En algunos sectores liberales, o supuestamente "liberales", se afirma que el egoísmo es la actitud que favorece al capitalismo, o economía de mercado. Como el egoísmo es un defecto moral, tal expresión fortalece las posturas adversas al capitalismo, por lo cual su instauración en muchos países se torna dificultosa. Asociamos al egoismo una actitud por la cual se busca un beneficio unilateral que tiende a generar conflictos sociales, mientras que la mayor figura reresentativa del capitalismo, Ludwig von Mises, escribe acerca de la "cooperación social", es decir, de un proceso que favorece a ambas partes intervinientes en todo intercambio de bienes o servicios.
La acción básica en una economía de mercado es el intercambio que favorece a ambas partes intervinientes, como se dijo. Si alguna de las partes, comprador o vendedor, busca un beneficio unilateral, los intercambios tenderán a suprimirse. Esto sucede cuando el vendedor ofrece productos de baja calidad a precio elevado, o a mayor precio que la competencia, o muestra un trato despectivo, o cosas por el estilo. También los compradores a veces exageran su rol de compradores descalificando la honradez del vendendor. En síntesis, todo lo que apunte a actitudes egoístas tiende a interrumpir el proceso básico del intercambio.
El egoísmo forma parte de la naturaleza humana y no resulta fácil erradicarlo, pero es posible limitarlo a "niveles normales", como ocurre con todo defecto moral. En el caso de un comerciante egoísta, se advierte la tendencia a vender a precios elevados y a pagar bajos sueldos a sus empleados, principalmente. Esto lo hará si se lo permite la inexistencia de comerciantes competidores. Como la esencia de la economía de mercado es la competencia entre oferentes, además de la competencia entre demandantes de bienes y servicios, tal competencia tenderá a bajar los "niveles" de egoismo.
Si el egoísta no satisface a sus clientes, estos realizarán sus compras en otra parte. Si el egoísta no satisface a sus empleados, estos buscarán trabajo en otra parte. Sin suficiente cantidad de clientes y sin empleados eficaces, la empresa deberá cerrar sus puertas. De ahí que el egoísta, para mantener su negocio, deberá limitar sus niveles de egoismo hasta llegar a niveles normales. De ahí que la base de la economía de mercado no es el egoísmo sino la cooperación social. Mientras mayor sea la adaptación de una sociedad a este proceso básico, mayor ha de ser el éxito económico.
Adviértase que la ética bíblica, por la cual se propone compartir penas y alegrías ajenas como propias, resulta totalmente compatible con los bajos niveles de egoísmo requeridos por la economía de mercado. Ello no implica, como irónicamente algunos afirman, que deberemos "enamorarnos" de los comerciantes y demás proveedores de bienes y servicios, sino que tal actitud implica una predisposición permanente que favorecerá toda acción social.
Así como Maquiavelo proponía desvincular la política de la ética, Ayn Rand parece intentar desvincular la economía de la ética, siendo que las actitudes o predisposiciones personales no se pueden bloquear o suprimir fácilmente, ya que nuestras actitudes predominantes forman parte irrenunciables de nuestra personalidad. Teniendo presente la vinculación necesaria que debe existir entre las diversas ramas de la ciencia social, debería considerarse al egoísmo como un defecto, tal como se lo considera en psicología social o en la religión moral, además de la tradición y las costumbres vigentes en la mayoría de las sociedades. Ayn Rand escribió al respecto: “En el uso popular, la palabra «egoísmo» es sinónimo de maldad: la imagen que evoca es la de un bruto sanguinario capaz de pisotear un sinnúmero de cadáveres para lograr sus fines, que no se preocupa por ningún ser viviente y que sólo persigue la satisfacción de caprichos súbitos e insensatos”.
“Sin embargo, el significado exacto de la palabra «egoísmo» y su definición de acuerdo con el diccionario [la autora se refiere a diccionarios de lengua inglesa] es: La preocupación por los intereses personales. Este concepto no incluye una calificación moral: no nos dice si la preocupación sobre lo que a uno le interesa es buena o mala, ni qué es lo que constituye los intereses reales del hombre. La respuesta a esa pregunta corresponde a la ética” (De “La virtud del egoísmo”-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2007).
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