domingo, 2 de noviembre de 2025

Acerca del rechazo judío al cristianismo

Puede decirse que los principales aspectos asociados a una religión son la tradición, las simbologías y la ética propuesta. La tradición y las simbologías tienen una validez subjetiva y son las que generan la mayoría de los conflictos interreligiosos. La ética, por otra parte, depende objetivamente de las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales, pero también depende de la forma, exacta o errónea, con que los seres humanos describimos tales leyes y de la forma en que tales descripciones son comunicadas al resto.

Si tenemos presentes tradiciones y simbologías, dejando de lado la ética, el cristianismo resulta incompatible con el judaísmo. Si tenemos presente la ética, dejando de lado tradiciones y simbologías, ambas religiones son compatibles, resultando el cristianismo una ampliación o mejora del judaísmo. Ello se debe a que los mandamientos de Moisés, en el Antiguo Testamento, son bastante menos exigentes que el "Amarás al prójimo como a ti mismo", del Nuevo Testamento, y que aparece perdido en alguna parte de ese Antiguo Testamento.

Algunos cristianos todavía rechazan a los judíos por ser el “pueblo deicida”; algo que resulta absurdo como lo es toda crítica de algo que sucedió hace unos 2 milenios atrás. Además, si la aceptación de Cristo, y su ética, produce buenos resultados, quienes lo rechazan se perjudican a ellos mismos.

Como no parece haber una sugerencia ética, o mandamiento, de mayor generalidad, evidencia e importancia que el del "amor al prójimo" (esencialmente empatía emocional que permite compartir penas y alegrías ajenas como propias), no parece que al Mesías esperado por los judíos le quede algún lugarcito para establecer un mandamiento de mayor generalidad y eficacia.

A continuación se menciona parcialmente un diálogo entre judíos en el cual se advierte cierta diferencia de puntos de vista, predominando en uno de ellos la tradición y las simbologías, mientras que en el otro predomina la ética:

EL RECHAZO A CRISTO

Mario Diament: Hay una cuestión que me preocupa muy especialmente. ¿Por qué los judíos rechazamos a Cristo? Por supuesto, hablo de Cristo y no de la Iglesia Católica. ¿Acaso su prédica no es un formidable mensaje de amor y comprensión humana? ¿Acaso los Evangelios no preconizan un credo que se identifica profundamente con los ideales y las aspiraciones del judaísmo? No me extraña, obviamente el rechazo de los judíos de su tiempo, pero ¿por qué nunca nos hemos preocupado de redimirlo? Hemos redimido a Spinoza y a menudo nos vanagloriamos del origen judío de Heine o del de M;arx, pero hemos marginado a Cristo como si nunca hubiera pertenecido al pueblo judío. Y en tanto judío, Cristo está más cerca del judaísmo que de la cristiandad. Hasta en el hecho mismo de su circuncisión, está físicamente más cerca de mí que de cualquier cristiano. Los lugares donde transcurre la pasión y muerte de Jesucristo son más familiares a los judíos que a cualquier otro sector del mundo cristiano. ¿Por qué persistimos, pues, en su rechazo?

Máximo Yagupsky: Nosotros no hemos rechazado a Cristo, sino que no aceptamos a Cristo. Quienes lo conocemos y conocemos su prédica lo respetamos, sí, profundamente. Hay una diferencia conceptual importante entre rechazar y no aceptar. No lo aceptamos porque no creemos que Cristo fuera el Mesías; y, en segundo lugar, porque tampoco aceptamos que fuera el único hijo de Dios. Todos somos hijos de Dios. Y no creemos –ni él lo ha dicho- que viniera a redimir al mundo.

Cristo vino a hacer cumplir la doctrina bíblica que para él, como para nosotros, es el Antiguo Testamento. Él quiso la redención del mundo, como lo querían los judíos. La redención del mundo a base de sus prédicas. Pero, fundamentalmente, nosotros no podemos aceptar a Jesucristo como el Mesías, porque el Mesías no ha venido para los judíos. Y ya lo dije yo que los judíos no desean tanto la llegada del Mesías como del mesianismo, es decir, la redención del mundo. Ante un mundo no redimido, ante un mundo pecador y descreído, es difícil aceptar que la redención ya haya llegado.

Hay otro elemento importante: se ha interpretado -lo dice de algún modo el Evangelio- que estaba próximo el fin del mundo. En la finalidad del mundo sí, pero no en un fin del mundo, en la consumación de los tiempos. Y esto nos ha causado trastornos, porque no vimos en ciertas etapas de la historia inficionados por esa idea y hubo también temores de que el mundo estuviera realmente por acabar.

Para el judío, lo que nos está prometido es la era mesiánica, avizorada por el profeta Isaías en el capítulo segundo. El fin del mundo es el acabóse, el oscurecimiento total de la vida, cosa que el judío rechaza. La consumación de los tiempos es para el judío el fin de la barbarie y el comienzo, en esta tierra, de un mundo nuevo de paz universal, sin odios ni rencores. "¿Por qué se demora el Mesías en llegar?", se le preguntó a un rabí jasídico. "Se demora en llegar esperando la perfección del hombre", fue su respuesta.

Nosotros no creemos en este fin del mundo, ni queremos ztarnos a un carro que nos asegure que el mundo ya ha quedado redimido. Esta es la cuestión fundamental de nuestra no aceptación. (De "Conversaciones con un Judío" de Mario Diament-Timerman Editores-Buenos Aires 1977).

Respecto de las opiniones de Máximo Yagupsky y de que "Ante un mundo no redimido, ante un mundo pecador y descreído, es difícil aceptar que la redención ya haya llegado", puede decirse que no analiza el contenido ni los efectos de la ética cristiana, y que no ha tenido en cuenta que el pobre resultado actual se debe, no a una pobre efectividad de sus mandamientos, sino al rechazo por parte de muchos sectores y a la tarea paganizadora y oscurantista establecida por los predicadores cristianos, si así se les puede denominar.

En cuanto al "fin del mundo", la profecía de Cristo menciona el fin de una época de sufrimientos para iniciar una nueva etapa de liberación del pecado cuando la ética del Nuevo Testamento sea difundida a la luz de las leyes naturales, lo que poco o nada tiene que ver con un cataclismo astronómico que ha de poner fin a la vida en el planeta, como muchos creen o suponen. No tendría sentido un nuevo "lanzamiento" de la ética cristiana, o bíblica, para una humanidad pronta a desaparecer.