sábado, 10 de septiembre de 2022

Emulación (civilización) vs. Descalificación (barbarie)

La evolución cultural del ser humano está asociada a un proceso simple, y es el de la emulación de las personas destacadas y admiradas. Así, cuando aparece, ante la vista de todos, un divulgador científico como Carl Sagan, algunos nos ponemos como meta alcanzar alguna vez el nivel de conocimientos de tal astrónomo, aunque con muchas probabilidades de no llegar a tanto. Este es el proceso de emulación, o de imitación, que nos impulsa al trabajo intelectual en nuestra vida.

Otros, con una similar admiración, no tienen la misma predisposición del emulador y tienden a fingir haber llegado a un nivel similar, adoptando actitudes y poses que responden a ese nivel intelectual supuestamente alcanzado. Este parece ser un defecto observado por José Ortega y Gasset en su estadía en la Argentina. De ahí posiblemente su expresión: "Argentinos, a las cosas", es decir, "dejen de fingir y procedan a trabajar en serio" (interpretación subjetiva que puede no coincidir con la idea del pensador español).

El proceso evolutivo cultural avanza cuando existe la predisposición generalizada a alcanzar metas observadas en otras personas junto a la transmisión de conocimientos aportados individualmente. La supervivencia de la humanidad, justamente, se debe a esa posibilidad, como es el caso del descubrimiento de los antibióticos por parte de una ínfima minoría de la población mundial que luego van a ser aplicados en masiva escala.

Finalmente, llegamos a la postura del envidioso, que descalifica a todo aquel que logra alguna forma de éxito. Este es el caso de quien supone que Pasteur "le roba" los conocimientos a Semmelweis para hacerlos pasar como propios, cuando en realidad, por ser químico, es quien interpreta que los microbios producen las enfermedades y no las enfermedades las que generan los microbios. No parece que la vacuna antirrábica y sus otros descubrimientos hayan sido robados por Pasteur. En wikipedia leemos: "Semmelweis no fue capaz de proporcionar una explicación satisfactoria para sus propuestas. Las recomendaciones de Semmelweis solo fueron aceptadas después de su muerte, cuando Louis Pasteur confirmó la teoría de los gérmenes como causantes de las infecciones y Joseph Lister, siguiendo las investigaciones de Pasteur, implementó el uso de los métodos de asepsia y antisepsia en cirugía".

El envidioso es el que no acepta el abismo mental entre científicos como Einstein y la mayoría de los mortales. De ahí surge la versión que sus teorías fueron, en realidad, sugeridas por su primera mujer (también física). Si consideramos que toda la obra de Einstein fue obra de su mujer, el abismo mental se mantendría, esta vez entre la mujer de Einstein y el resto.

Las actitudes envidiosas se oponen a la evolución cultural y conducen a la barbarie. Esta vez a través de la política y de los líderes populistas que conducen mentalmente a las masas carentes de predisposiciones emulativas y predispuestas a la descalificación de todo mérito ajeno.

Puede describirse el proceso histórico de la Argentina como una secuencia en la que se intercalan procesos de barbarie populista y otros favorables al avance civilizatorio. Así, luego de la independencia respecto de la dominación española, aparece la barbarie de la guerra civil hasta la entronización de Juan Manuel de Rosas. Le sigue un proceso de crecimiento bajo ideas liberales, pero se retrocede cuando aparece el populismo de Hipólito Yrigoyen. J.M. Taylor escribe: "«El alma del populacho» aparecía en la mente de los enemigos de Rosas como presa del «misticismo epidémico». La superstición característica y el fanatismo religioso llevaban a las masas partidarias del régimen a la veneración idolátrica de sus líderes".

"Cuando Rosas apareció en la escena, esta tendencia pagana impulsó a las masas, en un frenesí extremo de entusiasmo, a deificar al dictador. En estos términos, los oponentes de Rosas se referían a una costumbre de su régimen que los escandalizaba: la colocación de retratos del dictador en las iglesias de Buenos Aires" (De "Evita Perón"-Editorial de Belgrano-Buenos Aires 1981).

En cuanto a Yrigoyen, Ezequiel Martínez Estrada escribe: "Las vagas aspiraciones de las masas se concretan en palabras, hasta el punto de construir una completa mitología oral y escrita. Y, en efecto, todas esas palabras sin sentido...emitían una intención a la vez sentimental, épica y también religiosa. Caracterizaban a cierto tipo de oscurantismo político; algo de masonería con algo de sociedad secreta".

"Todo periodo de demagogia (no se debe olvidar que la demagogia, gobierno de las multitudes que ha surgido como efecto de una crisis, es el signo de una distorsión de los sentidos morales) se caracteriza por las exaltaciones, la glorificación de la delincuencia, etc...Toma forma la literatura pornográfica" (Citado en "Evita Perón").

Surgen luego los gobiernos militares, que tampoco favorecen lo civilizatorio, hasta acentuarse el populismo con Perón. Siguen luego otros gobiernos militares, poco favorecedores de lo civilizatorio, hasta volver a la barbarie populista con los gobiernos de los Kirchner. Como la barbarie supera con creces a la civilización, o la envidia supera con creces a la emulación, llegamos a la muy pobre situación en la que estamos sumergidos.

En cuanto a la esencia del peronismo, se puede tener una idea teniendo presente la quema y la vandalización de 16 templos católicos, principalmente en Buenos Aires, ante las anteriores instigaciones de Perón acerca de la acción de incendiar. En un discurso dirigido a la horda partidaria, expresó: “Compañeros: cuando haya que quemar, voy a salir yo a la cabeza de ustedes a quemar. Pero entonces, si eso fuera necesario, la historia recordará la más grande hoguera que haya encendido la humanidad hasta nuestros días. Los que creen que nos cansaremos se equivocan. Nosotros tenemos cuerda para cien años” (7-5-53)

2 comentarios:

Jorge Sànchez dijo...

Sugerente reflexión. GRacias !!

agente t dijo...

En las sociedades democráticas se tiende cada vez más a interpretar el concepto igualdad como una aspiración principalmente material, cuando no debiera pasar de su aplicación a la dignidad de los individuos o, en todo caso, como igualdad ante la ley positiva, no por ella. Esto se traduce en que donde debiera producirse admiración que incite a la emulación, sanando así el contraste que produce la superioridad ajena, se dé la envidia igualadora de seguro resultado empobrecedor.