domingo, 3 de agosto de 2025

Cuando Borges fue despedido de su trabajo como bibliotecario

Varios años antes de ser designado director de la Biblioteca Nacional en 1955, Jorge Luis Borges trabajaba como bibliotecario en una modesta biblioteca de barrio. No había trabajo más compatible con su vocación literaria. Sin embargo, debido principalmente a su postura anti-nazi, durante la Segunda Guerra Mundial, fue "trasladado" a otro trabajo por decisión de los peronistas, siendo una manera indirecta de despedirlo de su trabajo a la vez que denigrarlo de alguna forma, ya que su nueva función resultaba totalmente incompatible con sus aptitudes literarias.

Algunos detalles poco conocidos surgen de la respuesta de Borges en una entrevista que le efectuara Fernando Sorrentino; respuesta que aquí se reproduce:

Jorge Luis Borges expresó: "Cuando Perón subió al poder, me nombraron inspector para la venta de aves de corral en los mercados. Entonces yo me di cuenta de que ésa era una manera de indicarme que tenía que irme. fui a ver a un amigo mío en la Municipalidad; le pregunté por que a mí, que era un escritor, me habían juzgado digno de desempeñar ese cargo, y él me dijo: ¿Usted fue partidario de los aliados durante la guerra? «Sí, naturalmente», le contesté. «Bueno», dijo, «entonces, ¿qué quiere?»".

"Entonces mandé mi renuncia ese mismo día -ya habían hablado por teléfono preguntando si había renunciado-. Y fue lo mejor que podía acontecerme, porque me pidieron conferencias en el Colegio Libre de Estudios Superiores, y luego me ofrecieron una cátedra de literatura inglesa en la Asociación Argentina de Cultura Inglesa (desde entonces sigo no ya dictando esa misma cátedra, pero sí dando conferencias sobre temas afines: ahora tengo ahí un seminario sobre poesía anglosajona los sábados)".

"Y luego ya empecé a hacer giras por las provincias, a pronunciar conferencias sobre diversos temas de literatura argentina y extranjera. Recuerdo una conferencia sobre la cábala que di, invitado por una sociedad judía, en Santiago del Estero; recuerdo muchas conferencias sobre Lugones, sobre la poesía gauchesca, sobre Ascasubí. Estanislao del Campo, Eduardo Gutiérrez, Hernández..., en fin muchas otras".

"De suerte que yo casi debería afiliarme al Partido Peronista, porque, si no hubiera sido por el hecho de que ellos me echaron de la Biblioteca, yo posiblemente me hubiera jubilado como bibliotecario y no me hubiera sido dado conocer una de las felicidades que me quedan: la cátedra. A mí me gusta mucho enseñar sobre todo porque, mientras enseño, estoy aprendiendo. Y tanto es así, que ahora todos los domingos nos dedicamos un grupo muy pequeño, al estudio del escandinavo antiguo. Todos los sábados tengo mis readings in old English poetry en la Asociación Argentina de Cultura Inglesa. Y todo eso se lo debo de algún modo a la circunstancia fortuita de que me echaran de esa Biblioteca, y yo tuve entonces que ganarme la vida de algún modo" (De "Borges & Perón" de Enrique Estrázulas-Solaris SA-Buenos Aires 1996).

Fieles a su líder y conductor, los fanáticos recibían estímulos para fabricar y dirigir el odio a los ricos, a la clase media, a los yankis, a los "cipayos" como Borges, etc. El blanco del odio peronista incluyó también a la escritora Victoria Ocampo y hasta familiares de Borges. La Argentina, a partir del peronismo, quedó dividida en dos sectores irreconciliables. Tal es así, que desde el sector peronista no se considera “argentino” al anti-peronista, ni tampoco el anti-peronista reconoce como argentino al peronista, justamente por considerar a sus "héroes" políticos encima incluso de la integridad de la patria. Alicia Jurado escribió al respecto: “El gobierno peronista, antes de que yo la conociera [a Victoria Ocampo], había demostrado ese odio metiéndola en la cárcel durante un mes, sin que se la acusara de nada ni se le diera explicación alguna al ponerla en libertad; este episodio le produjo una impresión indeleble y se refirió a él muchas veces".

"Para mí, la prisión de 1945 había sido una semana de exaltación y camaradería juveniles y no le di demasiada importancia; pero para Victoria, persona ya mayor y que en nada había provocado, como lo hicimos los estudiantes, la ira oficial, aquella incomprensible injusticia y el hecho de no verse en compañía de sus pares sino sola entre delincuentes, tiene que haberle parecido una pesadilla semejante a «El proceso de Kafka» o a los insólitos destinos que imagina Borges en «La lotería en Babilonia»”.

“De esas arbitrariedades nadie se vio libre. En una ocasión, por cantar el Himno Nacional en la calle, metieron presas a un grupo de señoras entre las que estaban Adela Grondona, que años después contó el hecho en un librito al que tituló «El grito sagrado». Norah, la hermana de Borges y la propia Leonor Acevedo, madre de ambos, quien por su avanzada edad cumplió la sentencia arrestada en su domicilio. Contaba Leonorcita que el comisario la reconvino por perturbar, a sus años, el orden público y ella respondió:

- No hice más que cantar mi himno.
- El nuestro –le señaló el comisario
- Así es, pero es más mío que suyo.
Y ante el asombro de su interlocutor, añadió:
- Lo escribió mi abuelo Vicente López y Planes
(De “El mundo de la palabra”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1990).

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