lunes, 10 de abril de 2023

El bien y el mal; premios y castigos

El bien y del mal, asociados a los posibles y necesarios premios y castigos, implicarían distintos procesos según las distintas versiones. Pueden distinguirse tres principales, asociándolas a algunos personajes representativos:

Teísmo: es Dios quien juzga el bien y el mal equilibrando en el más allá lo que los seres humanos realizamos en nuestra vida, premiando virtudes y castigando pecados. (Locke)

Deísmo: cada uno es consciente de sus actos y de sus efectos, premiándonos o castigándonos a nosotros mismos según que aquellos sean buenos o malos, respectivamente. (Shafstesbury)

No religión o ateísmo: el bien y el mal es una convención humana, por lo que los premios y castigos deberán ser impuestos por las leyes humanas. (Hobbes)

Al respecto, William H. Marnell escribió: "Queda en pie el problema de la sanción moral. Shafstesbury rechaza despectivamente el concepto de Hobbes según el cual la ley moral es de creación humana y las sanciones son, por tanto, las que estipula la ley positiva".

"En verdad, la refutación de Hobbes es el punto de partida de Characteristic, así como de muchos otros tratados filosóficos de la época. Rechaza con igual vigor la tesis de John Locke de que el origen de la moral es la voluntad de Dios y el principio de placer o dolor depende en último análisis de los premios y castigos en el más allá".

"Shafstesbury descubre que la verdadera sanción es la interior, la aprobación o desaprobación del propio sentido moral. Con esa sanción interior empalma el amor y la veneración debidos a un Dios justo. La prueba final de la sanción es la forma en que el modo de actuar influye sobre el bienestar general. La actitud del sentido moral perfectamente desarrollado es la benevolencia general; las virtudes sociales trascienden las personales" (De "El orden creado por el hombre" de William H. Marnell-Editorial Nova SACI-Buenos Aires 1971).

La conciencia moral, asociada a la empatía emocional, actúa como un proceso que nos premia o nos castiga según las acciones y los efectos que en los demás producen dichas acciones, o actitudes en general. De ahí que no haría falta la existencia de un Dios justiciero que "anotara" y juzgara nuestras acciones para adoptar una decisión final que podría ser negativa para muchas personas. La ausencia de conciencia moral y de empatía emocional tiende a limitar el nivel de felicidad logrado, limitando el premio a la virtud.

En esta síntesis no se ha tenido en cuenta una postura que tiene bastante aceptación en nuestra época y es el relativismo moral, por el cual, se afirma, que no existe el bien ni en mal objetivamente, sino que tales calificativos dependen de las visión subjetiva de cada persona. Tal postura no parece adecuarse a lo que podemos observar cada día, especialmente el sufrimiento de muchas personas, que podemos asociarlo a alguna forma de mal.

1 comentario:

agente t dijo...

Debiera ser objetivo prioritario de la sociedad el reforzamiento de la conciencia moral de los individuos recurriendo a la razón, la argumentación y al fomento de la concordia. Y al no haber nadie perfecto hasta los más psicópatas podrían ver reforzado el pequeño reducto benevolente que pudiera quedarles. Eso para nada iría en detrimento de la libertad, simplemente la fundamentaría mejor.