miércoles, 13 de agosto de 2025

Católicos revolucionarios y contrarrevolucionarios

En los años 70, en gran parte de Latinoamérica se expande la guerrilla y el terrorismo prosoviético, contando en la Argentina con la colaboración ideológica de los "curas tercermundistas", que actúan a favor del marxismo-leninismo. Al avance revolucionario se opone una reacción contrarrevolucionaria, en donde surgen tanto sacerdotes como laicos adherentes al nacionalismo católico.

Uno de los aspectos llamativos observados en los marxistas es la separación que hacen entre causas y efectos. Así, cuando predican la eliminación de la propiedad privada y la concentración de poder en muy pocas manos, a cargo del Estado, están proponiendo una situación que por lo general termina en una catástrofe social, como ha ocurrido en muchos países. Sin embargo, afirman "no estar de acuerdo" con los asesinatos masivos por parte de personajes como Mao o Stalin. Este es el caso del ideólogo Carlos Mugica, que promueve la violencia llenando de odio la mente de quienes lo escuchan, pero luego afirma "no estar de acuerdo" con la violencia armada (al menos por parte de sacerdotes), la que surgirá espontáneamente en quienes han sido influenciados previamente por la prédica ideológica marxista-leninista-peronista.

También existe un importante porcentaje de marxistas que encuentran legítima la acción destructora de vidas opositoras al socialismo, afirmando que las matanzas de Lenin, Stalin, Mao y otros, fueron "necesarias", como el precio que debe pagar una sociedad para "disfrutar" en el futuro del socialismo, ya que el paraíso socialista no es para todos, sino para los que quedan vivos luego de la "limpieza" de la clase social incorrecta. Luis Moreno Ocampo escribió: "En 1967 se fundó el "Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo", que no tardó en recibir el apoyo de casi mil sacerdotes de toda Latinoamérica, quienes presentaron un manifiesto en la conferencia del Episcopado Latinoamericano reunida en Colombia en 1968, donde diferenciaban la injusta violencia de los opresores de la «justa violencia de los oprimidos»".

"Dos de esos sacerdotes «tercermundistas», cuyas diferentes actitudes respecto de la violencia reflejaban el dilema general de los católicos radicalizados, tendrían una influencia capital entre los miembros fundadores de Montoneros: Juan García Elorrio y Carlos Mugica".

"García Elorrio adoptó la posición del sacerdote colombiano Camilo Torres, según el cual era necesario ejercer la violencia, y escribió, en el primer número de la revista Cristianismo y Liberación, en septiembre de 1966: «La revolución no sólo está permitida, sino que es obligatoria para todos los cristianos que vean en ella la manera más eficaz de hacer posible un mayor amor por todos los hombres»".

"En cuanto a Mugica, su mensaje no hubiera causado tanta impresión a los jóvenes Fernando Abal Medina, Carlos Gustavo Ramus y Mario Eduardo Firmenich (quienes por entonces eran alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires y militaban en la Juventud Estudiantil Católica) si él mismo no lo hubiera llevado a la práctica, en la villa miseria de Retiro (donde les propuso que colaboraran) y en Tartagal, Salta (donde los llevó, en 1966, a fin de vivir con los pobres y predicar las nuevas ideas de la Iglesia)".

"Ese trabajo y las ideas de Camilo Torres llevaron al trío de jóvenes a entender que «el problema básico era político y la solución era la revolución política» y sobre la base de esas ideas fundarían Montoneros. Mugica adoptó una posición de rechazo a toda participación de los sacerdotes en las luchas revolucionarias armadas, llegando a afirmar: «Estoy dispuesto a que me maten pero no a matar», y el grupo se dividió. Estas visiones religiosas antagónicas fueron importantes en la génesis de la violencia y, años después, en los actos se concretaron" (De "Cuando el poder perdió el juicio"-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1996).

Si se compara la peligrosidad social del sacerdote que ejerció la violencia armada (Camilo Torres) con la peligrosidad social del que lavó el cerebro de varios jóvenes que desataron la violencia terrorista de los años 70 (Carlos Mugica), se advierte que en los hechos fue mucho mayor la peligrosidad de este último. El primero murió en combate; el segundo murió asesinado por los Montoneros (al menos según algunas versiones, posiblemente por su seguimiento a Perón cuando se produjo la ruptura Perón-Montoneros).

Entre los principales figuras del anticomunismo católico, en los años 70, aparecen Carlos Alberto Sacheri y Jordan Bruno Genta, y el sacerdote Julio Meinvielle. Los dos primeros asesinados por la guerrilla y el tercero fallecido en un accidente vial atropellado por un vehículo conducido por un peronista. Moreno Ocampo escribe al respecto: "Genta era profundamente anticomunista y antiperonista, y ejercía una influencia considerable sobre ciertos sectores militares, en particular la Fuerza Aérea. En uno de sus libros escribió: «Tan sólo una política católica y militar puede contener la descomposición masónica y comunista de la patria. Tan sólo una política fundada en las dos instituciones fijas e inmutables que permanecen en medio de la movilidad de todas las otras (la Iglesia de Cristo, de orden sobrenatural, y las Fuerzas Armadas de la Nación, de orden natural) puede superar la subversión bolchevique de todas las jerarquías sociales y la anarquía hecha costumbre en la vida de la República»".

"Julio Meinvielle decía por su parte: «Las universidades oficiales argentinas, que por naturaleza constituyen la matriz donde se generan nuestras clases dirigentes, están entregadas lisa y llanamente al comunismo soviético». Meinvielle identificaba con claridad a los portadores del mal: «...de ahí que los enemigos del cristianismo sean los judíos, masones y comunistas». Y sostenía lo siguiente acerca de la democracia: «Nada más tiránico que el gobierno del Estado democrático liberal, que, al ser sirviente de la plutocracia internacional, corrompe toda la vida nacional»".

Moreno Ocampo, integrante del grupo de fiscales del juicio a las juntas militares, parece haber sido un encubridor de los terroristas cubano-soviéticos al no iniciar investigación alguna orientada a un juicio similar a quienes eran apoyados por la URSS, vía la intermediación de Cuba. Debido a la similitud del accionar violento de ambos bandos, todo parece indicar que los juicios a un sólo sector se debió esencialmente a la intención de castigar a quienes impidieron que la Argentina terminara bajo el comunismo. Si personajes como Moreno Ocampo hubieran actuado con neutralidad y justicia, posiblemente nos hubiéramos ahorrado de padecer el intento "democrático" de establecer el socialismo bajo el gobierno kirchnerista, integrado por varios ideólogos de izquierda y ex terroristas del ERP y de Montoneros.

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