Mientras que muchos adeptos al cristianismo consideran a la Edad Media europea como una época positiva para la humanidad, ya que en ella predominan las creencias evangélicas, quienes reniegan del cristianismo tienden a denigrar todo lo que sea medieval, por ese motivo. Si se estima que en el futuro surgirá un Mesías, o enviado de Dios, esperado por judíos y cristianos, ello implicaría volver a una mentalidad similar a la reinante en el medioevo.  
Debe tenerse presente que en la Edad Media, como en otras épocas, se ha interpretado a las prédicas cristianas bajo cierta mentalidad pagana; en el sentido de ignorar los mandamientos éticos para ser suplantados por ciertas creencias respecto de un mundo sobrenatural; creencias orientadas principalmente a una futura vida posterior. Así, muchos suponen que para ser dignos de tal vida de ultratumba, basta con “creer” en la divinidad de Cristo, en “creer” en la existencia de tal vida, etc., pero no tanto en “creer” en las palabras de Cristo cuando afirma que: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”, sugiriendo que sus prédicas constituyen una ética natural. 
De ahí que una sociedad que tenga presente la existencia de un Dios que ha creado un orden natural y que sus integrantes adopten la predisposición a amar al prójimo como a uno mismo, compartiendo penas y alegrías ajenas como propias, habría de ser, seguramente, una sociedad bastante distinta a la medieval. La sociedad medieval, por otra parte, presenta tanto aspectos positivos como negativos. 
En cuanto a la psiquiatría existente en una sociedad que pensaba más en una vida en el más allá que en la vida concreta del presente, leemos al respecto: “La destrucción de la sociedad romana coincidió con la paralización de las actividades científicas en general; se detuvo, pues, el avance de las ciencias médicas. Pero el aumento compasivo de las virtudes cristianas respecto a la debilidad y al sufrimiento condujo a nuevos progresos de la Medicina por sendas todavía inexploradas hasta entonces, especialmente en el cuidado de enfermos y en la creación de hospitales”.   
“Esta aportación humanitaria del Cristianismo, que cristalizó en la fundación hospitalaria, es la mayor gloria de la Medicina medieval, pues incluso los hospitales árabes (Bagdad) sufrieron la sana influencia de la caridad cristiana. Los dementes se beneficiaron en gran manera de la nueva corriente terapéutica asistencial, que no surtió efectos prácticos hasta el fin del medioevo, cuando un fraile valenciano (Fray Gilabert Jofré) inició la recogida de orates para ser asistidos hospitalariamente en edificios adecuados”.      
 
“Las primeras autoridades cristianas estaban perplejas ante los fenómenos de la enfermedad mental, pues no era fácil atribuir ciertas perturbaciones mentales de contenido místico y bello a obras del diablo. A pesar de ello, la hostilidad hacia la ciencia de lo psíquico se hizo cada vez más intensa; la Psiquiatría se convirtió en muchas ocasiones en el estudio de los medios que se valía el diablo para causar trastornos mentales y las maneras de aplicar las reliquias santas para ahuyentarlo”. 
“La Psiquiatría práctica pasa, pues, a ser una especie de Demonología, en que el psiquiatra es el demonólogo  (sacerdote, generalmente), que se dedica a estudiar los signos de la posesión demoníaca (los stigmata diaboli, equiparables a los «estigmas histéricos» de hace medio siglo) y los exorcismos para combatirla” (Del “Manual de Psiquiatría” de J. Solé-Sagarra y Karl Leonhard-Ediciones Morata-Madrid 1957).
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