viernes, 22 de junio de 2012

Spinoza: el Newton de las humanidades

Mientras que las ciencias exactas progresan alcanzando sus objetivos, algunas de las ciencias sociales permanecen en una etapa pre-científica. Si bien los temas descriptos por las primeras resultan accesibles a la verificación y a la experimentación, el éxito logrado se debe principalmente a la decidida búsqueda de la verdad a través del método científico, actitud poco compartida por muchos de los realizadores de las ciencias del hombre y la sociedad, que deben luchar contra prejuicios e ideologías que los dominan.

Si se observa con atención el contenido de textos acerca de la personalidad, se encontrará con una cantidad inusitada de teorías propuestas, sin que ello sea considerado como un signo alarmante de multiplicidad de “verdades”. Quizás si estuviese claro, para los científicos sociales, que la esencia del método científico consiste en hacer descripciones en base a aspectos observables y verificables experimentalmente, y que, además, es “obligatorio” organizar el conocimiento logrado en forma axiomática, posiblemente se reduciría la cantidad de teorías por el hecho de que se buscarían los aspectos comunes que habrían de permitir establecer vínculos entre las mismas.

Por lo general, se supone que la física es la pionera en el uso del método de la ciencia experimental y que, luego, tal método se difunde hacia las ciencias sociales. Sin embargo, ello sólo es cierto parcialmente. Así, en el caso del método axiomático, encontramos que tal sistema descriptivo aparece con Euclídes de Alejandría en el siglo III AC, autor que sintetiza todo el conocimiento que en su época existía acerca de la geometría. Luego, en el siglo XVII aparece el libro de Baruch de Spinoza titulado “Ética demostrada según el orden geométrico” (1677), entendiéndose por “orden geométrico” el sistema axiomático de Euclídes. Posteriormente aparecen los “Principios matemáticos de la Filosofía natural” (1687) de Isaac Newton, quien establece la primera síntesis axiomática de los fenómenos mecánicos y astronómicos. Tanto el libro de Spinoza como el de Newton, antes mencionados, no sólo se caracterizan por la profundidad y por la veracidad que poseen, sino por las dificultades que presentan para su comprensión aun en el caso de especialistas en esos temas.

Podemos decir que las ciencias sociales esperan al “Newton de las humanidades”; alguien que pueda organizar en un sistema coherente la mayor parte del conocimiento del hombre y de la sociedad. Tal expresión proviene del físico británico George P. Thomson, quien escribió: “La Sociología tiene todavía que encontrar su Newton y conocer a su Planck: la predicción en ella es adivinanza” (De “El futuro previsible”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1956).

Debido a que los aportes de Spinoza, acerca de la conducta individual, han sido parcialmente corroborados por los recientes descubrimientos en neurociencia, y por estar tales aportes organizados en forma axiomática, el primer candidato para ocupar el lugar señalado por Thomson es el propio Baruch de Spinoza (1632-1677). La pobre valoración del método axiomático, en las ciencias sociales, ha hecho que en varios libros de Historia de la Psicología ni siquiera aparezca el nombre de este destacado filósofo holandés, esclarecedor de conceptos tan importantes como el amor y el odio, definidos con tanta precisión que tales conceptos pueden ser evaluados exitosamente en la propia realidad cotidiana.

También establece las ideas básicas de la religión natural, compatible con la ciencia experimental, incluyendo en su esquema conceptos importantes de la política, como la democracia, además de proponer una teoría del conocimiento. Antonio Damasio escribió: “No es fácil conocer a Spinoza. La dificultad empieza con el problema de que existen varios Spinoza, al menos cuatro según mis cuentas:

1- El primero es el Spinoza accesible, el erudito religioso radical que no está de acuerdo con las iglesias de su época, presenta una nueva idea de Dios y propone un nuevo camino para la salvación humana.
2- A continuación está el Spinoza arquitecto político, el pensador que describe las características de un Estado democrático ideal poblado por ciudadanos responsables y felices.
3- El tercer Spinoza es el menos accesible del conjunto: el filósofo que utiliza datos científicos, un método de demostración geométrica e intuición para formular una idea del universo y de los seres humanos que hay en él.
4- Hay un cuarto Spinoza: el protobiólogo. Éste es el pensador biológico oculto tras innumerables proposiciones, axiomas, pruebas, premisas y escolios.

Dado que muchos de los avances de la ciencia de las emociones y sentimientos son coherentes con proposiciones que Spinoza empezó a enunciar, mi segundo propósito en este libro es conectar a este Spinoza menos conocido con parte de la neurobiología correspondiente de hoy” (De “En busca de Spinoza”-Crítica SL-Barcelona 2007).

El filósofo que estamos tratando, estableció un sistema filosófico que resultó enteramente compatible con el posterior desarrollo de la ciencia experimental. En su visión del mundo contempló la posibilidad de que todo lo existente estaría regido por leyes naturales, que luego resultó ser uno de los principios básicos aceptado por la ciencia experimental. Recordemos que previamente predominaba la idea de la dualidad entre mente y cuerpo, y entre Dios y el mundo, como entes separados y regidos por leyes distintas, o bien sin que rigiera algún tipo de ley. R. I. Watson escribió: “Spinoza tal vez fue el primer pensador moderno que viera el mundo incluido el hombre, desde un punto de vista estrictamente determinista. La mente y el cuerpo tienen la misma estatura y los dos están sujetos a las leyes naturales. Vio con claridad que su visión determinista del hombre requería que hubiera leyes de la naturaleza que se pudiesen aplicar al hombre” (Citado por B. R. Hergenhahn)

A partir de algunos conceptos simples y observables, pudo sintetizar una gran cantidad de aspectos vinculados con la conducta humana. B. R. Hergenhahn escribió: “Spinoza creía que la experiencia de la pasión disminuye la probabilidad de supervivencia. A diferencia de una emoción, que se liga a un pensamiento específico, la pasión no se asocia con ningún pensamiento particular”.

“Muchos piensan que la explicación de Spinoza respecto de las emociones fue su aportación más importante en psicología. Partiendo de unas cuantas emociones básicas, como el placer y el dolor, demostró que hasta 48 emociones más se podían derivar de las interacciones entre esas emociones básicas y diversas situaciones que se presentan en la vida”.

“Spinoza explicaba las siguientes emociones y demostraba que todas implican las emociones básicas de placer o dolor: asombro, desprecio, amor, odio, devoción, esperanza, miedo, confianza, desesperación, alegría, decepción, lástima, indignación, celos, envidia, simpatía, humildad, arrepentimiento, orgullo, honor, vergüenza, lamentación, gratitud, venganza, cobardía, ambición y lujuria. Antes de Spinoza, nadie había tratado las emociones humanas en tanto detalle” (De “Introducción a la Historia de la Psicología”-Cengage Learning Editores SA-México 2009).

La base del cristianismo es su ética, y la base de la ética cristiana es el amor. El declive y la limitación esencial del cristianismo radica en la “interpretación libre” del significado del amor, por lo cual es esencial una definición de tal emoción que sea compatible con la realidad y con el espíritu implícito en las prédicas cristianas. Baruch de Spinoza escribió al respecto: “El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza; y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada”.

También define al odio: “El que imagina que aquello a que tiene odio está afectado de tristeza, se alegrará; si, por el contrario, lo imagina afectado de alegría, se entristecerá; y uno y otro afecto será mayor o menor según sea mayor o menor el afecto contrario en aquello a que tiene odio” (De “Ética”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).

Ambas emociones, amor y odio, conforman actitudes que, junto al egoísmo y a la indiferencia, constituyen las componentes afectivas de la actitud característica, atributo esencial del hombre y variable descriptiva fundamental en la Psicología Social. Desde esta rama de la ciencia puede expresarse una sugerencia similar a la establecida por el cristianismo: Trata de compartir las penas y las alegrías ajenas como si fuesen propias, de donde puede apreciarse que la religión natural (identificada con la ciencia experimental) permite llegar a una orientación ética enteramente similar a la propuesta por la religión revelada.

La identidad entre religión natural, que supone que todo está regido por leyes naturales, y religión revelada, que supone un Dios que interviene sobre el mundo, a veces interrumpiendo tales leyes, se encuentra en el concepto de actitud característica, ya que, si suponemos que el Dios que actúa como un hombre responde de igual manera en iguales circunstancias, estamos suponiendo que ese Dios también muestra una actitud característica por lo que estaría regido por las mismas leyes psicológicas que rigen al hombre, y de ahí la identidad de ambas posturas. Si, por el contrario, se supone que Dios actúa de distinta manera en iguales circunstancias, ya no sabremos a qué atenernos y así se diluyen todas las esperanzas de llegar a una religión universal que logre unir a todos los hombres reemplazando a las actuales religiones que tienen muy poco de “religión”, ya que por lo general son una causa más de desencuentros, conflictos y antagonismos.

El pensamiento de Baruch de Spinoza ha sido el que ha permitido vincular exitosamente filosofía, ciencia y religión, por lo cual parece muy adecuada su designación como “el Newton de las humanidades”. Anatole France escribió: “Spinoza es uno de los grandes héroes de la humanidad. Ha arrebatado a los hombres el vano temor y la vana esperanza de ser inmortales, haciéndoles sentir y experimentar que son eternos”. Por otra parte, Ernest Renán escribió: “Spinoza desde su pedestal de granito enseñará a todos el camino de la felicidad que él ha encontrado, y, en los siglos, el hombre cultivado que pasará por la Pavilioensgracht [lugar habitado por Spinoza] se dirá a sí mismo: Es desde aquí, tal vez, de donde Dios fue visto más de cerca” (Citas de “Cóncavo y convexo”-Horacio González-Grupo Editor Altamira-Buenos Aires 1999).

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