Por lo general, cuando leemos acerca de la vida de los distintos filósofos considerados estoicos, sufrimos cierta decepción por cuanto esperábamos que sus prédicas hubieran sido puestas en práctica prioritariamente por ellos mismos. En realidad, es preciso tener presente que tales pensadores son personas normales y que, por lo tanto, tienen virtudes y defectos como el resto de los seres humanos. De ahí que la eficacia de toda propuesta ética consiste en producir una mejora efectiva en el individuo, en lugar de conducirlo a una virtud exenta de defectos.
Debe tenerse en cuenta que una ética filosófica, religiosa o científica, no ha de ser necesaria para las personas que, desde nacimiento, poseen muy pocos defectos, mientras que, por el contrario, la necesidad de disponer o de elaborar una ética adecuada para la vida surge de personas con defectos, y de ahí su justificación.
Pensadores destacados de la antigüedad, que han sido asociados al estoicismo, no siempre actuaron fieles a los principios promovidos. Ryan Holiday y Stephen Hanselman escribieron respecto de Marco Tulio Cicerón: “Cicerón siempre tuvo grandes planes. Escribió sobre el deber; admiró a los grandes hombres de la historia. Logró mucho en su vida. Acumuló mansiones y honores. Fue a las escuelas adecuadas. Tuvo los puestos correctos. Se aseguró de que su nombre fuera tan famoso que a nadie volviera importarle su origen humilde”.
“Pero para llegar hasta allí tuvo que pagar un precio muy alto. Ignoró las partes más severas del estoicismo; las partes sobre la disciplina y la moderación (como demostraba su rostro rechoncho), los deberes y las obligaciones. Había ignorado su conciencia, en abierto desafío al oráculo, para ir tras las ovaciones de la multitud. Si hubiera seguido mejor a Posidonio y a Zenón tal vez su vida no habría tenido un final distinto, pero sí habría sido más estable. Habría sido un hombre más fuerte” (De “Vidas de los estoicos”-Editorial Océano de México SA-México 2024).
Respecto de Séneca, los citados autores escriben: “A Lucio Anneo Séneca le complacería mucho saber que seguimos hablando de él. A diferencia de muchos de sus compañeros estoicos, que escribieron sobre la futilidad de la fama póstuma, Séneca la anhelaba, trabajó para obtenerla y actuó con ella en mente hasta el último instante de su vida, con un suicidio histriónico que rivalizaría con el de Catón”.
“A diferencia de Jesús, que nació el mismo año que Séneca en una provincia igualmente alejada del Imperio romano, Séneca no poseía mucha mansedumbre o humildad. Por el contrario, tenía una ambición, un talento y un ansia de poder que no sólo competían sino que sobrepasaban a Cicerón”.
También Marco Aurelio mostraba bastante debilidad moral al ser acusado de ordenar persecuciones a los primitivos cristianos. Considerado por los historiadores como una figura representativa del estoicismo romano, se lo puede considerar como tal desde el punto de vista teórico, mas no práctico. Ello se debe a que fue uno de los tantos emperadores perseguidores de los primitivos cristianos, imponiéndoles penas extremas que poco o nada resultan compatibles con los ideales estoicos de Epicteto y de otros filósofos agrupados bajo tal denominación.
Al respecto podemos leer: "Marco Aurelio, lo mismo que Trajano, Adriano y Antonino no dejó de considerar al cristianismo como un flajelo y una peste, una secta absurda y rebelde, aun cuando sus miembros fueran en general inocentes de las infamias que les atribuia el vulgo".
"Página única, no en la historia de las primeras persecusiones, sino en la documentación que se nos ha conservado. Es abrumadora para la memoria de Marco Aurelio, por grande que se haga y que sea en otros aspectos esta memoria. Marco Aurelio mantuvo, por razón de Estado, la jurisprudencia enunciada en el rescripto de Trajano, que lo había sancionado por esta misma razón. ¿Pero es que no podía él, el emperador filósofo, el sabio entre los sabios, el más humano de los hombres, ver los hechos como los había visto Plinio unos sesenta años antes y sospechar que también había humanidad en el cristianismo, suspendiendo esas inútiles y odiosas masacres?".
"Por fin llegó la decisión de aquel que los historiadores llaman el santo emperador. Marco Aurelio, fuera por política o porque supiera a qué atenerse sobre los pretendidos crimenes de los cristianos a quienes no se reprocha casi nada más que su obstinación, renovaba la prescripción ya indicada por Trajano a Plinio: liberar a los renegados, ejecutar a quienes se obstinaban en su fe. Justamente era la época del año en que las diputaciones de las ciudades galas afluían a Lyon para las fiestas que se celebraban en el altar de Roma y de Augusto: en el anfiteatro había juegos, se contaría por lo tanto con cristianos para las bestias" (De "El nacimiento del cristianismo" de Alfred Loisy-Argos Editorial SA-Buenos Aires 1944).
Debe tenerse presente que lo ético depende de nuestros aspectos emocionales, que muchas veces son controlados por la razón, si bien casi siempre son las emociones las que orientan, para bien o para mal, las acciones humanas. Joseph LeDoux escribió: “La mente tiene poco control sobre las emociones, y las emociones pueden avasallar la consciencia. Esto es así porque en este momento de nuestra historia evolutiva las conexiones que comunican los mecanismos emocionales con los cognitivos son más fuertes que las que comunican los mecanismos cognitivos con los emocionales” (De “El cerebro emocional”-Ariel-Planeta-Buenos Aires 1999).
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