sábado, 2 de enero de 2016

Oposición constructiva vs. sabotaje político

En los países democráticos, los partidos políticos que están fuera del gobierno, tratan de realizar una oposición constructiva dando muestras del patriotismo que debe imperar en cada habitante. Por el contrario, en los países subdesarrollados, es frecuente que los políticos opositores traten de sabotear al gobierno de turno, y al propio país, buscando acceder o regresar prontamente al poder.

Las acciones de gobierno de los últimos meses del kirchnerismo se caracterizaron por tratar de dejarle una mínima cantidad de reservas monetarias al próximo gobierno y por aumentar en forma descomunal los gastos del Estado, estableciendo una especie de cóctel explosivo para dificultar su gestión. De esa forma, en caso de que el gobierno actual no pueda solucionar los graves problemas dejados por el kirchnerismo, es posible que el electorado vuelva a elegirlos para un próximo gobierno. Puede decirse que se trata de un sabotaje político que tiene el apoyo tácito de millones de personas que comparten este tipo de prácticas populistas ya que están motivados por el “odio al enemigo”, y no por la rivalidad hacia el competidor. Predomina una actitud que resulta casi natural en el fútbol (al menos en esta época) en que un simpatizante de River Plate espera ansiosamente el triunfo del equipo extranjero que juega contra Boca Juniors, y viceversa.

Retrocediendo en el tiempo, nos encontramos que en la década de los 80, el gobierno radical de Raúl Alfonsín fue saboteado por la CGT peronista al decretar varios paros nacionales. Puede decirse que el radicalismo “no necesitaba de esa ayuda”, ya que el descalabro económico fue ocasionado por culpas propias. Sin embargo, también en ese caso pudo observarse la forma casi habitual del peronismo a no aceptar gobiernos extraños a esa tendencia. Juan Archibaldo Lanús escribió: “Durante toda la gestión de Alfonsín, el país vivió en estado de sobresalto. Más aún, en no pocas oportunidades, el presidente apeló al concepto de «libanización». Varios frentes de tormenta se alternaban entre alertas, a veces justificadas, y peligros imaginados por quienes los creaban. Conspiraciones, desestabilización de la economía, ambigüedad de la oposición que no siempre apoyó al Gobierno en su gestión”.

“Poca repercusión tuvo este intento [Acta de Coincidencias] ante el sonoro plan de lucha de los sindicatos que lograrían hacerle a Alfonsín catorce paros generales. El idealismo de Alfonsín chocó contra la dureza de la oposición” (De “La Argentina inconclusa”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2012).

Mayor aun fue el sabotaje que sufrió la nación ante la acción del exiliado Perón, que alentó el terrorismo marxista-leninista, por cuanto deseaba volver a ejercer el poder político en el país que lo vio nacer, aunque no pueda decirse que la Argentina haya sido su patria. Nicolás Márquez escribió: “Desde el principio, el general Juan Domingo Perón (exiliado en España) mantuvo estrechos contactos con los Montoneros, a quienes no sólo elogió llamándolos «juventud maravillosa»; incluso los calificó afectuosamente como «mis muchachos» apoyándolos a través de cartas y mensajes personales. Quiérase o no, la figura de Perón ha sido la más trascendente e influyente en el siglo XX en nuestro país. Cualquier exhortación o inducción que éste hacía a la lucha armada, traía aparejado un impacto muy hondo en gran parte de la sociedad”.

“El bautismo de fuego (belicosamente hablando) lo encabezaron los Montoneros cuando el 29 de mayo de 1970, secuestraron al ex-presidente de la república Pedro Eugenio Aramburu, asesinándolo luego el 2 de junio. Este hecho fue considerado por Perón como «políticamente correcto y útil a la causa peronista». Los Montoneros reconocieron y relataron tanto el secuestro como el crimen…”.

“Con el comienzo del año 1971, el terrorismo sacudió la opinión pública durante el primer trimestre asaltando armerías, clínicas, un camión blindado del Banco de Córdoba y asesinando a 12 policías, entre otras varias actividades delictivas”.

“El 20 de febrero de ese año Perón, desde España, a través de una misiva dirigida a los Montoneros recomendaba: «Mis queridos compañeros: Estoy completamente de acuerdo y encomio todo lo actuado. Nada puede ser más falso que la afirmación que con ello ustedes estropearon mis planes tácticos porque nada puede haber en la conducción peronista que pudiera ser interferido por una acción deseada por todos los peronistas (…) Totalmente de acuerdo en cuanto afirman sobre la guerra revolucionaria. Es el concepto cabal de tal actividad beligerante. Organizarse para ello y lanzar las operaciones para «pegar cuando duele y donde duele» es la regla. Donde la fuerza represiva esté: nada; donde no esté esa fuerza: todo. Pegar y desaparecer es la regla porque lo que se busca no es una escisión sino un desgaste progresivo de la fuerza enemiga (…)”.

“Pero por sobre todas las cosas han de comprender los que realizan la «guerra revolucionaria» que en esa «guerra», todo es lícito si la finalidad es conveniente (…). Ni es nueva la guerra revolucionaria y menos aun la guerra de guerrillas. Pienso que tal vez la guerra de guerrillas ha sido la primitiva forma de guerra, tan empleada en la afamada guerra de los escitas y de Darío II (…) de ello se infiere que los Montoneros, en su importantísima función guerrera, han de tener comandos muy responsables y en lo posible operar lo más coordinadamente posible con las finalidades de conjunto y las otras fuerzas que en el mismo o distinto campo realizan otras formas de acción, también revolucionaria (…) Finalmente compañeros, les ruego que hagan llegar a los compañeros mis más afectuosos saludos y acepten mis mejores deseos. Un gran abrazo. Juan Domingo Perón” (De “La otra parte de la verdad” de Nicolás Márquez-Mar del Plata 2004).

Perón tuvo éxito al promover el sabotaje político, ya que en las elecciones de 1973 casi la mitad de los electores apoyan la fórmula presidencial por él designada. Cámpora y Solano Lima obtienen el 49% de los votos y gobiernan durante 49 días, cuando esta vez el propio Perón es electo presidente. Luego de usar a los terroristas para acceder al poder, ordena a las Fuerzas Armadas su “aniquilación”.

En alguna parte, Aldous Huxley expresó: “Cuando hay guerra, es porque la gente quiere que haya guerra”. Cuando la gente apoyó electoralmente a Cámpora, quien le dio vía libre al terrorismo marxista-leninista, estaba apoyando la concreción del, posiblemente, mayor periodo destructivo de toda la historia de la Nación. Nicolás Márquez escribió, refiriéndose a Perón: “Quien pasa del franquismo al castrismo en un santiamén tampoco tiene mayores inconvenientes morales en jugar con fuego en este indecoroso malabarismo dialéctico al alentar el homicidio generalizado que llevó adelante la organización terrorista de izquierda Montoneros cuando tras sindicarla como «juventud maravillosa» y arengarla con un «Si yo tuviera 50 años menos, no sería incomprensible que anduviera ahora colocando bombas o tomando la justicia por mi propia mano» terminara meses después tildando a los mismísimos Montoneros como «mercenarios infiltrados» y masacrándolos con el auxilio del chamán José López Rega y su Alianza Anticomunista Argentina: «El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una Patria justa, libre y soberana» le arrojó Perón a sus ex «mis muchachos»” (De “Perón. El fetiche de las masas”-Grupo Unión-Buenos Aires 2015).

Luego de la última seguidilla de gobiernos militares, pareciera que las Fuerzas Armadas hubiesen renunciado a realizar golpes de Estado en el futuro. Tal es así que no hizo falta su intervención cuando tanto Alfonsin como De la Rúa finalizaron sus mandatos antes del plazo constitucional, aunque en estos casos fueron presionados por sectores políticos peronistas, principalmente. Respecto de la caída de De la Rúa, se atribuye como el principal detonante una serie de asaltos a supermercados promovidos por allegados a Eduardo Duhalde. Si bien no pudo verificarse tal situación, lo que resulto evidente es que De la Rúa no tuvo el mínimo apoyo de sector político alguno, como debería haber ocurrido en un país “democrático”. “«Fue un golpe civil», me dijo De la Rúa una tarde de primavera de 2009”. “«Duhalde no se privaba de decir que hay que cambiar el presidente, cosa que hizo conmigo y repitió con Adolfo Rodríguez Saá, víctima del segundo golpe civil», dijo” (De “El final” de Pablo Mendelevich-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2010).

La tradición golpista del peronismo se inicia con la participación del propio Perón en el golpe militar encabezado por Félix Uriburu para derrocar a Hipólito Yrigoyen en 1930. Nicolás Márquez escribió: “Yrigoyen había participado en sus años mozos de varias conspiraciones e intentonas fallidas de golpes de Estado y ahora era precisamente él quien iba a ser el primer Presidente depuesto por uno de ellos”. “Perón no sólo confesó su adhesión y celebración por el derrocamiento de Yrigoyen sino que también le detalló a Tomás Eloy Martínez lo siguiente: «estaba en la Escuela Superior de Guerra en ese entonces, en 1930 se produce un movimiento general en el Ejército, en el Ejército nadie escapó a esa revolución y todos estábamos más o menos comprometidos»”.

“Haya sido un protagonista relevante o un simple actor de reparto, lo confirmadamente cierto es que Perón participó de la revolución mostrándose exultante y calificó el golpe como «un milagro» añadiendo que «Ese milagro lo realizó el pueblo de Buenos Aires, que en forma de avalancha humana se desbordó en las calles al grito de ‛viva la revolución’». Razones no le faltaban a Perón para tamaña alegría personal: al día siguiente del golpe contra Yrigoyen fue beneficiado con el cargo de Secretario Privado del nuevo Ministro de Guerra”.

En el levantamiento militar del 4 de junio de 1943, por el cual cae el presidente Castillo, aparece también la figura golpista de Perón. “Tal como lo confiesa Perón, las motivaciones que impulsaron a él y al GOU al golpe fueron que «La elite consideraba que ya había pasado la época difícil de la crisis internacional y, consecuentemente, la intervención estatal en la economía, tenía que concluir para volver a la política liberal. De esta forma, la Argentina se reinsertaría como un engranaje más dentro de esa rueda maestra llamada capitalismo internacional» agregando además que también influyó en la sublevación la política exterior: «Sin embargo, el tema principal que iba a gravitar en la realidad argentina era de origen externo y estaba referida a la actitud que tomaría nuestro país, ya en la etapa de posguerra. Es decir, nuestra posición internacional respecto de las dos naciones cuyos intereses predominaban en nuestra economía: Inglaterra y EEUU». Vale decir que según Perón, la tendencia hacia el liberalismo en el orden interno y el alineamiento con los Aliados en el orden externo promovido por el orden conservador habrían sido las alarmas determinantes que motivaron el alzamiento de junio de 1943” (“Perón. El fetiche de las masas”).

La tradición saboteadora y golpista posiblemente pueda cambiarse hacia una postura constructiva cuando exista cierto patriotismo, por ahora inexistente. Las aspiraciones personales han predominado tanto en el militarismo como en el peronismo y el radicalismo, aunque en distintas épocas.

1 comentario:

Tony dijo...

Lo que se relata, ampliamente documentado hoy en día, es la prueba de que el peronismo con su despreciable líder a la cabeza, es la desgracia mayor que le pudo suceder a nuestro país. En realidad creo que ya había antes de Perón un caldo de cultivo en gran parte de la sociedad, para el advenimiento de este desgraciado fantoche y sigue existiendo una masa muy importante de miserable población, dispuesta a seguir aferrada al ídolo de turno del peronismo, por aborrecible que sea. Recomiendo la lectura de "ES EL PERONISMO, ESTÚPIDO" de F. Iglesias.