domingo, 18 de septiembre de 2022

La era de las muchedumbres

Si bien se considera que la democracia liberal es la mejor forma de gobierno, ya que admite la participación de toda la población, entre otros aspectos, no debe dejarse de prestar atención al hecho de que es posible que tal sistema político sea afectado por una severa distorsión cuando los agitadores de masas imponen sus directivas sobre las muchedumbres convirtiendo a la democracia en un sistema peligroso para la vida de todo ciudadano.

La democracia muchas veces ha sido descalificada por el riesgo de constituir finalmente, no el gobierno del pueblo por medio de sus representantes, sino el gobierno de los embaucadores políticos sobre toda la población. Debe advertirse que no siempre las masas serán orientadas hacia fines destructivos, admitiéndose que en muchas ocasiones podrán ser dirigidas hacia la construcción de un verdadero orden social.

La fuente de información principal que dispone todo individuo es la establecida mediante cierta mentalidad generalizada de la sociedad, sostenida en creencias y afirmaciones. El hombre-masa se caracteriza por acatar lo que la mayoría afirma, sin indagar algo más. El hombre necesita recibir información transmitida por las generaciones anteriores, de lo contrario debería reinventar una enorme variedad de conocimientos. Alexis de Tocqueville escribió: “Si el hombre tuviera que forzosamente probarse a sí mismo todas las verdades de la vida cotidiana no acabaría nunca; se agotaría en demostraciones preliminares sin avanzar un paso; como carece de tiempo y de facultades para obrar así porque su vida es breve y su inteligencia limitada, no puede sino dar por ciertos gran cantidad de hechos y opiniones que no ha tenido ocasión ni capacidad para examinar y verificar personalmente, pero que expusieron otros más hábiles o adoptó la multitud. Sobre este primer asiento edifica el hombre su pensamiento propio. No es por voluntad propia que procede de este modo, sino por ley inflexible de su naturaleza” (De “La democracia en América”-Tomo II-Sarpe-Madrid 1984).

Si tuviésemos que describir las causas de las grandes catástrofes totalitarias del siglo XX, podríamos afirmar que se trató de un fenómeno propio de la "era de las muchedumbres" con la activa presencia de hábiles embaucadores que orientaron a las masas hacia la destrucción social. Ludwig von Mises escribió: “Como sociólogo y filósofo de la historia, Marx nunca fue sino un hábil agitador que escribía para satisfacer las necesidades cotidianas de su partido”.

“La originalidad y la importancia histórica del marxismo residen únicamente en el dominio de la técnica política. Ha reconocido el poder formidable que puede uno asegurarse en la sociedad, al hacer de las masas obreras concentradas en las fábricas un factor político; busca y descubre las fórmulas verbales capaces de unir a estas masas con fines de acción común. Da el santo y seña que induce a los hombres, indiferentes hasta entonces a las cuestiones políticas y al ataque contra la propiedad individual. Anuncia un evangelio que racionaliza su odio y transforma bajos instintos de resentimiento y venganza en misión histórica” (De “El socialismo”-Editorial Hermes SA-México 1961).

En cuanto a los agitadores de masas, Gustave Le Bon escribió: “El agitador ha sido siempre un agitado. Él mismo ha sido hipnotizado por la idea, de la cual se ha convertido inmediatamente en apóstol. Ésta le ha invadido hasta el punto que todo, fuera de ella, desaparezca, que toda opinión contraria le parezca error y superstición”.

“Los agitadores, por lo común, no son hombres de pensamiento sino de acción. Son poco clarividentes, y no podrían serlo, porque la clarividencia conduce generalmente a la duda y a la inacción”.

Los métodos utilizados para el dominio de las masas ya aparecen en la obra de Gustave Le Bon, a finales del siglo XIX, cuando escribió: “Cuando de lo que se trata es de imbuir en el espíritu de las muchedumbres ideas y creencias, como, por ejemplo, las modernas teorías sociales, el procedimiento de los directores es distinto. Recurren principalmente a tres procedimientos perfectamente definidos: la afirmación, la repetición y el contagio. La acción es lentísima; pero, una vez producidos los efectos de esta acción, son muy estables”.

“La simple afirmación, limpia de razonamiento y de prueba, es uno de los más seguros medios de inculcar las ideas en el espíritu de las muchedumbres. Cuanto más concisa sea la afirmación y más desprovista esté de toda apariencia de prueba y de demostración, mayor será su autoridad”.

“Ésta, sin embargo, carece de influjo real si no se repite constantemente, y a ser posible, en los mismos términos; creo que fue Napoleón el que dijo que no hay más figura retórica seria que la repetición. Mediante ésta, la cosa afirmada llega a inculcarse en la inteligencia de un modo que se concluye por aceptarla como verdad demostrada”.

“Cuando la afirmación se ha repetido suficientemente y hay unanimidad en la repetición, fórmase lo que se llama una corriente de opinión, dando lugar a que surja el poderoso mecanismo del contagio. Para las muchedumbres, las ideas, las emociones, poseen un poder contagioso tan intenso como el de los microbios”.

“La imitación, a la cual se atribuye tanto influjo en los fenómenos sociales, en realidad no es más que un simple efecto de contagio” (De “Psicología de las multitudes”-Editorial Albatros-Buenos Aires 1972).

La severa crisis social, que afecta a muchas naciones, no se resuelve solamente desde la política o desde la economía, o desde ambas, ya que previamente debe reconstruirse la mentalidad generalizada de la sociedad (o "el alma de la sociedad") a partir de información compatible con la realidad para reemplazar el error asociado a las ideas y creencias impuestas por los embaucadores políticos.

1 comentario:

agente t dijo...

Todo método para incidir en las masas necesita un aparataje de difusión con la suficiente medida para llevarse a término. Y aquí radica el mayor problema de esta cuestión, porque los medios de comunicación de masas están al servicio de los intereses de sus dueños y directivos, quienes tienen una agenda propia que no coincide con el interés general. O sea, que por esta vía las posibilidades son muy remotas. Por desgracia un cambio general de la mentalidad queda circunscrito a la concurrencia de trauma generalizado entre la población.