El valor de los bienes y servicios, que es la base de la descripción de los procesos económicos, ha sido el que caracteriza a las distintas etapas del pensamiento económico. Así, Israel M. Kirzner expresó: “La economía clásica entendió la relación de causa y efecto que constituye el fenómeno económico... esta relación de causa y efecto tiene que entenderse como impulsada por la naturaleza física. Las condiciones objetivas por el lado de la oferta determinan lo que va a ocurrir”. 
“La naturaleza física es la responsable del valor. El fenómeno del valor está determinado por las condiciones del lado de la oferta”. “La economía ricardiana, que es el corazón de la teoría clásica, lo ve todo determinado, explicado y entendible en virtud de la realidad física. Para los economistas clásicos la economía era la ciencia de la riqueza”.
“Con la economía neoclásica…comenzó a reconocerse que la explicación de las relaciones de causa y efecto que componen los fenómenos económicos tiene que situarse, al menos parcialmente, en la demanda del consumidor. En concreto, la revolución ocurrió en la teoría del valor. Los economistas clásicos veían el valor determinado por el coste. El coste de producción determinaba el valor. El economista neoclásico comenzó a reconocer que, además de las condiciones de la oferta que reflejan el coste, están las condiciones de la demanda que representan las valoraciones de los consumidores”.
“Para Marshall…lo que él explicó fue que tenemos oferta y demanda. La oferta expresa el coste objetivo. La demanda expresa la demanda subjetiva, la demanda de los consumidores. Y es la interacción de estas dos fuerzas: las fuerzas de la oferta, las fuerzas de la demanda; las fuerzas de la realidad objetiva, la realidad física, y las fuerzas de las preferencias subjetivas…Éstas son las dos hojas de las tijeras de Marshall [Diagrama de oferta y demanda vs. precio]. Éstas determinan cuál será el precio del objeto”.
“Los austriacos, comenzando con Menger, tenían una opinión diferente. Ellos veían el valor determinado solamente por las decisiones de los consumidores”. “Para los austriacos, las condiciones físicas son pasivas, son el «telón de fondo»”. “La fuerza activa, los determinantes activos de la relación causa y efecto, son las preferencias de los consumidores, los deseos de los consumidores, en el contexto, ciertamente, de unas condiciones físicas dadas” (De www.anarcocapitalista.com).
Por otra parte, Luis Pazos escribió: “Son los pensadores de la Escuela Austriaca, los que descubren que el valor de los objetos, dentro del intercambio económico, no radica en el objeto mismo, sino en el sujeto que valora: el valor es subjetivo. Este descubrimiento es, para muchos, el origen de una revolución en el pensamiento económico, y lo consideran como uno de los descubrimientos más importantes dentro de la historia de las ideas económicas. Estas nuevas ideas sostienen una posición contraria a las teorías del valor trabajo, expuestas por Ricardo y Marx”.
“Uno de los corolarios de la teoría subjetivista es que el valor del trabajo debe determinarse a partir del valor del producto y no el valor del producto a partir del valor trabajo. En otras palabras, a diferencia de Marx y Ricardo, sostienen que es el valor del objeto lo que va a determinar el valor del trabajo y no el valor del trabajo lo que va a determinar el valor del objeto” (De “Ciencia y teoría económica”-Editorial Diana-México 1981).
El punto de partida de la teoría del valor, que contempla la subjetividad de la demanda, está constituido por las "leyes de Gossen". Eduardo A. Zalduendo escribió al respecto: “En opinión de Jevons, Gossen es el verdadero iniciador de las teorías marginalistas, quien propuso, en un articulo publicado en 1854, tres principios básicos sobre el consumidor, que pueden sintetizarse así:
1- El placer que se logra con el consumo de una cantidad adicional de un bien disminuye hasta alcanzar la saciedad del consumidor, es decir, que toda necesidad disminuye en intensidad a medida que se satisface.
2- Una vez que una persona ha gastado todo su ingreso, la misma habrá maximizado su placer o satisfacción total solamente cuando el placer logrado con la última unidad de cada bien comprado, sea igual en todos los casos.
3- Un bien tiene un valor subjetivo y el valor subjetivo que se asigna a cada unidad adicional de un bien disminuye y llega a hacerse cero”. 
(De “Breve Historia del Pensamiento Económico”-Macchi Grupo Editor SA-Buenos Aires 1998).
Carl Menger, junto con León Walras y Stanley Jevons, en forma independiente, fundamentan la teoria del valor subjetivo. El primero de ellos establece una tabla de necesidades y prioridades para hacer accesible su visión del proceso de asignación subjetiva del valor. Émile James escribió: "He aquí cómo se confecciona esta tabla. Se empieza por asignar un número a cada una de las principales necesidades: a la alimentación el número I, a la vivienda el número II, al vestido el número III, a la asistencia médica el número IV, al ornato el número V, a las distracciones el número VI, etc. Nosotros llegaremos hasta el número X". 
"Se alinean horizontalmente estas necesidades, representadas por números romanos, y luego, bajo cada una de ellas, se colocan en columna una serie de números árabes que expresan los sucesivos grados de intensidad de sus manifestaciones y, a la vez, la importancia que damos a los bienes encargados de satisfacerlas. Como se supone que las necesidades son decrecientes a medida que van siendo satisfechas, los números que expresan los sucesivos grados de intensidad de las mismas serán decrecientes. Así, la necesidad de alimentación (la más importante) figura en primer lugar con el índice 10 y a continuación con índices menores; el índice máximo de la necesidad II es el número 9 y los índices que le siguen también son decrecientes". 
"Es posible que ciertos bienes sean susceptibles de aplicación a diferentes tipos de necesidades. Tomemos aquí el ejemplo imaginado por Gide: el agua puede servir para calmar la sed, para lavarnos, para abrevar a los animales, para lavar nuestros vestidos o nuestra casa. Si perdemos una unidad cualquiera de nuestro stock de agua, renunciamos solamente a la satisfacción más débil que esperábamos del agua. Por lo tanto, el valor de uso de cualquiera de los cubos de agua que tenemos a nuestra disposición se determina por la utilidad marginal del agua, es decir, en el ejemplo indicado, por la utilidad del cubo de agua menos útil: el que se destina a fregar la casa". (De "Historia del pensamiento económico"-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1963). 
  
En este caso, si se tiene una sola unidad de agua, se la destinará a la bebida personal (necesidad 10 en la tabla). Si se tienen 2 unidades de agua, se podrá satisfacer la necesidad de beber (necesidad 10) y también la de lavarnos (necesidad 9). Es decir, esta segunda unidad debe asignarse mediante una decisión o elección entre utilizarla para beber más agua o bien para satisfacer la siguiente necesidad. Como se ve, no es tan sencilla la interpretación de la tabla considerada. 
  
Algunos autores aducen que la descripción anterior sólo contempla el comportamiento racional de los seres humanos, mientras que también existe el comportamiento irracional. Recordando que la tabla anterior de necesidades y prioridades ha de ser distinta para cada ser humano, también habrá tablas con necesidades y prioridades irracionales, manteniendo vigente la descripción anterior. Émile James agrega: "El razonamiento de Menger sólo tenía por objeto explicar esquemáticamente el mecanismo psicológico de la evaluación. No pretendía hacer una descripción positiva de la realidad porque, desde luego, cada uno de nosotros confecciona su propia «tabla de Menger» según sus gustos personales. Así, por ejemplo, en un intelectual, la necesidad de lectura es más importante que la de ornato y hasta, parcialmente, que las de vestido y de alimentación. En cambio, la lectura es la necesidad de último grado para un deportista o una coqueta".
  
Veamos ahora el caso de los intercambios, siendo el requisito a contemplar que tales intercambios beneficien a ambas partes intervinientes. Émile James escribió: "Supongamos dos campesinos, uno de los cuales posee un gran número de bueyes y ningún caballo, mientras el otro es dueño de muchos caballos, pero carece de bueyes. Está claro que el primero, al que le sobran bueyes, valora muy poco a estos y atribuye a los caballos de que está falto un valor considerable. Para el segundo las cosas suceden a la inversa".   
   
  
"Por ello, el primer cambio de un buey por un caballo es muy ventajoso para las dos partes. El segundo cambio ya lo es un poco menos, puesto que ambas partes atribuyen algo menos de valor a lo que reciben y algo más a lo que dan. El intercambio durará hasta que cada una de las partes valore igualmente lo que da y lo que recibe".   
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