lunes, 18 de agosto de 2025

El factor religioso en la conquista española de América

Cuando Cristo sugiere, u ordena, a sus seguidores, predicar el Evangelio en todos los pueblos, seguramente lo hace pensando en el beneficio que los Evangelios provocarán en quienes lo acepten. También es posible que la difusión del cristianismo fuera promovida en algunos casos por fanáticos que quieren ver el predominio de "su religión" sin apenas interesarse por el beneficio en los posibles conversos. En la conquista de América hubo varios factores que motivaron las acciones españolas, a veces adoptando la religión como un pretexto para motivos poco "espirituales". Felix Luna escribió: "Los españoles que llevaron a cabo el proceso de la conquista fueron sorprendemente pocos. Casi todos eran muy jóvenes y prácticamente no hubo entre ellos vascos, gallegos, aragoneses o catalanes, eran, en general, castellanos, extremeños y andaluces, es decir que procedían de regiones de la península comprometidas desde ocho siglos atrás con la Reconquista, la larga lucha contra los moros".

"Tenían, pues, un espíritu de cruzada que al agotarse con la toma de Granada, en 1492, continuó proyectándose sobre el continente descubierto ese mismo año. Este hecho es básico para entender el sentido de la conquista de América, que reconoció entre sus ingredientes un componente religioso traducido en la vocación de convertir a los indios al cristianismo y hacerse responsable de su salvación eterna" (De "Confluencias"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1991).

Mientras mayor era el orden social establecido en los distintos pueblos originarios, con mayor facilidad eran conquistados por los españoles. Esto es análogo al juego del ajedrez, ya que una partida finaliza con la captura del rey del contrincante, en forma independiente de lo que sucede con las otras piezas del juego. Respecto de la deidad azteca Quetzalcóatl, el citado autor escribe: "Entonces emigró a algún lugar del Este y allí se incineró a sí mismo....no sin prometer que volvería alguna vez. Como se lo describía rubio, barbado y dueño de los truenos, no hay que asombrarse de que al desembarcar Hernán Cortés, llegado desde el Naciente, el emperador Moctezuma lo reconociera como reencarnación de Quetzalcóatl y le obsequiera la indumentaria ceremonial que le correspondía. Este error, la creencia de que Cortés y los suyos no eran otra cosa que los antiguos dioses, abrió a los españoles el camino a Tenochtitlán, la capital mexicana".

En cuanto a la conquista de los incas, Felix Luna escribe: "No es una casualidad que el secuestro de Atahualpa haya sido precedido por un hecho de significación religiosa. Fue el fraile Valverde el que se acercó al Inca, majestuosamente sentado en las andas que lo transportaban sus sirvientes a la plaza de Cajamarca, y por medio de un intérprete lo exhortó a instruirse en la doctrina cristiana: cuando el soberano tiró despectivamente al suelo la Biblia que el sacerdote había puesto en sus manos, en ese momento los españoles apostados en las casas y tras las tapias cayeron sobre la comitiva imperial y apresaron al monarca".

"El episodio reviste un obvio simbolismo. Los españoles que esperaban la visita del Inca eran tan pocos y sentían a tal punto su inferioridad, que algunos se orinaban de miedo -según relata un testigo, Pedro Pizarro. Sin embargo, bastó que el orgulloso Atahualpa arrojara el libro sagrado, es decir, cometiera un sacrilegio, para que los cristianos, menos de 200, cobraran fuerza hasta poner en fuga a sesenta u ochenta mil indios, matando a no menos de cinco o seis mil".

Los partidarios del relativismo cultural asignan una similar legitimidad cultural a una religión que ofrece sacrificios humanos diarios que a una religión que promueve la ética bíblica. De esa manera aducen que la colonización española sirvió para destruir civilizaciones locales en lugar de aceptar que tal proceso sirvió para mejorar las religiones primitivas de los pueblos originarios. Felix Luna agrega: "Parece que los sacrificios humanos no estaban incluidos en las religiones anteriores a los aztecas: los toltecas, por caso, ofrendaban flores a sus deidades. Pero según los cronistas españoles, en tiempos de Moctezuma se sacrificaba un hombre todos los días, por lo menos, y no menos de 2.500 por año".

"Estos ritos respondían a la suposición de que el sol sentía un hambre y sed que sólo mitigaban con la carne y la sangre de los enemigos. Había que ofrendarle víctimas propiciatorias seleccionadas entre los cautivos, y por eso la guerra era un estado casi permenente del imperio azteca. Si no había guerra, se organizaban torneos caballerescos, las llamadas «guerras floridas», y los derrotados en estas contiendas eran sacrificados".

Los decractores de la Iglesia y del cristianismo encuentran en el Islam una religión adecuada para reemplazar al cristianismo en Europa, muchos de ellos conscientes que tal reemplazo implicará un severo retroceso de la denominada cultura occidental. Cristian Rodrigo Iturralde escribió: "No necesitaron venir los españoles para destruir grandes civilizaciones indígenas: éstas eran, pues, o bien destruidas y extintas por las hordas invasoras de turno, por sublevaciones internas o simplemente desaparecían misteriosamente de la faz de la tierra, como el caso de los olmecas, mayas, toltecas, teotihuacanos, tiahuanacos, nazcas, etc. O como el caso del pueblo taino, exterminado por los denominados indios caribes. Por tanto, pretender que en tanto indígenas pertenecían estos a una comunidad común sólo diferenciadas geográficamente, es, cuanto menos, de badulaque".

"Cabría recordar que Hernán Cortés conquistó el imperio precolombino más extenso de la historia con sólo 300 hombres en menos de 24 meses y que Pizarro hizo lo propio con 170 hombres, frente a una población de 3 millones de incas y 300.000 guerreros. La relación en número respecto a indígenes y españoles fue siempre, en el mejor de los casos, de 200 a 1, en favor de los primeros. Y cabe a este propósito agregar una cosa: España no trajo consigo ningún colosal arsenal con tecnología 3D, ni teléfonos celulares lanza granadas, como no trajo sus tanques y misiles..." (De "1492. Fin de la barbarie. Comienzo de la civilización en América"-Unión Editorial SA-Madrid 2019).

A manera de conclusión, Felix Luna escribió: "Exaltar los horrores de la conquista como si fuera lo único que marca y sella lo ocurrido en el nuevo continente a lo largo de los siglos iniciales, es inútil, inexacto y tendencioso; tan tendencioso, falaz e inútil como la posición que vocea una intención puramente misional y civilizadora en la presencia española en América".

"La relevancia del descomunal fenómeno que empezó en 1492 está dada por su secuela más original: la fusión. Por eso, parece insincero hablar de «encuentro», como parece unilateral hablar de «descubrimiento». Lo más significativo fue la mezcla que es lo que da identidad a nuestros pueblos y lo que permanece en instancia abierta, capaz de hacerse cada vez más fecunda".

No hay comentarios: