sábado, 16 de agosto de 2025

Entrevista a Peter Medawar (Premio Nobel)

Se transcribe a continuación un extracto de una entrevista a Peter Medawar realizada por el periodista David Wilson y el científico J.W.N. Watkins, que aparece editada en el libro "La amenaza y la gloria" de Peter Medawar-Editorial Gedisa SA-Barcelona 1993).

WILSON: Doctor Medawar, usted es hijo de un padre de extracción árabe pero estudió en el Marlborough College y luego en una de nuestras universidades más tradicionales ¿Cómo ocurrió esto?

MEDAWAR: Suena muy romántico, ¿verdad? Pero en realidad no es misterioso ni insólito. Mi padre era un comerciante que se ganaba la vida en Brasil, como mucha gente. Mi padre no era británico, pues nació en esa región del mundo árabe que hoy se llama Líbano, y los libaneses se consideran herederos de los fenicios, y los fenicios eran grandes viajeros. Y el viajó...de hecho viajó a Inglaterra.

WILSON: ¿Y así llegó usted al Marlborough College?

MEDAWAR: No. Mi madre es inglesa y mi padre es inglés naturalizado, así que parecía natural que yo tuviera una educación inglesa. Mi abuelo había estudiado en Marlborough, de modo que parecía muy natural que también yo estudiara ahí.

WILSON: ¿Y allí se inició como científico?

MEDAWAR: Me inicié como científico en el Marlborough. Nunca tomé en serio otra posibilidad salvo la de ser científico, pues fui a una escuela preparatoria donde me había interesado muchísimo en las ciencias...principalmente mediante la serie "Six Minute Booklets" de Benn. Esos libros me apasionaron, así que ya estaba decidido a ser científico cuando fui a Marlborough, y Marlborough lo confirmó.

WILSON: Supongo que la culminación de su carrera científica consistió en obtener el Premio Nobel por un trabajo sobre inmunología. ¿Puede describirnos cómo fue?

MEDAWAR: Se me pone la mente en blanco cuando me preguntan por qué gané un Premio Nobel, o cómo lo gané. A veces no lo creo del todo. Aparentemente, me lo otorgaron junto con Macfarlane Burnet por un descubrimiento científico particular; pero en realidad creo que me dieron el Premio Nobel por haber estudiado una teoría biológica -el transplante de tejidos- y haberle dado un sólido apoyo experimental.
El descubrimiento específico consistió en hallar que, en principio, es posible superar la barrera que habitualmente impide el transplante de tejidos entre individuos. Esta barrera es inmunológica, y cuando comenzamos distaba de ser obvio que se pudiera franquear o que alguna vez sería posible trasplantar tejidos de un ser humano a otro. Demostramos que era posible. De hecho, hoy es posible mediante diversos métodos, no sólo el que concebimos nosotros.

WATKINS: Dr. Medawar, ¿diría usted que su pensamiento científico ha evolucionado en forma gradual y continua, o que hubo ciertos puntos de inflexión decisivos, momentos grandiosos y culminantes?

MEDAWAR: Usted pregunta si mi pensamiento científico ha evolucionado. No creo que sea la palabra atinada. Dado que uno va a ser científico, lo que hace girar los pensamientos en un rumbo en vez de otro depende en gran medida de la suerte y la oportunidad, y de la influencia de las personas con quienes trabajamos. No detecto un curso natural de evolución en mi labor. Las tareas sobre inmunología que mencionaba surgieron casi por accidente, porque a comienzos de la Primera Guerra Mundial el Consejo de Investigaciones Médicas me invitó a indagar por qué la piel tomada de un ser humano no formaba un injerto permanente en el cuerpo de otro.
Obviamente, dada la gravedad de las heridas de guerra, era un asunto de particular importancia que las lesiones cutáneas y las quemaduras se curasen mediante el trasplante de piel. Pero no se podía usar piel de donantes voluntarios en forma permanente y la pregunta era por qué. Me invitaron a estudiar el problema, en el cual ya estaba interesado, e investigué el fundamento biológico de la individualidad y el trasplante.

WATKINS: En realidad no quise preguntarle si su pensamiento científico se ha desarrollado según un curso predeterminado, sino si hubo ocasiones en que usted saltó de la bañera gritando "¡Eureka!" o si las cosas han progresado de modo más paulatino.

MEDAWAR: De modo plácido y ordenado. Pudo ocurrirles a ciertas personas, y de hecho ocurre, pero no me ocurrió a mí. Es decir, no hubo un momento de grandiosa revelación, aunque hubo muchos pequeños momentos, revelaciones menores, y creo que así funciona el trabajo científico.
El único momento de mi vida en que tuve la impresión de que se me abría un nuevo mundo fue durante mi carrera de estudiante. Un amigo y yo fuimos a trabajar en los laboratorios de Oundle para realizar algunas tareas científicas sin importancia, y yo estaba hojeando un libro en la biblioteca de Oundle cuando, en el anaquel superior (recuerdo que me subí a una escalerilla para alcanzarlo) me topé con los Principios de la matemática de Bertrand Russell. Leí el párrafo inicial, que aún puedo citar literalmente, y por alguna razón inexplicable quedé tremendamente impresionado. Ignoraba que alguien pudiera escribir sobre matemática de esa manera. Eso inició un permanente interés por la filosofía, la lógica y la lógica matemática. Es el único momento de revelación súbita que he experimentado. Accidental, como usted ve.

WATKINS: ¿Ese interés por la filosofía ha influido de modo distintivo sobre su labor científica?

MEDAWAR: Sí, creo que ha influido, y de dos maneras totalmente distintas. Creo que del estudio de los Principios de la matemática (leí el primer volumen y la mayor parte del segundo) aprendí cierta meticulosidad de pensamiento, aunque parezca pedante decirlo así, y cierta insistencia en las pautas de claridad y precisión lógica, y por ende un rechazo por todo pensamiento ilógico o irracional.
Más recientemente, reflexionando sobre la naturaleza de los métodos científicos y la naturaleza del proceso científico (qué ocurre en la cabeza cuando se realizan descubrimientos científicos), obtuve, principalmente gracias a los escritos de Karl Popper, una percepción de la naturaleza del descubrimiento científico que me ha sido realmente útil y podría serlo para otros. Así se relacionan dos cosas totalmente distintas. Por una parte, el aspecto lógico y crítico; y, por la otra, el aspecto imaginativo e inventivo.

WATKINS: Todos los héroes filosóficos que usted menciona son modernos. ¿Tiene héroes filosóficos de otra época?

MEDAWAR: No creo que uno tenga héroes filosóficos. Sería bastante peligroso, porque uno atribuiría a sus escritos una significación que no está allí. Pero disfruto inmensamente de la lectura de filósofos de otra época. Ahora estoy leyendo obras de Dugald Stewart y Thomas Reid, y me deleita su propósito de expresarse con claridad.

WILSON: Me he topado un par de veces en los escritos de usted con la afirmación de que prefiere el pensamiento duro al pensamiento blando y siente gran disgusto por la prosa poética. ¿Puede definir el pensamiento "duro" por oposición al pensamiento "blando"?

MEDAWAR: Es una pregunta bastante insidiosa. El pensamiento duro consiste en pensar sobre particulares o pensar con términos o con un lenguaje que puedan comunicar un significado claro y preciso a los demás, manifestar ideas que se puedan verificar, que puedan ser sometidas a examen crítico, enunciados que tengan una apelación intelectual y no visceral...si usted admite esta distinción. El pensamiento blando funciona a través de las emociones, nos brinda una sensación grata y acogedora que procura persuadirnos de presuntas verdades intelectuales mediante métodos no intelectuales.

WATKINS: Sospecho que usted no es sólo hostil a la cháchara, sino que a veces puede desdeñar lo que se podría considerar una hipótesis científica aceptable simplemente porque no satisface una suerte de instinto científico en usted. Tengo la impresión, por ejemplo, de que su hostilidad al lamarckismo no deriva sólo de la objeción puramente científica de que las pruebas en general se le oponen. Tengo la sensación de que usted intuye de que el lamarckismo es una doctrina "tierna", mientras que el darwinismo es una doctrina "recia" y que usted opta por tal teoría no sólo a partir de datos empíricos sino por cierta preferencia emocional y estética. ¿Le parece injusto?

MEDAWAR: Sí, me parece injusto. Por otra parte, quizás me engañe a mí mismo acerca de la naturaleza de mis propias opiniones y por qué sostengo unas y rechazo otras. Creo que rechazo el lamarckismo porque es un enfoque que no ha resistido las críticas. También creo que es fundamentalmente erróneo. El sistema genético no funciona así. Si he hablado con vehemencia en su contra es porque tiene cierto atractivo. Hay formas de la herencia que tienen un estilo lamarckiano; por ejemplo, la propagación de tradiciones de una generación a otra, a través de los padres que enseñan a sus hijos; o el aprendizaje, el aprendizaje de cualquier cosa mediante comunicación o información de una generación a la siguiente. Todo eso tiene un estilo lamarckiano, y es muy natural suponer que la herencia genética funciona así. Pero ocurre que no funciona así.
Por volver a la "cháchara", creo mucho en la cháchara en su debido lugar. Creo que la mayoría de la gente tiene la necesidad psicológica de evadirse "distrayéndose traviesamente". Todos necesitan evadirse, y yo prefiero hacerlo escuchando los dramas musicales de Wagner o leyendo las novelas de Tolkien. Esto no debe volcarse en la ciencia. No sirve. Es una de las razones por las cuales me indigné tanto con el pobre Teilhard de Chardin.

WATKINS: A juzgar por su artículo "¿Es la monografía científica un fraude?", escrito bajo la influencia de las ideas de Karl Popper sobre el método científico, su respuesta es "sí", que es un fraude, en el sentido de que sistemáticamente oculta o distorsiona el modo en que las ideas se elaboraron y desarrollaron. ¿Algunas de sus monografías científicas ha sido fraudulenta en este sentido?.

MEDAWAR: Muchas de mis monografías han sido moderadamente fraudulentas. Lo diré de este modo: jamás escribí un trabajo en cabal estilo popperiano. Por otra parte, jamás pretendí que la investigagción que describía en mi monografía científica siguiera el método inductivo, es decir, una ingenua acumulación de datos que luego se acomodaban de algún modo. Creo que he adoptado una solución intermedia. No practiqué lo que predicaba, pero no soy el primero en cometer ese pecado.

WATKINS: Eso me recuerda la monografía científica que comenzaba: "Mientras estaba sentado en una roca junto al mar...". ¿Usted llegaría tan lejos?

MEDAWAR: Popper mismo jamás habría aceptado semejante estilo en una monografía científica. Popper sólo dice (creo que es la esencia de su opinión) que toda actividad científica va precedida por la delimitación, dentro de la mente, de alguna concepción acerca de cómo podría ser la cosa. Es una hipótesis, una opinión. Uno inventa un mundo posible y luego toma medidas para averiguar si ese mundo posible que ha imaginado se corresponde, al menos como primera aproximación, con el mundo real. Esto no incluye, por cierto, describir nuestro desayuno ni contar que estábamos sentados en una roca.

WILSON: La dificultad radica en saber de dónde vienen las ideas nuevas. Usted ha tenido ideas nuevas. ¿De dónde surgieron?

MEDAWAR: El artículo al que aludían ustedes, "¿Es la monografía científica un fraude?", fue en realidad una charla informal en la BBC, a partir de notas bastante completas, y que luego, para mi sorpresa, fue publicada y muy comentada. Ahora bien, una de las cosas que digo en ese trabajo es que no hay un proceso lógicamente concluyente mediante el cual se pueda avanzar de enunciados particulares a enunciados generales que contengan más información que la suma de sus datos conocidos. Ahora bien, ese enunciado es cierto.

WILSON: Pero cuando usted formula un nuevo enunciado, o una conjetura en su propia mente, suma algo a todo lo que se ha dicho. Eso viene de alguna parte. ¿De dónde?

MEDAWAR: Esto es el acto creativo o de inspiración, cuya naturaleza se desconoce. Sólo sabemos que aquello que precede al ingreso de una idea en la mente no se conoce en forma consciente. Es algo inconsciente. Algo confluye y se plasma en la mente, pero lamentablemente nada se sabe sobre este proceso. Hubo intentos de analizarlo. Coleridge, por ejemplo, creía que el proceso creativo era una especie de réplica microcósmica de la Creación Divina original, y que a partir de un caos amorfo de palabras o de ideas formuladas con vaguedad surgían espontáneamente ideas poéticas en su mente.
Ahora bien, Coleridge ha sido objeto de mucha atención crítica y exegética, y en él esta concepción del proceso creativo era mucho menos correcta que en cualquier otro hombre, porque casi todas sus ideas se pueden remitir a una lectura anterior; se sabe que estas ideas entraron en su mente. Las amalgamó de un modo peculiar, pero no eran originales en el sentido en que él usaba la palabra "original"...algo sugerido del caos, de la nada.

WILSON: ¿Entonces no es sólo una recombinación de subcomponentes en un nujevo orden?

MEDAWAR: Es algo mecánico, en el sentido de que un ordenador podría reproducirlo. Pero ningún ordenador lo ha reproducido y cuesta imaginar un ordenador que lo reprodujera económicamente. Podemos imaginar un ordenador en el cual pudiéramos introducir una enorme cantidad de información y luego, como quien dice, programarlo para idear hipótesis, para explicar los datos que le han introducido.
Como hay una infinidad de hipótesis que pueden explicar cualquier compilación finita de datos, también habría que imponer algunas restricciones al ordenador para que produjera lo que podríamos denominar "ideas sensatas". No siempre producimos ideas sensatas, pero en general los científicos se han sometido a una disciplina, tal vez a un exceso de disciplina, que les garantiza que sus ordenadores están trabajando con eficiencia, y suelen tener ideas razonablemente sensatas para explicar los fenómenos que procuran describir.

WATKINS: ¿No ocurre en el descubrimiento científico que irrumpe un concepto totalmente nuevo, de modo que la analogía informática con un proceso aleatorio no funciona?

MEDAWAR: No creo que las ideas nuevas surjan de ese modo, sin que haya una suerte de periodo de gestación del cual uno es vagamente consciente. Si uno tiene una idea totalmente nueva, particularmente una idea que destrona ideas anteriores, va precedida por cierta inquietud o turbación de la cual uno es consciente. Es una sensación general de insatisfacción hacia todas las explicaciones precedentes de los fenómenos; eventualmente se puede dar con una explicación totalmente nueva, pero ya estaban echados los cimientos.

WATKINS: Si uno adopta una perspectiva amplia, los principios de conservación no funcionan en la esfera científica. Por cierto que han surgido nuevas ideas científicas. ¿Podría un ordenador generar ideas nuevas?

MEDAWAR: Esto del ordenador puede ser un tema de discusión algo estéril. Pero no tengo nada contra los cerebros y nada en particular a favor de los ordenadores. Cuando digo que un ordenador podría hacer lo que hace un cerebro, sólo digo que hay una explicación racional. Con el tiempo se la interpretará en el lenguaje de la fisiología y la neurología. Si los cerebros pueden producir algo totalmente nuevo, los ordenadores también pueden producir algo totalmente nuevo. Pueden producir una conjunción totalmente nueva de palabras e ideas, que quizás tengan sentido o no. A veces quizá tengan sentido, al menos por accidente. Eso sería algo nuevo.

WILSON: Como director del Instituto Nacional de Investigación Médica usted enfrenta el viejo dilema de ser científico o administrador. ¿Cuál de ambas cosas decidirá ser para mantener las pautas de creatividad del personal del instituto?

MEDAWAR: Interpreto que mi función como director consiste en crear un entorno que conduzca al avance del conocimiento. Suena pomposo, pero es todo lo que puede hacer un director. No se puede dirigir la creación de ideas, y ningún hombre posee una captación de las ciencias biológicas tan amplia como para decidir cuáles líneas de investigación serán fructíferas y cuáles constituirán una pérdida de tiempo. Así que sólo se puede crear un entorno y una atmósfera donde la ciencia florezca. Entiendo que ésa es mi función principal como director.

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