Son muchos los autores que caracterizan la mentalidad occidental como una mentalidad favorable a la libertad individual, entendida ésta como la ausencia de dominio mental y material de seres humanos sobre otros seres humanos. De ahí la idea de ser gobernados solamente por Dios a través de las leyes naturales existentes. Tanto el Reino de Dios bíblico como la libertad pregonada por el liberalismo responden a tal ideal.
La libertad, así entendida, no es patrimonio exclusivo de los países occidentales, ni tampoco toda nación geográficamente ubicada en Occidente ha de identificarse con los ideales occidentales. De ahí que la decadencia de Occidente, o de tales ideales, está asociada a la decadencia de la cultura occidental cuando abre sus puertas a sectores que intentan destruirla a toda costa, como es el caso del marxismo-leninismo y también del Islam.
A manera de síntesis, Theodore Meyer Greene escribió: “Resulta acertado enfatizar nuestra deuda histórica al legado hebraico-cristiano y al declarar que la esencia de este legado es una fe viviente en un Dios viviente y un vivo interés por el hombre. Fueron esa fe y este interés lo que llevó a los hombres y a las mujeres de la primera comunidad cristiana al martirio y lo que siempre animó a la iglesia cristiana cuando ésta fue fiel a su alta misión y unió el ejemplo a lo que predicó”.
“Es ésa la fe y el modo de vida de los devotos cristianos actuales. Pero ¿para cuántos de nosotros, aun en las iglesias, esta fe es realmente lo bastante dinámica como para motivar y dirigir nuestras diarias acciones? ¿En qué extensión este llamado «pueblo cristiano» está entregado a una creencia vital en Dios y animado de un respeto y amor constrictivos por el prójimo?”.
“Nuestra herencia cultural tuvo su fuente no sólo en Palestina sino también en Grecia y en Roma. La filosofía griega sentó las bases de la ciencia moderna, y la ley romana, en conjunción con el cristianismo, dio nacimiento al moderno movimiento democrático. De aquí emana la «moderna» fidelidad occidental a la verdad y a la justicia –a la verdad como meta de la investigación científica y la llave para el control de la naturaleza por parte del hombre; a la justicia como meta de la legislación democrática y el procedimiento judicial y la llave para el bienestar social” (De “Liberalismo”-Editorial Ágora-Buenos Aires 1959).
Junto a las fuerzas ideológicas que apuntan hacia la destrucción de la esencia de Occidente, surge la debilidad de su pueblo para defender las conquistas de la libertad individual, que tanto trabajo y sufrimientos requirió. Así, se ha llegado a valorar a Occidente sólo por las ventajas económicas y materiales que permite la vida democrática, indefensas, por lo tanto, a las fuerzas ideológicas que pretenden destruirlas.
Varias décadas atrás, Alexander Solyenitsin advertía la debilidad occidental ante el avance del entonces Imperio Soviético, mientras que actualmente persiste un avance anti-occidental socialista sumado al avance destructivo del Islam. En un sentido similar, John Foster Dulles advertía en los años 50: “Algo ha ido por mal camino en nuestra nación [EEUU], o no deberíamos hallarnos en esta situación. No es de nosotros el estar a la defensiva y sentirnos temerosos. Eso es nuevo en nuestra historia….”.
“Nuestra nación fue fundada como un experimento en la libertad humana. Sus instituciones reflejaron la creencia de nuestros fundadores de que los hombres tenían su origen y su destino en Dios; de que éstos estaban dotados por Él de derechos inalienables y tenían deberes prescriptos por la ley moral, y de que las instituciones humanas deberían fundamentalmente ayudar a los hombres a que desarrollaran las posibilidades que Dios les otorgara. Nosotros creímos que si obráramos conforme a ese fundamento espiritual mostraríamos a los hombres por doquier el camino hacia una vida mejor y más abundante”.
“Pero a medida que nuestra fuerza material aumentó, nuestra fuerza espiritual pareció decrecer. Aparentamos sentirnos menos interesados en la conducción de un gran experimento para el beneficio de la humanidad, y más interesados en acumularnos ventajas materiales. Nuestra visión pareció estrecharse, y nuestro sentido de misión disminuir. Otros comenzaron a pensar de nosotros más como una posible fuente de dinero y cosas materiales y menos como una fuente de inspiración y de guía”.
“Acontece que nos falta una fe honrada y dinámica. La dificultad estriba en que nosotros mismos no somos claros en cuanto a nuestra fe y la relación de esa fe con nuestras prácticas. En nuestro país, nuestras instituciones no excitan la lealtad espiritual necesaria para su defensa. Existe confusión en la mente de los hombres y una corrosión de sus almas. Nuestra fe carece de la fuerza y de la clara definición que la haría contagiosa en el mundo” (Citado en “Liberalismo” de T. M. Greene).
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