, FINALMENTE, LA INFLACIÓN CONDUCE AL DESEMPLEO

Por Friedrich A. Hayek

Lamento tener que decir que la responsabilidad por la actual inflación mundial corresponde íntegramente a los economistas, o al menos a la gran mayoría de mis colegas que han seguido las enseñanzas de LORD KEYNES.

Lo que actualmente estamos experimentando, son simplemente las consecuencias económicas de la prédica de LORD KEYNES. Los gobiernos, en todas partes, viven financiando una cantidad creciente de sus gastos mediante la creación de moneda, en una escala que cualquier economista de buena reputación anterior a KEYNES, habría reconocido como causante de la clase de inflación que tenemos. Y esto se ha llevado a cabo siguiendo el consejo y hasta la presión de los discípulos de LORD KEYNES.

La doctrina seductora, según la cual el déficit fiscal –en tanto se mantenga el pleno empleo- no sólo es inocuo, sino incluso meritorio, fue, naturalmente, bienvenida por los políticos. Los partidarios de semejante doctrina han sostenido, desde tiempo atrás, que un incremento deficitario del gasto total, mientras mantenga un aumento del empleo, no debe ser considerado inflación. Y ahora, cuando la constante aceleración del aumento de los precios, ha desacreditado, en cierto modo, este punto de vista, se recurre a la excusa de que, aún así, una inflación moderada es un precio bajo a cambio de tener pleno empleo; “es preferible 5% de inflación que 5% de desempleo” acaba de decir el canciller alemán.

Esto convence a la mayoría de la gente que no ve el daño que la inflación causa. Parecería –y esto es lo que han sostenido algunos economistas- que todo lo que la inflación hace, es redistribuir ingresos, de modo que lo que unos pierden, otros ganan; en tanto que el desempleo significa una reducción del ingreso real.

Sin embargo, esta interpretación errónea, no tiene en cuenta el principal daño que la inflación causa. Este daño consiste en imprimirle al conjunto de la estructura de la economía un carácter distorsionado y cercenado; el cual, tarde o temprano, hace inevitable un mayor desempleo que el que se quiso prevenir con tal política. Ello ocurre, como consecuencia de que cada vez más y más trabajadores, son atraídos a determinados empleos, cuya existencia depende de que continúe y aun se acelere la inflación.

El resultado es una creciente inestabilidad, puesto que una parte cada vez mayor del empleo depende de que la inflación continúe y quizás que ella se acelere. En este estado de cosas, todo intento de atenuar la inflación conducirá inmediatamente a tanto desempleo, que las autoridades rápidamente abandonarán tales intentos y retomarán el camino de la inflación.

Estamos ya familiarizados con el concepto de “inflación estancada”, para describir la situación en la cual, una tasa de inflación aceptada, ya no es suficiente para producir un grado satisfactorio de empleo. En este estado, ahora, parece que los políticos no tienen otra posibilidad que la de incrementar nuevamente la inflación.

Pero este proceso no puede continuar indefinidamente, puesto que, la inflación acelerada, pronto conduce a una completa desorganización de toda la actividad económica. y este final no puede ser evitado por ningún esfuerzo tendiente a controlar precios y salarios, mientras continúa el incremento del suministro de moneda; porque la clase particular de empleos que la inflación ha creado, depende de un continuo aumento de los precios, de manera que tales empleos desaparecen tan pronto como este aumento se detiene.

Una inflación “reprimida”, además de causar una desorganización de la actividad económica, aún peor que la causada por una inflación abierta, no tiene ni siquiera la ventaja de mantener los empleos que la precedente inflación abierta había creado.

En realidad, hemos sido conducidos a una situación tremenda. Todos los políticos prometen que van a detener la inflación y preservar el pleno empleo. Pero, ciertamente, no pueden hacerlo. Y mientras más prolonguen el mantenimiento artificioso de empleo, mediante el recurso de la inflación, mayor será el desempleo cuando, finalmente, la inflación toque su fin. No existe recurso mágico que haga posible evadirnos de esta situación que hemos creado.

Esto no significa que necesitemos vivir otro periodo de desempleo como el que vivimos en los años treinta. Aquél se debió a que no se permitió la necesaria contracción de la demanda total, para la que no existía justificación alguna. En la situación presente, debemos tener en cuenta que, para detener la inflación, y aún sólo para reducir su tasa, habrá que afrontar el hecho cierto de que ello producirá un desempleo substancial. Ciertamente, nadie desea esto, pero no podemos evitarlo, y todo intento para posponerlo, servirá únicamente para incrementar la dimensión del desempleo.

La alternativa que existe y que, desafortunadamente, no es improbable que ocurra, es la de recurrir a una economía totalmente controlada, en la cual cada uno tiene asignada compulsivamente su tarea. Y aunque este tipo de economía puede evitar la falta inmediata de trabajo, la situación de la mayoría de los trabajadores, será ciertamente mucho peor de la que sería aún durante un periodo de desempleo.

Nuestro propio error en materia monetaria y de política financiera, es responsable de esta calamidad. No es responsable la inexistente economía de mercado (o el sistema capitalista). Lo que hemos hecho es reproducir en una escala colosal, lo que en el pasado produjo los ciclos recurrentes de “auges” y “depresiones”. Lo que hemos hecho es permitir un prolongado “auge” inflacionario el cual, trajo un mal empleo de la fuerza laboral y de otros recursos económicos, dándoles destinos en los cuales únicamente pueden mantenerse, en tanto la inflación exceda a las expectativas.

La diferencia con el pasado consiste en que, antes, el mecanismo del sistema monetario internacional ponía fin a la inflación en pocos años. En cambio ahora, nos hemos ingeniado para establecer un nuevo sistema que ha hecho posible que la inflación continúe durante dos décadas.

Mientras tratemos de mantener esta situación, lo único que lograremos es empeorar las cosas a la larga. A fin de evitar una reacción mayor que la necesaria, lo único que puede hacerse es renunciar a la ilusión de que el “auge” puede prolongarse indefinidamente. Es decir, de lo que se trata es de encarar la tarea ahora. Así podrán mitigarse los sufrimientos, evitando que la reacción degenere en una espiral inflacionaria. Será una tarea tendiente, sobre todo, a facilitar la apertura (temporal y permanente) de nuevos empleos, económicamente logrados, para quienes inevitablemente perderán los actuales; puesto que no se trata de preservar los actuales empleos antieconómicos.

No podemos por más tiempo evitar esta necesaria tarea. Cerrar los ojos al problema no lo hará desaparecer. Quizás sea cierto que, debido a que el pueblo se le ha enseñado que el gobierno siempre puede evitar el desempleo, su fracaso en lograrlo cause graves disturbios sociales. Pero, si es así, probablemente, no esté a nuestro alcance evitarlo.

(De “Ideas sobre la libertad”-Centro de Estudios sobre la Libertad-Año XVII/Febrero de 1975-Buenos Aires)

1 comentario:

agente t dijo...

La paradoja desconcertante de esta cuestión es que encarar la tarea de poner fin a una situación artificial que progresivamente aumenta las consecuencias negativas pero que no llega a sustanciarlas en toda su magnitud es que le toca hacerlo a aquellos que siempre han advertido sobre ese peligro y no a quienes se han dedicado a negarlo y a profundizar en el evidente error.