miércoles, 7 de diciembre de 2011

La naturaleza humana

Se entiende por naturaleza humana el conjunto de características que son compartidas por todos los seres humanos, mientras que no formarán parte de dicha naturaleza aquellos atributos que correspondan sólo a algunos individuos. En cuanto a las características básicas asociadas a nuestro comportamiento social, podemos considerar tres posibilidades generales ejemplificadas por Vance Packard en “Los moldeadores de hombres” (Editorial Crea SA-Buenos Aires 1980). Ellas surgen de considerar nuestra natural bondad, neutralidad o maldad con que nos habría provisto la naturaleza:

a) Positiva: El hombre tiene un potencial para el bien, el cual pasará a un primer plano a menos que interfieran las exigencias sociales o la pobreza de las decisiones del individuo.

b) Neutra: Esencialmente el Hombre no es ni bueno ni malo, pero cada acto que emprende cada hombre contribuye a la esencia de la naturaleza humana. Por lo tanto, si todos los hombres son buenos, la naturaleza humana es buena, y viceversa.

c) Negativa: El hombre posee una maldad innata, en el sentido de que nace imbuido de la necesidad de agredir a otros miembros de su propia especie.

Si bien resulta difícil identificarse plenamente con alguna de estas posibilidades, al menos podemos asegurar que todo hombre tiene su mejor y también su peor actitud como predisposiciones permanentes, y por ello debemos tratar que en todos los casos surja lo mejor de su personalidad.

Por lo general, todos llevamos oculta, a nivel inconsciente, una opinión positiva, neutra o negativa acerca de la especia humana. Además, tenemos definida una postura sobre la existencia, o no, de un orden natural. En caso afirmativo, suponemos que tal orden tiene asociado un sentido que le ha impuesto el Creador, o bien que es inherente a las leyes naturales que lo conforman, por lo cual el hombre presentará una naturaleza humana positiva, según el criterio antes expuesto.

Por el contrario, quien no cree en la existencia de un orden natural ni de una finalidad del universo, tiende a promover la construcción de un orden artificial y es posible que mantenga una opinión negativa sobre el hombre. Será partidario de un Estado que imponga el orden aun en forma coercitiva considerándolo imprescindible para la realización de una sociedad civilizada.

De todas formas, aun cuando tengamos una opinión positiva respecto de la naturaleza humana, seremos partidarios de la formación de un Estado con cierto poder, no para establecer coercitivamente un orden artificial, sino para limitar el accionar de aquellos hombres que escapan parcialmente a la bondad natural o potencial supuesta previamente.

Las posturas adoptadas por los hombres presentan ciertas correlaciones, si bien no pueden hacerse afirmaciones seguras debido a la cantidad de variantes del pensamiento humano, pero pareciera posible asociar a la creencia en un orden natural la bondad natural y a la ausencia de tal creencia la maldad natural.

Dependiendo de la opinión que se tenga acerca de la naturaleza humana, se propondrá algún tipo de organización social que se adapte a la misma. Georgiy Plejanov escribió:

“Considerando la naturaleza humana, estos autores creen que entre todos los sistemas posibles de organización social existe uno que corresponde más que los otros a esta naturaleza. De ahí el deseo de encontrar este sistema, el mejor, es decir, el que mejor corresponde a la naturaleza humana”.

“Al contrario, Marx no menciona la naturaleza humana. Él no reconoce instituciones sociales que correspondan o no a ésta última. Ya en la «Miseria de la filosofía» encontramos el siguiente reproche, bien significativo, dirigido a Proudhon: «El Sr. Proudhon ignora que la historia entera no consiste en otra cosa que en la continua modificación de la naturaleza humana»” (Citado en “Introducción a la política”-Jean Ousset-Editorial Iction SRL-Buenos Aires 1963).

El concepto que estamos considerando tiende a ser reemplazado por otros de tipo histórico, especialmente en épocas de severas crisis, por lo que Jean Ousset escribió:

“La «civilización moderna», por un total trastrocamiento de los seres y los valores, transfiere a los movimientos, a la evolución, a la acción, al correr del tiempo, los caracteres de necesidad, de inteligibilidad, de finalidad, etc., que hasta aquí se adjudicaban a la naturaleza humana. El mismo Bergson dio esta definición típicamente marxista del hombre: «Se es hombre en la medida en que se toma conciencia de la corriente que lleva la humanidad»” (De “El Marxismo Leninismo”- Editorial Iction SRL-Buenos Aires 1963).

En cuanto a la ley humana, proveniente del Derecho, podemos decir que, para cumplir con la justicia requerida por su función, adopta una postura positiva respecto del hombre cuando considera inocente, a toda persona sospechosa de cometer un ilícito, mientras no se demuestre lo contrario. En los casos en que no se pudo, mediante un juicio, comprobar fehacientemente la posible culpabilidad, la ley le otorga el beneficio de la duda con un criterio similar al que se emplea en la educación, en cuyo ámbito se tiende a dispensar a toda persona de un trato de excelencia a pesar de que muchas veces el destinatario no responde a esa expectativa. Wolfgang Goethe escribió: “Trata a la gente como si fuera lo que debería ser y la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.

Desde el propio Estado, sin embargo, hay veces en que se dictan leyes que no responden al criterio mencionado, por lo cual se presume cierta culpabilidad de un sector de la población, haciéndole perder su eficacia potencial y restándole toda presión moral para una futura mejora ética. Así, cuando se considera que todo policía tiene cierta predisposición a cometer delitos, se le restringe parte de su responsabilidad de tal manera que su accionar va siendo menos eficaz en la lucha contra la delincuencia.

Mientras que la ley, por lo general, contempla la presunta inocencia de un sospechoso, es bastante común encontrar individuos o grupos políticos que sostienen la presunta culpabilidad de los integrantes del grupo opositor, hasta que demuestren lo contrario; y si lo demuestran, siguen siendo considerados culpables. Esta vendría a ser una actitud discriminatoria, ya que se generalizan los atributos negativos asignados al grupo opositor. Entre los casos más notables podemos mencionar a los nazis, quienes culpaban a los judíos por la decadencia alemana, y el caso de los marxistas, quienes culpan a la clase empresarial por la explotación laboral de los empleados.

El fanático atribuye a una sola causa la total culpabilidad por el mal existente. Así, para algunos, la culpa de todos los males es del sistema capitalista, de la oligarquía, de los políticos, de los EEUU, del FMI, etc. La eliminación de esa única causa solucionaría todos los problemas. Jacinto Benavente escribió: “Una idea fija siempre parece una gran idea, no por ser grande, sino porque llena todo un cerebro”.

Podemos mencionar una escena del Imperio Romano, durante el siglo I, que parece proyectarse sobre toda la historia de la humanidad. Eliz Trimbach y Loic Derrien escriben:

“La vida del gran señor podía cambiar totalmente de un día para otro. El propietario de esta mansión, víctima de envidias, fue objeto de una proscripción o de una purga imperial. Tuvo que asistir al saqueo de sus bienes a manos de una banda que obedecía órdenes del Estado o…..de un vecino codicioso. Mataron a sus esclavos, y él y su familia tuvieron que escapar para salvar la vida”.

“La escandalosa desigualdad entre fortunas, el éxodo de los inmigrados y su desamparo, el hacinamiento, el paro, la falta de seguridad, las estafas, las prácticas demoníacas……la vida resultaba extremadamente difícil” (De “Viaje por la Roma de los Césares”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1989).

En la actualidad, y en muchos países, se dan escenas como la descrita. En ella intervienen el egoísmo de quienes favorecen la ostentación y el lujo, la envidia de quienes no pudieron lograrlos; la violencia, el saqueo y la muerte promovidas por los agitadores de masas, etc. Es evidente que la violencia no es el camino para la solución de los conflictos, pero el egoísmo y la envidia deberían disminuir en forma considerable.

Los que promueven la violencia, además de los egoístas y ostentosos, son los que, por lo general, aducen que el capitalismo es el sistema culpable de todos los males porque promueve desigualdad social y el enriquecimiento sin el correspondiente trabajo asociado. Sin embargo, si uno se toma el trabajo de leer a los principales economistas que promueven la economía de mercado, observará que en ningún caso estimulan la creación de riquezas fuera del trabajo. Recomiendan la acumulación de capitales productivos (y no de riqueza para la ostentación) para elevar la productividad empresarial, con beneficios para todos los sectores que intervienen en el proceso productivo. No debería asociarse la ausencia de un adecuado comportamiento ético con un proceso que resulta eficaz para transformar las demandas de los clientes en bienes y servicios por parte del empresario.

La lógica empleada por los agitadores es similar a la de quienes aducen que deberían prohibirse los automóviles, ya que anualmente producen miles de muertes. No sería tan descabellada la idea de tal prohibición, ya que en la Argentina los accidentes viales producen más de 7.500 víctimas anuales, además de otros tantos miles que quedan incapacitados, con enormes pérdidas materiales. Sin embargo, la solución provendrá de una mejora adaptativa por parte de los conductores, cuya falta de respeto a las leyes y a las recomendaciones sobre conducción son las principales causas de los accidentes.

Con el sistema capitalista pasa otro tanto; si la mayor parte de los habitantes no muestra un nivel mínimo de ética social, nunca podrán lograrse resultados aceptables. Algunos acusan de ingenuo a quien propone una mejora ética para la mejora de la economía, sospechando que el hombre es incorregible y que existe algún sistema económico que funciona exitosamente a pesar de las fallas éticas y de la ilegalidad de las acciones humanas. Sin embargo, tal sistema todavía no se ha inventado.

En cuanto a los obreros, que son los que no estudiaron o los que poco se preocuparon por aprender algún oficio, son considerados como víctimas y también como ejemplos para la sociedad. Se les atribuyen virtudes, en forma generalizada, considerándolos “inocentes hasta que demuestren lo contrario”. Entre las fallas éticas individuales, que limitan la eficacia del capitalismo, está, justamente, el no tratar de adquirir destrezas en actividades laborales especializadas y renunciar definitivamente a ser empresarios, incluso tratando de trabajar lo menos posible.

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