lunes, 22 de julio de 2013

El darwinismo social

Se ha denominado darwinismo social a la aplicación de algunos aspectos concernientes a la biología en la descripción del comportamiento social del hombre, llegando a conclusiones erróneas que han incidido en forma relevante en la concreción de grandes catástrofes humanas como las ocurridas durante el siglo XX y que fueran promovidas principalmente por los distintos totalitarismos. Se ha llegado a justificar y a promover tanto la violencia como el odio colectivos mediante ideologías que aun hoy siguen teniendo difusión a pesar de sus trágicas consecuencias. Steven Pinker escribió:

“Las muertes por democidios se debían en su inmensa mayoría a gobiernos totalitarios: regímenes comunistas, nazis, fascistas, militaristas o islamistas que intentaban controlar todos los aspectos de las sociedades que dominaban. Los sistemas totalitarios fueron culpables de 138 millones de muertes, el 82% del total, de los que 110 millones (65% del total) correspondían a los regímenes comunistas”. “Cuando Rummel analizó porcentajes en vez de números, observó que los gobiernos totalitarios del siglo XX acumulaban una cifra de víctimas que equivalía al 4% de sus poblaciones. Los gobiernos autoritarios mataban al 1% y las democracias, al 0,4%” (De “Los ángeles que llevamos dentro”-Editorial Paidós-Barcelona 2012).

Adviértase que las cifras mencionadas no se refieren a victimas ocasionadas por enfrentamientos bélicos, sino a asesinatos masivos inflingidos por los propios Estados sobre sus poblaciones, como fueron la matanza de judíos y de otros grupos étnicos por parte de los nazis y de poblaciones civiles “burguesas” por parte de Stalin, Mao Tse Tung y otros dictadores comunistas.

El darwinismo biológico se asocia a la teoría de la evolución por selección natural que fuera enunciada por Charles Darwin y Alfred Wallace, en forma independiente y simultánea, durante el siglo XIX. Implica que las variaciones genéticas favorables a la adaptación al medio persisten por herencia en las nuevas generaciones mientras que las variaciones poco favorables tienden a desaparecer con el tiempo. De esa forma se va perfeccionado la especie considerada por cuanto adquiere mayores niveles de adaptación en relación al medio en donde vive. En realidad, el proceso en sí no hace referencia a una lucha entre distintas especies sino a una supremacía, y posterior selección, dentro de una misma especie. La lucha entre “enemigos naturales” podría establecerse aun cuando no existiese evolución alguna.

Herbert Spencer fue quien primero propone la idea de la “supervivencia del más apto”, en la lucha cotidiana entre seres humanos, proceso que llevaría al mejoramiento de la sociedad. Luego, con la aparición de la teoría de Darwin-Wallace, se vislumbra una posible confirmación de su hipótesis. Marvin Harris escribió: “Lo que aquí hay que dejar en claro es el hecho de que los principios de Darwin eran una aplicación a la biología de conceptos de las ciencias sociales. Fue el análisis y el estudio del progreso y la evolución sociocultural por teóricos sociales …..el que facilitó el marco dentro del que se desarrolló el estudio de la evolución biológica”. “Otro hecho del que es preciso tomar nota es que fue Spencer y no Darwin el que popularizó el término «evolución»”. “Tampoco fue Darwin quien introdujo la expresión «supervivencia de los más aptos», sino Spencer” (De “El desarrollo de la teoría antropológica”-Siglo xxi de España Editores SA-Madrid 1996).

Por otra parte, Barrows Dunham escribió: “El intelectual del siglo XIX tenia ante si una visión cósmica más temible que la que hubiera podido concebir cualquier antiguo adorador de Moloc: un espectáculo de egoísmo necesario, de brutalidad ineludible. Era la «naturaleza bruta con garras y dientes», que descorazonaba a Tennyson. Spencer, sin embargo, lo contemplaba impertérrito y extraía de allí algunas lecciones para la sociedad”. “Es cierto que el hecho es triste e insoportable para espíritus sentimentales, decía; pero tiene también sus aspectos positivos: «Es mucho mejor para el rumiante al cual la vejez ha privado del vigor que daba placer a su existencia, ser muerto por una bestia de presa que seguir viviendo achacoso y enfermo hasta morir de hambre». Este razonamiento es muy similar al del lobo cuando explica al corderito el favor que está a punto de otorgarle. También evoca el caso del cardenal Bellarmine, quien, al condenar a la hoguera a jóvenes herejes, justificaba su acción diciendo que, cuanto más tiempo se les permitiese vivir, más condenados estarían” (De “El hombre contra el mito”-Ediciones Leviatán-Buenos Aires 1956).

Una vez que se aceptó la “veracidad” del darwinismo social, es decir, cuando fue aceptado por aquellos que lo consideraban como una ley de la naturaleza, debían adoptar una postura al respecto, surgiendo tres respuestas principales: a) la de quienes lo aceptaban y se resignaban, b) la de quienes proponían afianzar el éxito de los hombres superiores, y c) la de quienes proponían la rebelión de los hombres inferiores. Como, en realidad, se trataba de una ley falsa, cuando fueron aplicadas a la sociedad las dos últimas posturas se favoreció el surgimiento de los totalitarismos que produjeron las catástrofes mencionadas, en ocasiones como respuesta a las ideas predominantes poco favorables a los más débiles.

En cuanto a la actitud de aceptación y resignación, Barrows Dunham escribió: “El argumento que hemos visto desarrollar a los señores Spencer y Linn sostiene dos principios: 1) Que ningún intento de mejorar la suerte del género humano puede cambiar en forma apreciable el curso actual de los acontecimientos. 2) Que si se produjera una pequeña mejora, ésta no sería deseable porque retardaría la eliminación de los incapaces de entre los capaces. La conclusión es que el destino de todas las reformas es vano y peligroso”.

De la postura política de Herbert Spencer puede decirse que era proclive al capitalismo primitivo. Marvin Harris escribió: “Social Statics [libro de Spencer] está consagrado abiertamente a la defensa de la propiedad privada y de la libre empresa, con advertencias de los desastres bioculturales que caerán sobre la humanidad si se permite que el gobierno intervenga a favor de los pobres. Son extremadamente pocas las áreas de la vida en las que Spencer estaba dispuesto a conceder al Estado legítima autoridad”.

Respecto de la postura que sugiere favorecer la plena vigencia de los aptos, podemos citar algunas frases de Friedrich Nietzsche: “Los débiles y malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y además se debe ayudarlos a perecer”. “¿Hay algo más perjudicial que cualquier vicio? Sí, la compasión que experimenta el hombre de acción hacia los débiles y los idiotas: el cristianismo”. “Debéis buscar vuestro enemigo y hacer vuestra guerra. Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras, y la paz de corta duración más que la larga. Decís que es la bondad de la causa la que santifica la guerra; yo digo, es la bondad de la guerra lo que santifica toda causa”. “¿Quién alcanzará algo grande si no tiene la fuerza y la voluntad de infligir grandes sufrimientos? Saber sufrir es poco; hay mujeres y esclavos que han destacado como maestros en este arte. Pero no sucumbir ante los ataques de la angustia íntima y de la duda turbadora cuando se causa un gran dolor y se oye el grito de este dolor, esto sí es grande”. “El hombre superior se distingue del inferior por la intrepidez con que provoca la desgracia” (De “El anticristo”-Edicomunicación SA-Barcelona 1997).

Recordemos que son varios los autores que señalan a Nietzsche como uno de los escritores preferido por nazis y fascistas, por cuanto existe cierta identificación entre sus ideas y la acción de Adolf Hitler. El citado filósofo escribió: “Escuchad y os diré lo que es el superhombre. El superhombre es el sentido de la Tierra. Que vuestra voluntad diga: sea el superhombre el sentido de la Tierra. ¡Yo os conjuro, hermanos míos, a que permanezcáis fieles al sentido de la Tierra y no prestéis fe a los que os hablan de esperanzas ultraterrenas! Son destiladores de veneno, conscientes o inconscientes. Son despreciadores de la vida; llevan dentro de sí el germen de la muerte y están ellos mismos envenenados. La Tierra, está cansada de ellos: ¡muéranse pues de una vez!” (De “Así habló Zaratustra”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1992).

Respecto de tan oscuro personaje, Henri Baruk escribió: “Estos sujetos son incapaces de sentir amor. Asimismo, son incapaces de sentir simpatía por la humanidad”. “Tienen la impresión de ser rechazados, excluidos, y de esta manera conciben una violenta aversión por toda la humanidad, a la que desprecian profundamente y a la que quieren someter, dominar, aplastar bajo su bota en un deseo ardiente de compensación y venganza y, en caso de necesidad, de exterminio”. “Esta mentalidad harto especial se encuentra en las obras de Nietzsche y de los discípulos de Nietzsche”. (De “Psiquiatría moral experimental”–Fondo de Cultura Económica-México 1960).

En cuanto a la postura restante, el marxismo, puede decirse que trata de provocar una rebelión entre los perdedores para que, tras una lucha violenta, ocupen el lugar de los momentáneamente ganadores a través de la “revolución” y de la posterior “dictadura del proletariado”. La lucha de clases, como clave de la historia, lleva implícita la aceptación de la veracidad del darwinismo social. Una vez que se ha sembrado el odio a nivel colectivo, resulta difícil limitar sus consecuencias y de ahí la enorme cantidad de victimas provocadas por los seguidores de Karl Marx, quien escribió junto a Friedrich Engels: “Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar” (De “El Manifiesto Comunista”).

Se han establecido comparaciones entre nazis y marxistas ya que ambos produjeron las mayores catástrofes sociales en toda la historia de la humanidad. A partir de la aceptación del darwinismo social, es simple ver que los nazis, con la “noble finalidad de mejorar la humanidad”, trataban de eliminar a las razas que ellos consideraban inferiores, mientras que los marxistas, al observar que existía una clase social explotadora y perversa, consideraron que la solución evidente e inmediata era su eliminación.

Respecto de la peligrosidad de ambos totalitarismos, puede advertirse que, mientras que el nazi es sincero ya que manifiesta sus macabras intenciones a través de los escritos de Adolf Hitler, el marxismo adopta disfraces de humanismo y de actitudes protectoras hacia los pobres cuando en realidad sus intenciones verdaderas es la de utilizarlos para que, de alguna forma, traten de eliminar a la clase social “incorrecta”.

Ambos totalitarismos son opositores acérrimos del cristianismo y de la religión en general, ya que, en el caso de Nietzsche, según se vio, sostenía que Cristo promovía una actitud “antinatural” al pretender la ayuda a los “inferiores”, mientras que Marx sostenía que la religión eran una farsa creada por la clase dominante para explotar más fácilmente a los débiles.

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