martes, 26 de diciembre de 2023

Emociones y sentimientos: Entrevista a Antonio Damasio

Por Pascal de Sutter

¿Cómo y cuándo se interesó por la psicología?

Me ocurrió al comienzo de mis estudios. Sentía curiosidad respecto del modo como funciona el ser humano. No tenía una relación directa con el funcionamiento del cerebro. Por otra parte, también me habría encantado convertirme en director de teatro, o hacer películas, o ser filósofo, pero más razonablemente me volqué a la medicina. De hecho, uno de mis profesores en la carrera de Medicina fue una gran fuente de inspiración para mí. Él me transmitió el gusto por la neurología. Pero la pasión me llegó gracias a un gran neurólogo estadounidense: Norman Geschwind.

Hoy en día diríamos más bien «neuropsicólogo», porque se interesó en los funcionamientos del cerebro que explican el comportamiento humano. Sintetizó el trabajo de sus predecesores del siglo XIX en un corpus teórico coherente. Lamentablemente, sus obras fueron completamente opacadas por el surgimiento, en la misma época, de dos fenómenos. El primero es el desarrollo de la corriente psicoanalítica; el segundo, la aparición de la medicación psicoactiva. Yo emigré a Estados Unidos para trabajar con Norman Geschwind. Y con él empecé a estudiar a los pacientes que habían padecido daños cerebrales. Al principio investigaba sobre las perturbaciones del lenguaje y la memoria. Recién después me interesé en las emociones.

¿Cómo pueden los psicólogos usar, en su práctica cotidiana con los pacientes, los trabajos que usted ha llevado a cabo?

De muchas maneras. En términos generales, lo que descubrimos puede ser utilizado por psicólogos clínicos para afinar su diagnóstico. Pienso sobre todo en nuestros trabajos sobre nuevos tipos de afasia, nuevas formas de alteraciones de la memoria o nuevos trastornos en la toma de decisiones o el manejo de las emociones. Gracias a todo ello, los psicólogos pueden definir mejor los síndromes y aportar un mejor seguimiento terapéutico.

Por ejemplo, en los noventa trabajamos con pacientes que tenían Alzheimer; se sabe que esos pacientes tienen muchas dificultades para reconocer a las personas, para recordar acontecimientos o aprender nueva información. Pero nosotros descubrimos que podían aprender nuevas tareas y rutinas elementales útiles para su vida diaria. Es muy importante para su calidad de vida: es una manera de desarrollar su autoestima y levantar el ánimo del personal. Queda una pequeña esperanza. Y además está todo lo que mi esposa aportó sobre la anatomía del cerebro vivo. Eso es muy útil para los neurólogos y los neurocirujanos.

¿Cuándo empezó a pensar que las emociones y los sentimientos podían ser científicamente estudiados?

Bueno…Al principio no estudiaba ni las emociones ni los sentimientos. Pero me interesé porque, un poco por casualidad, empecé a medir la importancia de las emociones en los pacientes con problemas de toma de decisiones. Pensaba que existía un vínculo entre la toma de decisiones y las emociones. Y a partir de allí fui desarrollando mi hipótesis de «marcadores somáticos». Cuando me interesé en las emociones, me resultó perfectamente claro que no había ninguna razón para no poder estudiar las emociones y los sentimientos del mismo modo en que había estudiado la memoria y el lenguaje. Pero en aquella época pensábamos que los sentimientos eran conceptos vagos y nebulosos, imposibles de estudiar científicamente. Veinte años después, probamos claramente que sí era viable.

¿Cuál es para usted la diferencia entre emoción y sentimiento?

Las emociones son la primera parte de la respuesta frente a un estímulo particular. El sentimiento es lo que sigue cuando la emoción ya fue sentida, y corresponde a la percepción de lo que ha sido modificado en nuestro cuerpo y nuestra mente. La emoción, por su parte, es el sistema automático de respuesta.

¿Como un reflejo?

Sí, pero un reflejo complejo… Un reflejo muy, muy complejo, con una parte corporal y una parte mental. El sentimiento es nuestra interpretación de la emoción. Por ejemplo, sentir miedo es el resultado de nuestra interpretación de los cambios corporales y procesos mentales ligados a un estímulo específico.

El sentimiento sigue a la emoción, entonces.



¿Puede explicar por qué las emociones y los sentimientos son tan importantes en la toma de decisiones?

Las emociones son mecanismos de decisión automáticos: cuando uno tiene una reacción de miedo o alegría, las emociones deciden las propias acciones. Pero más allá de eso, los seres humanos hemos desarrollado un nuevo sistema de toma de decisiones, un sistema complejo de análisis y razonamiento. Lo interesante es que, cuando procedemos a hacer este análisis razonado, no lo hacemos independientemente de las emociones. La manera en que evaluamos algunos hechos, algunas opciones, y la manera como nos imaginamos el resultado de nuestras acciones, siempre están «coloreadas» por las emociones.

Porque una decisión siempre tiene una consecuencia, buena, mala o intermedia. Y nuestra evaluación de lo que es bueno o malo evidentemente está impregnada de emociones. Es el famoso principio de la recompensa y el castigo. Todo lo que hacemos, todo lo que tenemos intención de hacer, está intrínsecamente ligado con el mundo de las emociones. Ello no significa, sin embargo, que las decisiones se tomen únicamente sobre una base emocional. Pero la idea de que pueda tomarse una decisión independientemente de cualquier emoción, en un contexto de pura lógica racional, es una ficción total, ¡un mito!

Usted reivindica las emociones, algo que muchos científicos percibían negativamente…

Absolutamente. Pero, atención: las emociones tampoco son siempre positivas. Hay casos en las que son contraproducentes. Por ejemplo, si usted invierte en la Bolsa y sus acciones caen brutalmente, la reacción de miedo puede impulsarlo a vender. Pero si en cambio las conserva, es muy probable que tarde o temprano el mercado vuelva a levantarse. En este caso, la emoción de miedo corre el riesgo de hacerle tomar una mala decisión.

Tomemos un ejemplo que todo el mundo vio por televisión: el cabezazo de Zidane en la final del Mundial de Fútbol de 2006. Aparentemente, el jugador italiano lo provocó verbalmente insultando a su familia y dirigiéndole, según parece, insultos racistas. Hubiera sido mejor que Zidane no reaccionara de manera tan emotiva; mostrar una reacción particularmente agresiva a millones de telespectadores deterioró su imagen. He ahí un ejemplo de la manera en que una reacción emocional puede revelarse contraproducente. Eso contribuyó a la mala reputación de las emociones. Por eso se nos advierte no confiar en ellas.

¿Trabajar en California o en Iowa tuvo alguna influencia en sus trabajos?

El clima para la investigación es extremadamente positivo en Estados Unidos. Conozco muy bien Europa, sé que abunda en personalidades increíblemente talentosas. Pero muchos vienen a trabajar acá… Es obvio que las condiciones de trabajo son mucho más ventajosas en Estados Unidos. Primero, uno puede trabajar con más independencia. La comunicación también es más libre: hay menos tradiciones y reglas sociales o académicas para respetar. Después, cuando uno trabaja en un campo que afecta también al ámbito artístico, vivir en Los Ángeles es una gran ventaja, porque es una ciudad muy dinámica en ese sentido. Aquí hay una atmósfera particular, muy estimulante.

Cuando usted era niño, ¿sus maestros pensaban que tenía un talento excepcional?

(Risas) Pensaba que ya me habían hecho todas las preguntas posibles e imaginables en mis muchas entrevistas, ¡pero nunca me preguntaron eso! Y no sé si tengo una respuesta… Nadie me dijo nunca: «Serás un genio». Pero muchos docentes pensaban que iba a hacer algo interesante de mi vida y me apoyaron en mis proyectos. Creo que la mayoría de la gente pensaba que no iba a ser un perfecto idiota…

¿Se interesa en otras actividades, además de su trabajo?

Sí, actividades ligadas al arte. Escribo poesía, ¡que no publico! Hice mucha fotografía, sobre todo retratos. Me gusta mucho el cine, el teatro, la música. Sobre todo la música clásica, que para mí es una verdadera pasión. Por otra parte, llevo adelante investigaciones sobre el efecto de la música clásica…

…¡lo cual nos vuelve a su trabajo!

Sí, es cierto, así que no cuenta. Pero todo eso cambia a cada momento. Prácticamente toda mi vida consideré mi trabajo como un placer. Nunca me tomé vacaciones. Pero este año, con toda la presión de la mudanza a nuestro nuevo edificio, de pronto tuve ganas de irme de vacaciones. La semana pasada, durante un viaje a Europa, me tomé un día entero de descanso con mi esposa. Fuimos al campo, a un lugar tranquilo, bello, lejos de la agitación del mundo. Pero en un momento dado empezó a pesarnos. Acortamos la estadía y volvimos a la ciudad, con todas las actividades que nos gustan. Aun cuando sueño con tomarme vacaciones relajantes, ¡empiezo a creer que me resulta imposible!

(De “Los nuevos psi” de Catherine Meyer-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010)

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