lunes, 9 de abril de 2012

Interpretaciones de la historia

Con la palabra historia designamos tanto al conjunto de hechos acontecidos en el pasado como también a la rama de la ciencia que los describe. En el primer caso suponemos la existencia de ciertas leyes o de ciertos designios de Dios, o de los dioses de antaño, que presionan a la humanidad hacia ciertos objetivos o hacia ciertas metas. Luis Suárez escribió:

“En nuestro idioma, la palabra Historia sirve indistintamente para expresar dos conceptos diferentes: por una parte, la plenitud del suceder; por otra, el conocimiento de ese suceder”.

Existen también diferencias en cuanto al trabajo de recopilar información y el de establecer teorías que permitan interpretarla encontrándole un sentido aparente. La historia habrá de ser una poderosa fuente de ejemplos que permitirá el desarrollo de las ciencias sociales. Luis Suárez agrega:

“Un abismo comenzó a abrirse entre las obras de los historiadores y la aspiración de los filósofos. Aquéllos se especializaban con exceso, perdiendo de vista la unidad fundamental. Fue entonces cuando Auguste Comte defendió la idea de separar las dos fases de la investigación, encomendándolas a disciplinas diferentes: la Historia se ocuparía únicamente de descubrir y establecer los hechos, mientras que la Sociología seria la encargada de interpretarlos” (De “Grandes interpretaciones de la Historia”-EUNSA-Pamplona 1981).

Aun cuando existan ciertas presiones que induzcan al hombre a dirigirse en un sentido y no en otros, depende del hombre acatarlas una vez reveladas, o conocidas, por lo que no existe seguridad en cuanto a su influencia efectiva. André Gorz escribió:

“Que la historia vaya inexorablemente en cierto sentido, no basta para que yo quiera ir en ese sentido. Aunque se me demostrara que todas mis resistencias serían vanas, que el futuro está inscripto ya en la lógica de los hechos, la fatalidad de ese futuro no basta para suscitar mi adhesión activa al proceso en curso. Para adherirme al proceso, es necesario que yo pueda reconocer mis propios fines en su finalidad objetiva. Si no los reconozco, es posible que prefiera «morir peleando»” (De “Historia y enajenación”-Fondo de Cultura Económica-México 1964).

En primer lugar, debemos considerar el sentido aparente del universo que surge desde la perspectiva de la ciencia experimental. La ciencia considera que todo lo existente está regido por leyes naturales, por lo que es posible hablar de cierto orden natural. Ese conjunto de leyes, especialmente las que rigen nuestra conducta, nos presionan hacia ciertas metas implícitas en tales leyes. Según una propuesta, la meta de la humanidad está asociada a la ley de complejidad-conciencia, como una tendencia en la cual existiría una evolución que se dirige hacia mayores niveles de complejidad acompañados con mayores niveles de conciencia, como es el caso de la vida inteligente.

Si en realidad el principio antes mencionado, enunciado primeramente por Pierre Teilhard de Chardin, concuerda con la realidad, o es verdadero, alejarnos de él producirá sufrimiento, como una medida de nuestra desadaptación a las leyes naturales y al espíritu implícito en el orden natural. Si al alejarnos de tal principio no se produce sufrimiento alguno, entonces no habrá de ser compatible con la realidad.

Pero el hombre puede seguir esta tendencia, o bien puede oponerse a ella, o no obedecerla. Así, desde la Psicología Social se admite la existencia de cuatro componentes básicas de nuestra actitud característica que determinan nuestro comportamiento ético, como así también cuatro componentes cognitivas que determinan nuestro comportamiento intelectual. Si en lugar del camino del amor elegimos el egoísmo o el odio, o si en lugar de tener a la propia realidad como referencia preferimos ser dirigidos mentalmente por otros hombres, la meta a la que nos presiona la tendencia antes mencionada, poco efecto producirá en la humanidad, excepto por el precio que hemos de pagar por desconocerla.

En el planteamiento anterior se ha supuesto que el hombre tiene libertad de elección y que, por lo tanto, no está predeterminado por los posibles designios de un Dios que interviene en los acontecimientos cotidianos. Si cada hombre tiene libertad de elección, la humanidad, como conjunto de individuos, heredará ese atributo poseído por cada uno de sus componentes. Posiblemente sea este proceso un mecanismo protector que la naturaleza ha previsto para liberar al individuo del posible gobierno de algún hombre sobre el resto.

Supongamos el caso de un supuesto conocedor del destino de los hombres, que adquiere información desde la astrología. Si ese adivinador pronosticase un destino poco feliz para un individuo determinado, y ese individuo creyese ciegamente en la veracidad del pronóstico, el adivinador se convierte de inmediato en un director de la vida de ese individuo, quien en forma consciente o inconsciente realizará su vida en función del pronóstico que sobre su persona se ha establecido.

En el caso del determinismo histórico, tal como el supuesto por Marx, ocurrirá algo parecido. Ello se debe a la dudosa veracidad de la “ley de Marx” acerca de la lucha de clases como el motor de la historia. Así, los creyentes de Marx tratarán de realizar acciones revolucionarias tratando de cumplir con el pronóstico del profeta (la llegada inexorable del socialismo), por lo cual Marx se convirtió en un director de buena parte de la humanidad, ya que las acciones de sus seguidores recayeron también en quienes no creyeron en su profecía.

Podrá decirse que también el acatamiento de las directivas o sugerencias de la religión implican un gobierno mental del hombre sobre el hombre, lo que en realidad ocurre cuando la religión se distorsiona o cuando se trata de religiones que no tienen en cuenta las leyes naturales. Por el contrario, si se tienen presente tales leyes, el profeta se convierte en un intermediario que tiende a hacer cumplir la voluntad del Creador sobre el hombre, o la finalidad implícita asociada al orden natural. De todas formas, es muy distinta la actitud constructiva del amor propuesta por el cristianismo que la actitud destructora del odio propuesta por el marxismo, si nos atenemos sólo a los resultados que se producirán a partir del seguimiento de tales sugerencias.

En cuanto al método aplicado en la historia, puede decirse que en algunos casos se ha desviado hacia el denominado historicismo, método que implica llegar a predecir el futuro en base al conocimiento histórico adquirido. Karl R. Popper escribió al respecto:

“Se halla ampliamente difundida la creencia de que toda actitud verdaderamente científica o filosófica, como así también toda comprensión más profunda de la vida social en general, debe basarse en la contemplación e interpretación de la historia humana. En tanto que el hombre corriente acepta sin consideraciones ulteriores su modo de vida y la importancia de sus experiencias personales y pequeñas luchas cotidianas, se suele decir que el investigador o el filosofo social debe examinar las cosas desde un plano más elevado”.

“Así, desde su ángulo, ve al individuo como a un peón, como un instrumento casi insignificante dentro del tablero general del desarrollo humano. Y descubre entonces que los actores realmente en el Escenario de la Historia son, o bien las Grandes Naciones y sus Grandes Líderes, o bien, quizás, las Grandes Clases, o las Grandes Ideas”.

“Sea ello como fuere, nuestro investigador tratará de comprender el significado de la comedia representada en el Escenario Histórico y las leyes que rigen el desarrollo histórico. Claro está que si logra hacerlo será capaz de predecir las evoluciones futuras de la humanidad. Podrá, asimismo, dar una base sólida a la política y suministrarnos consejos prácticos acerca de las decisiones políticas que pueden tener éxito o que están destinadas al fracaso”. “Tal la descripción sumamente sintética de la actitud que denominaremos historicismo”.

El historicismo, por lo general, resulta de una descripción de la sociedad que ignora completamente los atributos individuales y es el método utilizado por los principales totalitarismos. Karl R. Popper escribió:

“En lugar del pueblo elegido, el racismo nos habla de la raza elegida (por Gobineau), seleccionada como instrumento del destino y escogida como heredera final de la tierra. La filosofía histórica de Marx, a su vez, no habla ya de pueblo elegido ni de raza elegida, sino de clase social elegida, el instrumento sobre el cual recae la tarea de crear la sociedad sin clases, y la clase destinada a heredar la tierra. Ambas teorías basan su pronóstico histórico en una interpretación de la historia conducente al descubrimiento de cierta ley que rige su desarrollo” (De “La sociedad abierta y sus enemigos” Tomo I-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992).

La predicción de nuevos fenómenos no es un requisito indispensable que deba cumplir una teoría científica. En el caso de las ciencias exactas, la predicción de un fenómeno nuevo, a partir de una teoría verificada, confirma su validez y la afianza en su ámbito. Pero puede haber teorías que describen aceptablemente los fenómenos contemplados sin hacer ninguna predicción.

Supongamos el caso de la tabla periódica de los elementos químicos establecida por Dimitri Mendeleiev. Es sabido que el ordenamiento de los elementos por él propuesto admitía algunos nuevos elementos químicos que fueron prontamente descubiertos. Si esa teoría hubiese sido presentada posteriormente al descubrimiento de todos los elementos de la química, hubiese seguido siendo una teoría exitosa. Incluso es posible que una teoría haya descrito aceptablemente un conjunto numeroso de fenómenos, haya hecho predicciones acertadas y también alguna predicción no verificada que podrá serlo en el futuro, o bien resultará ser una limitación de la teoría (como es el caso de la “ecuación de Dirac” y los monopolos magnéticos todavía no descubiertos).

En el caso de las ciencias sociales, no debería criticarse una teoría por no acertar con las predicciones hechas, por cuanto podría estar acertada en su descripción unificada de los fenómenos a los que se refiere. En realidad, debería ser criticada sobre todo por hacer predicciones sobre el futuro, ya que no habría de predecir nuevos fenómenos sociales, sino los resultados de millones de decisiones individuales que son imposibles de considerar y más aún en el caso de las poco exactas leyes de las ciencias sociales.

Los fenómenos descriptos por las ciencias sociales son todos evidentes y accesibles a la observación directa de la realidad, de ahí que todo progreso en tales ciencias corresponderá a mejores descripciones de los mismos, antes que de la predicción estricta de nuevos fenómenos sociales. Por el contrario, en las ciencias exactas, como es la física, la predicción implica el descubrimiento de fenómenos no observados todavía. De ahí que la predicción en ciencias sociales ha de significar esencialmente la profetización del futuro adicionando una presión artificial para los “creyentes” que se superpondrá a las presiones que la naturaleza ya nos ha impuesto.

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