jueves, 11 de julio de 2013

El sentido del universo

Durante la Edad Media, algunos sectores admitían la posibilidad de la vigencia simultánea de una verdad religiosa y de una filosófica, distintas entre sí. Ello implicaba considerar a la verdad como un concepto subjetivo, mientras que, si se admite la existencia de una verdad única, se valora su carácter objetivo. Para llegar a ello, era necesario compatibilizar religión con filosofía, modificando las interpretaciones vigentes de alguna de ellas, o de ambas, hasta hacerlas coincidir, al menos en lo fundamental. Quien realiza tal tarea, logrando éxito, fue alguien que conocía ambas ramas del conocimiento, como fue el caso del sacerdote Santo Tomás de Aquino. Dicho filósofo se abocó a la tarea de compatibilizar el cristianismo con la filosofía aristotélica en la búsqueda de la verdad única, con lo cual habría de fortalecer tanto a la religión como a la filosofía.

Con el surgimiento de la ciencia experimental, que tiende a suplantar al conocimiento filosófico en muchos ámbitos, surge la necesidad de compatibilizar religión y ciencia, manteniendo el objetivo de llegar a una verdad única. Uno de esos intentos fue realizado por el sacerdote Pierre Teilhard de Chardin, quien se dedicaba también a la ciencia, investigando temas de paleontología. Sus trabajos fueron publicados durante el siglo XX siendo su principal objetivo lograr una reinterpretación del cristianismo para compatibilizarlo con el proceso general de evolución. En forma similar a lo que le ocurrió a Santo Tomás, su tarea fue descalificada en sus comienzos por sectores tradicionalistas, aunque posteriormente tuvo una mejor acogida.

Como la religión moral debe brindar al hombre un sentido de la vida coincidente con la voluntad del Dios Creador, desde la ciencia deben encontrarse indicios de tal posibilidad respecto a cierta finalidad o sentido aparente del universo. Si no hay tal indicio, se mantiene cierto distanciamiento entre religión y ciencia que aleja la posibilidad de llegar a una verdad única y de validez universal. Podemos mencionar las posturas prevalecientes en ambos ámbitos:

Religión

a) Existe el Dios Creador que impone su voluntad a los hombres
b) No existe tal Dios Creador (ateismo)

Ciencia

a) Existe un sentido del universo que nos impone un camino para lograr nuestra adaptación
b) No existe sentido, u objetivo alguno, asociado al universo

De ahí que la tarea emprendida por Teilhard consiste en descubrir, a través de la ciencia, un sentido aparente del universo que nos impondría la “obligación” de adaptarnos al mismo en forma semejante a cómo la Biblia nos sugiere adaptarnos a la voluntad de Dios. Si desde la ciencia se llega a establecer una descripción cercana a la del mensaje bíblico, podrá éste considerarse como una simbología que adquiere toda su veracidad y realidad a la luz del nuevo conocimiento.

Teilhard propone la existencia de un principio general que regiría todo el proceso de la evolución, que involucra desde la materia inerte hasta llegar a la vida inteligente y que denomina “ley de complejidad-conciencia”. Este principio involucra la formación inicial de partículas fundamentales, luego núcleos, átomos, moléculas, células, organismos, etc., hasta llegar a la vida inteligente, proceso en el cual se observa un crecimiento de la complejidad, mientras que implica a la vez un crecimiento del nivel de conciencia, o autoconciencia, asociada a dicha vida. Al respecto escribió: “Abandonada a sí misma largo tiempo, bajo el juego prolongado de las probabilidades, la materia manifiesta la propiedad de ordenarse en agrupamientos cada vez más complejos y, al mismo tiempo, cada vez más impregnados de conciencia; este doble movimiento conjugado de enrollamiento cósmico y de interiorización (o centración) psíquica prosigue, acelerándose y avanzando todo lo lejos que es posible, una vez iniciado”.

“Esta deriva de complejidad-conciencia (que desemboca en la formación de corpúsculos cada vez más complicados) es fácilmente reconocible desde lo atómico y se afirma en lo molecular. Pero es, evidentemente, en lo viviente donde se descubre con toda su claridad, y toda su aditividad; al mismo tiempo que se transpone en una forma cómoda y simplificada: la deriva de cerebración”.

“En la perfección y la cefalización crecientes de los sistemas nerviosos, tenemos, auténticamente, según parece, un parámetro concreto y preciso que permite seguir, a través de la jungla de las formas vivientes, la variación absoluta y útil de la corpuscularidad cósmica” (Citado en “Introducción al pensamiento de Teilhard de Chardin” de Claude Tresmontant – Taurus Ediciones SA-Madrid 1966).

La ley de complejidad-conciencia es un intento de dar sentido, mediante un mismo principio, tanto a la teoría cosmológica de la gran explosión (big bang), que da origen a la materia, como a la evolución biológica siguiente y a la posterior evolución cultural. Decimos que comprendemos un aspecto de la realidad cuando podemos encontrarle un sentido definido; de ahí que, a través de este principio general, podemos atribuirle al universo un objetivo aparente.

A medida que la materia se va enfriando, luego del momento inicial del universo y posterior expansión, se establece un progresivo aumento de la complejidad. Si bien no existe una definición precisa de lo que implica la complejidad, o al menos aceptada con generalidad, podemos asociarla a la cantidad de información necesaria para describir algún ente natural, o artificial. La información viene descripta cuantitativamente en la teoría de la información.

A partir de las moléculas de mayor tamaño y complejidad, aparece la vida y comienza a actuar la selección natural. A medida que crece la complejidad va apareciendo cierto grado de autoconciencia. La última etapa de este proceso nos lleva a la vida inteligente, el último peldaño de la complejidad y de la conciencia. (Consciente: que siente, piensa, quiere y obra con conocimiento de lo que hace). La hipótesis propuesta involucra los siguientes fenómenos naturales, y las respectivas teorías que los describen:

1) Origen y expansión universal de las galaxias (teoría de Friedmann-Lemaître-Robertson-Walker)
2) Física de partículas (teoría cuántica de campos)
3) Evolución por selección natural (teoría de Darwin-Wallace)
4) Evolución cultural (asociada a la vida inteligente)

Puede decirse que la propuesta de Teilhard de Chardin es legítima por cuanto tiene una base científica cierta. Sin embargo, en la gestación de toda ley debe cumplirse la siguiente secuencia:

a) Hipótesis, o conjetura, de tipo cualitativo
b) Hipótesis, o conjetura, de tipo cuantitativo
c) Confirmación experimental (o no rechazo a partir de algún fenómeno crucial)

Los principios generales, asociados a cierta finalidad, intentando fundamentar varios fenómenos naturales, se denominan “teleológicos”. El principio en cuestión sería uno de ellos. Sin embargo, no podrá constituirse en un principio científico a menos que alguna vez adopte una forma cuantitativa (o matemática) que incorpore al proceso evolutivo completo, que va desde las partículas fundamentales hasta el propio cerebro humano, algo inconcebible en el momento actual.

Es importante para el hombre poder vislumbrar la existencia de un sentido objetivo del universo, tal como lo sostiene Teilhard de Chardin, Hubert Reeves, Christian de Duve y otros científicos. La ausencia de sentido permite la introducción de “sentidos subjetivos”, o del “sinsentido”, lo cual puede desviarnos de la voluntad aparente del orden natural. De la ausencia de un sentido objetivo del universo puede inferirse la ausencia de un sentido objetivo de la propia vida del hombre, lo que lleva además a la ausencia de una ética objetiva y a su reemplazo, desde el relativismo moral, por diversas éticas subjetivas.

La ley de complejidad-conciencia describe un sentido que nos impone el universo, que debemos respetar para poder orientarnos en cuanto a nuestra adaptación a sus leyes. Es como una señal asociada a un camino que nos indica cuál es la mano y cuál la contramano. Podemos elegir tanto uno como otro sentido, con la seguridad de que los resultados serán completamente distintos. La existencia de un sentido objetivo del universo, no garantiza el éxito final de la humanidad en cuanto a sus intentos de adaptación y supervivencia por cuanto nada garantiza el triunfo del Bien y la Verdad sobre el odio y la mentira.

La compatibilidad entre cristianismo y ciencia implica interpretar al primero como una religión natural, en lugar de una religión revelada. Para ello es prioritaria la acción ética a la creencia de tipo filosófico. De no haber cambios, seguirá manteniéndose vigente “la doble verdad” y tan sólo queda esperar que el avance de las ciencias sociales pueda permitir establecer una religión natural, que ha de ser, esencialmente, similar al cristianismo en su aspecto ético. Además, es oportuno decir que nuestra adaptación al orden natural no depende ni del conocimiento ni de una verificación del principio de complejidad-conciencia, ya que basta con la evidencia de las actitudes cooperativas y competitivas, para disponer de la información suficiente al respecto.

La cuestión de la competencia es la que presenta mayores dificultades. En primer lugar, debemos tener presente que si existe tal tendencia en la naturaleza humana, es porque la ley natural la consideró como una ventaja evolutiva, de lo contrario habría desaparecido. Para que este razonamiento tenga sentido, debemos considerar dos tipos de competencia:

a) Competencia cooperativa
b) Competencia destructiva

La primera es la mostrada, por ejemplo, por el médico que busca superar a sus colegas perfeccionando sus conocimientos y habilidades para cooperar de una manera óptima con sus pacientes. Esta es la buena competencia, siendo necesaria para que exista un adecuado nivel de actividad para favorecer nuestra supervivencia. La segunda es la impulsada por la envidia, en el caso de los perdedores, y por el egoísmo, en el caso de los ganadores; ambos sin tener predisposición para la cooperación social. De ahí que quienes pretenden abolir todo tipo de competencia, deben tener presente que también lo harán con la que resulta positiva y necesaria para el hombre.

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