Por lo general, asociamos como "comportamiento normal" a lo que está generalizado, o a lo que predomina en una sociedad. Así, en la Argentina es "normal" no respetar las normas de tránsito vehicular; de ahí que ocupamos el 6to lugar, a nivel mundial, entre los que peores conducimos automóviles y vehículos en general. Luego, lo "excepcional" sería el sector social que cumple con todas las reglas de tránsito. En otros países, lo "normal" es el respeto a dichas reglas, mientras que "excepcional" sería un comportamiento similar al de los argentinos. 
Cuando se habla de un necesario "cambio de mentalidad", ello ha de implicar dejar de lado el egoísmo extremo que se evidencia en la falta de respeto a toda regla de convivencia, como la antes señalada. La corrupción generalizada se debe a un pensamiento corto, como el de quienes piensan que infringir las leyes morales elementales, como una costumbre o hábito, redundará en una ventaja personal, cuando a la larga tal modo de vida nos perjudicará a todos, aunque de distinta forma. 
Las calificaciones de acciones y personalidades "normales" y "excepcionales", como las mencionadas, tienen un carácter subjetivo. De ahí que convendría encontrar tales calificativos asociados a aspectos objetivos, es decir, vinculados a las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales. Bajo este criterio, una persona "normal" será aquella adaptada al orden natural, siendo la empatía emocional la principal ley de supervivencia, individual y colectiva, por la cual tenemos la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias, evitando hacer daño a los demás y promoviendo beneficiarlos de alguna manera. De ahí que la ética cristiana apunte a construir una personalidad adaptada al orden natural, lo que ha de significar una "normalidad objetiva". 
 
  
Toda conducta o acción que proviene de un alejamiento o ignorancia de tal predisposición empática, llevará a estados sociales e individuales indeseables, es decir, a ciertas formas de sufrimiento. De ahí que, en la actualidad, gran parte de la población mundial vive alejada de la "normalidad objetiva", si bien vive en una indeseable "normalidad subjetiva".   
 
  
Como nuestra actitud personal, desde el punto de vista emocional, está relacionada con nuestro aspecto racional o cognitivo, podemos ampliar el concepto de "normalidad objetiva" teniendo presente que el pensamiento cotidiano se ha de orientar por una simultánea influencia de nuestro pasado, de nuestro presente y de nuestro futuro. Por el contrario, si bien los animales domésticos muestran bastantes señales de inteligencia, carecen por lo general de la "influencia del futuro"; influencia que en los seres humanos está asociada al sentido de la vida. Harry Stack Sullivan escribió: "Sostengo que, siempre que no intervengan las circunstancias,  el hombre-persona vive con su pasado, su presente y su porvenir cercano, todos los cuales son claramente pertinentes para demostrar y explicar su pensamiento y acción; el porvenir cercano influye en nosotros en un grado no igualado, ni aun remotamente, en ninguna otra especie de los seres vivos" (De "La teoría interpersonal de la psiquiatría"-Editorial Psique-Buenos Aires 1964). 
 
  
Por lo general, especialmente desde la izquierda política, los aspectos emocionales poco cuentan respecto del nivel de felicidad logrado por la gente, ya que todo se asocia al dinero y al poder; análisis siempre realizado bajo el amparo del relativismo moral. Así, al ver en las sociedades humanas occidentales nada más que corrupción y maldad, se apunta, no a una mejora ética individual, sino a un "cambio de sistema económico", de manera de buscar un posible acceso a la cima del poder. Néstor A. Braunstein escribió: "La psiquiatría es la única rama de la medicina que tiene vergüenza de usar la palabra «enfermedad» para definir eso de que se ocupa y por eso llama a sus afecciones «trastornos», un eufemismo que traduce el vocablo inglés «desórdenes». ¿Qué «orden» es el que se desordena cuando alguien es distinto de cómo se espera? ¿Qué saber autoriza al médico para «clasificar» a los seres humanos entendiendo que padecen «trastornos de la personalidad», que son anormales o peligrosos y que requieren «tratamientos»?" (De "Clasificar en psiquiatría"-Siglo XXI Editores SA-Madrid 2013).  
    
Como existe la posibilidad de admitir una "normalidad objetiva", es también factible que, desde la psiquiatría, se llegue a una clasificación similar. La existencia del bien y del mal, o de lo deseable y lo reprochable, es algo evidente. Y ello implica poder clasificar a los seres humanos según sus actitudes y según que esas actitudes estén orientadas a producir buenos o malos efectos. La realidad humana depende principalmente de las actitudes o predisposiciones individuales y colectivas, antes que del "sistema económico adoptado". 
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