lunes, 19 de diciembre de 2016

Ideología de género y discriminación

Entre las propuestas culturales que han aparecido recientemente, aparece la “ideología de género” que propone a la homosexualidad como una variante más entre las diversas alternativas válidas. Quienes adoptamos como referencia las leyes naturales, como las provenientes de la biología, somos calificados como discriminadores, y por ello, dignos de todo desprecio. Aun cuando alguien apenas comience a tratar de entender la propuesta, será considerado como poseedor de un sentimiento de “odio” hacia todo individuo que se desvíe de su género natural. Quien adopta como guía el mandamiento del amor al prójimo, no admite tal posibilidad; ya que, además, se trata de comportamientos que no trascienden del ámbito privado, como deben ser todos los casos asociados a lo íntimo y personal.

La homosexualidad no es una novedad, ya que se conoce desde mucho tiempo atrás. La respuesta social considerada como “normal”, en otras épocas, consistía en castigar o separar de alguna forma a quienes se desviaban de lo dispuesto por la religión, por lo que tales actitudes debieron permanecer en el ámbito de lo íntimo y lo privado. La diferencia esencial con nuestra época es que ahora se la pretende imponer a los niños desde el ámbito escolar. Tal es así que en una Guía de Educación Sexual Integral, editada por el Ministerio de Educación del Perú, aparece dos ilustraciones; en una de ellas, una mujer expresa: “Me llamo Eliana, estoy enamorada de Paola y vendo artesanías”, en la otra, un hombre expresa: “Me llamo Javier, mi pareja se llama Francisco y soy arquitecto”.

Muchos padres han protestado por esta intromisión indebida en la educación de sus hijos por cuanto aducen sus derechos a orientarlos en base a las leyes naturales que condujeron, mediante la evolución biológica, a diferenciar a hombre y mujer, y a complementarse según los procesos naturales que conducen a la procreación. Toda conducta antinatural, que puede provenir tanto por herencia como por influencia del medio social, no se la debería considerar como una “variante de lo natural”, porque no lo es. Mons. Oscar Alzamora Revoredo escribió: “Se ha estado oyendo durante estos últimos años la expresión «género» y muchos se imaginan que es sólo otra manera de referirse a la división de la humanidad en dos sexos, pero detrás del uso de esta palabra se esconde toda una ideología que busca precisamente hacer salir el pensamiento de los seres humanos de esta estructura bipolar”.

“Los proponentes de esta ideología quieren afirmar que las diferencias entre el varón y la mujer, fuera de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija que haga a unos seres humanos varones y a otros mujeres. Piensan más bien que las diferencias de manera de pensar, obrar y valorarse a sí mismos son el producto de la cultura de un país y de una época determinados, que les asigna a cada grupo una serie de características que se explican por las conveniencias de las estructuras sociales de dicha sociedad”.

“Quieren rebelarse contra esto y dejar a la libertad de cada cual el tipo de «género» al que quieren pertenecer, todos igualmente válidos. Esto hace que hombres y mujeres heterosexuales, los homosexuales y las lesbianas, y los bisexuales sean simplemente modos de comportamiento sexual producto de la elección de cada persona, libertad que todos los demás deben respetar”.

“No se necesita mucha reflexión para darse cuenta de lo revolucionaria que es esta posición, y de las consecuencias que tiene la negación de que haya una naturaleza dada a cada uno de los seres humanos por su capital genético. Se diluye la diferencia entre los sexos como algo convencionalmente atribuido por la sociedad, y cada uno puede «inventarse» a sí mismo” (De www.aciprensa.com/controversias/genero.htm).

La información que surge de la biología molecular indica que desde el ADN hasta la conformación de la totalidad del cuerpo y de la mente, existen diferencias entre el hombre y la mujer. Ello sugiere que debemos tener presentes los millones de años de evolución biológica que nos han permitido llegar al lugar en donde estamos. La mente humana no es una “página en blanco” en donde la influencia social y la cultura pueden escribir y determinar el comportamiento futuro de cada ser humano.

La denominada “ideología de género” presupone que la influencia social es todo y la herencia genética, nada. Esto nos retrotrae a las épocas de la Unión Soviética donde se trataba de crear el “hombre nuevo soviético”; un hombre adiestrado para producir bienes y servicios para el Estado, el que luego, sabiamente, los habría de redistribuir igualitariamente en el pueblo. Como se suponía la validez de la herencia de los caracteres adquiridos, en oposición a las leyes de la genética, confirmadas por la biología molecular, se pensaba que el futuro de la humanidad no habría de responder a lo que decidió el Creador, o a lo que impone el orden natural, sino al diseño establecido por Marx y Lenin.

Esta vez nos encontramos con una tentativa similar, con la diferencia que, en lugar del “hombre nuevo” que trabaja y que se une a los demás compartiendo los medios de producción (la hoz y el martillo), se trataría del “hombre nuevo sexual” que se une a los demás a través de todos los vínculos íntimos posibles. Bella Abzug atribuye a “género” la siguiente significación: “El sentido del término género ha evolucionado diferenciándose de la palabra sexo para expresar la realidad en que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio”. “La inexistencia de una esencia femenina o masculina nos permite rechazar la supuesta superioridad de uno u otro sexo, y cuestionar en lo posible si existe una forma natural de sexualidad humana”.

En un curso denominado “Re-imagen del Género”, dictado en un prestigioso College norteamericano, aparecen las siguientes definiciones:

Hegemonía o hegemónico: Ideas y conceptos aceptados universalmente como naturales, pero que en realidad son construcciones sociales.
Desconstrucción: La tarea de denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico (es decir aceptados universalmente como naturales), con el fin de persuadir a la gente a creer que sus percepciones de la realidad son construcciones sociales.
Patriarcado, Patriarcal: Institucionalización del control masculino sobre la mujer, los hijos y la sociedad, que perpetúa la posición subordinada de la mujer.
Perversidad polimorfa, sexualmente polimorfo: Los hombres y las mujeres no sienten atracción por personas del sexo opuesto por naturaleza, sino más bien por un condicionamiento de la sociedad. Así, el deseo sexual puede dirigirse a cualquiera.
Heterosexualidad obligatoria: Se fuerza a las personas a pensar que el mundo está dividido en dos sexos que se atraen sexualmente uno al otro.
Preferencia u orientación sexual: Existen diversas formas de sexualidad –incluyendo homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales y travestis- como equivalentes a la heterosexualidad.
Homofobia: Temor a relaciones con personas del mismo sexo; personas prejuiciados en contra de los homosexuales. (El término se basa en la noción de que el prejuicio contra los homosexuales tiene sus raíces en el ensalzamiento de las tendencias homosexuales).

Teniendo en cuenta que las actitudes y acciones humanas son buenas o malas según buenos o malos sean los efectos que producen, la sexualidad antinatural, sin una promoción social explícita, no produce malos efectos, mientras que la exagerada y masiva promoción, en la que incluso intervienen organismos nacionales e internacionales, tiende a perjudicar a quienes adoptan como referencia para sus vidas a la ley natural. De ahí que tal promoción puede acentuar el antagonismo y la discriminación entre ambos sectores. Mientras el naturalista puede rechazar sin discriminar, es decir, puede tolerar, el promotor de lo antinatural tiende a rechazar y a discriminar al que se opone a la innovación que propone.

El rebrote de la violencia familiar ha resultado ser un buen pretexto para intentar el debilitamiento y la abolición de la organización familiar tradicional para ser reemplazada por las diversas variantes mencionadas. En este caso, se supone que el hombre es culpable al 100% mientras que la mujer lo es al 0%. De ahí que la unión hombre-hombre tendería a compensar o atenuar dos violencias opuestas, mientras que la unión mujer-mujer tendería a fortalecer dos “inocencias”. Como estas últimas variantes no producirán descendencia, resulta ser una situación ideal para evitar el aumento desmesurado de la población mundial. Sin embargo, como los hombres no son todos totalmente culpables ni las mujeres totalmente inocentes, tales soluciones no excluyen futuras situaciones de violencia. De ahí que la solución debe provenir, como siempre, de una mejora ética individual.

Las sociedades actuales, que disfrutan de los avances tecnológicos, producidos por el avance científico, tienden en realidad a ser anticientíficas en el sentido de darle muy poca importancia a los conocimientos confirmados por la experimentación. La herencia de los caracteres adquiridos (lamarckismo) se sigue aceptando como una posibilidad cierta, mientras que los atributos biológicos que distinguen al hombre de la mujer son ignorados por el “científico social”, es decir, por el hecho de ignorarlos se trata en realidad de “anticientíficos” sociales, por cuanto tratan de imponer criterios personales en lugar de promover la adaptación del hombre al orden natural.

La ingeniería social, que tanto sufrimiento provocó durante los intentos de instaurar forzosamente el socialismo, sigue promoviendo “soluciones” sin contemplar los atributos de la naturaleza humana. O bien los ignoran totalmente, o bien adoptan actitudes desafiantes que llevan a expresiones como la siguiente: “Si la naturaleza humana se opone a nuestros intentos, entonces debemos transformarla”.

Sigue vigente el lema de Marx, quien expresaba: “Hasta ahora los filósofos han tratado de interpretar la naturaleza, desde ahora debemos transformarla”. Se mantiene el antagonismo entre ciencia experimental y marxismo. Para que se acepte el triunfo de la ciencia, pasará bastante tiempo. Mientras tanto aparecerá alguna forma de sufrimiento en la población.

La aparente inexistencia de leyes naturales, o bien su premeditado rechazo, tiende a acentuar la creencia en el relativismo moral, ya que no existiría una moral natural objetiva. Esta creencia le abre las puertas a la anomia social que tarde o temprano producirá daños psicológicos severos en quienes la han de padecer.

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