miércoles, 27 de junio de 2012

Acerca del psicoanálisis

Se considera al psicoanálisis como una técnica que permite curar algunos desórdenes de la conducta cuyas causas provendrían del subconsciente, y que se asocia principalmente al médico Sigmund Freud. B.R.Hergenhahn escribió al respecto: “A quienes desarrollaron la psicología del inconsciente no les preocupaba el diseño experimental ni la filosofía de la ciencia, ni tampoco respaldar las afirmaciones de los asociacionistas. Su interés estaba centrado en comprender las causas de las enfermedades mentales y en emplear ese conocimiento para ayudar a los pacientes aquejados de ellas” (De “Introducción a la Historia de la Psicología”-Cengage Learning Editores SA-México 2009).

El inicio del psicoanálisis se establece en Austria, a finales del siglo XIX. En esa época el hipnotismo estaba de moda y mediante este proceso se trataba de obtener mejoras en las personas histéricas. Emilio Mira y López escribe: “Todos los enfermos funcionales del sistema nervioso eran sometidos a su poderosa acción sugestiva, y así no es de extrañar que Josef Breuer, médico que en aquella época ejercía la neurología en Viena, tratara de obtener con él la desaparición de los síntomas histéricos que presentaba una de sus pacientes. Era ésta una chica joven, de distinguida familia, que padecía de una serie de manifestaciones espasmódicas, especialmente acusadas al nivel de la faringe y el esófago, bajo la forma de una rara hidrofobia: tan pronto como la enferma tenía sed y quería beber agua, empezaba a temblar delante del vaso que la contenía; al querer llevarlo a sus labios lo lanzaba súbitamente horrorizada y era presa, seguidamente, de un ataque histérico”.

“Un día, encontrándose la enferma hipnotizada, empezó a hablar y súbitamente se acordó y explicó que había tenido una institutriz inglesa a la cual odiaba. Esta institutriz tenía un perro –animal repugnante- y la enferma se había sorprendido y asqueado un día, al ver que dicho perro estaba bebiendo agua en uno de los vasos que ella utilizaba para ese fin. Una vez recordada con todos los detalles esta escena y revividas las desagradables sensaciones que primitivamente evocó en la enferma, ésta se despertó, pidió agua y la bebió sin dificultad, quedando curada para siempre de su trastorno”.

“Según la concepción de Breuer, los acontecimientos desagradables son capaces de provocarnos una especie de indigestión espiritual, así como un alimento inadecuado puede dar lugar a una indigestión somática. Y la terapéutica racional es en los dos casos la misma: conseguir la catarsis, es decir, la expulsión o eliminación del agente alterante” (De “Los fundamentos del psicoanálisis” - Editorial Americalee-Buenos Aires 1943).

Sigmund Freud trató de perfeccionar el método de la catarsis, primeramente presionando al paciente ubicando una mano en la frente, procedimiento empleado por Hippolyte Bernheim, y, finalmente, procedió a promover en el paciente una asociación libre de pensamientos y recuerdos, logrando mejores resultados. Posteriormente se dedicó al estudio de los elementos psíquicos reprimidos junto al estudio de los sueños, considerados éstos como una especie de ventana que permitiría conocer mejor al subconsciente.

Debido a que Freud asociaba los aspectos sexuales del hombre a la esencia de su personalidad, recibió muchas críticas por establecer una imagen distorsionada e incompleta del ser humano. Viktor Frankl escribió: “Para Freud el inconsciente era ante todo un almacén de impulsividad reprimida. En realidad, no sólo existe lo impulsivo inconsciente, sino también lo espiritual” (De “La presencia ignorada de Dios”-Editorial Herder SA-Barcelona 1986).

Actualmente el psicoanálisis está siendo reemplazado por otras terapias. Catherine Meyer escribió: “A escala internacional, con la excepción de Argentina y Francia, el psicoanálisis como terapia ha quedado atrás. Un articulo de The New York Times de noviembre de 2007 señalaba que la enseñanza del psicoanálisis había desaparecido de las facultades de medicina y psicología, para hallar refugio en las áreas de literatura y filosofía” (De “Los nuevos Psi”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).

También ha caído en descrédito por cuanto se lo ha acusado de ser una práctica pseudo-científica. Mario Bunge escribe: “Pseudociencia: un cuerpo de creencias y prácticas cuyos cultivadores desean, ingenua o maliciosamente, dar como ciencia, aunque no comparte con ésta ni el planteamiento, ni las técnicas, ni el cuerpo de conocimientos. Pseudociencias aun influyentes son, por ejemplo, la de los zahoríes, la investigación espiritista y el psicoanálisis”.

Recordemos que todo conocimiento científico ha de ser verificable experimentalmente, de ahí que podrá llegar a ser un conocimiento de validez general por cuanto cualquier hombre estará en condiciones, si sus aptitudes lo permiten, de poder ver lo que otros pueden ver. De todas formas, no todo conocimiento que cae fuera del ámbito de la ciencia ha de ser un conocimiento erróneo, como es el caso de la religión y la filosofía, ni todo conocimiento que respete el método científico ha de resultar verdadero. Lo que resulta criticable es el hecho de colocarle injustamente el rótulo de “científico” a lo que no admite verificación.

Si el psicoanálisis se hubiese mantenido en el estricto ámbito de la medicina, se hablaría de un método que tiene cierto porcentaje de eficacia y que por lo tanto conviene, o no, aplicarse. Sin embargo, en la actualidad aparece, dentro de textos que tratan acerca de las teorías de la personalidad, la propuesta por Sigmund Freud, ya que se ha pretendido asociarle una validez que excede los alcances que en realidad tiene. Mario Bunge agrega: “El psicoanálisis pretende ser una teoría y una técnica terapéutica. Como teoría sería aceptable si se mostrara que es suficientemente verdadera; como técnica, si se mostrara que es suficientemente eficaz. Pero para poder sostener la pretensión de verdad o la pretensión de eficiencia, un cuerpo de ideas y prácticas tiene que someterse él mismo a los cánones de desarrollo de la ciencia pura y aplicada, por lo menos si se desea ser tomado por una ciencia. Ahora bien, el psicoanálisis no consigue pasar las pruebas de cientificidad”.

“En primer lugar, las tesis del psicoanálisis son ajenas a la psicología, la antropología y la biología, a menudo incompatibles con ella. Por ejemplo, el psicoanálisis es ajeno a la teoría del aprendizaje, el capitulo más adelantado de la psicología. La hipótesis de una memoria racial inconsciente no tiene apoyo alguno en genética; la afirmación de que la agresividad es instintiva y universal se contradice con la etología y la antropología; la hipótesis de que todo hombre acarrea un complejo de Edipo está en contradicción con los datos de la antropología. Esto no sería grave si se tratara de puntos secundarios de la doctrina; pero son puntos importantes y, sobre todo, el psicoanálisis no puede apelar a la ciencia para eliminar esas partes de su doctrina, porque se presenta como una ciencia rival e independiente”.

“En segundo lugar, algunas hipótesis psicoanalíticas son incontrastables; por ejemplo, las de la sexualidad infantil, la existencia de entidades desencarnadas dentro de la personalidad (el ello, el ego, el superego), y del sueño como significativo de la vuelta al seno materno”.

“En tercer lugar, las tesis psicoanalíticas que son contrastables han sido ilustradas, pero nunca realmente contrastadas por los psicoanalistas con la ayuda de las técnicas corrientes de contrastación; en particular, la estadística no desempeña papel alguno en el psicoanálisis. Y cuando han sido psicólogos científicos los que han sometido esas tesis a contrastación, el resultado ha sido un fracaso. Ejemplos: (i) la conjetura de que todo sueño es la satisfacción de un deseo ha sido contrastada preguntando a sujetos con necesidades urgentes y objetivamente conocidas, como la sed, el contenido de sus sueños; resultado: hay muy escasa correlación entre las necesidades y los sueños. (ii) Según la hipótesis de la catarsis, la contemplación de films que exponen comportamientos violentos debería tener como resultado una descarga de agresividad; la experimentación científica ha mostrado el resultado contrario. (iii) Estudios sistemáticos y tenaces han destruido la tesis psicoanalítica de que existe una correlación relevante entre las primeras costumbres de alimentación y excreción, por un lado, y rasgos de la personalidad por otro. (iv) Formando grupos para estimar la influencia de la terapéutica psicoanalítica en la neurosis, no se ha encontrado influencia favorable alguna, pues el porcentaje de curaciones estaba algo por debajo del porcentaje de curaciones espontáneas; en cambio, la técnica científica de recondicionamiento tiene éxito en la mayoría de los casos”.

“En cuarto lugar, aunque algunas conjeturas psicoanalíticas son, tomadas aisladamente, contrastables, y lo han sido, como acabamos de ver, en cambio, no son contrastables tomadas como cuerpo total. Por ejemplo: si el análisis del contenido de un sueño no muestra que ese sueño es la satisfacción imaginaria de un deseo, el psicoanalista sostendrá que eso sólo prueba que el sujeto ha reprimido enérgicamente su deseo, el cual está por tanto más allá del control del terapeuta; análogamente, ante una persona que no presente el complejo de Edipo, el psicoanalista dirá que lo tiene muy reprimido, tal vez por el temor a la castración. Y de esa manera las diversas tesis, los diversos miembros de la banda, se protegen los unos a los otros, y la doctrina en su conjunto resulta inatacable por la experiencia”.

“En quinto lugar, el psicoanálisis, además de eliminar por absorción indiscriminada toda evidencia que normalmente (en la ciencia) sería considerada desfavorable, se resiste a la crítica. Y hasta la elimina mediante el argumento ad hominem según el cual el crítico está manifestando el fenómeno de resistencia, y confirmando así la hipótesis psicoanalítica sobre ese fenómeno. Ahora bien: si ni la argumentación ni la experiencia pueden resquebrajar una doctrina, entonces esa doctrina es un dogma, no una ciencia. Las teorías científicas, lejos de ser perfectas, son, o bien fracasos que se olvidan, o bien construcciones perfectibles, y por tanto corregidas en el curso del tiempo” (De “La investigación científica”-Siglo XXI Editores SA-México 2000).

En una breve historieta, aparecen dos personajes, A y B. El personaje A expresa: “Se me acaba de ocurrir la teoría perfecta”. “¡Mi teoría es que Beethoven habría escrito mejor música si hubiera estado casado!”. El personaje B pregunta: “¿Y por qué es perfecta tu teoría?”, recibiendo como respuesta: “¡Porque no hay forma de probarla!” (De “Psicología”-D.G. Myers-Editorial Médica Panamericana SA-Madrid 2006).

Quizás la decisión de mayor importancia que deben adoptar los adeptos a toda actividad que pretenda ser científica, ha de ser la posibilidad de rechazar todo contenido erróneo, especialmente por su resultado. De lo contrario, tal actividad caerá en el “todo vale”, y la pretendida “ciencia” no se distinguirá de otras actividades cognitivas que presentan pobres garantías de veracidad por cuanto no hacen el “control de calidad” que le ha dado a la ciencia experimental su actual prestigio.

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