martes, 1 de agosto de 2023

Vocación universalista de romanos y cristianos

Los antiguos romanos, a partir de la instauración del Imperio, intensifican sus ambiciones de expansión y poderío buscando dominar el mundo entero. Para ello utilizan su poderío militar basado en una política y una economía sustentadas por un Estado organizado eficazmente por medio de una adecuada legislación.

También los cristianos, seguidores de un profeta que los induce a predicar la buena nueva del Reino de Dios en todo el planeta, buscan llegar a todo ser humano, esta vez por medio de las palabras y el convencimiento. La Iglesia es católica, es decir, universal. En determinado momento se juntan un Imperio en decadencia con una Iglesia en ascenso hasta que finalmente se produce la fusión entre ambos, aunque con muchas dificultades.

Los imperios buscan establecer gobiernos de hombres sobres hombres, mientras que la Iglesia pretendía establecer el gobierno de Dios sobre todo ser humano, pero a través de sus intermediarios. En lugar de considerar a Cristo como el intermediario entre Dios y los hombres, los primeros cristianos elevan a Cristo a la categoria de Dios y se ubican ellos como intermediarios, por lo que finalmente se termina por establecer nuevamente un gobierno de hombres sobre otros hombres.

El verdadero Reino de Dios habrá de establecerse mediante una teocracia directa, es decir, cuando los seres humanos acaten las leyes de Dios y orienten sus vidas a través de ellas. La Iglesia en realidad ha producido, en el mejor de los casos, una teocracia indirecta, con las limitaciones propias de todo gobierno regido por criterios humanos.

Con el tiempo, surgen reivindicadores de un pasado remoto que buscan reverdecer viejos laureles, como es el intento fascista de establecer un nuevo imperio romano. También muchos católicos rechazan toda tendencia considerada usurpadora del poder eclesiástico medieval creyendo que tal sociedad debería perdurar aun en nuestros días.

Respecto de la época de convivencia entre romanos y cristianos, José Luis Romero escribió:

LA CONCIENCIA DE UN ORDEN UNIVERSAL

Acaso el más significativo punto de coincidencia de la tradición romana y la tradición cristiana sea la conciencia de un orden medieval, esto es, la certidumbre de que la vida del individuo, cualesquiera sean sus determinaciones circunstanciales, se inserta en un sistema universal.

Esta certidumbre era, sin duda, una secuela de la secular perduración del Imperio romano -aún subsistense entonces, por lo demás, según la opinión generalizada durante la temprana Edad Media, y mantenido en el Oriente-, y coincidía con la concepción universal, "católica", de la Iglesia romana.

Tan contradictoria como pudiera parecer la realidad históricosocial respecto a esa convicción, fue alimentada y sostenida por el recuerdo duradero del imperio y por la enérgica acción del papado. Se entremezclaron a lo largo de la temprana Edad Media las dos raíces que la nutrían, chocaron a veces las dos concepciones que representaban y se fundieron poco a poco en el plano teórico aun cuando esbozaban muy pronto sus zonas de fricción.

Una y otra representaban dos interpretaciones diferentes del ideal ecuménico, pues la tradición romana tendía a una unidad real -el imperio-, y la tradición cristiana conducía a una unidad ideal -la Iglesia-, en la que, sin embargo, el pontificado hubo de ver, en cierto momento, la virtualidad de una unidad tan real como la del imperio. De esta disparidad surgiría más tarde el conflicto entre ambas potestades.

Durante los primeros tiempos del cristianismo -hasta el siglo III aproximadamente- la actitud de la cristiandad reveló un fuerte sentimiento secesionista dentro del Imperio romano. No se sentía solidaria con su destino, sino que, por el contrario, percibía entre ambas comunidades -la imperial y la cristiana- un antagonismo irreductible. Esta es la actitud de Tertuliano, por ejemplo, cuando en el Apologeticus afirmaba: "Para nosotros, a quienes la pasión de la gloria y los honores nos deja fríos, no hay en verdad ninguna necesidad de ligas, y nada nos es más extraño que la política. No conocemos sino una sola república, común a todos: el mundo". Y más adelante: "Somos los cristianos un cuerpo, por el sentimiento común de una misma creencia, por la unidad de la disciplina, por el lazo de una misma esperanza".

Empero, tolerado primero y reconocido como religión oficial después, el cristianismo comenzó a sentirse poco a poco consustanciado con el imperio. Su área era la del mundo civilizado, y lo que quedaba fuera de sus fronteras era la barbarie, mil veces más temible que la orgullosa y declinante estructura del imperio.

(De "La Edad Media"-Fondo de Cultura Económica-México 1970)

1 comentario:

agente t dijo...

El intento de la Italia fascista de renacer el Imperio Romano empezó con la invasión de un país que nunca formó parte del genuino Imperio, pues a Abisinia nunca llegaron las legiones. Puro enmascaramiento con un imperialismo más folclórico que eficaz.