viernes, 5 de junio de 2020

"En el principio era el Verbo" (¿o la ley natural?)

En el inicio del Evangelio según Juan, se lee la siguiente expresión: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios". Como toda expresión bíblica, implica una simbología que es posible interpretar a la luz de la visión del universo brindada por el actual conocimiento aportado por la ciencia experimental.

La palabra sustancia, o substancia, indica "lo que está debajo". De ahí que es posible hablar de la existencia de una substancia única, con dos atributos principales (según Baruch de Spinoza): la extensión y el pensamiento. En la actualidad podemos decir que todo se reduce a materia e información, excluyendo un innecesario sobrenaturalismo; una especie de gobierno paralelo, que intervendría activamente en el mundo de la materia y de la información.

Desde la física se nos sugiere que, en una etapa primitiva del universo, sólo existían partículas elementales regidas por leyes naturales que, implícitamente, contenían toda la información necesaria para constituir luego los átomos, las moléculas, células, organismos, hasta llegar a la vida inteligente. Mientras que la visión bíblica supone una mente inteligente que va creando por etapas un universo con cierto sentido o finalidad, la ciencia actual asocia a las partículas elementales ciertas propiedades inherentes que pueden conducir a ese mismo sentido o finalidad supuesta en la visión teísta (la del Dios personal que ordena la creación del universo). Hubert Reeves escribió: "La idea de una historia del universo es extraña al hombre de ciencia de los últimos siglos. Para él, las leyes inmutables de la Naturaleza rigen el comportamiento de la materia en un presente eterno. Los cambios -nacimiento, vida, muerte- visibles a escala de nuestras vidas cotidianas se explican en términos de una multitud de reacciones atómicas simples, siempre las mismas. La materia no tiene historia" (De "Paciencia en el azul del cielo"-Ediciones Juan Granica SA-Barcelona 1982).

No todo científico está de acuerdo en que el universo tiene un sentido similar al impuesto por un Dios Creador. Sin embargo, teniendo presente que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, es posible hablar de un sentido o de una finalidad, siendo algo similar a un juego que tiene sus propias reglas; necesariamente ha de tener un sentido, lo que no asegura que sea un juego atractivo. También el universo ha de tener un sentido, que no necesariamente ha de ser considerado "bueno", o positivo para el ser humano, pero no se debería negar su existencia. Tanto si el sentido del universo es considerado "bueno", como si es considerado "malo", sólo resulta accesible a nuestras decisiones adaptarnos de la mejor manera a esas leyes naturales, que conforman un orden natural.

Que exista potencialmente un sentido del universo, asociado a la aparición de la autoconsciencia del mismo (vida inteligente) no significa que necesariamente se vaya a establecer, ya que no es lo mismo "determinismo" que "potencialidad", estando la libertad de elección siempre presente, es decir, dependiendo la aceptación de esa potencialidad por parte de la humanidad. Este es el mismo caso de la idea del Reino de Dios, o del gobierno de la ley natural sobre todo ser humano, que está siempre presente desde la aparición de los primeros seres humanos, pero que no se cumple, o se cumple sólo parcialmente, debido justamente a esa aceptación parcial. Hubert Reeves escribió: "El universo engendra la complejidad. La complejidad engendra la eficacia. Pero la eficacia no engendra necesariamente el sentido; también podría conducir al sinsentido".

"Potencialmente, el conflicto está inscrito desde los tiempos más remotos en el desarrollo del universo y la edificación de la complejidad. Con el hombre toma su dimensión trágica. Simultáneamente una salida se dibuja. Corresponde al ser humano darle un sentido a la realidad".

"Somos (nuestra generación) espectadores y actores de este periodo de la historia donde el problema entra en su fase decisiva. Si tenemos un papel que representar en el universo es ayudar a la naturaleza a parirse a sí misma. El ser más amenazador es también el único que podría hacer posible el parto".

"La inteligencia no es necesariamente un regalo envenenado. El absurdo es aún evitable. El despertar del júbilo es, tal vez, el antídoto más eficaz" (De "El sentido del universo"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1989).

En los últimos tiempos ha surgido una interesante variación respecto de la antigua visión del Dios personal, ya que es aceptada como postura religiosa la que ubica como principio la existencia de leyes naturales invariantes sin necesidad de una suspensión momentánea (milagro) por parte de su creador. Wilhelm Pöll escribió: "Para corresponder en cierto modo a las diversas concepciones de la religión, la definiremos aquí como «homenaje a lo sagrado». En el término «sagrado» se incluyen también las formas sociales o individuales de religión en las que se presta homenaje a una fuerza inconcebible o a un poderoso ser sobrehumano y hasta quizás supraterreno, aunque no se piense en él como persona o como ser independiente".

"Con la expresión «homenaje» se indica la clase de relación del hombre con lo sagrado que existe en la religión. La voz «homenaje» (u «honra») substituye a «veneración», más corrientemente empleada en la definición de religión. El primer término abarca, más claramente que el segundo, la posibilidad de una relación con lo sagrado de una comunidad o grupo. «Veneración» indica principalmente una amorosa relación de estima y respeto; además, sugiere la expresión ritual de estos sentimientos. Ni lo uno ni lo otro se asocia forzosamente al concepto de religión. La veneración nace de un intenso sentimiento de afecto y bienquerer, y tiene en ella gran relieve la libertad de la ofrenda, mientras que en el homenaje predomina la idea del cumplimiento de una obligación. Ambos tipos se presentan, separadamente o unidos, en las diversas formas de religión" (De "Psicología de la religión"-Editorial Herder-Barcelona 1969).

La oposición a toda forma de religión, o a toda posibilidad de existencia de un sentido implícito en el orden natural, es el ateísmo. El ateísmo vulgar, y activo, por lo general se presenta bajo el mismo nivel intelectual mostrado por el fanático religioso. Mientras este último acepta tranquilamente toda forma de incoherencia lógica bajo interpretaciones textuales de las simbologías bíblicas, aquel critica y se burla del fanático creyendo que toda forma de religión es necesariamente la profesada por el fanático.

1 comentario:

agente t dijo...

La religión natural podría actuar como expansión emocional que dé sentido humano a lo que sabemos o intuimos gracias al conocimiento científico, y con ello ensayar un camino hacia un nuevo consenso social, pues el antiguo, reconozcámoslo, está completamente destruido.