jueves, 10 de julio de 2025

El "Nunca Más" y las contradicciones de Ernesto Sábato

Homenajear a un terrorista y asesino serial, como Ernesto Che Guevara, implica en cierta forma homenajear a quienes difundieron al nefasto marxismo-leninismo, ideología perversa que produjo en el mundo peores efectos que el nazismo hitleriano. En la Argentina, como en casi toda Latinoamérica, tuvimos la "visita" de los terroristas adiestrados y apoyados por Fidel Castro. El encadenamiento de causas y efectos puede simbolizarse de la siguiente manera:

1- Los ideólogos marxistas envenenan con odio y mentiras las mentes de los incautos.
2- Los incautos envenenados toman las armas y asesinan a la gente decente.
3- Los policías y los militares adoptan posturas igualmente violentas en defensa de la sociedad.

Cuando se habla del "Nunca más", conocido también como el Informe Sábato, se advierte fácilmente que toda esa secuencia no se habría producido si no existiese la labor inicial de los ideólogos marxistas, como fue el caso de Ernesto Sábato, que incluso escribió un "homenaje" al Che Guevara. Lo absurdo del caso es que el propio Sábato dirigió una Comisión para proponer el Nunca Más a la violencia extrema, sin apenas tener presente que él mismo fue uno de los ideólogos y promotores de esa violencia.

En dicho homenaje, Sábato valora las aspiraciones guevaristas de promover el Hombre Nuevo, seguramente un Hombre Nuevo a imagen y semejanza del propio Ernesto Guevara, quien expresó: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales al ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal” (Citado en “Por amor al odio” de Carlos Manuel Acuña-Ediciones del Pórtico-Buenos Aires 2000).

Se mencionan a continuación alguno párrafos del homenaje mencionado:

HOMENAJE A ERNESTO GUEVARA

Por Ernesto Sábato

Ernesto Guevara no ha muerto por una simple elevación del nivel material de los pueblos miserables. Para mí, y creo que para muchos, en realidad para millones de hombres y sobre todo de muchachos que han llorado su fin, murió por un ideal infinitamente más valioso, por el ideal de un Nuevo Hombre. Lo que supone, claro, la lucha contra la miseria de los pueblos oprimidos, pero que en última y hasta quizás en primera instancia implica una nueva forma de convivencia, una Comunidad que sea precisamente eso: una comunión, un entrañable vínculo de hombres libres, una colaboración de personas dignas. No un conglomerado de máquinas y seres numerados.

No una nueva sociedad que, aunque precedida de una cruenta revolución, termine por ofrecernos una especie de Norteamérica al revés, sin la hegemonía de los trusts capitalistas pero dominada por los instrumentos todopoderosos de una dictadura burocrática, tan deshumanizadora como aquéllos. En suma, pienso que combatió y murió por una convivencia en que los hombres sean verdaderos seres humanos, con la altísima dignidad que les corresponde, rescatados por fin no sólo de la alienación económica provocada por los regímenes explotadores, sino también de esa otra alienación, más sutil y tremenda, porque es capaz de perdurar más allá de una equivocada revolución social que es la alienación científica, la que está conduciendo el mundo a una monstruosa maquinaria de robots.

Porque su muerte tiene eso: el valor de un símbolo. Y en esta sociedad racionalizada que desechó, olvidó y menospreció los símbolos, en esta sociedad en que la eficacia y la técnica han pasado a ser más valiosas que el fervor y el sacrificio, puede achacarse a Guevara, en efecto, un romantisismo alocado. Pero es precisamente ese romanticismo, es justamente esa imagen heroica y solitaria la que despierta la esperanza y el coraje y la fe en millones de jóvenes generosos en los cuatro confines de la tierra.

Se negó a fomentar la producción mediante premios materiales, sosteniendo que era menester cambiar la mentalidad de la masa para llegar al hombre nuevo que la revolución anhelaba, apelando únicamente al entusiasmo revolucionario, al patriotismo, al esfuerzo desinteresado y a la fe que mueve montañas.

Dejemos a los norteamericanos hablar de eficacia. Dejemos a McNamara hablar de Vietnam en términos de empresario, calculando el costo en dólares de cada vietcong muerto por su patria. Desde su estólido punto de vista es coherente, ya que al fin de cuentas forma parte de ese paradigma de una civilización cuantitativa que es su país. Pero los heroicos vietnamitas no funcionan en esa aritmética, y prueban con su holocausto que los valores humanos son cualitativos, que la fe es más fuerte que el número de cañones; que la esperanza es más poderosa que la ambición de los mercaderes; que la dignidad es más resistente que el sórdido y sangriento empecinamiento de los empresarios.

(Palabras pronunciadas en la Universidad de París, noviembre de 1967).

(Extractos de "Ernesto Sábato. Obra completa. Ensayos"-Seix barral-Buenos Aires 1996).

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