domingo, 17 de agosto de 2025

La sociedad abierta y sus enemigos

Teniendo presente que nuestra vida está asociada a la búsqueda del camino que nos conduce hacia una supervivencia plena, tanto individual como colectiva, debemos iniciar todo proceso racional considerando que estamos inmersos en un universo que no hemos creado, y que, por lo tanto, deberíamos priorizar el conocimiento de sus leyes, o reglas del juego, para establecer una aceptable adaptación al mismo.

De la misma forma en que buscamos abrigarnos para adaptarnos (ser aptos) para vivir en un ambiente muy frío, debemos también indagar acerca de cuál es la actitud psicológica que nos exige el orden natural para una plena adaptación a las leyes que rigen nuestra propia conducta. Por plena adaptación se entiende no sólo la supervivencia de nuestro cuerpo, sino también la adquisición de un adecuado nivel emocional e intelectual, ya que son los principales atributos que caracterizan la vida inteligente, que es lo que denominamos "naturaleza humana".

De la misma manera en que el religioso piensa todo el tiempo acerca de lo que ordena y de lo que hace un Dios con atributos humanos, debemos pensar todo el tiempo en cómo funciona el conjunto de leyes naturales que conforman todo lo existente, incluidos nosotros mismos. Si identificamos a Dios con el orden natural, disponemos de una religión natural compatible con la ciencia experimental.

Si tenemos presente la barbarie asociada a los totalitarismos y a las grandes guerras mundiales, resulta obvio que los máximos líderes políticos de la época muy poco han pensado en lo que indirectamente "nos ordena" el orden natural, sino que establecieron gobiernos mentales y materiales muy alejados del "gobierno" del orden natural sobre todos y cada uno de nosotros. Así, las "éticas" totalitarias se alejaron completamente de la ética bíblica, o ética natural.

Lo grave del caso es que todavía los sistemas totalitarios gozan de gran aceptación en diversos sectores de la sociedad. Recordemos que el camino seguro para llegar a establecer catástrofes sociales importantes, como las ocurridas en el siglo XX, implica establecer un gobierno del Estado reunido en una sola persona, y que, además, reuna todo el poder político, económico, militar, cultural y religioso. Esto es precisamente lo que ocurrió con la Alemania nazi y con los comunismos ruso y chino.

Por el contrario, la democracia liberal propone, en política, la división de poderes, mientras que en economía propone la propiedad privada y los intercambios en el mercado, lo que aleja la posibilidad de una alta concentración de poder. Esta democracia da lugar a una "sociedad abierta" que es atacada por quienes proponen sociedades cerradas, como el socialismo, el fascismo y el nazismo.

En épocas de la Segunda Guerra Mundial, cuando gran parte de la humanidad comienza a advertir el error de apoyar a los totalitarismos y a renegar del liberalismo, surge el libro "La sociedad abierta y sus enemigos" de Karl Popper, intentado advertir los errores que favorecieron los conflictos armados y los totalitarismos.

En la actualidad existen conflictos entre países en gran parte del planeta, si bien por motivos relacionados con los nacionalismos y las religiones. También en estos casos se advierte un alejamiento de la ética bíblica, o éticas similares, cuyos principales actores también están lejos de mirar cotidianamente hacia Dios, o hacia el orden natural, o lo que es peor, los interpretan de tal manera que pareciera que tales entes los orientan hacia la destrucción de sus ocasionales adversarios.

Los planteos totalitarios se advierten ya en las épocas de Platón, el primer enemigo de la sociedad abierta. Bertrand Russell escribió: “Platón tuvo la habilidad de disfrazar planteamientos antidemocráticos de tal forma que engañaran a las generaciones futuras, que admiraron La República sin ser conscientes de lo que implicaban sus propuestas. Siempre ha estado bien visto alabar a Platón, pero no necesariamente entenderlo. Este es el destino común de los grandes hombres. Yo me propongo lo contrario. Yo pretendo entenderlo, pero tratarlo con tan poca reverencia como la que mostraría ante un inglés o norteamericano contemporáneo partidario del totalitarismo” (Citado en “Platón” de E. A. Dal Maschio-Bonalletra Alcompas SL-Buenos Aires 2015).

En cuanto a la actitud totalitaria, si tuviésemos que elegir un escrito representativo, podríamos recurrir a Benito Mussolini o bien al siguiente párrafo atribuido a Platón: “De todos los principios, el más importante es que nadie, ya sea hombre o mujer, debe carecer de un jefe. Tampoco ha de acostumbrarse el espíritu de nadie permitirse obrar siguiendo su propia iniciativa, ya sea en el trabajo o en el placer. Lejos de ello, así en la guerra como en la paz, todo ciudadano habrá de fijar la vista en su jefe, siguiéndolo fielmente, y aun en los asuntos más triviales deberá mantenerse bajo su mando. Así, por ejemplo, deberá levantarse, moverse, lavarse o comer…sólo si se le ha ordenado hacerlo. En una palabra: deberá enseñarle a su alma, por medio del hábito largamente practicado, a no soñar nunca actuar con independencia, y a tornarse totalmente incapaz de ello” (Citado en “La sociedad abierta y sus enemigos” de Karl R. Popper-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992).

Respecto del libro mencionado, Peter Medawar escribió: "Quienes desdeñaron los argumentos de La miseria del historicismo por demasiado abstractos debían de ser extrañamente insensibles, porque desde la Guerra Civil Española en adelante Europa pareció transformarse en un tubo de ensayo para la interacción entre las dos grandes doctrinas historicistas que prevalecían en la época, el fascismo y el marxismo".

"Según la teoría marxista, el rumbo de la historia es modelado por una lucha de clases sociales que buscan la supremacía, en particular el proletariado y quienes poseen los medios de producción. Se argumentaba que esta lucha conduciría inevitablemente a una revolución social, y terminaría con la victoria del proletariado y la desaparición de la estratificación en clases".

"La esencia del fascismo no se puede resumir en una fórmula verbal tan conocida, pero el profundo fascismo de los apologistas nazis como Alfred Rosenberg era una forma de elitismo racial o genético, que afirmaba que el avance de la humanidad y la motivación del cambio histórico constituían la responsabilidad específica de una sola raza, en cuyo interés se justificaba el aplastamiento de toda oposición".

"Hoy no es preciso enfatizar la miseria y la degradación moral de que han sido responsables las realizaciones políticas de las dos grandes doctrinas historicistas, pero en los primeros días de la guerra, y un poco después, existía la urgentísima necesidad de que un filósofo emprendiera una defensa filosófica de la democracia. Karl Popper acometió esta tarea formidable durante su exilio en Nueva Zelanda durante la guerra, al escribir La sociedad abierta y sus enemigos".

"Aunque es una obra enjundiosa y analítica, también posee un carácter dramático: inflamó e inspiró a algunos de jóvenes más perspicaces de su época y, más aún, los equipó para rechazar el peligroso argumento de que una anticuada democracia no podía combatir la amenaza de los estados totalitarios sin volverse totalitaria en algún sentido".

"Por la breve autobiografía de Popper, donde él comenta el mortal aburrimiento que le provocaban algunos cursos que soportó como alumno de la escuela secundaria en Viena, sabemos que Popper apreciaba la importancia de una exposición cautivante e incluso chocante".

"La sociedad abierta era dramática y chocante por sus serenas pero certeras críticas de Platón, Hegel y Marx. Popper no los critica por ser vacas sagradas, sino porque «los grandes hombres cometen grandes errores»: si la civilización ha de sobrevivir, debemos romper el hábito de la deferencia a los grandes hombres. «Las metas de la civilización son el humanismo y la racionalidad, la igualdad y la libertad». Esos grandes hombres, a quienes nos habían enseñado a admirar e incluso a reverenciar, habían dificultado la realización de estas ambiciones".

"Una sociedad abierta como la nuestra es una sociedad donde el desacuerdo y el disenso, lejos de estar prohibidos, se usan como agentes del mejoramiento social, pues criticando las propuestas legislativas antes de que cobren carácter estatutorio podemos salvarnos de cometer graves errores. En una sociedad abierta la gente puede florecer en toda su rica y a veces extraña diversidad de opiniones políticas, orígenes étnicos y creencias religiosas. En una sociedad cerrada -a veces Popper la llama «sociedad tribal»- estamos confinados por una sumisión a fuerzas políticas u observancias tribales. Sólo una «sociedad abierta» libera la capacidad crítica del hombre".

"La sociedad abierta fue expresamente la «obra de guerra» de Popper y para equiparse para ella y especialmente para su reevaluación de Platón, se puso nuevamente a estudiar griego" (De "La amenaza y la gloria"-Editorial Gedisa SA-Barcelona 1993).

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