domingo, 16 de abril de 2023

El cristianismo como terapia

Toda religión y toda filosofía deberían servir para solucionar los problemas humanos y sociales, o bien servir de orientación para que las ciencias sociales lo hagan. Debido a que todavía persisten los serios problemas asociados a la convivencia social, es importante rescatar principios tradicionales dejados un tanto de lado. De la gran cantidad de terapias psicológicas aplicadas por psicólogos y psiquiátras, sólo algunas alcanzan un grado suficiente de aceptación o éxito.

Si tenemos presente el contenido de los Evangelios, es posible encontrar una efectiva terapia aplicable tanto al individuo como a la sociedad. Cuando Cristo afirma ser "el camino, la verdad y la vida", está diciendo que sus prédicas sirven para orientar, con la verdad, hacia el sentido que posibilitará una vida plena, algo que también intentan las distintas escuelas de psicología. ("Terapia: Parte de la medicina que enseña los preceptos y remedios para el tratamiento de las enfermedades", del Diccionario de la Lengua Española-Ediciones Castell 1988).

Es oportuno señalar que no todas las escuelas psicológicas, ni tampoco los Evangelios, se ocupan exclusivamente de solucionar algún tipo de enfermedad psicológica, ya que la persona normal también necesita una orientación en la vida por cuanto la adaptación, tanto a la sociedad como al orden natural, no resulta nada sencilla, y es fácil caer en desvíos poco favorables para el individuo y para la sociedad en general.

La esencia de una terapia efectiva implica cumplir con dos requisitos básicos. El primero consiste en indicar a todo individuo un sentido de la vida compatible con el orden natural; el segundo consiste en indicar una actitud permanente que oriente hacia la cooperación social. Estos requisitos son cumplidos ampliamente por la propuesta cristiana mediante los mandamientos del amor a Dios y al prójimo. En síntesis:

Principio de sentido: amor a Dios
Principio ético: amor al prójimo

A partir de la visión científica que del universo disponemos, puede decirse que todo lo existente, incluso nuestro propio organismo y nuestra propia personalidad, están regidos por alguna ley natural. De ahí surge, como un sentido de la vida inmediato, la necesidad de adaptarnos a dichas leyes. Además, como las actitudes básicas del ser humano nos orientan hacia la cooperación y hacia la competencia, una ética natural elemental ha de consistir en sugerir la adopción de la primera alternativa a través de la empatía emocional.

Si consideramos que el conjunto de leyes naturales, que materializan el orden natural, proviene de un Dios Creador, se advierte la compatibilidad de la propuesta cristiana con la visión que nos brinda la ciencia experimental. En este caso se supone un Dios que no interrumpe dichas leyes, sino que a actúa a través de ellas, lo que constituye la religión natural.

A pesar de la sencillez de la propuesta cristiana, se advierte que tales principios básicos han sido relegados por una gran cantidad de misterios que le han hecho perder toda eficacia. Incluso en el pasado, personajes tan destacados como San Francisco de Asís, al promover una pobreza extrema, desviaron la atención desde lo moral hacia lo económico, como si la pobreza en sí fuera una virtud o incluso un camino hacia la virtud, lo que no siempre se logra. También en la actualidad, sectores de la Iglesia promueven la pobreza material como un camino hacia la virtud.

Lo esencial del cristianismo se reduce a la adopción de una actitud ética óptima; algo que luego conducirá a buenos resultados sin establecer detalles posteriores. De ahí la expresión: "Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia que lo demás se os dará por añadidura". En todas las épocas se ha buscado la "añadidura" antes de buscar el Reino, o gobierno, de Dios a través de la ley natural. Emilia Pardo Bazán escribió: "Adviértense en la Edad Media dos corrientes sociales: de actividad, esfuerzo y combate la una, la otra de retiro, ascetismo y desprendimiento de la vida terrenal".

"Origina la primera las empresas extraordinarias, las encarnizadas y continuas pugnas, los rasgos de heroísmo mixtos de barbarie; de la segunda se engendran los casos de voluntario enterramiento en oscuras celdas, las penitencias rigurosas y espantables, los retiros a eriales y montes, a hórridas cavernas, a desiertos, lejos de todo socorro humano".

"Hay en la Edad Media -al par que fe pujante y alientos para acometer hasta lo imposible-, no sé qué vago convencimiento de la nada de las cosas, percepción confusa del mal del humano vivir, pesimismo creyente que llevaba a pisotear las venturas deleznables y los efímeros bienes de la tierra, y a buscar el reposo allí donde se halla, en el apartamiento, en la renuncia a todo perecedero interés. El oficio de la Iglesia fue equilibrar la fuerza de dos corrientes tan opuestas, evitando que preponderase la última y extinguiese -como en los países budistas- toda energía y acción social".

"Salía apenas Europa de la penosa crisis de su nueva organización, y amagaba al mundo cristiano el grave peligro de recluir su lozana vitalidad en los claustros. Si leemos las historias y crónicas de aquellos días, parece a veces que el Occidente entero, atacado de orientalismo, aspira a sumirse en la contemplación, interrumpiendo el curso de los triunfos que le aseguraron la primacía del orbe. Mas no es posible: la civilización cristiana ha de seguir su marcha; el germen no se deja ahogar; la Iglesia, encargada de custodiarlo, lo preserva de semejante riesgo" (De "San Francisco de Asís"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1944).

Todo indica que el cristianismo pierde su eficacia y su valor en cuanto se descuidan, se tergiversan, se olvidan o se reemplazan los mandamientos originales. De ahí la expresión de Cristo: "En estos dos mandatos se contiene toda la Ley y los profetas" (Mt).

1 comentario:

agente t dijo...

La Iglesia actual más parece volver por el camino orientalista, de renuncia absurda a lo material, sospechosamente en sintonía con los planes del globalismo y su agenda 2030.