Por lo general, los sistemas políticos totalitarios son aceptados y promovidos por importantes sectores de la sociedad. La palabra "totalitarismo" se refiere a un total y absoluto dominio del Estado (o de quienes lo dirigen) sobre todos y cada uno de los miembros de la sociedad, ya sea que simpaticen, o no, con la propuesta totalitaria. Tal dominio involucra los propios pensamientos individuales, que de alguna forma deben coincidir con la ideología en cuestión. Así, como ocurría en la URSS, muchos debían "pensar" en dos idiomas, como una necesidad de supervivencia; uno era el pensamiento propio acerca de la realidad y otro era la forma instituida desde el Estado.
Quienes adherían auténticamente a la ideología oficial, adoptaban la visión artificial de la realidad con un ciego fanatismo, considerando que la ideología en cuestión estaba por encima de la moral, de la vida humana o incluso de Dios, de tal manera que pocos inconvenientes de conciencia tienen respecto de la expansión de la ideología totalitaria aún cuando ello implique la destrucción de vidas humanas, costumbres y culturas.
El proceso destructivo de sociedades y países europeos se debe a la asociación perversa de dos totalitarismos: el marxista y el islámico, que concuerdan con el objetivo común de destruir occidente, es decir, tratando de reducir a un mínimo todo vestigio de tradición y cultura judea-cristiana como también greco-romana. Uno de los síntomas advertidos en países europeos es la desigualdad legal entre el ciudadano europeo originario y el musulmán proveniente del exterior. Así, estos últimos pueden denigrar o mofarse de todo lo que sea "cristiano", amparados por la democrática "libertad de expresión", mientras que el europeo que se atreva a criticar o a advertir los peligros de la violencia islámica, se lo considera propagador de "mensajes de odio", con peligro cierto de recibir sanciones desde el Estado.
En cuanto a los marxistas, se advierte que adhieren a esa ideología hasta llegar a defender gobiernos totalitarios como el de Venezuela, sin apenas interesarles lo que le sucede al ciudadano común, que muchas veces debe irse del país buscando seguridad y una mínima supervivencia alimentaria que el socialismo no les puede brindar. La destrucción de Venezuela implica, además, el éxodo de profesionales que constituye el importante capital humano que podría necesitar el pais en una futura etapa de reparación.
El ideólogo marxista Adolfo Pérez Esquivel, que fue parte de la "intelectualidad" que promovió el surgimiento de la guerrilla terrorista en la Argentina, fue galardonado en el pasado con el Premio Nobel de la Paz, aún cuando jamás se interesó por las más de 1.000 víctimas que produjo tal guerrilla en la Argentina. Eso sí, promovió eficazmente la defensa de los derechos humanos de los terroristas de izquierda. Incluso en la actualidad sigue siendo un defensor del gobierno totalitario de Nicolás Maduro.
A continuación se menciona un artículo al respecto:
PÉREZ ESQUIVEL Y LAS LUCES
Carlos Rodríguez Braun comenta la reacción del argentino Adolfo Pérez Esquivel al Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado.
Una muestra más de la preocupación de la izquierda ante el significado simbólico del premio Nobel de la Paz a María Corina Machado fue la carta abierta que le escribió Adolfo Pérez Esquivel, bajo el título de: "De Nobel a Nobel".
El argentino se declara "sorprendido" por el galardón a la venezolana, porque él lo recibió en 1980, también como símbolo, pero de la condena mundial a las violaciones de los derechos humanos perpetradas por las dictaduras militares en América Latina.
Hubo entonces críticas, que subrayaban que dichas tiranías guardaban alguna relación con la violencia terrorista que el comunismo había extendido en el subcontinente. Los crímenes de las dictaduras, empero, eran indudables –aunque, otra vez, cabe argumentar que en algunos casos los máximos responsables fueron juzgados y condenados, lo que rara vez ha sucedido en el caso de los terroristas–.
Es complicado, en suma, arrojar sobre la realidad todas las luces necesarias para comprenderla en profundidad.
Y eso es, precisamente, lo que le sucede al señor Pérez Esquivel, que a sus 94 años habla como si no hubiera caído el Muro de Berlín. Ese es, hablando de luces, el problema. Afirma el Nobel: "El gobierno venezolano es una democracia con sus luces y sombras. Hugo Chávez marcó el camino de libertad y soberanía del pueblo".
En efecto, decir que la dictadura de Maduro es una democracia evoca a los viejos comunistas que afirmaban que las tiranías soviéticas también lo eran. Con esa premisa falsa, el paso siguiente es el desatino de afirmar que Chávez tuvo algo que ver con la promoción de la libertad y la soberanía popular.
Y, por supuesto, el lector se pregunta qué "luces" tiene para Pérez Esquivel la opresión que padece el pueblo venezolano. No hay respuesta, claro, pero sí los tópicos más cochambrosos del supuesto progresismo: los Estados Unidos son malísimos, el pueblo cubano no es oprimido por el comunismo sino por el "bloqueo", etc. Ni una palabra sobre las víctimas del socialismo, pero sí una fe inquebrantable en los antiguos popes de la izquierda: "Aún continúan abiertas las venas de América Latina, como decía Eduardo Galeano".
Esquivel podría reconocer, como hizo (tarde) el propio Galeano, los errores de su famoso libro: "Fue escrito con un estilo de izquierda tradicional, muy de catecismo, y si volviera a escribirlo hoy, no sería capaz de leerlo. Me resultaría insoportable".
(De elcato.org)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario