Cuando, de alguna manera, alguien se siente disminuido o perdedor, le surge cierta necesidad de despreciar a los demás, o bien a algún sector de la sociedad, o de la humanidad, tratando de compensar su poca confortable realidad. Así, el nacionalista trata de menospreciar a quienes pertenecen a otras nacionalidades, el racista a quienes pertenecen a otras etnias, el "aristócrata" a las clases sociales inferiores, etc. En estos casos, adoptan una postura de cierta superioridad respecto a quienes desprecian.
En el caso de los socialistas, les surge la necesidad de mostrar cierta superioridad ética, si bien tal actitud se fundamenta en su deseo de repartir riquezas ajenas, nunca de la propia; aunque tal engaño puede darles alguna tranquilidad de conciencia. Otros socialistas, por el contrario, se ubican en una posición en que predomina la sensación de inferioridad económica y surge en ellos una envidia insoportable respecto de la burguesía, como una forma de odio de clase, que da lugar a la "lucha de clases", que es la denominación socialista de la antigua y tradicional envidia.
Se siente envidia por quienes poseen lo que uno desea y no puede alcanzar, especialmente cuando se trata de cuestiones materiales o cuestiones de poder. De ahí que la prédica marxista y peronista sean anti-burguesas o anti-empresariales. A veces se trata de apaciguar el fuerte descontendo huyendo hacia una falsa espiritualidad concretada mediante la búsqueda aparente de una vida sencilla, delatando verbalmente, a cada instante, el odio sectorial hacia los que más poseen.
La envidia socialista puede advertirse en el siguiente caso, ocurrido en Francia, mencionado por Vincent de Gaulejac, autor del siguiente artículo:
UN EJEMPLO DE NEUROSIS DE CLASE
Este ejemplo permite ilustrar de qué manera las contradicciones sociales (en este caso los antagonismos de clase) se reflejan en un conflicto psicológico para provocar una neurosis de clase.
François es un ingeniero que conocimos en un momento de su vida en el que se encontraba preparando un doctorado de tercer ciclo de Economía. Estudiante brillante pero reservado, o casi inhibido, aparentaba ser un joven ejecutivo (28 años) exitoso desde todo punto de vista. Sin embargo, su manera de ser y sus intervenciones expresaban una violencia contenida y una rebeldía profunda. Nos contó su historia a partir de un dibujo sobre el tema "la historia de mi vida".
François es hijo de un obrero, militante activo del Partido Comunista y en la CGT durante cuarenta años. Por un lado, su padre le ha inculcado "el odio hacia los financistas y los burgueses incapaces", y por otro "la admiración por las personas inteligentes que llegan al poder", en particular las que han estudiado en el Politécnico. El padre desea que su hijo logre, mediante sus estudios, mostrar su inteligencia y llegar al poder. Al mismo tiempo, combate a los burgueses que ocupan dicho poder.
François vive ese doble mensaje como una contradicción irreductible, que se traducirá en una escolaridad a la vez brillante y difícil: es bueno en matemática, pero nunca es el mejor. Sin embargo, detesta esa materia que lo obliga a entrar en un marco lógico cerrado, rígido, en un "orden establecido". Por el contrario, le gusta el francés, materia en la que su desempeño es regular. Incapaz de concentrarse en un tema, comienza una frase que asocia con otra, dejando fluir su pensamiento, lo que hace que su discurso sea desordenado e incomprensible. Sus profesores le corrigen sistemáticamente esa falencia, con el comentario al margen de "fuera de tema". Eso no le impide, sin embargo, pasar sus exámenes y preparar su ingreso al Politécnico, al que no logra entrar. Simultáneamente entra al Partido Comunista.
Como él mismo dice, entra luego al Politécnico "por influencia del suegro". En efecto, François se casa con Isabelle, una muchacha de la clase burguesa (departamento de 16 habitaciones en un barrio burgués de París, casa de campo en las afueras, casa en la Costa Azul, casa de los abuelos en Deauville, cargo importante de su suegro que es egresado del Politécnico, etc.). No sólo los padres de François están satisfechos con este matrimonio, sino que desean que su nieto (hijo de Isabelle y de François) sea educado por la familia política a fin de que le den "una buena educación".
François sufre dolorosamente esa posición de sus padres. Como no puede proponerle a su mujer "que vivan en un departamento barato", acepta y sufre sin decir nada, pero sintiéndose mal, "todo el engranaje del departamento en París, los fines de semana en el campo, las vacaciones con la familia de su mujer, etc.". Él reprocha a su padre el haber aceptado y favorecido esa situación, no sólo porque no se opuso, sino porque lo felicitó: "Bravo, hijo, lo has logrado", sin ver la contradicción en la que este se encontraba atrapado. A partir de estos elementos vemos aparecer un guión sociopsicológico que produce una situación de tipo neurótico.
Al principio, una familia de clase obrera insiste en el deseo de cambiar el orden social a través de la lucha de clases, deseando a la vez para sus hijos otro lugar dentro de ese orden. Para realizar las aspiraciones paternas, François debe ingresar al Politécnico para demostrar que los obreros son tan inteligentes como los burgueses, pero, al hacerlo, él mismo se convierte en un burgués y pasa del lado de estos, que son responsables de la "vida de perros" que han llevado sus padres. Para satisfacer el deseo paterno, para ser amado, él debe convertirse en lo que sus padres le ordenaron detestar. (De "Neurosis de clase"-Editorial Del Nuevo Extremo SA-Buenos Aires 2013).
El problema descripto se debe a la absurda costumbre de considerar a las personas, no como individuos únicos y diferentes, sino uniformándolos como integrantes muy semejantes entre sí de determinada clase social. El otro absurdo consiste en asociar todos los defectos a una de esas clases y todas las virtudes a la otra. Este es, en esencia, el absurdo del marxismo, ideología que provoca inconvenientes cada vez que se la toma en serio.
viernes, 29 de agosto de 2025
jueves, 28 de agosto de 2025
Borges y la política
Los siguientes escritos, atribuidos a Jorge Luis Borges, aparecen en "El mundo de Borges"-Ediciones especiales-Diario Ámbito Financiero-Buenos Aires 1985).
El error del nacionalismo
En el mundo hay, actualmente, un error al que propendemos todos. Un error del que yo también he sido culpable; ese error se llama nacionalismo y es el causante de muchos males. Todos pensamos, tal vez demasiado, en la parcela de tierra en que hemos nacido, en la sangre de nuestros mayores.
Yo, por ejemplo, hasta hace poco tiempo, me sentía orgulloso de mis ascendientes militares; ahora no, ahora ya no me siento orgulloso. Cuando yo empecé a escribir se me conocía como el nieto del coronel Borges; felizmente ahora el coronel Borges es mi abuelo.
El nacionalismo es uno de los peores males de nuestra época. Para qué conformarnos con un territorio si existe el mundo. Los estoicos amonedaron en la antigüedad una palabra de la cual, me parece, aún no somos dignos; me refiero a la palabra cosmopolitismo. Yo creo que uno debe aspirar a ser ciudadano del mundo o, como traduciría Goethe esa palabra weltburguer que es la misma idea. Si hay algo que puede salvar a la humanidad son las afinidades, los puntos de coincidencia que nos unen a los demás hombres, y evitar por todos los medios de acentuar las discrepancias.
(Declaraciones al diario Clarín en 1980)
Borges y el comunismo
En mi juventud, en los años que vivimos en Europa, yo adherí a la revolución comunista. Mi padre también; él era anarquista, pero estuvo de acuerdo con esa revolución. Inspirado por ese cambio que se producía en el mundo yo escribí algunos poemas que he preferido juiciosamente olvidar. Eran cantos de esperanza bastante ingenuos. Después, no diría que me avergoncé de haber sostenido esas ideas, pero me sentí muy poco inteligente por haber creído en esas utopías.
Los comunistas son en el fondo nacionalistas y algunos de ellos declaran que ser anticomunista es ser fascista. Algo tan incomprensible como decir que no ser católico es ser mormón. Los comunistas suelen ser intelectuales que lo pregonan, que hacen alarde de ello, y en el fondo se sienten distintos a la gente del pueblo. Creo que esa adhesión mía al comunismo fue una de las mayores tonterías de mi vida. Cuando yo he hablado sobre estos temas, mucha gente se ha ofendido conmigo; me ha tratado de reaccionario, de conservador. Eso es lo que yo pienso.
Borges y el radicalismo
Confieso que alguna vez fui radical, cosa que hoy me avergüenza, aunque nunca me afilié a ese partido. Simpaticé con el gobierno de Yrigoyen. En 1916 nosotros estábamos en Europa, ganó Yrigoyen las elecciones y mi padre dijo: “La primera vez que un muerto gana una elección”. “¿Por qué?”, le dije yo. “Bueno –me contestó él- porque el que ha ganado realmente es Leandro Alem”.
Es decir que la gente lo había votado por Alem. Yrigoyen era un hombre probo. Vivía en la calle Brasil, en Constitución, una casa humilde. Tenía una hija que hubiera podido figurar en sociedad, pero al contrario de Eva Perón, que aspiraba a ser recibida en Palermo, digamos, la hija de Yrigoyen se mantuvo siempre en el anonimato, siguiendo la conducta de su padre, que era una persona austera.
Hay unos versos muy lindos, que me enseñó Ernesto Palacio, referidos a Yrigoyen: “Vos fuiste en Balvanera/de gallos el cuidador/te gustaban las sirvientas/Les hacía la pasada/con botines de charol…” Pero claro, la gente que lo rodeó a Yrigoyen era una manga de sinvergüenzas, le escribían un diario para él sólo. Cuando lo derrocó Uriburu, recibió un anónimo que constaba de dos palabras: “Cagaste maula”, qué raro ¿no?
(De un diálogo con Roberto Alifano)
El escritor y el peronismo
Yo sigo creyendo que Perón estaba loco, completamente loco; él y Eva Perón, su mujer. Perón estableció el aguinaldo; un disparate, una rarísima medida económica -aclaro que yo de economía no entiendo, sé más o menos como saben todos los economistas de economía: absolutamente nada-. Pero me parece un disparate imitado por todos los gobiernos posteriores. Me parece una barbaridad que una persona trabaje doce meses y se le paguen trece. Ese regalo exagerado de fin de año me parece absurdo.
El peronismo fue terrible. Nadie se acuerda de la quema de las iglesias ni de las personas que Perón metió presas; mi madre y mi hermana entre ellas. A mí me echaron de un puesto mínimo que ocupaba en una biblioteca del barrio de Almagro y me nombraron inspector de aves y huevos. Cuando fui presidente de la Sociedad de Escritores, en la época de Perón también, un policía me seguía a todos lados. Las persecuciones eran un hecho indudable, junto con el soborno: obligaban a la gente a que se afiliara al partido peronista para darles trabajo.
Fue una especie de segundo Rosas. Se designó a sí mismo “el primer trabajador”, y reunía a las personas en la Plaza de Mayo obligadas a cantarle: “Perón, Perón, que grande sos”. Una persona que actúa así, está completamente loca. Yo pienso en Perón con horror, como pienso en Rosas con horror.
(De declaraciones a la revista “Siete Días” en 1974)
Ideologías, líderes y partidos
Recuerdo las melancólicas celebraciones del día 17 de octubre. El dictador traía a Plaza de Mayo camiones abarrotados de asalariados y adictos, por lo común de tierra adentro, cuya misión era aplaudir los toscos discursos; los cuales eran tremebundos cuando todo estaba tranquilo, o conciliadores y pacíficos si las cosas andaban mal.
El 17 de octubre, los almacenes recibían orden de cerrar para que los devotos no se distrajeran en ellos y arribaran sin tentaciones a la Plaza de Mayo. Ahí coreaban servilmente "Perón, Perón, que grande sos", y otras efusiones obligatorias. Solían vociferar "La vida por Perón", decisión retórica que olvidaron, como el propio Perón, en cierta mañana lluviosa de 1955. Diríase que el triste destino de Buenos Aires -conste que soy porteño- es engendrar cada cien años un tirano cobarde, del cual nos tienen que salvar las provincias.
El dictador fue un nuevo rico. Dada su casi omnipotencia, hubiera podido instaurar una rebelión de las masas, enseñándoles con el ejemplo ideales distintos; pero se redujo a imitar de manera crasa y grotesca los rasgos menos admirables de la oligarquía ilustrada que simulada combatir: la ostentación, el lujo, la profusa iconografía, el concepto de que la función política debe ser también una función pública, el amor de los deportes británicos y el culto literario del gaucho. En todo esto abundó la exageración característica del guarango. Inundó el territorio del país con imágenes suyas.
Lo anterior es meramente personal y baladí, si lo comparamos con la corrupción de las almas, con el robo para el cual se prefiere el nombre eufemístico de negociado, con la picana eléctrica aplicada a los opositores y a toda persona sospechosa de ser "contrera", con la confiscación de bienes, con las pobladas cárceles políticas, con la censura indiscriminada, con el incendio de archivos y de iglesias, con el fusilamiento de obreros en la secreta soledad de los cementerios y con la abolición de la libertad, ¡ tantas atroces y sonrientes efigies y ni una sola caricatura; tantos interesados panegíricos y ni una sola sátira !
El error del nacionalismo
En el mundo hay, actualmente, un error al que propendemos todos. Un error del que yo también he sido culpable; ese error se llama nacionalismo y es el causante de muchos males. Todos pensamos, tal vez demasiado, en la parcela de tierra en que hemos nacido, en la sangre de nuestros mayores.
Yo, por ejemplo, hasta hace poco tiempo, me sentía orgulloso de mis ascendientes militares; ahora no, ahora ya no me siento orgulloso. Cuando yo empecé a escribir se me conocía como el nieto del coronel Borges; felizmente ahora el coronel Borges es mi abuelo.
El nacionalismo es uno de los peores males de nuestra época. Para qué conformarnos con un territorio si existe el mundo. Los estoicos amonedaron en la antigüedad una palabra de la cual, me parece, aún no somos dignos; me refiero a la palabra cosmopolitismo. Yo creo que uno debe aspirar a ser ciudadano del mundo o, como traduciría Goethe esa palabra weltburguer que es la misma idea. Si hay algo que puede salvar a la humanidad son las afinidades, los puntos de coincidencia que nos unen a los demás hombres, y evitar por todos los medios de acentuar las discrepancias.
(Declaraciones al diario Clarín en 1980)
Borges y el comunismo
En mi juventud, en los años que vivimos en Europa, yo adherí a la revolución comunista. Mi padre también; él era anarquista, pero estuvo de acuerdo con esa revolución. Inspirado por ese cambio que se producía en el mundo yo escribí algunos poemas que he preferido juiciosamente olvidar. Eran cantos de esperanza bastante ingenuos. Después, no diría que me avergoncé de haber sostenido esas ideas, pero me sentí muy poco inteligente por haber creído en esas utopías.
Los comunistas son en el fondo nacionalistas y algunos de ellos declaran que ser anticomunista es ser fascista. Algo tan incomprensible como decir que no ser católico es ser mormón. Los comunistas suelen ser intelectuales que lo pregonan, que hacen alarde de ello, y en el fondo se sienten distintos a la gente del pueblo. Creo que esa adhesión mía al comunismo fue una de las mayores tonterías de mi vida. Cuando yo he hablado sobre estos temas, mucha gente se ha ofendido conmigo; me ha tratado de reaccionario, de conservador. Eso es lo que yo pienso.
Borges y el radicalismo
Confieso que alguna vez fui radical, cosa que hoy me avergüenza, aunque nunca me afilié a ese partido. Simpaticé con el gobierno de Yrigoyen. En 1916 nosotros estábamos en Europa, ganó Yrigoyen las elecciones y mi padre dijo: “La primera vez que un muerto gana una elección”. “¿Por qué?”, le dije yo. “Bueno –me contestó él- porque el que ha ganado realmente es Leandro Alem”.
Es decir que la gente lo había votado por Alem. Yrigoyen era un hombre probo. Vivía en la calle Brasil, en Constitución, una casa humilde. Tenía una hija que hubiera podido figurar en sociedad, pero al contrario de Eva Perón, que aspiraba a ser recibida en Palermo, digamos, la hija de Yrigoyen se mantuvo siempre en el anonimato, siguiendo la conducta de su padre, que era una persona austera.
Hay unos versos muy lindos, que me enseñó Ernesto Palacio, referidos a Yrigoyen: “Vos fuiste en Balvanera/de gallos el cuidador/te gustaban las sirvientas/Les hacía la pasada/con botines de charol…” Pero claro, la gente que lo rodeó a Yrigoyen era una manga de sinvergüenzas, le escribían un diario para él sólo. Cuando lo derrocó Uriburu, recibió un anónimo que constaba de dos palabras: “Cagaste maula”, qué raro ¿no?
(De un diálogo con Roberto Alifano)
El escritor y el peronismo
Yo sigo creyendo que Perón estaba loco, completamente loco; él y Eva Perón, su mujer. Perón estableció el aguinaldo; un disparate, una rarísima medida económica -aclaro que yo de economía no entiendo, sé más o menos como saben todos los economistas de economía: absolutamente nada-. Pero me parece un disparate imitado por todos los gobiernos posteriores. Me parece una barbaridad que una persona trabaje doce meses y se le paguen trece. Ese regalo exagerado de fin de año me parece absurdo.
El peronismo fue terrible. Nadie se acuerda de la quema de las iglesias ni de las personas que Perón metió presas; mi madre y mi hermana entre ellas. A mí me echaron de un puesto mínimo que ocupaba en una biblioteca del barrio de Almagro y me nombraron inspector de aves y huevos. Cuando fui presidente de la Sociedad de Escritores, en la época de Perón también, un policía me seguía a todos lados. Las persecuciones eran un hecho indudable, junto con el soborno: obligaban a la gente a que se afiliara al partido peronista para darles trabajo.
Fue una especie de segundo Rosas. Se designó a sí mismo “el primer trabajador”, y reunía a las personas en la Plaza de Mayo obligadas a cantarle: “Perón, Perón, que grande sos”. Una persona que actúa así, está completamente loca. Yo pienso en Perón con horror, como pienso en Rosas con horror.
(De declaraciones a la revista “Siete Días” en 1974)
Ideologías, líderes y partidos
Recuerdo las melancólicas celebraciones del día 17 de octubre. El dictador traía a Plaza de Mayo camiones abarrotados de asalariados y adictos, por lo común de tierra adentro, cuya misión era aplaudir los toscos discursos; los cuales eran tremebundos cuando todo estaba tranquilo, o conciliadores y pacíficos si las cosas andaban mal.
El 17 de octubre, los almacenes recibían orden de cerrar para que los devotos no se distrajeran en ellos y arribaran sin tentaciones a la Plaza de Mayo. Ahí coreaban servilmente "Perón, Perón, que grande sos", y otras efusiones obligatorias. Solían vociferar "La vida por Perón", decisión retórica que olvidaron, como el propio Perón, en cierta mañana lluviosa de 1955. Diríase que el triste destino de Buenos Aires -conste que soy porteño- es engendrar cada cien años un tirano cobarde, del cual nos tienen que salvar las provincias.
El dictador fue un nuevo rico. Dada su casi omnipotencia, hubiera podido instaurar una rebelión de las masas, enseñándoles con el ejemplo ideales distintos; pero se redujo a imitar de manera crasa y grotesca los rasgos menos admirables de la oligarquía ilustrada que simulada combatir: la ostentación, el lujo, la profusa iconografía, el concepto de que la función política debe ser también una función pública, el amor de los deportes británicos y el culto literario del gaucho. En todo esto abundó la exageración característica del guarango. Inundó el territorio del país con imágenes suyas.
Lo anterior es meramente personal y baladí, si lo comparamos con la corrupción de las almas, con el robo para el cual se prefiere el nombre eufemístico de negociado, con la picana eléctrica aplicada a los opositores y a toda persona sospechosa de ser "contrera", con la confiscación de bienes, con las pobladas cárceles políticas, con la censura indiscriminada, con el incendio de archivos y de iglesias, con el fusilamiento de obreros en la secreta soledad de los cementerios y con la abolición de la libertad, ¡ tantas atroces y sonrientes efigies y ni una sola caricatura; tantos interesados panegíricos y ni una sola sátira !
martes, 26 de agosto de 2025
La época de Rosas
La época en que gobierna Juan Manuel de Rosas se desarrolla desde mediados de los años 30, del siglo XIX, hasta 1852, año en que se produce la batalla de Caseros, en donde el número de combatienes era, numéricamente, equivalente al 3% de la población nacional de entonces. Fue una etapa de violencia asociada a las hordas rosistas caracterizadas por sus embates contra los sectores opositores. Rosas expresó en su discurso inaugural: "Para mí el ideal de gobierno es el autócrata paternal".
"He admirado la investidura de un poder sin límites porque lo he creído absolutamente necesario para sacar la patria del abismo. El remedio a estos males no puede sujetarse a formas y su aplicación tiene que ser pronta y expedita. Persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida y sobre todo al pérfido y traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra fe. Que de esta raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto" (Citado en "Historias del Río de la Plata" de Roberto Hosne-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1998).
A mediados del siglo XX, surge el peronismo, movimiento que muchos historiadores comparan con el rosismo. Una de las diferencias esenciales es que, mientras que las hordas rosistas asesinaban y robaban al amparo de su líder, las hordas peronistas se dedicaban al robo en nombre de Perón, Eva y la justicia social.
Un hecho representativo de la actitud rosista se advierte en el caso de una mujer que queda embarazada al vincularse con un sacerdote, disponiendo Rosas su fusilamiento junto al hombre con ella vinculado sentimentalmente. Roberto Hosne escribe al respecto: "Según Manuel Bilbao, el fusilamiento de Camila O'Gorman, estando embarazada, acaso podría haberse evitado si la carta que le envió Antonino Reyes a Manuelita, para que intercediera por un perdón, no hubiera sido desviada por el oficial de guardia a las propias manos de Rosas. Este ordenó fusilarla junto con el cura Gutiérrez por haber mantenido ambos una relación amorosa".
"Días más tarde, Rosas le comentó a Reyes que estaba «muy convencido de que había procedido bien, desagraviando así la vindicta pública y cortando de raíz los escándalos e inmoralidades que iban aumentado cada día»".
En cuanto a la educación y la cultura, la época de Rosas parece haber sido precursora del lema peronista por el cual se proponía "Alpargatas sí, libros no". Roberto Hosne escribió: "El cónsul norteamericano John Murray Forbes consideraba que Rosas debía su gran popularidad entre los gauchos al hecho de haberse asimilado casi totalmente a su manera singular de vida, su indumentaria, sus labores y aun sus sports. Se decía que no tenía competencia en ningún ejercicio físico, aun en los más violentos y difíciles que practicaba aquella raza de hombres semisalvajes".
"Según comentó el comerciante inglés Mac Cann, el mismo Rosas, refiriéndose a su educación, dijo que le «había costado a sus padres unos cien pesos, porque solamente fue a la escuela por espacio de un año y su maestro acostumbraba a decirle: '-Don Juan, no se haga mala sangre por cosas de libros, aprenda a escribir con buena letra, su vida va a pasar en una estancia, no se preocupe mucho por aprender'»".
"Como él mismo lo expresó, manejaba al país como a una estancia, con férrea disciplina y paternalismo, confiando la educación pública a las órdenes religiosas. Alertaba: «Sed precavidos con los innovadores, tumultuarios y enemigos de las autoridades. La colocación de sacerdotes virtuosos y ejemplares -sostenía Rosas- que prediquen e impriman las máximas de subordinación, de adhesión al orden» era necesaria para la organización de la provincia. Su desprecio por el liberalismo le prodigó el apoyo del clero, especialmente de los jesuitas, que obtuvieron autorización para habilitar sus escuelas".
"La vida cultural se marchitaba, la universidad de Rivadavia languidecía, las bibliotecas se reducían, se extinguían los laboratorios, los fósiles del museo estaban desparramados o regalados. Para graduarse, el egresado debía lograr que la policía ratificara que se trataba de un firme adherente al régimen rosista. Vicente G. Quesada -mejor conocido por su pseudónimo Víctor Galvez- apuntó la ínfima cantidad de universitarios, que además debían pagar a los docentes las clases impartidas, y señaló la falta de incentivo para encarar sus futuros profesionales. El nivel cultural era muy bajo; casi no se leía y no había estímulos para la capacitación. Lucio V. Mansilla recordó la severa reprimenda de su tío materno Juan Manuel de Rosas, cuando lo sorprendió leyendo a Rousseau".
"No había presupuesto para la educación, los estudios estaban privatizados y eran muy escasas las escuelas gratuitas en los barrios populares. Por decreto, en 1842, Rosas dispuso que las escuelas dependieran de la Policía, aceptándose solamente a los hijos de federales probados".
El poderío político de Rosas se debió a que no sólo tenía de su lado a la gente simple, sino también a los grandes comerciantes y terratenientes. "Alrededor de Rosas se iba conformando una oligarquía terrateniente, poseedora de grandes extensiones de tierra y dueña de grandes fortunas".
"He admirado la investidura de un poder sin límites porque lo he creído absolutamente necesario para sacar la patria del abismo. El remedio a estos males no puede sujetarse a formas y su aplicación tiene que ser pronta y expedita. Persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida y sobre todo al pérfido y traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra fe. Que de esta raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto" (Citado en "Historias del Río de la Plata" de Roberto Hosne-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1998).
A mediados del siglo XX, surge el peronismo, movimiento que muchos historiadores comparan con el rosismo. Una de las diferencias esenciales es que, mientras que las hordas rosistas asesinaban y robaban al amparo de su líder, las hordas peronistas se dedicaban al robo en nombre de Perón, Eva y la justicia social.
Un hecho representativo de la actitud rosista se advierte en el caso de una mujer que queda embarazada al vincularse con un sacerdote, disponiendo Rosas su fusilamiento junto al hombre con ella vinculado sentimentalmente. Roberto Hosne escribe al respecto: "Según Manuel Bilbao, el fusilamiento de Camila O'Gorman, estando embarazada, acaso podría haberse evitado si la carta que le envió Antonino Reyes a Manuelita, para que intercediera por un perdón, no hubiera sido desviada por el oficial de guardia a las propias manos de Rosas. Este ordenó fusilarla junto con el cura Gutiérrez por haber mantenido ambos una relación amorosa".
"Días más tarde, Rosas le comentó a Reyes que estaba «muy convencido de que había procedido bien, desagraviando así la vindicta pública y cortando de raíz los escándalos e inmoralidades que iban aumentado cada día»".
En cuanto a la educación y la cultura, la época de Rosas parece haber sido precursora del lema peronista por el cual se proponía "Alpargatas sí, libros no". Roberto Hosne escribió: "El cónsul norteamericano John Murray Forbes consideraba que Rosas debía su gran popularidad entre los gauchos al hecho de haberse asimilado casi totalmente a su manera singular de vida, su indumentaria, sus labores y aun sus sports. Se decía que no tenía competencia en ningún ejercicio físico, aun en los más violentos y difíciles que practicaba aquella raza de hombres semisalvajes".
"Según comentó el comerciante inglés Mac Cann, el mismo Rosas, refiriéndose a su educación, dijo que le «había costado a sus padres unos cien pesos, porque solamente fue a la escuela por espacio de un año y su maestro acostumbraba a decirle: '-Don Juan, no se haga mala sangre por cosas de libros, aprenda a escribir con buena letra, su vida va a pasar en una estancia, no se preocupe mucho por aprender'»".
"Como él mismo lo expresó, manejaba al país como a una estancia, con férrea disciplina y paternalismo, confiando la educación pública a las órdenes religiosas. Alertaba: «Sed precavidos con los innovadores, tumultuarios y enemigos de las autoridades. La colocación de sacerdotes virtuosos y ejemplares -sostenía Rosas- que prediquen e impriman las máximas de subordinación, de adhesión al orden» era necesaria para la organización de la provincia. Su desprecio por el liberalismo le prodigó el apoyo del clero, especialmente de los jesuitas, que obtuvieron autorización para habilitar sus escuelas".
"La vida cultural se marchitaba, la universidad de Rivadavia languidecía, las bibliotecas se reducían, se extinguían los laboratorios, los fósiles del museo estaban desparramados o regalados. Para graduarse, el egresado debía lograr que la policía ratificara que se trataba de un firme adherente al régimen rosista. Vicente G. Quesada -mejor conocido por su pseudónimo Víctor Galvez- apuntó la ínfima cantidad de universitarios, que además debían pagar a los docentes las clases impartidas, y señaló la falta de incentivo para encarar sus futuros profesionales. El nivel cultural era muy bajo; casi no se leía y no había estímulos para la capacitación. Lucio V. Mansilla recordó la severa reprimenda de su tío materno Juan Manuel de Rosas, cuando lo sorprendió leyendo a Rousseau".
"No había presupuesto para la educación, los estudios estaban privatizados y eran muy escasas las escuelas gratuitas en los barrios populares. Por decreto, en 1842, Rosas dispuso que las escuelas dependieran de la Policía, aceptándose solamente a los hijos de federales probados".
El poderío político de Rosas se debió a que no sólo tenía de su lado a la gente simple, sino también a los grandes comerciantes y terratenientes. "Alrededor de Rosas se iba conformando una oligarquía terrateniente, poseedora de grandes extensiones de tierra y dueña de grandes fortunas".
domingo, 24 de agosto de 2025
Alienación y anomia
Con la palabra "alienación" se entiende el caso de una persona marginada de la sociedad. Por lo general, se supone que tal persona no se automarginó, sino que existe un marginador, que puede ser algún sector de la sociedad o bien ha sido el propio sistema político y económico. Al presuponer que en este proceso hay culpables e inocentes, se establece en forma disimulada la existencia de motivos de conflictos y luchas sociales futuras.
Existe un importante sector de la sociedad que nunca se ha preparado para ganarse la vida, ya sea estudiando o aprendiendo un oficio, por cuanto el ocio y la diversión han sido prioritarios durante la mayor parte de su vida. Los sectores productivos poca predisposición tendrán por contratar a alguien con muy poca capacitación previa y con una pobre predisposición para el trabajo. Luego, no es el sector productivo el que "margina" a algunos integrantes de la sociedad sino que existe una previa automarginación. Esta forma de interpretar la realidad es rechazada por quienes promueven los conflictos y las luchas sociales por diversos motivos. Demás está decir que el capital humano es el más valioso en toda empresa y que los empresarios no tendrían mayores inconvenientes en incorporar a sus empresas a personas con capacidad inventiva y laboral.
Jorge Bosch escribió: “Uno de los argumentos favoritos de los ideólogos de la desestructuración en el ámbito de la justicia, consiste en afirmar que el delincuente no es el verdadero culpable, sino que siempre hay alguien detrás de él, alguien más poderoso y en consecuencia perteneciente a clases sociales más altas, y además detrás de éste hay otro, y finalmente se llega a la estructura social propiamente dicha. Así, la culpabilidad del delincuente se diluye en el océano de un orden social supuestamente injusto”.
“Llamo contrajusticia al conjunto de normas legales, procedimientos y actuaciones que, bajo apariencia de un espíritu progresista interesado en tratar humanitariamente a los delincuentes, conduce de hecho a la sociedad a un estado de indefensión y propicia de este modo un trato antihumanitario a las personas inocentes. Muchas veces este «humanitarismo» protector de la delincuencia es una expresión de frivolidad: «queda bien» hacer gala de humanitarismo y de preocupación por los marginados que delinquen, sin mostrar el mismo celo en la defensa de las víctimas y sin siquiera preocuparse por reflexionar seriamente y profundamente sobre el tema”. (De “Cultura y contracultura”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).
Los sectores de izquierda consideran que el delincuente es alguien que ha sido marginado previamente por la sociedad y que, por lo tanto, el delito es una justa venganza hacia esa sociedad. El apoyo evidente y decisivo a favor de la delincuencia proviene, además, de la misma legislación vigente, ya que se considera inimputables a los menores de edad por los delitos cometidos, aun si son de extrema gravedad. De ahí que la propia ley constituya una especie de invitación a los mismos para que delincan tranquilamente. Gran parte de la sociedad, para fingir cierto interés social, se muestra preocupada por la “reinserción social” del delincuente, mientras poco se interesa por la desdicha de las victimas, y futuras victimas. Abel Posse escribió: “El gatillo fácil lo tienen en nuestro país los delincuentes. La recuperación social y moral del delincuente es en todas partes (salvo en la Argentina) un episodio posterior al de desactivar su peligrosidad con la energía suficiente para que el representante del Estado y los ciudadanos o bienes amenazados no corran riesgos” (De “Criminalidad y cobardía”-Diario La Nación-10/Dic/2009).
La base de todo error y de todo conflicto radica en el alejamiento de cada individuo respecto de las leyes naturales, es decir, de aquellas leyes que apuntan a favor de la supervivencia plena de individuos y sociedades. De ahí que toda marginación social, establecida por sectores o bien autoinfligidas, derivan de una previa anomia respecto de la ley natural y también de las leyes humanas, principalmente por un desconocimiento de tales leyes o bien por una predisposición a ignorarlas.
La principal forma de anomia es la auto-impuesta; la que impide el autogobierno individual, y es la que surge de quienes se sienten por encima o bien por fuera de la sociedad y hacen lo que les viene en ganas. Si, por el contrario, existe una especie de pacto interior del que surge la norma elemental que nos sugiere, por ejemplo, “debo tratar de no molestar ni perjudicar a los demás”, entonces la persona admite cierta moral que favorecerá el posterior establecimiento de un orden social aceptable.
La ausencia de acatamiento, como se dijo, se debe a que tales normas no tienen vigencia ya sea por ser desconocidas por el grupo, o bien porque el individuo las conoce y finge cumplirlas para quedar bien con los demás (hipocresía) o bien trata de hacer lo contrario a tales normas para escandalizar a los demás (cinismo).
Algunas calificaciones internacionales respecto de la mala conducción de vehículos, nos ubica a los argentinos en el sexto lugar a nivel mundial. Esta pobre calificación se debe esencialmente a la falta de respeto por las normas de tránsito, lo que deriva de la falta de respeto de toda norma, ya que quien conduce como le viene en ganas, la misma actitud o predisposición la aplicará en el resto de sus acciones. Luego, la decadencia económica, política, social y todo lo demás, se debe esencialmente a tal egoísmo intenso generalizado.
La anomia viene ligada al relativismo moral. Este relativismo parte de la idea básica de que no existe el bien ni el mal ya que ambos serían conceptos subjetivos. Alexander Solyenitzin escribió: “El comunismo nunca ocultó su negación de los conceptos morales absolutos. Se mofa de las nociones de bien y mal como categorías absolutas. Considera la moralidad como un fenómeno relativo a la clase. Según las circunstancias y el ambiente político, cualquier acción, incluyendo el asesinato, y aún el asesinato de millares de seres humanos, puede ser mala como puede ser buena. Depende de la ideología de clase que lo alimente”.
“¿Y quién determina la ideología de clase? Toda la clase no puede reunirse para decidir lo que es bueno y lo que es malo. Pero debo decir que, en este sentido, el comunismo ha progresado. Logró contagiar a todo el mundo con esta noción del bien y del mal. Ahora no sólo los comunistas están convencidos de esto. En una sociedad progresista se considera inconveniente usar seriamente las palabras bien y mal. El comunismo supo inculcarnos a todos la idea de que tales nociones son anticuadas y ridículas”.
“Pero si nos quitan la noción de bien y mal, ¿qué nos queda? Nos quedan sólo las combinaciones vitales. Descendemos al mundo animal.” (De “En la lucha por la libertad”–Emecé Editores SA–Buenos Aires 1976).
La idea del relativismo moral promueve, entre otros aspectos, la creciente inseguridad urbana y rural. Y ello se debe a que, se acepta tácitamente, que el culpable de las acciones delictivas no es el delincuente, sino el “sistema socioeconómico”. La Gran Enciclopedia Soviética afirma: “El crimen constituye la característica de las sociedades basadas en la propiedad privada, la explotación y la desigualdad social”. Como la explotación y la desigualdad social también forman parte de los sistemas socialistas, tal afirmación queda sin sentido y pasa a ser una simple creencia.
Existe un importante sector de la sociedad que nunca se ha preparado para ganarse la vida, ya sea estudiando o aprendiendo un oficio, por cuanto el ocio y la diversión han sido prioritarios durante la mayor parte de su vida. Los sectores productivos poca predisposición tendrán por contratar a alguien con muy poca capacitación previa y con una pobre predisposición para el trabajo. Luego, no es el sector productivo el que "margina" a algunos integrantes de la sociedad sino que existe una previa automarginación. Esta forma de interpretar la realidad es rechazada por quienes promueven los conflictos y las luchas sociales por diversos motivos. Demás está decir que el capital humano es el más valioso en toda empresa y que los empresarios no tendrían mayores inconvenientes en incorporar a sus empresas a personas con capacidad inventiva y laboral.
Jorge Bosch escribió: “Uno de los argumentos favoritos de los ideólogos de la desestructuración en el ámbito de la justicia, consiste en afirmar que el delincuente no es el verdadero culpable, sino que siempre hay alguien detrás de él, alguien más poderoso y en consecuencia perteneciente a clases sociales más altas, y además detrás de éste hay otro, y finalmente se llega a la estructura social propiamente dicha. Así, la culpabilidad del delincuente se diluye en el océano de un orden social supuestamente injusto”.
“Llamo contrajusticia al conjunto de normas legales, procedimientos y actuaciones que, bajo apariencia de un espíritu progresista interesado en tratar humanitariamente a los delincuentes, conduce de hecho a la sociedad a un estado de indefensión y propicia de este modo un trato antihumanitario a las personas inocentes. Muchas veces este «humanitarismo» protector de la delincuencia es una expresión de frivolidad: «queda bien» hacer gala de humanitarismo y de preocupación por los marginados que delinquen, sin mostrar el mismo celo en la defensa de las víctimas y sin siquiera preocuparse por reflexionar seriamente y profundamente sobre el tema”. (De “Cultura y contracultura”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).
Los sectores de izquierda consideran que el delincuente es alguien que ha sido marginado previamente por la sociedad y que, por lo tanto, el delito es una justa venganza hacia esa sociedad. El apoyo evidente y decisivo a favor de la delincuencia proviene, además, de la misma legislación vigente, ya que se considera inimputables a los menores de edad por los delitos cometidos, aun si son de extrema gravedad. De ahí que la propia ley constituya una especie de invitación a los mismos para que delincan tranquilamente. Gran parte de la sociedad, para fingir cierto interés social, se muestra preocupada por la “reinserción social” del delincuente, mientras poco se interesa por la desdicha de las victimas, y futuras victimas. Abel Posse escribió: “El gatillo fácil lo tienen en nuestro país los delincuentes. La recuperación social y moral del delincuente es en todas partes (salvo en la Argentina) un episodio posterior al de desactivar su peligrosidad con la energía suficiente para que el representante del Estado y los ciudadanos o bienes amenazados no corran riesgos” (De “Criminalidad y cobardía”-Diario La Nación-10/Dic/2009).
La base de todo error y de todo conflicto radica en el alejamiento de cada individuo respecto de las leyes naturales, es decir, de aquellas leyes que apuntan a favor de la supervivencia plena de individuos y sociedades. De ahí que toda marginación social, establecida por sectores o bien autoinfligidas, derivan de una previa anomia respecto de la ley natural y también de las leyes humanas, principalmente por un desconocimiento de tales leyes o bien por una predisposición a ignorarlas.
La principal forma de anomia es la auto-impuesta; la que impide el autogobierno individual, y es la que surge de quienes se sienten por encima o bien por fuera de la sociedad y hacen lo que les viene en ganas. Si, por el contrario, existe una especie de pacto interior del que surge la norma elemental que nos sugiere, por ejemplo, “debo tratar de no molestar ni perjudicar a los demás”, entonces la persona admite cierta moral que favorecerá el posterior establecimiento de un orden social aceptable.
La ausencia de acatamiento, como se dijo, se debe a que tales normas no tienen vigencia ya sea por ser desconocidas por el grupo, o bien porque el individuo las conoce y finge cumplirlas para quedar bien con los demás (hipocresía) o bien trata de hacer lo contrario a tales normas para escandalizar a los demás (cinismo).
Algunas calificaciones internacionales respecto de la mala conducción de vehículos, nos ubica a los argentinos en el sexto lugar a nivel mundial. Esta pobre calificación se debe esencialmente a la falta de respeto por las normas de tránsito, lo que deriva de la falta de respeto de toda norma, ya que quien conduce como le viene en ganas, la misma actitud o predisposición la aplicará en el resto de sus acciones. Luego, la decadencia económica, política, social y todo lo demás, se debe esencialmente a tal egoísmo intenso generalizado.
La anomia viene ligada al relativismo moral. Este relativismo parte de la idea básica de que no existe el bien ni el mal ya que ambos serían conceptos subjetivos. Alexander Solyenitzin escribió: “El comunismo nunca ocultó su negación de los conceptos morales absolutos. Se mofa de las nociones de bien y mal como categorías absolutas. Considera la moralidad como un fenómeno relativo a la clase. Según las circunstancias y el ambiente político, cualquier acción, incluyendo el asesinato, y aún el asesinato de millares de seres humanos, puede ser mala como puede ser buena. Depende de la ideología de clase que lo alimente”.
“¿Y quién determina la ideología de clase? Toda la clase no puede reunirse para decidir lo que es bueno y lo que es malo. Pero debo decir que, en este sentido, el comunismo ha progresado. Logró contagiar a todo el mundo con esta noción del bien y del mal. Ahora no sólo los comunistas están convencidos de esto. En una sociedad progresista se considera inconveniente usar seriamente las palabras bien y mal. El comunismo supo inculcarnos a todos la idea de que tales nociones son anticuadas y ridículas”.
“Pero si nos quitan la noción de bien y mal, ¿qué nos queda? Nos quedan sólo las combinaciones vitales. Descendemos al mundo animal.” (De “En la lucha por la libertad”–Emecé Editores SA–Buenos Aires 1976).
La idea del relativismo moral promueve, entre otros aspectos, la creciente inseguridad urbana y rural. Y ello se debe a que, se acepta tácitamente, que el culpable de las acciones delictivas no es el delincuente, sino el “sistema socioeconómico”. La Gran Enciclopedia Soviética afirma: “El crimen constituye la característica de las sociedades basadas en la propiedad privada, la explotación y la desigualdad social”. Como la explotación y la desigualdad social también forman parte de los sistemas socialistas, tal afirmación queda sin sentido y pasa a ser una simple creencia.
viernes, 22 de agosto de 2025
Cultura es lo que nos falta
En una entrevista radial, alguien conocedor del tema, afirma que en esta época (cercana a Agosto de 2025) existen en el planeta unas 56 guerras, o conflictos armados. Por otra parte, observamos en los noticieros el salvajismo evidenciado durante el partido de fútbol entre Independiente de Avellaneda y la Universidad de Chile, que no sólo se debió a las minorías barra bravas, sino también al apoyo parcial de las mayorías ante el vandalismo reinante. Incluso la policía local mostró acciones violentas innecesarias luego de concluidos los principales disturbios.
Por lo general, ante situaciones de crisis sociales, políticas y económicas, se buscan las soluciones a partir de la política, en algunos casos, o en la economía, en otros casos, siempre a través de ideologías o visiones generales del mundo real. Sin embargo, casi siempre se ignora que el fundamento básico de toda sociedad es la ética personal de cada ser humano. Cuando esta ética está alejada de la tendencia hacia la cooperación social, resulta muy limitada la incidencia de las mejores políticas y de las mejores economías posibles.
Puede decirse que son los valores elegidos por los integrantes de la sociedad los que definen las acciones a seguir. Se trata de una elección entre unas pocas posibilidades. La búsqueda de actitudes cooperativas es la consecuencia de poseer una inteligencia normal, ya que así se logrará un nivel aceptable de felicidad. Como muchos desconocen este aspecto del comportamiento humano, suponen que la felicidad se encontrará a través de la búsqueda de lo material o bien carecerán de una orientación al respecto.
Para mejorar el orden social, debe primero mejorarse el nivel ético individual, condición esencial del hombre que incluso tiende a hacer innecesaria la ley proveniente del derecho. Es decir, si todos los hombres estuviésemos adaptados plenamente al orden natural, orientados por una predominante actitud cooperativa, no sería necesario el refuerzo que la ley humana debe prestar para orientarlo en la dirección correcta. Como, en realidad, todavía estamos lejos de esa situación ideal, la ley humana debe seguir ayudando a consolidar el proceso de adaptación mencionado.
La ética cristiana, que coincide esencialmente con la ética natural, no tiene la influencia esperada por cuanto ha sido desplazada por simbologías y misterios. Además, sus predicadores no han sido del todo eficaces. En este caso puede hacerse una analogía con el caso de los vendedores. Así, mientras que el buen vendedor es el que se interesa realmente por el cliente, el mal vendedor se dedica a exaltar los atributos de lo que vende, o bien trata de mostrar sus aptitudes de vendedor, dejando de lado al comprador que sólo es considerado como un medio para lograr el objetivo del vendedor: la venta. En forma similar, el predicador tiende a exaltar a Dios y a Cristo, e incluso a mostrar sus atributos personales sin apenas interesarse por el individuo a quien se dirige, que pasa a ser algo secundario. El cristianismo inicial, por el contrario, parece constituir un desesperado intento de salvar a la humanidad de su propia autodestrucción.
Varios autores señalan que lo cultural es prioritario a lo político y a lo económico, para encontrar el rumbo definitivo que nos lleve hacia el real progreso del ser humano. Lo cultural, asociado a lo espiritual, no es otra cosa que la búsqueda consciente de dos aspectos relegados por el materialismo y la superficialidad reinante, y ellos son: lo intelectual y lo afectivo (o ético). Samuel P. Huntington escribió: “Si la cultura incluye todo, no explica nada. Por lo tanto, definimos la cultura en términos puramente subjetivos como los valores, actitudes, creencias, orientaciones y suposiciones subyacentes que prevalecen entre las personas que conforman una sociedad”.
Lawrence E. Harrison, por su parte, escribió: “El escepticismo respecto de la relación entre los valores culturales y el progreso humano aparece en especial en dos disciplinas: la economía y la antropología. Muchos economistas consideran axiomático que una política económica adecuada y efectivamente aplicada produzca los mismos resultados independientemente de la cultura. El problema, en este punto, es el caso de los países multiculturales en los que a algunos grupos étnicos les va mejor que a otros, aunque todos operen con las mismas señales económicas. Los ejemplos son las minorías chinas en Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas y EEUU, las minorías japonesas en Brasil y los EEUU, los vascos en España y en América Latina, y los judíos donde sea que hayan migrado” (De “La cultura es lo que importa” de S. P. Huntington, L. E. Harrison y otros-Ariel-Buenos Aires 2001).
Cuando diferentes artistas protestan por el poco apoyo que reciben del Estado, no hablan en nombre del arte sino de la “cultura”. Si bien una denominación puede ser un detalle de escasa importancia, resulta sin embargo una respuesta típica de un sector que considera como “culto” esencialmente a quien se dedica a alguna forma de arte, mientras excluye indirectamente a otras actividades humanas del ámbito de la cultura. Algo similar ocurre con la denominación de “intelectual”, reservada esencialmente a quien se dedica a la literatura.
Si tenemos en cuenta que la evolución cultural es un proceso que implica también realizaciones científicas, filosóficas y religiosas, resultan un tanto indebidas las pretensiones de los sectores artísticos y literarios, especialmente por el hecho de considerar como inculto y hasta incivilizado a quien desconoce las obras que ellos realizan. Stephen Jay Gould escribió: “La tercera cultura es una idea poderosa. Entre los intelectuales de letras hay algo así como una conspiración para acaparar el panorama intelectual y editorial, cuando de hecho hay un grupo de escritores no novelistas, de formación científica en su mayoría, con multitud de ideas fascinantes sobre las que la gente desea leer. Y algunos de nosotros escribimos y nos expresamos bastante bien”.
“El Nobel británico Peter Medawar, un científico de educación humanista y clásica, decía que no era justo que un científico que conocía poco el arte y la música fuese considerado entre la gente de letras como un imbécil y un filisteo, mientras que ellos no se sentían en absoluto obligados a conocer la ciencia para considerarse cultos: toda persona culta tenía que poseer una cultura artística, musical y literaria, pero no necesariamente científica” (De “La tercera cultura” de John Brockman-Tusquets Editores SA-Barcelona 1996).
A Murray Gell-Mann también le llama la atención el hecho de que haya quienes se jactan de no saber nada acerca de la ciencia: “Por desgracia, en el terreno de las artes y las humanidades –y hasta puede que en el de las ciencias sociales- hay gente que presume de saber muy poco de ciencia, tecnología o matemáticas. En cambio el fenómeno opuesto es muy raro. Uno se encuentra de vez en cuando con científicos que no han leído a Shakespeare, pero nunca se encontrará con uno que se vanaglorie de ello”.
La supervivencia del hombre depende esencialmente de su herencia cultural. Si ignorásemos, por ejemplo, los conocimientos aportados por la medicina, seguramente descendería nuestra edad promedio de vida. Ralph Linton escribió: “Sin la presencia de la cultura, que conserva las conquistas anteriores y forja a la generación que sigue…el homo sapiens no sería más que un primate antropoide de la Tierra, ligeramente distinto en estructura y un poco superior en inteligencia al chimpancé, pero hermano suyo”. “Los seres humanos deben su preeminencia actual en parte a su dotación mental superior, pero sobre todo a las ideas, hábitos y técnicas que han recibido de sus antepasados” (De “El estudio del hombre”-Fondo de Cultura Económica-México 1972).
La antropología estudia la forma en que surge la cultura, que está asociada a la información aportada por las distintas generaciones para ser transmitida a las futuras. De ahí que se ocupe de temas tales como organización social, derecho, religión, raza, lenguaje, moral, arte, etc. Si bien estos temas también son estudiados por la psicología, la sociología y otras ciencias sociales, el enfoque antropológico apunta a describir las etapas del surgimiento de la cultura en los distintos pueblos y a proponer posteriores comparaciones. R. R. Marett escribió: “La antropología es la historia total del hombre, animado y penetrado por la idea de la evolución. El hombre en evolución –tal es, en toda su vastedad- el objeto de la Antropología”. “El papel de la Antropología consiste sencillamente en describir. Mas sin salirse de los límites de su campo, puede y debe proceder de lo particular a lo general, aspirando nada menos que a una fórmula descriptiva que resuma y corone la serie total de transformaciones en que la evolución del hombre consiste” (De “Antropología”-Editorial Labor SA-Barcelona 1931).
El punto de partida, algunos miles de años atrás, es la época en que el hombre llega a un estado de evolución biológica similar al del hombre actual, pero con un mínimo nivel cultural, o de información adquirida. Para facilitar la descripción podemos suponer que ese hombre lleva información biológica en su propio cuerpo y mente en un 100% y cultural en un 0%, por cuanto nada ha podido heredar. El punto de llegada, como tendencia, habrá de ser el hombre evolucionado culturalmente, o el hombre espiritual, que habrá podido incorporar a su propia mente una gran parte de la información adquirida por las sucesivas generaciones humanas. De ahí que la información disponible por este hombre del futuro podrá ser de origen biológico en un 50% y cultural en un 50%, por estimar alguna cifra.
Al existir la evolución cultural del hombre, podemos decir que la tarea de la antropología consiste precisamente en la descripción de tal proceso, que va asociado a un progresivo aumento en el nivel de adaptación al orden natural. De ahí que, en cierta forma, en lugar de buscar prioritariamente la descripción de todo tipo de cultura existente en el pasado y en la actualidad (antropología experimental), deberá encontrarse, además, una valoración posterior en función del proceso de la evolución cultural con un progreso paulatino en cuanto al nivel de adaptación (antropología teórica).
Este cambio es necesario para evitar que sea designado como “cultural” todo acontecimiento social sin una previa valoración bajo el criterio mencionado. Jorge Bosch escribió: “Para los antropólogos todas las relaciones sociales que no se derivan directamente del patrimonio genético poseen carácter cultural; todas, independientemente de cualquier sistema de valores. Desde el punto de vista antropológico, son rasgos culturales las ceremonias de casamiento y las formas de delincuencia, las honras fúnebres y las estafas. Las modalidades del trabajo y los métodos de corrupción de las conciencias” (De “Cultura y contracultura”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).
Un aspecto notable de la influencia que la ciencia ejerce sobre la humanidad es el cambio que produce en la visión que en cada época nos formamos acerca del universo. Antiguamente se pensaba que el hombre era un ser viviente ya formado en una etapa previa, y que poco podíamos hacer para cambiarlo, mientras que ahora advertimos que debemos construirnos a nosotros mismos, como una tarea inesperada. Podemos decir que el Creador nos ha hecho partícipes de su obra, ya que nuestra evolución cultural es una actividad prevista por la naturaleza, y no una intromisión del hombre en el plan implícito en el propio orden natural.
La antropología teórica, o valorativa, sólo puede establecerse con la colaboración de otras ramas de las ciencias sociales. Ello se debe principalmente a que todo grupo humano está constituido por individuos y de ahí que exista una cercana relación entre las distintas personalidades individuales y la cultura emergente del grupo social. Ralph Linton escribió:
“El entendimiento de la cultura es para el antropólogo lo que para el matemático el conocimiento de los números. Pero cuando aquél se propone conocer la integración de la cultura encuentra que sólo puede lograrlo recurriendo al psicólogo que estudia la personalidad y con quien colabora, a su vez, siempre que se trate de explicar los factores que condicionan dicha personalidad; la multiplicidad ambiental y la diversidad del medio cultural. Semejante colaboración es hoy imprescindible como necesidad científica en las Ciencias Sociales, desde el proceso mismo de la investigación”.
“El estudio sistemático de las relaciones entre el individuo, la sociedad y la cultura, es el progreso más reciente que ha logrado el hombre en su viejo esfuerzo de entenderse a sí mismo. Este estudio versa sobre el punto de contacto de tres antiguas disciplinas científicas, a saber: la psicología, la sociología y la antropología. Cada una ha seleccionado una serie determinada de fenómenos, ha desarrollado sus propias técnicas y actualmente puede exhibir un buen número de resultados positivos” (De “Cultura y personalidad”-Fondo de Cultura Económica-México 1971).
Es posible afirmar que, a nivel individual, existe una ética natural objetiva que consiste en adoptar una actitud cooperativa que permite compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes, siendo éste el camino del bien. Las restantes actitudes, competitivas, egoístas y negligentes, constituyen el camino del mal. Luego, la cultura emergente de una sociedad en la que predomina el bien ha de ser muy distinta a la cultura de una sociedad en la que predomina el mal; por lo que, necesariamente, la primera ha de ser mejor que la segunda, por cuanto en el primer caso el individuo está mejor adaptado al orden natural. De ahí que, desde este punto de vista, no tendrá validez el relativismo cultural que valora igualitariamente a toda cultura posible. John Monaghan y Peter Just escriben:
“Entre las consecuencias morales, filosóficas y políticas del surgimiento del concepto de cultura se encuentra el desarrollo de la doctrina del «relativismo cultural». Partimos de la premisa de que nuestras creencias, moral y comportamientos –incluso las verdaderas concepciones del mundo que nos rodea- son productos de la cultura que asimilamos como miembros de una comunidad. Sí, como creemos, el contenido de la cultura es el producto de la experiencia histórica, arbitraria de una persona, entonces lo que somos como seres sociales también es un producto histórico, arbitrario. Como la cultura determina nuestra visión del mundo de una manera tan profunda, entonces hay razones para pensar que no tenemos una base objetiva para afirmar que una visión del mundo es superior a otra, o que puede utilizarse una visión del mundo para medir las demás. En este sentido, las culturas sólo pueden juzgarse como relativas en relación con cualquier otra, y el significado de una creencia o comportamiento determinado debe entenderse, antes que nada, como relativo a su propio contexto cultural. En otras palabras, constituye la base de lo que ha dado en llamarse relativismo cultural” (De “Antropología social y cultural”-Editorial Océano de México SA-México 2006).
Los argumentos que fundamentan el relativismo moral, asociados a la anterior cita, provienen de no tener en cuenta tres aspectos básicos:
a) El hombre actúa no sólo por influencia del medio social, sino también por sus atributos genéticos heredados.
b) La cultura dominante en un grupo social depende bastante de las personalidades individuales de sus integrantes, de donde, a la desigualdad de personalidades, le sigue una desigual cultura. Como existe una ética individual objetiva, ha de existir una valoración objetiva de la cultura dominante.
c) La visión científica disponible a partir de los avances de la ciencia experimental nos muestra que los conocimientos por ella aportados resultan superiores, en sentido absoluto y en algunos temas, a las creencias dominantes en sociedades atrasadas respecto a tales temas.
El hombre surge luego de sucesivas mutaciones genéticas, cuyos efectos fueron seleccionados mediante el proceso de prueba y error (selección natural). En una forma similar aparecen los distintos cambios culturales y científicos. De ahí que la cultura adoptada por cada pueblo sea la adecuada, o la que mejor parece serlo. Ante la innovación, se estiman los posibles efectos, o bien se considera lo que ocurrió en otros pueblos en similares circunstancias.
El espíritu de cambio, que tiende a rechazar parcialmente al pasado, se opone al espíritu conservador que trata de mantenerlo. El primero puede servir tanto para mejorar como para empeorar el nivel cultural de una sociedad. Si se busca el cambio por el cambio mismo, sólo se buscará contradecir todo lo anterior. Tanto el innovador como el reaccionario tratan de imponer cambios en la estructura social. Al principio no son descubiertos como tales, ya que el tiempo será el que logrará darles su verdadera importancia. Tales individuos se presentan como “mutaciones sociales” que pueden tanto favorecer como perjudicar al organismo social.
Una parte importante de los conflictos humanos se debe a los diversos intentos por imponer la cultura propia a otros pueblos. Ello implica imponer religiones, creencias, sistemas políticos o económicos, etc. Con el tiempo, y con el auge de las comunicaciones, existe una tendencia hacia la universalización de las culturas, que presenta la ventaja evidente de un posible cese de los conflictos. Tal cultura ha de heredar el carácter universal que presenta el conocimiento científico, al menos hasta donde llega su alcance.
Muchos son los que erróneamente tienen depositada su confianza en el multiculturalismo basado en el relativismo moral, si bien resulta conveniente depositar nuestra confianza en el universalismo basado en el objetivismo cultural. Como existe una ley natural objetiva que da lugar a un orden natural con tal atributo, debemos tomarlo como referencia para comparar toda “mutación cultural” propuesta para ir conformando una cultura universal.
Por lo general, ante situaciones de crisis sociales, políticas y económicas, se buscan las soluciones a partir de la política, en algunos casos, o en la economía, en otros casos, siempre a través de ideologías o visiones generales del mundo real. Sin embargo, casi siempre se ignora que el fundamento básico de toda sociedad es la ética personal de cada ser humano. Cuando esta ética está alejada de la tendencia hacia la cooperación social, resulta muy limitada la incidencia de las mejores políticas y de las mejores economías posibles.
Puede decirse que son los valores elegidos por los integrantes de la sociedad los que definen las acciones a seguir. Se trata de una elección entre unas pocas posibilidades. La búsqueda de actitudes cooperativas es la consecuencia de poseer una inteligencia normal, ya que así se logrará un nivel aceptable de felicidad. Como muchos desconocen este aspecto del comportamiento humano, suponen que la felicidad se encontrará a través de la búsqueda de lo material o bien carecerán de una orientación al respecto.
Para mejorar el orden social, debe primero mejorarse el nivel ético individual, condición esencial del hombre que incluso tiende a hacer innecesaria la ley proveniente del derecho. Es decir, si todos los hombres estuviésemos adaptados plenamente al orden natural, orientados por una predominante actitud cooperativa, no sería necesario el refuerzo que la ley humana debe prestar para orientarlo en la dirección correcta. Como, en realidad, todavía estamos lejos de esa situación ideal, la ley humana debe seguir ayudando a consolidar el proceso de adaptación mencionado.
La ética cristiana, que coincide esencialmente con la ética natural, no tiene la influencia esperada por cuanto ha sido desplazada por simbologías y misterios. Además, sus predicadores no han sido del todo eficaces. En este caso puede hacerse una analogía con el caso de los vendedores. Así, mientras que el buen vendedor es el que se interesa realmente por el cliente, el mal vendedor se dedica a exaltar los atributos de lo que vende, o bien trata de mostrar sus aptitudes de vendedor, dejando de lado al comprador que sólo es considerado como un medio para lograr el objetivo del vendedor: la venta. En forma similar, el predicador tiende a exaltar a Dios y a Cristo, e incluso a mostrar sus atributos personales sin apenas interesarse por el individuo a quien se dirige, que pasa a ser algo secundario. El cristianismo inicial, por el contrario, parece constituir un desesperado intento de salvar a la humanidad de su propia autodestrucción.
Varios autores señalan que lo cultural es prioritario a lo político y a lo económico, para encontrar el rumbo definitivo que nos lleve hacia el real progreso del ser humano. Lo cultural, asociado a lo espiritual, no es otra cosa que la búsqueda consciente de dos aspectos relegados por el materialismo y la superficialidad reinante, y ellos son: lo intelectual y lo afectivo (o ético). Samuel P. Huntington escribió: “Si la cultura incluye todo, no explica nada. Por lo tanto, definimos la cultura en términos puramente subjetivos como los valores, actitudes, creencias, orientaciones y suposiciones subyacentes que prevalecen entre las personas que conforman una sociedad”.
Lawrence E. Harrison, por su parte, escribió: “El escepticismo respecto de la relación entre los valores culturales y el progreso humano aparece en especial en dos disciplinas: la economía y la antropología. Muchos economistas consideran axiomático que una política económica adecuada y efectivamente aplicada produzca los mismos resultados independientemente de la cultura. El problema, en este punto, es el caso de los países multiculturales en los que a algunos grupos étnicos les va mejor que a otros, aunque todos operen con las mismas señales económicas. Los ejemplos son las minorías chinas en Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas y EEUU, las minorías japonesas en Brasil y los EEUU, los vascos en España y en América Latina, y los judíos donde sea que hayan migrado” (De “La cultura es lo que importa” de S. P. Huntington, L. E. Harrison y otros-Ariel-Buenos Aires 2001).
Cuando diferentes artistas protestan por el poco apoyo que reciben del Estado, no hablan en nombre del arte sino de la “cultura”. Si bien una denominación puede ser un detalle de escasa importancia, resulta sin embargo una respuesta típica de un sector que considera como “culto” esencialmente a quien se dedica a alguna forma de arte, mientras excluye indirectamente a otras actividades humanas del ámbito de la cultura. Algo similar ocurre con la denominación de “intelectual”, reservada esencialmente a quien se dedica a la literatura.
Si tenemos en cuenta que la evolución cultural es un proceso que implica también realizaciones científicas, filosóficas y religiosas, resultan un tanto indebidas las pretensiones de los sectores artísticos y literarios, especialmente por el hecho de considerar como inculto y hasta incivilizado a quien desconoce las obras que ellos realizan. Stephen Jay Gould escribió: “La tercera cultura es una idea poderosa. Entre los intelectuales de letras hay algo así como una conspiración para acaparar el panorama intelectual y editorial, cuando de hecho hay un grupo de escritores no novelistas, de formación científica en su mayoría, con multitud de ideas fascinantes sobre las que la gente desea leer. Y algunos de nosotros escribimos y nos expresamos bastante bien”.
“El Nobel británico Peter Medawar, un científico de educación humanista y clásica, decía que no era justo que un científico que conocía poco el arte y la música fuese considerado entre la gente de letras como un imbécil y un filisteo, mientras que ellos no se sentían en absoluto obligados a conocer la ciencia para considerarse cultos: toda persona culta tenía que poseer una cultura artística, musical y literaria, pero no necesariamente científica” (De “La tercera cultura” de John Brockman-Tusquets Editores SA-Barcelona 1996).
A Murray Gell-Mann también le llama la atención el hecho de que haya quienes se jactan de no saber nada acerca de la ciencia: “Por desgracia, en el terreno de las artes y las humanidades –y hasta puede que en el de las ciencias sociales- hay gente que presume de saber muy poco de ciencia, tecnología o matemáticas. En cambio el fenómeno opuesto es muy raro. Uno se encuentra de vez en cuando con científicos que no han leído a Shakespeare, pero nunca se encontrará con uno que se vanaglorie de ello”.
La supervivencia del hombre depende esencialmente de su herencia cultural. Si ignorásemos, por ejemplo, los conocimientos aportados por la medicina, seguramente descendería nuestra edad promedio de vida. Ralph Linton escribió: “Sin la presencia de la cultura, que conserva las conquistas anteriores y forja a la generación que sigue…el homo sapiens no sería más que un primate antropoide de la Tierra, ligeramente distinto en estructura y un poco superior en inteligencia al chimpancé, pero hermano suyo”. “Los seres humanos deben su preeminencia actual en parte a su dotación mental superior, pero sobre todo a las ideas, hábitos y técnicas que han recibido de sus antepasados” (De “El estudio del hombre”-Fondo de Cultura Económica-México 1972).
La antropología estudia la forma en que surge la cultura, que está asociada a la información aportada por las distintas generaciones para ser transmitida a las futuras. De ahí que se ocupe de temas tales como organización social, derecho, religión, raza, lenguaje, moral, arte, etc. Si bien estos temas también son estudiados por la psicología, la sociología y otras ciencias sociales, el enfoque antropológico apunta a describir las etapas del surgimiento de la cultura en los distintos pueblos y a proponer posteriores comparaciones. R. R. Marett escribió: “La antropología es la historia total del hombre, animado y penetrado por la idea de la evolución. El hombre en evolución –tal es, en toda su vastedad- el objeto de la Antropología”. “El papel de la Antropología consiste sencillamente en describir. Mas sin salirse de los límites de su campo, puede y debe proceder de lo particular a lo general, aspirando nada menos que a una fórmula descriptiva que resuma y corone la serie total de transformaciones en que la evolución del hombre consiste” (De “Antropología”-Editorial Labor SA-Barcelona 1931).
El punto de partida, algunos miles de años atrás, es la época en que el hombre llega a un estado de evolución biológica similar al del hombre actual, pero con un mínimo nivel cultural, o de información adquirida. Para facilitar la descripción podemos suponer que ese hombre lleva información biológica en su propio cuerpo y mente en un 100% y cultural en un 0%, por cuanto nada ha podido heredar. El punto de llegada, como tendencia, habrá de ser el hombre evolucionado culturalmente, o el hombre espiritual, que habrá podido incorporar a su propia mente una gran parte de la información adquirida por las sucesivas generaciones humanas. De ahí que la información disponible por este hombre del futuro podrá ser de origen biológico en un 50% y cultural en un 50%, por estimar alguna cifra.
Al existir la evolución cultural del hombre, podemos decir que la tarea de la antropología consiste precisamente en la descripción de tal proceso, que va asociado a un progresivo aumento en el nivel de adaptación al orden natural. De ahí que, en cierta forma, en lugar de buscar prioritariamente la descripción de todo tipo de cultura existente en el pasado y en la actualidad (antropología experimental), deberá encontrarse, además, una valoración posterior en función del proceso de la evolución cultural con un progreso paulatino en cuanto al nivel de adaptación (antropología teórica).
Este cambio es necesario para evitar que sea designado como “cultural” todo acontecimiento social sin una previa valoración bajo el criterio mencionado. Jorge Bosch escribió: “Para los antropólogos todas las relaciones sociales que no se derivan directamente del patrimonio genético poseen carácter cultural; todas, independientemente de cualquier sistema de valores. Desde el punto de vista antropológico, son rasgos culturales las ceremonias de casamiento y las formas de delincuencia, las honras fúnebres y las estafas. Las modalidades del trabajo y los métodos de corrupción de las conciencias” (De “Cultura y contracultura”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).
Un aspecto notable de la influencia que la ciencia ejerce sobre la humanidad es el cambio que produce en la visión que en cada época nos formamos acerca del universo. Antiguamente se pensaba que el hombre era un ser viviente ya formado en una etapa previa, y que poco podíamos hacer para cambiarlo, mientras que ahora advertimos que debemos construirnos a nosotros mismos, como una tarea inesperada. Podemos decir que el Creador nos ha hecho partícipes de su obra, ya que nuestra evolución cultural es una actividad prevista por la naturaleza, y no una intromisión del hombre en el plan implícito en el propio orden natural.
La antropología teórica, o valorativa, sólo puede establecerse con la colaboración de otras ramas de las ciencias sociales. Ello se debe principalmente a que todo grupo humano está constituido por individuos y de ahí que exista una cercana relación entre las distintas personalidades individuales y la cultura emergente del grupo social. Ralph Linton escribió:
“El entendimiento de la cultura es para el antropólogo lo que para el matemático el conocimiento de los números. Pero cuando aquél se propone conocer la integración de la cultura encuentra que sólo puede lograrlo recurriendo al psicólogo que estudia la personalidad y con quien colabora, a su vez, siempre que se trate de explicar los factores que condicionan dicha personalidad; la multiplicidad ambiental y la diversidad del medio cultural. Semejante colaboración es hoy imprescindible como necesidad científica en las Ciencias Sociales, desde el proceso mismo de la investigación”.
“El estudio sistemático de las relaciones entre el individuo, la sociedad y la cultura, es el progreso más reciente que ha logrado el hombre en su viejo esfuerzo de entenderse a sí mismo. Este estudio versa sobre el punto de contacto de tres antiguas disciplinas científicas, a saber: la psicología, la sociología y la antropología. Cada una ha seleccionado una serie determinada de fenómenos, ha desarrollado sus propias técnicas y actualmente puede exhibir un buen número de resultados positivos” (De “Cultura y personalidad”-Fondo de Cultura Económica-México 1971).
Es posible afirmar que, a nivel individual, existe una ética natural objetiva que consiste en adoptar una actitud cooperativa que permite compartir las penas y las alegrías de nuestros semejantes, siendo éste el camino del bien. Las restantes actitudes, competitivas, egoístas y negligentes, constituyen el camino del mal. Luego, la cultura emergente de una sociedad en la que predomina el bien ha de ser muy distinta a la cultura de una sociedad en la que predomina el mal; por lo que, necesariamente, la primera ha de ser mejor que la segunda, por cuanto en el primer caso el individuo está mejor adaptado al orden natural. De ahí que, desde este punto de vista, no tendrá validez el relativismo cultural que valora igualitariamente a toda cultura posible. John Monaghan y Peter Just escriben:
“Entre las consecuencias morales, filosóficas y políticas del surgimiento del concepto de cultura se encuentra el desarrollo de la doctrina del «relativismo cultural». Partimos de la premisa de que nuestras creencias, moral y comportamientos –incluso las verdaderas concepciones del mundo que nos rodea- son productos de la cultura que asimilamos como miembros de una comunidad. Sí, como creemos, el contenido de la cultura es el producto de la experiencia histórica, arbitraria de una persona, entonces lo que somos como seres sociales también es un producto histórico, arbitrario. Como la cultura determina nuestra visión del mundo de una manera tan profunda, entonces hay razones para pensar que no tenemos una base objetiva para afirmar que una visión del mundo es superior a otra, o que puede utilizarse una visión del mundo para medir las demás. En este sentido, las culturas sólo pueden juzgarse como relativas en relación con cualquier otra, y el significado de una creencia o comportamiento determinado debe entenderse, antes que nada, como relativo a su propio contexto cultural. En otras palabras, constituye la base de lo que ha dado en llamarse relativismo cultural” (De “Antropología social y cultural”-Editorial Océano de México SA-México 2006).
Los argumentos que fundamentan el relativismo moral, asociados a la anterior cita, provienen de no tener en cuenta tres aspectos básicos:
a) El hombre actúa no sólo por influencia del medio social, sino también por sus atributos genéticos heredados.
b) La cultura dominante en un grupo social depende bastante de las personalidades individuales de sus integrantes, de donde, a la desigualdad de personalidades, le sigue una desigual cultura. Como existe una ética individual objetiva, ha de existir una valoración objetiva de la cultura dominante.
c) La visión científica disponible a partir de los avances de la ciencia experimental nos muestra que los conocimientos por ella aportados resultan superiores, en sentido absoluto y en algunos temas, a las creencias dominantes en sociedades atrasadas respecto a tales temas.
El hombre surge luego de sucesivas mutaciones genéticas, cuyos efectos fueron seleccionados mediante el proceso de prueba y error (selección natural). En una forma similar aparecen los distintos cambios culturales y científicos. De ahí que la cultura adoptada por cada pueblo sea la adecuada, o la que mejor parece serlo. Ante la innovación, se estiman los posibles efectos, o bien se considera lo que ocurrió en otros pueblos en similares circunstancias.
El espíritu de cambio, que tiende a rechazar parcialmente al pasado, se opone al espíritu conservador que trata de mantenerlo. El primero puede servir tanto para mejorar como para empeorar el nivel cultural de una sociedad. Si se busca el cambio por el cambio mismo, sólo se buscará contradecir todo lo anterior. Tanto el innovador como el reaccionario tratan de imponer cambios en la estructura social. Al principio no son descubiertos como tales, ya que el tiempo será el que logrará darles su verdadera importancia. Tales individuos se presentan como “mutaciones sociales” que pueden tanto favorecer como perjudicar al organismo social.
Una parte importante de los conflictos humanos se debe a los diversos intentos por imponer la cultura propia a otros pueblos. Ello implica imponer religiones, creencias, sistemas políticos o económicos, etc. Con el tiempo, y con el auge de las comunicaciones, existe una tendencia hacia la universalización de las culturas, que presenta la ventaja evidente de un posible cese de los conflictos. Tal cultura ha de heredar el carácter universal que presenta el conocimiento científico, al menos hasta donde llega su alcance.
Muchos son los que erróneamente tienen depositada su confianza en el multiculturalismo basado en el relativismo moral, si bien resulta conveniente depositar nuestra confianza en el universalismo basado en el objetivismo cultural. Como existe una ley natural objetiva que da lugar a un orden natural con tal atributo, debemos tomarlo como referencia para comparar toda “mutación cultural” propuesta para ir conformando una cultura universal.
jueves, 21 de agosto de 2025
Ecologistas y antihumanismo
Puede establecerse cierta analogía entre las actitudes de los integrantes de algunos grupos ecologistas con las actitudes de los seguidores del nazismo y del socialismo. Así, los nazis promovían el mejoramiento de las razas humanas destruyendo a las que consideraban "inferiores"; por otra parte, los socialistas promovían el mejoramiento de las sociedades eliminando a la clase social "incorrecta". En los últimos tiempos han surgido grupos ecologistas que, promoviendo la mejora del medio ambiente, tienden a limitar de alguna forma a la humanidad, incluso tratando de destruirla si fuera posible.
La limitación de la población humana es promovida por tales ecologistas apoyando el aborto legal y los vínculos homosexuales, ya que éstos no pueden tener hijos. Luego, favorecen el bloqueo de toda tecnología favorable a la agricultura, el bloqueo de varias formas de generación eléctrica y la oposición a la minería y al consumo de alimentos de origen animal. Con economías nacionales bloqueadas en estos rubros, se garantiza un nivel de pobreza que facilitará la interrupción del avance demográfico.
Acerca de este tema, se transcribe un artículo:
LOS ECOLOGISMOS ANTIHUMANOS
Por Franco Ricoveri
El hombre moderno se ha ocupado de destruir todo, inclusive la naturaleza y eso indigna.
El difunto Felipe de Edimburgo, príncipe, rey consorte, o garrapata real según de donde se lo miraba, padre del actual rey Charly, dijo una frase proféticamente atroz (y chequeada, porque en verdad semejante salvajada es inconcebible): "Me gustaría reencarnar como virus mortal, para contribuir a resolver la sobrepoblación". Finó el geronte y al tiempo apareció el virus ese de la corona. Diga que uno no cree en la reencarnación. Pero no es el caso, el tema es que tan "digno" personaje era un famoso ecologista, miembro fundador y caracterizado de la WWF, una de las más fuertes organizaciones "defensoras del medio ambiente" del mundo, y otras "sociedades ecologistas".
No era una broma lo que dijo, es que existe un "ecologismo" perverso que cree que para salvar al planeta tienen que desaparecer los hombres: "el hombre es el cáncer de la naturaleza. La desaparición del ser humano es el único modo de salvar el medio ambiente". Claro, desaparición de todos los que no sean "ellos", no vaya a ser, porque los que sobran son siempre los otros, no los amigos del club. A ninguno de estos tipos se les ocurrió colgarse de una viga para cuidar el medioambiente, como no se les cayó una moneda para ayudar a los necesitados y a las víctimas de este mundo deshumanizado. Por supuesto que no es una tara que acaparen los anglosajones, aunque sean en todo sus máximos publicistas: Hitler y Stalin fueron de esa misma laya, por sólo dar un par de ejemplos cercanos y no llegar hasta Calígula. Herman Göring, vegetariano por convicción como su jefe, prohibió la vivisección de los animales porque era una crueldad. Stalin amaba a sus perros, al mismo tiempo que masacraba sin piedad a millones de sus paisanos y mataba de hambre a otros millones de ucranianos sin que occidente interviniese. Hay muchos defensores del ecologismo de esa laya, no distintos al desgraciado Felipe.
Por acá también abundan y desde hace tiempo. Hoy parece ser más grave maltratar a un animal que abusar o directamente asesinar a un niño (que en paz descanse el querido Lucio.). En nuestra despoblada Patria, gracias al tándem Macri-Fernández (x 2) y sus cómplices hoy nos faltan más de 100.000 niños que debieran haber nacido y gozado del amor de sus padres, abuelos, tíos, amigos. Irrecuperables. Si fuesen ballenas, pichiciegos, yaguaretés, o lo que venga, sería un escándalo, pero son "seres humanos" y parece que están de más.
LA ABOLICION DEL HOMBRE
Los millones gastados para reubicar los animales de nuestros zoológicos, ¿se justifican cuando al mismo tiempo tenemos desnutrición infantil y arruinamos el futuro de miles de niños por estar mal alimentados? ¿Vale más que la elefanta Cuchuflita termine sus días en un "santuario" a que coman diariamente los chicos wichis? ¿Valen más las mascotas que los viejitos que no pueden pagarse los remedios, que los enfermos oncológicos que reciben tratamientos malos y tardíos... que los miles de abandonados, ofendidos y humillados que pueblan nuestra tierra? Es una distorsión más en un mundo idiota, porque sí, para cierta gente, valen más.
Como valía más esa supuesta ecología cuando, en el Nahuel Huapi, Parques Nacionales implementó casi desde sus orígenes una política cruel persiguiendo a los antiguos pobladores. ¿Mapuches? No señor, los pocos mapuches que hoy abusan del derecho, vinieron desde Chile y son un "negocio" de nuestros días. Los escasos prehispánicos (nómades) de esa zona fueron tehuelches, uno de los tantos pueblos indígenas que sufrieron la política de dominación y exterminio por parte de esos araucanos chilenos. Los mapuches de hoy son un engranaje más de un negocio perverso, por algo tienen sede en... ¡Sí adivinó Ud.! (si tiene dudas, visítenla en el Nº 6 de Lodge Street, Bristol, Reino Unido -o Incalaperra como dice Fierro-).
VICTIMAS
Las primeras víctimas del falso ecologismo de P.N. eran criollos que lentamente fueron arrinconados y expulsados "para preservar la naturaleza". Aunque sólo criaban algunas pocas vaquitas y cultivaban la tierra para sobrevivir. Quisiera ponerle una cara, un ejemplo (aunque hay más crueles): Víctor Erasmo Pinuer fue expulsado hace unas décadas de su parcela de Brazo Rincón ¡a los 80 años! 50 años había pasado trabajando, plantando más de 400 frutales, miles de árboles, cuidando, ejerciendo nuestra soberanía. Ocupaba legalmente esas tierras, pero todo eso no valió de nada y un decreto (ideológico) "porteño" de Parques Nacionales cruelmente ejecutado en el terreno, convirtió su tierra en juntadero de mugre de turistas y, tirando su casa abajo, lo dejaron en la calle (bueno, en la ruta), para que se arregle. Un pobre viejo solo en la ruta con sus pertenencias tiradas por el piso: ¡hay que cuidar el medio ambiente! ¡Salvemos al planeta! ¡Protejamos la naturaleza! Líbreme Dios de pensar como Cabandié, pero a un "Mr. Coso" cualquiera nunca se lo hubieran hecho.
No era eso lo que soñaba Francisco Pascasio Moreno, el Perito, cuando donó todas esas tierras que se le habían dado en honor de sus méritos, para fundar el Parque Nacional. Porque si Moreno amaba a la naturaleza, esa en la que había vivido, sufrido y gozado, la amaba en función de su gente, nuestra gente. Fue por ella que murió pobre, cuando pudo ser el dueño de una de las fortunas más grandes del país. Fue por amor a su pueblo y a esta tierra. aunque como casi siempre nos pasa, le paguemos con el olvido. Al Perito Moreno le debemos la Patagonia entera, no sólo el Parque Nacional Nahuel Huapi, pero él la soñaba con gente, no vacía. Con buena gente y educada.
Habría ejemplos y caras de estos desastres por todo el mundo, como los pigmeos Baka, expulsados de sus tierras por políticas "conservacionistas". Tristemente sobran historias parecidas. Por todos lados. Porque para el ecologismo inhumano no importa la realidad. Es cruel, desalmado y pide sangre y sacrificios.
La ecología, bien entendida, es una gran ciencia que hace referencia al cuidado de la "casa" (oikos en griego) y la casa se define en función de sus habitantes. No sea que para que la casa quede limpia y ordenada echemos a sus moradores. El "ecologismo" es su perversión vacía y marketinera. Una ecología inhumana se transforma en un instrumento de avasallamiento y esconde siempre perversos intereses económicos.
Despoblar el mundo es una política internacional de supuestos filántropos que sólo quieren mantener el dominio mundial (haga la lista de los amigos de Felipe: Rockefeller, Soros, Gates, etc. etc). "Control de población" disfrazado de "paternidad responsable". Abortos (asesinatos), disfrazados de "vos elegís" y de color verde. Destrucción de la familia. Destrucción de la educación. La superficialidad reinante. El imperio de la droga. La estupidización colectiva. Alarmismo, miedo y desesperación. Todo va en una misma dirección: la abolición del hombre. Y si a algún lector le parece que nos ha dado un ataque "conspiranoico", póngase para leer las fuentes, a leer el Informe Kissinger, por poner un ejemplo, ¡porque a veces estos tipos son sinceros y desvergonzados! No sólo lo fue el terrorífico Felipe, el de Edimburgo.
EL ECOLOGISMO COMO RELIGION
Desde hace muchos años viene creciendo la teoría según la cual los derechos humanos deben someterse a los "imperativos de la tierra". Pregúntese quién es el que dicta estos "imperativos". Sí, adivinó. ¿Y quién pierde con todo estos? Sí, también adivinó. Los que van a perder son siempre los más débiles: los chicos, los enfermos, los minusválidos, los viejos, los pobres, los descartables. Fue Gorbachov, cuando impulsaba la olvidada "Carta de la Tierra" el que se animó a decirlo: sus principios venían a reemplazar los diez mandamientos con nuevos principios. Como olía a azufre y la gente empezaba a sospechar, le fueron cambiando nombres, caras y estrategias: N.O.M., "Cumbre del milenio", la "campaña del Milenio, la agenda 2030, la capa de ozono, la conversión ecológica, el calentamiento global, las pandemias anunciadas (¿y preparadas?), los absurdos premios Nobel a Obama, Kofi Annan, Al Gore y otros pandilleros, la ideología de género, la eutanasia, la droga libre, el aborto, son parte de esta vomitiva ensalada que tiene su bandera más vendedora en el falso "ecologismo" pachamamásico como nueva religión. ¿Por qué? Simplemente porque vende y sirve para engañar a la gente. Como buenos marketineros usan el tema, aunque quizás sus promotores nunca ni siquiera llegaron a regar una maceta. Desde ya que les interesa vender, no nuestro bien.
Un dato sugerente: en el "ecologismo" se unieron los plutócratas del mundo con los huérfanos del marxismo. ¿Será porque en el fondo son dos caras de la misma moneda? ¿Será porque es un "engañagiles"? ¿Será por el negocio siniestro que hay detrás? ¿Qué está pasando? La destrucción de la naturaleza fue su accionar constante hasta hace pocos años y, ¿ahora se ponen hippies?
LA "ANTROPOLATRÍA" CONDUCE A HOMICIDIO
Desde ya que el hombre moderno se ha ocupado de destruir todo, inclusive la naturaleza y eso indigna. Acá lo que pasa es que como siempre, los grandes errores se travisten de medias verdades. Pero la gente sigue desconfiando y oliendo el azufre que emana de sus mentiras, porque sabe o sospecha que en la mira estamos nosotros. Será cuestión de no creerles, no ser cómplices, ni presentarles blancos fáciles, porque, ¡ojo!, son poderosos, creen que gobiernan el mundo, pero no son infalibles. Es más, como todo lo antinatural, están condenados al fracaso y terminarán como el triste Felipe del comienzo: sólo recordados entre las brumas de un whisky y la apagada música de un "pub".
"Las falsas ideologías siempre se terminan derrumbando bajo el peso de sus propios errores, mentiras, hipocresías y caen solas presas de su inmanente debilidad". Esto lo dijo Juan Pablo II cuando se hundió la Unión Soviética, y es una constante de la Historia. Pasó muchas veces y volverá a pasar. Lo triste es el mal que hacen.
(De www.laprensa.com.ar)
La limitación de la población humana es promovida por tales ecologistas apoyando el aborto legal y los vínculos homosexuales, ya que éstos no pueden tener hijos. Luego, favorecen el bloqueo de toda tecnología favorable a la agricultura, el bloqueo de varias formas de generación eléctrica y la oposición a la minería y al consumo de alimentos de origen animal. Con economías nacionales bloqueadas en estos rubros, se garantiza un nivel de pobreza que facilitará la interrupción del avance demográfico.
Acerca de este tema, se transcribe un artículo:
LOS ECOLOGISMOS ANTIHUMANOS
Por Franco Ricoveri
El hombre moderno se ha ocupado de destruir todo, inclusive la naturaleza y eso indigna.
El difunto Felipe de Edimburgo, príncipe, rey consorte, o garrapata real según de donde se lo miraba, padre del actual rey Charly, dijo una frase proféticamente atroz (y chequeada, porque en verdad semejante salvajada es inconcebible): "Me gustaría reencarnar como virus mortal, para contribuir a resolver la sobrepoblación". Finó el geronte y al tiempo apareció el virus ese de la corona. Diga que uno no cree en la reencarnación. Pero no es el caso, el tema es que tan "digno" personaje era un famoso ecologista, miembro fundador y caracterizado de la WWF, una de las más fuertes organizaciones "defensoras del medio ambiente" del mundo, y otras "sociedades ecologistas".
No era una broma lo que dijo, es que existe un "ecologismo" perverso que cree que para salvar al planeta tienen que desaparecer los hombres: "el hombre es el cáncer de la naturaleza. La desaparición del ser humano es el único modo de salvar el medio ambiente". Claro, desaparición de todos los que no sean "ellos", no vaya a ser, porque los que sobran son siempre los otros, no los amigos del club. A ninguno de estos tipos se les ocurrió colgarse de una viga para cuidar el medioambiente, como no se les cayó una moneda para ayudar a los necesitados y a las víctimas de este mundo deshumanizado. Por supuesto que no es una tara que acaparen los anglosajones, aunque sean en todo sus máximos publicistas: Hitler y Stalin fueron de esa misma laya, por sólo dar un par de ejemplos cercanos y no llegar hasta Calígula. Herman Göring, vegetariano por convicción como su jefe, prohibió la vivisección de los animales porque era una crueldad. Stalin amaba a sus perros, al mismo tiempo que masacraba sin piedad a millones de sus paisanos y mataba de hambre a otros millones de ucranianos sin que occidente interviniese. Hay muchos defensores del ecologismo de esa laya, no distintos al desgraciado Felipe.
Por acá también abundan y desde hace tiempo. Hoy parece ser más grave maltratar a un animal que abusar o directamente asesinar a un niño (que en paz descanse el querido Lucio.). En nuestra despoblada Patria, gracias al tándem Macri-Fernández (x 2) y sus cómplices hoy nos faltan más de 100.000 niños que debieran haber nacido y gozado del amor de sus padres, abuelos, tíos, amigos. Irrecuperables. Si fuesen ballenas, pichiciegos, yaguaretés, o lo que venga, sería un escándalo, pero son "seres humanos" y parece que están de más.
LA ABOLICION DEL HOMBRE
Los millones gastados para reubicar los animales de nuestros zoológicos, ¿se justifican cuando al mismo tiempo tenemos desnutrición infantil y arruinamos el futuro de miles de niños por estar mal alimentados? ¿Vale más que la elefanta Cuchuflita termine sus días en un "santuario" a que coman diariamente los chicos wichis? ¿Valen más las mascotas que los viejitos que no pueden pagarse los remedios, que los enfermos oncológicos que reciben tratamientos malos y tardíos... que los miles de abandonados, ofendidos y humillados que pueblan nuestra tierra? Es una distorsión más en un mundo idiota, porque sí, para cierta gente, valen más.
Como valía más esa supuesta ecología cuando, en el Nahuel Huapi, Parques Nacionales implementó casi desde sus orígenes una política cruel persiguiendo a los antiguos pobladores. ¿Mapuches? No señor, los pocos mapuches que hoy abusan del derecho, vinieron desde Chile y son un "negocio" de nuestros días. Los escasos prehispánicos (nómades) de esa zona fueron tehuelches, uno de los tantos pueblos indígenas que sufrieron la política de dominación y exterminio por parte de esos araucanos chilenos. Los mapuches de hoy son un engranaje más de un negocio perverso, por algo tienen sede en... ¡Sí adivinó Ud.! (si tiene dudas, visítenla en el Nº 6 de Lodge Street, Bristol, Reino Unido -o Incalaperra como dice Fierro-).
VICTIMAS
Las primeras víctimas del falso ecologismo de P.N. eran criollos que lentamente fueron arrinconados y expulsados "para preservar la naturaleza". Aunque sólo criaban algunas pocas vaquitas y cultivaban la tierra para sobrevivir. Quisiera ponerle una cara, un ejemplo (aunque hay más crueles): Víctor Erasmo Pinuer fue expulsado hace unas décadas de su parcela de Brazo Rincón ¡a los 80 años! 50 años había pasado trabajando, plantando más de 400 frutales, miles de árboles, cuidando, ejerciendo nuestra soberanía. Ocupaba legalmente esas tierras, pero todo eso no valió de nada y un decreto (ideológico) "porteño" de Parques Nacionales cruelmente ejecutado en el terreno, convirtió su tierra en juntadero de mugre de turistas y, tirando su casa abajo, lo dejaron en la calle (bueno, en la ruta), para que se arregle. Un pobre viejo solo en la ruta con sus pertenencias tiradas por el piso: ¡hay que cuidar el medio ambiente! ¡Salvemos al planeta! ¡Protejamos la naturaleza! Líbreme Dios de pensar como Cabandié, pero a un "Mr. Coso" cualquiera nunca se lo hubieran hecho.
No era eso lo que soñaba Francisco Pascasio Moreno, el Perito, cuando donó todas esas tierras que se le habían dado en honor de sus méritos, para fundar el Parque Nacional. Porque si Moreno amaba a la naturaleza, esa en la que había vivido, sufrido y gozado, la amaba en función de su gente, nuestra gente. Fue por ella que murió pobre, cuando pudo ser el dueño de una de las fortunas más grandes del país. Fue por amor a su pueblo y a esta tierra. aunque como casi siempre nos pasa, le paguemos con el olvido. Al Perito Moreno le debemos la Patagonia entera, no sólo el Parque Nacional Nahuel Huapi, pero él la soñaba con gente, no vacía. Con buena gente y educada.
Habría ejemplos y caras de estos desastres por todo el mundo, como los pigmeos Baka, expulsados de sus tierras por políticas "conservacionistas". Tristemente sobran historias parecidas. Por todos lados. Porque para el ecologismo inhumano no importa la realidad. Es cruel, desalmado y pide sangre y sacrificios.
La ecología, bien entendida, es una gran ciencia que hace referencia al cuidado de la "casa" (oikos en griego) y la casa se define en función de sus habitantes. No sea que para que la casa quede limpia y ordenada echemos a sus moradores. El "ecologismo" es su perversión vacía y marketinera. Una ecología inhumana se transforma en un instrumento de avasallamiento y esconde siempre perversos intereses económicos.
Despoblar el mundo es una política internacional de supuestos filántropos que sólo quieren mantener el dominio mundial (haga la lista de los amigos de Felipe: Rockefeller, Soros, Gates, etc. etc). "Control de población" disfrazado de "paternidad responsable". Abortos (asesinatos), disfrazados de "vos elegís" y de color verde. Destrucción de la familia. Destrucción de la educación. La superficialidad reinante. El imperio de la droga. La estupidización colectiva. Alarmismo, miedo y desesperación. Todo va en una misma dirección: la abolición del hombre. Y si a algún lector le parece que nos ha dado un ataque "conspiranoico", póngase para leer las fuentes, a leer el Informe Kissinger, por poner un ejemplo, ¡porque a veces estos tipos son sinceros y desvergonzados! No sólo lo fue el terrorífico Felipe, el de Edimburgo.
EL ECOLOGISMO COMO RELIGION
Desde hace muchos años viene creciendo la teoría según la cual los derechos humanos deben someterse a los "imperativos de la tierra". Pregúntese quién es el que dicta estos "imperativos". Sí, adivinó. ¿Y quién pierde con todo estos? Sí, también adivinó. Los que van a perder son siempre los más débiles: los chicos, los enfermos, los minusválidos, los viejos, los pobres, los descartables. Fue Gorbachov, cuando impulsaba la olvidada "Carta de la Tierra" el que se animó a decirlo: sus principios venían a reemplazar los diez mandamientos con nuevos principios. Como olía a azufre y la gente empezaba a sospechar, le fueron cambiando nombres, caras y estrategias: N.O.M., "Cumbre del milenio", la "campaña del Milenio, la agenda 2030, la capa de ozono, la conversión ecológica, el calentamiento global, las pandemias anunciadas (¿y preparadas?), los absurdos premios Nobel a Obama, Kofi Annan, Al Gore y otros pandilleros, la ideología de género, la eutanasia, la droga libre, el aborto, son parte de esta vomitiva ensalada que tiene su bandera más vendedora en el falso "ecologismo" pachamamásico como nueva religión. ¿Por qué? Simplemente porque vende y sirve para engañar a la gente. Como buenos marketineros usan el tema, aunque quizás sus promotores nunca ni siquiera llegaron a regar una maceta. Desde ya que les interesa vender, no nuestro bien.
Un dato sugerente: en el "ecologismo" se unieron los plutócratas del mundo con los huérfanos del marxismo. ¿Será porque en el fondo son dos caras de la misma moneda? ¿Será porque es un "engañagiles"? ¿Será por el negocio siniestro que hay detrás? ¿Qué está pasando? La destrucción de la naturaleza fue su accionar constante hasta hace pocos años y, ¿ahora se ponen hippies?
LA "ANTROPOLATRÍA" CONDUCE A HOMICIDIO
Desde ya que el hombre moderno se ha ocupado de destruir todo, inclusive la naturaleza y eso indigna. Acá lo que pasa es que como siempre, los grandes errores se travisten de medias verdades. Pero la gente sigue desconfiando y oliendo el azufre que emana de sus mentiras, porque sabe o sospecha que en la mira estamos nosotros. Será cuestión de no creerles, no ser cómplices, ni presentarles blancos fáciles, porque, ¡ojo!, son poderosos, creen que gobiernan el mundo, pero no son infalibles. Es más, como todo lo antinatural, están condenados al fracaso y terminarán como el triste Felipe del comienzo: sólo recordados entre las brumas de un whisky y la apagada música de un "pub".
"Las falsas ideologías siempre se terminan derrumbando bajo el peso de sus propios errores, mentiras, hipocresías y caen solas presas de su inmanente debilidad". Esto lo dijo Juan Pablo II cuando se hundió la Unión Soviética, y es una constante de la Historia. Pasó muchas veces y volverá a pasar. Lo triste es el mal que hacen.
(De www.laprensa.com.ar)
miércoles, 20 de agosto de 2025
¿Se puede lograr la libertad y la igualdad simultáneamente?
La libertad de los seres humanos implica principalmente la posibilidad de no depender del gobierno mental ni material de otros seres humanos. La igualdad implica principalmente la posibilidad de poder compartir penas y alegrías ajenas como propias, por lo que estaremos interesados de esa manera en lo que les suceda a los demás. La felicidad y el sufrimiento ajenos, al ser compartidos, nos generan cierta sensación de igualdad. Desde la política y la economía, por otra parte, se acepta este criterio pero sólo parcialmente y sólo sectorialmente.
Entre los conflictos ideológicos básicos de los últimos tiempos, aparece el de la igualdad junto al de la libertad. Mientras que los socialistas priorizan la igualdad (al menos en teoría), sacrificando la libertad, los liberales priorizan la libertad, sacrificando la igualdad. En estos casos se considera la libertad y la igualdad económica, principalmente, ignorándose otros aspectos esenciales de la personalidad humana, como es el caso de lo emocional o moral, ya que son posturas esencialmente económicas.
La igualdad promovida por los socialistas implica una igualdad económica que habría de lograrse a través del Estado redistribuidor de las riquezas generadas por la sociedad, ya sea a través de la expropiación de los medios de producción o bien a través de la confiscación de las ganancias logradas por tales medios. Esta igualdad económica, que pocas veces se logra, se establece al alto precio de la pérdida de la libertad individual por cuanto, tanto productores como consumidores, dependen enteramente de las decisiones de quienes gobiernan el Estado. La abolición de la propiedad privada implica necesariamente la dependencia generalizada del "nuevo dueño", es decir, el Estado, dependencia materializada respecto de quienes lo dirigen.
La libertad promovida por los liberales implica una libertad económica y política, por las cuales cada individuo depende muy poco del Estado. Asociado a dichas libertades surge la necesaria igualdad de deberes y de derechos. Debido a las diferentes aptitudes y capacidades individuales, rechazan la igualdad económica por cuanto ello significaría limitar las potencialidades individuales perjudicándose toda la sociedad. La desigualdad liberal en la riqueza contrasta con la igualdad socialista en la pobreza.
De acuerdo a estas diferencias esenciales, socialismo y liberalismo resultan ser posturas irreconciliables. Existe, sin embargo, una solución que va más allá de los aspectos económicos y políticos pero que resulta imprescindible alcanzar prioritariamente. Tal solución radica, como antes se dijo, en los aspectos éticos de nuestra conducta. Este es el caso del “Amarás al prójimo como a ti mismo”, el cual implica compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Al ser tan importantes para cada uno de nosotros lo que le sucede a los demás, resulta evidente que de esa forma se establece una igualdad básica. Luego, al existir dicha igualdad, queda descartada la posibilidad de existencia de un “superior” que gobierna a un “inferior”. Y de ahí la posibilidad de que la libertad se establezca simultáneamente con la igualdad. De esa manera el cristianismo resulta ser la solución de muchos problemas sociales.
Por lo general, las diversas posturas sociales son consecuencias directas de la visión que el hombre tiene del universo. Entre esas visiones se destacan dos principales:
1- Existe un orden natural al cual nos debemos adaptar.
2- Existe un “desorden natural” al que debemos reemplazar por un orden artificial.
Así, mientras los liberales admiten la existencia de un orden económico espontáneo (el mercado), al cual debemos adaptarnos no sin grandes esfuerzos, los socialistas niegan su existencia y sólo advierten la existencia de un caos económico que requiere de la intervención del Estado. La existencia de un sistema económico autoorganizado resulta evidente preguntando, por ejemplo, quién planifica la cantidad de pan que diariamente se ha de consumir y producir en ciudades tan populosas como México o Tokio. La respuesta es que nadie planifica la producción por cuanto el mercado (las millones de decisiones económicas diarias de millones de personas) orientan la producción de manera que prácticamente no haya faltantes ni sobrantes. Este proceso era mencionado por Adam Smith como “la mano invisible”.
De la misma manera en que no resulta sencillo convencer al creyente en un orden natural de que no existe, tampoco resulta sencillo convencer al no creyente de que existe. De ahí que toda evidencia de los sistemas autoorganizados sea tergiversada a favor de creencias negacionistas previas.
Mientras la religión moral propone un gran trabajo personal para llegar a cumplir los mandamientos bíblicos, los opositores dedican grandes esfuerzos por establecer leyes humanas y sistemas sociales artificiales para reemplazar al orden natural, que suponen inexistente. Si todo lo existente está regido por leyes naturales, en concordancia con la actual visión asociada a la ciencia experimental, puede decirse que existe un orden natural conformado por dichas leyes, al cual debemos adoptar como referencia en todo tipo de planteos.
Entre los conflictos ideológicos básicos de los últimos tiempos, aparece el de la igualdad junto al de la libertad. Mientras que los socialistas priorizan la igualdad (al menos en teoría), sacrificando la libertad, los liberales priorizan la libertad, sacrificando la igualdad. En estos casos se considera la libertad y la igualdad económica, principalmente, ignorándose otros aspectos esenciales de la personalidad humana, como es el caso de lo emocional o moral, ya que son posturas esencialmente económicas.
La igualdad promovida por los socialistas implica una igualdad económica que habría de lograrse a través del Estado redistribuidor de las riquezas generadas por la sociedad, ya sea a través de la expropiación de los medios de producción o bien a través de la confiscación de las ganancias logradas por tales medios. Esta igualdad económica, que pocas veces se logra, se establece al alto precio de la pérdida de la libertad individual por cuanto, tanto productores como consumidores, dependen enteramente de las decisiones de quienes gobiernan el Estado. La abolición de la propiedad privada implica necesariamente la dependencia generalizada del "nuevo dueño", es decir, el Estado, dependencia materializada respecto de quienes lo dirigen.
La libertad promovida por los liberales implica una libertad económica y política, por las cuales cada individuo depende muy poco del Estado. Asociado a dichas libertades surge la necesaria igualdad de deberes y de derechos. Debido a las diferentes aptitudes y capacidades individuales, rechazan la igualdad económica por cuanto ello significaría limitar las potencialidades individuales perjudicándose toda la sociedad. La desigualdad liberal en la riqueza contrasta con la igualdad socialista en la pobreza.
De acuerdo a estas diferencias esenciales, socialismo y liberalismo resultan ser posturas irreconciliables. Existe, sin embargo, una solución que va más allá de los aspectos económicos y políticos pero que resulta imprescindible alcanzar prioritariamente. Tal solución radica, como antes se dijo, en los aspectos éticos de nuestra conducta. Este es el caso del “Amarás al prójimo como a ti mismo”, el cual implica compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Al ser tan importantes para cada uno de nosotros lo que le sucede a los demás, resulta evidente que de esa forma se establece una igualdad básica. Luego, al existir dicha igualdad, queda descartada la posibilidad de existencia de un “superior” que gobierna a un “inferior”. Y de ahí la posibilidad de que la libertad se establezca simultáneamente con la igualdad. De esa manera el cristianismo resulta ser la solución de muchos problemas sociales.
Por lo general, las diversas posturas sociales son consecuencias directas de la visión que el hombre tiene del universo. Entre esas visiones se destacan dos principales:
1- Existe un orden natural al cual nos debemos adaptar.
2- Existe un “desorden natural” al que debemos reemplazar por un orden artificial.
Así, mientras los liberales admiten la existencia de un orden económico espontáneo (el mercado), al cual debemos adaptarnos no sin grandes esfuerzos, los socialistas niegan su existencia y sólo advierten la existencia de un caos económico que requiere de la intervención del Estado. La existencia de un sistema económico autoorganizado resulta evidente preguntando, por ejemplo, quién planifica la cantidad de pan que diariamente se ha de consumir y producir en ciudades tan populosas como México o Tokio. La respuesta es que nadie planifica la producción por cuanto el mercado (las millones de decisiones económicas diarias de millones de personas) orientan la producción de manera que prácticamente no haya faltantes ni sobrantes. Este proceso era mencionado por Adam Smith como “la mano invisible”.
De la misma manera en que no resulta sencillo convencer al creyente en un orden natural de que no existe, tampoco resulta sencillo convencer al no creyente de que existe. De ahí que toda evidencia de los sistemas autoorganizados sea tergiversada a favor de creencias negacionistas previas.
Mientras la religión moral propone un gran trabajo personal para llegar a cumplir los mandamientos bíblicos, los opositores dedican grandes esfuerzos por establecer leyes humanas y sistemas sociales artificiales para reemplazar al orden natural, que suponen inexistente. Si todo lo existente está regido por leyes naturales, en concordancia con la actual visión asociada a la ciencia experimental, puede decirse que existe un orden natural conformado por dichas leyes, al cual debemos adoptar como referencia en todo tipo de planteos.
martes, 19 de agosto de 2025
Acerca del aborto
En las discusiones entre quienes promueven la despenalización del aborto y quienes se oponen a ello, no se contempla, al menos en parte, los que “nos diría el orden natural” si pudiera expresarse. Ello se debe a que la vida inteligente es la mayor conquista de la evolución biológica, como resultado de miles de millones de años de “prueba y error”, como proceso que actúa como un criterio de selección para el logro de resultados implícitos en las leyes naturales que rigen todo lo existente y que conforman el mencionado orden.
Bajo un aparente principio de complejidad-consciencia, por el cual el universo tiende a establecer organismos cada vez más complejos y con aptitudes que les permiten ser conscientes de sí mismos y del universo, surge esa posibilidad de autoconciencia del universo. De lo contrario, sin la vida inteligente que lo contemple, el universo sería un conglomerado de materia y energía sin una finalidad aparente. De ahí que la aparición del hombre, en cierta forma, constituye la finalidad evidente de todo lo existente.
El universo entero parece colaborar para la aparición de la vida inteligente. Tal es así que, para construir nuestro cuerpo y nuestro cerebro, la mayor parte de los átomos que los constituyen fueron en el pasado partes integrantes de alguna estrella, hoy inexistente, que los generó en el proceso de fusión nuclear y que, luego de agotar su combustible, los arrojó al espacio como residuos que, finalmente, encontraron otros destinos, llegando así a ser partes de cada uno de nosotros.
Blaise Pascal comparaba la enormidad del universo con la pequeñez del hombre, pero advertía que, mientras que el universo no puede conocernos, el hombre puede conocer al universo. La grandeza del hombre no radica, por supuesto, en su pequeñez espacial, sino en su capacidad para adquirir y transmitir la información necesaria para lograr una permanente supervivencia.
Lo admirable de todo esto es que, a partir de ciertos procesos fundamentales a nivel atómico, como los fenómenos físicos descriptos por la electrodinámica cuántica, que constituyen los fundamentos de la química y que llevan implícitos los de la biología, finalmente permiten el surgimiento de la vida inteligente. Esta inteligencia implícita en las leyes naturales básicas, es abrumadoramente superior a la inteligencia humana, sumadas todas las inteligencias individuales. Sólo así se concibe la estructura y finalidad aparente del orden natural.
Sin embargo, luego de un prolongado proceso evolutivo, que va desde la materia a la vida, hay quienes suponen, ignorando todo ese proceso, que el hombre “tiene derecho” a destruir niños en gestación si su nacimiento le ha de ocasionar ciertas incomodidades, sin tener presente que un niño es lo más valioso de todo lo existente.
A la sabiduría infinita del orden natural se opone la ignorancia ilimitada de importantes sectores de la sociedad. Si el orden natural pudiese expresarse, nos diría que está decepcionado de los hombres (o de muchos de ellos) porque no han sabido valorar los efectos de miles de millones de años de evolución cósmica ni tampoco han sabido valorar la infinita sabiduría asociada a un conjunto de simples leyes físicas que admiten la posibilidad de la autoconciencia del universo.
En décadas pasadas, cuando el vínculo matrimonial era respetado tanto interna como externamente, en la mayoría de los casos, la llegada de un nuevo hijo se aceptaba reconociendo todo su valor. Entonces, muy pocos aceptaban la posibilidad de haberlo eliminado en su etapa de gestación. Con el tiempo, cuando la sociedad fue abandonando los valores afectivos (o morales) junto a los intelectuales, limitó la búsqueda de la felicidad al placer asociado a los vínculos íntimos, muchas veces desligados de toda responsabilidad y de compromisos hacia el futuro, incluso desligados de toda afectividad.
Pareciera que el hombre dejó de ser la culminación del proceso de complejidad-consciencia para constituirse en un simple animal de placer y diversión, que desvirtúa e ignora todas las potencialidades asociadas a los atributos naturales que nos ha otorgado el proceso evolutivo. Ignorando nuestra naturaleza humana, se llega a aceptar la destrucción premeditada y consciente de la vida en gestación. El principio de placer y diversión lo justifica todo, incluso la muerte de inocentes si es que esas vidas en gestación constituirán un obstáculo que se opondrá al “sagrado” placer genital.
El hombre posmoderno se ha convertido en un dictador que se rebela contra todo lo que se opone al logro de placer y diversión. Se burla, además, de quienes le hablan de Dios, o del orden natural, o de la finalidad aparente del universo; se burla de todo lo que no entra en su mente invadida y dominada por la habitual soberbia del ignorante.
Marco Tulio Cicerón decía que, para ser libres, “debemos ser esclavos de la ley”. En el mismo sentido, puede decirse que el hombre es libre cuando se adapta a la ley natural. Por el contrario, el hombre libertino pretende que las leyes humanas lo autoricen a destruir vidas en gestación porque, de nacer el niño indeseado, no se convertirá en una fuente de felicidad y de sentido de la vida, por cuanto el libertino no busca adaptarse al orden natural y a la voluntad implícita en sus leyes, sino que busca que las leyes se adapten a su vocación por escapar de la realidad y del mundo que deplora.
Para colmo, el libertino pretende que el resto de la sociedad (a través del Estado) se haga cargo, monetariamente hablando, de las consecuencias de su irresponsabilidad. Peor aún, pretende que la ley obligue a los médicos a ser cómplices involuntarios de sus fechorías destructivas. Pretende que la sociedad entera adopte, como valor supremo, el derecho irrestricto al placer y la diversión que el hombre-masa ha considerado como la finalidad del hombre. Propone que se haga su voluntad y no la de Dios, o la voluntad aparente del orden natural, ya que su soberbia no conoce límites y cree ser tan importante como el propio universo.
Bajo un aparente principio de complejidad-consciencia, por el cual el universo tiende a establecer organismos cada vez más complejos y con aptitudes que les permiten ser conscientes de sí mismos y del universo, surge esa posibilidad de autoconciencia del universo. De lo contrario, sin la vida inteligente que lo contemple, el universo sería un conglomerado de materia y energía sin una finalidad aparente. De ahí que la aparición del hombre, en cierta forma, constituye la finalidad evidente de todo lo existente.
El universo entero parece colaborar para la aparición de la vida inteligente. Tal es así que, para construir nuestro cuerpo y nuestro cerebro, la mayor parte de los átomos que los constituyen fueron en el pasado partes integrantes de alguna estrella, hoy inexistente, que los generó en el proceso de fusión nuclear y que, luego de agotar su combustible, los arrojó al espacio como residuos que, finalmente, encontraron otros destinos, llegando así a ser partes de cada uno de nosotros.
Blaise Pascal comparaba la enormidad del universo con la pequeñez del hombre, pero advertía que, mientras que el universo no puede conocernos, el hombre puede conocer al universo. La grandeza del hombre no radica, por supuesto, en su pequeñez espacial, sino en su capacidad para adquirir y transmitir la información necesaria para lograr una permanente supervivencia.
Lo admirable de todo esto es que, a partir de ciertos procesos fundamentales a nivel atómico, como los fenómenos físicos descriptos por la electrodinámica cuántica, que constituyen los fundamentos de la química y que llevan implícitos los de la biología, finalmente permiten el surgimiento de la vida inteligente. Esta inteligencia implícita en las leyes naturales básicas, es abrumadoramente superior a la inteligencia humana, sumadas todas las inteligencias individuales. Sólo así se concibe la estructura y finalidad aparente del orden natural.
Sin embargo, luego de un prolongado proceso evolutivo, que va desde la materia a la vida, hay quienes suponen, ignorando todo ese proceso, que el hombre “tiene derecho” a destruir niños en gestación si su nacimiento le ha de ocasionar ciertas incomodidades, sin tener presente que un niño es lo más valioso de todo lo existente.
A la sabiduría infinita del orden natural se opone la ignorancia ilimitada de importantes sectores de la sociedad. Si el orden natural pudiese expresarse, nos diría que está decepcionado de los hombres (o de muchos de ellos) porque no han sabido valorar los efectos de miles de millones de años de evolución cósmica ni tampoco han sabido valorar la infinita sabiduría asociada a un conjunto de simples leyes físicas que admiten la posibilidad de la autoconciencia del universo.
En décadas pasadas, cuando el vínculo matrimonial era respetado tanto interna como externamente, en la mayoría de los casos, la llegada de un nuevo hijo se aceptaba reconociendo todo su valor. Entonces, muy pocos aceptaban la posibilidad de haberlo eliminado en su etapa de gestación. Con el tiempo, cuando la sociedad fue abandonando los valores afectivos (o morales) junto a los intelectuales, limitó la búsqueda de la felicidad al placer asociado a los vínculos íntimos, muchas veces desligados de toda responsabilidad y de compromisos hacia el futuro, incluso desligados de toda afectividad.
Pareciera que el hombre dejó de ser la culminación del proceso de complejidad-consciencia para constituirse en un simple animal de placer y diversión, que desvirtúa e ignora todas las potencialidades asociadas a los atributos naturales que nos ha otorgado el proceso evolutivo. Ignorando nuestra naturaleza humana, se llega a aceptar la destrucción premeditada y consciente de la vida en gestación. El principio de placer y diversión lo justifica todo, incluso la muerte de inocentes si es que esas vidas en gestación constituirán un obstáculo que se opondrá al “sagrado” placer genital.
El hombre posmoderno se ha convertido en un dictador que se rebela contra todo lo que se opone al logro de placer y diversión. Se burla, además, de quienes le hablan de Dios, o del orden natural, o de la finalidad aparente del universo; se burla de todo lo que no entra en su mente invadida y dominada por la habitual soberbia del ignorante.
Marco Tulio Cicerón decía que, para ser libres, “debemos ser esclavos de la ley”. En el mismo sentido, puede decirse que el hombre es libre cuando se adapta a la ley natural. Por el contrario, el hombre libertino pretende que las leyes humanas lo autoricen a destruir vidas en gestación porque, de nacer el niño indeseado, no se convertirá en una fuente de felicidad y de sentido de la vida, por cuanto el libertino no busca adaptarse al orden natural y a la voluntad implícita en sus leyes, sino que busca que las leyes se adapten a su vocación por escapar de la realidad y del mundo que deplora.
Para colmo, el libertino pretende que el resto de la sociedad (a través del Estado) se haga cargo, monetariamente hablando, de las consecuencias de su irresponsabilidad. Peor aún, pretende que la ley obligue a los médicos a ser cómplices involuntarios de sus fechorías destructivas. Pretende que la sociedad entera adopte, como valor supremo, el derecho irrestricto al placer y la diversión que el hombre-masa ha considerado como la finalidad del hombre. Propone que se haga su voluntad y no la de Dios, o la voluntad aparente del orden natural, ya que su soberbia no conoce límites y cree ser tan importante como el propio universo.
lunes, 18 de agosto de 2025
El factor religioso en la conquista española de América
Cuando Cristo sugiere, u ordena, a sus seguidores, predicar el Evangelio en todos los pueblos, seguramente lo hace pensando en el beneficio que los Evangelios provocarán en quienes lo acepten. También es posible que la difusión del cristianismo fuera promovida en algunos casos por fanáticos que quieren ver el predominio de "su religión" sin apenas interesarse por el beneficio en los posibles conversos. En la conquista de América hubo varios factores que motivaron las acciones españolas, a veces adoptando la religión como un pretexto para motivos poco "espirituales". Felix Luna escribió: "Los españoles que llevaron a cabo el proceso de la conquista fueron sorprendemente pocos. Casi todos eran muy jóvenes y prácticamente no hubo entre ellos vascos, gallegos, aragoneses o catalanes, eran, en general, castellanos, extremeños y andaluces, es decir que procedían de regiones de la península comprometidas desde ocho siglos atrás con la Reconquista, la larga lucha contra los moros".
"Tenían, pues, un espíritu de cruzada que al agotarse con la toma de Granada, en 1492, continuó proyectándose sobre el continente descubierto ese mismo año. Este hecho es básico para entender el sentido de la conquista de América, que reconoció entre sus ingredientes un componente religioso traducido en la vocación de convertir a los indios al cristianismo y hacerse responsable de su salvación eterna" (De "Confluencias"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1991).
Mientras mayor era el orden social establecido en los distintos pueblos originarios, con mayor facilidad eran conquistados por los españoles. Esto es análogo al juego del ajedrez, ya que una partida finaliza con la captura del rey del contrincante, en forma independiente de lo que sucede con las otras piezas del juego. Respecto de la deidad azteca Quetzalcóatl, el citado autor escribe: "Entonces emigró a algún lugar del Este y allí se incineró a sí mismo....no sin prometer que volvería alguna vez. Como se lo describía rubio, barbado y dueño de los truenos, no hay que asombrarse de que al desembarcar Hernán Cortés, llegado desde el Naciente, el emperador Moctezuma lo reconociera como reencarnación de Quetzalcóatl y le obsequiera la indumentaria ceremonial que le correspondía. Este error, la creencia de que Cortés y los suyos no eran otra cosa que los antiguos dioses, abrió a los españoles el camino a Tenochtitlán, la capital mexicana".
En cuanto a la conquista de los incas, Felix Luna escribe: "No es una casualidad que el secuestro de Atahualpa haya sido precedido por un hecho de significación religiosa. Fue el fraile Valverde el que se acercó al Inca, majestuosamente sentado en las andas que lo transportaban sus sirvientes a la plaza de Cajamarca, y por medio de un intérprete lo exhortó a instruirse en la doctrina cristiana: cuando el soberano tiró despectivamente al suelo la Biblia que el sacerdote había puesto en sus manos, en ese momento los españoles apostados en las casas y tras las tapias cayeron sobre la comitiva imperial y apresaron al monarca".
"El episodio reviste un obvio simbolismo. Los españoles que esperaban la visita del Inca eran tan pocos y sentían a tal punto su inferioridad, que algunos se orinaban de miedo -según relata un testigo, Pedro Pizarro. Sin embargo, bastó que el orgulloso Atahualpa arrojara el libro sagrado, es decir, cometiera un sacrilegio, para que los cristianos, menos de 200, cobraran fuerza hasta poner en fuga a sesenta u ochenta mil indios, matando a no menos de cinco o seis mil".
Los partidarios del relativismo cultural asignan una similar legitimidad cultural a una religión que ofrece sacrificios humanos diarios que a una religión que promueve la ética bíblica. De esa manera aducen que la colonización española sirvió para destruir civilizaciones locales en lugar de aceptar que tal proceso sirvió para mejorar las religiones primitivas de los pueblos originarios. Felix Luna agrega: "Parece que los sacrificios humanos no estaban incluidos en las religiones anteriores a los aztecas: los toltecas, por caso, ofrendaban flores a sus deidades. Pero según los cronistas españoles, en tiempos de Moctezuma se sacrificaba un hombre todos los días, por lo menos, y no menos de 2.500 por año".
"Estos ritos respondían a la suposición de que el sol sentía un hambre y sed que sólo mitigaban con la carne y la sangre de los enemigos. Había que ofrendarle víctimas propiciatorias seleccionadas entre los cautivos, y por eso la guerra era un estado casi permenente del imperio azteca. Si no había guerra, se organizaban torneos caballerescos, las llamadas «guerras floridas», y los derrotados en estas contiendas eran sacrificados".
Los decractores de la Iglesia y del cristianismo encuentran en el Islam una religión adecuada para reemplazar al cristianismo en Europa, muchos de ellos conscientes que tal reemplazo implicará un severo retroceso de la denominada cultura occidental. Cristian Rodrigo Iturralde escribió: "No necesitaron venir los españoles para destruir grandes civilizaciones indígenas: éstas eran, pues, o bien destruidas y extintas por las hordas invasoras de turno, por sublevaciones internas o simplemente desaparecían misteriosamente de la faz de la tierra, como el caso de los olmecas, mayas, toltecas, teotihuacanos, tiahuanacos, nazcas, etc. O como el caso del pueblo taino, exterminado por los denominados indios caribes. Por tanto, pretender que en tanto indígenas pertenecían estos a una comunidad común sólo diferenciadas geográficamente, es, cuanto menos, de badulaque".
"Cabría recordar que Hernán Cortés conquistó el imperio precolombino más extenso de la historia con sólo 300 hombres en menos de 24 meses y que Pizarro hizo lo propio con 170 hombres, frente a una población de 3 millones de incas y 300.000 guerreros. La relación en número respecto a indígenes y españoles fue siempre, en el mejor de los casos, de 200 a 1, en favor de los primeros. Y cabe a este propósito agregar una cosa: España no trajo consigo ningún colosal arsenal con tecnología 3D, ni teléfonos celulares lanza granadas, como no trajo sus tanques y misiles..." (De "1492. Fin de la barbarie. Comienzo de la civilización en América"-Unión Editorial SA-Madrid 2019).
A manera de conclusión, Felix Luna escribió: "Exaltar los horrores de la conquista como si fuera lo único que marca y sella lo ocurrido en el nuevo continente a lo largo de los siglos iniciales, es inútil, inexacto y tendencioso; tan tendencioso, falaz e inútil como la posición que vocea una intención puramente misional y civilizadora en la presencia española en América".
"La relevancia del descomunal fenómeno que empezó en 1492 está dada por su secuela más original: la fusión. Por eso, parece insincero hablar de «encuentro», como parece unilateral hablar de «descubrimiento». Lo más significativo fue la mezcla que es lo que da identidad a nuestros pueblos y lo que permanece en instancia abierta, capaz de hacerse cada vez más fecunda".
"Tenían, pues, un espíritu de cruzada que al agotarse con la toma de Granada, en 1492, continuó proyectándose sobre el continente descubierto ese mismo año. Este hecho es básico para entender el sentido de la conquista de América, que reconoció entre sus ingredientes un componente religioso traducido en la vocación de convertir a los indios al cristianismo y hacerse responsable de su salvación eterna" (De "Confluencias"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1991).
Mientras mayor era el orden social establecido en los distintos pueblos originarios, con mayor facilidad eran conquistados por los españoles. Esto es análogo al juego del ajedrez, ya que una partida finaliza con la captura del rey del contrincante, en forma independiente de lo que sucede con las otras piezas del juego. Respecto de la deidad azteca Quetzalcóatl, el citado autor escribe: "Entonces emigró a algún lugar del Este y allí se incineró a sí mismo....no sin prometer que volvería alguna vez. Como se lo describía rubio, barbado y dueño de los truenos, no hay que asombrarse de que al desembarcar Hernán Cortés, llegado desde el Naciente, el emperador Moctezuma lo reconociera como reencarnación de Quetzalcóatl y le obsequiera la indumentaria ceremonial que le correspondía. Este error, la creencia de que Cortés y los suyos no eran otra cosa que los antiguos dioses, abrió a los españoles el camino a Tenochtitlán, la capital mexicana".
En cuanto a la conquista de los incas, Felix Luna escribe: "No es una casualidad que el secuestro de Atahualpa haya sido precedido por un hecho de significación religiosa. Fue el fraile Valverde el que se acercó al Inca, majestuosamente sentado en las andas que lo transportaban sus sirvientes a la plaza de Cajamarca, y por medio de un intérprete lo exhortó a instruirse en la doctrina cristiana: cuando el soberano tiró despectivamente al suelo la Biblia que el sacerdote había puesto en sus manos, en ese momento los españoles apostados en las casas y tras las tapias cayeron sobre la comitiva imperial y apresaron al monarca".
"El episodio reviste un obvio simbolismo. Los españoles que esperaban la visita del Inca eran tan pocos y sentían a tal punto su inferioridad, que algunos se orinaban de miedo -según relata un testigo, Pedro Pizarro. Sin embargo, bastó que el orgulloso Atahualpa arrojara el libro sagrado, es decir, cometiera un sacrilegio, para que los cristianos, menos de 200, cobraran fuerza hasta poner en fuga a sesenta u ochenta mil indios, matando a no menos de cinco o seis mil".
Los partidarios del relativismo cultural asignan una similar legitimidad cultural a una religión que ofrece sacrificios humanos diarios que a una religión que promueve la ética bíblica. De esa manera aducen que la colonización española sirvió para destruir civilizaciones locales en lugar de aceptar que tal proceso sirvió para mejorar las religiones primitivas de los pueblos originarios. Felix Luna agrega: "Parece que los sacrificios humanos no estaban incluidos en las religiones anteriores a los aztecas: los toltecas, por caso, ofrendaban flores a sus deidades. Pero según los cronistas españoles, en tiempos de Moctezuma se sacrificaba un hombre todos los días, por lo menos, y no menos de 2.500 por año".
"Estos ritos respondían a la suposición de que el sol sentía un hambre y sed que sólo mitigaban con la carne y la sangre de los enemigos. Había que ofrendarle víctimas propiciatorias seleccionadas entre los cautivos, y por eso la guerra era un estado casi permenente del imperio azteca. Si no había guerra, se organizaban torneos caballerescos, las llamadas «guerras floridas», y los derrotados en estas contiendas eran sacrificados".
Los decractores de la Iglesia y del cristianismo encuentran en el Islam una religión adecuada para reemplazar al cristianismo en Europa, muchos de ellos conscientes que tal reemplazo implicará un severo retroceso de la denominada cultura occidental. Cristian Rodrigo Iturralde escribió: "No necesitaron venir los españoles para destruir grandes civilizaciones indígenas: éstas eran, pues, o bien destruidas y extintas por las hordas invasoras de turno, por sublevaciones internas o simplemente desaparecían misteriosamente de la faz de la tierra, como el caso de los olmecas, mayas, toltecas, teotihuacanos, tiahuanacos, nazcas, etc. O como el caso del pueblo taino, exterminado por los denominados indios caribes. Por tanto, pretender que en tanto indígenas pertenecían estos a una comunidad común sólo diferenciadas geográficamente, es, cuanto menos, de badulaque".
"Cabría recordar que Hernán Cortés conquistó el imperio precolombino más extenso de la historia con sólo 300 hombres en menos de 24 meses y que Pizarro hizo lo propio con 170 hombres, frente a una población de 3 millones de incas y 300.000 guerreros. La relación en número respecto a indígenes y españoles fue siempre, en el mejor de los casos, de 200 a 1, en favor de los primeros. Y cabe a este propósito agregar una cosa: España no trajo consigo ningún colosal arsenal con tecnología 3D, ni teléfonos celulares lanza granadas, como no trajo sus tanques y misiles..." (De "1492. Fin de la barbarie. Comienzo de la civilización en América"-Unión Editorial SA-Madrid 2019).
A manera de conclusión, Felix Luna escribió: "Exaltar los horrores de la conquista como si fuera lo único que marca y sella lo ocurrido en el nuevo continente a lo largo de los siglos iniciales, es inútil, inexacto y tendencioso; tan tendencioso, falaz e inútil como la posición que vocea una intención puramente misional y civilizadora en la presencia española en América".
"La relevancia del descomunal fenómeno que empezó en 1492 está dada por su secuela más original: la fusión. Por eso, parece insincero hablar de «encuentro», como parece unilateral hablar de «descubrimiento». Lo más significativo fue la mezcla que es lo que da identidad a nuestros pueblos y lo que permanece en instancia abierta, capaz de hacerse cada vez más fecunda".
domingo, 17 de agosto de 2025
La sociedad abierta y sus enemigos
Teniendo presente que nuestra vida está asociada a la búsqueda del camino que nos conduce hacia una supervivencia plena, tanto individual como colectiva, debemos iniciar todo proceso racional considerando que estamos inmersos en un universo que no hemos creado, y que, por lo tanto, deberíamos priorizar el conocimiento de sus leyes, o reglas del juego, para establecer una aceptable adaptación al mismo.
De la misma forma en que buscamos abrigarnos para adaptarnos (ser aptos) para vivir en un ambiente muy frío, debemos también indagar acerca de cuál es la actitud psicológica que nos exige el orden natural para una plena adaptación a las leyes que rigen nuestra propia conducta. Por plena adaptación se entiende no sólo la supervivencia de nuestro cuerpo, sino también la adquisición de un adecuado nivel emocional e intelectual, ya que son los principales atributos que caracterizan la vida inteligente, que es lo que denominamos "naturaleza humana".
De la misma manera en que el religioso piensa todo el tiempo acerca de lo que ordena y de lo que hace un Dios con atributos humanos, debemos pensar todo el tiempo en cómo funciona el conjunto de leyes naturales que conforman todo lo existente, incluidos nosotros mismos. Si identificamos a Dios con el orden natural, disponemos de una religión natural compatible con la ciencia experimental.
Si tenemos presente la barbarie asociada a los totalitarismos y a las grandes guerras mundiales, resulta obvio que los máximos líderes políticos de la época muy poco han pensado en lo que indirectamente "nos ordena" el orden natural, sino que establecieron gobiernos mentales y materiales muy alejados del "gobierno" del orden natural sobre todos y cada uno de nosotros. Así, las "éticas" totalitarias se alejaron completamente de la ética bíblica, o ética natural.
Lo grave del caso es que todavía los sistemas totalitarios gozan de gran aceptación en diversos sectores de la sociedad. Recordemos que el camino seguro para llegar a establecer catástrofes sociales importantes, como las ocurridas en el siglo XX, implica establecer un gobierno del Estado reunido en una sola persona, y que, además, reuna todo el poder político, económico, militar, cultural y religioso. Esto es precisamente lo que ocurrió con la Alemania nazi y con los comunismos ruso y chino.
Por el contrario, la democracia liberal propone, en política, la división de poderes, mientras que en economía propone la propiedad privada y los intercambios en el mercado, lo que aleja la posibilidad de una alta concentración de poder. Esta democracia da lugar a una "sociedad abierta" que es atacada por quienes proponen sociedades cerradas, como el socialismo, el fascismo y el nazismo.
En épocas de la Segunda Guerra Mundial, cuando gran parte de la humanidad comienza a advertir el error de apoyar a los totalitarismos y a renegar del liberalismo, surge el libro "La sociedad abierta y sus enemigos" de Karl Popper, intentado advertir los errores que favorecieron los conflictos armados y los totalitarismos.
En la actualidad existen conflictos entre países en gran parte del planeta, si bien por motivos relacionados con los nacionalismos y las religiones. También en estos casos se advierte un alejamiento de la ética bíblica, o éticas similares, cuyos principales actores también están lejos de mirar cotidianamente hacia Dios, o hacia el orden natural, o lo que es peor, los interpretan de tal manera que pareciera que tales entes los orientan hacia la destrucción de sus ocasionales adversarios.
Los planteos totalitarios se advierten ya en las épocas de Platón, el primer enemigo de la sociedad abierta. Bertrand Russell escribió: “Platón tuvo la habilidad de disfrazar planteamientos antidemocráticos de tal forma que engañaran a las generaciones futuras, que admiraron La República sin ser conscientes de lo que implicaban sus propuestas. Siempre ha estado bien visto alabar a Platón, pero no necesariamente entenderlo. Este es el destino común de los grandes hombres. Yo me propongo lo contrario. Yo pretendo entenderlo, pero tratarlo con tan poca reverencia como la que mostraría ante un inglés o norteamericano contemporáneo partidario del totalitarismo” (Citado en “Platón” de E. A. Dal Maschio-Bonalletra Alcompas SL-Buenos Aires 2015).
En cuanto a la actitud totalitaria, si tuviésemos que elegir un escrito representativo, podríamos recurrir a Benito Mussolini o bien al siguiente párrafo atribuido a Platón: “De todos los principios, el más importante es que nadie, ya sea hombre o mujer, debe carecer de un jefe. Tampoco ha de acostumbrarse el espíritu de nadie permitirse obrar siguiendo su propia iniciativa, ya sea en el trabajo o en el placer. Lejos de ello, así en la guerra como en la paz, todo ciudadano habrá de fijar la vista en su jefe, siguiéndolo fielmente, y aun en los asuntos más triviales deberá mantenerse bajo su mando. Así, por ejemplo, deberá levantarse, moverse, lavarse o comer…sólo si se le ha ordenado hacerlo. En una palabra: deberá enseñarle a su alma, por medio del hábito largamente practicado, a no soñar nunca actuar con independencia, y a tornarse totalmente incapaz de ello” (Citado en “La sociedad abierta y sus enemigos” de Karl R. Popper-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992).
Respecto del libro mencionado, Peter Medawar escribió: "Quienes desdeñaron los argumentos de La miseria del historicismo por demasiado abstractos debían de ser extrañamente insensibles, porque desde la Guerra Civil Española en adelante Europa pareció transformarse en un tubo de ensayo para la interacción entre las dos grandes doctrinas historicistas que prevalecían en la época, el fascismo y el marxismo".
"Según la teoría marxista, el rumbo de la historia es modelado por una lucha de clases sociales que buscan la supremacía, en particular el proletariado y quienes poseen los medios de producción. Se argumentaba que esta lucha conduciría inevitablemente a una revolución social, y terminaría con la victoria del proletariado y la desaparición de la estratificación en clases".
"La esencia del fascismo no se puede resumir en una fórmula verbal tan conocida, pero el profundo fascismo de los apologistas nazis como Alfred Rosenberg era una forma de elitismo racial o genético, que afirmaba que el avance de la humanidad y la motivación del cambio histórico constituían la responsabilidad específica de una sola raza, en cuyo interés se justificaba el aplastamiento de toda oposición".
"Hoy no es preciso enfatizar la miseria y la degradación moral de que han sido responsables las realizaciones políticas de las dos grandes doctrinas historicistas, pero en los primeros días de la guerra, y un poco después, existía la urgentísima necesidad de que un filósofo emprendiera una defensa filosófica de la democracia. Karl Popper acometió esta tarea formidable durante su exilio en Nueva Zelanda durante la guerra, al escribir La sociedad abierta y sus enemigos".
"Aunque es una obra enjundiosa y analítica, también posee un carácter dramático: inflamó e inspiró a algunos de jóvenes más perspicaces de su época y, más aún, los equipó para rechazar el peligroso argumento de que una anticuada democracia no podía combatir la amenaza de los estados totalitarios sin volverse totalitaria en algún sentido".
"Por la breve autobiografía de Popper, donde él comenta el mortal aburrimiento que le provocaban algunos cursos que soportó como alumno de la escuela secundaria en Viena, sabemos que Popper apreciaba la importancia de una exposición cautivante e incluso chocante".
"La sociedad abierta era dramática y chocante por sus serenas pero certeras críticas de Platón, Hegel y Marx. Popper no los critica por ser vacas sagradas, sino porque «los grandes hombres cometen grandes errores»: si la civilización ha de sobrevivir, debemos romper el hábito de la deferencia a los grandes hombres. «Las metas de la civilización son el humanismo y la racionalidad, la igualdad y la libertad». Esos grandes hombres, a quienes nos habían enseñado a admirar e incluso a reverenciar, habían dificultado la realización de estas ambiciones".
"Una sociedad abierta como la nuestra es una sociedad donde el desacuerdo y el disenso, lejos de estar prohibidos, se usan como agentes del mejoramiento social, pues criticando las propuestas legislativas antes de que cobren carácter estatutorio podemos salvarnos de cometer graves errores. En una sociedad abierta la gente puede florecer en toda su rica y a veces extraña diversidad de opiniones políticas, orígenes étnicos y creencias religiosas. En una sociedad cerrada -a veces Popper la llama «sociedad tribal»- estamos confinados por una sumisión a fuerzas políticas u observancias tribales. Sólo una «sociedad abierta» libera la capacidad crítica del hombre".
"La sociedad abierta fue expresamente la «obra de guerra» de Popper y para equiparse para ella y especialmente para su reevaluación de Platón, se puso nuevamente a estudiar griego" (De "La amenaza y la gloria"-Editorial Gedisa SA-Barcelona 1993).
De la misma forma en que buscamos abrigarnos para adaptarnos (ser aptos) para vivir en un ambiente muy frío, debemos también indagar acerca de cuál es la actitud psicológica que nos exige el orden natural para una plena adaptación a las leyes que rigen nuestra propia conducta. Por plena adaptación se entiende no sólo la supervivencia de nuestro cuerpo, sino también la adquisición de un adecuado nivel emocional e intelectual, ya que son los principales atributos que caracterizan la vida inteligente, que es lo que denominamos "naturaleza humana".
De la misma manera en que el religioso piensa todo el tiempo acerca de lo que ordena y de lo que hace un Dios con atributos humanos, debemos pensar todo el tiempo en cómo funciona el conjunto de leyes naturales que conforman todo lo existente, incluidos nosotros mismos. Si identificamos a Dios con el orden natural, disponemos de una religión natural compatible con la ciencia experimental.
Si tenemos presente la barbarie asociada a los totalitarismos y a las grandes guerras mundiales, resulta obvio que los máximos líderes políticos de la época muy poco han pensado en lo que indirectamente "nos ordena" el orden natural, sino que establecieron gobiernos mentales y materiales muy alejados del "gobierno" del orden natural sobre todos y cada uno de nosotros. Así, las "éticas" totalitarias se alejaron completamente de la ética bíblica, o ética natural.
Lo grave del caso es que todavía los sistemas totalitarios gozan de gran aceptación en diversos sectores de la sociedad. Recordemos que el camino seguro para llegar a establecer catástrofes sociales importantes, como las ocurridas en el siglo XX, implica establecer un gobierno del Estado reunido en una sola persona, y que, además, reuna todo el poder político, económico, militar, cultural y religioso. Esto es precisamente lo que ocurrió con la Alemania nazi y con los comunismos ruso y chino.
Por el contrario, la democracia liberal propone, en política, la división de poderes, mientras que en economía propone la propiedad privada y los intercambios en el mercado, lo que aleja la posibilidad de una alta concentración de poder. Esta democracia da lugar a una "sociedad abierta" que es atacada por quienes proponen sociedades cerradas, como el socialismo, el fascismo y el nazismo.
En épocas de la Segunda Guerra Mundial, cuando gran parte de la humanidad comienza a advertir el error de apoyar a los totalitarismos y a renegar del liberalismo, surge el libro "La sociedad abierta y sus enemigos" de Karl Popper, intentado advertir los errores que favorecieron los conflictos armados y los totalitarismos.
En la actualidad existen conflictos entre países en gran parte del planeta, si bien por motivos relacionados con los nacionalismos y las religiones. También en estos casos se advierte un alejamiento de la ética bíblica, o éticas similares, cuyos principales actores también están lejos de mirar cotidianamente hacia Dios, o hacia el orden natural, o lo que es peor, los interpretan de tal manera que pareciera que tales entes los orientan hacia la destrucción de sus ocasionales adversarios.
Los planteos totalitarios se advierten ya en las épocas de Platón, el primer enemigo de la sociedad abierta. Bertrand Russell escribió: “Platón tuvo la habilidad de disfrazar planteamientos antidemocráticos de tal forma que engañaran a las generaciones futuras, que admiraron La República sin ser conscientes de lo que implicaban sus propuestas. Siempre ha estado bien visto alabar a Platón, pero no necesariamente entenderlo. Este es el destino común de los grandes hombres. Yo me propongo lo contrario. Yo pretendo entenderlo, pero tratarlo con tan poca reverencia como la que mostraría ante un inglés o norteamericano contemporáneo partidario del totalitarismo” (Citado en “Platón” de E. A. Dal Maschio-Bonalletra Alcompas SL-Buenos Aires 2015).
En cuanto a la actitud totalitaria, si tuviésemos que elegir un escrito representativo, podríamos recurrir a Benito Mussolini o bien al siguiente párrafo atribuido a Platón: “De todos los principios, el más importante es que nadie, ya sea hombre o mujer, debe carecer de un jefe. Tampoco ha de acostumbrarse el espíritu de nadie permitirse obrar siguiendo su propia iniciativa, ya sea en el trabajo o en el placer. Lejos de ello, así en la guerra como en la paz, todo ciudadano habrá de fijar la vista en su jefe, siguiéndolo fielmente, y aun en los asuntos más triviales deberá mantenerse bajo su mando. Así, por ejemplo, deberá levantarse, moverse, lavarse o comer…sólo si se le ha ordenado hacerlo. En una palabra: deberá enseñarle a su alma, por medio del hábito largamente practicado, a no soñar nunca actuar con independencia, y a tornarse totalmente incapaz de ello” (Citado en “La sociedad abierta y sus enemigos” de Karl R. Popper-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992).
Respecto del libro mencionado, Peter Medawar escribió: "Quienes desdeñaron los argumentos de La miseria del historicismo por demasiado abstractos debían de ser extrañamente insensibles, porque desde la Guerra Civil Española en adelante Europa pareció transformarse en un tubo de ensayo para la interacción entre las dos grandes doctrinas historicistas que prevalecían en la época, el fascismo y el marxismo".
"Según la teoría marxista, el rumbo de la historia es modelado por una lucha de clases sociales que buscan la supremacía, en particular el proletariado y quienes poseen los medios de producción. Se argumentaba que esta lucha conduciría inevitablemente a una revolución social, y terminaría con la victoria del proletariado y la desaparición de la estratificación en clases".
"La esencia del fascismo no se puede resumir en una fórmula verbal tan conocida, pero el profundo fascismo de los apologistas nazis como Alfred Rosenberg era una forma de elitismo racial o genético, que afirmaba que el avance de la humanidad y la motivación del cambio histórico constituían la responsabilidad específica de una sola raza, en cuyo interés se justificaba el aplastamiento de toda oposición".
"Hoy no es preciso enfatizar la miseria y la degradación moral de que han sido responsables las realizaciones políticas de las dos grandes doctrinas historicistas, pero en los primeros días de la guerra, y un poco después, existía la urgentísima necesidad de que un filósofo emprendiera una defensa filosófica de la democracia. Karl Popper acometió esta tarea formidable durante su exilio en Nueva Zelanda durante la guerra, al escribir La sociedad abierta y sus enemigos".
"Aunque es una obra enjundiosa y analítica, también posee un carácter dramático: inflamó e inspiró a algunos de jóvenes más perspicaces de su época y, más aún, los equipó para rechazar el peligroso argumento de que una anticuada democracia no podía combatir la amenaza de los estados totalitarios sin volverse totalitaria en algún sentido".
"Por la breve autobiografía de Popper, donde él comenta el mortal aburrimiento que le provocaban algunos cursos que soportó como alumno de la escuela secundaria en Viena, sabemos que Popper apreciaba la importancia de una exposición cautivante e incluso chocante".
"La sociedad abierta era dramática y chocante por sus serenas pero certeras críticas de Platón, Hegel y Marx. Popper no los critica por ser vacas sagradas, sino porque «los grandes hombres cometen grandes errores»: si la civilización ha de sobrevivir, debemos romper el hábito de la deferencia a los grandes hombres. «Las metas de la civilización son el humanismo y la racionalidad, la igualdad y la libertad». Esos grandes hombres, a quienes nos habían enseñado a admirar e incluso a reverenciar, habían dificultado la realización de estas ambiciones".
"Una sociedad abierta como la nuestra es una sociedad donde el desacuerdo y el disenso, lejos de estar prohibidos, se usan como agentes del mejoramiento social, pues criticando las propuestas legislativas antes de que cobren carácter estatutorio podemos salvarnos de cometer graves errores. En una sociedad abierta la gente puede florecer en toda su rica y a veces extraña diversidad de opiniones políticas, orígenes étnicos y creencias religiosas. En una sociedad cerrada -a veces Popper la llama «sociedad tribal»- estamos confinados por una sumisión a fuerzas políticas u observancias tribales. Sólo una «sociedad abierta» libera la capacidad crítica del hombre".
"La sociedad abierta fue expresamente la «obra de guerra» de Popper y para equiparse para ella y especialmente para su reevaluación de Platón, se puso nuevamente a estudiar griego" (De "La amenaza y la gloria"-Editorial Gedisa SA-Barcelona 1993).
sábado, 16 de agosto de 2025
Entrevista a Peter Medawar (Premio Nobel)
Se transcribe a continuación un extracto de una entrevista a Peter Medawar realizada por el periodista David Wilson y el científico J.W.N. Watkins, que aparece editada en el libro "La amenaza y la gloria" de Peter Medawar-Editorial Gedisa SA-Barcelona 1993).
WILSON: Doctor Medawar, usted es hijo de un padre de extracción árabe pero estudió en el Marlborough College y luego en una de nuestras universidades más tradicionales ¿Cómo ocurrió esto?
MEDAWAR: Suena muy romántico, ¿verdad? Pero en realidad no es misterioso ni insólito. Mi padre era un comerciante que se ganaba la vida en Brasil, como mucha gente. Mi padre no era británico, pues nació en esa región del mundo árabe que hoy se llama Líbano, y los libaneses se consideran herederos de los fenicios, y los fenicios eran grandes viajeros. Y el viajó...de hecho viajó a Inglaterra.
WILSON: ¿Y así llegó usted al Marlborough College?
MEDAWAR: No. Mi madre es inglesa y mi padre es inglés naturalizado, así que parecía natural que yo tuviera una educación inglesa. Mi abuelo había estudiado en Marlborough, de modo que parecía muy natural que también yo estudiara ahí.
WILSON: ¿Y allí se inició como científico?
MEDAWAR: Me inicié como científico en el Marlborough. Nunca tomé en serio otra posibilidad salvo la de ser científico, pues fui a una escuela preparatoria donde me había interesado muchísimo en las ciencias...principalmente mediante la serie "Six Minute Booklets" de Benn. Esos libros me apasionaron, así que ya estaba decidido a ser científico cuando fui a Marlborough, y Marlborough lo confirmó.
WILSON: Supongo que la culminación de su carrera científica consistió en obtener el Premio Nobel por un trabajo sobre inmunología. ¿Puede describirnos cómo fue?
MEDAWAR: Se me pone la mente en blanco cuando me preguntan por qué gané un Premio Nobel, o cómo lo gané. A veces no lo creo del todo. Aparentemente, me lo otorgaron junto con Macfarlane Burnet por un descubrimiento científico particular; pero en realidad creo que me dieron el Premio Nobel por haber estudiado una teoría biológica -el transplante de tejidos- y haberle dado un sólido apoyo experimental.
El descubrimiento específico consistió en hallar que, en principio, es posible superar la barrera que habitualmente impide el transplante de tejidos entre individuos. Esta barrera es inmunológica, y cuando comenzamos distaba de ser obvio que se pudiera franquear o que alguna vez sería posible trasplantar tejidos de un ser humano a otro. Demostramos que era posible. De hecho, hoy es posible mediante diversos métodos, no sólo el que concebimos nosotros.
WATKINS: Dr. Medawar, ¿diría usted que su pensamiento científico ha evolucionado en forma gradual y continua, o que hubo ciertos puntos de inflexión decisivos, momentos grandiosos y culminantes?
MEDAWAR: Usted pregunta si mi pensamiento científico ha evolucionado. No creo que sea la palabra atinada. Dado que uno va a ser científico, lo que hace girar los pensamientos en un rumbo en vez de otro depende en gran medida de la suerte y la oportunidad, y de la influencia de las personas con quienes trabajamos. No detecto un curso natural de evolución en mi labor. Las tareas sobre inmunología que mencionaba surgieron casi por accidente, porque a comienzos de la Primera Guerra Mundial el Consejo de Investigaciones Médicas me invitó a indagar por qué la piel tomada de un ser humano no formaba un injerto permanente en el cuerpo de otro.
Obviamente, dada la gravedad de las heridas de guerra, era un asunto de particular importancia que las lesiones cutáneas y las quemaduras se curasen mediante el trasplante de piel. Pero no se podía usar piel de donantes voluntarios en forma permanente y la pregunta era por qué. Me invitaron a estudiar el problema, en el cual ya estaba interesado, e investigué el fundamento biológico de la individualidad y el trasplante.
WATKINS: En realidad no quise preguntarle si su pensamiento científico se ha desarrollado según un curso predeterminado, sino si hubo ocasiones en que usted saltó de la bañera gritando "¡Eureka!" o si las cosas han progresado de modo más paulatino.
MEDAWAR: De modo plácido y ordenado. Pudo ocurrirles a ciertas personas, y de hecho ocurre, pero no me ocurrió a mí. Es decir, no hubo un momento de grandiosa revelación, aunque hubo muchos pequeños momentos, revelaciones menores, y creo que así funciona el trabajo científico.
El único momento de mi vida en que tuve la impresión de que se me abría un nuevo mundo fue durante mi carrera de estudiante. Un amigo y yo fuimos a trabajar en los laboratorios de Oundle para realizar algunas tareas científicas sin importancia, y yo estaba hojeando un libro en la biblioteca de Oundle cuando, en el anaquel superior (recuerdo que me subí a una escalerilla para alcanzarlo) me topé con los Principios de la matemática de Bertrand Russell. Leí el párrafo inicial, que aún puedo citar literalmente, y por alguna razón inexplicable quedé tremendamente impresionado. Ignoraba que alguien pudiera escribir sobre matemática de esa manera. Eso inició un permanente interés por la filosofía, la lógica y la lógica matemática. Es el único momento de revelación súbita que he experimentado. Accidental, como usted ve.
WATKINS: ¿Ese interés por la filosofía ha influido de modo distintivo sobre su labor científica?
MEDAWAR: Sí, creo que ha influido, y de dos maneras totalmente distintas. Creo que del estudio de los Principios de la matemática (leí el primer volumen y la mayor parte del segundo) aprendí cierta meticulosidad de pensamiento, aunque parezca pedante decirlo así, y cierta insistencia en las pautas de claridad y precisión lógica, y por ende un rechazo por todo pensamiento ilógico o irracional.
Más recientemente, reflexionando sobre la naturaleza de los métodos científicos y la naturaleza del proceso científico (qué ocurre en la cabeza cuando se realizan descubrimientos científicos), obtuve, principalmente gracias a los escritos de Karl Popper, una percepción de la naturaleza del descubrimiento científico que me ha sido realmente útil y podría serlo para otros. Así se relacionan dos cosas totalmente distintas. Por una parte, el aspecto lógico y crítico; y, por la otra, el aspecto imaginativo e inventivo.
WATKINS: Todos los héroes filosóficos que usted menciona son modernos. ¿Tiene héroes filosóficos de otra época?
MEDAWAR: No creo que uno tenga héroes filosóficos. Sería bastante peligroso, porque uno atribuiría a sus escritos una significación que no está allí. Pero disfruto inmensamente de la lectura de filósofos de otra época. Ahora estoy leyendo obras de Dugald Stewart y Thomas Reid, y me deleita su propósito de expresarse con claridad.
WILSON: Me he topado un par de veces en los escritos de usted con la afirmación de que prefiere el pensamiento duro al pensamiento blando y siente gran disgusto por la prosa poética. ¿Puede definir el pensamiento "duro" por oposición al pensamiento "blando"?
MEDAWAR: Es una pregunta bastante insidiosa. El pensamiento duro consiste en pensar sobre particulares o pensar con términos o con un lenguaje que puedan comunicar un significado claro y preciso a los demás, manifestar ideas que se puedan verificar, que puedan ser sometidas a examen crítico, enunciados que tengan una apelación intelectual y no visceral...si usted admite esta distinción. El pensamiento blando funciona a través de las emociones, nos brinda una sensación grata y acogedora que procura persuadirnos de presuntas verdades intelectuales mediante métodos no intelectuales.
WATKINS: Sospecho que usted no es sólo hostil a la cháchara, sino que a veces puede desdeñar lo que se podría considerar una hipótesis científica aceptable simplemente porque no satisface una suerte de instinto científico en usted. Tengo la impresión, por ejemplo, de que su hostilidad al lamarckismo no deriva sólo de la objeción puramente científica de que las pruebas en general se le oponen. Tengo la sensación de que usted intuye de que el lamarckismo es una doctrina "tierna", mientras que el darwinismo es una doctrina "recia" y que usted opta por tal teoría no sólo a partir de datos empíricos sino por cierta preferencia emocional y estética. ¿Le parece injusto?
MEDAWAR: Sí, me parece injusto. Por otra parte, quizás me engañe a mí mismo acerca de la naturaleza de mis propias opiniones y por qué sostengo unas y rechazo otras. Creo que rechazo el lamarckismo porque es un enfoque que no ha resistido las críticas. También creo que es fundamentalmente erróneo. El sistema genético no funciona así. Si he hablado con vehemencia en su contra es porque tiene cierto atractivo. Hay formas de la herencia que tienen un estilo lamarckiano; por ejemplo, la propagación de tradiciones de una generación a otra, a través de los padres que enseñan a sus hijos; o el aprendizaje, el aprendizaje de cualquier cosa mediante comunicación o información de una generación a la siguiente. Todo eso tiene un estilo lamarckiano, y es muy natural suponer que la herencia genética funciona así. Pero ocurre que no funciona así.
Por volver a la "cháchara", creo mucho en la cháchara en su debido lugar. Creo que la mayoría de la gente tiene la necesidad psicológica de evadirse "distrayéndose traviesamente". Todos necesitan evadirse, y yo prefiero hacerlo escuchando los dramas musicales de Wagner o leyendo las novelas de Tolkien. Esto no debe volcarse en la ciencia. No sirve. Es una de las razones por las cuales me indigné tanto con el pobre Teilhard de Chardin.
WATKINS: A juzgar por su artículo "¿Es la monografía científica un fraude?", escrito bajo la influencia de las ideas de Karl Popper sobre el método científico, su respuesta es "sí", que es un fraude, en el sentido de que sistemáticamente oculta o distorsiona el modo en que las ideas se elaboraron y desarrollaron. ¿Algunas de sus monografías científicas ha sido fraudulenta en este sentido?.
MEDAWAR: Muchas de mis monografías han sido moderadamente fraudulentas. Lo diré de este modo: jamás escribí un trabajo en cabal estilo popperiano. Por otra parte, jamás pretendí que la investigagción que describía en mi monografía científica siguiera el método inductivo, es decir, una ingenua acumulación de datos que luego se acomodaban de algún modo. Creo que he adoptado una solución intermedia. No practiqué lo que predicaba, pero no soy el primero en cometer ese pecado.
WATKINS: Eso me recuerda la monografía científica que comenzaba: "Mientras estaba sentado en una roca junto al mar...". ¿Usted llegaría tan lejos?
MEDAWAR: Popper mismo jamás habría aceptado semejante estilo en una monografía científica. Popper sólo dice (creo que es la esencia de su opinión) que toda actividad científica va precedida por la delimitación, dentro de la mente, de alguna concepción acerca de cómo podría ser la cosa. Es una hipótesis, una opinión. Uno inventa un mundo posible y luego toma medidas para averiguar si ese mundo posible que ha imaginado se corresponde, al menos como primera aproximación, con el mundo real. Esto no incluye, por cierto, describir nuestro desayuno ni contar que estábamos sentados en una roca.
WILSON: La dificultad radica en saber de dónde vienen las ideas nuevas. Usted ha tenido ideas nuevas. ¿De dónde surgieron?
MEDAWAR: El artículo al que aludían ustedes, "¿Es la monografía científica un fraude?", fue en realidad una charla informal en la BBC, a partir de notas bastante completas, y que luego, para mi sorpresa, fue publicada y muy comentada. Ahora bien, una de las cosas que digo en ese trabajo es que no hay un proceso lógicamente concluyente mediante el cual se pueda avanzar de enunciados particulares a enunciados generales que contengan más información que la suma de sus datos conocidos. Ahora bien, ese enunciado es cierto.
WILSON: Pero cuando usted formula un nuevo enunciado, o una conjetura en su propia mente, suma algo a todo lo que se ha dicho. Eso viene de alguna parte. ¿De dónde?
MEDAWAR: Esto es el acto creativo o de inspiración, cuya naturaleza se desconoce. Sólo sabemos que aquello que precede al ingreso de una idea en la mente no se conoce en forma consciente. Es algo inconsciente. Algo confluye y se plasma en la mente, pero lamentablemente nada se sabe sobre este proceso. Hubo intentos de analizarlo. Coleridge, por ejemplo, creía que el proceso creativo era una especie de réplica microcósmica de la Creación Divina original, y que a partir de un caos amorfo de palabras o de ideas formuladas con vaguedad surgían espontáneamente ideas poéticas en su mente.
Ahora bien, Coleridge ha sido objeto de mucha atención crítica y exegética, y en él esta concepción del proceso creativo era mucho menos correcta que en cualquier otro hombre, porque casi todas sus ideas se pueden remitir a una lectura anterior; se sabe que estas ideas entraron en su mente. Las amalgamó de un modo peculiar, pero no eran originales en el sentido en que él usaba la palabra "original"...algo sugerido del caos, de la nada.
WILSON: ¿Entonces no es sólo una recombinación de subcomponentes en un nujevo orden?
MEDAWAR: Es algo mecánico, en el sentido de que un ordenador podría reproducirlo. Pero ningún ordenador lo ha reproducido y cuesta imaginar un ordenador que lo reprodujera económicamente. Podemos imaginar un ordenador en el cual pudiéramos introducir una enorme cantidad de información y luego, como quien dice, programarlo para idear hipótesis, para explicar los datos que le han introducido.
Como hay una infinidad de hipótesis que pueden explicar cualquier compilación finita de datos, también habría que imponer algunas restricciones al ordenador para que produjera lo que podríamos denominar "ideas sensatas". No siempre producimos ideas sensatas, pero en general los científicos se han sometido a una disciplina, tal vez a un exceso de disciplina, que les garantiza que sus ordenadores están trabajando con eficiencia, y suelen tener ideas razonablemente sensatas para explicar los fenómenos que procuran describir.
WATKINS: ¿No ocurre en el descubrimiento científico que irrumpe un concepto totalmente nuevo, de modo que la analogía informática con un proceso aleatorio no funciona?
MEDAWAR: No creo que las ideas nuevas surjan de ese modo, sin que haya una suerte de periodo de gestación del cual uno es vagamente consciente. Si uno tiene una idea totalmente nueva, particularmente una idea que destrona ideas anteriores, va precedida por cierta inquietud o turbación de la cual uno es consciente. Es una sensación general de insatisfacción hacia todas las explicaciones precedentes de los fenómenos; eventualmente se puede dar con una explicación totalmente nueva, pero ya estaban echados los cimientos.
WATKINS: Si uno adopta una perspectiva amplia, los principios de conservación no funcionan en la esfera científica. Por cierto que han surgido nuevas ideas científicas. ¿Podría un ordenador generar ideas nuevas?
MEDAWAR: Esto del ordenador puede ser un tema de discusión algo estéril. Pero no tengo nada contra los cerebros y nada en particular a favor de los ordenadores. Cuando digo que un ordenador podría hacer lo que hace un cerebro, sólo digo que hay una explicación racional. Con el tiempo se la interpretará en el lenguaje de la fisiología y la neurología. Si los cerebros pueden producir algo totalmente nuevo, los ordenadores también pueden producir algo totalmente nuevo. Pueden producir una conjunción totalmente nueva de palabras e ideas, que quizás tengan sentido o no. A veces quizá tengan sentido, al menos por accidente. Eso sería algo nuevo.
WILSON: Como director del Instituto Nacional de Investigación Médica usted enfrenta el viejo dilema de ser científico o administrador. ¿Cuál de ambas cosas decidirá ser para mantener las pautas de creatividad del personal del instituto?
MEDAWAR: Interpreto que mi función como director consiste en crear un entorno que conduzca al avance del conocimiento. Suena pomposo, pero es todo lo que puede hacer un director. No se puede dirigir la creación de ideas, y ningún hombre posee una captación de las ciencias biológicas tan amplia como para decidir cuáles líneas de investigación serán fructíferas y cuáles constituirán una pérdida de tiempo. Así que sólo se puede crear un entorno y una atmósfera donde la ciencia florezca. Entiendo que ésa es mi función principal como director.
WILSON: Doctor Medawar, usted es hijo de un padre de extracción árabe pero estudió en el Marlborough College y luego en una de nuestras universidades más tradicionales ¿Cómo ocurrió esto?
MEDAWAR: Suena muy romántico, ¿verdad? Pero en realidad no es misterioso ni insólito. Mi padre era un comerciante que se ganaba la vida en Brasil, como mucha gente. Mi padre no era británico, pues nació en esa región del mundo árabe que hoy se llama Líbano, y los libaneses se consideran herederos de los fenicios, y los fenicios eran grandes viajeros. Y el viajó...de hecho viajó a Inglaterra.
WILSON: ¿Y así llegó usted al Marlborough College?
MEDAWAR: No. Mi madre es inglesa y mi padre es inglés naturalizado, así que parecía natural que yo tuviera una educación inglesa. Mi abuelo había estudiado en Marlborough, de modo que parecía muy natural que también yo estudiara ahí.
WILSON: ¿Y allí se inició como científico?
MEDAWAR: Me inicié como científico en el Marlborough. Nunca tomé en serio otra posibilidad salvo la de ser científico, pues fui a una escuela preparatoria donde me había interesado muchísimo en las ciencias...principalmente mediante la serie "Six Minute Booklets" de Benn. Esos libros me apasionaron, así que ya estaba decidido a ser científico cuando fui a Marlborough, y Marlborough lo confirmó.
WILSON: Supongo que la culminación de su carrera científica consistió en obtener el Premio Nobel por un trabajo sobre inmunología. ¿Puede describirnos cómo fue?
MEDAWAR: Se me pone la mente en blanco cuando me preguntan por qué gané un Premio Nobel, o cómo lo gané. A veces no lo creo del todo. Aparentemente, me lo otorgaron junto con Macfarlane Burnet por un descubrimiento científico particular; pero en realidad creo que me dieron el Premio Nobel por haber estudiado una teoría biológica -el transplante de tejidos- y haberle dado un sólido apoyo experimental.
El descubrimiento específico consistió en hallar que, en principio, es posible superar la barrera que habitualmente impide el transplante de tejidos entre individuos. Esta barrera es inmunológica, y cuando comenzamos distaba de ser obvio que se pudiera franquear o que alguna vez sería posible trasplantar tejidos de un ser humano a otro. Demostramos que era posible. De hecho, hoy es posible mediante diversos métodos, no sólo el que concebimos nosotros.
WATKINS: Dr. Medawar, ¿diría usted que su pensamiento científico ha evolucionado en forma gradual y continua, o que hubo ciertos puntos de inflexión decisivos, momentos grandiosos y culminantes?
MEDAWAR: Usted pregunta si mi pensamiento científico ha evolucionado. No creo que sea la palabra atinada. Dado que uno va a ser científico, lo que hace girar los pensamientos en un rumbo en vez de otro depende en gran medida de la suerte y la oportunidad, y de la influencia de las personas con quienes trabajamos. No detecto un curso natural de evolución en mi labor. Las tareas sobre inmunología que mencionaba surgieron casi por accidente, porque a comienzos de la Primera Guerra Mundial el Consejo de Investigaciones Médicas me invitó a indagar por qué la piel tomada de un ser humano no formaba un injerto permanente en el cuerpo de otro.
Obviamente, dada la gravedad de las heridas de guerra, era un asunto de particular importancia que las lesiones cutáneas y las quemaduras se curasen mediante el trasplante de piel. Pero no se podía usar piel de donantes voluntarios en forma permanente y la pregunta era por qué. Me invitaron a estudiar el problema, en el cual ya estaba interesado, e investigué el fundamento biológico de la individualidad y el trasplante.
WATKINS: En realidad no quise preguntarle si su pensamiento científico se ha desarrollado según un curso predeterminado, sino si hubo ocasiones en que usted saltó de la bañera gritando "¡Eureka!" o si las cosas han progresado de modo más paulatino.
MEDAWAR: De modo plácido y ordenado. Pudo ocurrirles a ciertas personas, y de hecho ocurre, pero no me ocurrió a mí. Es decir, no hubo un momento de grandiosa revelación, aunque hubo muchos pequeños momentos, revelaciones menores, y creo que así funciona el trabajo científico.
El único momento de mi vida en que tuve la impresión de que se me abría un nuevo mundo fue durante mi carrera de estudiante. Un amigo y yo fuimos a trabajar en los laboratorios de Oundle para realizar algunas tareas científicas sin importancia, y yo estaba hojeando un libro en la biblioteca de Oundle cuando, en el anaquel superior (recuerdo que me subí a una escalerilla para alcanzarlo) me topé con los Principios de la matemática de Bertrand Russell. Leí el párrafo inicial, que aún puedo citar literalmente, y por alguna razón inexplicable quedé tremendamente impresionado. Ignoraba que alguien pudiera escribir sobre matemática de esa manera. Eso inició un permanente interés por la filosofía, la lógica y la lógica matemática. Es el único momento de revelación súbita que he experimentado. Accidental, como usted ve.
WATKINS: ¿Ese interés por la filosofía ha influido de modo distintivo sobre su labor científica?
MEDAWAR: Sí, creo que ha influido, y de dos maneras totalmente distintas. Creo que del estudio de los Principios de la matemática (leí el primer volumen y la mayor parte del segundo) aprendí cierta meticulosidad de pensamiento, aunque parezca pedante decirlo así, y cierta insistencia en las pautas de claridad y precisión lógica, y por ende un rechazo por todo pensamiento ilógico o irracional.
Más recientemente, reflexionando sobre la naturaleza de los métodos científicos y la naturaleza del proceso científico (qué ocurre en la cabeza cuando se realizan descubrimientos científicos), obtuve, principalmente gracias a los escritos de Karl Popper, una percepción de la naturaleza del descubrimiento científico que me ha sido realmente útil y podría serlo para otros. Así se relacionan dos cosas totalmente distintas. Por una parte, el aspecto lógico y crítico; y, por la otra, el aspecto imaginativo e inventivo.
WATKINS: Todos los héroes filosóficos que usted menciona son modernos. ¿Tiene héroes filosóficos de otra época?
MEDAWAR: No creo que uno tenga héroes filosóficos. Sería bastante peligroso, porque uno atribuiría a sus escritos una significación que no está allí. Pero disfruto inmensamente de la lectura de filósofos de otra época. Ahora estoy leyendo obras de Dugald Stewart y Thomas Reid, y me deleita su propósito de expresarse con claridad.
WILSON: Me he topado un par de veces en los escritos de usted con la afirmación de que prefiere el pensamiento duro al pensamiento blando y siente gran disgusto por la prosa poética. ¿Puede definir el pensamiento "duro" por oposición al pensamiento "blando"?
MEDAWAR: Es una pregunta bastante insidiosa. El pensamiento duro consiste en pensar sobre particulares o pensar con términos o con un lenguaje que puedan comunicar un significado claro y preciso a los demás, manifestar ideas que se puedan verificar, que puedan ser sometidas a examen crítico, enunciados que tengan una apelación intelectual y no visceral...si usted admite esta distinción. El pensamiento blando funciona a través de las emociones, nos brinda una sensación grata y acogedora que procura persuadirnos de presuntas verdades intelectuales mediante métodos no intelectuales.
WATKINS: Sospecho que usted no es sólo hostil a la cháchara, sino que a veces puede desdeñar lo que se podría considerar una hipótesis científica aceptable simplemente porque no satisface una suerte de instinto científico en usted. Tengo la impresión, por ejemplo, de que su hostilidad al lamarckismo no deriva sólo de la objeción puramente científica de que las pruebas en general se le oponen. Tengo la sensación de que usted intuye de que el lamarckismo es una doctrina "tierna", mientras que el darwinismo es una doctrina "recia" y que usted opta por tal teoría no sólo a partir de datos empíricos sino por cierta preferencia emocional y estética. ¿Le parece injusto?
MEDAWAR: Sí, me parece injusto. Por otra parte, quizás me engañe a mí mismo acerca de la naturaleza de mis propias opiniones y por qué sostengo unas y rechazo otras. Creo que rechazo el lamarckismo porque es un enfoque que no ha resistido las críticas. También creo que es fundamentalmente erróneo. El sistema genético no funciona así. Si he hablado con vehemencia en su contra es porque tiene cierto atractivo. Hay formas de la herencia que tienen un estilo lamarckiano; por ejemplo, la propagación de tradiciones de una generación a otra, a través de los padres que enseñan a sus hijos; o el aprendizaje, el aprendizaje de cualquier cosa mediante comunicación o información de una generación a la siguiente. Todo eso tiene un estilo lamarckiano, y es muy natural suponer que la herencia genética funciona así. Pero ocurre que no funciona así.
Por volver a la "cháchara", creo mucho en la cháchara en su debido lugar. Creo que la mayoría de la gente tiene la necesidad psicológica de evadirse "distrayéndose traviesamente". Todos necesitan evadirse, y yo prefiero hacerlo escuchando los dramas musicales de Wagner o leyendo las novelas de Tolkien. Esto no debe volcarse en la ciencia. No sirve. Es una de las razones por las cuales me indigné tanto con el pobre Teilhard de Chardin.
WATKINS: A juzgar por su artículo "¿Es la monografía científica un fraude?", escrito bajo la influencia de las ideas de Karl Popper sobre el método científico, su respuesta es "sí", que es un fraude, en el sentido de que sistemáticamente oculta o distorsiona el modo en que las ideas se elaboraron y desarrollaron. ¿Algunas de sus monografías científicas ha sido fraudulenta en este sentido?.
MEDAWAR: Muchas de mis monografías han sido moderadamente fraudulentas. Lo diré de este modo: jamás escribí un trabajo en cabal estilo popperiano. Por otra parte, jamás pretendí que la investigagción que describía en mi monografía científica siguiera el método inductivo, es decir, una ingenua acumulación de datos que luego se acomodaban de algún modo. Creo que he adoptado una solución intermedia. No practiqué lo que predicaba, pero no soy el primero en cometer ese pecado.
WATKINS: Eso me recuerda la monografía científica que comenzaba: "Mientras estaba sentado en una roca junto al mar...". ¿Usted llegaría tan lejos?
MEDAWAR: Popper mismo jamás habría aceptado semejante estilo en una monografía científica. Popper sólo dice (creo que es la esencia de su opinión) que toda actividad científica va precedida por la delimitación, dentro de la mente, de alguna concepción acerca de cómo podría ser la cosa. Es una hipótesis, una opinión. Uno inventa un mundo posible y luego toma medidas para averiguar si ese mundo posible que ha imaginado se corresponde, al menos como primera aproximación, con el mundo real. Esto no incluye, por cierto, describir nuestro desayuno ni contar que estábamos sentados en una roca.
WILSON: La dificultad radica en saber de dónde vienen las ideas nuevas. Usted ha tenido ideas nuevas. ¿De dónde surgieron?
MEDAWAR: El artículo al que aludían ustedes, "¿Es la monografía científica un fraude?", fue en realidad una charla informal en la BBC, a partir de notas bastante completas, y que luego, para mi sorpresa, fue publicada y muy comentada. Ahora bien, una de las cosas que digo en ese trabajo es que no hay un proceso lógicamente concluyente mediante el cual se pueda avanzar de enunciados particulares a enunciados generales que contengan más información que la suma de sus datos conocidos. Ahora bien, ese enunciado es cierto.
WILSON: Pero cuando usted formula un nuevo enunciado, o una conjetura en su propia mente, suma algo a todo lo que se ha dicho. Eso viene de alguna parte. ¿De dónde?
MEDAWAR: Esto es el acto creativo o de inspiración, cuya naturaleza se desconoce. Sólo sabemos que aquello que precede al ingreso de una idea en la mente no se conoce en forma consciente. Es algo inconsciente. Algo confluye y se plasma en la mente, pero lamentablemente nada se sabe sobre este proceso. Hubo intentos de analizarlo. Coleridge, por ejemplo, creía que el proceso creativo era una especie de réplica microcósmica de la Creación Divina original, y que a partir de un caos amorfo de palabras o de ideas formuladas con vaguedad surgían espontáneamente ideas poéticas en su mente.
Ahora bien, Coleridge ha sido objeto de mucha atención crítica y exegética, y en él esta concepción del proceso creativo era mucho menos correcta que en cualquier otro hombre, porque casi todas sus ideas se pueden remitir a una lectura anterior; se sabe que estas ideas entraron en su mente. Las amalgamó de un modo peculiar, pero no eran originales en el sentido en que él usaba la palabra "original"...algo sugerido del caos, de la nada.
WILSON: ¿Entonces no es sólo una recombinación de subcomponentes en un nujevo orden?
MEDAWAR: Es algo mecánico, en el sentido de que un ordenador podría reproducirlo. Pero ningún ordenador lo ha reproducido y cuesta imaginar un ordenador que lo reprodujera económicamente. Podemos imaginar un ordenador en el cual pudiéramos introducir una enorme cantidad de información y luego, como quien dice, programarlo para idear hipótesis, para explicar los datos que le han introducido.
Como hay una infinidad de hipótesis que pueden explicar cualquier compilación finita de datos, también habría que imponer algunas restricciones al ordenador para que produjera lo que podríamos denominar "ideas sensatas". No siempre producimos ideas sensatas, pero en general los científicos se han sometido a una disciplina, tal vez a un exceso de disciplina, que les garantiza que sus ordenadores están trabajando con eficiencia, y suelen tener ideas razonablemente sensatas para explicar los fenómenos que procuran describir.
WATKINS: ¿No ocurre en el descubrimiento científico que irrumpe un concepto totalmente nuevo, de modo que la analogía informática con un proceso aleatorio no funciona?
MEDAWAR: No creo que las ideas nuevas surjan de ese modo, sin que haya una suerte de periodo de gestación del cual uno es vagamente consciente. Si uno tiene una idea totalmente nueva, particularmente una idea que destrona ideas anteriores, va precedida por cierta inquietud o turbación de la cual uno es consciente. Es una sensación general de insatisfacción hacia todas las explicaciones precedentes de los fenómenos; eventualmente se puede dar con una explicación totalmente nueva, pero ya estaban echados los cimientos.
WATKINS: Si uno adopta una perspectiva amplia, los principios de conservación no funcionan en la esfera científica. Por cierto que han surgido nuevas ideas científicas. ¿Podría un ordenador generar ideas nuevas?
MEDAWAR: Esto del ordenador puede ser un tema de discusión algo estéril. Pero no tengo nada contra los cerebros y nada en particular a favor de los ordenadores. Cuando digo que un ordenador podría hacer lo que hace un cerebro, sólo digo que hay una explicación racional. Con el tiempo se la interpretará en el lenguaje de la fisiología y la neurología. Si los cerebros pueden producir algo totalmente nuevo, los ordenadores también pueden producir algo totalmente nuevo. Pueden producir una conjunción totalmente nueva de palabras e ideas, que quizás tengan sentido o no. A veces quizá tengan sentido, al menos por accidente. Eso sería algo nuevo.
WILSON: Como director del Instituto Nacional de Investigación Médica usted enfrenta el viejo dilema de ser científico o administrador. ¿Cuál de ambas cosas decidirá ser para mantener las pautas de creatividad del personal del instituto?
MEDAWAR: Interpreto que mi función como director consiste en crear un entorno que conduzca al avance del conocimiento. Suena pomposo, pero es todo lo que puede hacer un director. No se puede dirigir la creación de ideas, y ningún hombre posee una captación de las ciencias biológicas tan amplia como para decidir cuáles líneas de investigación serán fructíferas y cuáles constituirán una pérdida de tiempo. Así que sólo se puede crear un entorno y una atmósfera donde la ciencia florezca. Entiendo que ésa es mi función principal como director.
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