En toda actividad científica es deseable disponer de una descripción unificada de manera de permitir establecer deducciones a partir de unos pocos principios básicos; o, al menos, hacia ello debemos apuntar. En el caso de las ciencias sociales, se propone una descripción unificada a partir de la Psicología Social, tomando de ella algunas de sus variables típicas:
Psicología Social = Cooperación + Competencia + Actitud característica
La anterior igualdad surge de considerar que el ser humano se comporta socialmente orientado por dos tendencias principales, como son la cooperación y la competencia, disponiendo, además, de un atributo exclusivo de cada individuo como lo es la actitud característica, que puede definirse como:
Actitud característica = Respuesta / Estímulo
Existirán tantas actitudes diferentes como seres humanos habiten el planeta, por lo que, en una primera impresión, puede parecer inadecuado adoptar tal concepto con el objetivo de definir todo comportamiento individual. Sin embargo, veremos que es posible encontrar en cada actitud individual algunas componentes comunes que permitirán clasificarlas de manera de describir la mayor parte de las respuestas posibles, tanto desde el punto de vista afectivo como del cognitivo. Adviértase que si no existiese tal respuesta típica, o característica, de cada individuo, seria imposible conocerlo o habría de ser dificultoso predecir su posible comportamiento futuro. Podemos entonces decir que:
Actitud característica = Componentes afectivas + Componentes cognitivas
Siendo las componentes afectivas las siguientes:
a) Cooperativa: Amor (significa compartir las penas y las alegrías de los demás)
b) Competitivas: Odio (implica alegrarse del sufrimiento ajeno y entristecerse por su alegría), Egoísmo (implica interesarse sólo por uno mismo)
c) Otra: Indiferencia (significa no interesarse por nadie, incluido uno mismo)
En base a lo considerado hasta aquí, podemos establecer algunas conclusiones importantes. En primer lugar, se observa que la respuesta característica es un concepto que se utiliza ampliamente en las ciencias naturales, por lo que, en principio, se ha adoptado una metodología similar, en lugar de una propia de las ciencias sociales. En segundo lugar, al poder elegir la componente afectiva de tipo cooperativo, en lugar de las demás, estamos considerando la existencia de una ética natural que coincide esencialmente con la ética cristiana, calificando como el Bien a la tendencia cooperativa y el Mal a las restantes. En tercer lugar, al adoptar el método de las ciencias naturales y al definir el Bien y el Mal, y la forma en que se llega al primero y se evita al segundo, estamos definiendo una religión natural compatible con la ciencia.
Para una aceptable descripción del comportamiento humano, no basta con disponer de una visión adecuada de los aspectos afectivos, sino que es necesario describir además los aspectos cognitivos, que también han de formar parte de nuestra actitud característica. En cuando al aspecto cognitivo del hombre, podemos considerar la teoría del conocimiento propuesta por Karl Popper que involucra tanto al conocimiento científico como al vulgar, siendo el proceso elemental el de prueba y error, para una posterior selección de las hipótesis propuestas. Dicho proceso implica adoptar una referencia para realizar comparaciones, siendo la propia realidad la adoptada en el caso del pensamiento científico. En el caso del pensamiento cotidiano habrá otras posibles referencias adicionales, siendo las componentes cognitivas las siguientes:
a) La propia realidad (pensamiento científico)
b) Lo que uno mismo ha pensado o conoce
c) Lo que otra persona ha pensado o conoce
d) Lo que piensa, conoce o dice la mayoría
La actitud cognitiva real es una mezcla o agregado de las componentes básicas, si bien generalmente predomina alguna de ellas. Como conclusión podemos decir que, además de la lógica asociada a los razonamientos del tipo verdadero o falso, debe considerarse también una lógica analógica que es la que permite realizar comparaciones con las referencias mencionadas, constituyendo la lógica simbólica el “pensamiento lento” y la analógica el “pensamiento rápido”, en el sentido propuesto por Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman.
A partir de la descripción realizada de la conducta humana, podemos afirmar que disponemos de una teoría de la personalidad adicional. Además, a partir de las componentes afectivas hemos definido el Bien, restando definir la verdad para disponer también de una unificación de las virtudes humanas, considerando que tanto el Bien como la verdad incluyen a las restantes. Podemos, entonces, definir a la verdad como sigue:
Error = (La descripción) – (Lo descrito)
Verdad (Cuando el Error = 0)
En realidad, nunca llegamos a una descripción en la cual se ha podido reducir el error a cero. Sin embargo, debemos tener presente la forma en que nos hemos de aproximar a tal situación ideal. Incluso en la física, una de las teorías vigente se ha acercado tanto a la exacta descripción que la diferencia entre teoría y experimento se manifiesta recién en el décimo lugar luego de la coma decimal. En cuestiones sociales, son admisibles errores bastante mayores.
Finalmente, debemos encontrar, si existe, un vínculo entre los aspectos afectivos y cognitivos. Con ello veremos que se logrará dar respuesta a uno de los temas centrales de la antropología, tal el de la evolución cultural de la humanidad. Entre las etapas evolutivas propuestas aparece la secuencia que va desde el salvajismo a la barbarie y, luego, a la civilización. Esta secuencia puede considerarse como una consecuencia de la evolución del hombre tanto desde el punto de vista afectivo, o ético, como del cognitivo.
Por otra parte, Auguste Comte propuso que el conocimiento humano, en todas sus ramas, sigue una secuencia que va desde el conocimiento teológico, seguido del metafísico para concluir con el positivo, que podemos interpretar como conocimiento religioso, filosófico y científico, respectivamente. Estas etapas podemos describirlas en base al cambio de la referencia adoptada comenzando por lo que dicen otras personas (los Libros Sagrados a través de la fe, en el caso religioso), o lo que piensan los demás o uno mismo (los filósofos a través de la razón) hasta llegar a tomar como referencia la propia realidad (la ciencia a través de la verificación experimental).
Considerando que transitamos por la etapa científica del conocimiento, debemos encontrar un vínculo entre lo afectivo y lo cognitivo para que, de esa manera, mediante la razón, podamos acercarnos a un comportamiento ético adecuado para nuestra óptima adaptación al orden natural. Tal principio de adaptación tuvo relación inicialmente con las experiencias de Ivan Pavlov y su descubrimiento de los hábitos adquiridos o reflejos condicionados, como es el caso del perro que incorpora una respuesta nueva al escuchar el estimulo constituido por el sonido de una campana, tal el de segregar saliva aun sin tener comida presente. Posteriormente, John B. Watson estudió el comportamiento de niños pequeños que jugaban amistosamente con ciertos animalitos; introduciendo una variante en el juego (que dejó de ser tal) por la cual producía un fuerte ruido detrás de un niño cada vez que éste tocaba al animalito. Como ese ruido le producía miedo, finalmente el niño terminó sintiendo miedo por el animalito, aun sin escuchar el fuerte ruido, adquiriendo un hábito que no poseía en un comienzo.
Una de las ideas más importantes, surgida de la psicología, implica la posibilidad de condicionar las respuestas afectivas en función de nuestros propios pensamientos. Esta posibilidad puede admitirse considerando que, si condicionamos nuestras respuestas a un simple ruido, o a otras causas, no debería resultar sorprendente que podamos orientar nuestras acciones mediante la adquisición de información depositada en nuestra memoria que nos indica lo positivas o negativas que pueden ser nuestras actitudes predominantes. Disponiendo de tal información podremos continuar, quizás a un ritmo mayor, el proceso de adaptación cultural mencionado. De ahí que resulte necesario e imprescindible disponer de una teoría unificada de las ciencias sociales, no tanto para satisfacer el espíritu crítico de los científicos o de los filósofos sociales, sino, sobre todo, para poder orientar al hombre común en un cercano acuerdo a la tendencia que nos imponen las leyes naturales.
Pero, quizás, el mayor salto evolutivo asociado al proceso de nuestra evolución cultural, ha de ser la aceptación generalizada y prioritaria de las leyes de Dios, o leyes naturales, como nuestra referencia a adoptar, en lugar de las descripciones de tales leyes y que constituyen el fundamento de las religiones morales (no paganas), ya que los Libros Sagrados sólo tienen sentido si se los lee “con un ojo puesto en la propia realidad”. La obra de Dios debe ser considerada prioritaria a las obras escritas por los hombres, por bienintencionadas que sean sus intenciones. Cuando Cristo indica: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”, nos sugiere dar prioridad al orden natural y a las leyes naturales que lo conforman, para que en nuestra vida predomine la justicia asociada a las mismas, en la que viene implícita la finalidad aparente del universo y de la vida de todo hombre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario