domingo, 5 de diciembre de 2010

Argentina y la ley de Marx

Una de las ideas más influyentes en el siglo XX fue la descripción de la lucha de clases sociales, y su posible solución, por parte de Marx. Según este autor, la burguesía (el empresariado) explota laboralmente al proletariado (los obreros). A los primeros los caracteriza como avaros, egoístas, desalmados, etc., mientras que a los segundos los considera honrados, trabajadores, solidarios, etc. Para subsanar los inconvenientes de esta situación, propone una sociedad sin clases: el socialismo.

Así como existe, en algunos países, discriminación racial, mediante la cual se asignan atributos negativos a todos los miembros de cierto grupo étnico, lo que siempre da como resultado una generalización errónea e injustificada, la idea que fundamenta al socialismo constituye una discriminación social ya que generaliza atributos negativos destinándolos a todos los integrantes del sector social de los empresarios.

Esta supuesta “ley” no tiene la generalidad supuesta, ya que en toda sociedad real no existe una relación directa y observable entre atributos éticos y nivel económico logrado. Lo que resulta real es la discriminación social que promueve.

Muchos lamentan el atraso de la India con su división social por castas. Sin embargo, cuando una sociedad se encuentra dividida en dos, tal como lo promueve la “ley de Marx”, se produce la situación de mayor riesgo, ya que favorece la “revolución proletaria” (guerra civil).

En cuanto a la inseguridad, que se cobra diariamente las vidas de muchos inocentes, parece estar promovida por la propia justicia. Se favorece la delincuencia liberando asesinos de las cárceles aduciendo que han sido previamente “marginados por la sociedad” (los empresarios no quisieron compartir sus riquezas y no les dieron trabajo…..). Luego del asesinato de la mujer de un bodeguero, en un intento de robo, alguien justificó el hecho aduciendo que su marido “robó antes o robó ahora”. Por ser empresario, se entiende que necesariamente se trata de una persona perversa y por ello ni él, y ni siquiera su mujer, tienen derecho a la vida.
Un gran sector de la población considera justo y legítimo el accionar guerrillero de los setenta que produjo unos 20.000 delitos (robos, secuestros, bombas, etc.) y cerca de 1.500 asesinatos, entre ellos el de varios empresarios. Supone que tampoco tenían derecho a la vida. De ahí que la justicia argentina nunca va a buscar, y mucho menos encarcelar, a los autores materiales e intelectuales de esos hechos. Incluso los monumentos y honores destinados al Che Guevara promueven, en las generaciones más jóvenes, la lucha violenta que sigue como consecuencia inmediata a la previa discriminación social.

Así como es falsa la “ley de Marx”, también lo es la que podríamos denominar “anti-ley de Marx” y es la que afirma que todo empresario es responsable, emprendedor, capaz, etc., mientras que todo obrero es vago, irresponsable y sin iniciativa. Guiarnos por cualquiera de estas pseudo-leyes traerá consecuencias indeseadas por la sociedad. Alguna vez, el Estado nacional aceptó como propia las deudas de varias empresas. Esta decisión no tuvo nada de “liberal” y mucho de adhesión a la “anti-ley de Marx”.

En algunos países, la validez de la “ley de Marx” es indiscutible. De ahí el fundamento de los movimientos de masas que “defienden y protegen” al obrero del “egoísmo y la maldad empresarial” a través del control social y económico de la sociedad por parte del Estado (fascismo, comunismo, nazismo, peronismo, etc.). Recordemos que el fundador del fascismo, Benito Mussolini, fue socialista en sus inicios y un firme “creyente” en Marx, si bien los métodos propuestos fueron diferentes.

También en EEUU existen tales “creyentes”. Ayn Rand escribió: “Todo movimiento que busca esclavizar un país, toda dictadura o toda dictadura en potencia, necesita alguna minoría como chivo expiatorio, a la cual poder culpar por los problemas de la nación y usarla como justificación de sus propias demandas de poderes dictatoriales. En la Rusia Soviética, el chivo expiatorio fue la burguesía; en la Alemania nazi, fueron los judíos, en Estados Unidos, son los empresarios” (De “Capitalismo. El ideal desconocido” – Editorial Grito Sagrado – Buenos Aires 2008)

Aunque resulte difícil medir el grado de “perversidad” empresarial, es fácil medir los resultados que se obtienen luego de combatir al sector productivo o bien de favorecerlo. Así, en la época en que comenzaba la etapa de Lula en Brasil y de Kirchner en Argentina, la producción brasilera era tres veces superior a la nuestra. Luego de algunos años en que el Estado brasilero favorece al empresariado mientras que el Estado argentino combate al propio, la producción brasilera resultó seis veces mayor que la argentina.

Con las inversiones sucede algo similar, ya que, en un periodo de dos años, en pleno kirchnerismo, los inversores retiraron de la Argentina unos 45.000 millones de dólares para ser invertidos en otros países. Compárese esta cifra con los 30.000 millones de dólares que demandarán las reparaciones por el terremoto de Chile. Escribe Marcos Aguinis: “La orgullosa CEO de Hewlett Packard tenia concedida una puntual audiencia (con Néstor Kirchner) para discutir una inversión millonaria en nuestro país. La hizo aguardar casi dos horas y ella, cansada y molesta, prefirió marcharse para cerrar el contrato con Brasil. Perdimos muchos puestos de trabajo, pero ¡qué importa! Luego tampoco quiso recibir al vice internacional de Siemens, porque en esos días atacaba con inspirado odio setentista a las empresas extranjeras. Otro agujero que tampoco importa” (Del libro “El atroz encanto de ser argentinos 2” – Planeta SAIC – Buenos Aires 2007). Cabe preguntarse: ¿Recibirán los gobiernos populistas alguna comisión monetaria por favorecer la llegada de capitales a los países desarrollados?

Ludwig von Mises escribió: “El único medio para elevar el nivel de vida es acelerar el crecimiento del capital, de manera que éste crezca más rápidamente que la población”. Se aducirá que esta expresión favorece la concentración de capital en unas pocas manos, según las críticas marxistas. Sin embargo, el marxismo propone una concentración mucho mayor a través del Estado. Esta aparente contradicción desaparece teniendo presente la “ley de Marx” ya que se supone que el empresario, y el inversor, son “malos por naturaleza”, mientras que el “creyente en Marx” es “bueno por naturaleza”.

En la Argentina, en vísperas de las elecciones presidenciales del 2011, existen grandes coincidencias entre el gobierno y la oposición ya que todos están de acuerdo en la plena vigencia y validez de la “ley de Marx” y de ahí que se considera como misión esencial del político y del Estado la protección del ciudadano común ante la maldad empresarial. Algunos opinan que la oposición tratará de establecer “un buen kirchnerismo”, menos agresivo, con mejores modales, pero coincidente en ese aspecto.

Los gobiernos populistas casi siempre proponen “distribuir las riquezas”. Se supone que el empresario es incapaz de hacerlo a través del mercado y del trabajo. La forma usual de tal distribución consiste en imprimir billetes en exceso, lo que producirá inflación. Luego se culpará a los empresarios por la suba de los precios.

Además de la igualdad económica, se busca la seguridad laboral de los afiliados a los gremios. De ahí que los sindicalistas efectúan verdaderas extorsiones a las empresas subiendo costos e impidiendo las exportaciones. En el mejor de los casos aseguran el bienestar de quienes ya tienen empleo, pero cierran las puertas a quienes no lo tienen.

Cada vez que se actúa ignorando al mercado (imprimiendo billetes en exceso, otorgando créditos baratos, subiendo salarios en exceso, etc.) se llega a una situación económica peor que la que se quiso remediar. Sin embargo, el creyente en Marx siempre interpreta que los empresarios (y sus cómplices) no quieren que el trabajador progrese, o cosas por el estilo.

Excepto unos pocos países (Corea del Norte, Cuba, Venezuela, principalmente) todos están de acuerdo (aunque con ciertas dudas) en que es conveniente la economía de mercado y las inversiones de capital. Si disponemos del claro ejemplo de la “muralla de Berlín”, en la ex Alemania Oriental (socialista) y el “milagro alemán”, en la ex Alemania Occidental (capitalista), puede observarse que el sistema perverso no es el capitalismo, sino el socialismo. Sin embargo, las creencias y el fanatismo son más importantes que el razonamiento y la realidad.

La ventaja que se observa en la “igualdad en la pobreza” (socialismo) es que la gente se siente liberada de la envidia que produce la “desigualdad en la riqueza” (capitalismo). Un cambio en la escala ética de valores, dejando de lado lo estrictamente material, hace innecesario el socialismo.

La democracia se construye, en primera instancia, con la participación y la decisión de millones de votantes, mientras que la democracia económica se construye con las millones de decisiones diarias efectuadas por los consumidores. La propuesta liberal consiste en estos dos aspectos que responden a un mismo objetivo. Por el contrario, la dictadura política implica que las decisiones del país serán tomadas por un líder que “ama al pueblo”, aun sin respetar el marco legal vigente. También las decisiones económicas serán tomadas por ese líder, estableciéndose una dictadura económica (economía planificada o socialista). Sin embargo, son los socialistas quienes hablan de democracia tergiversando su significado.

Mientras que en muchos países se admira al empresario por ser el motor que impulsa la economía de la sociedad, en otros se admira al marxista que “generosamente” pretende repartir lo que producen los demás, pero nunca lo propio.

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